Sefer Bamidbar

Este shabat iniciamos la lectura del cuarto libro de la Torá: Bamidbar, el libro de Números.

Conozca los temas centrales de este libro.

El Libro de Bamidbar -Números- trata en especial acerca de los años de travesía del Pueblo de Israel por el desierto, desde el segundo año del éxodo de Egipto hasta el cuadragésimo año, en que acampan en los llanos de Moav, al este del Jordán, previo a su ingreso a la Tierra Prometida.

Nuestros Sabios lo llaman el Libro de los Censos, por los distintos censos a los que hace referencia.

Nuevamente se destaca en este Libro la obra y la personalidad del gran Moshé, quien tras haber sacado al Pueblo de la esclavitud en Egipto, lo organiza socialmente y lo conduce hasta las puertas mismas de la Tierra Prometida

Moshé es el gran líder, mediador y estadista, aquel que siempre está dispuesto a salir en

defensa de su pueblo ante Hashem, a cualquier costo, motivado por su gran amor a

Israel.

Toda aquella generación fallece en el desierto, sólo sus hijos ingresan a la Tierra Prometida. Se trata de un duro golpe, una encrucijada en la historia de Israel. Pero de aquellas encrucijadas de las que uno emerge con más fuerza, lejos de dejarse caer en el desánimo, el Pueblo se fortalece, se reivindica, refuerza su conexión con Hashem, y se encamina firme y decididamente a la Tierra que le fuera prometida a sus ancestros. Pues en efecto, como lo declara el versículo, el Pueblo de Israel es un pueblo testarudo, pero testarudo en sentido positivo es un pueblo empecinado; sí, empecinado en procurar el bien y mantenerse fiel a Hashem. Y por eso Él está siempre dispuesto a perdonarle sus eventuales deslices.

Es interesante destacar la distribución del campamento israelita durante su travesía: Al centro, los Levitas con el Tabernáculo conteniendo las Tablas del Pacto. Y todo el pueblo alrededor. La Torá es el eje -alma mater- alrededor del cual gira el Pueblo de Israel, es ella la que le otorga a los israelitas su status de Pueblo. Y así ellos lo entendieron.

Extraído de “Torat Emet”, Ediciones Keter Torá.

¿Las mujeres no cuentan?

La Parshá de Bamidbar (Números 1:1-4:20) comienza con el censo del Pueblo Judío.

“…un conteo de cada hombre de acuerdo al número de sus nombres. Desde los veinte años en adelante, todos los que están en condiciones de ir al ejército en Israel, debes contarlos de acuerdo a sus legiones…”

La razón simple para este censo era contar a aquellos que serían llamados para ir a la guerra. En un nivel más profundo, nuestros Sabios explican que Di-s deseaba el censo del pueblo Judío porque Él los aprecia.

Los maestros Jasídicos explican que el conteo del pueblo judío demuestra el valor de cada individuo, cómo cada uno es tan querido por Di-s. Cada persona fue contada, sin importar su nivel de observancia, sus aptitudes o habilidades, su nivel de estudio o si es un hombre acaudalado o lo contrario. A cada individuo fue mostrado que él cuenta ni por más ni por menos que uno. Independientemente de los “adornos externos”, él fue mostrado que Di-s lo aprecio por su valor esencial. Más aún, al acentuar su identidad independiente, fue fortalecido para respetar su propia individualidad y permanecer sincero con sí mismo.

Sin embargo, en este nivel, se vuelve cuestionable por qué es que un gran segmento del pueblo judío fue excluido por completo. Sólo los hombres eran contados y sólo aquellos desde los veinte años para arriba. ¿Son tal vez algunos más equitativos que otros? ¿Acaso la contribución de toda la población femenina no fue apreciada por Di-s?

Los Kabalistas explican que la fuerza masculina en la creación linda con el exterior, mientras que la femenina linda con el interior. El servicio espiritual del hombre es forjar en el exterior, en territorio extranjero, guerrear contra la negatividad de nuestro mundo. El rol espiritual de la mujer, en contraste, es proteger, nutrir, descubrir y revelar la santidad implícita en la creación.

Estamos en un modo masculino cuando marchamos fuera de nosotros mismos para imponer una verdad más elevada sobre nuestro mundo y sobre nosotros. Cuando buscamos nutrir el poder Divino en lo que ya está y se vuelve sensible al potencial de nuestra esencia interna, estamos usando nuestra dinámica femenina.

El conteo del pueblo judío comenzó desde la edad de veinte en adelante, aquellos suficientemente maduros físicamente, emocionalmente y espiritualmente para ir a guerrear.

¿Qué significa “salir a guerrear” en el sentido espiritual?

Nuestra tarea como seres humanos es crear un mundo que sea una casa para nuestro Creador, compatible con Sus expectativas y morales, un mundo sagrado.

Podemos lograr esto a través de dos modalidades. Por un lado, queremos traer Divinidad a nuestro mundo a través de pelear contra la oscuridad y maldad que nos rodea. Vencemos la negatividad mundana a través que la asaltamos con agresividad, con la fuerza física, literalmente guerreando contra la tiranía de los regímenes crueles o través de batallas ideológicas contra ideas inmorales.

La otra modalidad es fortalecer, cultivar y nutrir todo lo positivo que se encuentra alrededor de la creación de Di-s. Este modo no es el de ir a guerrear, o el de imponer orden, sino el de descubrir y nutrir los aspectos positivos y Divinos dentro de nuestro mundo y así, hacer crecer y esparcir Divinidad.

Mientras que el primer modo requiere ponerse a uno en una posición de peligro al exponernos a los elementos externos, el segundo involucra proteger y guardar los elementos internos preciados de Divinidad de adentro de nuestras vidas y de nuestro mundo.

Ambos enfoques son necesarios y cada rol es integral al plan del Creador. Hay veces en las que debemos lidiar con una batalla externa y hay veces en las que debemos guardar nuestros tesoros internos.

Mientras que el modo de protección y descubrimiento requiere de habilidades delicadas y de sensibilidad espiritual, pelear una batalla externa requiere de riesgo definitivo y de exposición. Para guerrear contra las fuerzas externas uno debe no solo tener un entrenamiento adecuado sino también un fuerte sentido de identidad y una apreciación real sobre la singularidad de uno y su valor como individuo.

El censo en esta porción de la Torá era para aquellos individuos que les fue dada la tarea de “ir afuera” y “guerrear”. Los hombres peleando afuera precisaban esta infusión mucho más que las mujeres cuyo foco era interno. Durante el ataque, al pelear en ambientes extraños contra valores extraños que constantemente intentan erradicar los ideales y visiones de uno, este recordatorio era necesario para mantener al guerrero enfocado y en el camino en vez de ser tragado por las normas que lo rodean.

Quizá ésta sea la razón de porqué sólo los hombres fueron contados. Di-s provee de fuerza adicional a aquellos que son expuestos y vulnerables a la guerra contra las fuerzas negativas de la creación, sin precisar proveer a las mujeres cuyo valor es constantemente validado a través de su rol de guardar nuestros tesoros internos.

Esto no es para implicar que la tarea de la mujer es más “fácil” o requiere menos por parte de ellas. Al contrario, su rol era y es crítico. Pero sus desafíos son diferentes, y las mujeres no precisan esta aplicación de su valor.

Su valor interno, que guardan con tanto aprecio para ellas y para sus familias, les era obvio y nunca fue desafiado..

Por Jana Weisberg

El Rey David

Shavuot es el aniversario del fallecimiento del Rey David.
¿Quién fue? ¿Quiénes fueron sus antepasados? 
¿Por qué decimos “DAVID, REY DE ISRAEL, VIVE Y EXISTE”,  “DAVID MELEJ ISRAEL JAI VE KAIAM”?

LOS ANTEPASADOS DEL REY DAVID

Cuando David nació en Bet-Lejem en la tierra de Iehudá -Judea- (en el año 2854 luego de la Creación -906 antes de la Era Común) estaba diez generaciones distante de Iehudá, uno de los doce hijos de Iaacov.

David pertenecía a la familia real de su tribu, que dio a Israel muchos príncipes y líderes. Uno de los remotos antepasados de David, Najshon, hijo de Aminadav, se hizo famoso en el Cruce del Mar Rojo, luego de la liberación de Israel de manos de los egipcios.

Fue el primero en saltar al mar, ante lo cual se dividió éste para dar paso a los israelitas.

Desde entonces, Najshón fue el más venerado de todos los príncipes de Israel. También fue el primero en traer sus ofrendas al Mishkán (Santuario Móvil del Desierto) que fue erigido al año siguiente.

El bisabuelo de David, Boaz o Ivtzán, fue el décimo Juez de Israel. Estos fueron los líderes de Israel durante el período que corre entre Iehoshúa y el Rey Shaul. Boaz, siguiente a Iftaj -Ieffe-, fue el décimo y gobernó durante siete años (2785-2792). Fue uno de los hombres más Sabios, grandes y piadosos de su generación. Sus posesiones eran muchas, y su generosidad fue famosa.

Cuando Boaz llegó a los ochenta años, se casó con Ruth, por quien un libro de la Torá (que también se acostumbra leer en algunas comunidades) lleva su nombre. Ruth era miembro de la real familia Moabita.

Su abuelo era el poderoso rey Eglón de Moav y, sin embargo, Ruth prefirió transformarse en una común mujer judía en lugar de en una princesa real de Moav. Todos sus sufrimientos y desgracias no hicieron vacilar la gran devoción que sentía hacia su nuevo pueblo. Aún entre las modestas y hermosas doncellas de lehudá, Ruth sobresalía por sus encantos propios; su modestia, su piedad, su devoción y su desinterés, se hicieron célebres.

¡Cuán ricamente fue recompensada! Se convirtió en una princesa de Israel – la esposa del Juez gobernante y la tatarabuela del Rey David. Vivió lo suficiente como para ver no sólo el glorioso reino del Rey David, sino también a Salomón ascender al trono de un Israel fuerte y glorioso.

A través de los años, las grandes tradiciones de la noble familia, hasta Iehudá y Iaacov, fueron preservadas por la Casa de Ishai, padre de David. He aquí una casa de sabiduría, piedad, bondad, generosidad y riqueza. Y los rasgos más nobles de sus célebres y grandes antepasados, fueron otorgados a David.

EL REY DAVID – AUTOR DE LOS SALMOS

No fue como el gran guerrero o el poderoso monarca que David ganó el eterno cariño de nuestro pueblo, y de todos los pueblos de la Tierra, sino como autor del Libro de los Salmos (Tehilim) “ Poesía Más Dulce de Israel”.

El Rey David continuó el aprendizaje tradicional de la Torá, siendo el sucesor espiritual del profeta Shmuel -Samuel-. Se rodeó de un grupo de profetas y sabios, y juntos estudiaron la Torá. No se preocupó de los placeres de la vida y el confort que su palacio real le brindaba y, a diferencia de otros reyes, se levantaba antes de la salida del sol para orar y cantar salmos de alabanza a Di-s, el Rey de los Reyes.

Los Salmos son himnos de alabanza al Di-s Todopoderoso, Creador del Universo. Hablan de la grandeza de Di-s, Su bondad y misericordia; Su poder de justicia. David derrama todo el contenido de su corazón en estos Salmos y da fe de su sincera y pura confianza depositada únicamente en Di-s. Muchos de los Salmos son oraciones y súplicas a Di-s que el Rey David decía en tiempos de peligro.

Algunos contienen buenos consejos, mostrando el verdadero camino de la felicidad a través de la virtud y el cumplimiento de los mandamientos de Di-s. De esta manera, los Salmos reflejan con asombrosa exactitud todos los variados incidentes que pueden ocurrir en la vida, tanto al individuo, como a toda la nación judía en carácter de sociedad. Verdaderamente, a través de la historia de David, su exilio y persecución, sus luchas y eventual triunfo, el pueblo judío, colectiva e individualmente puede encontrar un ejemplo y una profecía de su propia vida. No es de extrañar que el Libro de los Salmos ha servido, pues, a través de las edades y hasta el día de hoy, como fuente infinita de inspiración, coraje y esperanza.

LOS SALMOS

Entre los veinticuatro libros que componen el Tanaj, el Libro de Tehilím – Salmos- es el primero de los “Ketuvim” -la tercer parte del Tanaj, los Hagiógrafos-.

El orden de este último sector del Tanaj es el siguiente: Tehilím -Salmos-, Mishlei -Proverbios-, Iyov -Job-, las 5 Meguilot -Rollos (de Ester, Rut, etc.)- Daniel, Ezra -Esdras-, Nejemia -Nejemías- y Dibrei Haiamim—Crónicas-.

El Libro de los Salmos contiene, en su mayoría, cánticos de alabanza al Creador del mundo. Expresan la maravillosa e infinita Sabiduría Divina, y Su inmenso poderío, revelados a través de la naturaleza, a cada paso.

“Los cielos narran la gloria de Di-s y la obra de Sus manos dice el firmamento” expresa el Salmista en su plegaria y mientras continúa profundizando en las maravillas de la naturaleza, arriba a la conclusión de que “¡Cuán incontables son Tus obras, oh Di-s, todos las has hecho con sabiduría!”.

Muchos capítulos de esta obra hablan de la rectitud y equidad de Di-s, otros expresan el reconocimiento humano por el bien que emana del Creador, Su bondad y misericordia. Su constante Supervisión individual con cada una de Sus criaturas, desde la más grande hasta la más insignificante. A la par que medita sobre los intrínsecos caminos de la Supervisión Divina, el hombre se impregna de un sentimiento de seguridad, consciente de que el Todopoderoso no conoce descansos, estando siempre preparado y dispuesto a ayudarle. Este sublime pensamiento es reflejado por el Rey David cuando dice: “Di-s es mi pastor, nada ha de faltarme” o “Di-s es mi luz y mi salvación, ¿de quién he de temer?”.

Siguiendo este curso de pensamientos, el hombre llega a una concepción de su pequeñez. Empero, mano a mano, reconoce su responsabilidad como corona de la Creación, descubriendo cómo cada uno de sus actos tiene una resonancia en todos los planos del universo.

“Cuando he de observar Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que has establecido ¿qué es el hombre para que lo recuerdes, qué significa el ser humano para que lo rememores? (Salmos 8:5-6) Este tipo de pensamientos lleva al hombre a sentir un temor reverencial, un profundo amor a Di-s, incentivándolo en la búsqueda de la superación, imponiéndole metas más elevadas y puras, hasta que éste llega a un estado de éxtasis espiritual.

Otro de los aspectos que se detallan en los Salmos es el que comprende al arrepentimiento proveniente de lo más recóndito del corazón; la súplica acompañada de pedidos de perdón por las acciones que no son bien vistas a los ojos del Creador.

En otros capítulos se recalca la importancia que denota el fiel cumplimiento y observancia de los preceptos de la Torá, la perseverancia del hombre en la adquisición de buenas cualidades, llevadas a la práctica.

El capítulo 119 de los Salmos, el más largo de todos los libros del Tanaj, sigue el orden correlativo de las letras del abecedario hebreo, repitiéndose cada versículo -que comienza con una letra específica del abecedario- ocho veces.

Este capítulo tiene 176 versículos. Cada uno de estos versículos expresan, de algún modo, un aspecto de la Torá y las Mitzvot, utilizando diferentes expresiones: testimonio, camino, ordenanzas, decretos, preceptos, leyes-, etc.

En adición a los Salmos de orden individual, muchos de ellos son manifestaciones colectivas, en nombre de todo Israel, como cántico de agradecimiento ante situaciones históricas específicas, como el Éxodo de Egipto, la Revelación Divina ante el Monte Sinaí, etc.

El Libro de Tehilim contiene 150 capítulos y está dividido en cinco sublibros, cada uno correspondiente a uno de los libros del Pentateuco.

Asimismo, este Libro está también dividido -independientemente de la división mencionada- en siete partes, de acuerdo a los días de la semana.

La Torá, el Rey David y el Baal Shem Tov

La fiesta de Shavuot marca muchos eventos. Principalmente, Shavuot conmemora Matan Tora, la Entrega de la Tora. Por ello, esta fiesta es llamada en las plegarías y Kidush del día, “el Tiempo de la Entrega de Nuestra Tora”. Muchos años más tarde, el Rey David falleció en Shavuot. Más recientemente, la muerte del Baal Shem Tov fue en el primer día de Shavuot.

Todo lo que ocurre en el mundo es un resultado de la Providencia Divina; y ciertamente así respecto de eventos de tal magnitud como la Entrega de la Tora y el fallecimiento del Rey David y el Baal Shem Tov. Seguramente, entonces, el acaecimiento de estos tres eventos en la misma fecha no es coincidencia, sino una señal de conexión interna entre ellos. ¿Cómo están estos eventos relacionados?

La relación entre estos tres eventos se describe de la siguiente forma: La revelación de Divinidad en el tiempo de Matan Tora fue puesta de manifiesto a un grado aún más grande por el Rey David, y luego revelada aún más por el Baal Shem Tov.

Esto será mejor entendido introduciendo el pasaje del Midrash que explica el logro de Matan Tora:

“David dijo, ‘Aunque D¡-s decretó que “Los cielos son los cíelos del S-ñor, y la tierra Él ha entregado al hombre”…’, cuando El deseó entregar la Torá Él anuló el decreto inicial y dijo ‘Aquellos que están más bajo ascenderán a lo más alto, y aquellos que están más alto descenderán a lo más bajo. Y Yo tomaré la iniciativa’, como está dicho, ‘Y Dí-s descendió sobre el Monte Sinaí y luego está escrito, ‘Y a Moshé Él dijo, “Sube a Dí-s”.

Si bien el Midrash declara que Di-s dijo, “Yo tomaré la iniciativa”, y que Su descenso precedió al ascenso de Moshé, el Midrash no obstante menciona el “ascenso de lo más bajo” antes del “descenso de lo más alto”.

Esto es porque el propósito principal y primario de la “anulación del decreto” era llevar a cabo y causar que “lo más bajo [debiera] ascender a lo más alto” – algo que era capaz de ser realizado sólo después que la Torá fue entregada. No obstante, para que aquellos de abajo pudieran ascender a lo alto era primero necesario que “Di-s descendió sobre el Monte Sinaí”.

Aquí descansa la conexión entre Matan Tora y la muerte del Rey David: En el tiempo de Matan Tora, el logro primario fue el aspecto de “aquellos que están más alto descenderán a lo más bajo” – algo que fue entonces logrado en totalidad, ya que la Divinidad permeaba la misma calidad física del universo entero.

No obstante, el refinamiento del mundo mismo comenzó sólo después de Matan Tora, cuando el pueblo judío comenzó a refinar y elevar el mundo, convirtiéndolo en un recipiente y receptáculo para Divinidad.

Lo mismo que el proceso de “aquellos que están más alto descenderán a lo más bajo” comenzó realmente con nuestro patriarca Avraham 7 y alcanzó su cénit en Matan Torá, así, también, el proceso de “lo más bajo ascendiendo a lo más alto” comenzó después de Matan Torá y fue completado por el Rey David.

La razón para esto es la siguiente: David fue el primer rey en regir sobre todo Israel, y la dinastía del reino judío fue confiada a él en perpetuidad. La razón que la monarquía de David es simbólica de la elevación desde abajo hacia lo alto, desde “lo más bajo a lo más alto”, se explica de la siguiente manera:

La conexión entre un rey y sus súbditos es todo-abarca-dora, pues un rey tiene poder sobre cada aspecto del ser de un súbdito.

Dado que la anulación de un súbito judío a su rey depende de la absoluta anulación del rey delante del Reino Celestial – una condición necesaria para un rey judío, la anulación de los judíos a Di-s (una anulación que resulta de su obediencia absoluta a su rey) es tal que toca la misma esencia de los judíos.

Cuando el pueblo judío recibió la Tora, su obediencia y anulación estuvo limitada, dado que fue Di-s quien tomó la iniciativa. Como su obediencia y anulación no acaecieron completamente de sus propios esfuerzos, no afectó absolutamente su entero ser.

La monarquía, sin embargo, deriva de los súbditos del rey. Su autoridad es totalmente dependiente de su anulación absoluta al rey. Como tal, el reino del Rey David significa un paso adicional: no sólo fue la revelación de Di-s -Di-s “descendiendo” al hombre – completa, sino la aceptación del pueblo judío – el hombre “ascendiendo” a Di-s – fue también ahora completa.

Estos dos aspectos, Di-s descendiendo al hombre y el hombre ascendiendo a Di-s, finalmente unirán y se volverán uno, con la llegada de Mashíaj. Las enseñanzas de jasidut, las enseñanzas del Baal Shem Tov, sirven como el precursor para ese tiempo glorioso. Pues Jasidut revela a Di-s dentro de este mundo y concurrentemente nos eleva a Di-s – la introducción perfecta al tiempo cuando “arriba” y “abajo” verdaderamente se vuelvan uno.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. VIII, págs. 21-28.

¿Qué relación hay entre Shabat y la entrega de la Torá?

La porción de la Torá Nasó se lee comúnmente en el Shabat siguiente a Shavuot. Dado que las festividades están relacionadas con las porciones semanales de la Torá, en las cuales caen es comprensible que dentro de Nasó haya una alusión a las cualidades especiales de este Shabat.

¿Qué tiene de especial este Shabat y dónde se alude a él en la porción de Nasó?

Antes que Di-s entregara la Torá en Matán Torá, había una división entre Cielo y tierra: “Aquellos que estaban en lo alto no podían descender abajo; aquellos que estaban abajo no podían ascender a lo alto”. Matán Torá subsanó esta división, y cielo y tierra pudieron entonces ser unidos. Como tal, las mitzvot realizadas antes de Matán Torá carecían de la cualidad de las mitzvot realizadas después.

Lo mismo se considera cierto para el mandamiento de Shabat. A pesar de que los judíos observaban Shabat antes de Matán Torá su observancia entonces no podía de ningún modo compararse a su observancia una vez que la Torá fue entregada.

Dado que todos los eventos pasados son revividos y recordados en el tiempo del año durante el cual ellos primero ocurrieron, nosotros entendemos que el Shabat siguiente a Shavuot es un eco del primer Shabat que tuvo lugar después de Shavuot, a saber: es el primer Shabat completo que nosotros observamos como resultado de Matán Torá.

Antes de Matán Torá, las alturas del Cielo tenían aún que descender “abajo” a la tierra, y la ejecución de mitzvot estaba limitada por la capacidad individual de la persona. Como resultado, era imposible imbuir a los objetos de santidad con los que uno realizó mitzvot de la infinitud.

Cuando Di-s entregó la Torá al mundo en Shavuot, las mitzvot emanaron de Su Esencia. “Lo Alto descendió abajo” y el hombre pudo entonces realizar mitzvot con los poderes infinitos que Di-s le concedió. Por consiguiente, desde ese tiempo en adelante, los objetos físicos usados en la ejecución de mitzvot se tornaron Divinos – y “lo bajo asciende a Lo Alto”.

Esto es particularmente aplicable a Shabat: La cualidad intrínseca de Shabat – aún antes de Matán Torá – es más sublime que la creación, pues Shabat conmemora la cesación de la labor creativa. Durante los día de la semana, el amor del hombre por Di-s está condicionado por las limitaciones inherentes del hombre – su amor a Di-s resulta de su limitado trabajo y ardua labor en buscar entenderlo a Él.

En Shabat, sin embargo, a un judío se le concede un nivel mucho más encumbrado de amor por Di-s – un “amor simple por Di-s que trasciende el intelecto”. Este amor es mucho más elevado que el amor racional de los días laborales que crece del arduo trabajo.

Este grado más elevado de amor transforma a una persona y su alma animal, de modo que cesa de desear aquellas cosas que desea durante el resto de la semana.

Así, Shabat es intrínsecamente excelso en dos aspectos: Shabat está “en lo alto”, es decir, Shabat está iluminado por un grado de santidad que no puede ser alcanzado a través del servicio del hombre solo; y con respecto al efecto de Shabat “abajo”, aún el alma animal es transformada.

Estas cualidades inherentes, no obstante – cualidades notablemente similares al logro de Matán Torá – no denotan todavía comparación alguna entre la santidad de Shabat antes de Matán Torá y la santidad que alcanza después de Matán Torá.

A esta cualidad singular, reflejada cada año en el Shabat siguiente a Shavuot, se alude en la porción de Nasó, la que declara en el comienzo: “Cuenta a los descendientes de Guershón…”.

El nombre Guershón está etimológicamente relacionado tanto con revelar el producto de la tierra – que en términos espirituales refleja la revelación del amor latente de uno por Di-s – como al “ahuyentar” el mal; dos acciones que acontecen en Shabat en su manera más completa.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. VIII, págs. 49-60.

Extraído de “Días solemnes de regocijo” de editorial Bnei Sholem