Un ave que nos enseña los principios de la providencia divina

“El Shalaj. Explican nuestros Sabios- es el (ave) que extrae peces del mar (-el pelicano)”
(Comentario de Rashi, VAIkRá 11:17)

Entre las aves impuras, prohibidas para la alimentación, que la Torá enumera en nuestra Parshá, se menciona también el Shalaj
1. ¿Qué es un Shalaj? Rashi comenta: “explicaron nuestros Sabios- es el (ave) que extrae-sholé- peces del mar” El Shalaj es el
pelicano que se zambulle en las profundidades del mar y extrae de allí peces con los cuales se alimenta.
La Guemará2 cuenta sobre Rabí Iojanán, que cuando veía un pelicano proclamaba3:
“Tu justicia llega a las grandes profundidades” Comenta Rashi: “Tu justicia está presente también en la gran profundidad,
puesto que preparaste un pelicano para hacer justicia, y ejecutar Tu venganza en los peces del mar, matando a quienes están predestinados a morir” Es decir, el pelicano reflejaba en los ojos de Rabi Iojanán, la forma como el Altísimo supervisa a Su mundo, y fija, incluso con los peces cuál vivirá y cuál morirá.

UNA PRUEBA PARA LA POSICIÓN DELBAALSHEM TOV
De este dicho de Rabí Iojanán, el Alter Rebe trajo una prueba4 para comprobar la veracidad de la posición del Baal Shem Tov, que todas las cosas que suceden en el mundo son en base a la supervisión de cada detalle por parte de la Providencia Divina5.

Es decir, que no sólo los sucesos relacionados con el reino humano están supervisados, sino que Hashem supervisa también cada detalle de lo que ocurre con el animal, el vegetal y el mineral. Esto es justamente lo que dice Rabi Iojanán, que incluso cuando un ave se zambulle al mar y saca un pez, esto lo lleva a cabo bajo la supervisión de Hashem, Que define cuál pez es el que será atrapado.

Efectivamente, el Baal Shem Tov enseñó que cada detalle y cada movimiento que tiene lugar en el mundo, está supervisado en detalle por Di-s, incluso una hoja que se desprende de un árbol, Di-s dirige el desprendimiento y fina hacia dónde rodará y caerá.

EN LAS PROFUNDIDADES DEL MAR
El hecho que la prueba para ello es un dicho talmúdico que hace referencia al pelicano, tampoco es casual. Hay una relación directa entre la esencia del concepto de la Providencia Divina sobre cada detalle y el pelicano, “que extrae peces del mar” El mundo, tal cual se ve a nuestros ojos, parecería como que es manejado por las leyes naturales.

No vemos la mano de Di-s que dirige las cosas y las supervisa. Sin embargo, las enseñanzas Jasídicas explican que el término hebreo teva- naturaleza- deriva
de teviá- hundimiento (como en el texto7 “se hundieron- tuvú- en el Mar del Suf”) Tal como los elementos hundidos en el agua existen ahí de manera íntegra, sólo que no son vistos, así es como ocurre con la naturaleza (-teva-) que oculta, como que la Providencia Divina estaría hundida en su seno, hasta que parecería como que las cosas se hacen por sí solas.


Es aquí donde aparece el pelicano y nos indica que si queremos descubrir a la Supervisión Superior, debemos sumergirnos y extraerla de dentro del mar- ‘quitar la careta’ de la naturaleza y encontrar a la Providencia que está por detrás de la naturaleza.

POR DEBAJO DEL OCULTAMIENTO
El pelicano nos enseña que se debe meditar y observar por debajo de la ‘capa de agua’, por debajo de la cobertura de la naturaleza. Se debe profundizar y meditar en la esencia interior de las cosas, y entonces ha de descubrirse que también en las cosas casuales- por así decirlo- las que supuestamente son producto de la naturaleza, en realidad están siendo guiadas por la Supervisión Divina de cada detalle.
Esto ocurre hoy en día, el mundo materialista cubre y oculta la Verdad Divina.
Pero cuando tenga lugar la verdadera y completa redención a manos del Mashíaj,
realmente pronto, ahí se revelará esta verdad a los ojos de todos, como está escrito8: “y Ha de revelarse la Gloria de Hashem, y toda carne verá, juntos, que la boca de Hashem habló”

(LIKUTEI SIJOT, TOMO 7, Pág.54)

NOTAS: 1.Vaikrá 11:17 2.Julín 63,a 3.Tehilim 36:7 4.Ver Iahel Or de Tehilim, inciso 3 5.Moré Nebujim Parte 3, cap 17 al final 6.Ver Maamar Ma Tovu Ohaleja 5689, cap. 3 7.Shemot 15:4 8.Ieshaiahu 40:5

La nube

Esta semana terminamos la lectura del Éxodo, conocido como Libro de la Redención por su descripción de la salida del pueblo de Israel de Egipto. Este segundo libro de la Torá concluye describiendo el establecimiento y dedicación del Mishkan, Tabernáculo y la revelación de la Presencia Divina de Di‐s dentro de él.


La Torá nos dice: “Cuando la nube se levantaba del Tabernáculo, los israelitas partían en sus diversos viajes”. Este versículo plantea dos preguntas muy importantes.

En primer lugar, ¿cuál es la conexión entre el viaje de los judíos y el establecimiento del Tabernáculo en el desierto?
Esta información sería más apropiada más adelante en el libro de Números, cuando describe los diversos viajes del pueblo de Israel durante sus 40 años en el desierto.


En segundo lugar, el versículo implica que la marcha de los judíos hacia la Tierra de Israel está específicamente conectada con la Presencia Divina que abandona su campamento en el desierto. Sólo cuando “la nube se disipaba” “los israelitas partían”.

El pensamiento jasídico responde a ambas preguntas al abordar la naturaleza existencial última de la Creación.

Entiende el Tabernáculo como paradigma para todo el mundo. ¿Qué dinámica está en juego detrás del momento de los viajes del pueblo judío? Una respuesta es que no existe un gran logro espiritual en el cumplimiento de la Voluntad Divina en un momento en que la Presencia de Di‐s es manifiesta.
El objetivo final de la existencia es elevarnos y conectarnos con la santidad incluso cuando está oculta.
El Midrash dice que Di‐s desea una “morada para sí en los mundos inferiores”. Pero en relación con Di‐s, ¿existe un mundo superior o inferior? Su Reino es infinito.

Entendemos que cuando la nube de Di‐s se encontraba entre el pueblo judío y Su Presencia era revelada, el mundo material no era un lugar inferior. Sólo cuando la nube de Di‐s se elevó cada vez más alto y Su Luz Divina ya no se revela, podemos comenzar el cumplimiento espiritual del diseño de Di‐s. Y el Tabernáculo otorga al pueblo judío la fuerza y las facultades para traer la santidad al mundo, propósito último de la Creación.


Este es un mensaje relevante en este momento de la historia judía. Estamos en un estado espiritual de exilio. Hay una oscuridad que reposa sobre el mundo y que requiere de nuestros mejores esfuerzos, incluso más que antes, para dedicarnos al estudio de la Torá y al cumplimiento de las Mitzvot.

Debemos entender que nuestro propósito final es iluminar esa oscuridad con la luz de la Torá. Así como la desaparición de la nube Divina del Tabernáculo se convirtió en la señal para seguir adelante, así también los conflictos de hoy deberían alentarnos y des pertarnos a dedicarnos al cumplimiento de la misión de Di‐s, que es viajar más allá de esta era, hacia la era mesiánica de la completa y plena redención

El esfuerzo de tus manos

“Seis días será hecho trabajo” (Shemot 35:2)

En el comienzo del párrafo bíblico de “Vaiakhel” la Torá relata que Moshé reunió a los hijos de Israel y procedió a ordenarles sobre el cuidado del Shabat. Entre lo dicho aparecen las palabras: “Seis días será hecho trabajo, y en el séptimo día será para ustedes sagrado, un Shabat Shabatón…” De este versículo aprendieron nuestros Sabios Z”L que no sólo el descanso sabático es una Mitzvá -mandamiento- sino que también lo es el trabajo de los seis días de la semana. “Tal como fue encomendado Israel con la mitzvá activa del Shabat, así también fue ordenado sobre el trabajo” (Mejilta de Rashbi). La labor y el trabajo realizados de acuerdo a las instrucciones de la Torá y con el propósito de servir a Di-s con el resultado de las mismas son también una suerte de servicio al Altísimo.

COMO QUE FUERA AUTOMÁTICAMENTE

A su vez este versículo nos insinúa el tipo de actitud que debe tener el judío hacia su trabajo de la semana. Moshé estaba hablando directamente al pueblo. Lo lógico entonces era decirle: “seis días hagan (o harán) trabajo”. Pero Moshé no dijo esto (hagan) sino será hecho. Cuando se le dice a alguien: “harás” esto implica que haya una acción e involucramiento por parte de la persona en la labor requerida. Pero cuando se dice “será hecha” la connotación es como que el trabajo se hará por sí solo, sin que el hombre deba invertir en ello sus fuerzas.

EL ESFUERZO DE TUS PALMAS

En realidad, esto es lo que la Torá pretende enseñarnos: es verdad, hay que trabajar durante los seis días de la semana. Esto es incluso, un mandamiento- una mitzvá. Pero no hay necesidad de introducir en el trabajo toda la cabeza, toda el alma. Se requiere del judío que recuerde constantemente que el trabajo no es el objetivo final de la vida, sino un medio para la manutención y similar. La verdadera vida es la del espíritu -el estudio de la Torá, la plegaria, la dedicación al cumplimiento de las Mitzvot, los actos de benevolencia. Este pensamiento se refleja también en el versículo: “cuando comas del esfuerzo de tus palmas dichoso serás y será bueno para ti”. El énfasis está en el término “el esfuerzo de tus palmas” Tan sólo las manos, es decir las fuerzas de la acción, debe invertirse en el comercio y el trabajo; pero la cabeza y el alma deben preservarse libres para estudiar Torá y servir a Hashem. Cuando el judío se comporta así, se hace meritorio del “dichoso serás y será bueno para ti”.

QUE EL SHABAT SEA UN SHABAT

Acerca de esto se puede preguntar: “¿si no invertimos en el negocio todas nuestras fuerzas y toda el alma, cómo aseguraremos su éxito y crecimiento?” A ello debe responderse que se requiere también creer en Di-s. El judío tiene fe que al fin y al cabo el sustento viene del Altísimo. La función del hombre es hacer el “recipiente” para recibir la bendición de Di-s y por ello debe trabajar y dedicarse a su actividad comercial, pero quien define si va a ganar del trabajo y cuánto, es Hashem. Siendo así, cuando Di-s dice que el judío no debe sumergirse totalmente en los negocios, esto mismo indica que el camino para recibir la bendición de Di-s y afianzar el negocio, es exclusivamente cuando se cumple con la Voluntad de Di-s y no cuando se actúa contrariamente a ella. Quienquiera desee el éxito de sus actividades comerciales, debe abstenerse de invertir en ello toda su alma, puesto que esto es lo que Hashem quiere y es Él Quien brinda la bendición. Cuando el judío trabaja durante los seis días de la semana, de acuerdo a las instrucciones de la Torá, también su Shabat es diferente. No tiene dificultad en dirigir sus fuerzas hacia los temas del espíritu, y no permanece pensando constantemente en sus actividades mundanas. De esta manera vivenciará una verdadera vida judía, tanto en los días de la semana y cuánto más, en el Shabat.

Likutei Sijot 1, Pág. 187

Calcular meses y años

Es el precepto con el cual El, exaltado sea, nos ordenó calcular meses y años. Este es el precepto de Kidush Hajodesh.

Es lo que Él, exaltado sea, dijo: Este mes es para ustedes, cabecera de meses. En su explicación se dijo: “Este testimonio sea entregado a ustedes”, es decir: este precepto no está en manos de cada uno individualmente —como es en el caso de Shabat Bereshit, en el que cada cual cuenta seis días y hace Shabat en el séptimo— de modo que (digamos que) también cada persona que ve la luna (nueva) lo haga (a este día) Rosh Jodesh, o que calcule con el cálculo de la Torá y establezca Rosh Jodesh, o que (si) viera que la Primavera se ha atrasado, u otra cosa que corresponda tomar en consideración, y (por eso) agregue un mes — (no es así) sino que este precepto ha de realizarlo siempre y exclusivamente el Gran Tribunal, y sólo en la Tierra de Israel. Por eso es que en nuestra época ha quedado anulada (la fijación de los meses de acuerdo a) la Reiá, debido a la desaparición del Gran Tribunal, tal como ha quedado anulada la ofrenda de los Sacrificios debido a la desaparición del Gran Templo.

Ese fue el error de los apóstatas —que en estas tierras de oriente son llamados “Caraítas”— y éste es también el fundamento que incluso no todos los Rabinos percibieron y (por eso) comenzaron a palpar con ellos en la oscura penumbra.

Ten presente que este cálculo que nosotros efectuamos hoy en día, y que con él conocemos los Rosh Jodesh y las Festividades, no está permitido hacerlo salvo en la Tierra de Israel únicamente. Empero, en momentos de apremio y cuando no hubieran Sabios de la Tierra de Israel, sólo entonces, tiene un Tribunal habilitado por el de la Tierra de Israel permitido agregar un mes al año y fijar los comienzos de mes fuera de la Tierra (de Israel), tal como hizo Rabí Akibá, según se explicó en el Talmud. Esto presenta gran dificultad, y según se sabe, mayormente, casi siempre, hubo (Tribunal) en la Tierra de Israel, y fueron ellos quienes fijarían los meses y agregarían un mes a los años de acuerdo a los sistemas de la Tradición y en reunión conjunta.

Hay aquí un muy insigne fundamento del credo, que no sabrán ni percibirán salvo quienes analizan en profundidad.

El cálculo que nosotros hacemos hoy, fuera de la Tierra (de Israel), según el calendario que poseemos, y (por el cual) decimos que tal día es Rosh Jodesh y tal día es Festividad — de ninguna manera el que lo hagamos Festividad se debe a nuestro cálculo, sino a que el Tribunal de la Tierra de Israel ya ha fijado con anterioridad que este día sea Festividad o Rosh Jodesh. Y por cuanto que ellos dijeron que este día es Rosh Jodesh o que este día es Festividad, éste se constituye en Festividad o Rosh Jodesh —débase esta acción de ellos al cálculo o a la reiá— según se nos transmitió: “Que ustedes proclamarán a ellas — no tengo Festividades, salvo éstas”, vale decir: estos (días), que dicen ellos que son Festividades, (lo son) incluso involuntariamente, incluso compelidos, incluso equivocados, según nos llegó a nosotros por Tradición.

Nuestro cálculo de hoy es a los solos efectos de que sepamos el día que fijaron los de Eretz Israel, puesto que de esta misma manera se calcula y fija hoy, y no por reiá. Nos basamos en lo que ellos fijaron y no en nuestro cálculo. Este cálculo nuestro sólo sirve para revelar (lo que ya estaba fijado de antes).

Esto, compréndelo bien.

He de darte explicación adicional: Si supusiéramos, a modo de ejemplo, que los habitantes de la Tierra de Israel desaparecieran de ella —Di-s libre de hacer tal cosa, puesto que ya aseveró que no borrará ni desarraigará totalmente al remanente de la nación— (y si supusiéramos) que no existe Tribunal, y que fuera de la Tierra (de Israel) no hubiera Tribunal habilitado en la Tierra de Israel — en tal caso, este cálculo nuestro carecería en absoluto de utilidad alguna para nosotros, pues fuera de la Tierra (de Israel) nosotros no debemos hacer cálculos ni agregar meses a los años ni fijar meses salvo bajo las premisas mencionadas, como hemos explicado que de Tzión saldrá la Tora’, y de Jerusalén la Palabra de Di-s.

Si quien posee un conocimiento cabal de las palabras del Talmud acerca de este tema, meditara, todo lo que hemos dicho le resultará explicado con claridad indudable.

Por cierto, en las expresiones de la Torá hay insinuaciones que instruyen acerca de los fundamentos de la materia en la que nos basamos para conocer los Rosh Jodesh y (el momento en que es) agregado un mes al año (lunar). De ellos, es lo que El dijo: Y observarás este decreto para su momento (prefijado) de año en año; y dijeron: “(Este versículo) enseña que no se agrega un mes al año salvo en el momento (previo) inmediato a la Festividad”.

También dijeron: “¿De dónde (sé) que sólo se agrega un día al mes si es de día, y que sólo se consagra al mes (declarando el Rosh Jodesh) si es de día? Pues fue dicho: (De año en año, con las palabras cuya traducción literal sería:) ‘de día en día'”.

Dijo El, exaltado sea: Para los meses del año. Dijeron (nuestros Sabios): “Consideras meses para (formar) años, pero no consideras días”, de lo que se comprende que el agregado en él (año) sólo puede ser de un mes completo.

Dijo El: Un mes de días. Dijeron (nuestros Sabios): “Consideras días para (formar) un mes, pero no consideras horas”

Y dijeron: “Cuida al mes de la Primavera — se desprende (de este versículo) que es imperativo que resguardemos las estaciones en nuestros años (lunares), por lo cual han de ser años solares”.

Todas las leyes de este precepto han sido explicadas ya, íntegramente, en el Capítulo Primero (del Tratado Talmúdico) de Sanhedrín, y en el Tratado de Rosh Hashaná y también en (el de) Berajot.

Ser y no ser

El Arca, que contenía las Tablas en las que estaban cincelados los Diez Mandamientos, era
un mueble maravilloso.
Aunque tenía dimensiones definidas, “dos codos y medio de largo y un codo y medio de ancho”, su presencia no ocupaba ningún metro cuadrado de la habitación que lo albergaba.
Dentro del Arca había dos juegos de Tablas:
1) Las Tablas originales, que Moshé rompió en pedazos cuando descubrió al pueblo judío adorando al becerro de oro.
2) Y el segundo conjunto de Tablas, que Di‐s con‐ cedió al pueblo judío tras su arrepentimiento.
Un Arca que es a la vez espaciosa y sin espacio.
Tabletas enteras y rotas colocadas una al lado de la otra.
¿Qué lección podemos sacar de esto?
El estudio de la Torá de Di‐s es un arte delicado que requiere un equilibrio entre habilidad y humildad.
Por un lado, el estudio de la Torá requiere cierto grado de presencia personal.
A diferencia del cumplimiento de los mandamientos de Di‐s, que se refieren en gran medida a “hacerlo”, en el estudio de la Torá, “obtenerlo” es un requisito importante.
El estudiante debe intentar comparar cualquier idea presentada por la Torá con las impresiones y experiencias de su propia vida.
Sólo cuando la idea se ha arraigado exitosamente en la imaginación del estudiante la lección está verdaderamente completa.

El problema de la definición

El filósofo probablemente explicará que Di‐s es existencia absoluta. O que Di‐s es la verdadera realidad de todas
las cosas.
El cabalista pronunciará algunas palabras misteriosas sobre la Luz Infinita, o tal vez simplemente “El Infinito”.
Explicará que la Luz Infinita, al ser infinita, se encuentra en todas partes, dentro de todas las cosas y más allá de todas las
cosas.
El iehudí simple te dirá que Di‐s es con quien hablas cuando las cosas se ponen difíciles, el único que realmente sabe lo que
hay en tu corazón, y también el único, dada su posición, que realmente puede encargarse de cualquier problema.
Y cualquiera que haya sido bendecido con una educación judía básica dirá que Di‐s es Quien creó el mundo, eligió a Abraham y su descendencia, sacó a nuestro pueblo de Egipto, se apareció a nuestros antepasados en el Sinaí e hizo un pacto eterno
con nosotros, como está registrado en Su
Libro sagrado, la Torá.
Por supuesto, están bien y todos están de acuerdo entre sí.
Pero ninguna de estas son definiciones.
Son descripciones de lo que Di‐s hace o de lo que Di‐s no es. Nada de esto define qué es Di‐s.
Y eso tiene sentido. Si Di‐s tuviera una definición, Él no sería Di‐s.
De alguna manera, el judío sabe intuitivamente qué es Di‐s. Es sólo que no hay palabras que puedan expresarlo ni ideas que
puedan explicarlo completamente.
Sin embargo, la Torá nos dice que hay cosas que podemos decir sobre Di‐s que son ciertos, y aún más que podemos decir que
no son ciertos.

El nivel más alto

¿Se puede perdonar el pecado? ¿Se puede borrar? ¿Puede transformarse en bueno? En Shemot leemos sobre el
Becerro de Oro.
Esta fue una transgresión desafortunada en la que participaron un gran número de judíos, combinando idolatría,
inmoralidad y asesinato.
Sabiamente, las mujeres de la comunidad se mantuvieron alejadas y también los levitas.
Después de esta traición masiva a Di‐s, Moshé tuvo que suplicar a Di‐s para evitar que el pueblo judío fuera destruido.
Durante cuarenta días suplicó, solo en el Monte Sinaí, y finalmente tuvo éxito.
Di‐s traería al pueblo judío a la Tierra Prometida, y las Tablas rotas de la Ley serían reemplazadas.
Se nos presenta otro aspecto de Moshé: la persona que busca el nivel más profundo de contacto con Di‐s. Él pregunta:
“Muéstrame Tu Gloria” .
Moshé quería alcanzar la mayor intimidad de la Divinidad posible para un ser humano.
Di‐s respondió que pondría a Moshé en la grieta de la roca y le otorgaría una visión de algo de la Gloria Divina.
Sin embargo, no todo puede ser revelado, porque “el hombre no puede verme y vivir”.

Luego viene la revelación prometida.
Este es uno de los momentos más notables en la vida de Moshé en toda la Torá.
Lo interesante de esta revelación de Di‐s, es que viene en forma de Tefilá.
Di‐s enseña una plegaria a Moshé, una oración que recitamos en la sinagoga. Se llama los “Trece Atributos de Misericordia”:
“Di‐s, Oh Di‐s, misericordioso, amable, lento para la ira, con gran amabilidad y verdad, guardando la bondad por miles de generaciones, perdonando pecados y transgresiones, limpiando”.
En las Festividades, esta oración se canta cuando el Arca es abierta. También se repite varias veces en el servicio en Iom Kipur.
Es una plegaria que tiene el poder de despertar la Misericordia de Di‐s. Debe decirse con sinceridad, como una expresión de arrepentimiento.
El efecto de la Misericordia de Di‐s es perdonar, más aún, borrar los pecados como si nunca hubieran sucedido.
Un tema mencionado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch, basado en el Talmud, es que otro nivel de arrepentimiento es transformar el efecto de las transgresiones en el de las buenas obras…
¿Cómo puede ser?
El pecado deja una “mancha” en el aspecto espiritual de la persona. Los niveles más altos de arrepentimiento alcanzan la interioridad de Di‐s, provocando un resplandor Divino que limpia la mancha.
El arrepentimiento puede ser tan profundo, tan lleno de amor por Di‐s, que ahora se alcanza un nuevo nivel de bondad y santidad, que sólo podría lograrse mediante el arrepentimiento.
Por lo tanto, el efecto de lo que comenzó como malo, transformado por el poder del arrepentimiento, es el logro de un nivel superior de bien.
Los Sabios nos dicen: “El lugar donde están los arrepentidos, no puede ser alcanzado por aquellos que nunca han pecado”
Esta fue la revelación de la Gloria de Di‐s, expresada a Moshé mientras se escondía en la grieta de la roca, solo en el Monte Sinaí.
La Tefilá que revela el poder de la Misericordia infinita de Di‐s, el poder exaltado del arrepentimiento.

El Becerro de oro ¿espiritualidad o hedonismo?

Luego de una apasionada recepción de los Diez Mandamientos, el pueblo, impaciente por el descenso de Moshé de la montaña, hizo para sí un nuevo dios, un becerro de oro. Examinemos de cerca el texto y quizá debieran hacerse algunas observaciones. 

¿Podemos encontrar alguna exoneración para su idolatría? 

Moshé estaba demorado en bajar de la montaña, así que la gente le demandó a Aharón un “dios que irá delante nuestro”, ya que el Moshé que dirigió al pueblo desde Egipto no estaba. ¿No era éste un pedido religioso sincero por lo Divino? ¿No era su rechazo hacia Moshé (y hacia todo lo que había enseñado) justificado, siendo que Moshé estando en la cima simbólica de la montaña estaba demasiado exaltado para gente ordinaria, sin importancia para ellos? Él era ideal para las responsabilidades del pasado, pero ¿acaso el pueblo no precisaba un nuevo dios, que vaya “delante de ellos” para enfrentar los problemas de un nuevo mundo? 

El pueblo no era avaro, ellos dieron sus más preciadas posesiones y trajeron las más generosas ofrendas sin perder ni un momento. Quizá la indicación de sus verdaderos sentimientos se encuentra en la sentencia “y el pueblo…se levantó a pecar”. Su insistencia por un dios que pudiera comprender, su andar a tientas por una fe progresiva entonada con los tiempos en los que puedan abrazar, pueden incluso inspirar respeto en los mortales insignificantes sin miedo, lidiando con los insolubles misterios eternos. Podemos incluso ignorar la asquerosa forma que tomó su dios. Pero cuando todo su éxtasis religioso e inspiración terminó en una nota de lujuria, de liberación de su auto disciplina, de despojarse de los restos de Judaísmo, de pasarla bien, entonces sus motivos son sospechosos. ¿Buscan a Di-s o intentan escaparse de Él?

 Ningún ideal puede ser examinado por sus expresiones verbales. Clamores espirituales no son una indicación de espiritualidad. Las acciones que lo inspiran son la medida del ideal que vale la pena. El judaísmo no es una prédica piadosa, sino que es vivir de acuerdo a las enseñanzas de la Torá.

Por Zalman Posner

Cuarenta días en el Monte Sinaí

“Pan no comió y agua no bebió” (SHEMOT 34:28)

Cuando Moshé subió a los Cielos para recibir la Torá, estuvo allí cuarenta días y cuarenta noches. La Torá atestigua sobre ello: “pan no comió y agua no bebió”. Se plantea la pregunta: ¿Es posible semejante cosa? ¡El mismo Maimónides dictamina en Leyes de Juramentos que, debido a que es imposible subsistir más de siete días sin comer, si la persona jura que no comerá por siete días, debe considerarse  esto  un  juramento  en vano!.

ALEGRÍA INMENSA

Existen tres explicaciones sobre el tema:

1) Inclusive mientras Moshé se encontraba en el Cielo, se seguía comportando   como   un   ser   humano normal. Su cuerpo requería de alimento, líquido y descanso. Sólo que Hashem produjo un milagro diario y cque hacía que, a pesar de la condición humana de Moshé, pueda vencer su naturaleza y permanecer con vida y totalmente activo, sin necesidad de beber o comer.

2) No tuvo lugar aquí ningún milagro, sino que se trataba de una situación que aunque excepcional, estaba dentro de las leyes de la naturaleza. Cuando Moshé subió al Monte  Sinaí, lo embargaba, por un lado, una inmensa alegría  y  simultáneamente,  su  mente estaba totalmente concentrada en la captación de la Divinidad y la Torá abstraída de todo tema ajeno. Su extraordinaria dedicación mental y el regocijo por lo que recibía y percibía, robustecieron tanto a su mente y a sus fuerzas espirituales, a punto tal que vencieron y anularon sus necesidades terrenales. Su cuerpo  estaba  hambriento  y  fatigado, pero Moshé no sintió en absoluto las exigencias del mismo.

3)  Al  subir  Moshé  al  Monte Sinaí, su naturaleza humana se cambió por la de los ángeles. Así como estos no necesitan de alimento ni bebida, de la misma forma, Moshé podía prescindir de los mismos. Su cuerpo se elevó al nivel de un ángel celestial. De acuerdo a esta interpretación, no sentía hambre, sed ni cansancio. En el nivel espiritual en el que se encontraba no existen semejantes sensaciones.

MILAGRO CONSTANTE

Podemos explicar entonces, que cada uno de estos conceptos se puede aplicar a cada una de las tres oportunidades en las que Moshé subió al Monte Sinai. Cuando ascendió por primera vez, para recibir las primeras Tablas de la Ley, fue objeto de un milagro constante, que impedía que necesitará de elementos materiales para subsistir. Las Tablas eran de origen Divino, y también lo era “la escritura de Di-s”, y ese manejo milagroso se ex-tendió también a Moshé.

La  segunda  oportunidad  en  la que subió, era para pedir perdón por el pecado del becerro de oro. Se encontraba entregado a sus rezos y súplicas por el pueblo de Israel, y sus necesidades  físicas  quedaban  totalmente relegadas pudiendo subsistir sin ellas.

COMO UN ANGEL

La tercera vez, cuando subió a reci-bir las segundas Tablas, llegó a una ele-vación espiritual tan grande, que logró que su cuerpo se transformara al nivel de un ángel. Por eso mismo, sólo luego del tercer ascenso tuvo el privilegio de recibir los “karnei or” (rayos de luz) que irradiaban de su rostro. Ellos testifican el refinamiento de la propia materia de su cuerpo. El mismo semblante de Moshé irradiaba la luz de su alma.

(Likutei Sijot Tomo 36, Pág. 172)

Una casa

Naciones guerrean por ella, familias apartan una considerable suma de sus ingresos para adquirir una. Hasta los Sabios del Talmud llegan a decir:

“Un hombre sin un hogar no es un hombre”.

Una casa es más que un techo que protege de la lluvia, paredes que mantienen fuera a visitantes indeseados, una cocina   para   preparar   comida   y   una cama para dormir. Fuertes, edificios de oficina, hoteles y restaurantes también pueden realizar esas funciones, inclusive mejor que cualquier residencia.

Pero sólo en casa una persona está “en casa”.

En casa es donde puedes hacer muecas en el espejo, puedes llevar un suéter verde viejo con agujeros y comer pickles con mayonesa porque te da la gana.

Di-s, también, desea una casa un lugar dónde Él pueda ser íntegro y desinhibido. Los maestros jasídicos preguntan: ¿Por qué Di-s creó el mundo físico? ¿Qué puede darle nuestra existencia tosca, finita y conflictiva, que las dimensiones espirituales de la creación no pueden? Y ellos contestan: Di-s creó el mundo físico porque Él quiso una casa, un lugar dónde pueda hacer las cosas porque tiene ganas.

La primera casa de Di-s tenía dos cuartos en un edificio de 13 mts. x 21mts aproximadamente. Según Éxodo 25, estaba hecha de los siguientes materiales: oro, plata, cobre, lana teñida de azul, violeta y rojo, lino, pelo de cabra, pieles animales y madera. Fue hecha a medida, con especificaciones detalladas dadas a Moshé en el Monte Sinaí. Se asentaba en el centro mismo del campamento Israelita en el desierto, y estaba   diseñada   para   que   pudiera desarmarse y volverse a armar cuando fueran de un lugar a otro durante los cuarenta años entre su Éxodo de Egipto y su entrada en la Tierra Santa. Después, una versión más grande y permanente   se   construyó   en   el   Monte   del Templo en Jerusalén.

Dijo Di-s a los hombres:

 “Yo creé sabiduría,   conocimiento   y   entendimiento, y en estas creaciones mora Mi mente. Yo creé amor, justicia y compasión, y en éstos reside mi carácter. Yo creé a la belleza, el esplendor y la majestuosidad, y en éstos investí Mi personalidad. Pero ninguno de éstos es Mi casa, más que la oficina en la que trabajas o el teatro en el que te entretienes.

Así que Creé la materia física, la cosa más ‘no-Divina’ que pueda concebir para que haya un lugar en donde no tenga que jugar ningún rol y no tenga que proyectar ninguna característica.

Sólo Mi deseo de realización. Cuando tomas tu oro (tus excesos materiales), tu plata (tu imperturbable riqueza de clase media) y tu cobre (los pocos pesitos para la subsistencia) y los usas para moldear una realidad conforme a Mi deseo, estás haciéndome una casa en Mi mundo”.