Resumen de la parashat Vaigash

Luego que Biniamín fuera acusado de robar la copa de plata de Iosef, Iehudá se aproximó a éste y le
formuló una elocuente apelación.
Iosef no pudo continuar reprimiendo su fuerte emoción y ordenó que salieran todos los que estaban en la
habitación, con excepción de sus hermanos. Una vez que estuvieron solos,
comenzó a llorar mientras exclamaba:
Soy Iosef’, y enseguida preguntó:
“¿Está mi padre realmente vivo, aún?” Sus hermanos no pudieron responderle, pues estaban avergonzados
de lo que le habían hecho. Les indicó que regresaran enseguida a Canaán y le dijeran a su padre que fuera a
Egipto con sus hijos y nietos, y todos sus bienes. Iosef llevó a su padre ante el faraón y Iaakov le confirió a éste su
bendición.
La hambruna había alcanzado una etapa crítica. Iosef recaudó mucho dinero en las tierras de Egipto y
Canaán gracias a la venta de alimentos, y lo llevó al tesoro del faraón. En pago por los alimentos Iosef exigía a los egipcios, en primer lugar, su ganado, y luego su tierra. Los israelitas vivieron en Goshen, donde adquirieron propiedades y crecieron en número.

Amor y temor

Esta Parashá comienza con las palabras: “Esta es la descendencia de Itzjak el hijo de Abraham, Abraham es el progenitor de Itzjak”. Lo redundante de este versículo es obvio para todos. Entre las diferentes explicaciones, encontramos esta: Abraham representa el AMOR e Itzjak representa el TEMOR. La Torá trata de decirnos que ambos sentimientos aparecen en diferentes circunstancias. Pero ¿por qué son tan importantes estas características?

Para ilustrarlo contaremos un famoso chiste: Una fría noche de invierno, un pobre obrero judío pasó por la puerta de un caro restaurant. Se detuvo unos minutos para mirar a través del vidrio, y observó a un grupo de personas adineradas que charlaba animadamente, mientras comían deliciosos blintzes.

“Blintzes” murmuró y continuó su camino. Al llegar a su hogar, anunció: “Sara, me encantaría que me prepares unos blintzes”

“Por supuesto, Moishe, haré lo mejor que pueda” respondió ella.

Sara tomó su viejo libro de cocina y abrió en la página que decía: blintzes. Entonces comenzó a trabajar: 2 tazas de harina, 2 tazas de agua, “Oh! ¡No!” exclamó Sara, “debo rellenarlo con queso crema. ¡Moishe, no tenemos queso crema en casa!”

“Sabes qué, Sara, olvídate del queso”

“¡Pero también dice que debo agregar nueces, pasas de uva y miel!”

“Olvídate de eso también” dijo Moishe comprensivo.

“¿Y qué hago con respecto a la canela y el azúcar negra?”

“No son importantes. Por favor, prepárame los blintzes que tengo hambre”

Al cabo de un rato, los blintzes estaban servidos en la mesa. Moishe se colocó ceremoniosamente una servilleta en cuello, tomó el cuchillo y el tenedor y comenzó a comer. Después de unos instantes, Sara le preguntó: “Nu… ¿qué me dices? ¿Te gustan?” Él la miró directamente a los ojos y le dijo: “Sabes, no entiendo qué atractivo le encuentran los ricos a los blintzes”

Moraleja: Estudiar Torá y cumplir los Preceptos, sin amor y temor a Di-s, es similar a comer blintzes sin relleno. El ‘relleno’ es lo que Abraham nos dio. Nuestro patriarca fue el primero que amó a Di-s verdaderamente. Otros, antes de Abraham, eran como el señor Goldberg. Cuando el Rabino entró al restaurant, vio que el señor Goldberg devoraba con placerun trozo de pescado. “Rabino, por favor, discúlpeme por la manera en que como, pero es que yo amo el pescado”.

“No señor Goldberg” dijo el Rabino, “usted miente. Si en verdad amase al pescado, dejaría que éste lo comiera a usted. Usted se ama a sí mismo, por eso come pescado”.

El amor es un sentimiento. El temor también lo es. Itzjak, nuestro patriarca, tenía el atributo del temor, o más exactamente guevurá. Guevurá implica fuerza y cambio. Ésa es la característica del miedo, que produce que la persona haga cosas que pueden ser totalmente opuestas a su personalidad. Itzjak deseaba transformar drásticamente al mundo. La Torá relata que él se dedicaba a cavar pozos de agua. Itzjak deseaba transformar el desierto y convertirlo en un oasis.

Por eso ambos son llamados patriarcas. Ya que heredaron a sus hijos, la nación judía, la habilidad de aprovechar ambas emociones en el servicio a Di-s.

(Adaptado de un artículo de Tuvia Bolton)

Las riquezas del Cuerpo

Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch

En la Parshá de esta semana, leemos cómo, poco después que Abraham y Sara llegaron a la Tierra de Canaan, se vieron forzados a ir a Egipto por el hambre que acechaba en la tierra. Cuando se estaban acercando a Egipto, Abraham le dijo a Sara:

“Ten cuidado, ahora yo sé que tú eres una mujer de bella apariencia. Cuando los egipcios te vean, dirán: ‘Ésta es tu esposa’, me matarán, y a ti te dejarán viva…
Por favor, dí que eres mi hermana, para que me hagan un bien a mí, y mi alma vivirá por tu causa”

Los temores de Abraham fueron bien fundados. Sara es llevada al palacio del Faraón. Abraham recibe muchos regalos, como “hermano” de aquella mujer tan bella. Milagrosamente, Di-s previene al Faraón de tocarla. Sara es liberada y llevada de vuelta a su marido, y ambos vuelven a la Tierra Santa llenos de riquezas obtenidas por sus (des)venturas.

El Midrash ve este episodio como un precedente del futuro viaje a Egipto de los hijos de Abraham y Sara. En ese entonces, también, nuestra captura en Egipto finaliza con nuestra liberación y éxodo de la tierra con “grandes riquezas”. Esta gran riqueza, explican los maestros Jasídicos, se refiere no solo a todo el oro y plata que se llevaron consigo los Israelitas de Egipto, sino también viene a hacer una referencia a las “chispas de Divinidad”, que redimieron los Hijos de Israel y elevaron, en el curso de sus 210 años de esclavitud allí.

Esta aventura, también es revivida en la vida de cada individuo.

De acuerdo al Zohar, “Abraham” representa el alma, y “Sara”, el cuerpo. En la narración Bíblica, tanto Abraham como Sara bajaron a Egipto, pero Sara experimentó un “descenso” aún mayor cuando fue encarcelada en el palacio del Faraón y amenazada por sus ministros. Al final, sin embargo, la sentencia de Sara terminó siendo una fuente de riqueza para ella, y en su mérito, su marido también fue enriquecido.

Lo mismo sucede en la vida de cada individuo. Tanto el alma como el cuerpo descienden al mundo material, pero el cuerpo es el que está más expuesto y comprometido a la decadencia mundana, mientras que el alma permanece en cierta forma, un poco más ajena al mismo. Sin embargo, al final, es el cuerpo quien, a través de sus acciones físicas, redime y eleva la “riqueza de Egipto”. Ya que solo el cuerpo puede realizar una Mitzvá (precepto), una acción Divina. Sólo un ser físico tiene acceso a las chispas de Divinidad que han sido esparcidas en todo el mundo físico, pudiendo elevar y enriquecer a su alma en el proceso.

Sin intención

Una de las leyes que menciona esta Parshá, es la que dicta que: “No coloques el bozal al toro durante su trilla”.

¿Cómo sería la ley en caso de que el toro, para acortar el camino, pisara los granos sin intención de trillar? ¿Está permitido entonces ponerle el bozal?

El Alter Rebe en el final de su Shuljan Aruj, el Código de Leyes, legisla al respecto:

“ (Cuando las) Vacas que caminan sobre los cereales para acortar camino, no transgredió la prohibición de “No colocar el bozal”, si lo hizo, a pesar de que los granos son trillados automáticamente, puesto que su intención no es hacer transitar por ahí a las vacas con este objetivo”. El Alter Rebe agrega, además: “y así es en todo lo similar a esto”.

NOVEDAD LEGAL

En el atenuante de una trasgresión porque “no hubo intención de ello” hay una regla, que la misma no se aplica en caso de imposibilidad de llevar a cabo la acción sin que se cometa la trasgresión. La conocida explicación ilustrativa de esto es: “¿Hemos de cortarle la cabeza y no morirá?”. Quienquiera haya cortado la cabeza de un animal no puede argumentar que no fue su intención matarlo. Y así también es en todo acto similar. Esto se conoce como la regla de “Psik Reishá”.

Diferente es en el caso de la trilla. A pesar de que las vacas no pueden no trillar los cereales cuando caminan encima de ellos, sin embargo, siendo que no hay intención de trillar, aún cuando se genere un acto de trillar, no transgredió si colocó el bozal. Esta es una novedad existente en esta ley. Pero el Alter Rebe agrega, que la ley será igual “en todo lo similar a esto”. Esto se debe a que aquí la acción prohibida- colocar el bozal, y la acción automática- el caminar sobre los cereales-son dos actos totalmente independientes, por ello no se aplica la regla “Psik Reishá”.

LA MITZVA Y LA INTENCIÓN

En lo que respecta a los pecados, la ley marca que el hombre no transgredió si “no hubo intención” de realizar el acto. Pero con relación al cumplimiento de Mitzvot, existen algunos tipos de preceptos que la persona cumple aunque no tuvo intención alguna de realizar el acto. Mas aún: hay casos, donde incluso si lo hubieran obligado a cumplir la Mitzvá en forma compulsiva- cumplió con su deber y realizó una Mitzvá.

A simple vista debería haber sido justo al revés: Para que se genere un vínculo de unión entre el hombre y el Creador- lo que es el sentido esencial de la Mitzvá, del término hebreo TZAVTA, unión con el Altísimo, debería haber existido intención de su parte, mientras que para desligarse de Di-s, no hay necesidad de intención especial, puesto que el hombre de por sí es materialista y burdo, lejano a la Luz Divina.

RELACIÓN INTERNA

La respuesta a ello es que el judío abre su día diciendo el “Modé Aní”- “Agradezco yo”– y con ello sienta la base y se ata a Di-s por el transcurso de todo el día. Resulta entonces, que todos sus actos son parte de su vínculo con Hashem. Y aunque realice una acción que lo separa del Altísimo, mientras que no haya certeza de que su intención es desligarse del Creador, lo remitimos a su intención inicial contenida en su declaración de fe, al levantarse. Y aunque hay judíos que no recitan el “Modé Aní” e incluso su día transcurre en un espíritu de libertinaje y desinterés por el Yugo Celestial, la verdad es que ésta es sólo una percepción externa. El judío, por su misma esencia, está ligado a Hashem. Su alma está apegada a la Santidad y lo que ocurre es que “su instinto lo coerce”. Por lo tanto, cuando realiza una Mitzvá se reflota automáticamente esta unión interior hacia el plano externo.

La unión completa y perfecta entre el judío y Hashem será visible para todos cuando llegue el Mashíaj, realmente pronto.

(Likutei Sijot Tomo 4, Pág. 1123)

Parashá en síntesis: Ekev

La mitzvá de la lectura del Shemá, que debe hacerse dos veces al día, incluye tres preceptos fundamentales: creer en la unidad de Di-s y su poder sobre todo el universo, amar a Di-s como una condición necesaria para el cumplimiento de su voluntad y estudiar Torá.

El precepto de fijar la mezuzá en las puertas de las casas es un recordatorio de la unidad de Di-s y la vinculación con Él, al salir y entrar de la casa. La recompensa de larga vida para la persona y sus hijos es expresada enseguida después de la anunciación, tal como sucede con la mitzvá de honrar a los padres.

Nuestros Sabios dicen que cuando una persona fija una mezuzá a la entrada de su casa Di-s protege ese hogar. Esa protección no es una recompensa por haber cumplido el precepto, sino que es parte integral de la mitzvá y  resultado de la misma.

La parte más importante de la mezuzá no es el estuche exterior, que puede tener cualquier forma, si no el pergamino que está en su interior, sobre el cual un escriba especializado plasma a mano los párrafos de Shemá Israel y Vehayá.

El pergamino debe derivar de un animal kasher, no se puede hacer correcciones ni tachaduras. Cada palabra debe ser escrita con la misma secuencia en la que aparece en la Torá. Existen 4.649 leyes que deben seguirse para la escritura de cada mezuzá.

Cada una contiene 22 líneas y 713 letras, que deben estar perfectas para que la mezuzá sea considerada kasher. Su escritura demora de dos a cinco horas, dependiendo del escriba. Cada letra posee las especificaciones de cómo debe ser escrita y la parte más difícil es escribir con líneas finas las coronas que llevan algunas letras.

El equivalente numérico de la palabra hebrea mezuzá es el mismo (65) valor numérico de uno de los nombres de Di-s, A-do-nai, cuya acepción es “Amo del Universo”. Al cumplir la mitzvá, lo reconocemos como tal.

Arregladas en orden diferente, las letras de la palabra mezuzá forman las palabras zaz mavet, que significa “la muerte se fue”: la mezuzá aleja de la muerte, la tristeza y la depresión.

En el reverso del pergamino aparece el nombre divino Sha-day, que también es acróstico de las palabras en hebreo Shomer Daltot Israel (Guardián de las Puertas de Israel)

La mezuzot deben ser revisadas por lo menos 2 veces en un período de siete años. Se acostumbra hacerlo en el mes de Elul, para mostrarle a Di-s la diligencia que tenemos en el cumplimiento de sus preceptos, antes de las festividades solemnes.

En esta parashá, Moshé transmite al pueblo las bendiciones que tendrá en este mundo si cumplen las ordenanzas y los preceptos que Di-s le ordenó como pueblo elegido. Entre ellos se pueden mencionar la bendición al fruto del vientre y el fruto de la tierra, al trigo, al mosto y al aceite, así como la eliminación de las enfermedades, de la esterilidad y el dominio de los países que los adversan. También les explica que la mayor recompensa por el cumplimiento de mitzvot no se da en este mundo, que es tan sólo la antesala del mundo venidero, donde se da el máximo del deleite espiritual.

La Torá ordena recitar Birkat Hamazón, la mitzvá de bendecir a Di-s después de haber comido pan. Esta bendición está compuesta de cuatro partes: Birkat Hazan (la bendición a Quien alimenta a todos los seres), instituida por Moshé cuando se recibió el maná; Birkat Ha`aretz (bendición sobre la Tierra), introducida por Ioshúa cuando tuvo el mérito junto con el pueblo de entrar a la tierra prometida; Birkat Ierushalaim (la bendición por la paz en Jerusalén) establecida por los reyes David y Shlomó (después de la destrucción del Templo se pide por su pronta recupera reconstrucción), y Hatov Vehametiv (la bendición por Quien es bondadoso). añadida por los Sabios para conmemorar el milagro ocurrido en relación a la revuelta de Bar Cojba, después de la destrucción del Segundo Templo.

La parashá finaliza con el enunciado de dos preceptos: amar al guer tzedek, el que se convierte el judaísmo por justas razones y desinteresadamente, y el precepto de rezar, que es considerado como el servicio del corazón, la forma de acercarse a Di-s y elevarse espiritualmente.

Las pequeñas cosas

Esta porción semanal de la Torá, comienza con la oración: “Vehaiá ekev tishemún”. La traducción literal es: “Por haber oído estos mandamientos” (serán meritorios de las bendiciones que la Torá va a enumerar).

La palabra Ekev, también puede ser traducida como “talón”. El comentarista Rashi, explica que el versículo alude a los mandamientos más “livianos”, las mitzvot aparentemente menos importantes que la gente tiende a “pisotear con el talón”. El tipo de cosas que se las dejan de lado. Todos conocemos los mandamientos “mayores”, como ser, cumplir con el Kasher, ayunar en Iom Kipur, etc. ¿Qué hay de los detalles menores? ¿Somos tan cuidadosos?

Esta idea se aplica en todos los aspectos de nuestras vidas. Al niño más tímido, ¿Lo ignoramos con más facilidad precisamente porque es tímido y callado? ¿Qué sucede con las campañas de millones de dólares por diferentes causas? Es muy bueno que algunas causas llamen tanto la atención, pero ¿Qué sucede con las causas que nadie oye ni se entera? ¿Las “pequeñas” cosas se dejan de lado?

Eso es claramente inmoral e incorrecto. Por el otro lado, preciso hacer una llamada personal, seguramente a nadie le va a importar. Son solamente unos pesos más, ¿verdad? ¿Estamos aprovechándonos de alguien más, incluso de manera aparentemente insignificante?

Luego está mi relación con Di-s, mi comportamiento como Judío, lleno de grandes expectativas en todos los aspectos de mi vida. Obviamente nunca voy a hacer algo realmente terrible, pero qué sucede con los “pequeños detalles”? ¿Son tan importantes para mí?

Estos, y otros muchos ejemplos más, nos vienen a la mente todos los días, en la casa y en el trabajo, en nuestros negocios, y tratos financieros y personales. Es muy sencillo racionalizar y justificar una violación a pequeña escala de nuestros principios, mucho más que una violación “mayor”.

Por supuesto, un número muy grande de pequeñas cantidades suman una cantidad mucho mayor, incluso si son aparentemente insignificantes por sí mismas. Pero hay también una razón adicional de por qué los “pequeños detalles” son tan importantes. Una persona tiene dos inclinaciones: la “buena inclinación” y la “mala inclinación”. (Ietzer Tov y Ietzer Hará). Esas dos voces internas que claman nuestra atención. La mala inclinación es muy pícara y lista. No viene a la persona y dice: “Ve, roba un banco”, o cosas similares. ¿Por qué no? Porque sabe que ninguna persona decente se sentirá tentado ante dicha sugerencia. Así que, viene a la persona y le sugiere una idea mucho más razonable: ¿Por qué no cobrar un par de pesos más? Después de todo, has trabajado duro, te mereces que te paguen mejor, ¿No es así? Una vez que caemos en la tentación, nuestra resistencia se ha ablandado, y será mucho más fácil enfrascarnos en un comportamiento cada vez peor, hasta que nos encontramos cayendo en una gran escala de violaciones a nuestros principios.

Es por esto, que las cosas aparentemente pequeñas son tan importantes, no debemos dejarnos llevar por las pequeñas tentaciones o correrlas a un lado. Al sobreponernos a las prohibiciones aparentemente mínimas, evitamos dejarnos llevar por el camino que trae a las más grandes transgresiones, y podemos mantenernos firmes a nuestros principios.

No nos olvidemos de las pequeñas cosas.

Por Mordejai Wollenberg

Parasha en síntesis: Vaetjanán

Moshé ruega a Di-s para que lo deje entrar a la Tierra Prometida. Aun cuando Moshé sirvió durante toda su vida a Di-s, no hace esta petición como recompensa, sino en tono de súplica. Sabiendo que tenía muy poca chance de que su ruego fuera concedido, siguió rezando hasta el final, lo que nos demuestra que ningún rezo es en vano, aún cuando no se obtengan resultados tangibles e inmediatos.

Moshé exhorta al pueblo para que se mantenga siempre fiel a la Torá, cumpliendo sus leyes y preceptos, como única forma de vivir plenamente y cumplir su misión en el mundo.

Sin embargo, profetiza que luego de la llegada del pueblo a Eretz Israel y después de vivir así por varias generaciones, el pueblo pecará, se volverá idólatra y será exiliado y dispersado entre todas las naciones del mundo. 852 años después del Éxodo de Egipto, el pueblo fue expulsado de la tierra, cumpliéndose así la profecía de Moshé.

Durante su permanencia en el exilio, Moshé advierte al pueblo que debe hacer Teshuvá, retornar a su esencia judía y a sus raíces. Dicen nuestros Sabios que aún en los casos más extremos de alejamiento de Di-s siempre existe la posibilidad de establecer relación con Él.

Dice el versículo: “Buscarás a Di-s y lo encontrarás”, ya que en este caso buscar ya es encontrar. A diferencia de la búsqueda de un tesoro, que de no ser encontrado resulta un esfuerzo vano, en este caso la misma búsqueda, es el proceso de acercarse a Di-s y la disposición a mejorar, ya constituye un encuentro. 

En esta Parashá, Moshé repite los Diez Mandamientos, que aparecen por primera vez en Parashát Itró, ya que esta generación pronta a entrar a Israel no los había oído directamente la vez anterior, aún cuando sus padres se lo relataron vívidamente.

Los Diez Mandamientos están escritos en singular para que cada persona entienda que tiene la obligación de cumplirlos. Además, los últimos cuatro mandamientos empiezan con la palabra “y” – “y no robarás…”; “y no cometerás adulterio…”, lo que nos enseña que transgredir uno inevitablemente nos lleva a incumplir los demás.


Los 10 mandamientos

1. Yo soy el eterno, tu Di-s, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de los esclavos . 2. No tendrás dioses ajenos en mi presencia. No harás para ti efigies talladas ní cualquier imagen de lo que exista arriba en los cielos, abajo en la tierra o en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni les servirás, pues Yo soy el eterno, tu Di-s, (un) Di-s celoso, que toma en cuenta la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen. Pero hago bondad por millares (de generaciones) a los que me aman y a los que guardan mis mandamientos.

3. No tomarás el nombre del Eterno, tu Di-s en vano; pues el Eterno no absolverá al que jure su nombre en vano.
4. Recuerda el día de Shabat para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu labor. Pero el séptimo día es Shabat para el eterno, tu Di-s; no harás ninguna labor; ni tú, ni tu hijo o tu hija ni, ni tu siervo o tu sierva, ni tu ganado o el extranjero que esté en tus portales. Porque (en) seis días el Eterno hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y descanso en el séptimo día. Por eso el Eterno bendijo al día de Shabat y lo consagró.

5. Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el eterno, tu Di-s, te concede.
6. No asesines.
7. No cometas adulterio.

8. No robes.

9, No expreses falso testimonio contra tu compañero.
10.No codicies la casa de tu prójimo; no codicies la mujer de tu prójimo, ni su siervo ni su criada, ni su toro ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.


El mandamiento “no matarás” implícitamente comprende otras prohibiciones como las siguientes: dar testimonio que pueda provocar la muerte de alguien o negarse a revelar un secreto que puede salvar una persona de la destrucción; matar a alguien hablando mal de él; avergonzar públicamente a un judío; acortar la vida a quien está cercano a la muerte (eutanasia); practicar abortos (cada caso debe ser evaluado por un rabino ortodoxo) y, para un juez, condenar a muerte a un inocente.

Moshé enseña al pueblo la mitzvá de reconocer y creer en la unidad y unicidad de Di-s por medio del Shemá Israel, que debe ser recitado dos veces al día, en la mañana y en la noche, antes de dormir.

Cuando se ve el Shemá en hebreo, se pueden distinguir dos letras que sobresalen de su tamaño: la ain, última de la palabra Shemá (oye), y la daled, última de la palabra ejad (uno); estas dos letras forman la palabra ed, que significa “testigo”. Los judíos fueron creados para testimoniar la verdad de la unicidad de Di-s, que proclaman dos veces al día. 

El Shemá consta de tres párrafos; veahavta (“y amarás a Di-s”), que establece el amor a Di-s como mitzvá; se ama a Di-s porque Él lo ordena y además, con todo el ser, tanto con inclinación al bien, como con la inclinación al mal. Por eso se utiliza la palabra levavjá- en plural- corazones. Vehaya im shamoá tishmeú et mitzvotai, que exhorta al cumplimiento de las mitzvot y está expresada en plural para denotar la importancia de su cumplimiento por todo el pueblo judío; y Vayomer,  que hace referencia al hecho de Egipto. 

Cuando se dice Shemá, se cubren los ojos porque se considera que está presente en el momento de la Providencia Divina. 

El Shemá Israel


Oye, Oh Israel, Di-s es nuestro señor, Di-s es uno (único). Bendito sea el nombre de Su glorioso reinado eternamente. Y amarás a Di-s tu Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estarán estas palabras que yo te ordeno hoy, sobre tu corazón, y las enseñarás a tus hijos, y hablarás sobre ellas, cuando estés sentado en tu hogar, y cuando vayas por el camino, y al acostarte y al levantarse. Y las atarás como señal sobre la mano, y serán como recordatorio entre tus ojos, y las escribirás sobre las jambas de tu hogar y en tu portones.

SHEMA ISRAEL A-DO-NAI ELO-HEINU A-DO-NAI EJAD

Baruj shem kevod maljuto leolam vaed. 

Veahavta et A-do-nai Elo-heja bejol levavja uv`jol meodeja. Vehaiu hadevarim haeile asher anoji metzavja haiom al levaveja. Veshinantam levaneja vedibarta bam, beshivteja, beveteja, uvlejteja baderej, uv´shojbeja uv´kumeja. Ukshartam leot al yadeja, vehaiu letotafot bein eineja, ujtavtam al mezuzot beiteja uvishareja. 

El Shema Israel de mamá

La Parshá de esta semana contiene una de las proclamas más significativa dentro de la liturgia judía, el Shemá Israel. A continuación una historia que lo ilustra en su plenitud.

Durante el Holocausto en Europa, muchos niños Judíos fueron dejados en conventos católicos. Los padres, ante la desesperación elegían a veces este camino. Depositaban entonces bebés y niños en los orfanatos de la Iglesia. Allí estos recibían alimento y techo. Miles se salvaron así de las cámaras de gas. Concluyó la guerra. Muchas asociaciones y centros de refugiados se ocuparon de volver a reunir a familias y registrar datos. Lentamente comenzaron a llegar noticias sobre los niños que fueron depositados en las Iglesias.

Fue enviada una comisión integrada por Rabinos desde USA y Gran Bretaña para tratar de devolver a estos niños al seno de su Pueblo. Los Rabinos se dirigieron al primer convento y pidieron hablar con la máxima autoridad allí. “Por supuesto que no nos oponemos que los niños vuelvan a sus familiares o por lo menos a su gente” -dijeron. Pero… ¿cómo sabrán distinguir cuál es Judío? Nosotros no acostumbramos a señalar el origen o religión de los chicos”.

“Pues la lista de nombres nos ayudará”, contestaron. “¡La revisaremos y aquellos que suenen como Judíos nos demostrará su origen!”.

“No, no, no; no acostumbramos a hacer así las cosas!!”, dijo el Padre ofendido. “Tenemos que ser detallistas al máximo, sin posibilidad de error. No liberaremos niños por el mero sonido de un nombre”. Los Rabinos intentaron convencerlo con buenos argumentos, pero éste, seguía en la suya. “Sólo permitiré que se retiren niños con la total seguridad de que sean Judíos”. ¿Qué hacer? La mayoría de los pequeños fueron separados de sus familias cuando eran muy pequeños aun y no podían recordar por sí solos sus orígenes. ¿Documentos? Imposible de encontrarlos después de semejante destrucción. Hicieron un nuevo intento para convencer al sacerdote pero éste perdió la paciencia. “Lo siento mucho. Ya les di demasiado de mi tiempo. Decidan ya qué hacer. Les otorgo sólo tres minutos”. Parecía que todos los esfuerzos iban en saco roto. El corazón de los Rabinos se partía de dolor. De acuerdo a la información que tenían, decenas de niños Judíos se hallaban en este convento, y sólo contaban con tres minutos… Los labios murmuraron una plegaria al Amo del Mundo, para que los ilumine con una idea que les permita distinguir entre cientos de niños, quienes eran Iehudim, y sólo en tres minutos. Sus rezos fueron escuchados. A la mente de uno de los Rabanim llegó una idea increíble. “¿Podemos utilizar los tres minutos cuando querramos?” “Sí”, fue la respuesta. “Entonces, vendremos cuando los niños se acuesten a dormir” “A las siete en punto”, fue la respuesta del Padre, que no ocultaba su desdén por la testarudez y perseverancia de los Rabinos y esperaba ansiosamente la llegada de la hora señalada para saber realmente qué es lo que tramaban. ¿Para qué irse y volver?. Cuando el reloj dejó oír las siete campanadas, todos los pupilos se encontraban, después de un pesado día, acostados en sus camas, ordenadas una al lado de la otra en el gran salón.

Los Rabinos caminaron hacia el centro de la habitación. Uno de ellos se paró sobre un pequeño banquito y esperó. Un silencio total reinó allí. Y así, con voz calma, el Rabino pronunció seis palabras que penetraron en la sala de punta a punta: “SHEMA ISRAEL HASHEM ELOKEINU HASHEM EJAD” (Oye Israel, Hashem es nuestro Di-s, Hashem es Uno).

En el instante se escucharon murmullos de todos los extremos del salón. Vocecitas y llantos: “Mamá”, “Mámele”, “Mame”. Cada niño, en su lengua, buscaba a su madre. La que, unos años antes, en el momento de acunarlo y taparlo cada noche antes de dormir, y darle el beso de las “buenas noches”, le susurraba al oído estas palabras, que son la base de la fe. Palabras que todo niño Judío sabe: “Shemá Israel Hashem Elokeinu Hashem Ejad. El sacerdote bajó la vista. Los Rabinos lo lograron. Pudieron rescatar a los niños perdidos. Los pocos segundos que cada madre dedicó noche a noche al acostar a sus niños, fueron los que mantuvieron a sus hijos unidos a Su pueblo: Israel.

Parashá en síntesis: Devarim

Se comienza la lectura del quinto libro de la Torá que lleva el mismo nombre y que también es traducido como Deuteronomio. Generalmente se le denomina Mishné Torá (la representación de la Torá), porque en él Moshé repasa prácticamente toda la Torá con el pueblo antes de su muerte.

Se dirige a la generación que entraría a Eretz Israel y, por ello, repetidamente enfatiza el mandamiento contra la idolatría, para prevenir a los judíos de las prácticas de los pueblos que habitaban Canaán.

Cuando Moshé se dirigía a la generación que estuvo presente en Matán Torá (entrega de la Torá) en Sinaí, no utilizó nunca el término “creer”, si no los verbos “ver”, “oír” y “saber”; porque todos los acontecimientos fueron presenciados por ellos o sus padres y, por tanto, tenían conocimiento cierto de ellos. Como las generaciones sucesivas tendrían que basarse en el testimonio de sus antecesores, el libro Devarim ordena enfáticamente a cada padre transmitir a sus hijos los acontecimientos de Matán Torá. 

Estudiar el libro de Devarim es una manera excelente para reafirmar la fe (emuná, del hebreo emet “verdad”), porque hace referencia a los preceptos fundamentales de amor y temor a Di-s y nos impele a reconocer la grandeza de Di-s y su Torá.

En este libro se advierte sobre los futuros castigos por el olvido de la Torá, siendo uno de ellos la dispersión de los judíos a lo largo y ancho del mundo. Concluye prediciendo la redención final, para cerrar el ciclo iniciado con la creación del mundo.

Frente a todo el pueblo reunido en asamblea (para lo cual Di-s hizo el milagro de magnificar su voz), Moshé habló al pueblo, aludiendo a los eventos y experiencias negativas ocurridas durante la travesía en el desierto.

El nombramiento de los 70 jueces a los cuales se refiere Moshé nos enseña que Di-s no consideraba beneficioso el monopolio de liderazgo y, aún cuando ellos no podían equipararse en eminencia con Moshé, podrían desarrollar niveles de grandeza y distinciones, cada uno según su potencial.

Cada persona tiene la misión de descubrir la mejor forma en que puede utilizar sus talentos para servir a Di-s y el pueblo judío. A cada individuo se le dan ciertas habilidades, las cuales deben desarrollarse al máximo; el patrón de comparación no son otras personas, sino uno mismo, la posibilidad de desarrollar su propio potencial.

El Shabat que precede a Tishá Be´Av se llama Shabat Jazón por cuanto se lee como Haftará (porción del libro de los Profetas) la famosa visión (Jazón) de Yehayahu Ben Amos (Isaías).

Es la visión que muestra a cada judío, a gran distancia, el futuro Tercer Templo y señala como mensaje que así como esta Haftará es leída durante los nueve días de luto por la destrucción de los Templos, del mismo modo, del exilio (galut) que vive el Pueblo Judío en la actualidad vendrá la redención definitiva (Gueulá).

Esta es la tercera de tres Haftarot que se leen cada Shabat de “las tres semanas”, las cuales predicen los castigos sobre el Pueblo Judío. Las dos primeras son Divrei Yirmiyahu (Jeremías) y Shiimú (también de Jeremías, profeta que vivó en la época de la destrucción del Primer Templo).

La construcción y luto que caracterizan “las tres semanas” y, en especial, los nueve primeros días de Av, son interrumpidos en Shabat, porque ese día debe prevalecer la alegría. En el Shabat anterior a Tishá Be´Av debe incrementarse aún más la alegría, más de lo usual, para que no quede ninguna sombra de tristeza, pues se le compara con la época de la Redención por venir, que será definitiva, de perfección espiritual.

Desde el Shabat después de Tishá Be ´Av hasta el de antes de Rosh Hashaná siguen siete Haftarot con profecías de consuelo y salvación que tendrá el Pueblo Judío y que se conocen con el nombre de Shivá de Nejamatá (Siete de Consuelo).

Promesas, promesas

Siempre me ha intrigado la manera tradicional en la que los mercaderes de diamantes cierran un trato. Se dan la mano y dicen: “Mazal uBrajá” (Buena suerte y bendición). Una vez que se hayan dicho esas palabras, el trato está cerrado y tiene el poder de una transacción legal contractual. Es un tributo a la fraternidad del diamante, que en su industria, la palabra es la palabra. En otras industrias, incluso un contrato no vale. Aquí, la palabra hablada es irrevocable.

La Parshá de esta semana, Matot, comienza con un mandato sobre la santidad de nuestras palabras: “Y Moshé habló a los jefes de las tribus…si un hombre hace una promesa…no puede profanar su palabra; lo que sea que sale de su boca debe cumplir…” (Números 30:2).

La palabra es la palabra. Las promesas son promesas. Y las palabras que pronunciamos son sagradas e inviolables.Si ignoramos lo que decimos, estamos profanando nuestras palabras. Es por eso que mucha gente se cuida en agregar las palabras “Bli neder” (“sin promesa”), cuando dicen algo que puede constituir una promesa, así de esta manera, se previenen de cumplir con lo que expresaron previamente, y no crean la grave ofensa de violar una promesa. Esto, por supuesto, de ninguna manera disminuye el aprecio que tenemos por nuestra palabra, y no precisamos cumplir con promesas si uno ya estipuló que lo que dijo, no constituye una promesa.

La pregunta es: ¿Por qué este mandamiento fue dado a los “jefes de las tribus”? Seguro que esto se aplica a cada uno de nosotros. Una respuesta simple es que, siendo que generalmente son los líderes lo que hacen la mayor parte de las promesas, entonces ellos deben ser los más cautelosos. Los políticos se caracterizan por ser infames por las promesas que hacen en sus campañas, que una vez electos, raramente cumplen. Dicen bajar los impuestos una vez elegidos. En el momento en el que entran a la oficina, suben los impuestos. Cuando la gente los desafía sobre las promesas no cumplidas, admiten de hecho que han mentido. El electorado inocente pensó que ha sido una genuina confesión y deciden que aquél, es el político más honesto que han conocido. Somos gente muy engañada de hecho. Muchos libros han sido publicados sobre el tema de ética en los negocios. A pesar que hay muchas leyes sobre esto, al final del día, la prueba fehaciente de la ética en los negocios es, “¿Has cumplido con tu palabra?”, “¿Has llevado a cabo tus compromisos?”. No importa cómo se comportan otras compañías. Importa menos aún, si nuestros competidores son corruptos.

Nosotros debemos honrar nuestras promesas, y éste es el punto clave. Ya sea en nuestras relaciones empresariales o en los compromisos de caridad que hacemos en la sinagoga o en otros lugares, nuestra palabra debe ser nuestro lazo. Incluso si nos preocupan los costos financieros inmediatos, podemos estar seguros que con el paso del tiempo, la reputación que vamos a adquirir por haber dicho la verdad y haber cumplido con nuestra palabra, compensará mucho más a cualquier pérdida a corto plazo que pudimos haber tenido.