Hijos: ¿muchos o pocos?

ESTIMADO RABINO: 

¿Ha notado ud. que casi cada segundo vehículo que pasa por Golders Green Road en estos días parece ser un minibús? Sólo la mitad son taxis. La otra mitad pertenece a esas familias religiosas que apiñan en su interior a sus propios hijos. 

¿Hemos regresado a la Edad Media? Después de toda nuestra educación, ¿volveremos ahora a las grandes miserias maternales de nuestras abuelas empollando crías de ocho, nueve y todavía más niños? ¿En qué siglo vive esta gente?

Firmado: “Confundido” Hampstead.

Estimado Confundido:

Esta no es una columna de Respuestas Halájicas, motivo por el cual dejaré el tema de Anticoncepción y Halajá (Ley Judía) para otros. Hablemos de actitudes y algunas nociones predominantes.

Cierto, cuanto más educados, sofisticados y modernos nos volvemos, menos hijos parecemos tener. Las cifras demográficas comprueban que a medida que aumenta el ingreso familiar, la tasa de fertilidad declina. Sin embargo, la pregunta es, ¿es eso bueno? ¿Y por qué está teniendo la gente menos hijos?

Algunos afirman estar motivados por el problema del mundo sobrepoblándose y dicen que hacen su contribución para aliviar el hambre y la pobreza. Si hay un problema de superpoblación, no obstante, éste es claramente un problema del Tercer Mundo. Que haya 1,8 niños en Hendon no hace nada por un niño hambriento en Biafra.

¿No es irónico que quienes pueden afrontar el gasto de tener más niños son precisamente los que no los tienen? (De paso, si la gente calculara cuánto le cuestan los perros y los gatos —para no mencionar mascotas como conejos, peces de tanque y hamsters— bien podría decidir tener otro niño a cambio).

Honestamente, no estoy de acuerdo con la historia de la superpoblación. Primero, los teóricos sociales ya discuten que los países occidentales deberían producir más bebés para impedir una toma del poder por parte del Tercer Mundo y un deterioro en la prosperidad del mundo libre. Segundo, me temo que el padre promedio no daría ni dos suspiros por el Crecimiento Demográfico Cero, sino que es simplemente cuestión de satisfacción personal y por eso decide tener menos hijos para que haya una tajada más del pastel para él mismo.

Además, esta actitud es el resultado del bombardeo de los medios que parecen habernos convencido de que menos hijos es igual a una familia más feliz con más tiempo, dinero y oportunidades para todos. ¿Pero, vuelcan los padres de apenas dos hijos todo su tiempo libre sobre David y Sharon? Más veces no que sí, menos hijos significan más tiempo para los naipes, el tenis, las compras, gimnasia y peluquerías, y no más tiempo para los niños.

Incluso antes de instalarse la vejez, las familias más grandes son con mucha frecuencia las familias más felices; con amigos internos y compinches (para no mencionar a compañeros de cuarto). Sin duda, los hijos de familias tales son menos mimados y menos egoístas, habiendo sido educados a compartir cuartos, juguetes, tareas del hogar y ayudar a sus hermanos menores desde una edad relativamente temprana. Tienden a dejar la casa mejor equipada para enfrentar la vida del dormitorio, la vida del trabajo y la vida comunitaria en general.

En lo que concierne al tan malignamente declarado estado de “maternidad perpetua” que aguarda a estas pobres idishe mames, he sido informado de fuente confiable, mi propia dama, que las mujeres comúnmente tienen de a un bebé por vez. No hay cuatro infantes gritones clamando la atención de la madre simultáneamente. También, dice ella, se hace más fácil a medida que avanzas. Llegas a ser una suerte de “veterana”, más experimentada, relajada, y mejor capacitada para encarar las cosas. Hablando de ello, pienso que la mayoría de la gente se las arregla, o no. Quienes lo encuentran difícil, lo encontrarían difícil también con dos hijos.

Donde realmente me pongo vehemente en este tema es cuando se trata del nivel nacional judío. No le debemos al mundo ninguna disculpa. Todo lo contrario. El mundo nos dejó con un catastrófico déficit de población hace apenas cincuenta y pico de años. Como supervivientes —y cada uno de nosotros en nuestra generación es un superviviente— tenemos un deber moral de recuperar esa devastadora pérdida y no, Di-s libre, lograr por nuestras propias manos lo que Hitler no pudo.

Un padre de ocho hijos fue recientemente desafiado por un cínico: “¿Cuando parará de una buena vez?” ¿Su respuesta? “¡Cuando llegue a seis millones!”

Desde 1948, más de un millón de mujeres israelíes ha experimentado un aborto. Piense en las cifras de la incrementada población judía en Israel si esos niños hubieran nacido. ¿No estarían mejor gastados los millones (¿miles de millones?) empleados en promocionar y fomentar la Aliá, si se utilizaran para un crecimiento interno relativamente indoloro?

 

A fin de cuentas todos somos creyentes. Como tales, creemos firmemente que con cada niño con que Di-s nos bendice, Él envía también al mismo tiempo Su bendición Divina de Parnasá (sustento). 

Aquel que nos dijo “Sed fructíferos y multiplicáos” es muy fácilmente capaz de multiplicar también nuestras ganancias. 

 Ya sea si trabajamos un poco más duro, o más tiempo, o somos más afortunados, finalmente son nuestros hijos quienes nos harán inmortales. Es a través de ellos que dejaremos cualquier impronta que sea en el mundo

La mujer oculta

Los profetas hablan de la unión entre Di-s e Israel como un matrimonio, y de los pecados de Israel como una traición de la esposa a su marido. Siguiendo este modelo, los Sabios del Talmud ven a la Sotá, la “mujer extraña”, como el prototipo de toda transgresión en contra de la voluntad Divina. Los maestros jasídicos investigan más a fondo este prototipo, encontrando en los detalles de las leyes de la Sotá profundidad en el significado de la transgresión.

La Sotá no es una mujer que se sabe que ha cometido adulterio, sino más bien una mujer cuya conducta le hace sospechosa de haberlo hecho. Su fidelidad a su marido por lo tanto, debe establecerse antes de la relación matrimonial.

Una mujer se convierte en un Sotá a través de un proceso de dos etapas: “Celos” (kinui) y “ocultación”(setirá).

La primera etapa se produce cuando un marido sospecha que su esposa ha tenido una relación impropia con otro hombre y le advierte delante de dos testigos, que no esté a solas con esa persona. Si la mujer no hace caso a esta advertencia y procede a recluirse con el otro hombre, se convierte en una Sota, prohibiéndole vivir con su marido a menos que ella se comprometa a someterse a la prueba de las “aguas amargas”. 

A la mujer se le advierte que si ella ha cometido adulterio, las “aguas amargas” la van a matar, y si en realidad no ha sido infiel, el consumo de estas aguas la exoneran por completo. De hecho, la Torá promete que, debido a este sometimiento, su matrimonio ahora será aún más gratificante y fructífero que antes.

La unión entre Di-s y su pueblo

Israel nunca puede traicionar a su Di-s; en el peor de los casos, sólo puede ser como una Sotá, una mujer cuyo comportamiento da la apariencia de infidelidad y provoca una ruptura temporal entre ella y su marido. 

El proceso se inició en el Monte Sinaí, cuando Di-s, como un “celoso” marido, advirtió: ” No tengan otros dioses delante de mí”. Pero no importa cuán lejos se desvía el alma judía, nunca verdaderamente se entrega a estos “otros dioses”, ella está sólo “oculta” ante Di-s, disfruta la ilusión de que existe una dimensión de la realidad que está fuera de todo lo que impregna la presencia y Providencia de Di-s.

Es el marido “celoso” que la hace actuar en forma de traición, no el acto en sí mismo. Por la misma razón, un alma que está “ocultándose así misma” de Di-s es posible solamente porque Di-s ha permitido esta posibilidad, al proclamar: “No tengan otros dioses delante de mí”, dando así crédito a la ilusión de que  puede haber otra cosa. Si no fuera por este artificio Divino, el pecado, es decir, una negación de la realidad Divina, no sería posible.

Para continuar con la analogía: Cuando el pueblo judío actúa como una Sotá, son probados con las aguas amargas del galut (de esta manera: “A causa de nuestros pecados fuimos exiliados de nuestra tierra”). De hecho, dos mil años de exilio han demostrado que, a pesar de todas las apariencias, el alma judía es inseparable de su Di-s. El Judío puede ser perseguido durante siglos, puede asimilarse por generaciones, pero al final llega el momento de la verdad, un momento que pone al descubierto la cuestión de quién y qué somos, y nuestra fidelidad innata a Di-s sale a la luz.

Y al igual que las aguas amargas de la Sotá, el galut es algo más que una simple prueba. Se trata de un “descenso en aras de ascensión”, una crisis en el matrimonio, que en última instancia, se profundiza y mejora, desenterrando los pozos profundos de lealtad y compromiso que permanecen sin explotar en una relación indiscutible. Las pruebas del galut invocan los poderes de la esencia del alma judía, la intensificación de la unión entre Di-s y Su pueblo.

BASADO EN LAS ENSEñANZAS DEL REBE DE LUBAVITCH

CORTESíA DE MEANINGFULLIFE.COM

A la luz de las velas

“Y Di-s habló a Moshé, diciendo; Habla a Aharón y dile; cuando alces (enciendas) las lámparas, las siete lámparas iluminaran hacia la menorá…” (Números 8: 2)

Antes de encender su menorá en Jánuca, el maestro jasídico Rabí David de Tolna se volvió repentinamente a uno de los jasidim y le preguntó: “Dime una cosa: vos sos una persona muy alta, y tu esposa es una mujer muy baja. ¿Qué hacen cuando desean hablar uno con el otro? ¿Te inclinás hacia ella, o ella se estira hacia vos?”

Sin esperar respuesta, el Rebe volvió su atención a su menorá, colocada sobre un taburete en el vano de la puerta, y vela en mano, recitó la bendición.

El Talmud cuenta que por norma, “La Presencia Divina no desciende más que diez tefajim (aprox. 80 cm) encima del suelo.

Con todo, las leyes de Jánuca especifican que es preferible colocar la menorá debajo de esta altura.

El cabalista Rabí Itzjak Luria expresa que esta ley es para manifestar el inmenso amor de Di-s por Su Pueblo: el Novio Divino se inclina para conversar con Su novia Israel.

Los dos padrinos

El matrimonio es producto del esfuerzo de cada uno de sus participantes. Si Di-s se “inclina” para relacionarse con nosotros pese a nuestras deficiencias, esto no nos exime de esforzarnos por estirarnos para ascender a El.

Esto, también se refleja en las luces de la Menorá.

“El alma del hombre es la vela de Di-s”. Como la danzante llama mira arriba, esforzándose siempre por liberarse de su atadura material, así también, el alma del hombre pugna por escapar al cautiverio de lo material y conectarse con la realidad superior de su esencia y fuente.

Esto explica por qué las instrucciones acerca del encendido de la menorá en el Santuario fueron dirigidas a Moshé, aunque éste era un rol encomendado a Aharón y sus hijos.

En éxodo 27, Di-s dice a Moshé que los judíos debían traer el aceite puro de oliva a Moshé, para que Aharón y sus hijos la enciendan ante Di-s, desde el anochecer hasta la mañana.

¿Por qué traer el aceite a Moshé, si es Aharón quien deberá encender la Menorá?

Nuestros sabios explican los roles de Moshé y Aharón en el marco de nuestra relación “marital” con Di-s. En una boda, tanto el novio como la novia son conducidos al palio nupcial por sus padrinos, cuyo papel consiste en ayudarles a llegar al lugar de su boda.

En la unión entre Di-s e Israel, Moshé sirve de “Padrino del Rey”, aquel que trae al Todopoderoso a la boda, y Aharón de “Padrino de la reina”, aquel que asiste al pueblo de Israel en la tarea de lograr su unión con Di-s.

Moshé es el maestro de Torá, transmisor de la sabiduría y voluntad de Di-s, a la mente humana. Aharón es el Sumo Sacerdote, quien encamina a cada individuo en su servicio a Di-s.

La Torá es Di-s llegando a nosotros, transmitiendo Su esencia en un medio que es perceptible e implementable por nuestro ser material finito.

El servicio del hombre a Di-s por medio de los sacrificios, las ofrendas y las plegarias, es el esfuerzo humano por llegar a Di-s: entregarse, elevarse, llevarse a sí mismo más cerca de su Creador.

Del anochecer hasta la mañana, siempre

Esto explica también una evidente contradicción en los versículos:

¿La menorá debe “arder siempre” o solo “desde el anochecer hasta la mañana”?

En realidad, las luces de la menorá, abastecidas por Moshé y encendidas por Aharón, adrián con una llama que era tanto temporal como eterna.

Moshé representa el elemento Divino de la relación – el que “arde siempre” de manera ilimitada e inmutable.

Aharón personifica nuestro esfuerzo humano caracterizado por las inconsistencias y equivocaciones de nuestra naturaleza, fluctuaciones entre “anochecer” y “mañana”, oscuridad y luz.

Pero es este esfuerzo humano lo que hace de esta relación un “matrimonio”, una unión basada en los compromisos de cada uno de sus participantes.

Miedo al pecado

A los del tipo “hedonista” les suena divertido. Otros piensan que es un concepto completamente cristiano, mientras que otros lo atribuyen a los antiguos hebreos. Para los Sabios del Talmud, el pecado es, por sobre todo, un acto de estupidez. “Una persona peca exclusivamente si un hálito de estupidez penetró en ella”-dicen.

Hace unos años me dedicaba a redactar manuales de instrucciones de uso de electrodomésticos. Esos libritos de 30 páginas que vienen en la caja con los microondas, destornilladores eléctricos, etc. Era un trabajo muy aburrido, pero se pagaba bien y me permitía escribir mientras tenía alguno de mis hijos sentado sobre mi regazo. Lo mejor era que no tenía que firmarlos.

Cierto día me llegó una carta que reenvió una de las compañías para las que trabajaba, enviada por un cliente y decía así: “Señor, tengo en mi mano el manual que usted escribió y que recibí junto a mi video cámara. Estoy indignado por su impertinencia y audacia. Esta es mi cámara, por la que pagué con mi dinero. Tiene muchos botones, teclas e indicadores de luz. ¿Cómo se atreve a decirme qué botones apretar y qué hacer con ellos? Yo puedo apretar cualquier botón o pulsar las teclas a mi antojo. Y en cuanto a los indicadores de luz, puedo decidir yo- y no usted- qué es lo que indican; es más, si así lo deseo puedo ignorarlos. Atentamente, un cliente estúpido”.

Por supuesto que no firmó así, pero podría haberlo hecho y sería lo correcto. No es necesario decir que no me molesté en responderle.

Los Sabios del Talmud no vieron demasiada diferencia entre mi tonto cliente y el pecador estándar. Desde su punto de vista, cuando una persona actúa contrariamente a las instrucciones de su Creador, de cómo debe vivirse la vida, seguramente cometerá un acto malo, malvado, egoísta, destructivo, desafiante, cobarde de acuerdo al caso. Pero por sobre todo, lo que estará realizando es algo profundamente estúpido.

Yanky Tauber

La santidad del matrimonio

Un matrimonio judío nace del amor. Se basa en la santidad y está dedicado a la vida. Estas no son meras palabras, sino expresiones cargadas de significado. Son los ideales por los cuales los judíos siempre han vivido y por los cuales hemos sacrificado nuestras propias vidas.

El término kadosh (santo) traducido literalmente significa separado, “apartado de”. Todo lo santo está apartado de, y separado de lo mundano y lo cotidiano.

Hay santidad en el tiempo, por cuanto determinados momentos están destinados a cumplir funciones especiales y concretas. Por ejemplo: el shabat es un día santo, las tres veces al día en que oramos son momentos santos, y el momento en que cumplimos con una mitzvá (por ejemplo cuando ponemos una moneda en una alcancía para fines benéficos) está santificado y se convierte en un momento sagrado.

También hay santidad en la gente: los judíos eligieron a Di-s y eligieron aceptar y observar Su Torá, y por tal razón nos hemos convertido en una nación santa. Del mismo modo, Di-s eligió a los judíos como Su pueblo santo. Dentro de este pueblo santo hay otras categorías de santidad. Los Kohanim (sacerdotes) fueron elegidos (apartados) para hacer el trabajo en el Templo, y entre los Kohanim está el Kohen Gadol (sumo Sacerdote) que era el único que podía entrar en el Santo de los Santos en el Templo (y ello sólo en Iom Kipur) para ejecutar determinadas tareas.

El propio Santo de los santos representa la santidad en el espacio. Los Rollos de la Torá, los libros santos como la Biblia, el libro de oraciones, el Talmud, etc., una mezuzá, son objetos santos. El Templo de Jerusalem en el que prestaron servicios los Kohanim, Jerusalem misma, una sinagoga, son sitios santos. Nuestro hogar, un hogar judío en el que la Torá es nuestra guía y en el que se celebra cotidianamente la vida en el más cabal sentido judío, es también un sitio sagrado.

Nuestros Sabios nos han transmitido muchas máximas interesantes en relación con la unión entre marido y mujer. El matrimonio no es sólo una unión de dos partes de un alma que ha descendido al mundo como dos personas separadas que constantemente se buscan entre sí. La búsqueda continúa hasta que se cumple esta sagrada unión, el matrimonio. 

La unión entre el hombre y la mujer, nos dicen nuestros Sabios, es tan complicada y milagrosa como la separación del Mar Rojo. El milagro del Mar Rojo no fue tanto la separación, como el que se mantuviera la separación del agua hasta que todos los judíos hubieran cruzado y estuvieran a salvo, en tanto que todos los egipcios se encontraran en medio del cruce. Lo mismo sucede en relación con el matrimonio. La ceremonia de bodas y la unión entre marido y mujer no es tan difícil ni milagrosa como lo es la duración del matrimonio; hacer que éste funcione y sea duradero.

No es coincidencia que la ceremonia de bodas en hebreo reciba el nombre de kidushin, palabra que se deriva del término kadosh. Tampoco es difícil comprender por qué tal concepto debe considerarse santo. Como lo vemos en la Torá, todos los aspectos de la vida judía, sean los físicos como los espirituales, los intelectuales o los emocionales, pueden y deben santificarse. Esto se logra cuando conducimos nuestras vidas del modo prescrito por Di-s.

El amor, también es un importante componente de kidushin. El amor, según el pensamiento jasídico, se expresa de tres formas: mediante el amor a Di-s, el amor a la Torá y el amor a otro judío. Di-s está vinculado a la Torá, y la Torá a los judíos. De modo pues, que se establece una triple unión. El mayor amor creado por Di-s es el amor que existe entre marido y mujer en el matrimonio judío. Si ello no fuera así, el Rey Salomón no habría empleado esta analogía en Shir Hashirim (El Cantar de los Cantares) un poema de gran amor y belleza en el que se describe el amor entre Di-s y Su pueblo. El Rey Salomón describe este amor refiriéndose al profundo sentimiento de un novio respecto de su novia.

El Rebe que Salvó a un pueblo

Durante cuatro días el pueblo de Kfar Jabad, en Israel,  ha estado sumido en un profundo duelo y en una angustia dolorosa, del tipo que los Jasidim de Lubavitch no han vivenciado durante muchos años. En aquella oscura y amarga noche, una banda de fedayines palestinos entró al pueblo. Se dirigieron a la sinagoga de la escuela local de agricultura, en donde los jóvenes estudiantes se encontraban en medio de las plegarias de Maariv (de la noche), y abrieron fuego en toda la sala con sus rifles Karl-Gustav. 

Recolectaron una cruel y sangrienta cosecha: cinco estudiantes y un maestro fueron asesinados y otros diez jovencitos heridos; su pura y santa sangre empapando los Sidurim que cayeron de sus manos y manchando las blancas paredes de la sinagoga.

Los Jasidim del pueblo, judíos rusos fuertes y de espaldas anchas con sus barbas negras y pobladas cejas, estaban parados desconcertados ante la terrible escena que presenciaban sus ojos. ¡Un pogrom en Israel! ¡Un progrom en Jabad!, murmuraron, y se mordían los labios con rabia. Las mujeres también se encontraban allí paradas, mujeres rusas fuertes y elegantes, retorciéndose sus manos y murmurando para ellas mismas en Ruso y Hebreo, sus ojos desprendiendo una laguna interminable de lágrimas.

Esto no era una escena común para los Lubavitchers. Estos Jasidim, que han sobrevivido los Pogroms del Zar Nikolai en Rusia y que ni siquiera pudieron ser intimidados por el Ejército Rojo, que han sido exiliados a las congelantes planicies de Siberia, y cuyas espaldas no podían doblarse luego de haber estado en las prisiones de Stalin y en los campos, ahora se encontraban estupefactos y desesperados. Ahora, que el golpe ha golpeado su casa, en el corazón del estado Judío.

En el centro del pueblo, se encontraba parado Rabí Abraham Mayor, quien fue un oficial de alto rango en el Ejército Ruso. Avraham Mayor, cuya leyenda contaba que él solía pararse con calma y cantar melodías jasídicas mientras una banda de soldados lo golpeaba con sus rifles y colillas, ahora se encontraba llorándole al Cielo: “Creador del Universo, ¡¿Por qué?! ¡¿Cómo han pecado estos niños?!”

Había algunos que veían lo ocurrido como un símbolo que su pacífica vida en la Tierra Santa era prematura. ¿Tal vez debamos disolvernos y buscar refugio en lugares más seguros? El pueblo de a poco se iba muriendo.

El Pueblo espera

Pero era claro para todos que antes de realizar cualquier movimiento, se debía consultar con el Rebe. Nada podía hacerse sin su consentimiento y conocimiento. Todos esperaron el telegrama desde “allí”, desde Nueva York, pero el telegrama sin poder explicarse por qué, no llegaba. Cuatro días habían pasado desde que el terror había golpeado. Un largo telegrama había sido despachado inmediatamente informándole al Rebe de todos los detalles de la tragedia, y se esperaba una respuesta aquella misma noche. Pero el Rebe permanecía en silencio. ¿Qué había sucedido?, muchos se preguntaban, ¿Por qué no responde? ¿No tiene acaso una palabra de consuelo para sus golpeados seguidores?

Debe aclararse, que un telegrama del Rebe es una parte integral de la vida Jasídica de Jabad alrededor de todo el mundo. Cada problema, cada decisión ya sea comunal o de la vida privada del Jasid de Lubavitch, es referido a la central del Rebe en Brooklyn, y cualquiera sea la respuesta, eso es lo que se hace. Y la respuesta siempre llega, ya sea por correo común, correo express o un telegrama de emergencia, dependiendo de la urgencia del asunto, y siempre son cortos y directos al punto.

¿Por qué es entonces que la respuesta del Rebe acerca de este terrible tema demoraba tanto? Los ancianos del pueblo no tenían explicación alguna, y, mientras las horas y los días pasaban, la respuesta continuaba plagando sus atormentadas almas, y su angustia y desesperación crecían más y más en sus corazones.

El Telegrama

Y luego, cuatro días después de la tragedia, llegó el tan esperado telegrama. La noticia corrió por todo el pueblo: ¡Un telegrama del Rebe! ¡Ha llegado el telegrama! El pueblo entero, hombres, mujeres y niños, se reunieron en la plaza del pueblo para escuchar la respuesta del Rebe.

Y el Rebe fue característicamente sucinto. El telegrama contenía una sola oración, tres palabras en hebreo, pero esas tres palabras fueron suficientes para salvar al pueblo de la desintegración y a sus habitantes de la desesperación. “Behemshej habinian tinajeimu”, escribió el Rebe de Lubavitch, Rabi Menajem Mendel Schneerson. “A través de su incesante construcción, se van a reconfortar”.

Los Jasidim de Kfar Jabad ahora tenían un fuerte soporte para su futuro: sabían lo que tenían que hacer. ¡Debían construir! ¡El Rebe dijo que tenían que construir! ¡Y a través de la permanencia de su construcción van a reconfortarse! Aquella misma noche, los ancianos del pueblo mantuvieron una reunión para discutir cómo debe implementarse la directiva del Rebe. Luego de una corta discusión, llegaron a una decisión: construirían una escuela vocacional en donde a los niños que provienen de medios desfavorecidos se les enseñara el oficio de impresión. En aquél mismo lugar en donde la sangre fue derramada, un edificio sería construido.

El Rebe Sabía

A la mañana siguiente, todos los residentes del pueblo se reunieron en el terreno vacío al lado de la escuela de agricultura y comenzaron a limpiar y nivelar la tierra para preparar la construcción. La alegría volvió a sus ojos.

En las semanas posteriores, llegaban cartas de parientes y amigos en Nueva York describiendo lo que había pasado en aquellos cuatro interminables días en los que el pueblo esperaba con impaciencia la respuesta del Rebe.

Durante todo el mes de Nisan, el mes de la redención, es la costumbre del Rebe dedicarse enteramente al servicio de su Creador, reduciendo su contacto con los Jasidim a un mínimo. Es raro que a un individuo se le otorgue una audiencia con el Rebe en este período, y toda menos la correspondencia más urgente es postergada hasta el fin de este auspicioso mes.

Cuando el mes de Nisan finaliza, se lleva a cabo un Farbrenguen festivo (reunión jasídica) en la sede del Rebe en Eastern Parkway en Brooklyn, marcando la reanudación del Rebe de su involucración con sus miles de seguidores en todo el mundo. El Rebe habla por horas, sus charlas intercaladas con canciones y Lejaim, usualmente hasta altas horas de la madrugada.

Aquél año, también se llevó a cabo el Farbrenguen marcando el fin de Nisan. Las noticias trágicas provenientes de la Tierra Santa habían llegado a Nueva York momentos antes del comienzo del farbrenguen, pero los secretarios del Rebe decidieron retener las noticias hasta el fin de la reunión. Pero lo que sus asistentes no le habían dicho, su corazón parecía haberlo hecho. Aquella noche, el Rebe habló sobre el auto sacrifico Judío y el martirio “al kidush Hashem” (por la santificación del nombre de Di-s), sobre la reconstrucción de la Tierra Santa, y la redención de Israel. Lágrimas fluían de los ojos del Rebe mientras hablaba. Toda la noche habló y lloró, cantó y lloró, y lloró un poco más.

¿Por qué está llorando el Rebe? Sólo unos pocos de los presentes podían adivinar, aquellos que ya sabían lo del telegrama desde Kfar Jabad.

El farbrenguen terminó. Los Jasidim se dispersaron a sus casas, y el Rebe se retiró a su pieza. Con gran trepidación, dos de los Jasidim más cercanos al Rebe tocaron a la puerta del Rebe y le entregaron el telegrama desde Israel. El Rebe se hundió en su silla. Cerró su puerta y no la abrió por tres días. Luego de tres días de aislamiento total, llamó a su secretario y le dictó su respuesta: “Behemshej habinian tinajeimu”. “A través de su continua construcción, serán reconfortados”.

Los Jasidim de Kfar Jabad han cumplido con el deseo del Rebe. Sin la ayuda de filántropos o de fundaciones, recaudaron 50.000 Shekalim, y hoy, un año luego de la tragedia, se ha completado la construcción del edificio de la escuela vocacional.
Nota del Editor: El siguiente artículo es una traducción libre de una historia que apareció en el periódico Israelí Yediot Ajronot el 4 de Iyar de 5717 (5 de Mayo de 1957). Hemos dejado el artículo como fue publicado originalmente a pesar del hecho que contiene algunos hechos imprecisos, por su vívida representación de la época y la impresión del reportero Israelí sobre la gente y de los eventos que él describe.

Cuidá tu alma

¿Quién es un hombre sano? ¿El que hace ejercicios corporales? ¿El que cuida su alimentación sana y se preocupa por su higiene?…

Esos son organismos que funcionan bien, tienen un cuerpo sano, pero no es igual a ser un hombre sano.

Es muy importante tener un cuerpo sano, alimentarse bien, descansar, realizar actividades físicas, tomar sol. Esta es nuestra responsabilidad. Pero el hombre también vive otra realidad, con sus sentimientos, sensaciones, nostalgia, amor, esperanza y su fe.

Estas dos cosas: cuerpo y alma se interrelacionan. Un hombre no puede tener un cuerpo sano, si tiene un alma enferma y no puede tener un alma sana, si tiene un cuerpo que no lo cuida. El hombre está compuesto por un cuerpo vital, es lo que se ve a simple vista ó por medio de estudios médicos y por lo que no se puede ver, lo oculto que es “el alma”.

Así como hay enfermedades físicas, hay medicamentos que las curan. Existen enfermedades del alma que debilitan alguna parte del cuerpo y para evitar su enfermedad debemos diariamente tener un momento de meditación, dejando de lado lo material, para así poder valorar nuestra vida, a nuestros seres queridos, agradeciéndole a Di-s por todo lo que nos está dando, es parte de la medicación para nuestra alma.

El estado de salud del cuerpo depende del constante flujo de sangre que se irradia a todo el cuerpo, por medio del permanente e incesante trabajo del corazón. Cuando esta circulación es correcta, el hombre se encuentra en perfecto estado de salud, ya que sus órganos están unidos entre sí y reciben su vitalidad del corazón.

Tenemos que cuidar nuestro cuerpo, pero buena salud es un cuerpo sano y un alma sana.

Hoy en día la medicina ha descubierto el efecto que tiene el espíritu de una persona para la cura de su enfermedad. Un hombre con espíritu saludable y optimista tiene un sistema inmunitario mayor.

Una debilidad en el espíritu puede provocar un mal en el cuerpo. Así como ciertos alimentos nutren al cuerpo, el alma necesita nutrición espiritual. Esta nutrición incluye un conocimiento de la propia misión en la vida y un reconocimiento a Di-s, que nos ha dado la capacidad de cumplir con esa misión. Un alma saludable se conecta con Di-s mediante el estudio, el rezo, y los actos de benevolencia; Es muy importante transmitir a una persona enferma confianza y esperanza en su recuperación.

Los médicos que tratamos de curar a un enfermo, sólo somos el medio entre Di-s y el enfermo, es por eso que cada vez que estoy intentando salvar una vida, me encomiendo a ÉL, y es muy importante que la persona enferma también confíe en Di-s, pues es la mejor medicina para luchar contra la desmoralización que acompaña la enfermedad. Di-s dio al médico una gran responsabilidad, el médico tiene que poseer la humildad de reconocer que el poder de curar viene de Di-s.

Un médico debe ser sensible, no ser arrogante, pues él es sólo el medio, como está escrito “Di-s es el que sana”. Si bien Di-s nos ha dado a los médicos la responsabilidad de curar el cuerpo, el hombre debe procurar cuidar de su alma.

Debemos aprender a escuchar a nuestro cuerpo, reconocer sus síntomas, cuidarlo, pues éste pertenece a Di-s y nosotros somos su portador a lo largo de la vida…Como dice el Código de Ley Judía: “Uno no tiene el derecho de lastimar su cuerpo, pues no es propiedad suya, sino de Di-s”.

Dr.Abraham Obrelan

Especialista en Cardiología (Basado en las Enseñanzas del Rebe de Lubavitch)

¿Buscando en las novelas un amor perfecto?

Sucedió hace mucho tiempo. Recuerdo exactamente cuándo, ya que fue el año de nuestra gran tragedia. Habíamos estado en los Estados Unidos por tan sólo cinco años, después de haber llegado de Estocolmo, Suecia, donde mi padre, el Rabino Israel Yaakov Zuber, de bendita memoria, fue como emisario de Lubavitch por casi dos décadas.

Adaptarse había sido muy difícil, pero a esa altura, todo se estaba poniendo en su lugar. Mi padre era el decano de la Ieshivá de Lubavitch, en Boston. Era miembro importante de la corte Rabínica de la ciudad, y había pasado de ser Rabino en una sinagoga pequeña en Dorchester a una congregación más grande en Roxbury. Mi madre, Rebetzin Zlata Zuber, de bendita memoria, tomaba clases de inglés en la noche, participando en organizaciones de mujeres y socialización en la nueva comunidad.

Y luego, la tragedia.

Fui una estudiante inocente, sin preocupaciones, y después, una joven devastada y desconcertada. Hubo un cambio abrupto de la infancia al mundo feo y horrible de la realidad adulta.

En el mundo actual, donde el crimen y la violencia se han convertido en una parte de la vida cotidiana, podemos reaccionar con menor intensidad a los actos brutales, pero en 1953 el mundo era más seguro y estable, por lo que la noticia de nuestra gran pérdida fue publicada no sólo a nivel local y nacional, sino en todo el mundo.

Una tarde de invierno, cuando el año nuevo secular comenzó, mi padre perdió la vida en manos de asaltantes desconocidos, y nuestras vidas cambiaron para siempre.

Y aquí es donde mi historia en realidad comienza. Unos meses más tarde, mi madre decidió que debíamos irnos a Nueva York para tener una audiencia privada con el Rebe, Rabí Menajem Mendl Schneerson, de Santa memoria.

Yo había estado en una audiencia con el sexto Rebe de Jabad, Rabí Iosef Itzjak Schneerson, de Santa memoria, dos veces. Una vez, cuando era una niña muy pequeña, lo visitamos en el Grand Hotel en Estocolmo, cuando se dirigía a Estados Unidos. Inmediatamente después de nuestra llegada a los Estados Unidos había sido la segunda vez. Pero esta vez sería muy diferente. Rabí Iosef Itzjak, ahora conocido como el Rebe Anterior, había fallecido unos tres años antes, e íbamos a tener una audiencia con el nuevo Rebe de Lubavitch, Rabí Menajem Mendel.

Mis recuerdos del Rebe Anterior eran muy claros, un hombre digno, grande, de una persona de mirada muy seria. Me sentía intimidada por él.

Mi vida había cambiado, ya no era una niña dentro de una familia, sino un adulto joven y responsable. Pensé que la audiencia sería una experiencia interesante, y por supuesto, quería cumplir con los deseos de mi madre de acompañarla, pero no tenía ni idea de qué esperar.

Las citas para la audiencia se hacían con semanas de anticipación, los nombres fueron escritos y se asignaron los horarios. Los tiempos eran arbitrarios, porque era imposible saber el período exacto de cada audiencia antes de nosotros. Con frecuencia, había cambios de última hora para los dignatarios, los visitantes de lugares lejanos y las emergencias. Nos dijeron que nos mantengamos en contacto con uno de los ayudantes del Rebe, el Rabino Leibel Groner, durante esa noche para que no tuviéramos que esperar en el vestíbulo por un largo período de tiempo.

Había un profundo silencio en el interior de 770 (el Centro de Jabad Lubavitch Mundial) cuando llegamos. Algunas personas esperaban afuera de la oficina del Rebe, algunos en el pasillo exterior. No estaba muy lleno. Las audiencias comenzaban en la noche, y con frecuencia continuaban hasta las primeras horas de la mañana.

El Rabino Groner llevaba la cuenta del tiempo y tocaba a la puerta de la oficina del Rebe, o incluso abría la puerta, para indicar que había acabado el tiempo. Si el Rebe estaba absorto en la conversación, entonces no tenía en cuenta la interrupción. Por la lista que el Rabino Groner tenía, sabíamos cuándo sería nuestro turno.

Mi madre estaba visiblemente angustiada. Ahora era la jefa de nuestra familia, una posición para la cual no estaba preparada. Ella se sentía abrumada por la pérdida, el extraño idioma y la novedad del país.

La tensión se acumulaba mientras esperábamos. El silencio se hizo sofocante. Y, finalmente, llegó nuestro turno. Fuimos rápidamente introducidas a la habitación. El Rebe estaba sentado detrás de un gran escritorio de caoba, frente a la puerta. Dos sillas vacías se enfrentaban a la mesa, pero nos quedamos detrás de las sillas como era la costumbre. Alrededor de la habitación había estanterías llenas de libros de enseñanza judía y creo que había pilas de libros de estudio cerca de las estanterías también.

Mi madre lloraba en voz baja mientras yo miraba al Rebe. Nos miró con compasión y preocupación: había conocido a mi padre, y también participado con nosotros en la tragedia. Luego sonrió suavemente y nos invitó a sentarnos. Parecía tan humano, me sentí inmediatamente a gusto. Habló con mi madre durante un tiempo acerca de sus planes para el futuro, de sus actividades diarias, de mi padre, y todo lo que tenía que ver con nuestra vida.

Luego el Rebe me miró y me preguntó acerca de mis cursos, mis planes para el futuro, mis intereses y preocupaciones. Respondí sin dificultad. Parecía tan genuinamente interesado en todo lo que dije, y de sus respuestas e interjecciones, sabía que estaba escuchando con atención. Sonó el timbre, el tiempo había terminado, y nos retiramos sintiéndonos consoladas y tranquilas.

Recuerdo claramente a mi madre señalando que se sorprendió de mi interacción con el Rebe, que me notaba tan cómoda y a gusto, como si se tratara de un miembro de la familia, alguien a quien conocía de toda mi vida. Y de hecho, así es como me sentí.

Unos meses más tarde, cuando fui de visita a Nueva York con unos amigos, decidí ir a ver al Rebe de nuevo. La audiencia fue pedida desde Boston, y en la fecha especificada llegué a 770. Me sentí un poco incómoda esperando sola. No conocía a mucha gente de la zona, y a nadie en el vestíbulo aquella noche. Llegó mi turno, y estaba muy emocionada de tener la oportunidad de reunirme nuevamente con el Rebe. Ahora que sabía lo que esperaba, mi entusiasmo era desbordante.

Al principio hablamos de mis estudios. El Rebe preguntó en detalle acerca de mis cursos, mis profesores, mis intereses y los planes para el futuro. Luego, para mi gran sorpresa, me preguntó por mis planes muy personales, acerca de mis citas para casarme. Le dije que había conocido a varios jóvenes, pero a ninguno como para casarme.

El Rebe sonrió y me preguntó mi opinión sobre un estudiante en particular.

Tragué saliva, no lo podía creer, la pregunta era sobre un joven que había conocido recientemente.

El Rebe luego preguntó sobre otro estudiante, después de un tercero. Yo estaba totalmente abrumada.

Al parecer, sabía todo acerca de mi vida, sin duda en este aspecto. Sacudí la cabeza y enrojecida expliqué por qué cada uno de ellos no era la persona correcta para mí.

Entonces el Rebe sonrió levemente y me dijo que yo había leído demasiados libros. ¿Cómo lo sabía?. Amor, me explicó, no es lo que hay en las novelas románticas. No es esa emoción abrumadora, cegadora que se retrata en una novela. Estos libros no retratan la vida real, dijo. Es un mundo de fantasía, de emociones inventadas. La ficción es sólo ficción, pero la realidad es diferente.

Y entonces, como un padre a una hija, comenzó a explicarme el significado del amor verdadero.

El amor, me dijo, es una emoción que aumenta con fuerza durante toda la vida. Es compartir, preocuparse y respetarse uno al otro. Es construir una vida juntos, una unidad de familia y hogar. El amor que se siente como una esposa joven, continuó, es sólo el comienzo del verdadero amor. Es a través de los pequeños actos cotidianos de la vida que el amor florece y crece.

Y así, continuó, el amor que se siente después de cinco o diez años, es un fortalecimiento gradual. Cuando dos vidas se unen para formar una, con el tiempo, se llega a un punto en el que cada pareja se siente parte del otro, donde cada uno ya no se puede visualizar la vida sin su compañero a su lado.

Sonriendo me dijo que dejara de lado las nociones románticas desarrolladas por mi actividad literaria, y que viera el amor y el matrimonio de una manera significativa.

Salí de la oficina del Rebe con una gran sonrisa en mi cara. El Rebe sabía cómo comunicarse con una joven soñadora. Él sabía qué decir y cómo decirlo. Sus palabras, pronunciadas desde el corazón, resonaron en mi corazón. Ese es mi Rebe.

De todas partes del mundo, Rabinos, empresarios, líderes comunitarios y políticos buscaron el consejo del Rebe, con frecuencia sobre temas de trascendental importancia, afectando a una gran cantidad de personas. Sin embargo, en el caso de una joven parada en el umbral de la vida, preparándose para tomar la decisión más crucial de su existencia, a esta jovencita le dio a su atención. Con amor paternal y compasión, paciencia y preocupación, le explicó el significado del amor, el matrimonio, el hogar y la familia.

Por: Chana Sharfstein

Otra tradición de Shavuot es disfrutar comidas lácteas, ya que la leche se compara con la Torá que alimenta y nutre.
¡Jag Saméaj para todos!

El judaísmo y la donación de órganos


Ell Judaísmo considera la vida sagrada. Por esta razón, donando un órgano para salvar una vida es el acto más alto de virtud. Pero a veces, precisamente porque la vida es sagrada, la donación de órganos es problemática.

La ley judía distingue entre órganos donados durante la vida y donación del órgano después de la muerte. Mientras se está vivo, donar un órgano sin el que se puede vivir, como un riñón, o médula ósea o sangre para salvar o mejorar otra vida es uno de los más grandes actos que se podría realizar.

En la teoría, lo mismo debe aplicarse a los órganos donados después de la muerte. Siendo que salvar vidas está por encima de casi todo, la oportunidad de hacerlo después de la muerte no sólo debería ser aceptable sino incluso obligatorio.

Pero en la práctica, esto presenta una preocupación mucho más seria. Para ser utilizable en un trasplante, la mayoría de los órganos tienen que ser quitados mientras el corazón todavía está latiendo. Pero la ley judía mantiene que si el corazón todavía funciona, la persona está viva. El momento de muerte se define cuando el corazón se detiene. Así que quitar los órganos de un paciente declarado con muerte cerebral mientras el corazón todavía está latiendo, es equivalente al homicidio.

Mientras el mundo médico y legal ha aceptado la muerte cerebral como una nueva definición de muerte, la inmensa mayoría de expertos en la ley judía no. Manosear la definición de muerte es empezar un camino que puede llevar a problemas éticos mayores. Esta es una pregunta de vida y muerte. Necesitamos de una sabiduría más elevada para guiarnos. No quisiera tener que decidir lo que es correcto o incorrecto basado en mi propia opinión subjetiva y sentimientos.

Agradezco a Di‐s que tenemos la Torá para darnos claridad en estos difíciles problemas

El Arpa del Rey David

El Rey David no dormía toda la noche como el común de la gente. Desde el anochecer hasta cerca de la medianoche estudiaba Torá jubilosamente con voz agradable.

Cuando el cansancio lo vencía, se adormecía. Pero a la medianoche se despertaba y se levantaba como un león para estudiar Torá ininterrumpidamente hasta el amanecer.

¿Cómo sabía el Rey David cuando era exactamente la medianoche?. Él tenía un despertador original -su arpa-, el mismo instrumento con el que acompañaba sus hermosos cantos de alabanza al Creador. El arpa estaba colgada sobre su cama. A la medianoche, un viento suave del norte soplaba a través de la ventana que estaba abierta y tocaba dulcemente las cuerdas del arpa. Los suaves sonidos lo despertaban y le recordaban que era la hora de servir a su Creador.

Una vez, cuando empezaba a amanecer, los sabios de Israel y sus parnasim (líderes) entraron al cuarto del rey y le dijeron, “Su majestad, el pueblo necesita ganarse la vida. Hay mucha gente que no tiene nada para comer.“

“Vayan a ver a los Judíos ricos y díganles que les den Tzedaká (caridad) a sus hermanos pobres para que mantengan unos a otros”, respondió el rey.

“Perdónenos, Su Majestad, por nuestra insistencia,“ le dijeron los parnasim a modo de disculpa“ pero hay muchas familias numerosas con grandes necesidades. El dinero que recibirán de los ricos no será suficiente, del mismo modo que una pequeña cantidad de carne no alcanzaría para satisfacer a un león hambriento, y así como un pozo nunca se podría llenar con la tierra que se sacó a los costados y que luego se arrojó nuevamente al mismo.“

La compasión de David por los que padecían miseria resurgió. Luego de reflexionar por un momento. respondió, “ustedes saben que nuestros enemigos están oprimiéndonos y tramando destruirnos constantemente. Declarémosle la guerra. Con la ayuda de D’s, triunfaremos. En consecuencia, podremos tomar todo su oro y plata como botín de guerra y repartirlo entre los pobres. Esto les va a alcanzar para un tiempo largo.”

Antes de declarar la guerra, los sabios Judíos consultaron al consejero del Rey, Ajitofel, sobre quien Shemuel Hanaví (el profeta Samuel) declaró que recibió su cargo por ruaj hakodesh (espíritu divino). Ajitofel le enseñó estrategia militar a los judíos. Luego los líderes le pidieron permiso al Sanhedrín (Supremo Tribunal) para hacer la guerra y rezar por el triunfo. También consultaron a los Urim Vetumim, que era un trozo de pergamino sobre el cual estaba escrito el nombre sagrado de Hashem. Este estaba colocado dentro el peto del Kohen Gadol (sumo sacerdote). El joshen (peto) era una vestidura adornada con doce piedras que tenía los nombres de las doce tribus. El Kohén Gadol (Sumo Sacerdote) le preguntaba a los Urim Vetumim si el pueblo debía salir a la guerra o no, y si iban a triunfar. Como respuesta ciertas letras del Joshen se encendían como faroles y el Kohén Gadol ordenaba las letras en palabras. Si el mensaje que se formaba indicaba triunfo, los judíos sabían que del Cielo les permitían salir a la guerra y les otorgarían la victoria.