¿Puedo pagarle a mi amigo un interés que él pagó por mi?

PREGUNTA:

Un buen amigo mio me prestó plata de su linea de crédito, y ahora tiene que pagar intereses de esa cantidad. ¿Puedo pagarle por esos intereses que él mismo le va a pagar al banco, o está prohibido pagarle más de la cantidad que el me prestó? Si es así, ¿hay alguna solución para que pueda pagar ese interés?

RESPUESTA:

De acuerdo a la ley de la Torá, no se debe pagar interés en un préstamo entre dos Judíos. Está, sin embargo, permitido pagar intereses o recibir interés de un no judío, o a un banco o tarjeta de crédito de un no judío. No hay nada de malo en cargar intereses, es algo aceptado en todas las sociedades. Sin embargo, debemos tratar a los Judíos como miembros de la familia, y entre hermanos no se cargan intereses.

En una instancia como la cual tu me describes, a pesar de que entiendo que te debes sentir mal al saber que tu amigo está pagando intereses al prestarte dinero, tu no tienes permitido pagarle ningún interés.

Tu no le debes plata a su banco, le debes la plata a él. Él te prestó el dinero, y pagarle más de lo que te prestó está prohibido.

Hay una solución que se puede hacer ANTES de tomar el préstamo llamado “Heter Iska”. La idea detrás de esto es que, en vez de pedir por un préstamo personal, el prestamista y el prestatario firman un acuerdo de negocios cuyos beneficios serán compartidos. Tu Rabino debe tener un formulario de Heter Iska que tiene que ser llenado por ambas partes.

Mientras que lo antes mencionado es la regla Halájica en tales casos, siempre debes consultarle a tu Rabino.

Rabino Eliezer Danzinger de Chabad.org

El hombre que vivió en el futuro

Esta semana- el 25 y 26 de mayo – , judios de todo el mundo celebran la vida de un hombre que, literalmente, vivió en el futuro. Lag Baomer, el día 33 de la cuenta del Omer, es el día del fallecimiento de Rabí Shimon Bar Iojai, que estuvo en la segunda generación después de la destrucción del Templo, hace unos 1.900 años. 

Rabí Shimon es el autor del Zohar (el libro más básico de la Cabalá), Mejilta (una obra midráshica central), y de cientos de leyes y enseñanzas citadas en el Talmud. Desempeñó un papel fundamental en la historia de la transmisión de la Torá a través de los siglos, tanto en su “manifiesto” (es decir, talmúdico-halájico) así como lo esotérico (místico – cabalístico). Si hay algo que caracteriza la vida de Rabí Shimón Bar Iojai, es que habitaba una realidad que, para la mayoría de nosotros, todavía está en el futuro: la realidad del Mashíaj, el mundo mesiánico de la redención, la armonía y la perfección. Se dice que, para él, el Templo Sagrado nunca fue destruido, el pueblo de Israel nunca entró en el estado de galut (exilio físico y la alienación espiritual), y el mundo había alcanzado la perfección Divina de la Era del Mashíaj.

El Midrash nos cuenta una historia: Cierta vez, un discípulo de Rabí Shimon dejó la Tierra de Israel y se volvió un hombre rico. Los otros discípulos vieron esto y sintieron envidia y quisieron irse. Rabí Shimon los llevó a un valle frente a Meron y dijo: “¡Valle! ¡Valle! ¡Llénate de monedas de oro!” El valle comenzó a atiborrarse de monedas de oro delante de sus ojos.

Dijo Rabí Shimón a sus discípulos: “Si es oro lo que ustedes desean, aquí tienen oro; tómenlo. Pero todo el que toma ahora, está tomando su parte del Mundo por Venir. Pues el premio de la Torá es sólo en el mundo venidero” (Midrash Raba, Shemot)

El Rebe de Lubavitch explica un significado más profundo de esta historia: La Torá es el canal a través del cual toda la vitalidad y el sustento de la creación fluye desde arriba.

Así que todo en nuestro mundo, desde las bendiciones espirituales más elevadas a la riqueza mundana que viene en forma de monedas de oro, es suministrado por la Torá. 

Pero nuestro mundo es un lugar de ocultamiento y engaño.

Las cosas nos llegan, pero su origen sigue siendo oculto; Podemos ver el resultado, pero tenemos una percepción distorsionada de su causa. En nuestra realidad, es posible ver que mientras que la Torá es la fuente de todo el oro del universo, uno- cuya vida está dedicada a la Torá- puede sufrir la pobreza, mientras que uno que abandona la Torá puede parecer adquirir riquezas. Ese es nuestro mundo. 

El futuro del mundo del Mashíaj, sin embargo, es el mundo de verdad. En el que la mano es visible dentro del guante, la causa es evidente en el efecto, y la fuente de todo, se revela sin distorsión. En el Mundo Venidero, es claramente visible que incluso el oro físico fluye desde el conducto de la Torá.

Rabí Shimon Bar Iojai habitaba en la realidad futura. Sus discípulos, sin embargo, seguían viviendo en el mundo actual.

Entonces, les concedió un atisbo del mundo venidero. Les mostró el mundo que habitaba en cada momento de su vida. Y si no podían habitarlo y acceder allí, al menos podrían contemplarlo.

Cada año en Lag Baomer, somos atraídos a la órbita del mundo futurista de Rabí Shimon. Los maestros jasídicos explican que en el día de la muerte de una persona, todos sus actos, enseñanzas y logros alcanzan su máximo estado de plenitud y realización.

Por esto, en el día culminante de la vida de Rabí Shimon, predomina su influencia, y está en nuestro poder compartir su realidad, de un mundo redimido y perfeccionado.

El libro de la luz

Lag Baomer, el día treinta y tres de los cuarenta y nueve de la “cuenta del Omer” desde Pesaj hasta Shavuot, es el día que más se asocia con las enseñanzas de la Cabalá.

Es el aniversario del fallecimiento de Rabi Shimon Bar Iojai, autor de la obra más básica de la Kabalá, el Zohar. (Literalmente: “Iluminación”, “Radiación”, comúnmente traducido como “El libro del Esplendor”). Rabi Shimon le instruyó a sus alumnos celebrar el día de su fallecimiento, como si fuera el “día del casamiento” (Iom Hilula). Ya que el día del fallecimiento de una persona es la culminación de su vida en esta tierra; en el caso de un individuo justo, es también el punto más alto, el punto en el cual una misión perfectamente realizada en la vida, llega a su última realización.

La Cabalá es el alma mística de la Torá, el elemento de la Torá que más íntimamente se relaciona con su Divina esencia. Todo en la Torá, incluidos pasajes Talmúdicos que tienen que ver con las leyes de “dos personas que se sostienen en una vestimenta”, o “uno que hace trabajar a una vaca en vez de a un burro”, son sabidurías y deseos de Di-s, y la mente que los contempla y los integra hasta unirse con ellos, es entonces un recipiente que puede concebir Divinidad; pero de esa manera, uno entiende por sabiduría Divina como algo investido en “prendas” mundanas, cómo Él se ha investido dentro del mundo, en temas y lugares corrientes.

Por el otro lado, el alma de la Torá, en su forma así como también en su esencia, es Divina:

 

La Cabalá no discute sobre problemas financieros u obstáculos en la vida, sino que habla sobre los mundos espirituales, atributos supremos y formas de energías Divinas.

 

Si el estudiante de Talmud sabe que la temporalidad del tema en cuestión es sólo una caja que esconde la Divina esencia implícita dentro de ella, la mente Cabalista ingiere la sabiduría Divina en una cápsula más traslúcida, en un recipiente que irradia espiritualidad y Divinidad.

De vista y de oído

Cuando el Talmud cita una prueba para decidir la disputa entre dos sabios o para resolver una cuestión en una ley, generalmente lo introduce con la frase “Ta Shemá”, “Ven, escucha”, o “Ve y entiende”. (En Hebreo la palabra Shemá significa “escucha” y “entiende”). En contraste, la común frase con la que comienza el Zohar es “Ta jazi” “Ven, ve”. La diferencia entre ambos es que las dos formas de la Torá son parecidas a la diferencia entre ver por un lado, y escuchar y comprender por el otro.

Mientras que mirar y escuchar son ambas herramientas de percepción, absorbiendo estímulo y relacionándolos con la mente para interpretar, hay una gran diferencia entre la manera en las que ambas nos impresionan con sus “descubrimientos”. La vista es la facultad que más nos convence: una vez que hemos visto algo con nuestros “Propios ojos”, es virtualmente imposible que refutemos lo que otro sentido nos demuestre. Por el otro lado, cuando escuchamos y comprendemos, nos impresionamos menos con la información proporcionada. Nos convencerán de ciertas verdades, pero no como lo hacen inequívocamente nuestros ojos. Lo que oímos y entendemos son hechos que nos han sido “comprobados”; lo que vemos es una realidad.

 Uno contempla el “cuerpo” de la Torá y gana conocimiento de la realidad Divina. Pero esto permanece “escuchado”, una información de segunda mano convenida vía el medio del tema mundano en cuestión. Sólo al estudiar el alma de la Torá es que uno “ve” Divinidad, percibe la realidad de la forma más inmediata e inequívoca.

Basado en una directiva del Rebe, Lag Baomer 5711 (1951).

Rabí Akiva y su legado

Los 49 días entre la festividad de Pesaj y Shavuot, se distinguen por la costumbre de la sefirá, es decir la cuenta del Omer. Los días de Omer en general, y el día 33 –Lag Baomer- en particular, están relacionados con el Gran Rabí Akiba y sus discípulos.

Rabí Akiba tenía cuarenta años, era iletrado y extremadamente pobre cuando comenzó una vida de estudio de Torá. Se inspiró ante la visión de un pequeño chorro de agua que al golpear sobre la dura roca hizo un agujero. Se dijo entonces a sí mismo: “Si el agua al caer con constancia, puede hacer un agujero en la roca, igualmente si estudio con perseverancia, aún yo, puedo ser un Erudito”. Tanto logró Rabí Akiba con su esfuerzo que se convirtió en uno de los grandes sabios y maestros de nuestra nación. En su momento llegó a liderar una Academia de Estudios de Torá que contaba que contaba con más de 24.000 alumnos a lo largo y ancho de la Tierra de Israel.

Por no haber sido respetuosos entre ellos, una plaga los atacó durante los días de Omer y muchos fallecieron. Por esa razón, los días de Omer son considerados días de duelo. No se celebran casamientos y también hay otras limitaciones en lo que se refiere al regocijo durante este período. El día 33 del Omer –Lag Baomer- la plaga terminó. A partir de ese momento, Lag Baomer se convirtió en un día festivo y auspicioso.

Su significado

La Guemará (el Talmud), testimonia que los estudiantes que fallecieron eran “alumnos de Rabí Akiba”. Se entiende que debían ser merecedores de ese título. Eso significa que estaban dedicados al estudio de la Torá y al cumplimiento de las Mitzvot con devoción, diligencia y Mesirut Nefesh (autosacrificio), tal como su maestro, el grande y exaltado sabio Rabí Akiba les había enseñado. Se deduce de ello, que la falta de respeto que hubo entre ellos, no pudo ser a causa de algo trivial, sino que estuvo motivado por el alto nivel espiritual en que se encontraban como alumnos de Rabí Akiba.

La explicación de esta conducta se encuentra en el dicho de nuestros sabios de santa memoria: “las personas en general, tienen distintas mentes y personalidades”. Cada individuo tiene su propia forma de servir a Di-s, estudiar la Torá y cumplir las Mitzvot. Por ejemplo, una persona puede hacerlo por amor a Di-s, otro puede hacerlo por temor a Di-s, y un tercero puede hacerlo por un sentimiento de total obediencia y sumisión a la Voluntad de Di-s, y así sucesivamente, aunque en la práctica, todos ellos observan con meticulosidad la Torá en su vida diaria.

Por ser discípulos de Rabí Akiba, eran hombres de nobleza, que servían a Di-s con la mayor sinceridad y devoción y con todo su ser. Por eso le parecía a cada uno que el suyo era el enfoque correcto, y el que no hubiera llegado a su nivel estaba lejos de la perfección. Más aún, siendo ellos discípulos de Rabí Akiba que enseñaba: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, este es un gran principio de la Torá”, no estaban conformes con avanzar en forma individual en su propia forma de servir a Di-s, sino que deseaban lo mismo de sus compañeros, tratando de inducirlos a seguir su camino. Cuando veían que éstos no aceptaban su influencia, no podían respetarlos en el nivel que se esperaba de los discípulos de Rabí Akiba.

Su enseñanza

A la luz de lo antes mencionado, podemos ver que la historia de Lag Baomer en la Guemará, nos enseña cuál debe ser nuestra conducta.

La instrucción consta de tres partes:

1) El servicio a Di-s debe ser hecho con verdadera inspiración y vitalidad, al punto que se refleje en la totalidad de la personalidad del individuo.

2) Lo recién mencionado incluye –por supuesto- la gran Mitzvá de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

3) Además, el individuo debe mirar en forma respetuosa y benevolente a cada judío, que está absolutamente comprometido con la Torá y el cumplimiento de las Mitzvot, aunque difiera en su forma de servicio, sea por amor o por reverencia, etc.

Otra instrucción es que, si uno se encuentra con un judío que todavía no adquirió el nivel adecuado en el servicio Divino, su relación deberá ser también con el debido respeto y afecto, de acuerdo con la enseñanza de nuestros Sabios: “Juzgarás a cada persona en forma favorable”. Es necesario tener en cuenta que la persona que aún no está comprometida con el Judaísmo, puede no ser responsable, sino que simplemente no tuvo la oportunidad de recibir una educación judía tal como corresponde.

En un caso así, debemos compadecernos de esa persona, y hay que hacer el mayor esfuerzo para acercarlo al judaísmo en forma cordial, con todo amor y respeto.

¿Un Hamse es algo judio?

Un Hamse es un amuleto que repre‐ senta una mano abierta simétrica, que se usa de forma decorativa en el hogar o en joyería. Su nombre, en árabe significa “cinco”, es representativo de los cinco dedos de la mano y las cualidades protectoras asociadas con ese número. Si bien los diseños varían, es común que haya un ojo bien abierto en la palma de la mano, que simboliza el deseo de estar protegido del “mal de ojo”.

Hamse está muy extendido entre los judíos sefardíes, muchos de los cuales proceden de tierras árabes. Pero también es común entre musulmanes y cristianos de esas mismas tierras.

¿Se considerara el Hamse como un símbolo legítimamente judío, o es algo tomado prestado de vecinos no judíos, o incluso un vestigio de la idolatría?

Esta cuestión ha sido objeto de acalorados debates y grandes autoridades halájicas respaldan varios enfoques.
Siguiendo la opinión que lo considera ajeno a la religión judía, muchos judíos se abstienen de utilizar el Hamse o colgarlo en sus hogares.

Pero, muchos rabinos sefardíes enseñaron que era un símbolo judío legítimo. Rabi Iosef David Azulai (Jid”a), así como Rabi Iosef Jaim de Bagdad (el Ben Ish Jai), registran la costumbre de colgar una pequeña mano grabada con la letra hebrea hei (que tiene el valor numérico de cinco) para protegerse del mal de ojo.

Si esta era la costumbre de tu comunidad, puedes continuar usándolo. Si no tienes esa costumbre, sería prudente consultar con tu rabino antes de comprar ese pequeño y llamativo amuleto de Hamse.

Es importante tener en cuenta que el Talmud nos asegura que el mal de ojo sólo te afecta si le das crédito y si te preocupas; si lo ignoras, el mal de ojo no te afecta.

Un enigma en el camino

Un viernes, Rabi Iaakov Itzjak Horowitz (el “Jozé‐ Vidente‐ de Lublín”) viajaba con sus discípulos cuando llegaron a un cruce de caminos. El chofer preguntó qué dirección tomar. El “Jozé” encogiéndose de hombros dijo: “Suelte las riendas. Deje que los caballos tomen la direc‐ ción que deseen”

Llegaron a un pueblo. Comprendieron que no era el camino correcto.

“Es tarde. Nos quedaremos aquí para Shabat” anunció el Jozé. Y agregó: “No revelaremos mi identidad a nadie, ni diremos que soy un Rebe.”

Sus seguidores no tenían dinero porque el Vidente no permitía que guardaran siquiera una moneda de noche. Todo lo que poseían se distribuía a los pobres antes del anoche‐ cer. ¿Cómo se arreglarían para Shabat?

El Rebe contestó: “Como los viajeros ju‐ díos. Iremos esta noche a la Sinagoga, y nos invitarán cuando vean que no tenemos donde ir.”

Rezaron en el Templo, y después, los alumnos del Rebe fueron invitados individualmente. El Vidente, sin embargo, se quedó en el Templo. Siempre las Plegarias le tomaban mucho tiempo. Cuando terminó, todos se habían ido.

Un hombre anciano se le acercó.

“¿Dónde va estar para la comida de Shabat?” preguntó.

“No sé” dijo el Rebe.
“¿Por qué no come en la posada dónde se está hospedando?” preguntó, interesado. “Vi que no encendieron las velas de Shabat, por lo que presumo que no puedo confiar en el kashrut de la comida” dijo el Jozé. “Lo siento,” murmuró el anciano “en mi casa, mi esposa y yo sólo tenemos pan y vino”
“No soy glotón ni bebedor.”
“Venga” dijo el hombre. El Vidente lo siguió dócilmente.
Después del Kidush y la bendición del pan, sentados serenamente a la mesa, el hombre preguntó de dónde era. Al oír su respuesta, le preguntó si conocía al Rebe de Lublín.

“Siempre estoy con él” contestó el Jozé. “¡Por favor, cuénteme algo sobre él!” “¿Por qué quiere saber de él?” preguntó el Rebe.
“Porque fui su maestro en el jeder (escuela tradicional) cuando era joven. Ahora oigo que es un gran Rebe y hace milagros”.

“¿Notó algo especial en él cuándo era un niño?” preguntó el Rebe.

“Sólo una cosa” el maestro contestó. “Cada mañana, cuando lo llamaba para leer del Sidur, no podía encontrarlo.

¡Desaparecía! Lo castigaba por su ausencia desautorizada. Un día, decidí: ¡Debo averiguar a dónde va!” Lo observé. Cuando salió del cuarto, lo seguí. Entró en el bosque. Me asomé a través de los árboles y allí estaba, sentado al lado de una colmena, clamando: Shemá Israel Hashem Elokeinu Hashem Ejad (Oye Israel, Hashem nuestro Di‐s, Hashem es Uno).

“Nunca más lo castigué. Todos estos años quise verlo. Soy muy pobre y débil, no puedo viajar a Lublín. Mi deseo es tan fuerte que ayuno un día por semana para tener el mérito de verlo”

El Jozé entendió por qué había llegado a este pueblo. Mirando a su anfitrión tierna‐ mente, dijo: “Yo soy el Rebe de Lublín.”

El hombre se desmayó. Su esposa y el invitado especial pudieron reavivarlo.

El sábado de noche, el Jozé y sus alumnos partieron. El hombre los escoltó y volvió a casa. Se detuvieron ‐por pedido del Vidente – cerca, para la comida de Melavé Malká. Des‐ pués, el Rebe dijo: “Volvamos a ese pueblo para asistir al entierro de mi maestro de la niñez y pronunciar un elogio apropiado”.

El Rebe

Conmemoramos los 30 años de su partida física con un Tributo al Rebe muy especial.
El 1º de julio a las 19.30 h en el Auditorio Nacional del CCK, Sarmiento 151, compartiremos una noche de inspiración y bendición.

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Pirkei Avot II, “Temeroso del pecado”

La virtud de Rabí Shimón ben Netanel – temeroso del pecado. Avot 2:9

“¿Cuál es el buen camino al que uno debe adherirse? Aquél que observa lo que se está gestando para el futuro.” Avot 2:10

El segundo capítulo del Pirkei Avot incluye la descripción que Rabí Iojanán Ben Zakai hace de sus cinco alumnos principales.

En pocas palabras, Rabí Iojanán resume sus cualidades predominantes. Luego realiza una breve encuesta sobre la visión que cada uno de ellos tiene acerca de la vida, haciéndoles la siguiente pregunta: “¿Cuál es el buen camino al que uno debe adherirse?”

Rabí Shimón, que es descrito por su maestro como “temeroso del pecado”, contesta que la virtud más importante que la persona debe poseer en su enfoque de la vida es “saber lo que se está gestando para el futuro”. Esto se debe a la característica particular de Rabí Shimón: el pecador vive para el momento, pero el temeroso del pecado prevé la consecuencia de sus actos. La gratificación instantánea que provoca el pecado, no puede incitar a alguien que teme de las consecuencias posteriores de largo alcance. El rey Salomón expresa: “El sabio tiene sus ojos en su cabeza; el tonto camina en la oscuridad”. 

Obviamente que la locación física de los ojos es igual en ambos. Rashi explica que esto se refiere a que el sabio es quien, en todo lo que hace, “percibe desde el principio -la cabeza- de la acción, cuál será la consecuencia final”.

AHORA O DESPUÉS

El pasaje todavía necesita clarificación. La diferencia esencial que radica entre el “hombre sabio” y el “tonto”, “el temeroso del pecado” que “observa lo que se está gestando” y “aquel que camina en la oscuridad” no es tan sólo una cuestión de consideraciones de corto vs. largo plazo.

Además, el temor al castigo no es suficiente para evitar una acción equivocada. Aquel que mira las consecuencias negativas del mal en términos jurídicos o por la retribución del Cielo, difícilmente es “quien teme del pecado”, sino sólo se trata de quien se asusta de las derivaciones de éste.

Por otro lado, el que teme del pecado en sí, comprende de inmediato los efectos de los actos negativos. Entiende que semejante hecho va en contra del propósito de su vida y la auténtica esencia de su ser. Sabe, que aunque verdaderamente corrija sus actos, tenga éxito en reparar el daño provocado, incluso aunque esta “experiencia penitente” lo convierta finalmente en una persona mejor, de todas formas en el momento del desliz se habrá desconectado de la quinta esencia del bien que forma el núcleo Divino de su alma.

Es el auténtico significado de su acción, en el hoy y ahora, que él contempla y teme.

(Basado en una alocución del Rebe, del 15 de Adar, 5713. De Beyond the letter of the Law)

Impacto oculto

Los tres primeros años de mi carrera los pasé en una escuela médica bien conocida en Boston.

Además de proporcionar un medio de vida, veía mi posición como una oportunidad para llegar a los estudiantes judíos asimilados, y tratar de enseñarles algo acerca de quiénes eran realmente. Con este fin, un colega y yo comenzamos una mañana de un domingo con desayuno para los estudiantes judíos.

Todos los domingos, después de satisfacer a nuestros amigos con Bagels de salmón ahumado etc, teníamos una charla dictada por una de las muchas personalidades sobresalientes de Boston sobre la Torá. Además del “club del desayuno”, invitaba regularmente a los estudiantes a mi casa para Shabat. En la primavera de mi segundo año, sin embargo, empecé a darme cuenta de que estos esfuerzos no producían muchos resultados.

En el semestre de otoño de mi tercer año, yo había aceptado un puesto en la Universidad de McGill para el siguiente mes de septiembre. Me imaginé que tenía lo suficiente para preocuparme con el traslado de mi laboratorio y la solicitud de nuevas subvenciones, además de mantener mi investigación actual y las responsabilidades de enseñanza. Mi interacción con la clase de primer año, se mantenía puramente formal y profesional. Después de que había enseñado mi curso en primavera, me dediqué a terminar mis asuntos en Boston y la organización de mí mismo para el viaje al norte.

Un día de junio, después de que el año escolar acababa de terminar, una niña, a quien reconocí como una estudiante de primer año, entró a mi oficina, se presentó como Raquel, y me preguntó si podría tener unos minutos de mi tiempo. En primer lugar, quería saber lo que era. Ella sabía que yo era un Judío ortodoxo de algún tipo, pero la barba y tzitzit indicaron que pertenecía a alguna subespecie exótica que no podía identificar. Le dije que era un jasid del Rebe de Lubavitch. Ella asintió con la cabeza, y me preguntó si yo era consciente de los notables acontecimientos que se habían producido en su clase el año pasado. No tenía ni idea de lo que estaba hablando, así que ella empezó a explicar.

La unidad entre los estudiantes en primer año de medicina es legendaria. Ellos se ven como verdaderos compañeros en el sufrimiento. Sólo un estudiante de medicina de primer año puede apreciar la ansiedad, la presión y el tedio que oprimen a todos los estudiantes.

La clase tiene un gran sentido de la cohesión e incluso se desarrolla una especie de personalidad colectiva. La clase de Raquel comenzó el año de manera diferente. Durante el primer semestre, los estudiantes fueron sometidos a una gran variedad de profesores, algunos de los cuales eran bastante desagradables, y, por desgracia, judíos también.

Con el tiempo, sin embargo, las imitaciones y parodias comenzaron a adquirir un cierto tono anti-judío y los estudiantes judíos (alrededor de 40 en una clase de 160) comenzaron a sentirse incómodos. A medida que avanzaba el semestre, los chistes se volvían más pronunciados y la clase se convirtió sensiblemente polarizada. Alrededor de la primavera, la clase de primer año se había dividido en dos campos divididos a lo largo de líneas religiosas. Los estudiantes judíos se habían deprimido, estaban inseguros de sí mismos desmoralizados. Los profesores judíos que estaban siendo burlados (con agresividad, arrogancia, grosería). 

Por otra parte, los estudiantes judíos eran todos muy asimilados. No tenían ninguna base para un fuerte orgullo judío o incluso identidad. Sus sentimientos de status y autoestima se había centrado siempre en sus logros académicos, y ahora se encontraban con que sus colegas no los veían como hermanos profesionales, sino más bien como judíos extranjeros.

Sin saberlo, yo era lo peor que les podría haber ocurrido a ellos. ¿Qué clase de trabajo iban a hacer de mí, con el traje negro, kipá, la barba y tzitzit? Los estudiantes judíos se preparaban para lo peor.

Dos semanas después de que empecé a enseñar, una delegación de estudiantes se acercó a algunos de los líderes estudiantiles judíos para disculparse. Se entendía ahora que el problema con los otros profesores no era que ellos eran judíos, sino que no eran lo suficientemente judíos! Yo era el “verdadero” judío y no usaba un lenguaje grosero, ni contaba chistes.

Estaban fascinados por el hecho que tenía el orgullo y amor propio de comportarme de acuerdo a mis creencias. Ellos estaban impresionados porque me iba temprano el viernes por respeto al Shabat, y que no iba a dar una conferencia en conjunto en Pesaj. Sabían lo competitiva que era una carrera académica y se asombraban porque yo me pondría en desventaja, dando prioridad a las obligaciones religiosas durante la carrera.

Los estudiantes dijeron que ahora se daban cuenta que la conducta inaceptable de los profesores era debida a una triste ignorancia. La disculpa fue aceptada, los estudiantes judíos se llenaron de orgullo y de muchas resoluciones adoptadas para fomentar su propio compromiso con la educación judía.

Raquel se había detenido antes de salir de la escuela para contarme la historia y darme las gracias. ¿Por qué? Yo no desempeñé ningún papel activo en este drama. Ni siquiera sabía que todo esto estaba pasando. Yo estaba simplemente allí, haciendo lo que tenía que hacer. El judío tiene un potencial ilimitado para influir en el mundo para bien, sin que él o ella lo sepa.

¿Es real déjà vu?

Algunos sugieren que déjà vu es una señal de la reencarnación. Sientes que estabas aquí antes porque estuviste, en una vida anterior.
Otros explican que tuviste un sueño predictivo de la escena antes de que sucediera, y ahora ves que tu sueño se materializa.
En mi experiencia personal, recibo déjà vu solo cuando mi cerebro está un poco cansado.

Lo que parece estar sucediendo es que mi mente consciente está inactiva, pero mi memoria funciona en segundo plano.
Así que estoy sintiendo la sensación de recordar la escena que tengo enfrente antes de experimentarla en el presente.
Es como si la escena se hubiera escapado de mi conciencia y hubiera ido directamente a mi memoria.

Hay una prueba simple para ver si déjà vu significa que has visto esto antes, o que tu mente te está engañando.
¿Puedes decir lo que alguien va a decir antes de que pueda decirlo? Si es así, eso debe provenir de algún lugar más allá del intelecto.
Pero si sientes que sabes lo que iban a decir solo después de que ya lo hayan dicho, no estoy tan seguro de que signifique algo, excepto que necesitas descansar un poco.

Pero luego hay un tipo de déjà vu mucho más profundo. Se llama repercusión. Escuchas acerca de una visión, una enseñanza, una verdad, y aunque nunca la has oído antes, sabes que es lo correcto.

La idea suena verdadera, parece familiar y cómoda. Es lo que siempre supiste, pero nunca habías expresado.
Esto sucede cuando estudias la auténtica Torá. Escuchas su mensaje, y sabes en el fondo que es verdad. Esto es porque lo has escuchado antes.
A nuestras almas le son enseñadas las verdades Divinas antes de que entremos a este mundo, pero lo olvidamos todo en el momento del nacimiento.

Sin embargo, queda una huella, un recuerdo tenue, por lo que sabremos la verdad cuando la encontremos.
Hay muchas ideas falsas y modas que parecen interesantes y que pueden ganar mucha popularidad, pero en el nivel más profundo no resuenan en nosotros.

Nuestra misión en la tierra es buscar el mensaje Divino, dejar de lado las distracciones momentáneas y recuperar esa verdad eterna, la verdad que nuestra alma espera escuchar nuevamente.
Esto es real déjà vu. ¿Has oído eso antes?