¿Qué significado tiene el mes de Tevet?

Como es sabido, contamos los meses desde Nisan, al que la Torá llama el primer mes. Tevet es el décimo. El número diez indica un nivel de santidad y perfección en temas sagrados. Hay diez sefirot (Diez emanaciones), diez dichos con los que el mundo fue creado. Diez Mandamientos, y diez niveles de santidad en la Tierra de Israel.

El Diez de Tevet es el 10 del 10. Una indicación de un nivel extra de santidad.
En la Torá, el período del exilio y el fin del Galut es generalmente comparado con la situación de una mujer que está a punto de dar a luz.

Cuando el proceso de dar a luz se acerca, los dolores son más frecuentes y difíciles de soportar. Sin embargo, poco después, el dolor queda olvidado, como algo del pasado, y el día en el que nació el bebé es recordado como un día muy alegre.

Al pasar los años, el dolor se hace menos prominente, y la alegría y los Najat tomarán más preponderancia en la memoria que las dificultades del parto. Esa es la idea del Galut. Ahora estamos experimentando dolores de las contracciones. Es difícil, pero es solo temporario, sólo un pequeño precio que debemos pagar por toda la alegría y grandes bendiciones que saldrán de ello.

La traducción de los setenta

En los primeros años del segundo Beith HaMíkdash, el pueblo de Israel se encontraba bajo dominio persa. Luego, Grecia heredó su lugar e
Israel pasó a ser sometida por los griegos. Un sucesor de Alejandro Magno, Talmai (Ptolomeo Filadelfo), ordenó a los Sabios judíos confeccionar una traducción griega de la Torá. El Talmud (MEGUILá 9a) relata: Sucedió que el rey Talmai reunió a setenta y dos eruditos, y los ubicó en setenta y dos habitaciones, sin informarles el motivo por el cual los había convocado.

Entró a cada una de las habitaciones y dijo: “Escribid para mí la Torá de Moshé, vuestro maestro”. Di-s concedió a cada uno de ellos
los mismos conocimientos, y produjeron versiones idénticas. Talmai no encontró ninguna diferencia entre las traducciones. Incluso en
aquellos pasajes que los Sabios creyeron conveniente alterar la traducción literal, los cambios
que cada uno introdujo fueron exactamente los mismos. Ello representó una manifiesta santificación pública del Nombre de Di-s – Kídush
HaShem – como así también del nombre de Israel y sus Sabios.

UN ACTO DE DI-S
La tarea que Talmai impuso a los setenta y dos Sabios, estaba más allá de la capacidad humana. La Torá está escrita de forma tal que su
contenido da lugar a una amplia gama de interpretaciones – y fue entregada a los judíos junto con los lineamientos necesarios para interpretar correctamente sus palabras, oraciones y letras, y a partir de ello obtener la gran variedad de significados que encierra. En contraste, aquel que traduce la Torá a una lengua extranjera encontrará que no existe ningún idioma con medios de expresión tan ricos en connotaciones múltiples como lo es el Lashón Hakódesh ( Lengua Sagrada).

Además, en la Torá hay muchos versículos que, de ser traducidos literalmente, podrían ser fácilmente malinterpretados por los gentiles, quienes en consecuencia tergiversarían o menospreciarían su contenido. Para evitarlo, se deben incluir explicaciones o alterar la traducción literal, de modo que la genuina intención de las palabras resulte clara y comprensible para ellos. ¿Cómo es posible que setenta y dos Sabios, con puntos de vista diferentes, lleguen a la misma conclusión?

El pedido de Talmái a los Sabios, y la manera en que los obligó a trabajar, evidencia que su verdadero propósito era inducirlos a producir versiones diferentes, que luego podría utilizar para denigrarlos. Fue por esta razón que los Sabios recibieron una colosal asistencia Divina,
y todos llegaron a las mismas conclusiones respecto de los lugares donde debían realizar cambios en el texto o su matiz. El día en que los
setenta y dos Sabios finalizaron la traducción griega de la Torá -un 8 de Tevet- fue de gran pesar para el pueblo de Israel. Aunque la providencia de Di-s en favor de Su pueblo y la protección Divina que recibieron los Sabios se pusieron de manifiesto en ese día, evocando maravilla entre judíos y gentiles, fue, sin embargo, un momento de desgracia, tan calamitoso como el día en que se había construido el becerro de oro.

En Meguilat Taanit, los Sabios describieron: En el octavo día de Tevet la Torá fue traducida al griego durante el reinado del rey Talmai, y el mundo quedó sumido en la oscuridad por tres días.¿Con qué puede compararse ello? Con
un león que fue capturado y enjaulado. Antes de ser apresado, todos le temían y huían de él, pero ahora, todos venían a verlo y decían: “¿Dónde está su fuerza?” Lo mismo ocurre con la Torá.
Mientras estaba en manos de Israel y era interpretada por los Sabios en su propio idioma, la

Lengua Santa, todos la respetaban y temían menospreciarla. Incluso los gentiles que querían estudiarla no podían tener contacto alguno con ella sin antes entrar bajo las alas de la Shejíná (Presencia Divina) y adquirir conocimientos de la lengua sagrada y de las formas prescriptas para interpretar la Torá. Pero una vez reducida a la traducción griega fue despojada del respeto que infundía, y todo el que lo deseaba podía venir ahora y contemplarla.

Es muy judío preocuparse

“¿Comiste? ¿Qué?, ¿tan poco? Toma, voy a traerte un plato”. “¿Estás seguro de que estás bien abrigado?
Tomá otro suéter”.

La madre judía es legendaria por su insaciable necesidad de crianza. Por muy autoritaria que parezca a veces, sabemos que proviene
del amor.
Este instinto de cuidar de los demás está arraigado en nosotros desde la propia Torá.
Cuando recibimos a un huésped, estamos obligados a alimentarlo y ofrecerle refugio para pasar la noche o al menos acompañarlo
en el camino hasta que estemos seguros de que haya llegado a un lugar seguro.
Aprendemos esto de Abraham, quien escoltó a los ángeles que vinieron a visitarlo.
El efecto devastador de no ofrecer alojamiento a los huéspedes se ilustra con la mitzvá de eglá arufá, el “becerro decapitado”.

Si un extraño es encontrado muerto en el campo y nadie sabe quién lo asesinó, los ancianos de la ciudad más cercana al cadáver deben
matar un ternero y proclamar:
“Nuestras manos no derramaron esta sangre, ni nuestros ojos vieron este crimen”

En otras palabras, la gente de la ciudad tiene que testificar que no vieron pasar a este viajero y lo ignoraron y a sus necesidades.
No podemos apartar la vista de las necesidades de otra persona y asegurarnos de que todo estará bien, que ella puede cuidarse y que
Di‐s la ayudará.
Es nuestra obligación darnos cuenta, preocuparnos y actuar.

El tema de eglá arufá aparece como invitado sorpresa en la porción de la Torá de Vaigash.
Después de que Iosef reveló su verdadera identidad a sus hermanos, los envió de regreso con su padre, Iaakov, cargados de regalos. Al principio, Iaakov se negó a creer que su hijo vivía. Luego el versículo dice: “Vio los carros que Iosef envió para llevarlo, y el espíritu de
su padre Iaakov revivió”
¿Qué fue lo que hizo que el espíritu de Iaakov reviviera al ver los carros?
Citando el Midrash, Rashi explica que los carros (agalot) aludían a la eglá arufá, la última lección de Torá que Iaakov le había enseñado
a Iosef antes de su abrupta separación.
Cuando vio los carros, entendió el mensaje que Iosef le enviaba.
No te preocupes, padre. Todavía estoy vivo.
Sigo siendo tu hijo Iosef.

La Torá que me enseñaste permanece viva dentro de mí.
La lección de eglá arufá mantuvo a Iosef durante todos sus brutales años de esclavitud en Egipto.
Era un adolescente, sólo 17 años, cuando fue cruelmente separado de su padre.

El mensaje de despedida de su padre, consciente o inconscientemente, fue que no existe un judío que esté solo, desamparado,
abandonado.

Si se encuentra un cuerpo en las afueras de una ciudad, toda la ciudad, incluidos los ancianos, debe reunirse para rendir cuentas.
“Teníamos la obligación de proporcionarle comida y refugio, y acompañarlo sano y salvo
en su camino. Somos responsables no sólo de sus necesidades físicas sino también de sus necesidades espirituales”.

Esto es lo que Iosef le decía. “Aba, me entrenaste bien. No me enviaste con las manos vacías. Me alimentaste, me vestiste con prendas
espirituales que me mantuvieron abrigado y protegido durante 22 largos años. Tus palabras de despedida me dieron la fuerza y fortaleza
para soportar todas las pruebas y tribulaciones en Egipto”.

Y el espíritu de Iaakov revivió.

Seraj, la hija de Asher

Los nombres de los hijos y nietos de Iaakov se enumeran cuando entraron a Egipto.
Uno de ellos es Seraj, la hija2 de Asher.

Durante muchos años, Iaakov lamentó la muerte de su amado hijo Iosef y estaba convencido de que había sido asesinado por animales salvajes.
22 años después, sus hermanos lo encontraron en Egipto, donde era virrey. Iosef pidió a sus hermanos que regresaran a casa y trajeran a su anciano padre a Egipto, enviando carros para facilitar el transporte de su padre y sus familias.
Los hermanos tenían miedo.

¿La conmoción del anuncio sería demasiado para Iaakov? Decidieron pedirle a Seraj que se lo dijera de una manera que no fuera
impactante.
Seraj esperó hasta que Iaakov comenzó a orar. Luego se paró frente a él y le preguntó: “¿Iosef está en Egipto? ¿Tuvo dos hijos,
Manashé y Efraím?
Iaakov escuchó y cuando vio los carros que Iosef envió, comprendió que estaba vivo.

Rabi Ionatan ben Uziel, en su traducción de la Torá, dice: “Debido a que Seraj le dijo a Iaakov que Iosef estaba vivo, entró al Gan Eden (Paraíso) sin tener que morir”.

Sefer Haiashar cuenta que Seraj tocaba un arpa (o algún otro instrumento de cuerda) y cantaba: “Iosef todavía vive y es rey en Egipto”.
Debido a su forma gentil de dar la noticia, su abuelo le dio a Seraj la bendición de vivir para siempre.

Cuando Moshé y Aarón anuncian que son los mensajeros de Di‐s, enviados para liberar a los judíos de su esclavitud en Egipto, los ancianos de los hijos de Israel no sabían si era cierto.
Seraj sabía que Iaakov le contó a Asher cómo identificar al redentor, y que Asher se lo había pasado a Seraj. Cuando citaron las palabras que Di‐s le dijo a Moshé que les dijera a los judíos:
“Me he acordado de vosotros”, ella dijo: “¡Él es el verdadero salvador! Aprendí por mi padre que el mensajero que venga a salvar a los israelitas usará esas palabras”.

Otro secreto que sabía Seraj era dónde encontrar el ataúd de Iosef. Antes de morir, Iosef hizo jurar a sus hermanos que cuando salieran de Egipto se llevarían su ataúd de regreso a la Tierra Prometida.
Cuando llegó el momento de salir de Egipto, Moshé buscó el ataúd, pero no pudo encontrarlo. ¡No podían salir de Egipto sin el ataúd!
Seraj era de las pocas personas que vivían cuando se sepultó a Iosef. Moshé le preguntó: “¿Sabes dónde está enterrado?”

Ella respondió: “Los egipcios lo introdujeron en un ataúd de metal y lo hundieron en el río Nilo, para que sus aguas fueran bendecidas”
Así Moshé pudo cumplir la promesa cuando el pueblo judío abandonó Egipto.
Seraj vivió una vida muy larga.
Rashi señala que se la menciona en los últimos versículos para señalar la duración inusual de su vida.

¿El Judaísmo es un culto?

Pregunta:

Me encontré con una vieja compañera. Está estudiando en un seminario, y ahora es religiosa. Después de hablar con ella durante unos cinco segundos, sentí que le habían lavado el cerebro. La forma en que hablaba era como si estuviera inmersa en un culto. No tengo nada en contra de la religión, ¿pero acaso el judaísmo religioso es una secta?

Respuesta:

Si bien no es un culto, incluso el judaísmo a veces puede ser usado de maneras que son inquietantemente similares a cómo las personas se comportan en una secta. ¿Cuál es la diferencia entre una secta y una religión? La mayoría de la gente define el término “culto” tan vagamente, que cualquier persona con opiniones fuertes podría ser clasificada como seguidora de un culto.

La mejor definición que he oído es esta:

La religión es un movimiento en el que las personas se encuentran; una secta es un movimiento en el que las personas se pierden.

Un culto secuestra tu identidad y te convierte en alguien que no eres. Una verdadera religión debe mejorar y profundizar en tu identidad, para que des lo mejor de ti.

Las personas que se encuentran con la religión pasan por cambios. Aprenden a explorar partes de su personalidad que no sabían que existían. Como resultado, a menudo vuelven a evaluarse a sí mismos y a sus vidas. Todo crecimiento es acompañado con algún trastorno e inestabilidad, por lo que puede pasar por un corto período de tiempo, en el que parece un poco extraño a sus amigos y familiares. Incluso pueden misionar un poco, y tratar de “convertir” a todos a su alrededor. Lo que sucede es que quieren compartir su inspiración renovada con sus seres queridos. Esto es normal, y la familia debe tratar de ser paciente.

Sin embargo, si empiezan a convertirse en otra persona y parecen irreconocibles, entonces puede haber motivo de preocupación. Si pierden su personalidad, su sentido del humor, su interés por los demás, o su capacidad de pensar, pueden haberse perdido. Si estos síntomas persisten, pedir ayuda rabínica. Es posible que hayan sido víctimas de un culto, o se utiliza la religión como culto.

El culto demanda saltar sin cuestionamientos. Pero cuando se hace estos cambios repentinos, la persona desaparece. Este no es el camino judío. El Judaísmo alienta el cuestionamiento, incluso el escepticismo honesto. El desarrollo espiritual judío se hace poco a poco y con reflexión. De esa manera los cambios serán reales, ya que se integran y armonizan con la personalidad en lugar de abrumarla.

Dale a tu amiga un poco de tiempo. Si es de hecho un lavado de cerebro, probablemente no va a durar, saldrá tan rápido como entró. El juda- ísmo no puede ser utilizado como un culto. Pero lo más probable es que si se depositan en un medio equilibrado, su viejo yo regrese de nuevo, pero con una profundidad y dirección que nunca había tenido. A veces hay que perderse un poco para encontrarse de nuevo.

* Por Aron Moss

Conjunción de fuerzas

Dicen que “no puedes bailar en dos casamientos a la misma vez”. Pero según las enseñanzas del Maguid de Mezritch sí puedes.

La lectura de la Torá de Vaishlaj comienza: “Y Iaakov envió ángeles delante de él a Esav su hermano” (Génesis 32:4). Iaakov lucha para reconciliarse con su salvaje hermano Esav, quién está determinado en castigar a Iaakov.

Comentando las palabras “Y Iaakov envió ángeles”, Rashi dice: “Ángeles reales”. El Maguid de Mezritch dice: “Sólo el aspecto ‘real’ de los ángeles le envió a Esav, pero el componente espiritual se mantenía siempre con Iaakov”.

Espera un minuto, algo no está bien aquí. Parecería que el objetivo de Iaakov en el envío de los ángeles, era que ellos ejercieran sus inmensos poderes espirituales para neutralizar la hostilidad de su hermano Esav. ¿Por qué el Maguid propone que en el envío de los ángeles, Iaakov retenga estos poderes espirituales, enviando una versión más común de los ángeles en su lugar?

Pero las palabras del Maguid pueden ser entendidas de otra forma más mágica.

Los ángeles traen todo de sí mismos para el encuentro con Esav. Están totalmente equipados, en la realidad, así como también espiritualmente, para hacer frente a este formidable desafío. Sin embargo, mientras que luchan para realizar su misión, nunca dejan de darse cuenta de que estar con Esav no es su destino final. Ellos se apuran en terminar y reunirse con Iaakov. Así, mientras los ángeles están con Esav en la realidad, siguen estando espiritualmente conectados con quien los envió.

Y es este vínculo inquebrantable que provoca el éxito de los ángeles. Sólo permaneciendo firmemente conectados con su fuente, el virtuoso Iaakov, los ángeles pueden estar seguros de tener éxito en su esfuerzo de refinar a Esav.

Así también es la historia de nuestras vidas.

Nosotros también estamos en una misión. Nuestras almas se han enviado desde lo alto, para investirse en un cuerpo. Al mismo tiempo, se nos ha imbuido con las herramientas necesarias para dominar, refinar y elevar nuestro entorno.

Es imprescindible que para enfrentar esta prueba, tengamos el arte de bailar simultáneamente en dos casamientos. Mientras enviamos a nuestro ángel mensajero, a nuestra alma, para vencer, debemos mantener firme nuestro propio “Iaakov”, la fuente de nuestra alma Divina, que nunca puede ser manchada.

Por: Dovi Scheiner

¡Fuego!

Todavía no he caído en la tentación de quemar una escuela, ni siquiera persigo los camiones de bomberos, pero admito que tengo una fascinación con el fuego.

No se por qué, pero las llamas bailarinas, la interacción de diferentes matices sutiles de luz y el calor que se produce cuando la leña arde lentamente, siempre me ha encantado.

Ciertamente  elegí la religión con suficientes puntos de venta para satisfacer mi atracción. ¿Cuántas de nuestras festividades y observancias se llevan a cabo alrededor de una flameante llama?

De entrada puedo pensar en las velas de Shabat, viernes a la noche. El servicio de Havdalá que marca la conclusión de Shabat, Janucá, las fogatas de Lag Balmer y la quema del jametz- todo lo que leuda- antes de Pesaj, sin mencionar el horneado de la Matzá, el encendido de las velas la noche antes a un Brit milá, y cargar las velas en la Jupá.

Aparentemente hay una conocida condición psicológica, Trastorno Afectivo Estacional (TAE), en donde la gente se deprime en invierno dado a la falta de luz solar. La presencia de luz y fuego en todo su esplendor, calor y belleza influencian directamente sobre nuestros sentimientos, salud y alegría.

En la Torá leemos sobre el mandamiento Divino al Sumo Sacerdote de encender el candelabro de siete brazos. El Templo era la fuente del esplendor e iluminación para el mundo físico, y la responsabilidad del sacerdote era encender estas llamas de gloria, y por lo tanto, iluminar el universo.

Tenemos una misión similar en nuestras peleas diarias en este mundo pesimista: transmitir el fulgor de Di-s de dentro de nosotros, iluminar nuestro alrededor e iluminar las vidas de nuestras familias, amigos y compañeros.

Aaron fue encargado de encender las mechas “hasta que las llamas ardan por si mismas”. Como cualquiera que haya luchado con una parrilla a carbón o trabajado para encender una fogata sin kerosén pueda testimoniar, que hay algo más en el encendido que simplemente sostener un fósforo cerca del combustible. Lleva su tiempo encontrar el lugar indicado, determinación para mantener el encendedor quito hasta que se prenda fuego y a veces hay que intentarlo varias veces (usar quizá media docena de fósforos) para garantizar que se propaguen las llamas. Una vez que se haya encendido correctamente, el nuevo fuego es incomparablemente más poderoso y útil que el fósforo insignificante que había sido encendido al principio.

No es fácil alcanzar a otros. A veces nos sentimos con vergüenza o extraños, preocupados por si interferimos, y no muy convencidos de que nuestra habilidad sea de utilidad. Es mucho más fácil esconderse en nuestro pequeño rincón y dejar que el mundo se cuide por sí mismo.

o podemos, no debemos. El efecto exponencial de inspirar a otros, el bien que se engendra y la inspiración afectada tienen consecuencias tan poderosas, que abnegar nuestras responsabilidades nos condenaría tanto a nosotros como a los otros, a una experiencia estéril y congelada.

Por Elisha Greenbaum

 

¿Por qué el Guelt?

La palabra Hebrea “Janucá”, tiene la misma raíz que Jinuj, educación.

Los griegos estaban determinados en forzar el Helenismo en la población judía, a expensas de los ideales y mandamientos de la sagrada Torá. Desafortunadamente, fueron bastante exitosos en su emprendimiento.

Luego que los griegos fueron derrotados, fue necesario volver a educar a los judíos, volver a introducir en la mayoría de la población los valores de la Torá. A ello se debe el fuerte lazo que comparte Janucá con la educación.

Apropiadamente, durante Janucá es costumbre dar guelt (dinero) a los niños, a enseñarles a aumentar en caridad y buenas acciones, y a agregarle al espíritu de la festividad.

Esta sutil forma de “soborno”, es un componente esencial en el proceso de la educación. Maimónides discute la importancia de usar premios e incentivos hasta que el niño sea lo suficientemente mayor para entender independientemente la importancia de la belleza de la Torá y las mitzvot.

También hay una razón más profunda para esta antigua costumbre:

Maimónides escribe: “Los griegos pusieron sus manos sobre las posesiones de Israel”.

Los griegos invadieron las posesiones de Israel de la misma manera con la que contaminaron el aceite en el Templo Sagrado. No destruyeron el aceite, lo impurificaron. No robaron al pueblo judío; atentaron en infundir sus posesiones con los ideales Griegos, para que sean utilizados para fines impuros y egoístas, en vez de para fines sagrados.

El “Janucá guelt” celebra la liberación y mandato para dirigir la riqueza material hacia fines espirituales.

El Janucá guelt puede ser dado en cualquier momento de Janucá (menos en Shabat). Algunos tienen la admirable costumbre de dar el gelt cada noche de Janucá.

En Jabad, es costumbre dar guelt cada noche, pero entregar una suma más cuantiosa en la cuarta o quinta noche.

Por Israel Rice

Adhesión

En los ocho días de Januca encendemos una Menorá de ocho brazos. Pero no encendemos todas las velas cada noche. La primer noche, encendemos una vela, en la segunda dos, y así sucesivamente hasta que en la octava noche, las ocho velas brillan.

Esto demuestra claramente un tema básico en el Judaísmo: siempre debe haber un progreso constante. Pude haber encendido una vela ayer, iluminando mi vida y mi ambiente, pero esto no es suficiente para hoy; debo avanzar “de fuerza en fuerza”, dándole más sentido a mi vida. Si Di-s me dio vida hoy, entonces debe ser productiva, debemos progresar más allá de nuestro propio status-quo, de nuestras propias normas. Januca nos enseña que no debemos estar satisfechos con lo que ayer fue bueno.

En el Código de la ley Judía, las leyes de Trefot tratan sobre las anormalidades específicas físicas que hacen que un animal faenado apropiadamente (kasher) adquiera el status de uno no kasher. Un animal Kasher debe ser un animal sano, y una herida mortal o una herida que amenaza su vida lo hace inadecuado para su consumo.

En el capítulo 58, párrafo 7 de aquellas leyes, el código trae el siguiente escenario: Te encuentras en la orilla de un río y una especie de pájaros kasher vuela sobre ti. De repente, el pájaro se dirige en picada al agua cayendo con un estruendo. Ahora, nada con lentitud hacia la orilla. Estás hambriento, y te gustaría comerlo, faenarlo y almorzarlo. ¿Deberías asumir que ha sufrido un trauma interno y se ha herido con el impacto? ¿O hay una esperanza razonable que está vivo y bien, que si lo faenas y lo inspeccionas encontrarás sus órganos intactos?

La Halajá nos da la siguiente prueba: Si está nadando hacia arriba, contra la corriente, puedes estar tranquilo que se encuentra bien. Si está flotando con la corriente, entonces intenta determinar si el pájaro flota más rápido que la corriente o junto a la corriente. Si nada más rápido, puedes estas seguro que todavía está sano; si simplemente flota con la misma velocidad que la corriente, no te molestes…se está muriendo. En el judaísmo, vivir significa un auto mejoramiento constante. Significa estar constantemente proactivo.

Pude haber tenido una crianza inadecuada; puedo tener defectos de carácter, esa es una parte natural de nuestra condición humana. Pero no podemos resignarnos a nuestro carácter o comportamiento negativo. Debemos nadar contra la corriente cuando sea necesario, enfrentar a nuestras respectivas naturalezas. Puedo no ver la razón para nada contra la corriente.

Quizá me siento satisfecho con mi carácter y con el de mi comunidad. El Judaísmo me dice que no descanse sobre mis laureles, siguiendo la corriente positiva de mi vida o las normas virtuosas de mi sociedad. Debo ir más que aquella norma, más rápido que la corriente. Incluso cuando las cosas están bien, siempre hay lugar para mejorar.

Si sacio mi deseo de productividad con lo que ya he logrado, básicamente he dejado de vivir. La actitud judía de la vida es: Si Di-s te dio otro día, obviamente es porque hay algo más para hacer. Nunca hay que satisfacerse con lo que logramos ayer. No podemos sentirnos satisfechos hasta que nos hayamos perfeccionado a nosotros y a nuestro alrededor hasta el punto de llegar a vivir en un mundo tranquilo, pacífico y perfecto: un mundo del Mashiaj.

Por Rabí Mendy Herson

Sabiduría, agua y verdad

Cuando Iosef vino a sus hermanos… ellos lo tomaron y lo arrojaron a una fosa; y la fosa estaba vacía, no había en ella agua. – Genesis 37:23-24

¿Por qué escribe la Torá: “y la fosa estaba vacía, no había en ella agua’? ¿El hecho de que “estaba vacía” no implica ya que “no había en ella agua”?

[Las palabras adicionales] vienen a enseñarnos: no había agua, pero sí había serpientes y escorpiones.

– Talmud, Shabat 22a

El Midrash explica el más profundo significado de la fosa sin agua en la que Iosef fue arrojado por sus hermanos: “La fosa estaba vacía, el pozo de Iaacov fue vaciado. No había agua en él, estaba hueco de las palabras de Torá que son comparadas al agua, como está escrito: ‘Todos los sedientos, de al agua”. La Torá dice: ‘Si un hombre es descubierto raptando a uno de sus hermanos… y vendiéndolo… ‘2, y ustedes están vendiendo a su hermano… “3

Pero nuestros Sabios nos dicen que los hermanos de Iosef, quienes eran todos hombres piadosos y eruditos, estaban convencidos de que su proceder era justificado, incluso ordenado, por la ley de la Torá.

A sus ojos, Iosef era culpable de crímenes para los que la Torá misma prescribe el castigo que ellos desearon aplicarle4.

De modo que no era conocimiento de la Torá o erudición lo que les faltaba, sino la capacidad de lograr la verdad de la Torá, la capacidad necesaria para interpretarla y aplicarla a su situación libre de la subjetividad y predisposición humana.

Así, la Torá es llamada aquí “agua”.

La Torá también ha sido comparada por nuestros Profetas y Sabios al pan, al aceite, al vino, a la leche y a la miel, entre otras cosas5. Cada una de estas metáforas se relaciona con otro aspecto o característica de la Torá, otro aspecto de su condición nutritiva del alma.“Agua” expresa aquel elemento de Torá en extremo crucial para la recepción fiel de la verdad Divina por parte de la persona.

“¿Por qué se compara la Torá al agua?”, pregunta el Talmud. “Porque tal como el agua abandona el terreno alto y desciende al bajo, así lo hacen las palabras de la Torá: se perpetúan solamente en la mente humilde.

El Talmud declara que “incluso en el sueño, uno no puede ver un elefante pasando a través del ojo de una aguja”7. Pero, con todo, un elefante y el ojo de una aguja son, ambos, de un tamaño finito, sólo que el primero es de un tamaño finito más grande que el segundo. No obstante, es imposible que un elefante entre en el ojo de una aguja; tan imposible, que aun nuestros sueños (que nos muestran muchas cosas imposibles) no conjuran semejantes imágenes.

¡Cuán infinitamente más imposible es para la finita mente humana captar la infinita sabiduría del Creador!

Así, cada mañana, antes de que estudiemos una única palabra de Torá, expresamos nuestra gratitud al Omnipotente con la bendición “Bendito eres Tú, Di-s, Quien nos da la Torá”.

Cada logro nuestro en la Torá es un obsequio Divino, algo que nuestras finitas herramientas mentales jamás podrían lograr por medios propios 8. Es un regalo que viene empacado en prendas de razón que nuestras mentes racionales deben esforzarse por desenmarañar; pero la esencia de la Torá, la inequívoca verdad Divina que se oculta detrás de estos vestidos, está más allá de la capacidad natural de la más grande de las mentes.

Asimilamos esta verdad sólo porque Di-s elige dárnosla cada vez que nos aplicamos al estudio de Su sabiduría con el reconocimiento de su Divinidad y el compromiso con sus objetivos.

Así, ninguna mente humana puede lograr una verdadera comprensión de la Torá si no reconoce primero humildemente su insuficiencia intrínseca para abarcar la sabiduría de Di-s.

La mente que insiste en considerar primaria su proeza intelectual, o siquiera significativa, para la adquisición de Torá, se inhabilita a sí misma para llegar a su verdad.

Puede alcanzar impresionantes logros en el estudio de las envolturas racionales de la Torá, pero sin la humildad que es requisito previo -sin el “agua” de la Torá- la esencia Divina de la Torá queda más allá de su captación finita.

De hecho, cuanto más grande la mente de uno, cuanto más grandes los logros del pasado en la Torá, tanto mayor es el grado de humildad requerido para contrarrestar la arrogancia natural de la mente y para lograr una dimensión aún más profunda de la verdad Divina.

Allí se oculta la insuficiencia de los hermanos de Iosef.

Su pozo de sabiduría “estaba vacío, no había agua en él”. Carecieron del grado de humildad intelectual requerido de las mentes de su calibre.

Y porque no había agua en él, “había serpientes y escorpiones”. Privada de su esencia Divina, su Torá era ahora vulnerable a las subjetividades y predisposiciones de todo intelecto humano.

La conexión con Janucá

La historia de Iosef y sus hermanos se estudia y es leída siempre en la festividad de Janucá, o en proximidad a ella9.

También es notable que la arriba citada interpretación del Talmud (“no había agua en ella, pero sí había serpientes y escorpiones”) aparece, aparentemente fuera de contexto, en medio de la sección talmúdica que refiere la historia y las leyes de Janucá (Shabat 21a a 23b)10.

De hecho, la lección de la Torá deficiente en agua de los hermanos de Iosef es un componente central en la historia de Janucá.

En la plegaria de Al HaNisín, que describe los sucesos de Janucá, leemos: “En los días del Sumo Sacerdote Matitiahu, el Jashmonaí, y sus hijos, cuando el malvado régimen helénico se alzó contra Tu pueblo Israel para hacerle olvidar Tu Torá y violar los decretos de Tu voluntad…”.

No era la Torá propiamente dicha lo que el malvado régimen helénico deseó erradicar del pueblo de Israel, sino Tu Torá.

Los griegos eran un pueblo “culto”, que respetó mucho la búsqueda del conocimiento; estaban perfectamente dispuestos a aceptar la Torá, e incluso abrazarla, como una filosofía, como la sabiduría colectiva de un pueblo estudioso. Lo que no podían tolerar era el agua” de la Torá, la humildad de la mente ante un dador Divino de la verdad.

Su guerra contra la Torá fue contra “Tu Torá”, contra la Torá como la sumisión humana al infinito, supraracional, Di-s.

Así, el Talmud nos cuenta que cuando los griegos invadieron el BeitHaMíkdash (el Gran Templo) en Jerusalén, “profanaron el aceite en el Santuario””

Este era el aceite empleado para encender la menord (el Candelabro del Gran Templo), que simboliza la luz Divina que emanaba desde el Beit HaMikdash hacia el mundo entero12. Los griegos no destruyeron el aceite de la menorá lo derramaron al suelo. Lo impurificaron, volviéndolo intencionalmente incompetente para el uso según las supra-racionales leyes de pureza ritual de la Torá.

Nuevamente, los griegos no objetaron el hecho de que el Templo sirviera de fuente de ilustración para el mundo; sólo buscaron despojarlo de su elemento supra-racional y Divino.

Con todo, los Jashmoneos sabían que una Torá despojada de su “agua” se convierte muy pronto en caldo de cultivo para serpientes y escorpiones. Que la sabiduría desprovista de su esencia Divina conduce, no a la verdad, sino a la racionalización de los más degradados apetitos y prejuicios del hombre.

De modo que pelearon para expulsar de Jerusalén al ídolo griego de la razón y reencender la menorá con la sabiduría receptiva a la verdad Divina.

Extraído de El Rebe Enseña, Ed. Kehot Lubavitch Sudamericana

Basado en Likutei Sijot, VoL XV~ pags. 324-330

Notas: 1.Isaías 55:1. 2. Deuteronomio 24:7. 3. M¡drash Rabá sobre el versículo. 4. Véase Sforno sobre Génesis 37:18; Or Hajaím, ibid., versículo 20; Parashat Debarím y otros comentaristas. 5. Véase Proverbios 9:5; Cantar de los Cantares 4:11, y Sforno, ibid.; “La Esencia del Jasidut” (Ed. Kehot Lubavitch Sudamericana), sección 7 y nota 4g; Likutéi Sijot, Vol. 1, pág. 170. 6. Talmud, Taanit 7a. 7. Ibid., Berajot 55b. 8. Véase Talmud, Nedarim 38a: “Al principio, Moshé estudiaba la Torá y la olvidaba, hasta que Di-s se la otorgó como un regalo”. 9. La Torá se divide en 54 secciones (sidrot o parshiot), una para cada semana del año. La sección de la semana se lee públicamente en la sinagoga y es estudiada individualmente en el curso de la semana.