¡No más quejas!

Un señor compró un perro. No veía el momento de mostrárselo a su vecino. Después de un par de semanas, finalmente el vecino retornó de su viaje y vino a saludarlo.

El hombre llama al perro, señala el diario que está sobre el sofá, y ordena: “¡tómalo y quédate allí!”

Inmediatamente, el perro se trepa al sillón y se sienta, moviendo furiosamente la cola. De pronto, su expresión alegre desaparece. Comienza a ladrar, su cara se torna ácida. Mira a su dueño y le dice: “¿Crees que hacer esto es fácil, mover mi cola todo el tiempo? ¡Oi! ¡Moverla tanto me provoca dolor! ¿Y crees que es fácil comer esa inmundicia a la que llamas comida balanceada para perros’? Olvídalo, es muy salada y me provoca gases. Pero, ¿a ti qué te importa? ¡Deberías probarlo tú mismo!”

El vecino está totalmente anonadado. Sorprendido dice: “No puedo creerlo”

“Lo sé” dice el dueño. Todavía no lo he terminado de entrenar. Creyó que dije: “quéjate”…

……………………………………………..

A veces estamos atrapados en círculos, dando vuelta día tras día quejándonos constantemente sobre las cosas. Conozco gente que se viene lamentando de las mismas cosas por los últimos 30 años. “¿Por qué hace tanto calor? ¿Por qué los vecinos hacen tanto ruido? ¿Por qué mi cónyuge es tan testarudo/a? ¿Por qué mi jefe es tan desagradable? ¿Por qué mi madre es tan demandante?” Y la lista sigue.

Algunos se acostumbran tanto a ello que las quejas pasan a ser parte de su vocabulario. Si tratas de ofrecerles una solución te dicen: “No funcionará” “Ya lo he probado antes” “No entiendes el problema” etc. Dan la impresión de que si dejan de quejarse no tendrán otro tema para hablar.

Una queja es un mensaje que nos envía el cerebro, avisando que algo no está bien. El propósito no es que demos vuelta quejándonos durante los próximos veinte años, sino el provocar que actuemos.

Para esto, les sugiero estos cuatro poderosos puntos con los que debemos enfrentar los problemas, y de esta forma no necesitaremos quejarnos:

1) ARRÉGLALO: Si no te gusta lo que tienes, arréglalo.

2) PIDE QUE ALGUIEN LO ARREGLE: Si no puedes corregirlo solo, habla con alguien que pueda hacerlo. No tiene sentido dar vueltas y quejarse a la gente que nada puede hacer.

3) ALÉJATE DE ELLO: Si no puedes arreglarlo por ti mismo, y no logras encontrar a alguien que te ayude a hacerlo, ve a un lugar donde el problema no exista.

4) ACÉPTALO: Si no puedes hacer nada de lo anterior… entonces, ¡acéptalo!. Aprendiendo a aceptar las cosas como son en lugar de que sean como quisiéramos, quitarás una gran carga de tus hombros.

Adoptando una de estas cuatro opciones seremos un ejemplo vivo para nuestros familiares y amigos. La energía que antes se usaba para quejarse y hablar de cosas negativas, podrá ser ahora redirigida hacia emprendimientos útiles. Y sentirás que tienes más espacio libre para sentimientos de paz y alegría.

Adaptado de un artículo de Rabí Iaakov Lieder

Una nación de estrellas luminosas

La primera nieve del invierno, siempre es placentera. Pero no cuando sucede en medio de la primavera.

Ajeno a la terrible tormenta que acechó a la ciudad durante la noche, me levanté aquella mañana y me dirigí hacia una calle repleta de árboles tirados y cables rotos. Los semáforos no funcionaban, y las calles estaban resbalosas por el hielo, pero la mayor sorpresa llegó cuando descubrí que no había electricidad en nuestra sinagoga. 

Sin luz, apenas podíamos llevar a cabo los servicios matutinos. Un número de gente que venía a rezar todas las mañanas llegó; muchos se fueron a rezar a sus casas, pero la gran mayoría se quedó. Encendimos velas, nos pusimos los Tefilín, y comenzamos a rezar. Mi mirada recorría la sala, y poco a poco, se me fue levantando el espíritu. Estaba encantado con aquella escena, la sinagoga a oscuras, y todas las cabezas al lado de las llamas de las velas leyendo en la penumbra; se parecía mucho a un Shtetl (pueblito).

Un calor me envolvió mientras observaba la sala, porque en la oscuridad, podía sentir el corazón del judío. Estaba oscuro, frío y helado, en la sinagoga no había ni calefacción, ni luz, y a pesar de todo, nada evitaba que los judíos vinieran a rezarle a Di-s. Era de mañana, y a pesar de los obstáculos, estos judíos piadosos estaban en la sinagoga. Me dí cuenta que el judío, es, como Di-s le prometió a Abraham, como las estrellas en el cielo.

Agujereando a la Oscuridad

Las estrellas son fuentes de luz constante. Incluso cuando el velo de la oscuridad está esparcido por el cielo, las estrellas siguen brillando. Podemos apreciar una estrella cuando su luz agujerea aquel velo de oscuridad y reconforta al cielo nocturno con su luz brillante. Las estrellas brillan todo el día, pero no llaman nuestra atención. Cuando el mundo está bañado por la gran luz del Sol, las pequeñas estrellas son prácticamente invisibles. Es solo de noche, cuando desciende la oscuridad, que las pequeñas estrellas demuestran su fuerza. Puede ser muy pequeña, de hecho, las estrellas sólo aparentan ser pequeñas dado a la distancia en la que se encuentran en relación a la tierra, pero de hecho son gigantes, pero su poder de iluminar prevalece durante la noche.

La humanidad también es comparada con las estrellas. Están las almas fuertes, que, a pesar de los desafíos, pueden sobrellevar su oscuridad personal. En una mañana normal, en donde las calles están secas y la luz está encendida, muchos judíos van a la sinagoga. Cuando hay tormentas y las calles mojadas y frías hacen que nos resguardemos en nuestros hogares, la gran fuerza de aquellos que sobrellevan los desafíos, llaman nuestra atención. Es ahí, cuando estas estrellas brillantes evaporan la penumbra y nos imparten inspiración y fuerza.

La promesa de Di-s

Esto es de hecho, lo que Di-s quiso decir cuando le dijo a Abraham: “Mira al cielo y cuenta las estrellas…ve si puedes contarlas”. Y Él le dijo a Abraham: “tan (numerosos) serán tus hijos”. La ciencia aún no ha descubierto, y menos aún contado ni identificado, cada estrella. Esto es porque ellas operan en las lejanas distancias de galaxias oscuras que el ojo humano no puede apreciar. Aún así, a pesar de la oscuridad, una estrella ocasional aparece a la distancia. Es por esta razón que la estrella nos reconforta tanto. Somos arrastrados hacia ella, porque su luz parpadeante y brillante nos está llamando; nos hacen recordar que cada desafío puede superarse, cada distancia puede ser atravesada y cada oscuridad, puede ser iluminada.

Obstáculos como oportunidades

Más allá que un impedimento para iluminar, las estrellas ven a la oscuridad como una oportunidad para brillar. Como aquellos judíos que fueron a rezar a la sinagoga oscura, agachándose cerca de la llama. Estos judíos son mis estrellas; no se rinden con los desafíos, no se agobian por la oscuridad, ni temen a la noche. Estos son estrellas, que nunca dejan que un obstáculo interfiera en su camino. Estas son estrellas que nos inspiran en la noche. Estas son estrellas, que cuya luz hace que no tengamos razón para temerle a la oscuridad.

No fueron las velas las que me iluminaron aquella fría mañana, sino que eran las cabezas que estaban encima de las velas. En esas cabezas, vi a las estrellas que Di-s se refería cuando le habló a Abraham.

Por Lazer Gurkow

El lado positivo del stress

La porción de la Torá de esta semana describe el diluvio que inundó la Tierra en el año 2105 A.E.C (1656 de la Creación),
ahogando a todos sus habitantes.
Noaj, su familia y dos miembros de todas las especies animales sobrevivían el diluvio por medio de un arca maciza que
Noaj construyó para escudarlos de la destrucción. ¿Qué relevancia posee esta historia en nuestras vidas?

UN DILUVIO DE TENSIÓN
Rabi Shneur Zalman de Liadi (fundador de Jasidut Jabad), explica el simbolismo de las poderosas aguas del
diluvio. Estas aguas representan las corrientes de ansiedad que constituyen nuestro esfuerzo diario para ganar el sustento y pagar
las cuentas. Así como el diluvio abruma todo en su camino, también la carga de tensión financiera y las vicisitudes del mundo comercial pueden consumir nuestras mentes y ahogar nuestros espíritus. Y a medida que progresamos en la vida y nuestros
horizontes de éxito se extienden, las presiones de la vida van en aumento. Las montañas dentro de nosotros, que representan lo alto que se hallaba nuestro espíritu del que estábamos orgullosos, se eclipsa por la ansiedad que proviene de nuestro enredo
inevitable con el crudo mundo del materialismo. Y nos preguntamos, ¿qué pasó con mi alma? ¿Dónde desapareció mi montaña?

LA ISLA VERBAL
Para sobrevivir el diluvio en nuestras vidas construimos un “arca” en el que podemos encontrar refugio. La palabra hebrea
para arca es, teivá, que también significa “palabra” Cuando Di-s le dice a Noaj “Entra en el Arca,” está diciéndole: “Entra
en la palabra.”
Cada palabra de la Tefilá- Plegaria- es una mini arca. Si uno “entra” lo escudará de las tremendas presiones de sus horarios.
La Plegaria es una isla verbal, que da la bienvenida al hombre en el mundo sereno del espíritu, aunque sea por 15 minutos.

¿POR QUÉ LA VIDA DEBE SER “ESTRESANTE”?
Momentos después de que concluimos nuestras oraciones somos expulsamos del arca a las aguas rabiosas del diluvio.
¿Cómo reconciliar las dos realidades – la del espíritu con la batalla necesaria para la supervivencia en nuestra vida? ¿Por qué la
jornada de la vida debe tener lugar en un diluvio, en lugar de un flujo liso y pacífico de agua?
La respuesta se encapsula en las palabras bíblicas: “Las aguas aumentaron y levantaron el arca para que se alzara sobre la tierra”
En el último esquema de cosas, no sólo que las aguas rabiosas del diluvio no ahogan el arca, sino que lo levantan a niveles inusitados de alturas espirituales.
La tensión creada en nuestras vidas genera un anhelo hacia la espiritualidad y Divinidad más poderoso que el que
podríamos experimentar en una vida de tranquilidad emocional.
El arca de la Tefilá nunca podría ser una experiencia elevada y profunda sin los rabiosos diluvios que la propulsan a tales alturas.
Cuando un ser humano -hundido por una miríada de presiones, frustrado por lo nulo de espiritualidad en su vida, atormentado por las vicisitudes de su condición diaria, entra en el arca de la plegaria y dice, “¡Di-s, libérame de mi interminable tensión!” cumple el propósito para lo que este estresante mundo fue creado: para generar un anhelo más profundo hacia Di-s y más verídico que el que se haya experimentado en el paraíso.

  • Rabi Yossi Jacobson

El negocio de Di-s

El propósito de una empresa comercial es obtener ganancias…

Vení a ver las obras de Di-s, Su terrible complot sobre los hijos del hombre.

— Salmos 66:5

Y la mujer vio que el árbol era bueno para comer y deseable a los ojos… y tomó de su fruto y comió; y también dio a su esposo, y él comió con ella.

— Génesis 2.6

El propósito de una empresa comercial es obtener ganancias. Ningún empresario con estima invertiría capital y gastaría tiempo y talento donde las cifras no mostraron un concreto potencial de ganancia.

Con todo, las más grandes ganancias habrán de ser cosechadas bajo las mismísimas condiciones que el comerciante responsable pretende evitar en mayor medida: como resultado de desarrollos completamente impredecibles, en entornos sobre los que él no tiene control y en que toda su empresa (y quizás su propio ser) están en peligro.

Así, puede decirse que la mente del empresario opera en dos niveles. En el nivel manifiesto, busca estabilidad y control. En este nivel, “ser pillado desprevenido” es todo lo contrario al comercio. Mientras sabe que cada emprendimiento tiene sus riesgos, su objetivo es evitarlos, mantenerse ajeno a lo impredecible, tener un plan de emergencia para cada eventualidad.

Pero en un nivel más profundo, subconsciente, el empresario suplica por lo impredecible. En el fondode su corazón, quiere ser tomado por sorpresa, verse zambullido en las mismas circunstancias que su negocio está estructurado para evitar. Pues es ahí, y sólo ahí, donde se oculta el potencial de ganancias, mucho mayor que lo que cualquier analista podría pronosticar. En este nivel, lograr que “todo marche según el plan” sería más bien una desilusión que un logro.

Estos son escenarios que jamás presentaría a sus inversores, o siquiera a su propio ser consciente. Pero en el análisis final, son estas posibilidades mismas, agazapándose detrás de las proyecciones y figuras oficiales, lo que constituyen su mayor motivación para abocarse a los negocios.

El Temible Complot

Nuestros Sabios nos dicen que “El reino del Cielo es similar al reino de la tierra, que las estructuras de la sociedad humana y los modelos del comportamiento humano reflejan la manera en que el Creador se relaciona con Su mundo y lo maneja.

Di-s tiene una “estrategia comercial”: la Torá, que es “el plano maestro de Di-s para la Creación”, define la “ganancia” que el Creador desea obtener de Su empresa. Las leyes de la Torá detallan qué debe hacerse y qué no, y qué debe suceder y qué no, para salvaguardar la inversión Divina en la Creación y asegurar su rentabilidad.

Pero en el primerísimo día comercial de la historia, el plan se agrió. Adam y Javá, al comer del fruto del Árbol del Conocimiento, trasgredieron la primera mitzvá (mandamiento Divino) que les fuera ordenada. Su acto comprometió a la empresa por entero, desatando un caos de bien y mal sobre el mundo controlado y ordenado en que nacieron.

Sin embargo, nuestros Sabios nos dicen que éste era “el terrible complot sobre los hijos del hombre” por parte de Di-s. “Soy Yo quien les hizo pecar”, admitió Di-s al Profeta Elías, “al crearlos con una tendencia al mal”.

Pues es el proceso de teshuvá(”retorno”) del pecado lo que rinde las más grandes “ganancias” del empeño de la vida. No hay amor mayor que el experimentado desde lejos, y no hay pasión mayor que el anhelo por regresar a un hogar abandonado ya una personalidad propia alienada. Cuando el vínculo de un alma con Di-s es tensado al punto de quebrantamiento, la fuerza con que rebota a su Fuente es mayor que cualquier cosa que podría ser generada por un alma que jamás abandonó la órbita Divina. Y cuando un alma vaga hacia los rincones más apartados de la vida, y explota la negatividad y maldad misma de su entorno como el ímpetu para regresar a Di-s, redime aquellas partes de la creación de Di-s que se encuentran más allá de las fronteras de una vida devota.

Este es el “terrible complot” de Di-s sobre los hijos del hombre:

Crear al hombre con una tendencia al mal, de manera que cuando sucumba a ésta rebote con un amor mayor a Di-s y con una mayor cosecha de recursos transformados y redimidos, que lo generado por una vida vivida en conformidad con la voluntad Divina.

Ciertamente, sin embargo, no puede decirse que Di-s quiso que el hombre pecara: el pecado, por definición, es un acto que Di-s no desea que se corneta. Además, si el “plan” de Di-s era que el hombre pecara, esto presenta la pregunta de qué habría sucedido si Adam y Javá no hubieran elegido comer del Árbol del Conocimiento. ¿Hubiera quedado sin concretarse el propósito de Di-s en la Creación?

Lo que Di-s Quiere

Como en el caso del empresario convencional, hay dos niveles de “motivación” detrás del acto Divino de creación.

En el nivel manifiesto, el mundo fue diseñado y creado para llevar a cabo el plan delineado por la Torá. Este plan requiere la existencia de una inclinación al mal en el corazón del hombre, a fin de que nuestra concordancia con la voluntad Divina tenga significación e importancia. En las palabras de Maimónides:

“Se ha dado licencia a cada hombre: si desea seguir la senda del bien y ser una persona justa, la elección de hacerlo está en sus manos; y si desea seguir la senda del mal y ser una persona malvada, la elección de hacerlo está en sus manos… Esta es una norma importante, y un sostén de la Torá y los mandamientos… Pues si Di-s decretara que una persona fuera justa o malvada, o existiera algo en la esencia de la naturaleza de una persona que la obligara hacia una senda específica… ¿cómo podría ordenarnos Di-s a través de los Profetas: ‘Haz esto’ y ‘No hagas esto’?… ¿Qué cabida tendría toda la Torá? ¿Y bajo qué medida de justicia castigaría Di-s al malvado y premiaría al justo…?

Este plan no requiere de la existencia del mal, sino sólo del potencial para su existencia. Nos debe ser posible violar la voluntad Divina, de modo que nuestro no violarla resulte un triunfo moral para nosotros y una fuente de placer para Di-s. Nos debe ser posible no hacer el bien, de modo que nuestros actos de bien tengan valor e importancia. Deben existir los riesgos; son ellos los que hacen gratificante y lucrativo el emprendimiento comercial, pero la idea de todo es que deben evitarse.

Pero en un nivel más profundo, “subconsciente”, que el hombre sucumba al pecado es parte del complot de Di-s. No es esto lo que El “quiere”; de hecho, está en desacuerdo con Su expreso deseo. Pero cuando sucede, desata una riqueza de posibilidades que son infinitamente más potentes que cualquier cosa que el plan “oficial” empresario podría haber rendido. Y son estas posibilidades, escondiéndose detrás de las proyecciones y cifras oficiales, lo que constituyen Su máxima motivación para invertir en el negocio de la vida humana.

Basado en Sefer HaMaamarím Melukat, Vol. III, pág. 247, ibid., Vol. 1, págs. 366-368; Likutéi Sjjot, Vol. VII, págs. 22-23; ibid., Vol. XXV~ pág. 429, nota 52; Reshi,not #12; y en otros lugares 

Extraído de” El Rebe Enseña” Editorial Kehot Lubavitch Sudamericana

La confesión del Rebe

El anochecer se acercaba. En pocos minutos comenzaría Iom Kipur, el día más sagrado del año. El gran salón de la Sinagoga estaba colmado de gente. Un silencio incorpóreo inundaba el lugar. Nadie parecía moverse. Los feligreses miraban al suelo, o al vacío, pareciendo más muertos que vivos, algo así como una extraña fotografía en gris y negro.

Corría el año 1945, justo después de la Segunda Guerra Mundial. El lugar: Un campo de refugiados en algún lugar de Alemania. Judíos recién salidos de los campos de concentración, se reunieron en una barraca- convertida en Sinagoga- para rezar.

El “Rabino” elegido unánimemente para esa única ocasión no era otro que el famoso Rebe de Kloisemburg, Rabi Iekutiel Iehuda Halbershtam. Su santidad y erudición eran incuestionables, pero lo más prodigioso era, que siguió reteniendo esas aptitudes luego de perder a su esposa y 11 hijos en manos de los Nazis.

La “congregación” estaba compuesta por todo tipo de judíos. Desde los ultra- ortodoxos, hasta aquellos que hasta ese momento no habían asistido nunca a una Sinagoga. Pero todos tenían algo en común. Ninguno de ellos podía comprender lo que habían pasado.

Lentamente, el oficiante comenzó a cantar y la congregación lo siguió. De hecho existía mucho llanto genuino contenido esa noche. Hasta que llegaron al párrafo de la confesión llamado “Al Jet” (“Por el pecado”) dónde pedimos perdón por los pecados que cometimos con nuestros ojos, nuestras manos, por el descaro, la crueldad y demás.

De pronto, uno de los congregantes se puso de pie y golpeó el piso con su pie. “¡No! Gritó. “¡No!”

Todos lo miraron. Uno o dos trataron de calmarlo. “¡No!” los miró y gritó.

“¿Qué? ¡¿Yo debo pedir perdón a Di-s por los pecados que realicé con mis manos y mis ojos?!

“¡Estos ojos vieron cómo fueron asesinados mis hijos! ¡Estas manos no tuvieron tiempo para pecar, debían trabajar para los malvados alemanes día y noche!”

“¿ Qué? ¿Fui descarado?. ¡No pude levantar mi cabeza por tres años! ¡¿Fui cruel?! ¡Di hasta el último pedazo de mi pan a gente que no conocía!

“¡No!. ¡No! Si alguien tiene que pedir perdón, es Di-s. ¡Di-s debe pedirnos perdón! Él dio a los Nazis ojos para ver y manos para torturar, descaro y crueldad para violar y matar. ¡Así que dejemos que Él nos pida perdón!”

La habitación quedó en silencio nuevamente, y todos los ojos llenos de lágrimas se dirigieron al Rebe de Kloisembug. ¿Qué dirá él?

Después de unos segundos de profundo silencio, el Rebe aclaró su voz y dijo:

“Tú… tienes… razón”

En ese instante todos estallaron en un incontrolable llanto. Hombres caían sobre sus rodillas, y otros ponían sus rostros entre sus manos y lloraban más y más.

Luego que el sollozo se aplacó, y reinó nuevamente la tranquilidad, el Rebe continuó con sus palabras.

“Pero quiero contarles por qué pediré perdón a Di-s hoy: En nuestro campo, los guardias acostumbraban a divertirse cada mañana con un juego sádico. Nos formaban en fila y elegían a cinco de nosotros. Estas desafortunadas almas eran forzadas a cargar una pesada cantidad de ladrillos y saltar a un empinado escalón frente a todos. Si un ladrillo caía, agregaban dos en su lugar, y si el prisionero mismo caía, era torturado lentamente hasta morir, ante nuestros ojos. Es verdad que el resto del día no era mejor. El frío era insoportable, nuestras ropas estaban infectadas de pulgas y apenas si recibíamos algún alimento. Todos estaban enfermos, y la gente moría cual moscas. Pero lo más humillante y terrible era la formación de la mañana.

Llegué al punto de que mi rezo en las noches, antes de dormir, era: ‘ Di-s Misericordioso, hazme morir mientras duermo. Por favor, que no despierte mañana en la mañana’

Y es por eso que deseo pedir perdón. Éste es el pecado que confieso este Iom Kipur. Nunca pensé que si rezaba, si ya iba a solicitarle algo a Di-s, debía pedirle que me redima. Olvidé que podía existir algo semejante a ser liberado…”

Después de unos minutos, la Plegaria continuó.

Por Rabí Tuvia Bolton, Ieshivá Or Hatmimim, Kfar Jabad, Israel.

Una creencia racional

¿Cómo puede uno creer en la necesidad de seguir una Ley Divina si no cree en lo Divino? 

El primero de los 613 mandamientos en la lista de Rabí Moshé ben Maimón (Maimónides), tanto en su Sefer Hamitzvot como en su Mishné Torá, es el mandamiento de creer en Di-s y conocerlo. También aparece primero en la lista de principios cardinales del judaísmo de Maimónides, así como en las listas de sus sucesores filosóficos, Rabí Hasdai Crescas y Iosef Albo. Es el primero de los Diez Mandamientos, y es llamado por el Zohar “primera de todas las leyes”.

Parecería ser que hay razones suficientes para que sea así.

Si la creencia en Di-s es un fundamento absoluto; ¿cómo puede uno creer en la necesidad de seguir una Ley Divina si no cree en lo Divino?, ¿cómo puede uno aceptar la Torá si no hay quien la entregue?. Hay que “creer que hay una causa que provoca cada existencia”, la Deidad que es la razón y fuente de todo lo que es llamado a ser. Tan básico es este concepto, que algunos Sabios hasta se rehusaron a enumerarlo como un mandamiento, diciendo que no tiene sentido hablar de un mandamiento sin el reconocimiento previo de la existencia de un Comandante.

Es cierto que incluso gente que profesa el ateísmo realiza actos de bondad y generosidad, y podría ejemplificar la rectitud en muchos campos de la vida. Los Sabios reconocieron esto en la antigüedad, enseñando en el Talmud: “Deja que la persona siempre se involucre en la Torá y sus mandamientos aun cuando fuere por razones equivocadas, pues al hacer estas cosas siquiera por razones equivocadas, llegará a hacerlas por las correctas” (Pesajim 50b). 

En otras palabras, hay en una buena acción un valor que es más importante, y eventualmente más poderoso, que el pensamiento consciente detrás de esa acción.

Esta evaluación de la acción, como algo más importante que el pensamiento, parece estar en conflicto con el centralismo y la primordialidad de la creencia en Di-s. Un poco de pensamiento adicional, sin embargo, indica que lo contrario es lo cierto.

Es precisamente porque la creencia en Él está estructurada en cada mandamiento, que los Sabios pueden estar tan seguros de que eventualmente surgirá el pensamiento correcto. La fortaleza de la creencia en Di-s no es que uno no pueda intentar arreglárselas sin ella, sino que aun si uno lo intenta, se revelará a sí misma mientras tanto se aferre a cualquier cosa que sea buena.

La tendencia secular de la civilización occidental ha intentado, bastante y conscientemente, centrar la atención en lo bueno y no en Di-s. En cierta medida, ha funcionado. 

No obstante, la conciencia del Uno detrás de todo busca resurgir constantemente. Di-s y el bien no pueden permanecer separados. La persona pensante, consciente del enorme poder del pensamiento secular, sensible al aún mayor poder de lo Divino que busca manifestarse en su conciencia, e inconsciente de cualquier pensamiento disciplinado que puede dar a cada cual su papel apropiado dentro de su mente, puede sentirse conflictuada y acobardada.

El pensamiento surge: ¿Quizás la creencia en Di-s obstaculice la mejor percepción del mundo?, ¿quizás lo que yo creo, que es conocimiento de Di-s, es sólo una ingenua imaginación?, ¿quizás está contraindicada por las emergentes verdades de la física y la biología, o quizás impida la responsabilidad autónoma que necesitamos asumir a fin de ser seres verdaderamente morales?.

Lawrence Kelemen ha escrito un libro en inglés, Permission To Believe (“Permiso para Creer”), para enfocar la turbación y el malestar ocasionados por dudas tales y para resolverlas de manera intelectualmente creíbles.

Kelemen delimita claramente el problema que enfoca. El libro se centra únicamente en la creencia en Di-s. Es una defensa al fundamento del judaísmo, no a su estructura. Tampoco intenta presentar una demostración estricta de la existencia de Di-s, tomando cuenta de que primero hay que probar como posible aquello que uno demostraría como necesario. Por consiguiente, intenta mostrar cómo la creencia en Di-s es una respuesta creíble –incluso la más creíble- a los desafíos de la ciencia moderna, la historia, y el pensamiento moral.

La habilidad de Kelemen para centrarse sólo en esto brinda a su pensamiento agudeza y claridad, y sus líneas de razonamiento se sienten intuitivas y para nada forzadas. El se siente cómodo en las áreas más eruditas del pensamiento moderno así como también en su propia bien desarrollada fe religiosa. Y la sustancia y tono racional de su obra demuestra tanto en la práctica como también en la teoría el nexo entre la mente pensante y Di-s, permitiendo al lector arribar por sus propios medios a la conclusión de que Di-s es no solamente creíble sino conocible.

Kelemen afirma su principal propósito en su introducción:

“Mucha gente creería en Di-s mañana si sólo su intelecto se lo permitiera. Esta gente sospecha intuitivamente la existencia de un Ser Omnipotente. No obstante, el admirablemente alto valor que nuestra sociedad atribuye a la razón, combinado con la desafortunada equivocación difundida que la creencia en Di-s es necesariamente irracional, sofoca su espiritualidad potencial. Estos individuos deberían permitirse examinar el caso en aras de Di-s. Debería otorgarse el permiso para creer”.

Implícito en las palabras de Kelemen está que la mejor demostración de la existencia de Di-s es una sospecha intuitiva que se rehúsa a ser permanentemente suprimida. Sólo espera nuestra disposición para reconocer que esta intuición no es una aberración, no es algo que no esté relacionado con la verdad, para florecer y crecer en una creencia genuina y en un conocimiento de Di-s.

Esta es una posición poderosa para ser tomada, pues implica una epistemología que regresa a la meta medieval de observar todo conocimiento como conduciendo a, y culminando en, el conocimiento del Ser Supremo. Semejante sistema corre contra la posición secular usualmente sostenida de que la creencia en Di-s es, o irrelevante a, o incompatible con, la ciencia moderna.

Sabiéndolo, Kelemen se propone inspeccionar varias áreas principales que han sido percibidas como impulsoras de conflicto, y muestra cómo una correcta comprensión de la ciencia no solamente la revela como compatible con la creencia en Di-s, sino que incluso indicaría que semejante creencia es la explicación más razonable para los datos a mano.

Su repaso por las implicancias cosmológicas de la física moderna y la astronomía tocan a Einstein, Hubble, Friedmann y Hawkig, la relatividad general, los agujeros negros, el zumbido 3K, el universo en expansión y el Gran Estallido (Big Bang), llevando a una estupenda cita del Dr. Robert Jastrow de la NASA:

“…El científico que ha vivido por su fe en el poder de la razón… ha escalado la montaña de la ignorancia, está por conquistar su más alto pico; mientras se arrastra sobre la roca final, es saludado por una banda de teólogos que han estado sentados allí durante siglos”.

Kelemen es similarmente brillante en su crítica de los intentos de explicar a Di-s a partir del orden natural. El intento más persuasivo en este sentido ha sido la teoría de la evolución, y sus adherentes han sido notablemente exitosos en crear la impresión de que la emergencia de vida en todas sus ricamente interrelaciones puede ser mejor acreditada por un mecanismo simple que por un poder inteligente sobrenatural.

Kelemen inspecciona nuevamente el campo, e informa las cosas que los mejores científicos (no los teólogos) dicen. La posición de que la vida evolucionó enteramente partir de mecanismos no-inteligentes es sometida a análisis matemáticos en base a la concreta complejidad química de los bloques enzimáticos constructores de la vida. Basándose en los resultados de químicos y biólogos contemporáneos de las principales universidades de investigación, y citando todas sus fuentes sin ningún intento de prestidigitación.

Presión en la cabina

¿Notaste alguna vez que cuando muestran los procedimientos de seguridad en un avión antes del despegue y cómo las máscaras caen en caso de una emergencia, te indican que te pongas primero tu máscara antes que la de tu hijo?

Le pregunté al sobrecargo: “No sería más apropiado asistir primero al niño antes que a uno mismo?”. Ella me explicó que si estuviera padeciendo de problemas respiratorios, sería incapaz de ayudarlo. Por consiguiente, debo ajustar mi máscara primero y luego, ya que respiro bien, podré asistir al niño.

Tomé esta analogía y la apliqué a padres que están criando a sus hijos. Ellos a veces pueden descuidar sus propias necesidades personales y las necesidades de su matrimonio, porque están ocupados con su familia. Las prioridades de los hijos están por encima de las de su matrimonio y sus sentimientos personales, bienestar y crecimiento.

Pero a menos que el matrimonio se nutra, la pareja no será congruente y no podrán cuidar a sus hijos como un equipo. Lo mismo se aplica a ellos si no se fijan en sus propias necesidades y armonía mental; no serán capaces, ni física ni emocionalmente, de darles lo mejor que tienen a sus hijos.

Necesitamos ajustar nuestra propia máscara y asegurar que nuestras necesidades estén bien atendidas. Entonces estaremos en posición de dar lo mejor de nosotros a los niños que Di-s nos ha confiado, y de creer que haremos un buen trabajo en criarlos.

Recordemos lo que dice la Torá: “Debés amar a tu amigo como a tí mismo, no más que a tí mismo, porque sólo puedes dar amor cuando tenés amor”.

Yaakov Lieder

Encontrando tu fortuna

Hasta hace poco, él había sido el hombre más rico de la ciudad, pero la rueda de la fortuna lo llevó a convertirse en un mendigo, sin dejar rastros de su antigua fortuna y riqueza.

Más terrible que la pérdida de sus lujos, y de la vida anterior que tanto había disfrutado, era su imagen pública. Se había acostumbrado tanto a la forma diferente en la que todos lo trataban. Había sido tan placentero sentirse bienvenido por todos, y tratado con el mayor de los respetos. Había disfrutado de poder ofrecer opinión en cada cosa y añoraba terriblemente la habilidad de poder ganarse la opinión pública con sólo algunas palabras bien elegidas.

Antes, había pensado que su consejo era valorado independientemente, pero ahora, que había sido relegado a acatar órdenes, estaba forzado a mirar a otros disfrutar de la adulación que alguna vez le había correspondido a él.

¡Pero ahora estaba volviendo! Había enfrentado la tormenta, y reinvertido el capital, y con algunos golpes de suerte, volvió a lo que era antes. No sólo había vuelto a ser rico, sino que además, le había vuelto la sabiduría.

Le consultaban frecuentemente, y la gente lo aplaudía por su perspicacia e inteligencia. Todos iban a pedirle sus consejos, y le felicitaban por su disposición de querer compartir.

La única persona que no se dejó llevar, era el magnate mismo. Muy frecuentemente se oía recalcándose a sí mismo, acerca de lo agradecido que estaba por el breve período que se encontró en “la sombra”, para que poder ver quienes eran sus verdaderos amigos y cuál era la estima social verdadera de sus opiniones y pensamientos.

¿No es extraño que cuando alguien es acaudalado, automáticamente se le atribuyen muchas otras cualidades?  por ejemplo, tienen un gran aprecio por el arte o que pueden confiarse para decidir la política pública? No todos los financieros son gigantes intelectuales. La adquisición de dinero demanda ciertos tipos de habilidades y dotes, y esto no necesariamente se transporta a otras disciplinas.

La Torá nos advierte acerca de desarrollar una visión equivocada de la realidad.

Sé cuidadoso en no olvidar a Di-s y en faltar en cumplir Sus mandamientos…Debes comer y saciarte, construir buenas casas y morar en ellas. Al crecer tu rebaño, tu oro y tu plata y todo lo que posees, tu corazón puede volverse arrogante y puedes olvidarte de Di-s. (Deuteronomio 8:11-13)

Una lección permanente para todos sobre los peligros del lujo y la riqueza, aunque codificada en las palabras, y se puede leer en el mensaje sobre cómo relacionarnos con la riqueza del otro.

Sólo porque una persona posea casas, oro y plata, no hay que asumir que todo lo demás crecerá también. Mantén las cosas en perspectiva, la riqueza no confiere legitimidad intelectual. En el Judaísmo, la sabiduría es atribuida tradicionalmente a aquellos que estudian Torá. Los eruditos son nuestra verdadera aristocracia y el rol del hombre rico es mantener al estudio de la Torá y ayudar al funcionamiento de la sociedad.

La riqueza puede ser un desafío para aquellos que fueron bendecidos con ella. Recuerda siempre quiénes son tus verdaderos amigos. El dinero va y viene, pero la personalidad dura para siempre. Si te olvidas de este recordatorio, corres el riesgo de volverte arrogante y desagradecido.

El desafío para el resto de la sociedad es aceptar y honrar a un hombre de manera proporcional a su intrínseco valor, no a su balance bancario. Estamos orgullosos de los valores de nuestra Torá y nos sostenemos en ellos, a pesar de todo. Nunca debemos olvidar que Di-s es Quien gobierna el mundo y que debemos responder solamente a Él.

Por Elisha Greenbaum

Una demanda

Un viernes de tarde, un hombre golpeó la puerta de Rabí Itzjak Aizik, rabino de Vitebsk.
“Rebe, tengo un Din Torá (demanda, pleito)” dijo. “Pido que oiga mi caso y tome una decisión.”
“En verdad,” dijo el rabino, “ahora estoy muy ocupado con los preparativos para Shabat. Quizás usted y su litigante puedan venir
después de Shabat, y oiré a ambos.”
“Soy un melamed (maestro),” dijo el hombre, “y enseño a mis alumnos desde mañana hasta la noche. Mi único tiempo libre es el
viernes de tarde”
“Muy bien,” dijo Rabi Itzjak Aizik, “oiré su caso ahora. Pero debemos convocar a su litigante. Se me prohíbe oír sus argumentos sin que su litigante esté presente.”
“Él está presente,” dijo el hombre. “Mi Din Torá es con Di‐s.”
“De acuerdo,” dijo Rabi Itzjak Aizik, des‐ pués de una larga pausa. “Entre a mi estudio y oiré su caso”. Dijo el melamed: “Di‐s me ha
bendecido con una hija que ya ha alcanzado la edad de casarse. Pero no tengo un kopeck en mi bolsillo—ningún dinero para la ropa,
gastos del casamiento, y mucho menos para una dote. Mi demanda es que Di‐s está legalmente obligado a ayudarme a casar a mi
hija.”
“¿En qué se basa para semejante demanda?” preguntó Rabí Itzjak Aizik.
“En la Torá está escrito que ‘hay tres socios en el nacimiento de una persona: su padre, su madre y Di‐s” Dos de los socios son
pobres, pero el tercer socio es, por Su propia declaración, bastante adinerado: Él así lo declara: ‘Mía es la plata, Mío es el oro” (Jagai
2:8). Es, por consiguiente, deber del socio rico asumir los gastos en esta empresa.”

El Rabino se retiró a su estudio para verificar las fuentes pertinentes y legitimar el caso. Después de un rato, salió con su veredicto.
“El melamed está en su derecho,” declaró. “El Omnipotente está obligado, por la ley de la Torá, de proveer lo necesario para
el matrimonio de la joven.”
Cuando el melamed se llegó a su casa, vio que un coche lujoso partía velozmente de su ruinosa casa. “No creerás lo que pasó,” dijo
su esposa, desde la puerta. “Un noble estuvo aquí con su esposa. La señora estaba convencida que alguien le dio un mal de ojo, y
oyó que la esposa del melamed sabe los secretos adecuados para protegerse de eso.
Hice lo que me pidió, y cuando el noble me preguntó cuánto debía pagarme, pronuncié la suma que necesitamos para la dote y los
gastos del casamiento. Sin decir una palabra, el hombre puso el dinero en la mesa y salió.”

¿Cómo se descubrió el Kotel?

“El Sagrado Templo será destruido, pero el Muro Occidental nunca será destruido” dijo una Voz Celestial. “Será la señal de que la Presencia Divina reside allí”
Los romanos no toleraban ver cómo los hebreos se aferraban al Muro e instigaron a todos los gentiles de Jerusalém a arrojar la basura diariamente en el Muro. Lentamente el Kotel quedó cubierto por los desperdicios.
Pasaron muchos años. Un judío rico visitó Jerusalém. Caminó por las calles, buscando el Kotel, sin poder hallarlo. Preguntó a los transeúntes y todos se encogían de hombros; nunca habían visto el Muro.

El hombre no se dio por vencido. Continuó con su búsqueda. Cierta vez notó la presencia de una mujer muy anciana que acarreaba un pesado paquete de basura.
Le preguntó: “¿Qué es lo que traes?”.
La mujer respondió: “Traigo mi basura para arrojarla sobre la colina”
El hombre volvió a insistir: “¿No tienes un lugar más cercano a tu hogar para llevarla?”
“Es una antigua costumbre la de arrojar la basura aquí. En otra época aquí se erigía un magnífico muro de piedra. Los judíos lo consideraban santo. Los romanos ordenaron cubrirlo con desperdicios”. Arrojó su bolsa y se retiró.

El iehudí dijo: “No me moveré de aquí hasta dejar a la vista el Kotel Hammaraví”
Salió a las calles de Jerusalém y susurró entre los que pasaban: “Dicen que hay un tesoro escondido debajo de la colina de basura” Él mismo tomó una pala y comenzó a cavar. A los pocos minutos una multitud lo rodeaba, imitándolo. La ciudad entera hablaba del tesoro enterrado. Todos llegaban con palas. Ya se veían las piedras del Muro. Cuando cayó el sol la gente se retiró. El judío escondió algunas monedas de oro en la colina. A la mañana temprano uno de los excavadores halló una moneda y luego otro. Estaban seguros de que el tesoro estaba bien abajo. Cada día agregaba más monedas hasta gastar toda su fortuna en su misión. Luego de 40 días de trabajo, todo el Muro quedó a la vista.

En el mismo lugar de donde Di‐s tomó la tierra para crear a Adam con Sus manos, donde Abraham trajo a Itzjak para sacrificarlo, donde estuvieron el Primer y Segundo Templo, allí mismo será reconstruido el Tercer Beit Hamikdash, con la pronta llegada del Mashiaj.