lyar, el mes de la curación

El mes de Iyar, como indican nuestros sabios, es auspicioso para la curación de las enfermedades. Su propio nombre lo indica: Las letras de su nombre en hebreo coinciden con las iniciales del versículo que dice: “Yo Soy Di-s, tu Sanador”(Aní Hashem Rofeja).Diariamente llegaban cientos de cartas al Rebe solicitando consejo y bendición por asuntos de salud. Que ocurrieran milagros es indiscutible. Pero el Rebe no quería crear una religión en torno a curas milagrosas.

En casi todas las respuestas incluía consejos prácticos sugiriendo a la gente una senda espiritual junto con una sabia orientación médica:- Pide consejo a un médico amigo. Que sea amigo hace gran diferencia.- La confianza firme en Di-s puede lograr curas grosas. Con todo, debes seguir las instrucciones del médico. No es que el médico o sus remedios curen. No, quien cura es el Médico de Toda Carne. El médico y los remedios proveen un canal natural para que suceda la mejoría. Este es el camino que Di-s prefiere para que ocurran Sus milagros: Los medios naturales…. 

Cuatro consejos para la curación:
1. Encuentra un buen médico y sigue su consejo. 2. Rechaza todo pensamiento sobre la enfermedad. Piensa exclusivamente en términos de salud.
3. Refuerza tu confianza en el Médico de Toda Carne, sabiendo que Él te sanará de la manera que Le parezca adecuado.
4. Incrementa tu estudio de la luz interior de la Torá.

Cuidá tu alma

¿Quién es un hombre sano? ¿El que hace ejercicios corporales? ¿El que cuida su alimentación sana y se preocupa por su higiene?…

Esos son organismos que funcionan bien, tienen un cuerpo sano, pero no es igual a ser un hombre sano.

Es muy importante tener un cuerpo sano, alimentarse bien, descansar, realizar actividades físicas, tomar sol. Esta es nuestra responsabilidad. Pero el hombre también vive otra realidad, con sus sentimientos, sensaciones, nostalgia, amor, esperanza y su fe.

Estas dos cosas: cuerpo y alma se interrelacionan. Un hombre no puede tener un cuerpo sano, si tiene un alma enferma y no puede tener un alma sana, si tiene un cuerpo que no lo cuida. El hombre está compuesto por un cuerpo vital, es lo que se ve a simple vista ó por medio de estudios médicos y por lo que no se puede ver, lo oculto que es “el alma”.

Así como hay enfermedades físicas, hay medicamentos que las curan. Existen enfermedades del alma que debilitan alguna parte del cuerpo y para evitar su enfermedad debemos diariamente tener un momento de meditación, dejando de lado lo material, para así poder valorar nuestra vida, a nuestros seres queridos, agradeciéndole a Di-s por todo lo que nos está dando, es parte de la medicación para nuestra alma.

El estado de salud del cuerpo depende del constante flujo de sangre que se irradia a todo el cuerpo, por medio del permanente e incesante trabajo del corazón. Cuando esta circulación es correcta, el hombre se encuentra en perfecto estado de salud, ya que sus órganos están unidos entre sí y reciben su vitalidad del corazón.

Tenemos que cuidar nuestro cuerpo, pero buena salud es un cuerpo sano y un alma sana.

Hoy en día la medicina ha descubierto el efecto que tiene el espíritu de una persona para la cura de su enfermedad. Un hombre con espíritu saludable y optimista tiene un sistema inmunitario mayor.

Una debilidad en el espíritu puede provocar un mal en el cuerpo. Así como ciertos alimentos nutren al cuerpo, el alma necesita nutrición espiritual. Esta nutrición incluye un conocimiento de la propia misión en la vida y un reconocimiento a Di-s, que nos ha dado la capacidad de cumplir con esa misión. Un alma saludable se conecta con Di-s mediante el estudio, el rezo, y los actos de benevolencia; Es muy importante transmitir a una persona enferma confianza y esperanza en su recuperación.

Los médicos que tratamos de curar a un enfermo, sólo somos el medio entre Di-s y el enfermo, es por eso que cada vez que estoy intentando salvar una vida, me encomiendo a ÉL, y es muy importante que la persona enferma también confíe en Di-s, pues es la mejor medicina para luchar contra la desmoralización que acompaña la enfermedad. Di-s dio al médico una gran responsabilidad, el médico tiene que poseer la humildad de reconocer que el poder de curar viene de Di-s.

Un médico debe ser sensible, no ser arrogante, pues él es sólo el medio, como está escrito “Di-s es el que sana”. Si bien Di-s nos ha dado a los médicos la responsabilidad de curar el cuerpo, el hombre debe procurar cuidar de su alma.

Debemos aprender a escuchar a nuestro cuerpo, reconocer sus síntomas, cuidarlo, pues éste pertenece a Di-s y nosotros somos su portador a lo largo de la vida…Como dice el Código de Ley Judía: “Uno no tiene el derecho de lastimar su cuerpo, pues no es propiedad suya, sino de Di-s”.

Dr. Abraham Obrelan

Especialista en Cardiología (Basado en las Enseñanzas del Rebe de Lubavitch)

¿Nos conectamos con el creador al comer kasher?


Siempre que comemos algo, conscientes de nuestro Creador y del propósito Divino, nuestro acto de comer actúa como una conexión con El. La energía que recibimos de ese alimento en sí se eleva a ese propósito superior.

Por otro lado, si solo comemos esa comida porque tenemos hambre, sin una intención interna, nosotros y la comida seguimos siendo solo una parte más de este mundo fragmentado. Así es como funciona con la comida kosher. Kosher significa “apto para su uso”. Este alimento es apto para comer porque puede elevarse mediante el tipo correcto de alimentación.

Por eso también se le llama mutar, que significa “desatado”. No está ligado a ser otra cosa material. A través de su alimentación adecuada, puede convertirse en una ofrenda Divina. Pero si es del tipo de comida que el Creador no quiere que comamos, entonces la naturaleza de esa comida es tal, que nunca se puede elevar al comer.

No importa lo que hagamos, permanece atrapada en este mundo y nos arrastra con ella. Por eso también se llama asur, que en hebreo significa “atado”. El alimento está atado a su existencia material y mundana y las mejores intenciones nunca pueden sacarla de allí. Algunos de estos animales reflejan esta negatividad espiritual en su naturaleza y comportamiento.

Así que Najmanides habla de los rasgos de carácter negativos imbuidos en la carne de especies no kosher. Además, en muchos casos, lo que no es saludable para el alma tampoco lo es para el cuerpo. Entonces, tenemos nutricionistas que confirman que una dieta kasher es más saludable. Buenos dividendos, pero no el factor subyacente.

Vegetarianos y Sacrificios

Pregunta:

Soy vegetariano. Estoy teniendo problemas leyendo sobre los sacrificios en el Templo y armonizándolo con mi punto de vista. Podrías ayudarme con esto?

Respuesta:

Veo cual es tu dilema, pero como vegetariano y amante de animales, deberías apreciar la idea de los sacrificios más que cualquiera. Aquí el por qué:

El Templo transformó el comer carne en una experiencia significativa. En una comida que te hace una mejor persona. No era como comer una hamburguesa para el almuerzo.

El individuo sabía lo que significaba para la carne llegar a su plato. El veía el faenado y junto con ello los cánticos y plegarias de los Levitas. Lo más importante eran los pensamientos de arrepentimiento al traer la ofrenda. Sin tal reflexión, el sacrificio no tenía significado.

La Tora reconoce que comer carne se trata de algo serio. No es sólo otra comida. Después de todo, si fuera sólo para llenarse el estómago, hay muchos otros alimentos que pueden servir para eso sin tener la necesidad de matar a un ser viviente. Comer carne por lo tanto, lleva consigo un sentido más elevado de responsabilidad.

El cordero que ves en la sección de los refrigeradores, vienen de la ofrenda Pascal. 

Hoy en día, carne o no carne, nuestra mesa está en lugar del altar. Teniendo invitados, disfrutando de la comida de Shabat, también nosotros podemos transformar nuestra comida en un experiencia sagrada.

Por: Ysroel Cotlar

Me pasa la sal por favor

Sentirse espiritual en Iom Kipur es sencillo. Ninguna comida, ningún negocio, ninguna relación conyugal, y largas horas de rezo en la sinagoga conducen a intensas sensaciones angélicas. No es extraño que tantas religiones valoren el ascetismo, exigiendo alejarse por completo de las tentaciones terrenales. Las largas horas de meditación, el ayuno y la vida en un monasterio aislado, son el camino más seguro hacia una vida de espiritualidad.

La Torá, sin embargo, tiene una perspectiva muy diferente. La porción semanal comienza con la mención de la muertes de Nadav y Avihu, un castigo por su decisión de permanecer espirituales. Di-s quiere que caminemos por una cuerda floja. Quiere que nos casemos, que vayamos a trabajar y que comamos las abundantes comidas del Shabat y de las festividades, y que en ese mismo momento estemos en la cima de la espiritualidad y la santidad. Una tarea dificil. ¿Cómo se vive simultáneamente en dos mundos contradictorios: el mundo del espíritu y el mundo de lo material?

Cada mitzvá está compuesta por un cuerpo y un alma. El cuerpo es el acto físico que se nos ordena hacer, o evitar. El alma es la lección que imparte la mitzvá, su mensaje que debemos implementar en nuestras vidas. La prohibición de consumir sangre, que también se discute en la Parashá de esta semana, así como el proceso de su eliminación, nos enseña una poderosa lección sobre el enfoque de nuestra relación con el mundo. No siempre podemos lidiar con lo Divino, o incluso con la “humanidad”. También tenemos que lidiar con los aspectos “animalísticos”, completamente no espirituales, de la vida cotidiana. El consumo de carne animal es una metáfora de estos momentos del día. La sangre representa calor, vida y pasión. La Torá nos ordena eliminar toda la “sangre” de nuestras actividades mundanas: ser parte en el mundo, pero sin demasiado entusiasmo. ¿Cómo es posible esto? A través de la sal. La sangre se elimina de la carne mediante un proceso de salado. La Torá describe el pacto entre Di-s y su nación como un “pacto de sal”. Los comentaristas explican que la sal nunca se descompone. Permanece eternamente fresca, de la misma manera que nuestra relación con Di-s, que nunca se extingue .Curiosamente, el símbolo de nuestra relación con Di-s es un alimento que independientemente es incomible. Su propósito principal es agregar sabor a prácticamente todos los demás alimentos. De manera similar, nuestra relación con Di-s está destinada a dar un “sabor” espiritual y significado a todos los demás aspectos de nuestra vida.

Tenemos que poner sal a cada parte de nuestra vida, como ser en nuestro lugar de trabajo, en nuestra mesa, en nuestro gimnasio, e incluso en nuestras vacaciones. Cuando nuestro amor por Di-s y nuestro deseo de Servirle con cada parte de nuestro ser es nuestra principal motivación, entonces todo lo que hacemos es para Él. Comemos y hacemos ejercicio para que tengamos la fuerza para Servirle, trabajamos para tener los medios para Servirle, etc.

Por: Naftali Silberberg

Pirkei Avot II, “Temeroso del pecado”

La virtud de Rabí Shimón ben Netanel – temeroso del pecado. Avot 2:9

“¿Cuál es el buen camino al que uno debe adherirse? Aquél que observa lo que se está gestando para el futuro.” Avot 2:10

El segundo capítulo del Pirkei Avot incluye la descripción que Rabí Iojanán Ben Zakai hace de sus cinco alumnos principales.

En pocas palabras, Rabí Iojanán resume sus cualidades predominantes. Luego realiza una breve encuesta sobre la visión que cada uno de ellos tiene acerca de la vida, haciéndoles la siguiente pregunta: “¿Cuál es el buen camino al que uno debe adherirse?”

Rabí Shimón, que es descrito por su maestro como “temeroso del pecado”, contesta que la virtud más importante que la persona debe poseer en su enfoque de la vida es “saber lo que se está gestando para el futuro”. Esto se debe a la característica particular de Rabí Shimón: el pecador vive para el momento, pero el temeroso del pecado prevé la consecuencia de sus actos. La gratificación instantánea que provoca el pecado, no puede incitar a alguien que teme de las consecuencias posteriores de largo alcance. El rey Salomón expresa: “El sabio tiene sus ojos en su cabeza; el tonto camina en la oscuridad”. 

Obviamente que la locación física de los ojos es igual en ambos. Rashi explica que esto se refiere a que el sabio es quien, en todo lo que hace, “percibe desde el principio -la cabeza- de la acción, cuál será la consecuencia final”.

AHORA O DESPUÉS

El pasaje todavía necesita clarificación. La diferencia esencial que radica entre el “hombre sabio” y el “tonto”, “el temeroso del pecado” que “observa lo que se está gestando” y “aquel que camina en la oscuridad” no es tan sólo una cuestión de consideraciones de corto vs. largo plazo.

Además, el temor al castigo no es suficiente para evitar una acción equivocada. Aquel que mira las consecuencias negativas del mal en términos jurídicos o por la retribución del Cielo, difícilmente es “quien teme del pecado”, sino sólo se trata de quien se asusta de las derivaciones de éste.

Por otro lado, el que teme del pecado en sí, comprende de inmediato los efectos de los actos negativos. Entiende que semejante hecho va en contra del propósito de su vida y la auténtica esencia de su ser. Sabe, que aunque verdaderamente corrija sus actos, tenga éxito en reparar el daño provocado, incluso aunque esta “experiencia penitente” lo convierta finalmente en una persona mejor, de todas formas en el momento del desliz se habrá desconectado de la quinta esencia del bien que forma el núcleo Divino de su alma.

Es el auténtico significado de su acción, en el hoy y ahora, que él contempla y teme.

(Basado en una alocución del Rebe, del 15 de Adar, 5713. De Beyond the letter of the Law)

Impacto oculto

Los tres primeros años de mi carrera los pasé en una escuela médica bien conocida en Boston.

Además de proporcionar un medio de vida, veía mi posición como una oportunidad para llegar a los estudiantes judíos asimilados, y tratar de enseñarles algo acerca de quiénes eran realmente. Con este fin, un colega y yo comenzamos una mañana de un domingo con desayuno para los estudiantes judíos.

Todos los domingos, después de satisfacer a nuestros amigos con Bagels de salmón ahumado etc, teníamos una charla dictada por una de las muchas personalidades sobresalientes de Boston sobre la Torá. Además del “club del desayuno”, invitaba regularmente a los estudiantes a mi casa para Shabat. En la primavera de mi segundo año, sin embargo, empecé a darme cuenta de que estos esfuerzos no producían muchos resultados.

En el semestre de otoño de mi tercer año, yo había aceptado un puesto en la Universidad de McGill para el siguiente mes de septiembre. Me imaginé que tenía lo suficiente para preocuparme con el traslado de mi laboratorio y la solicitud de nuevas subvenciones, además de mantener mi investigación actual y las responsabilidades de enseñanza. Mi interacción con la clase de primer año, se mantenía puramente formal y profesional. Después de que había enseñado mi curso en primavera, me dediqué a terminar mis asuntos en Boston y la organización de mí mismo para el viaje al norte.

Un día de junio, después de que el año escolar acababa de terminar, una niña, a quien reconocí como una estudiante de primer año, entró a mi oficina, se presentó como Raquel, y me preguntó si podría tener unos minutos de mi tiempo. En primer lugar, quería saber lo que era. Ella sabía que yo era un Judío ortodoxo de algún tipo, pero la barba y tzitzit indicaron que pertenecía a alguna subespecie exótica que no podía identificar. Le dije que era un jasid del Rebe de Lubavitch. Ella asintió con la cabeza, y me preguntó si yo era consciente de los notables acontecimientos que se habían producido en su clase el año pasado. No tenía ni idea de lo que estaba hablando, así que ella empezó a explicar.

La unidad entre los estudiantes en primer año de medicina es legendaria. Ellos se ven como verdaderos compañeros en el sufrimiento. Sólo un estudiante de medicina de primer año puede apreciar la ansiedad, la presión y el tedio que oprimen a todos los estudiantes.

La clase tiene un gran sentido de la cohesión e incluso se desarrolla una especie de personalidad colectiva. La clase de Raquel comenzó el año de manera diferente. Durante el primer semestre, los estudiantes fueron sometidos a una gran variedad de profesores, algunos de los cuales eran bastante desagradables, y, por desgracia, judíos también.

Con el tiempo, sin embargo, las imitaciones y parodias comenzaron a adquirir un cierto tono anti-judío y los estudiantes judíos (alrededor de 40 en una clase de 160) comenzaron a sentirse incómodos. A medida que avanzaba el semestre, los chistes se volvían más pronunciados y la clase se convirtió sensiblemente polarizada. Alrededor de la primavera, la clase de primer año se había dividido en dos campos divididos a lo largo de líneas religiosas. Los estudiantes judíos se habían deprimido, estaban inseguros de sí mismos desmoralizados. Los profesores judíos que estaban siendo burlados (con agresividad, arrogancia, grosería). 

Por otra parte, los estudiantes judíos eran todos muy asimilados. No tenían ninguna base para un fuerte orgullo judío o incluso identidad. Sus sentimientos de status y autoestima se había centrado siempre en sus logros académicos, y ahora se encontraban con que sus colegas no los veían como hermanos profesionales, sino más bien como judíos extranjeros.

Sin saberlo, yo era lo peor que les podría haber ocurrido a ellos. ¿Qué clase de trabajo iban a hacer de mí, con el traje negro, kipá, la barba y tzitzit? Los estudiantes judíos se preparaban para lo peor.

Dos semanas después de que empecé a enseñar, una delegación de estudiantes se acercó a algunos de los líderes estudiantiles judíos para disculparse. Se entendía ahora que el problema con los otros profesores no era que ellos eran judíos, sino que no eran lo suficientemente judíos! Yo era el “verdadero” judío y no usaba un lenguaje grosero, ni contaba chistes.

Estaban fascinados por el hecho que tenía el orgullo y amor propio de comportarme de acuerdo a mis creencias. Ellos estaban impresionados porque me iba temprano el viernes por respeto al Shabat, y que no iba a dar una conferencia en conjunto en Pesaj. Sabían lo competitiva que era una carrera académica y se asombraban porque yo me pondría en desventaja, dando prioridad a las obligaciones religiosas durante la carrera.

Los estudiantes dijeron que ahora se daban cuenta que la conducta inaceptable de los profesores era debida a una triste ignorancia. La disculpa fue aceptada, los estudiantes judíos se llenaron de orgullo y de muchas resoluciones adoptadas para fomentar su propio compromiso con la educación judía.

Raquel se había detenido antes de salir de la escuela para contarme la historia y darme las gracias. ¿Por qué? Yo no desempeñé ningún papel activo en este drama. Ni siquiera sabía que todo esto estaba pasando. Yo estaba simplemente allí, haciendo lo que tenía que hacer. El judío tiene un potencial ilimitado para influir en el mundo para bien, sin que él o ella lo sepa.

¿Es real déjà vu?

Algunos sugieren que déjà vu es una señal de la reencarnación. Sientes que estabas aquí antes porque estuviste, en una vida anterior.
Otros explican que tuviste un sueño predictivo de la escena antes de que sucediera, y ahora ves que tu sueño se materializa.
En mi experiencia personal, recibo déjà vu solo cuando mi cerebro está un poco cansado.

Lo que parece estar sucediendo es que mi mente consciente está inactiva, pero mi memoria funciona en segundo plano.
Así que estoy sintiendo la sensación de recordar la escena que tengo enfrente antes de experimentarla en el presente.
Es como si la escena se hubiera escapado de mi conciencia y hubiera ido directamente a mi memoria.

Hay una prueba simple para ver si déjà vu significa que has visto esto antes, o que tu mente te está engañando.
¿Puedes decir lo que alguien va a decir antes de que pueda decirlo? Si es así, eso debe provenir de algún lugar más allá del intelecto.
Pero si sientes que sabes lo que iban a decir solo después de que ya lo hayan dicho, no estoy tan seguro de que signifique algo, excepto que necesitas descansar un poco.

Pero luego hay un tipo de déjà vu mucho más profundo. Se llama repercusión. Escuchas acerca de una visión, una enseñanza, una verdad, y aunque nunca la has oído antes, sabes que es lo correcto.

La idea suena verdadera, parece familiar y cómoda. Es lo que siempre supiste, pero nunca habías expresado.
Esto sucede cuando estudias la auténtica Torá. Escuchas su mensaje, y sabes en el fondo que es verdad. Esto es porque lo has escuchado antes.
A nuestras almas le son enseñadas las verdades Divinas antes de que entremos a este mundo, pero lo olvidamos todo en el momento del nacimiento.

Sin embargo, queda una huella, un recuerdo tenue, por lo que sabremos la verdad cuando la encontremos.
Hay muchas ideas falsas y modas que parecen interesantes y que pueden ganar mucha popularidad, pero en el nivel más profundo no resuenan en nosotros.

Nuestra misión en la tierra es buscar el mensaje Divino, dejar de lado las distracciones momentáneas y recuperar esa verdad eterna, la verdad que nuestra alma espera escuchar nuevamente.
Esto es real déjà vu. ¿Has oído eso antes?

Un vistazo de santidad

Los historiadores están intrigados por la subsistencia del pueblo judío. ¿Cómo sobrevivieron, a pesar de la exclusión, la expulsión, la persecución, llegando a su apogeo en el Holocausto, y aun en libertad, el problema de la asimilación?

¿Cuál es la cualidad distintiva del judío y del judaísmo? En Kedoshim hay una respuesta, como lo explica el Lubavitcher Rebe. La lectura comienza con la instrucción Divina para el judío: “¡Sé santo! ¡Porque yo, el Señor tu Di‐s, Soy santo!” La Torá continúa con una serie de leyes judías básicas.

Los dos primeros son los mandamientos de reverenciar a la madre y al padre (en ese orden) y guardar el Shabat. Tenemos así tres conceptos: la santidad, el respeto a los padres y el Shabat.

Según el Rebe, estas tres ideas nos dicen algo sobre el propósito fundamental y la naturaleza del pueblo judío. A lo largo de las generaciones, nuestros Sabios han discutido sobre el concepto de santidad.

Una de sus conclusiones es que la santidad no se expresa solo en los aspectos “religiosos” de la vida como la oración, sino concierne a las actividades cotidianas: el trabajo, cómo uno se relaciona con otras personas, el modo de comer y beber.

En cada detalle de la vida hay potencialmente un atisbo de lo sagrado. ¿Cómo puede el judío lograrlo? Porque dentro de él o ella hay un Alma Divina, una chispa de pura santidad. Durante la mayor parte de la vida esto puede estar oculto. Pero, puede expresarse de repente, en momen‐tos de inspiración espiritual.

Además, existe la posibilidad de que esta cualidad de santidad se revele en los detalles ordinarios de la vida.

Quizás pocas personas logran esto de una manera genuina. No obstante, proporcionan un ejemplo a otros de lo que significa ser judío.

Aquí llegamos a la segunda ley: el concepto de reverencia por los padres. Esto presenta la idea de que la santidad y la espiritualidad no deben reservarse para los pocos individuos que la alcanzan.

Tienen el deber de transmitirlo a los demás, comenzando por sus propios hijos. En esta tarea el papel de la madre es primordial. Ella es la primera en ayudar a su hijo pequeño a darse cuenta de que cada detalle de la vida es significativo, bendecido por Di‐s. Cada semana hay un día completo en el que lo mundano se vuelve sagrado.

Esto nos lleva a la tercera ley: el Shabat. Comer junto con el cónyuge y la familia, dar la bienvenida a los invitados, relajarse. Todo tiene la iluminación de la santidad de lo Divino, más allá del patrón diario ordinario de la vida. Así vemos tres componentes integrales en la con‐ciencia distintiva del judío, a través de las generaciones: la búsqueda de la santidad en la vida cotidiana; el imperativo de comunicarlo a los propios hijos y a los demás, y el maravilloso regalo del Shabat que expresa este objetivo tan completamente.

Quizás esta cualidad especial, resumida al comienzo de la lectura de esta semana, es el secreto interno de nuestro ser, que nos ha ayudado a sobrevivir a lo largo de los milenios. Más allá de nuestras habilidades en los negocios, la ciencia, la medicina, la tecnología, la literatura, la música y la filosofía, esta es nuestra contribución verdaderamente única a la humanidad y al mundo.

Un viaje espiritual

Cada año, en la segunda noche de Pesaj, los judíos comienzan a observar la mitzvá de Sefirat HaOmer, la “Cuenta del Omer”, que se extiende por 49 días y culmina con la celebración de Shavuot. Se trata de un precepto que encierra muchas lecciones y directivas para el crecimiento espiritual.

No importa cuán extraño pudiera sonar; la celebración de Shavuot sería imposible sin la Cuenta del Omer. La Torá nos da una fecha calendario para cada Festividad, exceptuando a Shavuot. Para Shavuot sólo ordena: “Contaréis para vosotros, desde el día siguiente al Shabat, desde el día en que traéis el Omer para la ofrenda, siete semanas completas serán; hasta el día siguiente al séptimo Shabat contaréis cincuenta días” (Levítico 23). El quincuagésimo día, se celebra Shavuot.

Hoy, cuando contamos con un calendario hebreo fijo, la Festividad siempre cae el sexto día de Siván. Sin embargo, antes del exilio, el calendario judío se fijaba mes a mes basándose en el informe de testigos que habían observado la luna nueva. El día quincuagésimo después de la segunda noche de Pesaj no era automáticamente el sexto de Siván porque el número de días de cada mes variaba. La única garantía de que la Festividad seria celebrada el día quincuagésimo era la cuenta de cincuenta días de la gente. Así, se dice que el pueblo judío, con el poder de su Cuenta del Omer, de hecho, provocaba la Festividad de Shavuot y con eso la entrega misma de la Torá. Según el pensamiento jasídico, tal como contar los días trae a Shavuot como Festividad, del mismo modo la manera en que nos preparamos cada día es lo que provoca nuestra propia celebración personal de recibir la Torá.

La Torá nos cuenta que durante los 50 días entre el Pesaj original y la Entrega de la Torá, el pueblo judío estaba saliendo de Egipto, en ruta hacia el Monte Sinaí. En la analogía del jasidismo, esto se corresponde con el viaje espiritual para salir de Egipto, Mitzraim, las limitaciones del propio ser; hacia el Monte Sinaí, el sitio de la mayor revelación de verdad en nuestra historia.

Es un viaje que revivimos en nuestras propias vidas. Cada año, cuando ocurre Shavuot, la Torá dice que si el día es recordado adecuadamente, las energías que estaban presentes en la ocasión original se manifiestan una vez más. Así, se nos da tiempo de la Cuenta del Omer a fin de recalcar qué es lo que recibir la Torá significa para nosotros personalmente. Y durante estas siete semanas trabajamos hacia la meta de estar preparados para recibir esa revelación de la verdad más profunda.

El Zohar dice que cuando los judíos abandonaron Egipto, estaban en el 490º plano de Tumá (impureza espiritual), siendo el 50º el nivel más bajo, y que de día en día se elevaron hasta que en el Monte Sinaí estaban en el 49º plano de los 50º de Tahará (pureza espiritual).

El mensaje reflejado aquí es que también nosotros somos capaces de un crecimiento extraordinario, incluso la autotrascendencia, durante el período de Sefirat HaOmer; si sólo hemos de quererlo y trabajar por ello.

Uno de los significados de la palabra Pesaj es “brincar” o “saltar”. Durante SefiratHaOmer, que es una continuación, en muchos niveles, de la experiencia de Pesaj, tenemos la capacidad de saltar por sobre todos los obstáculos a fin de alcanzar nuestras metas.

Los místicos nos ayudaron en este proceso al asociar cada una de las siete semanas del período de la Sefirá con siete atributos. Los días de la semana, a su vez, tienen también, cada uno de ellos, asignados una de estas características. Así, cada uno de los 49 días de la Sefirá está asociado a un conjunto único de características.

Los siete atributos básicos son:

-Jesed, bondad amorosa; apertura total y entrega.

-Guevurá, fortaleza de carácter; control.

-Tiferet, gloria, belleza (corona); una combinación de jésed y guevurá; la belleza que se percibe sólo en el contraste con la fealdad.

-Nétzaj, éxito; eternidad; el impulso al éxito que no surge de móviles ulteriores, tales como los que un niño expresa en el juego competitivo un impulso que debemos poner al servicio del trabajo espiritual.

-Hod, esplendor; magnificencia; ejemplificada por Aharón, quien amó la paz y la persiguió, aprendiendo Torá de su hermano más joven, Moshé, sin envidia.

– Iesod, fundamento; la moralidad fundamental.

– Maljut, soberanía; la acción que se realiza después de que todos los obstáculos han sido eludidos.

Cada de las siete cualidades está estrechamente hilvanada con las demás y depende de ellas. El amor bondadoso sin fortaleza de carácter conduce a un corazón débil, por ejemplo. Combinadas, cada cualidad ilumina a la otra y nos permite refinar nuestros rasgos de carácter.

Es costumbre observar un período de semiduelo durante Sefiral HaOmer a causa de una serie de sucesos desafortunados qué acontecieron en la historia judía durante este tiempo. Las prácticas de abstenerse de celebrar bodas, reuniones públicas alegres, y cortar el cabello, son adicionales a los mandamientos de la Torá en lo que concierne a la Cuenta del Omer.

El Talmud, en el Tratado de Ievamot (62), cuenta:

“Rabí Akiva tenía doce mil pares de alumnos esparcidos a lo largo del país, desde Guevat a Antipatros, y todos murieron durante un breve lapso de tiempo, entre Pesaj y Shavuot, porque no trataron uno al otro con respeto”.

Siglos después, los masivos pogroms en Alemania en 1096 durante las Cruzadas Alemanas y las matanzas de Chmielnicki en 1648-49 se asocian al período de la Sefirá.

Algunos se quejan de que estas costumbres restringen la alegría. De hecho, sin embargo, son una invitación para explorar la verdadera fuente de alegría en la personalidad propia que no precisa de muletas externas de barullo para hallar expresión. Porque no es momento para reuniones públicas grandes, la Sefirá también permite tiempo para el desarrollo de relaciones personales cercanas.

Uno se recuerda del profesor que dijo a sus alumnos que tenía un objeto con forma de pera con hilos, y que el objeto no le permitía jugar al softbol, comer, trotar, leer, coser, cultivar, o ir a las películas. Cuando uno de los estudiante exclamó:

“Entonces, ¿para qué sirve?”, el profesor respondió: “es un violín, y con él puedo traer placer a mucha gente”. Durante la Sefirá, también, la clave radica en saber cómo utilizar las oportunidades que el período nos provee.