Si va hacer depende de mí

En la historia de Adám y Java, Di‐s entra en el jardín del Edén y le pregunta a Adám: “¿Has comido del árbol del que te ordené que no comieras?”
Una simple pregunta: ¿lo hiciste o no? Adám responde: “La mujer que me diste me dio del árbol y yo comí”.
Di‐s luego se acerca a Java y le pregunta: “¿Qué es eso que has hecho?” Java responde: “La serpiente me engañó y comí”.

En el momento en que Di‐s llega a la serpiente, no tiene una pierna sobre la cual pararse.
Siendo descendientes directos de Adám y Java, quizás algunos hayamos heredado esta debilidad humana: buscar a otros a quienes culpar cuando se cometen errores.

Algunos fumadores culpan al gobierno por permitir que se vendan cigarrillos, y algunas personas con sobrepeso culpan al supermercado por vender alimentos grasos.
A menudo olvidamos que cada vez que señalamos con el dedo a otra persona estamos, al mismo tiempo, señalándonos a nosotros con tres dedos.
Los niños pueden aprender esta actitud y buscar a quién culpar por sus errores.
Puedes escucharlos decir cosas como “Es culpa de mi maestra”, “Es culpa de mi hermana”, etc.
Una de las mejores maneras de enseñar a los niños a asumir sus responsabilidades es siendo ejemplos vivos.

Un buen líder, y todo padre es un “líder” en su familia, es aquel que puede ponerse de pie y decir: “Cometí un error, soy responsable y he aprendido una lección importante sobre cómo evitarlo”.

Algunas empresas tienen un libro en sus áreas de recepción titulado: Los errores que he cometido y lo que he aprendido de ellos.
Cada vez que alguien comete un error, va a ese libro y escribe cuál fue el error y qué aprendió de él.

En un entorno tan positivo, la gente no tiene miedo de reconocer sus errores porque se considera una experiencia de aprendizaje y crecimiento.

Hay algunos adultos que tienen entre cuarenta y cincuenta años que tienen dificultad para tomar decisiones.
Cuando se enfrentan a un dilema, aún vuelven con sus padres y les preguntan qué hacer.
Quizás esto se deba a que crecieron en un entorno en el que la gente tenía miedo de reconocer sus errores.
Cuando un niño ve que sus padres no tienen miedo de admitir que cometieron un error y están preparados para asumir toda la responsabilidad de sus acciones, este niño se sentirá más cómodo y confiado al tomar decisiones.

Si las cosas salen mal, aprenden de ellas y siguen adelante para convertirse en una persona mejor y más responsable.
También sería útil si pudiéramos enseñar a un niño desde una edad temprana a tomar decisiones propias, apropiadas para su edad.

A un niño de tres años, el padre puede sugerirle:
“¿Quieres desayunar del plato rojo o del plato azul?” A medida que el niño crece, las opciones se vuelven más sofisticadas, con algunas consecuencias y lecciones que se pueden aprender.
Él o ella crecerá y se convertirá en un adulto sano y funcional que tomará decisiones, aprenderá y prosperará.

Una lección de Caín

Pecan de nuevo. ¿Por qué?
El pecado engendra depresión. La depresión engendra pecado. Y el círculo vicioso sigue y sigue, hundiendo a la persona a profundidades inimaginables.
Todos pecamos. El rey Salomón declaró que “no hay justo que nunca peque”.
Obviamente, el pecado es relativo y el pecado de un hombre santo no es el pecado de un pecador frecuente; pero el hecho es que el pecado siempre está.

La pregunta es ¿qué hacer después del pecado? Conozcamos a uno de los primeros pecadores de alto perfil de la historia: el perverso Caín.
Caín cometió un grave error. Mató a su propio hermano y luego se hizo el tonto con Di‐s: “¡¿Soy yo el guardián de mi hermano?!”
Una vez que admitió su culpa y se dispuso a arrepentirse, ¿qué hizo a continuación?
¿Compró gran cantidad de bebidas alcohólicas, cerró con llave el dormitorio, apagó las luces y se desmayó durante días?
¿Expresó su culpa matando a otra persona? ¿Ahogó su culpa en la depresión?

No. Caín se casó, tuvo un hijo y construyó una ciudad,v a la que puso el nombre de su hijo Enoj.
Nunca pudo deshacer su error y se arrepintió activamente por el resto de su vida; pero eso no le impidió hacer lo correcto. Salió y marcó la diferencia.

Al matar a Ebel, quitó algo del universo, y al casarse y construir una ciudad, dio algo a cambio.
La reacción a la destrucción debe ser la construcción. Incluso si uno es la causa de la destrucción.

No importan los errores que uno haya cometido y las consecuencias resultantes, si el alma todavía reside en el cuerpo, debemos actuar positiva en este mundo.
Sí, debemos arrepentirnos. Sí, a veces el error es tan grave que no se pueden evitar las consecuencias. (Caín terminó siendo asesinado por su propio descendiente)
Pero el mensaje de Caín es que a pesar de lo que pasó anoche – o más bien, debido a lo que pasó – debemos seguir adelante: añadiendo más luz, más amor y más paz al mundo.

¿Qué debemos hacer después de pecar? Arrepentirnos y construir una ciudad.

Providencia Divina Particular

“Cada suceso en la vida del hombre es predeterminado, tiene un objetivo específico, y es parte integral de su misión Divinamente ordenada en la vida”.

Rabí Israel Baal Shem Tov (1698-1760), el fundador del Movimiento Jasídico, enseñó: “Tu semejante es tu espejo. Si tu propia cara está limpia, la imagen que percibirás también será perfecta. Pero de mirar a tu semejante y ver imperfección, es tu propia imperfección lo que estás encontrando; se te está mostrando qué es lo que tú precisas corregir dentro de ti mismo”.

La base de semejante enfoque ha de encontrarse en otra de las enseñanzas del Baal Shem Tov, el principio de Providencia Divina Particular.

“Nada es por casualidad”, acentuaba permanentemente Rabí Israel. “Cada suceso en la vida del hombre es predeterminado, tiene un objetivo específico, y es parte integral de su misión Divinamente ordenada en la vida”. De modo que la persona nunca es testigo de cosa alguna ‘por casualidad’; hay una razón para la experiencia, una que está estrechamente vinculada a su propio sendero en la vida. Si la Providencia Divina le hizo ver la degradación de su semejante, es para abrir sus ojos a algún defecto propio. Entregándose a una evaluación honesta y a fondo de su propio comportamiento y carácter, el hombre encontrará que también él sufre de la misma carencia de una forma u otra.

En última instancia, ésta es la única manera de llevar a la persona a reconocer y tratar sus propias imperfecciones. “El amor encubre todos los pecados” (Proverbios 10:12), ¿y qué amor mayor hay que el del hombre a sí mismo? La afinidad de la persona para con su propio ser le impide mostrarse crítico con sus deficiencias y le hace hallar toda suerte de justificativos para sus deslices. Aun cuando resulten obvios a quienes están a su alrededor, él simplemente fracasa en percibirlos a través de la supresora bruma del auto-amor. No obstante, el mismísimo acto o rasgo de carácter, tan inocente y justificable en él mismo, surge en toda su infamia cuando es advertido en otros; aquí, él no puede menos que asombrarse acerca de las profundidades en las que su semejante se ha hundido. Por lo que la manera más efectiva para abrir los ojos de la persona a lo negativo en ella misma es mostrarle qué está mal en su semejante y decirle luego que también ella sufre un problema idéntico o similar. Si verdaderamente desea mejorarse a sí misma, si genuinamente sondea su corazón hasta descubrir qué es lo que el Omnipotente le estaba señalando haciéndole ver lo que vio, su auto-amor ya no oscurecerá más la verdad luego de que le ha sido presentada tan brillantemente en la vida de su semejante.

A los Ojos del Espectador

Con todo, uno puede preguntarse: La misión de vida de la persona involucra no solamente el desarrollo y la perfección de su propio carácter y ser, sino también su responsabilidad hacia su semejante. Se le ha encargado construir una morada para Di-s sobre la tierra, construir también una sociedad y comunidad mundial que refleje la armoniosa perfección del Creador. ¿Por qué, entonces, debe llegar a la conclusión de que se le están mostrando los equívocos de su semejante como un mensaje en lo que concierne a su propio estado personal? ¿Quizás esté siendo impulsado por la Providencia Divina para reprender y rehabilitar a su semejante?

Para responder a esta pregunta, debemos echar primero una mirada más cercana al principio de Providencia Divina Particular enseñada por el Baal Shem Tov.

Providencia Divina Particular significa que no solamente cada suceso tiene un fin determinado, sino que también lo tienen cada uno de sus aspectos y matices. La persona puede ver a su semejante hacer algo errado, pero no reaccionar como juez. En tal caso, es consciente de que el hecho requiere corrección, pero este conocimiento está acompañado de comprensión y compasión; se da cuenta de qué es lo que debe hacer por su semejante, pero sin sentir la culpa de aquel. Por lo que si a él se le hubiera mostrado la deficiencia de su semejante por la única razón de que él puede hacer algo al respecto, esto sería todo lo que percibiría: el problema y lo que él podría hacer para resolverlo. Sentir también la culpabilidad y bajeza de su semejante es totalmente innecesario; por el contrario, sólo entorpece su capacidad de llegar hasta aquél y trabajar con él de una manera cariñosa y tolerante.

Si, además de esto, también ve y siente la vergüenza y degradación de su semejante, debe deducir que también este aspecto de la experiencia cumple un propósito. La Providencia Divina lo ha provisto de un espejo mediante el cual discernir sus propios problemas.

Esto es lo que el arriba citado versículo nos dice con las palabras “y la vergüenza de su padre no vieron”: Shem y Iéfet no solamente no vieron físicamente la degradación de su padre —esto ya lo sabemos del hecho de que volvieron “sus rostros hacia atrás”— y tampoco percibieron su culpa o deshonra.

Las diferentes maneras en que los hijos de Noaj reaccionaron al conocimiento de que su padre yacía ebrio en su carpa reflejaron sus propios estados espirituales. La propia degradación de Jam se reflejó en su visión de la decadencia de su padre. La reacción de Shem y Iéfet, sin embargo, se redujo exclusivamente a lo que ahora debían hacer para corregir la situación.

La vergüenza de su padre, simplemente no la vieron.

Basado en una Sijá de Shabat Bereshit 5726

El negocio de Di-s

El propósito de una empresa comercial es obtener ganancias…

Vení a ver las obras de Di-s, Su terrible complot sobre los hijos del hombre.

— Salmos 66:5

Y la mujer vio que el árbol era bueno para comer y deseable a los ojos… y tomó de su fruto y comió; y también dio a su esposo, y él comió con ella.

— Génesis 2.6

El propósito de una empresa comercial es obtener ganancias. Ningún empresario con estima invertiría capital y gastaría tiempo y talento donde las cifras no mostraron un concreto potencial de ganancia.

Con todo, las más grandes ganancias habrán de ser cosechadas bajo las mismísimas condiciones que el comerciante responsable pretende evitar en mayor medida: como resultado de desarrollos completamente impredecibles, en entornos sobre los que él no tiene control y en que toda su empresa (y quizás su propio ser) están en peligro.

Así, puede decirse que la mente del empresario opera en dos niveles. En el nivel manifiesto, busca estabilidad y control. En este nivel, “ser pillado desprevenido” es todo lo contrario al comercio. Mientras sabe que cada emprendimiento tiene sus riesgos, su objetivo es evitarlos, mantenerse ajeno a lo impredecible, tener un plan de emergencia para cada eventualidad.

Pero en un nivel más profundo, subconsciente, el empresario suplica por lo impredecible. En el fondode su corazón, quiere ser tomado por sorpresa, verse zambullido en las mismas circunstancias que su negocio está estructurado para evitar. Pues es ahí, y sólo ahí, donde se oculta el potencial de ganancias, mucho mayor que lo que cualquier analista podría pronosticar. En este nivel, lograr que “todo marche según el plan” sería más bien una desilusión que un logro.

Estos son escenarios que jamás presentaría a sus inversores, o siquiera a su propio ser consciente. Pero en el análisis final, son estas posibilidades mismas, agazapándose detrás de las proyecciones y figuras oficiales, lo que constituyen su mayor motivación para abocarse a los negocios.

El Temible Complot

Nuestros Sabios nos dicen que “El reino del Cielo es similar al reino de la tierra, que las estructuras de la sociedad humana y los modelos del comportamiento humano reflejan la manera en que el Creador se relaciona con Su mundo y lo maneja.

Di-s tiene una “estrategia comercial”: la Torá, que es “el plano maestro de Di-s para la Creación”, define la “ganancia” que el Creador desea obtener de Su empresa. Las leyes de la Torá detallan qué debe hacerse y qué no, y qué debe suceder y qué no, para salvaguardar la inversión Divina en la Creación y asegurar su rentabilidad.

Pero en el primerísimo día comercial de la historia, el plan se agrió. Adam y Javá, al comer del fruto del Árbol del Conocimiento, trasgredieron la primera mitzvá (mandamiento Divino) que les fuera ordenada. Su acto comprometió a la empresa por entero, desatando un caos de bien y mal sobre el mundo controlado y ordenado en que nacieron.

Sin embargo, nuestros Sabios nos dicen que éste era “el terrible complot sobre los hijos del hombre” por parte de Di-s. “Soy Yo quien les hizo pecar”, admitió Di-s al Profeta Elías, “al crearlos con una tendencia al mal”.

Pues es el proceso de teshuvá(”retorno”) del pecado lo que rinde las más grandes “ganancias” del empeño de la vida. No hay amor mayor que el experimentado desde lejos, y no hay pasión mayor que el anhelo por regresar a un hogar abandonado ya una personalidad propia alienada. Cuando el vínculo de un alma con Di-s es tensado al punto de quebrantamiento, la fuerza con que rebota a su Fuente es mayor que cualquier cosa que podría ser generada por un alma que jamás abandonó la órbita Divina. Y cuando un alma vaga hacia los rincones más apartados de la vida, y explota la negatividad y maldad misma de su entorno como el ímpetu para regresar a Di-s, redime aquellas partes de la creación de Di-s que se encuentran más allá de las fronteras de una vida devota.

Este es el “terrible complot” de Di-s sobre los hijos del hombre:

Crear al hombre con una tendencia al mal, de manera que cuando sucumba a ésta rebote con un amor mayor a Di-s y con una mayor cosecha de recursos transformados y redimidos, que lo generado por una vida vivida en conformidad con la voluntad Divina.

Ciertamente, sin embargo, no puede decirse que Di-s quiso que el hombre pecara: el pecado, por definición, es un acto que Di-s no desea que se corneta. Además, si el “plan” de Di-s era que el hombre pecara, esto presenta la pregunta de qué habría sucedido si Adam y Javá no hubieran elegido comer del Árbol del Conocimiento. ¿Hubiera quedado sin concretarse el propósito de Di-s en la Creación?

Lo que Di-s Quiere

Como en el caso del empresario convencional, hay dos niveles de “motivación” detrás del acto Divino de creación.

En el nivel manifiesto, el mundo fue diseñado y creado para llevar a cabo el plan delineado por la Torá. Este plan requiere la existencia de una inclinación al mal en el corazón del hombre, a fin de que nuestra concordancia con la voluntad Divina tenga significación e importancia. En las palabras de Maimónides:

“Se ha dado licencia a cada hombre: si desea seguir la senda del bien y ser una persona justa, la elección de hacerlo está en sus manos; y si desea seguir la senda del mal y ser una persona malvada, la elección de hacerlo está en sus manos… Esta es una norma importante, y un sostén de la Torá y los mandamientos… Pues si Di-s decretara que una persona fuera justa o malvada, o existiera algo en la esencia de la naturaleza de una persona que la obligara hacia una senda específica… ¿cómo podría ordenarnos Di-s a través de los Profetas: ‘Haz esto’ y ‘No hagas esto’?… ¿Qué cabida tendría toda la Torá? ¿Y bajo qué medida de justicia castigaría Di-s al malvado y premiaría al justo…?

Este plan no requiere de la existencia del mal, sino sólo del potencial para su existencia. Nos debe ser posible violar la voluntad Divina, de modo que nuestro no violarla resulte un triunfo moral para nosotros y una fuente de placer para Di-s. Nos debe ser posible no hacer el bien, de modo que nuestros actos de bien tengan valor e importancia. Deben existir los riesgos; son ellos los que hacen gratificante y lucrativo el emprendimiento comercial, pero la idea de todo es que deben evitarse.

Pero en un nivel más profundo, “subconsciente”, que el hombre sucumba al pecado es parte del complot de Di-s. No es esto lo que El “quiere”; de hecho, está en desacuerdo con Su expreso deseo. Pero cuando sucede, desata una riqueza de posibilidades que son infinitamente más potentes que cualquier cosa que el plan “oficial” empresario podría haber rendido. Y son estas posibilidades, escondiéndose detrás de las proyecciones y cifras oficiales, lo que constituyen Su máxima motivación para invertir en el negocio de la vida humana.

Basado en Sefer HaMaamarím Melukat, Vol. III, pág. 247, ibid., Vol. 1, págs. 366-368; Likutéi Sjjot, Vol. VII, págs. 22-23; ibid., Vol. XXV~ pág. 429, nota 52; Reshi,not #12; y en otros lugares 

Extraído de” El Rebe Enseña” Editorial Kehot Lubavitch Sudamericana

El amor en tiempos difíciles

¿Qué podés hacer cuando te das cuenta de que tu marido está demasiado apegado a su madre?…

Lo que ella diga significa más para él que el propio bienestar de su mujer y de sus hijos (o al menos así parece) .Jamás tomará una decisión sin primero consultar con ella, en cada minuto libre irá a visitarla. Y la asistirá en todo lo que necesite ella y su hogar, antes que a su propia casa.

Pero lo peor es que es tan confidente con su progenitora que hasta le confiesa los pensamientos y sentimientos más hondos que su cónyuge le ha confiado a él. Su esposa está decepcionada, enojada, frustrada. ¿Qué debería hacer para que esto no suceda?. Veamos cómo los jóvenes pueden prevenir esta situación con sus parejas.

Algunos años atrás se hizo un estudio en familias en las cuales el marido estaba demasiado apegado a su madre. Entre otras cosas se les preguntó a las mujeres si antes de estar casadas veían a sus respectivos maridos como una persona fuerte, si expresaba sus opiniones con convicción y si era decidido y comprometido.

La mayor parte de las mujeres dijeron que sus futuros maridos lucían dubitativos, sin muchas opiniones e indecisos. Muchas dijeron que realmente hubiesen preferido un hombre fuerte y que no entendían por qué se habían establecido con una persona tan débil. Resultó en muchos casos que estas mujeres eran muy decididas y fuertes e inconscientemente se habían “establecido” con una persona débil para tener la última palabra en la casa de ellas. Pero jamás pensaron que no iban a ser ellas las que tuviesen la última palabra en sus casas; sino sus suegras.

El estudio mostró, entre otras cosas, algunas señales de alerta que pueden ser detectadas antes del matrimonio, prediciendo si un hombre está demasiado apegado a su madre.

Pero, ¿qué puede hacer una mujer que ya está casada con este tipo de hombre, con este “nene de mamá”? Antes que nada debemos preguntarnos:

¿Por qué está corriendo todo el tiempo con su madre? ¿Por qué arregla la lámpara de su madre antes que la propia (y de su mujer)? Las posibilidades dicen que ese hijo suyo (de su madre) es el mejor a sus ojos, y se lo deja ver a él. Cuando le arregla la lámpara le dice “me salvaste la vida” y le da a entender que sin él estaría desamparada.

Ella considera cada favor como un favor muy especial y está muy agradecida. Siempre conserva su comida favorita en el refrigerador, para que cuando llegue su hijo cansado después de un arduo día de trabajo pueda disfrutar una buena comida.

Su madre lo hace sentir especial, necesitado, apreciado y aprobado, con ella no siente que está equivocado y su cariño es recíproco, y los cuidados que ella le da son apreciados. Es un placer para él ir a visitarla y ayudarla.

En algunos casos tal vez el marido no recibe de su mujer lo que recibe de su madre, sino todo lo contrario; tal vez en lugar de ser considerado el mejor se lo ubica en un lugar inferior y de crítica constante. Tal vez no se aprecie el hecho de que arregle cosas en la casa. Después de todo ¡“Es su deber”!

Su esposa siente que contribuye mucho con el hogar y muchas veces sin reconocimiento, ¿por qué él no puede hacer el mínimo en los mismos términos?

Entonces, ocasionalmente, no se le pide en buenos términos al marido que se ponga en movimiento sino que se le ordena hacerlo. Inclusive después de un largo día de trabajo no se le permite ni siquiera relajarse un rato, sino que inmediatamente se le presenta más trabajo, demandándolo de una manera impaciente y autoritaria.

Obviamente, aunque en algunos casos puede haber una gran diferencia entre el trato que un hombre recibe de su mujer y el que recibe de su madre, él debe saber cuáles son sus obligaciones respecto de cada una.

De cualquier manera, no todos los maridos tienen esa etiqueta, pero si esa es la situación ¿cómo podemos hacer para que se revierta? Primero debemos preguntarnos qué necesidades emocionales no estamos llenando. Tal vez dimos por un hecho su devoción hacia nosotras, y como lo consideramos “su deber” no dimos una palabra de aliento ni un símbolo de aprecio por lo que hace.

En segundo lugar, ¿por qué corre a los brazos de su mamá en cada segundo que tiene libre? ¿Qué consigue en esos brazos que no consigue en los de su esposa? Tal vez ella escucha sus problemas… ¿nosotras hacemos lo mismo o lo atacamos con problemas y acusaciones antes de que cruce el umbral de la puerta?

¿Cree su mamá que él es el mejor cuando nosotras creemos que es el peor? Posiblemente ninguna de estas cosas sea verdad pero él es un “nene de mamá”. El no ha crecido. Siempre busca la salida rápida y no quiere completar sus obligaciones.

¿Qué hacemos, entonces? Probemos con la vieja y comprobada receta para reforzar la buena conducta. ¿Hace bien alguna cosa? Tal vez podamos decirle cuánto apreciamos aquello que sí hace y lo mucho que significa para nosotras.

Tal vez podamos hacerlo sentir bienvenido cuando llega a la casa (esto puede ser más complicado si su llegada coincide con la de los niños o con la cena); tal vez podamos demostrarle cuánto necesitamos de su presencia y que su ayuda es esencial para nosotras y los niños. Las probabilidades dicen que al menos uno de estos métodos dará buenos resultados.

Muchas mujeres asumen que sus maridos son maduros (mientras pueden no serlo) o que saben lo que ellas sienten respecto de sus “escapadas” a lo de su mamá. Después ellos se enojan y se resienten, o se van.

No cometas ese error. Descubrí cuál es su etiqueta y comenzá desde ahí. Quizá él nunca aprendió a ser responsable y solo se le permitió hacer cosas que él disfrutaba. Tal vez nunca le enseñaron a considerar los sentimientos de los otros.

No esperes que él simplemente sepa o adivine tus sentimientos. Háblale de ellos, de cuánto vos y los niños disfrutan de su participación en las actividades familiares, cómo disfrutás de su compañía.

Hacele entender que no solo sufrís vos, sino que el matrimonio es el que sufre y que él lo sufre también.

Si esto puede ser hecho con un cierto espíritu de amistad. Si podés mostrarle que es un hecho común, que va a elevar la felicidad de ambos compañeros, es muy posible que él comience a examinar su modo de vida y su matrimonio, y entonces comience a trabajar sobre el problema.

Durante el proceso de cambio es muy importante resaltar la recompensa ante cualquier mejora de su parte para que el crecimiento real pueda llevarse a cabo.

Este artículo fue escrito respecto de los “nenes de mamá”. Por supuesto los roles pueden estar invertidos. Hay bastantes “nenas de mamá”, quienes corren a casa ante cualquier pequeña dificultad. Quieren pasar todos los shabbats y los Iom Tov con sus padres, sin considerar una cena a solas con su marido. Inclusive en los días de semana, cuando comen en casa, sus madres les llevan la comida, y para cualquier decisión que tenga que ver con el matrimonio consultan a mami.

En este caso, las mismas técnicas propuestas anteriormente pueden ser utilizadas para llevar a una “nena de mamá” a ser una compañera madura en el matrimonio.

Si es tratada con dulzura y comprensión en lugar de estar a la defensiva, lo más probable es que esté motivada a abandonar su postura infantil y aprenda a relacionarse con otra persona cuidando sus necesidades y la de los demás en un nivel más maduro.

Rabanit Sheingarten z”l

Brooklyn, New York

Extraído de “Entre Mujeres”, Ajdus, la revista de Neshei Jabad

La rabanit Sheingarten z”l, recientemente fallecida, nació en Europa y desde que llegó a Estados Unidos se dedicó como psicóloga a transmitir apoyo terapéutico espiritual y emocional a parejas y familias necesitadas.

Caminando por la cuerda floja

Rabí Mendel Futerfas debió pasar muchos años de su vida en los campos de trabajo de la Unión Soviética. Al salir, relató que pudo mantener su cordura conectando su mente con la experiencia jasídica, enseñada por Rabí Israel Baal Shem Tov, que enuncia que “de cada cosa que uno ve o escucha debe tomar una lección en su servicio a Di-s”. Muchas veces la enseñanza más profunda podía derivar del más inusual de los “profesores”.

Uno de los prisioneros se atribuía el hecho de ser equilibrista. Rab Mendel no lo creía, pues no podía imaginar que una persona malgastara su tiempo, caminando por una cuerda, arriesgando su vida, en vez de hacerlo como todo el mundo, sobre piso seguro.

Al fallecer Stalin se suavizó la presión sobre los presidiarios y el equilibrista decidió mostrar sus dotes. Encontró una soga larga, ató una de las puntas a uno de los  edificios y aseguró la otra en un edificio distante a unos cuantos metros de allí. Verificó con seriedad todos los detalles, hasta quedar satisfecho. Un vasto grupo de espectadores se congregó debajo de la soga, que se encontraba a  5 metros de altura. El hombre se quitó los zapatos y trepó a la cuerda. Caminó unos pocos pasos, perdió el equilibrio y cayó. Se levantó como un gato, esperó algunos instantes y lo intentó de nuevo. Nuevamente se repitió la escena. Pero la tercera vez, comenzó a caminar y luego bailar sobre un pie, después sobre el otro, al ritmo de los aplausos. Entonces, fue hacia el final, dio la vuelta, y bailando retornó a su lugar anterior. Saltó y saludó como un artista al público que lo vitoreaba. Luego de estrechar las manos de todos, se acercó a Rab Mendel y le dijo: “Bueno Rabino, ¿qué piensa ahora?”. El Rab le dijo lo impresionado y sorprendido que estaba. “¿Cómo logras caminar por una cuerda tan finita, sin caer?” -preguntó.

Después de un momento, el equilibrista reveló su secreto: “Fijo mi vista en la dirección hacia la que deseo ir, y nunca pienso en que puedo caer” Hizo una pausa y agregó: “¿Sabe cuál es la parte más difícil? ¡Dar la vuelta! Pues al voltear, se pierde por un instante, el enfoque de la meta. Toma mucho tiempo aprender a virar… “

Borrar nuestros pecados

El propio día expía 

(Talmud Shvuot 13,a)

Con respecto a la expiación de los pecados en Iom Kipur, encontramos en el Talmud una discusión: Los Sabios dicen “Iom Kipur expía sólo a los retornantes”. Rabí (Yehuda, el Príncipe) disiente, y sostiene “tanto haya hecho Teshuvá (se haya arrepentido, retornado a Di-s y Su camino de vida) o no, el día de Iom Kipur expía, puesto que el propio día expía”. La conclusión se define como los Sabios.

En realidad, todos están de acuerdo con que “el propio día de Iom Kipur expía”, es decir, el día de por sí expía, sólo que Rabí sostiene que la santidad de Iom Kipur es tan poderosa que expía incluso a aquellos que no retornaron con Teshuvá; mientras que los Sabios opinan que es necesario el arrepentimiento previo para acceder a la extraordinaria expiación generada por Iom Kipur.

LIMPIEZA DE LAS MANCHAS

Pero esto requiere aclaración: Expiación no significa tan sólo ser perdonado por el Altísimo. Cuando un judío transgrede, genera un defecto espiritual, una mancha en su alma, y debe arreglar el defecto y limpiar la mancha. ¿Cómo se entiende que el defecto y la mancha se borren por el sólo hecho de que llega un día específico, Iom Kipur?

La explicación es que en Iom Kipur encuentra expresión lo más profundo del vínculo entre Di-s y el judío.

Hay una relación generada por el cumplimiento de los preceptos -las mitzvot– y por la aceptación del “Yugo Celestial”. La predisposición a cumplir con la Voluntad Divina genera el vínculo entre el judío y su Creador, y cuando cumple con los mandatos de Di-s se liga a Él.

Superior a ello es el grado de relación que se expresa a través de la Teshuvá, el retorno a Hashem. ¿En qué consiste la Teshuvá? Se trata de un hombre que se liberó  “yugo de los preceptos” y con ello parecería que, desconectó su vínculo con el Altísimo. Si es así, ¿por qué de repente decide retornar a Di-s?. Lo que ocurre es que su Teshuvá revela que en esencia seguía conectado con Di-s incluso cuando actuó contra Su voluntad, (transgrediendo los preceptos de la Torá). Este punto de unión interior que perduró en él es lo que lo mueve y motiva a volver a conectarse (también conscientemente) con Hashem, a través de la Teshuvá.

UN LAZO PROFUNDO

Pero incluso este vínculo, que se expresa en el proceso de Teshuvá, no es el final de la historia. De alguna manera, también el vínculo que mueve a laTeshuvá tiene algún tipo de condicionamiento. Está limitado a la intensidad de su arrepentimiento.

Hay un nivel de unión más profundo aún: es el lazo de esencia (o sea no generado por factores externos) entre el alma del judío y el Altísimo. El alma que poseemos en nuestro fuero íntimo es “una parte de Di-s de lo Alto, tal cual”, y ella está unida permanentemente con su fuente y raíz- Hashem.

Este vínculo no se ve afectado por nuestra conducta y por nuestras transgresiones. Se encuentra en todo judío por la propia naturaleza del alma. No hay pecado que pueda dañarlo. Sólo que durante el año este lazo está oculto y tapado en lo profundo del corazón. Lo que encuentra expresión son los niveles más externos de unión con Di-s, los que dependen de nuestra conducta y decisiones. Pero en el día de Iom Kipur se revela este lazo esencial entre el Altísimo y el pueblo de Israel.

ENCERRADOS EN PRIVADO

Este es el significado del concepto “el propio día expía”. En el día de Iom Kipur, cuando este vínculo de unión interior se revela, se borran automáticamente todos los defectos y manchas generados por el pecado. Este día revela que cada judío está conectado a Di-s con un vínculo imposible de destruir. Por lo tanto cuando este vínculo sale a flote, no existen  pecados, desaparecen automáticamente (salvo quien transgrede los preceptos del propio Iom Kipur, p.e. rompiendo el ayuno).

Esto encuentra su expresión principalmente en la plegaria de Neilá, la oración de “cierre” de todas las plegarias de Iom Kipur. Ahí se “encierran”, por así decirlo, Di-s con Israel, a solas, y nadie puede perturbar esa su unión absoluta.

(Likutei Sijot, Tomo 4, Pág. 1149)

El bebé del Etrog

Cierta vez vivía en una pequeña aldea un santo Rabí. Por supuesto, se cuidaba de observar todas las mitzvot de la mejor manera posible, y en cada uno de sus detalles. 

Pero amaba especialmente la mitzvá de las “Cuatro Especies”, pues ésta era una mitzvá que no podía cumplirse en todo el año y sólo venía junto con la festividad de Sucot. ¡Cuántos pensamientos y símbolos elevados estaban ligados a esta mitzva! No es de extrañar, entonces, que el Rabí no escatimara dinero para obtener el más perfecto Etrog posible.

Varias semanas antes de que llegara Sucot, el Rabí enviaba un mensajero especial para que le comprara un Etrog perfecto. El mensajero viajaba a la ciudad grande más cercana, y si era necesario, a ciudades más lejanas, examinaba todos los etroguím que estaban a la venta, y elegía luego el más hermoso y perfecto sin fijarse en el precio. Nunca antes había sucedido que el mensajero regresara sin un Etrog perfecto.

Pero estaba vez sí sucedió, y el Rabí estaba profundamente apenado. El mensajero le contó que había viajado por muchas ciudades, y había examinado numerosos Etroguím, pero no había encontrado uno que se ajustara a los requerimientos del Rabí. Probablemente ese había sido un mal año para la plantación de Etroguím, pues la mayoría de ellos tenía manchas y otros defectos y no tuvo otra alternativa que rechazarlos.

En la pequeña aldea todos estaban tristes por esta contrariedad, pues amaban mucho a su Rabí. Además, sabían que si el Rabí no tenía un Etrog para Sucot, también ellos se verían privados de la oportunidad de recitar la bendición sobre las Cuatro Especies, porque generalmente el Etrog del Rabí era el único en esta pequeña y pobre comunidad. Repentinamente pareció haber un rayo de esperanza. Un viajante que pasaba por la pequeña aldea, al escuchar de la preocupación del Rabí, contó a la gente que en cierta aldea lejana, próxima a la frontera, había un judío acaudalado que tenía el Etrog más hermoso y perfecto.

Dos de los amigos más cercanos al Rabí no perdieron tiempo. Alquilaron un caballo y una carreta y partieron hacia aquella aldea, próxima a la frontera. Cinco días después arribaron allí y se dirigieron de inmediato a la casa del judío rico que tenía un Etrog perfecto. Pidieron al dueño del Etrog que se los mostrara, cosa que éste hizo orgulloso. Extrajo su caja de plata, desenvolvió el algodón blanco y puro que lo protegía, y allí, ante sus ojos, tenían un Etrog de extraordinaria belleza y perfección.

“Exactamente el Etrog que buscamos para nuestro reverenciado Rabí”, dijeron los dos mensajeros. Extrajeron todo el dinero que traían consigo y lo pusieron sobre la mesa.

“No hay dinero en el mundo con el que se me pueda comprar este Etrog”, dijo el dueño. “Yo también soy judío y amo la mitzvá del Etrog. Lo siento amigos, el Etrog no está en venta”.

Los dos mensajeros comenzaron a implorar al hombre que les vendiera el Etrog. Le dijeron que seguro podría obtener otro y, aunque no fuera tan perfecto, sería lo suficientemente bueno como para recitar sobre él la bendición; su santo Rabí, por otro lado, sufría enorme pena al no tener un Etrog, y tampoco la comunidad tendría uno.

El dueño se lamentó, pero no cedió. “Es la primera vez en mi vida que he sido afortunado comopara conseguir un Etrog tan perfecto y no me separaré de él. Prueben suerte en otra parte”.

Profundamente decepcionados, los dos mensajeros le desearon un feliz Año Nuevo y un feliz Iom Tov, y se dieron vuelta dispuestos a irse.

“¡Esperen!”, los volvió a llamar el hombre. “Hay una condición que podría hacerme cambiar de opinión. Hasta daría con gusto el Etrog como regalo al santo Rabí, de cumplirse la condición”.

“¿Cuál es la condición”, preguntaron esperanzados.

“Di-s me ha bendecido con una buena esposa y con riquezas, pero nos ha negado la bendición de un hijo. Ni mi mujer ni yo somos jóvenes. Daré este Etrog como regalo al Rabí si él bendice a mi mujer y a mí para que tengamos nuestro propio hijo el año que viene en esta época. Pero deben saber que este regalo está sujeto al cumplimiento de esta condición. De otra manera se considerará como si hubiera sido obtenido por engaño. En ese caso, el Rabí estaría pronunciando la bendición sobre un Etrog robado, y no habrá cumplido, Di-s libre, la mitzvá”.

Los rostros de los dos mensajeros se ensombrecieron, y sus esperanzas se esfumaron. ¿Cómo podrían ellos aceptar el Etrog bajo semejante condición? Intentaron convencer una vez más al hombre para que les vendiera el Etrog y que depositara su confianza en que Di-s lo recompensaría según los deseos de su corazón. Pero el hombre no estaba dispuesto a cambiar de idea. “Tómenlo o déjenlo. Yo cederé mi Etrog únicamente bajo esa condición”.

Luego de discutir la cuestión entre sí unos minutos, los mensajeros decidieron aceptar el Etrog según la condición del hombre, y se apuraron a regresar a casa tan rápido como pudieron.

Cuando estuvieron frente a su amado Rabí, le informaron jubilosos que habían traído un Etrog. Cuando el Rabí lo vio, brillando como oro en su envoltura de algodón blanco, su rostro se encendió, dispuesto a bailar de alegría.

“Pero…”, los mensajeros comenzaron a balbucear.

“¿Pero qué?”, preguntó el Rabí.

“Junto con este Etrog va una condición”, y le contaron de qué se trataba.

Por un momento el brillo desapareció del rostro del Rabí y se lo veía muy serio, sumido en sus pensamientos. Luego dijo: “Sólo puedo dejar la cuestión en las manos de Di-s; bendeciré al hombre y a su mujer, tal como ha pedido, y que el Altísimo haga según Su voluntad”.

El rostro del Rabí volvió a encenderse una vez más con alegría interior, en tanto acariciaba el Etrog y admiraba su belleza y perfección. Esperaba ansioso que llegara Sucot, cuando podría cumplir la gran mitzvá de recitar la bendición sobre el Etrog.

Pasó casi un año, y poco antes de Sucot llegó un mensaje de parte del acaudalado judío de la lejana ciudad próxima a la frontera, informando que la bendición del Rabí se había cumplido y que habían tenido un varón. Junto con el mensaje había un hermoso y perfecto Etrog como regalo para el Rabí, esta vez sin ninguna condición.

Año tras año el acaudalado hombre enviaba al santo Rabí un hermoso Etrog antes de Sucot. Un año, el Etrog fue traído por un elegante joven.

“Yo soy el ‘bebé del Etrog’ “, se presentó el joven. “Mi nombre es Moshé, y mi padre me envió a que estudie Torá bajo su tutela”.

Moshé o, como lo llamaba la gente, “Moshé Etrog”, estudió Torá con entusiasmo, y observaba todas las mitzvot con alegría. Pero, por encima de todo, apreciaba la mitzvá del Etrog, que observaba con especial alegría e inspiración.

El día que fui ángel

La tradición nos dice que los ángeles nos visitan en la Sucá, y cada año pienso que una vez, hace más de 20 años, fui un ángel.
La memoria no es perfecta, pero el siguiente es mi relato de ese encuentro de hace mucho tiempo.
Era una mañana gris y nublada de Chicago y yo estaba como un soldado a cargo de la Sucá pública que habíamos
instalado afuera de una tienda de bagels local.

Cuando pasaba un cliente, les ofrecía realizar la bendción sobre el Lulav y el Etrog y tal vez disfrutar de su comida bajo la Sucá.
Parecía apresurada cuando pasó junto a mí, como si no me viera o al inusual “ramo” que sostenía en mis brazos.
No importa, me consolé, ella no era la primera y no sería la última.

Unos minutos después, salió con un vaso de papel humeante y una pequeña bolsa marrón. Redujo la velocidad
y se acercó pensativa.
“Rabino, ¿puedo hacerle una pregunta?”
“Seguro”, dije.
“¿Qué tal una pregunta inusual?”
“No hay problema”, respondí.
Trabajaba varias horas al día respondiendo consultas en la página web de Jabad y le aseguré que no hay pregunta prohibida.
“¿Qué sabes sobre el Malaj‐ ángel‐ Mijael? ¿Es una pregunta inusual? “
Podría decirle que el ángel Mijael es uno de pocos arcángeles mencionados por su nombre en las Escrituras, es
el defensor del pueblo judío y está asociado con la buena inclinación, la bondad y el agua.
“¿Es algo habitual que un rabino hable de él en un sermón?” ‐inquirió la mujer, con un toque de urgencia en su
voz.
“No creo que sea lo más usual, pero tampoco es lo más inusual”, respondí, sin estar seguro de lo que la mujer quería escuchar. “¿Por qué? ¿Dónde escuchaste a un rabino hablar en un sermón del ángel Mijael?
Todo su relato se desató como un torrente de pensamientos dando vueltas en una mente torturada por el dolor.

Ella estuvo en un Bar Mitzvá en Boston. El rabino de Jabad que ofició, habló de la tradición jasídica que dice que en la mañana de Simjat Torá, el ángel Mijael y su equipo de ángeles “limpian” el cielo, que está lleno de suelas gastadas y cordones de los zapatos rotos de judíos que bailaron con entusiasmo la noche anterior.
“Mientras el rabino contaba la historia, me miraba directamente, aunque no tenía idea de quién era yo”,
continuó.
“Luego dijo: ‘El mensaje de ángel Mijael es que no hay nada más importante que ser felices, celebrar, bailar y regocijarnos en la vida que se nos ha dado’”.
“Lo que el rabino no sabía”, confió, “es que mi único hijo, Mijael, murió en un accidente a principios de este año.
Cuando dijo que ángel Mijael nos estaba diciendo que siguiéramos bailando, entendí que me estaba transmitiendo un mensaje de mi ‘ángel Mijael’: Es hora de que comience a vivir de nuevo, de encontrar la manera de ser feliz y hacer las paces con la vida que tengo.
“Me fui a casa y decidí ingresar a terapia para procesar el terrible dolor que estaba experimentando. Hoy es mi primera sesión y estoy en camino. Cuando pasé por la tienda de bagels, sentí que aún no estaba lista.

Así que me detuve aquí aunque normalmente no como kasher, para tomar una taza de café y darme unos minutos más.
“Entonces te reconocí, también un rabino de Jabad, ofreciéndome la oportunidad de hacer una mitzvá.
Debes haber sido enviado aquí por mi “ángel Mijael” diciéndome que estoy en el camino correcto.
“Estoy lista para empezar a vivir de nuevo”.

¿Por qué pasarse el día de Iom Kipur enfocándonos en nuestras imperfecciones?

PREGUNTA: ¿POR QUÉ PASARSE EL DÍA DE IOM KIPUR ENFOCANDO NUESTROS PECADOS,

FRACASOS E IMPERFECCIONES? ¿NO ES DEPRESIVO?

RESPUESTA:

Iom Kipur es la celebración de ser humanos. Y ser humano significa ser imperfecto. El fracaso humano es tan predecible, que Di-s ha puesto en el calendario un día anual de perdón. No es sólo una fiesta optativa para aquéllos que hayan pecado. Iom Kipur viene cada año para cada persona.

Es como si Hashem supiera que tropezamos. Que siempre existirán líos que tendremos que reparar. Di-s no se sorprende por nuestros fracasos y Él nos otorga un día de limpieza todos los años. Nunca se esperó de nosotros que seamos perfectos. Cada Iom Kipur recibimos una nota de Di-s que dice algo así:

“Yo sé que eres humano. Los humanos no son perfectos. Yo los hice de esa manera. Y sin embargo, los amo. De hecho, eso es por qué Yo los amo – porque ustedes no son perfectos. Yo ya tenía perfección antes de crearlos. Lo que Yo quiero de la creación es un mundo imperfecto que se esfuerza por mejorar, lleno de seres humanos que fallan, se levantan y salen adelante.

Siendo imperfectos pero, no obstante, perseverantes, ustedes han cumplido el propósito de su creación. Han logrado la única cosa que Yo no puedo hacer sin ustedes – traer al Di-s perfecto dentro de un mundo imperfecto. Gracias. Con Amor, Di-s”

Para todos nosotros, que no somos perfectos, Iom Kipur es nuestro día. En lugar de estar deprimidos por los fracasos, los celebramos.

Cada resbalón, cada esfuerzo fallido a mantener nuestra vocación, es otra oportunidad para crecer y mejorar.

Fallar en nuestra misión es parte de la misión. Iom Kipur es el día en que Di-s nos agradece que seamos humanos, y nosotros agradecemos a Di-s que no somos perfectos. Si lo fuéramos, no tendríamos nada que hacer.