¿Los judíos cruzan los dedos?

¿Está mal que un judío diga “tengo los dedos cruzados” para tener buena suerte?

Cruzar los dedos es una práctica cristiana. Se originó en la Inglaterra medieval, cuando los cristianos creían que el símbolo de la cruz tenía el poder de alejar el mal y traer buena fortuna. Si te encontrabas con una bruja y no tenías una cruz a la mano, la forma más fácil de formar una era doblando un dedo sobre el otro.

En estos días, la mayoría de los que cruzan los dedos no lo asocian con ninguna creencia religiosa. Pero de todos modos no es una práctica judía. Y no creo que haya una versión judía de cruzar los dedos.

Podría intentar convertirlos en una estrella de David, pero es más probable que traiga artritis en lugar de buena suerte. Además, no creemos que la buena suerte venga de las señales y los gestos. Oramos a Di‐s, hacemos buenas obras y tenemos fe en el futuro.

El lenguaje que usamos da forma a nuestra manera de pensar. Entonces, en lugar de decir “Cruzo los dedos para conseguir el trabajo”, decimos “Si Di‐s lo quiere, conseguiré el trabajo”. Si no está destinado a ser así, ninguna contorsión de los dedos puede cambiar eso. Y si es la voluntad de Di‐s, ninguna “bruja” puede interponerse.

La envidia es ignorancia

El décimo de los Diez Mandamientos de la Torá dice: “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni a nada que le pertenezca a tu vecino” (Éxodo 20:14)

La estructura de este versículo parece extraña. Al principio, la Biblia especifica seis cosas que no debemos codiciar “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro”. Pero luego, al concluir el versículo, la Biblia establece: “Ni nada que le pertenezca a tu vecino” ¿Por qué la redundancia? ¿Por qué no establecer “No codiciarás nada que le pertenezca a tu vecino”, que incluye todo?

Y si la Torá no quiere fiarse de las generalizaciones y quiere especificar los detalles, ¿por qué no especifica algunas cosas y luego se vuelca a la generalización, “Y todo lo que le pertenezca a tu vecino?”

En hebreo, la palabra para “nada” y “todo” es la misma. “Kol”. Por lo tanto, el versículo también puede ser traducido como “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni todo que le pertenezca a tu vecino”. Al concluir el versículo con estas palabras, la Torá no nos está ordenando “no codiciar”, sino, nos está ayudando a alcanzar este estado difícil de conciencia.

¿Cómo puedes demandarle a alguien que no esté celoso? Cuando voy a tu casa y observo tu estilo de vida, ¿Cómo no puedo ponerme celoso? La respuesta es: “No codicies todo lo que le pertenezca a tu vecino”.

Lo que la Torá está insinuando es que de hecho es fácil codiciar la casa y la esposa de tu vecino, sus sirvientes, su buey y su burro; pero lo que debes preguntarte es: ¿estoy celoso de “todo lo que le pertenece a mi vecino”? ¿Estás preparado para asumir su vida? ¿De ser él? No puedes ver a la vida como miríadas de eventos incoherentes y experiencias. No puedes arrancar un aspecto de la vida del otro y decir: “Hubiera deseado su matrimonio, su casa, su carrera, su dinero…”.

La vida es una experiencia holística e integrada. Cada vida, con sus bendiciones y desafíos, con sus obstáculos y oportunidades constituyen una sola historia, una historia que comienza con el nacimiento y finaliza con la muerte.

Cada experiencia en la vida de uno representa un capítulo de nuestra historia individual y no tenemos el lujo de arrancar un capítulo de la historia de otro sin tomar la historia completa.

Cuando aíslas uno o pocos aspectos de la vida de otro, es natural sentirse celoso. Pero cuando te das cuenta de “todo lo que le pertenece a tu vecino”, tu percepción se altera. ¿Realmente quieres adquirir todo lo que le sucede en la vida? Así que la próxima vez que sientas celos por la vida de otro, pregúntate si realmente quieres ser el otro.

Ralph Waldo Emerson estaba en lo cierto cuando observó que “La envidia es ignorancia”

La canción de Miriam

Miriam la profetisa…tomó los tamborines en sus manos; y todas las mujeres la siguieron con tamborines y danzas. Y Miriam las llamó: “Canten a Di-s…” Éxodo 15:20-21

No cantamos cuando estamos asustados, desesperados, dormidos, o luego de una comida pesada. Cantamos cuando suspiramos por alguien a quien amamos, cuando esperamos tiempos mejores, cuando celebramos un logro o anticipamos una revelación.

No cantamos cuando estamos complacientes. Cantamos cuando nos esforzamos por algo, o cuando hemos probado la alegría y sube hasta los cielos.

El canto es una plegaria, el intento por elevarse por encima de las preocupaciones mezquinas de la vida y unirse con la fuente de uno. La canción es la búsqueda de la redención.

El Midrash enumera diez canciones preeminentes en la historia de Israel, diez ocasiones en las que nuestra experiencia de redención encontró su expresión en la melodía y el verso. Las primeras nueve son: la canción cantada en la noche del Éxodo en Egipto, la “Canción en el mar”, la “Canción en el Pozo”, la canción de Moshé al completar la escritura de la Torá, la canción con la cual Iehoshúa paró el Sol, la canción de Deborá, la canción del Rey David, la canción durante la dedicación del Templo Sagrado, y el “Cantar de los Cantares” del Rey Salomón, que trata sobre el amor entre el novio Divino y Su novia Israel.

La décima canción, dice el Midrash, será Shir Jadash, la “nueva canción” de la última redención: una redención que es global y absoluta; una redención que aniquilará todo sufrimiento, ignorancia, celos y odio de la faz de la tierra; una redención de tales proporciones que el anhelo que evoca, y la alegría que trae requiere de una nueva canción: un lenguaje musical completamente nuevo que capture la voz de los últimos esfuerzos de la Creación.

Repetición

La más conocida de las diez canciones de redención es Shirat Haiam, la “Canción en el Mar”, cantada por Moshé y los hijos de Israel al cruzar el Mar de los Juncos. Recitamos esta canción cada mañana en nuestras plegarias y es leída públicamente en la sinagoga dos veces al año: el séptimo día de Pesaj (el aniversario de la partición del mar y el día en el que se compuso dicha canción), y en la porción semanal de la Torá, Beshalaj, en Shabat. (Este Shabat es conocido como “Shabat Shirá”, “Shabat de la Canción”).

La Canción en el Mar alaba a Di-s por Su milagrosa redención de Israel cuando partió el Mar y ahogó a los Egipcios que los perseguían, y expresa el deseo de Israel, de que sea Di-s el que los dirija a su tierra y que Su presencia more entre ellos en el Templo Sagrado. Concluye con una referencia acerca de la última redención, cuando “Di-s reinará para toda la eternidad”.

Actualmente, hay dos versiones de la Canción en el Mar; una versión masculina y otra femenina. Luego que Moshé y los hijos de Israel cantaron su canción, “Miriam la profetiza, la hermana de Aarón, tomó el tamborín en sus manos; y todas las mujeres la siguieron con sus tamborines y sus danzas. Y Miriam las llamó; “Canten para Di-s, ya que Él es el más exaltado; caballo y jinete Él hundió en el mar…”

Los hombres cantaron, y luego lo hicieron las mujeres. Los hombres cantaron, y luego las mujeres cantaron, bailaron y tocaron los tamborines. Los hombres cantaron-expresaron su alegría por su liberación, su deseo por una redención más perfecta, pero algo faltaba. Algo que sólo la canción de la mujer podía completar.

Sentimiento y Fe

Miriam, la hermana mayor de Moshé y Aarón, presidió en la repetición femenina de la Canción en el Mar.

Miriam, llamada “Amargura” ya que cuando nació, el pueblo de Israel estaba entrando a la etapa más dura del exilio Egipcio, Miriam, quien se ocupó del pequeño Moshé cuando fue puesto en una canasta en el Nilo, “se paró mirando desde lejos, para ver qué sucedería con él”.

Fue Miriam, con su pozo profundo de la sensibilidad femenina, quien experimentó de verdad la amargura del Galut (exilio y persecución). Y fue Miriam, con su capacidad de mujer de poder resistir, perseverar y tener esperanza, quien se paró sola a mirar detrás de los arbustos, incipando vida en una canasta en la orilla de un río gigante, cuya vigilancia sobre “lo que será de él” y su misión para traer redención a su pueblo nunca vaciló.

La escena de una joven mujer parada mirando la espesura de los matorrales a la orilla del Nilo, la esperanza de la redención que persevera contra la amargura del Galut en su corazón, evoca la imagen de otra matriarca que mira: Rajel. Como el profeta Jeremías describe, es Rajel quien, en su solitaria tumba en el camino desde Bet Lejem a Jerusalem, llora por el sufrimiento de sus hijos en el Galut. Es ella, más que los patriarcas hombres o líderes de Israel, quien siente la profundidad de nuestro dolor; es su intervención ante Di-s, luego de que las de ellos fallaron, la que trae la redención.

Miriam y su coro trajeron a la Canción en el Mar la intensidad del sentimiento y profundidad de la fe única de las mujeres. Su experiencia de la amargura del Galut ha sido mucho más intensa que la de los hombres, aún así, su fe ha sido más fuerte y más duradera. Así que su deseo por la redención ha sido mucho más conmovedor, así como lo fue su alegría por su realización y su esfuerzo hacia una mayor satisfacción.

Hoy en día

El gran Kabalista, Rabí Itzjak Luria (el “Arí”, 1534-1572), escribe que la última generación antes de la llegada del Mashiaj es la reencarnación de la generación del Éxodo.

Hoy, mientras nos encontramos en el umbral de la última redención, son una vez más las mujeres cuya música es la más conmovedora, cuyos tamborines son los que más ayudan, cuyos bailes son los más alegres. Hoy, como antes, la redención se llevará a cabo “por el mérito de las justas mujeres”. Hoy, como antes, el deseo de las mujeres por la llegada del Mashiaj, es mucho más profundo que el de los hombres, y es inspirador y elevado, y forma la cadena dominante en la melodía de la redención.

Basado en una directiva del Rebe, Shabat Shira 5752 (18 de Enero, 1992).

10 de Shvat: la misión

Tiempo y lugar: viernes de noche hace 70 años, en un pueblito australiano de Shepparton, en la casa de Rabi Moshe Zalman Feiglin

Moshe Zalman se despertó de su sueño. Se dio prisa, ansiosamente, al comedor, y descubrió lo que lo había despertado: la fotografía enmarcada del sexto Rebe de Lubavitch, Rabi Iosef Itzjak Schneerson- que durante años había ocupado un lugar de orgullo en un aparador- se había caído al suelo. Apuntando al vidrio estrellado, dijo en voz baja: “¡Algo ha pasado!”.

Su nieto de doce años, Uri, que le hacía compañía, trató de tranquilizarlo aduciendo que la caída se debió quizás a un temblor, pero de nada sirvió.

En la mañana de Shabat, Moshe Zalman compartió su preocupación con su sabio vecino Rabi Betzalel Wilschansky. Él buscó tranquilizarlo sin éxito. Moshe Zalman, un hombre conocido por su fe, tranquilidad y ecuanimidad, no podía encontrar paz.

Finalmente, después de Shabat, llegó un telegrama desde Brooklyn. El Lubavitcher Rebe había fallecido. La fecha: Shabat, 10 de Shvat 5710 (1950).

Exactamente un año después. Lejos de Australia, en el otro lado del globo, varios cientos de personas- principalmente sobrevivientes del holocausto- se encontraban apretados en un cuarto pequeño, que albergaba en ese momento a unos 150 individuos. La tensión era palpable en el aire. ¿Estaría de acuerdo o no?

Ya habían pasado doce meses desde el fallecimiento del Rebe. Los líderes del movimiento habían puesto sus ojos en un sucesor para que asumiera el puesto del séptimo Rebe en la dinastía de Jabad-Lubavitch. Sin embargo, él se negaba repetidamente.

En esa tarde invernal, la noche siguiente al primer Iortzait del Rebe, se realizaba un farbrenguen (reunión jasídica) en 770 Eastern Parkway, la Sede Principal de Jabad en Brooklyn, NY, conmemorando la ocasión. Había un vislumbre de esperanza, quizás cedería.

A las 22:40 sucedió. El nuevo Rebe, el séptimo Rebe, fue nombrado. No hubo ninguna fanfarria o ceremonia. El Rebe simplemente pronunció un discurso jasídico y de allí en adelante formalmente asumió la dirección del movimiento. En este discurso histórico, el Rebe extendió la declaración de la misión para sus seguidores, la “séptima generación,” como se refirió a ellos. La tarea de la séptima generación, dijo, es traer la Shejiná (la Presencia Divina) a este mundo físico.

“Estamos en medio del periodo llamado ikveta dimeshija (el tiempo cuando pueden oírse los pasos próximos de Mashíaj). De hecho, estamos en la conclusión de este periodo. Nuestra tarea es completar el proceso de atraer abajo la Presencia Divina, para que pueda morar dentro de nuestro mundo inferior”

La llamada emitida esa noche del invierno repercutió en la conciencia de esas pocos cientos de personas. Pero su eco se extendió mucho más allá de las paredes de “770”.

Siete décadas han sucedido. Durante este periodo de tiempo, el movimiento de Jabad Lubavitch, inspirado por la llamada del Rebe, se ha transformado en un inmenso movimiento internacional en seis continentes, abarcando miles de Batei Jabad y centros de difusión de judaísmo por todo el globo, incluso con una fuerte presencia en el ciberespacio.

Setenta años después, el pueblito australiano de Shepparton ya no aloja al ilustre y venerado jasid, Rabi Moshe Zalman Feiglin. Pero en Australia solamente, la presencia de Jabad se ha extendido a más de cien centros.

Durante estos setenta años hubo algunos momentos muy yermos, pero el poder colectivo ha transformado las fuerzas indeseables y destructivas que se han cruzado en experiencias positivas y de crecimiento. Cualquier causa de pesar o abatimiento, cada estorbo u obstáculo, ha sido o, por lo menos, tiene la capacidad de ser transformado en oportunidades para crecimiento y rejuvenecimiento.

 La llamada inicial que emitió desde 770 Eastern Parkway, ha penetrado el mundo. La declaración de la misión de atraer la Shejiná desde el “séptimo cielo” aquí debajo no es más un sueño del futuro distante, sino una realidad inminente que muy brevemente se pondrá totalmente de manifiesto.

Estamos de pie en el umbral de la Redención. Estamos entrando en el “Iom Shekuló Shabat” la era que es todo un largo Shabat. Después estaremos en el modo de Shabat para siempre.

Por Yossi Braun

¿Qué es la Guenizá y qué hacemos con ella?

En el capítulo XII de Devarim, la Torá le ordena a la generación que está por entrar a conquistar la Tierra de Israel la destrucción de las imágenes y monumentos de idolatría que allí encuentren. Culmina diciendo en el versículo IV: “No harás así para con Hashem tu Di-s”. De aquí aprenden nuestros Sabios que está prohibido borrar el nombre sagrado de Hashem. Más aún, ni siquiera podemos dejarlo en un lugar donde pueda arruinarse.

Por ello, todos aquellos escritos que contienen el nombre de Hashem y no tienen más utilidad, no pueden ser descartados ni abandonados. Debemos procurar dejarlos en un lugar protegido para que el nombre de Hashem no sea borrado. Este lugar recibe el nombre de Guenizá.

¿Cómo es la ley respecto a los escritos de Torá (que no contengan el nombre de Hashem) y la de aquellos artículos de Mitzvá, como las correas de los Tefilín y los hilos de los tziztit que fueron utilizados y ahora perdieron su validez?

Para explicar esto debemos previamente analizar los tres tipos de objetos de santidad: 

a) Aquellos que poseen el nombre escrito de Hashem en cualquier idioma que sea (Tanaj, Tefilín, Mezuzá, Sidurím, etc.) 

b) Textos de Torá que no contengan escrito el Nombre de Hashem (Talmud, Shuljan Aruj, las carpetas de estudios de Torá de los chicos, etc.) y 

c) Artículos que fueron utilizados al servicio de la Mitzvá. Este ítem se divide a su vez en dos subcategorías: 1) aquellos objetos que son la Mitzvá misma (las correas y los batim de los Tefilín y los hilos de los Tzitzit) y 2) aquellos objetos con los que se realizó la Mitzvá misma (la tela del Talit, las ramas del techo de la Sucá, las cuatro especies de Sucot, etc.).

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría a) deben ser llevados a una Guenizá para protegerlos de ser destruidos. Por ello, el responsable de la Guenizá deberá guardarlos en una vajilla de cerámica y enterrarlo en un cementerio judío.

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría b) deben ser llevados a una Guenizá para que éstos no resulten despreciados. Por ello, el responsable de la Guenizá deberá enterrarlo en un cementerio judío.

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría c-1) se procede igual que con los de la categoría b).

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría c-2) como fueron utilizados para una Mitzvá no pueden ser despreciados, pero tampoco estamos obligados a protegerlos. La costumbre en la práctica es la de reutilizarlos para el cumplimiento de otra Mitzvá, como por Ej: Las cuatro especies son quemadas en el momento de la quema del jametz en la víspera de Pesaj y los hadasim para olerlos en la havdalá.

por el Rab. Iosef Feigelstock Shlita

Es nuestra tierra


Un una oportunidad, Benjamín Netanyahu dio una entrevista y el periodista preguntó por “la ocupación de Israel de tierras árabes”. Su contestación fue “es nuestra tierra”. El reportero se sintió aturdido ‐ esta información no aparece en los medios de comunicación.

1. La Nación y Jerusalém: Israel se volvió una nación en el año 1312 a.e.c, dos mil años antes del surgimiento del Islam.

2. Refugiados árabes en Israel empezaron a identificarse como parte de un pueblo Palestino en el año 1967, dos décadas después del establecimiento del Estado moderno de Israel.

3. Los judíos han tenido dominio de la tierra de Israel durante mil años desde la conquista judía en el año 1272 a.e.c, con una presencia continua en la tierra durante los últimos 3,300 años.

4. El único dominio árabe desde la conquista en el año 635 e.c no duró más de 22 años.

5. Durante más de 3.300 años, Jerusalém ha sido la capital judía. Jerusalém nunca ha sido la capital de ninguna entidad árabe o musulmana. Incluso cuando los jordanos ocuparon Jerusalém, nunca buscaron hacerla su capital, y los líderes árabes no la vinieron a visitar.

6. Jerusalém se menciona más de 700 veces en el Tanaj, Biblia. Jerusalém no se menciona ni una sola vez en el Corán.

7. El rey David fundó la ciudad de Jerusalem.

8. Los judíos oran mirando a Jerusalem. Los musulmanes oran con sus espaldas hacia Jerusalém.

9. Refugiados árabes y judíos: En 1948 los refugiados árabes fueron animados a dejar Israel por líderes árabes que prometieron limpiar la tierra de los judíos. Sesenta y ocho por ciento abandonó la tierra sin ver a un soldado israelí.

10. Los refugiados judíos fueron obligados a huir de los países árabes debido a la brutalidad, persecución y pogroms que sufrían allí.

11. El número de refugiados árabes que abandonó Israel en 1948 es estimado en 630.000. El número de refugiados judíos de los países árabes estima ser el mismo.

13. El Conflicto árabe‐israelí: los árabes son representados por ocho naciones separadas, que no incluyen a los palestinos.

14. Israel le ha dado la mayoría de la tierra del Banco Oriental y autonomía a la Autoridad Palestina y los ha provisto de armamento.

15. Bajo el dominio de Israel, todos los sitios musulmanes y cristianos han sido conservados y accesibles a las personas de todas las religiones.

16. La ONU se mantuvo en silencio cuando 58 Sinagogas de Jerusalém fueron destruidas por los jordanos y profanaron sistemáticamente el cementerio judío antiguo en el Monte de los Olivos. 17. La ONU se mantuvo en silencio mientras los jor‐danos impidieron por la fuerza un apartheid‐como política de impedir a los judíos visitar el Monte de Templo y el Muro Occidental.

Algo a cambio

En los tiempos de la guerra de Rusia‐Japón, todos aquellos miembros de la reserva que poseían tarjetas rojas eran llamados al ejército y enviados al frente de inmediato.

Entre ellos se hallaba el jasid Reb Mendl Dovid Gurvitz, melamed‐maestro‐ de Viliz, que ya estaba casado y tenía hijos pequeños. Con una gran preocupación viajó a Lubavitch para ver al Rebe Rashab.

El Rebe lo bendijo: “¡Que el Altísimo te libere de sus manos!” Rabi Mendl no se contentó con la respuesta y le dijo: “Rebe, es mi deseo que me de su palabra de que será así”. “No puedo prometerte” dijo el Rebe y repitió la bendición.

Nuevamente, Reb Mendl dijo: “Rebe, sé que vuestro padre, el Rebe Maharash, aseguró su bendición a alguien, y esta se cumplió” El rostro del Rebe se enrojeció y le respondió: “Mi padre podía dar su palabra, pero yo no puedo hacerlo”.

El jasid no se dio por vencido hasta que finalmente el Rebe le dijo: “¡El Altísimo te liberará de sus manos!” Reb Mendl Dovid regresó a su hogar feliz y se preparó para presentarse al ejército.

El lugar de enrolamiento era enorme y estaba colmado de gente. Cada uno llegaba con su mochila y era enviado al frente de inmediato. El oficial a cargo tenía la lista de los reclutas en sus manos. En instantes debía hacer la revista de todos los conscriptos.

De pronto salió de su oficina y preguntó: “¿Quién es Gurvitz Mendl?” Cuando Reb Mendl se acercó, el oficial le dijo: “Puedes regresar a tu casa. En pocos días ven a buscar el certificado de excepción”. Reb Mendl no entendía lo que sucedía. Desde su audiencia personal con el Rebe sabía que obtendría su salvación, pero nunca pensó que sería de manera tan inmediata. 

Investigó acerca de lo sucedido y supo la verdad: El oficial a cargo vivía desde hacía muchos años en Viliz, en una casa alquilada. El dueño de la vivienda era un judío de Riga. Después de la muerte del propietario, sus hijos venían cada tres años para renovar el contrato. 

En Viliz había varios interesados en alquilar la residencia e incluso de aumentar la renta. Cuando los propietarios llegaron a Viliz y escucharon las nuevas ofertas, le dijeron al oficial que debía dejar la casa.

 El militar no deseaba mudarse ni aumentar el pago. 

Entonces presentó la siguiente propuesta: “Permítanme permanecer en la casa, con el mismo alquiler, y a cambio de ello les ofrezco lo siguiente: en unos días realizaremos un alistamiento masivo y seguramente muchos judíos estarán obligados a enrolarse. Les prometo liberar por lo menos a un judío”. 

Los propietarios estuvieron de acuerdo y renovaron el contrato. El oficial deseaba cumplir de inmediato con su palabra y ya que conocía a todos los habitantes de Viliz, decidió expedir a Reb Mendl de inmediato. (Likutei Sipurim)

¿Qué tienen en común abejas, lobos, osos, leones, zorros y comadrejas?

(A) NO TODOS SON KOSHER, Y (B) TODOS SON NOMBRES JUDÍOS HEBREOS O IDISH

Esto parece extraño, ya que los Sabios dan un gran significado al nombre. Este puede afectar la trayectoria de la vida y puede predisponerlo a ciertas tendencias (que pueden superarse con esfuerzo).

Nos advierten de nombrar a los niños con el nombre de personas con buenas características.

Además, se nos dice que no comparemos los rasgos negativos de nuestros hijos con los de los animales impuros (“¿Dejarás de saltar como un mono y de gritar como una hiena?”), Ya que puede tener un efecto espiritual negativo en el niño.

Y que tengamos cuidado de no mostrar imágenes de animales no kosher a niños muy pequeños.

Sin embargo, encontramos que muchos judíos, especialmente los de las comunidades Ashkenazim, llevan nombres de animales impuros. Antes de morir, Iaakov y Moshé bendijeron a las 12 tribus, comparando a algunas animales no kosher.

Además, personas justas y profetas, tenían nombres de animales no kosher. Por ejemplo, Débora, la profetisa, significa “abeja”. Juldá, otra profetisa, significa “comadreja”.

También tenemos nombres como Arie, “león”, en las Escrituras. No llamamos ni comparamos a nuestros hijos con animales impuros por ira, porque en ese caso los estamos comparando con los rasgos y aspectos negativos del animal.

Sin embargo, cuando le damos al niño el nombre del animal, nuestra intención es solo transmitir las cualidades positivas de ese animal. Del mismo modo, el rey Shlomó nos dice que aprendamos de los caminos de la hormiga, y el Talmud enseña que “incluso si no se hubiera dado la Torá, podríamos aprender modestia del gato y no robar de la hormiga”.

Curiosamente, existen nombres como Tzvi Hirsh (gacela o ciervo), Areie Leib (león) o Zeev Volf (lobo). Los místicos nos enseñan que los padres reciben un destello de profecía cuando dan a sus hijos nombres judíos.

Algunos explican que para ocultar la grandeza de ciertas almas a medida que descienden a este mundo, a veces se le da el nombre de un animal impuro. Los nombres judíos son parte integral de nuestra identidad. El Midrash relata que una de las razones por las que los judíos merecían la redención del exilio egipcio fue que, a pesar de todas las dificultades, mantuvieron sus nombres judíos, lo que los mantuvo ligados a Di‐s y Su Torá.

Por lo tanto, el mérito de tener y usar un nombre judío puede traer bendiciones y salvación no solo al individuo, sino también al mundo

Una casa de libros

El Departamento de Educación de los EEUU recientemente escribió un reporte titulado “El Estudio Longitudinal de la niñez temprana”. El artículo hace un seguimiento a más de 20.000 niños americanos desde el jardín de infantes hasta 5to grado, reuniendo cada nota del niño e información demográfica. Los padres de cada niño respondieron a numerosas preguntas sobre los hábitos de la familia, estilo de vida y actividades. El reporte final es una extraordinaria riqueza de información, que cuando se lo analiza rigurosamente, provee algunas poderosas indicaciones sobre los métodos fundamentales sobre educación.

Una de las interesantes conclusiones del estudio es, que un niño que tiene cincuenta libros en su casa, su nivel académico es de un 5% mayor que el de un niño sin ningún libro en su casa. Más aún, un niño con cien libros en su casa, suma 5 puntos más que un niño con cincuenta libros. La mayoría de las personas pueden mirar esta información y presumir que el número de libros en su casa está relacionado con la cantidad de tiempo en la que un padre o un cuidador se los lee al niño. Sin embargo, la conclusión del estudio es bastante diferente. No importa cuánto tiempo se pase leyendo a un niño, la mera presencia de los libros en un hogar influye en las notas del niño. En otras palabras, el ser padres trata sobre quién eres, tanto como lo que haces.

Ser padres es quizá uno de los emprendimientos más difíciles que una persona puede realizar en su vida. Las teorías abundan, y en el esfuerzo de producir madres y padres “de niños prodigios”, generalmente ponen a su hijo, así como a ellos mismos en una agenda rigurosa de clases, conciertos, visitas a museos, y más clases. Comenzando desde que está en la panza, el feto escucha a Mozart; luego de chico lo anotan en un jardín de infantes especializado, forzado eventualmente a tomar clases de hockey sobre hielo, violín, ajedrez, y matemáticas, una jornada de 12 horas por día que producirá al niño perfecto.

Imagino que será una desilusión para estos súper padres si ven que la cualidad de la casa y su ambiente es mucho más significativa para el éxito del niño que la cantidad de clases y eventos culturales a los que asiste.

El Rey Salomón escribe en el Libro de Eclesiastés, “No hay nada nuevo bajo el sol”. El pueblo judío siempre se lo ha conocido como “el pueblo del libro”, no por su reputación de ser estudiosos, sino por la Torá entregada en el Monte Sinaí que nos ha unido por generaciones, una Torá explicada, expuesta e iluminada en miles de libros escritos y publicados en el correr de siglos. Generalmente, los libros de Torá en un hogar judío son más en número que los que puedan de hecho estudiarse en una vida, aún así, los tenemos en la casa, irradiando nuestro hogar con espiritualidad y pureza que contiene cada una de sus páginas.

Una de las 10 observancias judías que el Rebe de Lubavitch infundió en su campaña de 10 mitzvot fue “Bait Male Sfarim”, una “casa llena de libros”, instando a los judíos a comprar libros de Torá y mostrarlos en sus casas, incentivando así a su familia e invitados a estudiar sus enseñanzas, y afectando el pensamiento, acción y habla de uno para mejor. Incluso si los libros están allí en los estantes, sin usarlos, el Rebe dijo que la mera presencia de ellos, se apega a toda la casa, influyendo positivamente a aquellos que viven allí tanto las horas en las que uno pasa en la casa, como así también cuando sale. Así como la Mezuzá protege a los habitantes de la casa tanto cuando están adentro como cuando salen, el efecto de los libros en una casa también llega muy lejos.

Así que, un ambiente establece el resultado. Traer libros a la casa de uno, puede determinar las notas de los niños, ya que los libros imparten instintivamente al niño que la educación es de suma importancia para sus padres.

Libros judíos sagrados visiblemente expuestos en una casa, expresarán subconscientemente en su dueño una apreciación y reverencia por estos libros, sus valores, su historia y su contenido, incentivando a toda la familia e invitados a leerlos y estudiar de ellos.

Un ambiente de Torá que se crea a través de los libros de Torá, crea una atmósfera sutil pero constante de santidad, inspirando el pensamiento y práctica judía y últimamente instándonos a estudiar sus enseñanzas y mejorar nuestras vidas, un libro cada vez.

Por Jani Goldman

¿Por qué hay tantas estrellas y galaxias?


El Talmud explica que originalmente el sol y la luna eran grandes, pero la luna se quejó: ¡Amo del Universo!

¿Pueden dos reyes llevar la misma corona? Di‐s le dijo a ella: “Ve a disminuir”.

Para apaciguar a la luna después de su disminución, Di‐s aumentó las estrellas que sirven como séquito de la luna. Cuando sale la luna, la acompañan, y cuando se pone, ellas se ponen.

Nuestros Sabios enseñan que no hay ni una sola brizna de hierba que no tenga un “mazal” en el cielo que le diga que crezca. “Mazal” se refiere a la jerarquía de fuerzas espirituales que canalizan la fuerza creativa de Di‐s en el mundo.

Podemos entender el concepto de mazal así: Di‐s deseaba crear un mundo físico en el que la Divinidad no se revela abiertamente, en el que los seres humanos tienen el poder de elegir libremente, en el que elegimos la Divinidad no porque seamos dominados por su gran luz, sino porque deseamos hacerlo.

Para lograr esto, Di‐s ocultó Su poder creativo dentro del mundo. Por lo tanto, cuando llega el momento de que una pequeña brizna de hierba, por ejemplo, reciba su “alimento” espiritual, la fuerza de vida Divina que la sostiene, Di‐s canaliza su fuerza de vida a través de toda una jerarquía de seres con una constante disminución, algo así como un sistema de tuberías de un depósito de agua que transportan energía Divina.

Los “tubos” no tienen libre albedrío, y no tienen más remedio que cumplir su propósito de canalizar la energía.

La fuerza creativa se filtra a través de una jerarquía de ángeles hasta los ángeles inferiores a cargo de cada estrella y constelación.

Luego se filtra al mundo físico a través de la fuerza de sustento espiritual de cada estrella (también conocida como el “alma” de la estrella). Para cuando finalmente llega a la brizna de hierba, la luz Divina está completamente oculta.

Cada estrella tiene su propio nombre único con el que Di‐s la llama. El nombre de la estrella corresponde a la fuerza vital Divina única que se canaliza a través de la estrella hacia este mundo físico.

Quizás sea por eso que existen innumerables estrellas en nuestro universo.