El Ohel

“El Ohel ” es el lugar donde fue enterrado el Rebe de Lubavitch , Rabino Menachem M. Schneerson , de justa memoria, el 3 de Tamuz del año 5754 (12 de junio de 1994), junto a su suegro, el sexto Rebe de Lubavitch , Rabino Yosef Y. Schneersohn , de justa memoria.

Durante la vida del Rebe , él frecuentaba el lugar de descanso de su suegro, a veces dos, tres, cuatro o incluso seis veces por semana, llevando los problemas de la gente y sus pedidos de oración al sagrado lugar de descanso.

Ahora, jasidim, judíos y no judíos de todos los ámbitos de la vida vienen de todo el mundo al lugar de descanso del Rebe en busca de bendiciones, guía espiritual e inspiración…

El término Ohel (lit. “tienda”) se refiere a la estructura construida sobre el lugar de descanso de un tzadik , una persona justa. También se la conoce como tziyun (marcador).

Durante nuestro largo y doloroso viaje a través de la historia, los lugares sagrados de descanso de nuestros antepasados justos han servido como oasis espirituales. Si bien la ley y la tradición judías dictan que una persona debe dirigir sus oraciones solo a Di-s y no a ninguna otra entidad, el lugar de descanso de una persona justa se considera tierra sagrada, un lugar donde las súplicas al Todopoderoso son escuchadas por el mérito del alma santa relacionada con ese lugar. Tumbas como la de la Madre Raquel y la del Rey David , a las que se hace referencia en la Biblia y el Talmud , han proporcionado consuelo a millones de personas.

Durante su vida, el Rebe frecuentaba el lugar de descanso de su suegro, el sexto Rebe ( Rabino Yosef Y. Schneersohn ), a veces dos, tres, cuatro o incluso seis veces por semana, llevando los problemas y los pedidos de oración de la gente al sagrado lugar de descanso. El Rebe respondía a cientos de miles de personas escribiendo (en hebreo): “Mencionaré [su pedido] en el tziun “. Leía minuciosamente cada una de las miles de notas, luego las rompía y las dejaba en la tumba, tal vez como un recuerdo físico del suplicante.

Ahora, jasidim, judíos y no judíos de todos los ámbitos de la vida vienen de todo el mundo al lugar de descanso del Rebe en busca de bendiciones, guía espiritual e inspiración.

Hay numerosas observancias relacionadas con la visita al lugar de descanso del Rebe, como abstenerse de comer (aunque no de beber) antes de la visita, quitarse los zapatos de cuero antes de entrar al mausoleo (como hizo Moisés antes de acercarse a la zarza ardiente) y más.

Pero lo más importante es que uno no va al Rebe sin una preparación mínima de donaciones de caridad, estudio de la Torá y cierto grado de inventario espiritual.

El término “Ohel” (lit. “carpa”) se refiere a la estructura construida encima del lugar de reposo de un tzadík, una persona justa y piadosa.

Durante su vida, el Rebe fue receptivo a las necesidades de cada individuo, independientemente de su formación, educación, o grado de involucración religiosa. Todos los que se aproximaron al Rebe percibieron su penetrante visión en cuanto a su condición personal particular y hallaron consuelo en sus palabras de bendición y consejo, plenas de comprensión.

Esto continúa hoy, cuando miles de individuos de todos los estratos de la vida acuden al Ohel para solicitar que el Rebe interceda por ellos en las Alturas Celestiales, y para recibir inspiración, vitalidad y orientación.

Cuando no es posible acercarse personalmente, muchos envían cartas (por e-mail o haciendo click aquí) para ser colocadas en el Ohel.

En El Ohel

    • Hay entradas individuales para damas y caballeros. Algunos tienen la costumbre de golpear la puerta antes de entrar, en señal de respeto.

    • Es costumbre leer a media voz la carta propia, y luego romperla y colocarla en el área cercada.

    • Las plegarias usuales incluyen el Maané Lashón y Salmos. Los capítulos sugeridos incluyen el del Rebe, Salmo 120, y el correspondiente a la propia edad (o sea, el Capítulo 31 para quien tiene 30 años). En la antecámara del Ohel hay libros de Maané Lashón y de Salmos.

    • Como muestra de respeto, es costumbre abandonar el Ohel caminando hacia atrás, sin darle la espalda.

    • Se puede acceder al sendero que conduce al Ohel a través del patio posterior del centro.

 

¿Qué se hace en el Ohel?

Antes de ingresar al Ohel es costumbre escribir una carta al Rebe. Al firmarla, o al mencionar el nombre de otra persona en la misma, se debe incluir el nombre de la persona y el de su madre (por ejemplo: Itzjak, el hijo de Sará). 

Es preferible emplear el nombre hebreo.

    • Los hombres deben cubrirse la cabeza con una kipá o sombrero. Las damas han de vestir recatadamente, y cubrirse la cabeza con algo que oculte su cabello por completo (estas coberturas están disponibles en el patio posterior del Centro).

    • Es costumbre no utilizar calzado de cuero en el Ohel (en el patio posterior del Centro hay disponibles calzados de otros materiales).

    • Puede encenderse velas en los estantes asignados para ello en la antecámara del Ohel (hay velas disponibles en el patio posterior del Centro).

Envía una carta al Ohel del Rebe זי”ע

A lo largo de su vida, el Rebe recibió cientos de cartas cada día, de personas de todos los orígenes, ocupaciones y creencias imaginables.

Hoy en día, la gente continúa enviando cartas para colocarlas en el Ohel para la guía e intervención del Rebe en lo Alto, siguiendo la antigua tradición de peticiones de oración escritas en nuestros lugares más sagrados.

Ya sea que se haga referencia a uno mismo o se mencione el nombre de otra persona en una carta, siempre se debe incluir el nombre y el nombre de la madre (por ejemplo, Isaac, el hijo de Sara) tanto de la persona que necesita la bendición como del firmante. (

Es preferible utilizar el nombre judío de la persona. Las cartas pueden escribirse en cualquier idioma.

Utilice este formulario a continuación para que los rabinos del Ohel Chabad Lubavitch lleven personalmente sus oraciones al lugar de descanso del Rebe.

¿Cómo llegar?

El Centro Ohel Jabad-Lubavitch está localizado junto a la tumba del Rebe en la siguiente dirección:

226-20 Francis Lewis BoulevardCambria Heights, NY 11411Tel: (718) 723-4545 

 

Bus al Ohel:

Desde la Central de Jabad, 770 Eastern Parkway en el barrio de Crown Heights, Brooklyn, sale todos los días (excepto Shabat y festividades) a las 10:30 hs.  en punto un bus hacia el Ohel, y está de regreso alrededor de las 13 hs. Este tiene un valor de us$10 ida y vuelta.

Las leyes de responder Amén

Cuándo si:

• Se debe responder Amén cada vez que escuche a otro decir una bendición, incluso si la bendición no contiene el nombre de Di‐s, como “Que el Misericordioso sea bendito…”.

• Para responder Amén, uno puede escuchar la bendición completa, el final de la bendición, o al menos saber a qué bendición se está respondiendo Amén. Si no escucha la bendición y no sabe a qué bendición responderá, no responde Amén

• Se permite responder Amén a cualquier bendición que escuche a través de un micrófono o conexión en vivo.

• Se debe responder Amén inmediatamente después de que se complete la bendición.

Cuando no:

• Si uno completa su propia bendición al mismo tiempo que otra persona termina su bendición, no responde Amén sobre la bendición del otro, pues parece como si estuviera diciendo Amén a su propia bendición.

• Se dice Amén a una bendición que un niño pronuncia por algo sobre lo que necesita decir una bendición, como por ejemplo sobre la comida antes de comer. Sin embargo, si el niño dice una bendición como parte de su rutina de aprendizaje, como cuando practica la lectura, no se debe decir Amén.

• Si alguien dice una bendición, pero cambia el texto instituido por los rabinos, no responde Amén.

• Uno puede responder Amén a una bendición dicha por un no judío, si escucha la bendición completa de principio a fin si el no judío cree en Di‐s.

• Se debe concentrar bien al contestar el “Amen Iehei Shmei Raba…” en Kadish, porque aquellos que respondan “Amen Yehei Shmei…” con mayor concentración tendrán su decreto más años de vida. Además, esto debe decirse en voz alta (no gritando), porque esto también logra la eliminación de todos los decretos malignos.

• Si termina una bendición al mismo tiempo que el jazan‐ cantor, pero las bendiciones son diferentes, responde Amén a la bendición del cantor

Festejando la espiritualidad

El judaísmo ofrece muchas oportunidades para regocijo, alegría y deleite, principalmente las tres Festividades de Peregrinación (Pesaj, Shavuot y Sucot). En lo relativo a estos días festivos Di-s nos ordena: “Vosotros os regocijaréis en vuestra festividad.

Pesaj conmemora el éxodo físico de los judíos de Egipto; Shavuot – la entrega de la Tora; Sucot – la protección en el desierto del calor chamuscante del sol por las Nubes de Gloria. De las tres festividades, Shavuot es obviamente la más espiritual en naturaleza, conmemorando un evento enteramente espiritual.

Las tres Festividades de Peregrinación se supone que serán celebradas no sólo con plegarias y estudio, sino también con fino alimento y bebida. En ciertas circunstancias, sin embargo, el deleite de Pesaj y Sucot puede ser expresado de una manera totalmente espiritual, renunciando a comida y bebida. Tal sería el caso cuando uno ayuna durante estas fiestas a causa de un sueño aflictivo.

Esto no es así con respecto a Shavuot. En esta fiesta estamos obligados a “comer y regocijarnos, demostrando que los judíos están complacidos y gratificados con el día en el cual la Tora fue entregada”. Ayunar en Shavuot a causa de un sueño perturbador está prohibido.

Parece paradójico que Pesaj y Sucot, las dos festividades que conmemoran primariamente eventos físicos, puedan ser celebradas de una manera totalmente espiritual, mientras Shavuot, que conmemora un evento que es completamente espiritual, debe ser celebrada no sólo espiritualmente, sino también físicamente.

 

¿Por qué debe ser celebrada así Shavuot?

Shavuot es la revelación de la Divinidad que acompañó la Entrega de la Torá y penetró toda la creación. En las palabras de nuestros Sabios: “El sonido de la entrega de la Torá por parte de Di-s llegó de las cuatro direcciones así como también de arriba y abajo”. Tan temible y todo-abarcador fue este evento que “ningún pájaro gorjeó; ..ninguna vaca mugió; …el mundo estuvo silencioso y mantuvo su paz”.

Además, el sonido de la Entrega de la Tora imbuyó a todo, aún lo inanimado. Por lo tanto, dicen nuestros Sabios, este sonido no produjo eco. Un eco resulta cuando ondas de sonido no son absorbidas por un objeto, sino rebotan fuera de él. Dado que el sonido de la entrega de la Tora por parte de Di-s penetró toda materia, fue imposible para el sonido producir eco.

Esto fue así porque cuando la Tora fue entregada, la esencia depuradísima de Di-s fue revelada, pues Di-s imbuyó a la Tora de Su Esencia. Ya que Di-s es la única entidad que es verdaderamente infinita, el tiempo en que la Tora fue entregada – cuando Su Esencia fue revelada – nada fue impermeable a esta revelación; penetró e imbuyó a toda la creación, aún a la más tosca de las materias corpóreas.

Una fiesta que celebra lo último en revelación espiritual y que también imbuye a toda la creación sin limitación, debe ser celebrada de una manera verdaderamente revelada y sin limitación, incluyendo un modo físico, es decir, a través de comer y beber.

Si ayunar a causa de un sueño aflictivo fuera permitido en Shavuot, esto indicaría que quedó un nivel en el universo que fue impermeable al júbilo de Shavuot. Esto sería contrarío al espíritu de la festividad como un todo, la que proclama que aún el nivel más bajo está “complacido y gratificado” dé recibir la Tora.

Así, Shavuot afecta aún a un individuo que está tan afligido que en cualquier otro tiempo del año sería imposible para él derivar placer de alimento. Shavuot y su júbilo transforman aún a este individuo perturbado, pues él, también, está “complacido y gratificado” de recibir la Tora.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. IV, págs. 1092-1096; Vol. XXIII, págs. 27-32.

¿Qué relación hay entre Shabat y la entrega de la Torá?

La porción de la Torá Nasó se lee comúnmente en el Shabat siguiente a Shavuot. Dado que las festividades están relacionadas con las porciones semanales de la Torá, en las cuales caen es comprensible que dentro de Nasó haya una alusión a las cualidades especiales de este Shabat.

¿Qué tiene de especial este Shabat y dónde se alude a él en la porción de Nasó?

Antes que Di-s entregara la Torá en Matán Torá, había una división entre Cielo y tierra: “Aquellos que estaban en lo alto no podían descender abajo; aquellos que estaban abajo no podían ascender a lo alto”. Matán Torá subsanó esta división, y cielo y tierra pudieron entonces ser unidos. Como tal, las mitzvot realizadas antes de Matán Torá carecían de la cualidad de las mitzvot realizadas después.

Lo mismo se considera cierto para el mandamiento de Shabat. A pesar de que los judíos observaban Shabat antes de Matán Torá su observancia entonces no podía de ningún modo compararse a su observancia una vez que la Torá fue entregada.

Dado que todos los eventos pasados son revividos y recordados en el tiempo del año durante el cual ellos primero ocurrieron, nosotros entendemos que el Shabat siguiente a Shavuot es un eco del primer Shabat que tuvo lugar después de Shavuot, a saber: es el primer Shabat completo que nosotros observamos como resultado de Matán Torá.

Antes de Matán Torá, las alturas del Cielo tenían aún que descender “abajo” a la tierra, y la ejecución de mitzvot estaba limitada por la capacidad individual de la persona. Como resultado, era imposible imbuir a los objetos de santidad con los que uno realizó mitzvot de la infinitud.

Cuando Di-s entregó la Torá al mundo en Shavuot, las mitzvot emanaron de Su Esencia. “Lo Alto descendió abajo” y el hombre pudo entonces realizar mitzvot con los poderes infinitos que Di-s le concedió. Por consiguiente, desde ese tiempo en adelante, los objetos físicos usados en la ejecución de mitzvot se tornaron Divinos – y “lo bajo asciende a Lo Alto”.

Esto es particularmente aplicable a Shabat: La cualidad intrínseca de Shabat – aún antes de Matán Torá – es más sublime que la creación, pues Shabat conmemora la cesación de la labor creativa. Durante los día de la semana, el amor del hombre por Di-s está condicionado por las limitaciones inherentes del hombre – su amor a Di-s resulta de su limitado trabajo y ardua labor en buscar entenderlo a Él.

En Shabat, sin embargo, a un judío se le concede un nivel mucho más encumbrado de amor por Di-s – un “amor simple por Di-s que trasciende el intelecto”. Este amor es mucho más elevado que el amor racional de los días laborales que crece del arduo trabajo.

Este grado más elevado de amor transforma a una persona y su alma animal, de modo que cesa de desear aquellas cosas que desea durante el resto de la semana.

Así, Shabat es intrínsecamente excelso en dos aspectos: Shabat está “en lo alto”, es decir, Shabat está iluminado por un grado de santidad que no puede ser alcanzado a través del servicio del hombre solo; y con respecto al efecto de Shabat “abajo”, aún el alma animal es transformada.

Estas cualidades inherentes, no obstante – cualidades notablemente similares al logro de Matán Torá – no denotan todavía comparación alguna entre la santidad de Shabat antes de Matán Torá y la santidad que alcanza después de Matán Torá.

A esta cualidad singular, reflejada cada año en el Shabat siguiente a Shavuot, se alude en la porción de Nasó, la que declara en el comienzo: “Cuenta a los descendientes de Guershón…”.

El nombre Guershón está etimológicamente relacionado tanto con revelar el producto de la tierra – que en términos espirituales refleja la revelación del amor latente de uno por Di-s – como al “ahuyentar” el mal; dos acciones que acontecen en Shabat en su manera más completa.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. VIII, págs. 49-60.

Extraído de “Días solemnes de regocijo” de editorial Bnei Sholem

El esfuerzo que realmente cuenta


El concluir el tercer libro de la Torá, recuerdo la oración tradicional que se recita al completar un tratado del Talmud. En él, agradecemos a Di-s por la gran oportunidad de esforzarnos en el estudio de la Torá. La oración contiene una línea que dice así: “Nosotros trabajamos y ellos trabajan. Nosotros trabajamos duro y recibimos recompensa, ellos trabajan duro y no reciben recompensa”.

La oración contrasta el estudio de la Torá con todas las demás formas de trabajo: mientras que el estudio de la Torá ofrece una compensación significativa, otros esfuerzos no lo hacen. ¿Es esto así? ¿No hay una compensación significativa en otros campos de trabajo? ¿En qué se diferencia el estudio de la Torá? La explicación radica en un examen cuidadoso de las palabras de la oración: “…trabajan y no reciben recom‐pensa.”

¿Por qué el autor de esta oración de acción de gracias eligió la palabra “trabajar” en lugar de “lograr”? La respuesta es que el estudio de la Torá tiene que ver con el esfuerzo y el “trabajo duro”, en contraste con otros esfuerzos o ciencias, donde el enfoque principal está en el logro y el producto final. El estudio de la Torá se trata principalmente de los medios, no tanto de los fines.

En otras áreas de la vida, ¿a quién le importa tu trabajo? Trabajar es solo un medio para un fin. No hay recompensa por el trabajo duro. De hecho, si pudiera realizar el mismo trabajo sin esforzarse, sería igual de bueno. No se da ninguna recompensa adicional por el trabajo duro. ¡Son principalmente los resultados los que cuentan! En el estudio de la Torá, sin embargo, es todo lo contrario.

Incluso si te esforzaras en el estudio de la Torá sin ningún resultado tangible, ¡eso en sí es digno de recompensa! La razón de esto es que, a diferencia de otras ciencias, el estudio de la Torá no se trata de acumular conocimiento. A diferencia de otros libros de autoayuda y manuales religiosos, la Torá no se trata solo de aprender a observar. El estudio de la Torá se trata principalmente de forjar una relación con Di‐s.

Cuando nos esforzamos en el estudio de la Torá y nos conectamos con la Fuente de la Sabiduría de Di‐s, estamos experimentando la unidad y forjando una relación con nuestro Di‐s, independientemente de si logramos dominar el tema que estamos estudiando.

La relación con Di‐s se experimenta principalmente mientras se trabaja y se estudia, no en los resultados o logros. Este pensamiento se repite en la porción de la Torá de esta semana, que nos dice: “Si andas en mis estatutos” (Levítico 26:3), explicado por Rashi como una referencia a “ocuparse en la Torá”.

Nuevamente, el énfasis aquí está en el esfuerzo y no tanto en los resultados. ¡Qué enfoque refrescante y contraste dramático con todas esas otras áreas, donde lo único que importa son tus resultados! Desde la perspectiva de la Torá, no nos importan tanto cuáles son tus calificaciones, o cuántos títulos y grados dominas en la vida.

¡Lo que más aprecia y valora Di‐s es el arduo trabajo y el esfuerzo que pones en tus estudios de Torá! La calidad y el esfuerzo durante el viaje del estudio de la Torá son mucho más importantes que el destino.

Rabí Akiva y su legado

Los 49 días entre la festividad de Pesaj y Shavuot, se distinguen por la costumbre de la sefirá, es decir la cuenta del Omer. Los días de Omer en general, y el día 33 –Lag Baomer- en particular, están relacionados con el Gran Rabí Akiba y sus discípulos.

Rabí Akiba tenía cuarenta años, era iletrado y extremadamente pobre cuando comenzó una vida de estudio de Torá. Se inspiró ante la visión de un pequeño chorro de agua que al golpear sobre la dura roca hizo un agujero. Se dijo entonces a sí mismo: “Si el agua al caer con constancia, puede hacer un agujero en la roca, igualmente si estudio con perseverancia, aún yo, puedo ser un Erudito”. Tanto logró Rabí Akiba con su esfuerzo que se convirtió en uno de los grandes sabios y maestros de nuestra nación. En su momento llegó a liderar una Academia de Estudios de Torá que contaba que contaba con más de 24.000 alumnos a lo largo y ancho de la Tierra de Israel.

Por no haber sido respetuosos entre ellos, una plaga los atacó durante los días de Omer y muchos fallecieron. Por esa razón, los días de Omer son considerados días de duelo. No se celebran casamientos y también hay otras limitaciones en lo que se refiere al regocijo durante este período. El día 33 del Omer –Lag Baomer- la plaga terminó. A partir de ese momento, Lag Baomer se convirtió en un día festivo y auspicioso.

Su significado

La Guemará (el Talmud), testimonia que los estudiantes que fallecieron eran “alumnos de Rabí Akiba”. Se entiende que debían ser merecedores de ese título. Eso significa que estaban dedicados al estudio de la Torá y al cumplimiento de las Mitzvot con devoción, diligencia y Mesirut Nefesh (autosacrificio), tal como su maestro, el grande y exaltado sabio Rabí Akiba les había enseñado. Se deduce de ello, que la falta de respeto que hubo entre ellos, no pudo ser a causa de algo trivial, sino que estuvo motivado por el alto nivel espiritual en que se encontraban como alumnos de Rabí Akiba.

La explicación de esta conducta se encuentra en el dicho de nuestros sabios de santa memoria: “las personas en general, tienen distintas mentes y personalidades”. Cada individuo tiene su propia forma de servir a Di-s, estudiar la Torá y cumplir las Mitzvot. Por ejemplo, una persona puede hacerlo por amor a Di-s, otro puede hacerlo por temor a Di-s, y un tercero puede hacerlo por un sentimiento de total obediencia y sumisión a la Voluntad de Di-s, y así sucesivamente, aunque en la práctica, todos ellos observan con meticulosidad la Torá en su vida diaria.

Por ser discípulos de Rabí Akiba, eran hombres de nobleza, que servían a Di-s con la mayor sinceridad y devoción y con todo su ser. Por eso le parecía a cada uno que el suyo era el enfoque correcto, y el que no hubiera llegado a su nivel estaba lejos de la perfección. Más aún, siendo ellos discípulos de Rabí Akiba que enseñaba: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, este es un gran principio de la Torá”, no estaban conformes con avanzar en forma individual en su propia forma de servir a Di-s, sino que deseaban lo mismo de sus compañeros, tratando de inducirlos a seguir su camino. Cuando veían que éstos no aceptaban su influencia, no podían respetarlos en el nivel que se esperaba de los discípulos de Rabí Akiba.

Su enseñanza

A la luz de lo antes mencionado, podemos ver que la historia de Lag Baomer en la Guemará, nos enseña cuál debe ser nuestra conducta.

La instrucción consta de tres partes:

1) El servicio a Di-s debe ser hecho con verdadera inspiración y vitalidad, al punto que se refleje en la totalidad de la personalidad del individuo.

2) Lo recién mencionado incluye –por supuesto- la gran Mitzvá de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

3) Además, el individuo debe mirar en forma respetuosa y benevolente a cada judío, que está absolutamente comprometido con la Torá y el cumplimiento de las Mitzvot, aunque difiera en su forma de servicio, sea por amor o por reverencia, etc.

Otra instrucción es que, si uno se encuentra con un judío que todavía no adquirió el nivel adecuado en el servicio Divino, su relación deberá ser también con el debido respeto y afecto, de acuerdo con la enseñanza de nuestros Sabios: “Juzgarás a cada persona en forma favorable”. Es necesario tener en cuenta que la persona que aún no está comprometida con el Judaísmo, puede no ser responsable, sino que simplemente no tuvo la oportunidad de recibir una educación judía tal como corresponde.

En un caso así, debemos compadecernos de esa persona, y hay que hacer el mayor esfuerzo para acercarlo al judaísmo en forma cordial, con todo amor y respeto.

¿Un Hamse es algo judio?

Un Hamse es un amuleto que repre‐ senta una mano abierta simétrica, que se usa de forma decorativa en el hogar o en joyería. Su nombre, en árabe significa “cinco”, es representativo de los cinco dedos de la mano y las cualidades protectoras asociadas con ese número. Si bien los diseños varían, es común que haya un ojo bien abierto en la palma de la mano, que simboliza el deseo de estar protegido del “mal de ojo”.

Hamse está muy extendido entre los judíos sefardíes, muchos de los cuales proceden de tierras árabes. Pero también es común entre musulmanes y cristianos de esas mismas tierras.

¿Se considerara el Hamse como un símbolo legítimamente judío, o es algo tomado prestado de vecinos no judíos, o incluso un vestigio de la idolatría?

Esta cuestión ha sido objeto de acalorados debates y grandes autoridades halájicas respaldan varios enfoques.
Siguiendo la opinión que lo considera ajeno a la religión judía, muchos judíos se abstienen de utilizar el Hamse o colgarlo en sus hogares.

Pero, muchos rabinos sefardíes enseñaron que era un símbolo judío legítimo. Rabi Iosef David Azulai (Jid”a), así como Rabi Iosef Jaim de Bagdad (el Ben Ish Jai), registran la costumbre de colgar una pequeña mano grabada con la letra hebrea hei (que tiene el valor numérico de cinco) para protegerse del mal de ojo.

Si esta era la costumbre de tu comunidad, puedes continuar usándolo. Si no tienes esa costumbre, sería prudente consultar con tu rabino antes de comprar ese pequeño y llamativo amuleto de Hamse.

Es importante tener en cuenta que el Talmud nos asegura que el mal de ojo sólo te afecta si le das crédito y si te preocupas; si lo ignoras, el mal de ojo no te afecta.

Pirkei Avot II, “Temeroso del pecado”

La virtud de Rabí Shimón ben Netanel – temeroso del pecado. Avot 2:9

“¿Cuál es el buen camino al que uno debe adherirse? Aquél que observa lo que se está gestando para el futuro.” Avot 2:10

El segundo capítulo del Pirkei Avot incluye la descripción que Rabí Iojanán Ben Zakai hace de sus cinco alumnos principales.

En pocas palabras, Rabí Iojanán resume sus cualidades predominantes. Luego realiza una breve encuesta sobre la visión que cada uno de ellos tiene acerca de la vida, haciéndoles la siguiente pregunta: “¿Cuál es el buen camino al que uno debe adherirse?”

Rabí Shimón, que es descrito por su maestro como “temeroso del pecado”, contesta que la virtud más importante que la persona debe poseer en su enfoque de la vida es “saber lo que se está gestando para el futuro”. Esto se debe a la característica particular de Rabí Shimón: el pecador vive para el momento, pero el temeroso del pecado prevé la consecuencia de sus actos. La gratificación instantánea que provoca el pecado, no puede incitar a alguien que teme de las consecuencias posteriores de largo alcance. El rey Salomón expresa: “El sabio tiene sus ojos en su cabeza; el tonto camina en la oscuridad”. 

Obviamente que la locación física de los ojos es igual en ambos. Rashi explica que esto se refiere a que el sabio es quien, en todo lo que hace, “percibe desde el principio -la cabeza- de la acción, cuál será la consecuencia final”.

AHORA O DESPUÉS

El pasaje todavía necesita clarificación. La diferencia esencial que radica entre el “hombre sabio” y el “tonto”, “el temeroso del pecado” que “observa lo que se está gestando” y “aquel que camina en la oscuridad” no es tan sólo una cuestión de consideraciones de corto vs. largo plazo.

Además, el temor al castigo no es suficiente para evitar una acción equivocada. Aquel que mira las consecuencias negativas del mal en términos jurídicos o por la retribución del Cielo, difícilmente es “quien teme del pecado”, sino sólo se trata de quien se asusta de las derivaciones de éste.

Por otro lado, el que teme del pecado en sí, comprende de inmediato los efectos de los actos negativos. Entiende que semejante hecho va en contra del propósito de su vida y la auténtica esencia de su ser. Sabe, que aunque verdaderamente corrija sus actos, tenga éxito en reparar el daño provocado, incluso aunque esta “experiencia penitente” lo convierta finalmente en una persona mejor, de todas formas en el momento del desliz se habrá desconectado de la quinta esencia del bien que forma el núcleo Divino de su alma.

Es el auténtico significado de su acción, en el hoy y ahora, que él contempla y teme.

(Basado en una alocución del Rebe, del 15 de Adar, 5713. De Beyond the letter of the Law)

Un vistazo de santidad

Los historiadores están intrigados por la subsistencia del pueblo judío. ¿Cómo sobrevivieron, a pesar de la exclusión, la expulsión, la persecución, llegando a su apogeo en el Holocausto, y aun en libertad, el problema de la asimilación?

¿Cuál es la cualidad distintiva del judío y del judaísmo? En Kedoshim hay una respuesta, como lo explica el Lubavitcher Rebe. La lectura comienza con la instrucción Divina para el judío: “¡Sé santo! ¡Porque yo, el Señor tu Di‐s, Soy santo!” La Torá continúa con una serie de leyes judías básicas.

Los dos primeros son los mandamientos de reverenciar a la madre y al padre (en ese orden) y guardar el Shabat. Tenemos así tres conceptos: la santidad, el respeto a los padres y el Shabat.

Según el Rebe, estas tres ideas nos dicen algo sobre el propósito fundamental y la naturaleza del pueblo judío. A lo largo de las generaciones, nuestros Sabios han discutido sobre el concepto de santidad.

Una de sus conclusiones es que la santidad no se expresa solo en los aspectos “religiosos” de la vida como la oración, sino concierne a las actividades cotidianas: el trabajo, cómo uno se relaciona con otras personas, el modo de comer y beber.

En cada detalle de la vida hay potencialmente un atisbo de lo sagrado. ¿Cómo puede el judío lograrlo? Porque dentro de él o ella hay un Alma Divina, una chispa de pura santidad. Durante la mayor parte de la vida esto puede estar oculto. Pero, puede expresarse de repente, en momen‐tos de inspiración espiritual.

Además, existe la posibilidad de que esta cualidad de santidad se revele en los detalles ordinarios de la vida.

Quizás pocas personas logran esto de una manera genuina. No obstante, proporcionan un ejemplo a otros de lo que significa ser judío.

Aquí llegamos a la segunda ley: el concepto de reverencia por los padres. Esto presenta la idea de que la santidad y la espiritualidad no deben reservarse para los pocos individuos que la alcanzan.

Tienen el deber de transmitirlo a los demás, comenzando por sus propios hijos. En esta tarea el papel de la madre es primordial. Ella es la primera en ayudar a su hijo pequeño a darse cuenta de que cada detalle de la vida es significativo, bendecido por Di‐s. Cada semana hay un día completo en el que lo mundano se vuelve sagrado.

Esto nos lleva a la tercera ley: el Shabat. Comer junto con el cónyuge y la familia, dar la bienvenida a los invitados, relajarse. Todo tiene la iluminación de la santidad de lo Divino, más allá del patrón diario ordinario de la vida. Así vemos tres componentes integrales en la con‐ciencia distintiva del judío, a través de las generaciones: la búsqueda de la santidad en la vida cotidiana; el imperativo de comunicarlo a los propios hijos y a los demás, y el maravilloso regalo del Shabat que expresa este objetivo tan completamente.

Quizás esta cualidad especial, resumida al comienzo de la lectura de esta semana, es el secreto interno de nuestro ser, que nos ha ayudado a sobrevivir a lo largo de los milenios. Más allá de nuestras habilidades en los negocios, la ciencia, la medicina, la tecnología, la literatura, la música y la filosofía, esta es nuestra contribución verdaderamente única a la humanidad y al mundo.

Un viaje espiritual

Cada año, en la segunda noche de Pesaj, los judíos comienzan a observar la mitzvá de Sefirat HaOmer, la “Cuenta del Omer”, que se extiende por 49 días y culmina con la celebración de Shavuot. Se trata de un precepto que encierra muchas lecciones y directivas para el crecimiento espiritual.

No importa cuán extraño pudiera sonar; la celebración de Shavuot sería imposible sin la Cuenta del Omer. La Torá nos da una fecha calendario para cada Festividad, exceptuando a Shavuot. Para Shavuot sólo ordena: “Contaréis para vosotros, desde el día siguiente al Shabat, desde el día en que traéis el Omer para la ofrenda, siete semanas completas serán; hasta el día siguiente al séptimo Shabat contaréis cincuenta días” (Levítico 23). El quincuagésimo día, se celebra Shavuot.

Hoy, cuando contamos con un calendario hebreo fijo, la Festividad siempre cae el sexto día de Siván. Sin embargo, antes del exilio, el calendario judío se fijaba mes a mes basándose en el informe de testigos que habían observado la luna nueva. El día quincuagésimo después de la segunda noche de Pesaj no era automáticamente el sexto de Siván porque el número de días de cada mes variaba. La única garantía de que la Festividad seria celebrada el día quincuagésimo era la cuenta de cincuenta días de la gente. Así, se dice que el pueblo judío, con el poder de su Cuenta del Omer, de hecho, provocaba la Festividad de Shavuot y con eso la entrega misma de la Torá. Según el pensamiento jasídico, tal como contar los días trae a Shavuot como Festividad, del mismo modo la manera en que nos preparamos cada día es lo que provoca nuestra propia celebración personal de recibir la Torá.

La Torá nos cuenta que durante los 50 días entre el Pesaj original y la Entrega de la Torá, el pueblo judío estaba saliendo de Egipto, en ruta hacia el Monte Sinaí. En la analogía del jasidismo, esto se corresponde con el viaje espiritual para salir de Egipto, Mitzraim, las limitaciones del propio ser; hacia el Monte Sinaí, el sitio de la mayor revelación de verdad en nuestra historia.

Es un viaje que revivimos en nuestras propias vidas. Cada año, cuando ocurre Shavuot, la Torá dice que si el día es recordado adecuadamente, las energías que estaban presentes en la ocasión original se manifiestan una vez más. Así, se nos da tiempo de la Cuenta del Omer a fin de recalcar qué es lo que recibir la Torá significa para nosotros personalmente. Y durante estas siete semanas trabajamos hacia la meta de estar preparados para recibir esa revelación de la verdad más profunda.

El Zohar dice que cuando los judíos abandonaron Egipto, estaban en el 490º plano de Tumá (impureza espiritual), siendo el 50º el nivel más bajo, y que de día en día se elevaron hasta que en el Monte Sinaí estaban en el 49º plano de los 50º de Tahará (pureza espiritual).

El mensaje reflejado aquí es que también nosotros somos capaces de un crecimiento extraordinario, incluso la autotrascendencia, durante el período de Sefirat HaOmer; si sólo hemos de quererlo y trabajar por ello.

Uno de los significados de la palabra Pesaj es “brincar” o “saltar”. Durante SefiratHaOmer, que es una continuación, en muchos niveles, de la experiencia de Pesaj, tenemos la capacidad de saltar por sobre todos los obstáculos a fin de alcanzar nuestras metas.

Los místicos nos ayudaron en este proceso al asociar cada una de las siete semanas del período de la Sefirá con siete atributos. Los días de la semana, a su vez, tienen también, cada uno de ellos, asignados una de estas características. Así, cada uno de los 49 días de la Sefirá está asociado a un conjunto único de características.

Los siete atributos básicos son:

-Jesed, bondad amorosa; apertura total y entrega.

-Guevurá, fortaleza de carácter; control.

-Tiferet, gloria, belleza (corona); una combinación de jésed y guevurá; la belleza que se percibe sólo en el contraste con la fealdad.

-Nétzaj, éxito; eternidad; el impulso al éxito que no surge de móviles ulteriores, tales como los que un niño expresa en el juego competitivo un impulso que debemos poner al servicio del trabajo espiritual.

-Hod, esplendor; magnificencia; ejemplificada por Aharón, quien amó la paz y la persiguió, aprendiendo Torá de su hermano más joven, Moshé, sin envidia.

– Iesod, fundamento; la moralidad fundamental.

– Maljut, soberanía; la acción que se realiza después de que todos los obstáculos han sido eludidos.

Cada de las siete cualidades está estrechamente hilvanada con las demás y depende de ellas. El amor bondadoso sin fortaleza de carácter conduce a un corazón débil, por ejemplo. Combinadas, cada cualidad ilumina a la otra y nos permite refinar nuestros rasgos de carácter.

Es costumbre observar un período de semiduelo durante Sefiral HaOmer a causa de una serie de sucesos desafortunados qué acontecieron en la historia judía durante este tiempo. Las prácticas de abstenerse de celebrar bodas, reuniones públicas alegres, y cortar el cabello, son adicionales a los mandamientos de la Torá en lo que concierne a la Cuenta del Omer.

El Talmud, en el Tratado de Ievamot (62), cuenta:

“Rabí Akiva tenía doce mil pares de alumnos esparcidos a lo largo del país, desde Guevat a Antipatros, y todos murieron durante un breve lapso de tiempo, entre Pesaj y Shavuot, porque no trataron uno al otro con respeto”.

Siglos después, los masivos pogroms en Alemania en 1096 durante las Cruzadas Alemanas y las matanzas de Chmielnicki en 1648-49 se asocian al período de la Sefirá.

Algunos se quejan de que estas costumbres restringen la alegría. De hecho, sin embargo, son una invitación para explorar la verdadera fuente de alegría en la personalidad propia que no precisa de muletas externas de barullo para hallar expresión. Porque no es momento para reuniones públicas grandes, la Sefirá también permite tiempo para el desarrollo de relaciones personales cercanas.

Uno se recuerda del profesor que dijo a sus alumnos que tenía un objeto con forma de pera con hilos, y que el objeto no le permitía jugar al softbol, comer, trotar, leer, coser, cultivar, o ir a las películas. Cuando uno de los estudiante exclamó:

“Entonces, ¿para qué sirve?”, el profesor respondió: “es un violín, y con él puedo traer placer a mucha gente”. Durante la Sefirá, también, la clave radica en saber cómo utilizar las oportunidades que el período nos provee.