No podremos entrar a Eretz Caanán

En el desierto, el pueblo de Israel disfrutó una utopía espiritual. Apartados de un mundo pagano y material, estaban libres para servir a Di-s y procurar la sabiduría Divina revelada a ellos en Sinaí. ¿Por qué abandonar todo esto, argumentaron los espías, por una vida de agricultura, comercio y política? ¿Por qué ingresar a una tierra que consumiría la vida espiritual de sus habitantes, llenando sus días con esfuerzo material?

En la Sección Semanal de Shlaj (Números 13-15) leemos acerca del incidente de los espías que regresaron de su misión a la Tierra Prometida con argumentos que pretendían disuadir al pueblo judío de la idea de entrar a la tierra que Di-s les había asignado como herencia eterna.

“Es una tierra que consume a sus habitantes”, advirtieron; mejor haríamos quedándonos aquí, acampando en el desierto, en lugar de intentar domesticar un ambiente tan hostil.

Otro argumento contra el ingreso a la Tierra de Israel, repetido por aquellos seducidos por el consejo de los espías, fue que “nuestros pequeños serán para botín” por el enemigo. A lo que Di-s contestó:

“Y vuestros pequeños, de quienes dijisteis que ‘serán para botín’, a ellos llevaré Yo, y ellos conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado”.

Fisifobia

La enseñanza jasídica explica la reluctancia de los espías a entrar a la tierra.

En el desierto, el pueblo de Israel disfrutó una utopía espiritual. Todas sus necesidades materiales les fueron provistas sin esfuerzo ni involucración de su parte: el maná cayó del cielo, el “manantial de Miriam” les dio agua; milagrosamente, sus ropas no se estropearon e incluso crecieron con sus cuerpos

Apartados de un mundo pagano y material, estaban libres para servir a Di-s y procurar la sabiduría Divina revelada a ellos en Sinaí.

¿Por qué abandonar todo esto, argumentaron los espías, por una vida de agricultura, comercio y política? ¿Por qué ingresar a una tierra que consumiría la vida espiritual de sus habitantes, llenando sus días con esfuerzo material, sus pensamientos con preocupación financiera, y su psiquis con las depravaciones del “mundo civilizado” con el que inevitablemente entrarían en contacto como estado nacional?

Derroche Santo

Es allí donde se esconde el significado más profundo de su lamento: “nuestros pequeños serán para botín”.

Al describir la generosidad de Iosef hacia su familia durante los años de hambruna en Egipto, la Torá nos cuenta que: “losef alimentó… a toda la familia de su padre, pan según sus pequeños”5

La naturaleza de un niño pequeño, explican nuestros Sabios, es que desparrama su alimento; apenas un pequeño porcentaje de lo que se sirve sobre su plato entra realmente en su boca.

Cuando se alimenta a un adulto hambriento, se sabe que cada miga de su dádiva sirve a un fin caritativo. Alimentar niños implica un grado mayor de generosidad: uno debe estar dispuesto a que la mayor parte de su regalo sea derrochado en aras del excepcional bocado que efectivamente se aplicará al destino pretendido.

Lo mismo es cierto de la caridad espiritual. Es mucho más gratificante ser maestro de una clase de eruditos que aprecian el valor de lo que se les está enseñando, que buscar al espiritualmente inmaduro – que menosprecia el mensaje que se desea compartir con él- con la esperanza de que siquiera una sola palabra logre hacer impacto en su corazón y produzca el más minúsculo efecto sobre este.

Es más gratificante recluirse en una habitación y abocarse al estudio y la plegaria con el conocimiento de que el potencial Divino de cada momento y caloría está siendo cristalizado, que tratar con el mundo material, un emprendimiento caracterizado por falsos comienzos, fines enclenques y resultados ambiguos.

“Nuestros pequeños serán para botín”, afirmaron los espías, si entramos a la tierra. Aquí, cada uno de nuestros momentos y recursos está aplicado a su uso más óptimo. Aquí, no hay privación ni superávit en nuestras vidas; ni deficiencia ni desperdicio. Allí, nos conduciremos con las dilapidadoras vidas de niños pequeños – arrojando nuestro grano a la tierra para que se descomponga, de modo que quizás una centésima parte de éste germine y produzca fruto, invirtiendo el grueso de nuestro tiempo y energía en el plano de lo material para obtener su magro y esporádico rendimiento espiritual

Pero es el pequeño niño que hay en nuestro interior lo que Di-s desea. Es por él que creó un mundo, no para una nación de eruditos ermitaños recluidos en un desierto sin rumbo.

Sí, dijo Di-s, Yo os he puesto en una utopía espiritual, pero sólo como preludio para el verdadero negocio de la vida.

Una única victoria moral entre el derroche y la ambigüedad de lo material. Me es más preciada que los logros incesantes, invisibles, sin esfuerzo, de vuestro paraíso alimentado por el maná.

Basado en Likutei Sijot, Vol. XIII, 195-196

Hacérsela mas fácil a los retornantes

“No robarás” (Vaikrá 19, 13)

En el párrafo bíblico semanal, la Torá nos advierte de no robar la propiedad del prójimo: “No retengas lo que es de tu compañero y no robes”.

Este pecado es de tal magnitud que Maimónides dictamina que “todo el que roba a su compañero por el valor de ‘una prutá’ (la moneda talmúdica de menor valor) es como si lo hubiese despojado de su alma”.

Esta gravedad está determinada específicamente en el robo y no en el hurto, a pesar de que en ambos casos tiene lugar una apropiación ilícita de los bienes de una persona. 

En el segundo caso, el ladrón es consciente de la propiedad de la persona sobre sus bienes y por ello carece de la osadía de enfrentar al dueño, apropiándose de su bien a través del hurto. A diferencia de ello, quien roba se apropia abiertamente del bien ajeno y con ello ataca un aspecto fundamental del alma humana, el derecho de propiedad de los propios bienes, y con ello lo “despoja de su alma”.

QUITAR EL ALMA

La enmienda de este pecado es un precepto de la Torá: “devolverá lo que robó”. El ladrón está obligado a devolver el bien robado a su dueño y a través de ello se considera como que le hubiera “restituido el alma” del despojado arreglando el pecado de “despojar el alma” implícito en el acto de robar.

Pero ¿cómo es la ley cuando el objeto robado ya no existe? Maimónides dictamina: “Si lo robado ya no existe y el ladrón desea arrepentirse y vino por iniciativa propia y devolvió el valor de lo robado, dispusieron los Sabios que no debe aceptárselo, sino que debe ayudársele y perdonarlo, para acercar el camino recto a los retornantes”

(No así quién hurtó, es decir, robó a escondidas, que siempre debe pagar).

ARREPENTIMIENTO SINCERO

La explicación de ello es la siguiente: mientras que existe la posibilidad de devolver el elemento robado, es una mitzvá hacerlo, ya que a través de ello se enmienda lo más grave del acto de robar- “el despojo del alma”.

Pero cuando el bien ya no está, no puede arreglarse este aspecto del robo y lo máximo posible es indemnizar al damnificado por el daño sufrido con el robo. En este caso decretaron los Sabios la “disposición para el arrepentido”, para hacer más fácil el camino del retornante.

Pero esta disposición se instauró sólo en caso de que “el ladrón quiso arrepentirse y vino por propia iniciativa y devolvió lo robado”. Con este acto, el ladrón demostró la sinceridad de su arrepentimiento y el reconocimiento de la potestad del dueño del objeto robado. Así el ladrón rectifica su pecado, y por ello nuestros Sabios vieron apropiado hacer accesible el camino del arrepentimiento y ordenaron no aceptar dinero por lo robado.

SIN INTENCIÓN DE GANAR

De esta ley aprendemos hasta qué punto debe uno esforzarse para ayudar a un judío a retornar a la buena senda, y hacer Teshuvá. Si para “acercar el camino recto a los arrepentidos” dispusieron los Sabios que la persona resigne a su dinero, cuánto más debemos esforzarnos para ayudar el acercamiento de un judío a su Padre Celestial.

El activar en acercar a los judíos a la Torá debe hacerse sin intención de rédito personal- ni material o espiritual (por la recompensa en el mundo Venidero y similares), el único interés debe ser lisa y llanamente: acercar al judío a Di-s, incluso a costa de pérdida “personal”. Y cuando los judíos retornan a Di-s de inmediato son redimidos en la verdadera y completa redención a manos del Mashíaj.

Likutei Sijot Tomo 32, pág. 112

El alma fugitiva

Las secciones de la Torá en Tazria (Levítico 12-13), y Metzorá (14-15), tratan sobre las leyes de Tzaraat, una enfermedad espiritual. Su marca identificable es una mancha blanca o manchas que aparecen en la piel de la persona, en las paredes de la casa, o en una vestimenta de tela o cuero.

No todas las manchas blancas indican Tzaraat. Hay varios síntomas secundarios que determinan si la persona (o la casa o la vestimenta) deben ser declarados impuros (tamé). En el cuerpo humano, uno de los signos del Tzaraat es si la mancha blanca subsecuentemente causa (al menos) que dos pelos dentro de esa área se vuelvan blancos.

Con respecto a esta ley, hay un pasaje remarcable en el Talmud que cuenta sobre un debate que se llevó a cabo en la Academia Celestial:

Fue debatido en la Academia Celestial: Si la mancha blanca precede al cabello blanco, es impuro, si el cabello blanco precede a la mancha blanca, es puro; pero ¿qué sucede si hay una duda, sobre cuál apareció primero?

El Santo Bendito Sea dijo: Es puro.

Toda la Academia Celestial dijo: Está impuro

Ellos dijeron: ¿Quién decidirá por nosotros? Raba bar Najmeini. Ya que Raba bar Najmeini declaró: Yo soy singular (conocedor) de las leyes del tzaraat…Ellos enviaron un mensajero (a que lo trajeran al cielo)…Dijo (Raba): ¡Tahor! ¡Tahor! (Puro, puro). (Talmud, Bava Metzia 86a).

Vuelo desde uno mismo:

Para entender el significado de este debate entre el Santo Bendito Sea y la Academia Celestial, y por qué un ser humano mortal fue llamado para decidir entre ellos, debemos entender primero la naturaleza de la enfermedad del Tzaraat en general, y el significado de la mancha blanca y el cabello blanco en particular.

Las enseñanzas Jasídicas explican que el alma humana es manejada por dos fuerzas contrarias: el deseo de correr o escaparse (ratzó), y el deseo de asentarse (shov). Cada vez que nos embarga un sentimiento de alegría, amor, ambición o deseo, estamos corriendo, escapando de nuestro ser para alcanzar algo más grande, más bello y perfecto que él. Cuando experimentamos asombro, humildad, devoción o compromiso, estamos asentándonos, afirmando nuestra conexión con nuestra existencia, nuestro lugar en el mundo y nuestra misión en la vida. Ratzó nos lleva a escalar una montaña, Shov, a construir una casa; Ratzó a rezar, Shov a hacer una Mitzvá.

En un alma sana espiritualmente, el deseo vacila entre ratzó y shov como el alza y la caída de un péndulo bien balanceado, o la contracción y expansión del latido de un corazón. Las limitaciones de nuestro lugar en el mundo, la finitud de nuestra naturaleza y cuerpo, los límites de nuestro propio ser, nos impulsan a escaparnos de ellas, de buscar lo ilimitado y lo infinito. Pero nuestro propio escape nos trae a un lugar en donde podemos apreciar mejor la belleza y la necesidad de nuestra existencia. Por ello, el ratzó provoca una neutralización de Shov, un retorno hacia uno mismo y al lugar de uno en el mundo.

Tzarat es la condición en la que este balance crucial es interrumpido. El péndulo del alma asciende en su arco de ratzó pero falla en descender al shov. El deseo escapa el ser  y falla en volver, dejando detrás un vacío en el que todo tipo de elementos indeseables pueden tomar control como las malezas en un jardín abandonado.

Esto se simboliza con las manchas blancas y los cabellos blancos que son síntomas de Tzarat. Una mancha de piel blanca indica que la vida y la vitalidad se han ido de (aquella parte) del cuerpo. Aún así, una mancha blanca sola no significa que el fracaso del deseo de asentarse es un resultado de cualquier evolución negativa en el carácter y el comportamiento de la persona. Pero cuando vemos cabellos blancos que surgen de la mancha blanca, cuando vemos cosas muertas que se nutren de este lugar muerto, tenemos un caso completo de tzarat.

Por el otro lado, la existencia de cabellos blancos, no indica Tzarat. Esto representa el equipaje de mano ordinario que cargamos durante nuestra vida, la corriente y moliente de las características negativas y experiencias que tienen la función positiva de desafiarnos y de provocar a nuestros mejores talentos y energías más potentes. Es sólo cuando los cabellos blancos son causados por la mancha blanca que significa que algo más serio está en marcha. Tal condición indica que la persona se ha escapado tan lejos con sus impulsos escapistas que ha abandonado completamente sus compromisos de la vida y la productividad, dejando atrás un hueco y un ser inanimado que es suelo reproductor de las peores cosas de la naturaleza humana.

Por lo tanto, la ley que un cabello blanco es un síntoma de tzarat, sólo rige cuando la mancha blanca precede al cabello blanco, indicando que este crecimiento muerto es el resultado de una cierta área de la vida de la persona que ha sido drenada de su vitalidad.

Dos Visiones de Hombre:

¿Cuál es la raíz de la causa del tzarat? Ratzó es escaparse de uno mismo, mientras que shov es el retorno a uno mismo. Parecería por lo tanto que el tzarat (ratzó sin shov), deriva de un exceso de desinterés.

En verdad, sin embargo, es totalmente lo contrario. Ratzó es lo que el alma desea hacer, mientras que shov es lo que el alma está comprometida a hacer. Un comportamiento escapista es la última auto complacencia, mientras que asentarse es la última sumisión. Tzarat, por lo tanto, deriva de una falta de humildad, del fracaso de poder ceder el deseo de uno frente al deseo del Creador.

Esto explica el debate arriba mencionado entre el Santo Bendito Sea y la Academia Celestial. Los Cabalistas hablan sobre dos tipos de energía Divina que nutren nuestra existencia: una luz Divina que “llena los mundos”, que penetra en cada criatura y se relaciona con su carácter individual; y una luz Divina que “abarca los mundos” (que los rodea en cierto sentido), una energía trascendente que sólo podemos relacionarnos con ella como algo místico o espiritual, algo que está por fuera de nosotros.

Por supuesto, la esencia Divina no es ni “llenadora” ni “abarcadora”. En última instancia, la relación de Di-s con nuestra existencia no puede ser definida como interna o externa, no es ninguna de las dos, ya que la realidad Divina va mucho más allá de tales distinciones y caracterizaciones. Pero Di-s deseó relacionarse con nosotros de una manera que sea consistente con nuestra realidad. En nuestra experiencia, hay cosas que son internas, cosas que podemos entender y empatizar, y cosas que son abarcadoras, o sea, que van más allá de los parámetros de nuestro entendimiento. Así Él, también, se relaciona con nosotros a través de estos dos canales, Poniéndose a disposición nuestra a través de la vía racional y medios de comunicación aprehensibles (o sea, las leyes de la naturaleza), así como también a través de vectores místicos y espirituales.

Hay numerosas diferencias entre estos dos modos de energía Divina y sus efectos sobre nosotros, que se discuten extendidamente en los trabajos de la Cabalá y el Jasidismo. Una diferencia básica es que la luz Divina que “llena los mundos” da crédito a nuestro sentido de la realidad y de la individualidad, mientras que desde la perspectiva de la luz “abarcadora”, que trasciende los parámetros de nuestra existencia, nuestra realidad no tiene validez verdadera y nuestro sentido del “yo” es un poco más que una ilusión.

La “Academia Celestial” es una ilusión a la luz llenadora, mientras que “El Santo Bendito” (Kedushá, santidad, que significa trascendencia) connota la luz “abarcadora” de Di-s. Así que con respecto al caso en el que hay una duda de si el cabello blanco creció antes o después que la mancha blanca, la “Academia Celestial” se inclina a declarar que es un caso de Tzarat. Ya que es esa la perspectiva Divina en la que el hombre reconoce el egoísmo del hombre. Si Tzarat es una posibilidad, debemos sospechar que de hecho, ha ocurrido.

“El Santo Bendito”, sin embargo, ve al hombre como un ser esencialmente abnegado. Desde el punto de partida de la luz “abarcadora”, Tzarat es una anomalía. Si hay evidencia clara y concluyente que una persona ha complacido sus deseos escapistas hasta un extremo tal, las leyes de Tzarat se aplican. Pero si hay duda, la perspectiva Divina se inclina a declararlo puro.

El Veredicto:

¿Quién debe decidir entre estas dos visiones Divinas? Solo uno que está en contacto con la primordial visión, con la singular verdad que trasciende tanto los modos “llenador” y “abarcador” de la relación Divina con la realidad.

Raba bar Najmeini era “singular en las leyes de Tzaraat”. Era un ser humano, pero un ser humano que se ha dedicado tanto a la Torá de Di-s que descubrió su núcleo singular, descubrió la visión Divina de la realidad tal cual se relaciona con la misma esencia de Di-s más que con los elementos “llenador” o “abarcador” de Su luz.

Cuando Raba bar Najmeini reflexionó sobre las leyes del egoísmo y altruismo humano, vio al hombre como Di-s mismo lo ve: una creación absolutamente devota al deseo de su Creador. Una creación que, incluso si es tocado por la posibilidad de una deficiencia de shov, es invariablemente declarada: ¡Puro! ¡Puro!.

Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch

Cortesía de Meaningfullife.com

Parashá en Síntesis: Tazria – Metzorá

A partir de la segunda noche de Pesaj y hasta la segunda víspera de Shavuot, todas las noches se cuenta el Omer (ofrenda que se llevaba al Templo de Jerusalén).

Cuando Moisés informó al Pueblo Judío de su liberación de la esclavitud, también le indicó la finalidad de esa redención, que era el recibimiento de la Torá en el Monte Sinaí. Por ello, inmediatamente después de la salida de Egipto, los judíos empezaron a contar los días y las semanas, impacientes, deseosos de recibir la Ley Divina. 

Estas siete semana (cuarenta y nueve días) se consideran un período de crecimiento espiritual. También señalan el gran potencial para el cambio que tiene el Pueblo Judío, ya que en un tiempo muy corto pasó de un nivel máximo de impureza (cuando se encontraba en Egipto) a uno de máxima pureza (al recibir la Torá).

Las dos Parashot (mejubarot, unidas) hacen referencia a las leyes de pureza e impureza de la mujer que concibiere y a aquellas relacionadas con quienes contraían una enfermedad denominada tzorá (especie de lepra) por cometer ciertos pecados. 

Se enfatiza la importancia de la concepción y de la maternidad. En los primeros  cuarenta días de la concepción se decide el futuro de la persona. Di-s determina su sexo, su salud, su grado de inteligencia, su apariencia y sus posibilidades físicas y mentales, así como si será rico o pobre. Lo único que no se decide es si será bueno (tzadik) o malo (rashá). EL grado de su observancia de la Torá depende del esfuerzo que haga la persona. 

Cuando el niño está en el vientre materno se le enseña toda la Torá, se le muestra una visión de Gan Eden (Paraíso) y del Gueinom (infierno) y el ángel encargado de ello le conmina a ser un tzadik y no un rashá. Cuando el niño nace, el ángel toca sus labios (de allí la hendidura que se tiene debajo de la nariz), provocando el olvido de toda la Torá que ha aprendido. Sin embargo, este conocimiento queda registrado en el subconsciente.

El bebé humano es el único de los animales que succiona de la parte superior del cuerpo de su madre cerca de su cabeza, lo cual demuestra la atención que Di-s dispensa a la dignidad y santidad (Kedushá) del género humano. 

Al principio, el nacimiento se producía inmediatamente después de la concepción y sin dolor. La situación actual es producto del pecado de Eva, sin embargo en el futuro volverá a ser como al principio tal como se explica en la profecía de Isaías. 

Generalmente se usa el término tzorá como lepra y metzorá como leproso, pero debe tenerse en cuenta que se trata de un tipo especial de lepra, mandada por Di-s que sólo afectaba a los judíos en tiempos de Beit Hamikdash (Templo).

Existían algunas faltas o pecados (idolatría, blasfemia, inmoralidad, asesinato) por los cuales la persona podía ser atacada con enfermedad de tzorá. Lashon hará (hablar mal, chismorrear) era considerado uno de los pecados más graves y aún lo es en nuestros días. 

De todos los órganos del cuerpo, la lengua es la que se mueve con menos dificultad y a mayor velocidad, por eso el pecado que se comete con mayor frecuencia es el de lashón hará. 

Deberíamos darnos cuenta que las palabras dichas no se evaporan sin antes dejar una marca que no puede ser borrada, ni recogida.

La lengua es un arma muy potente, lo hablado por una persona puede perjudicar a otra que se encuentre a gran distancia, incluso en otro continente, cosa que no puede hacer un revólver o un puñal; además, lashón hará liquida a tres personas simultáneamente; al que habla, al que escucha y aquel sobre el que se habla, cosa que difícilmente podría hacerse con un arma. 

Para salvarse del chisme, diariamente le pedimos a Di-s en nuestras plegarias que impida que hablemos mal de otros. Cada persona debe ocuparse de sus propias fallas y limitaciones para superarlas. Las imperfecciones que uno ve en los demás generalmente son proyección de los defectos propios.

Parasha en síntesis: Shoftim

En esta Parashá se tratan las leyes relacionadas con el sistema judicial del Pueblo Judío y el establecimiento de tribunales. En todas las ciudades donde residían menos de 120 personas se establecieron Beit Din, tribunales de 3 rabinos, competentes para decidir sobre casos de tipo económico, pero no de vida y muerte. En las ciudades de más de 120 habitantes se estableció un Pequeño Sanhedrín, compuesto de 23 rabinos que tenían el derecho de juzgar todos los casos, hasta de vida y muerte.

 

Cerca del Monte del Templo había tres cortes: un Beit Din de 23 jueces en su entrada; un Tribunal de 23 jueces en su antecorte y el Gran Sanhedrín, de 71 jueces (incluido su presidente) que se reunían a diario en el Templo Sagrado. 

 

Para ser juez se evaluaba el conocimiento de la Torá, la inteligencia y la capacidad de juzgar. Esas y las demás cualidades enumeradas anteriormente en Parashat Devarim, una vez aprobadas constituían la calificación para ser nombrado juez y ordenado como tal por un jajam (sabio).

 

La Torá advierte al juez que no acepte soborno, ni de plata ni de honores, ni cualquier consideración personal que pueda influir – aún en lo más mínimo – en su forma de decidir el caso. 

 

En esta Parashá también se otorga el precepto de coronar a un rey sobre el Pueblo Judío. El rey tenía que ser escogido por un profeta de Di-s y por el Sanhedrín. Su papel como monarca era fortificar y elevar el estudio de la Torá, difundir a los malvados, conquistar las naciones enemigas y emitir juicios para su pueblo.

 

Para que no abusara de sus poderes, el rey tenía tres prohibiciones fundamentales: no tener más caballos de lo necesario; no tener más esposas de lo permitido y no amasar más riquezas que las necesarias para mantener sus fuerzas armadas. 

 

El rey tenía la obligación de escribir un Sefer Torá especial y leer partes específicas en público en momentos de asambleas nacionales en el año de Halel. 

 

La Torá prohíbe la arrogancia y la vanidad, el orgullo se considera igual que la idolatría, ya que no permite la presencia de Di-s en la vida de la persona.

 

Aun el rey de Israel, con todos sus honores y riquezas, tenía leyes que lo protegían de sobrepasarse.

 

La tribu escogida para reinar eternamente fue la de Iehudá, porque Iehudá previno la muerte de Iosef cuando los demás hermanos querían matarlo y él los convenció de venderlo a los filisteos. Por santificar el nombre de Di-s al llegar al Mar Rojo y no temer cruzarlos. 

 

La tribu de Iehudá tiene intrínsecamente la cualidad de humildad.

 

El hombre de Ie-hu-dá contiene las mismas letras del nombre de Di-s, cuyos atributos emula esta tribu. Y la dalet de su nombre representa al rey David escogido entre los reyes. 

 

En esa época de la historia del mundo gentil había muchas formas de idolatría y artes mágicas, tanto para adivinar el futuro como para cambiar los destinos de las personas. Esto le fue prohibido al Pueblo Judío y bajo ninguna circunstancia se le permitió ni se le permite usarlos. 

 

En esta Parashá, la Torá  enumera los siguientes tipos: consultar palos u otros elementos para adivinar el futuro; declarar ciertos momentos de suerte o no para cumplir diferentes misiones; especular sobre el futuro por interpretación de hechos y actuar de acuerdo a los mismos; todo tipo de magia negra; atraer reptiles y otros tipos de animales para usarlos en ritos de magia; la necromancia, llamar a los muertos por mediums o de otras formas.

 

La Torá nos asegura que el Pueblo Judío no tiene necesidad de usar estas formas de hechizos y magia; ya que tiene una protección especial de Di-s al cumplir con las mitzvot (preceptos)  y que pueden cambiar su destino solamente a través de estos.



Una elección de opciones

“Mira, he puesto ante ustedes la bendición y la maldición”. Así comienza la lectura de la Torá de esta semana de Ree (Deuteronomio 11:26-16:17), cuando Moisés reitera nuevamente la doctrina de Libre Elección.

Libertad de elección. Sin la cual, como nos recuerda Maimónides, la religión no tiene significado, no existe el concepto de moralidad, y la Torá es superflua.

 

En efecto, no sólo se nos ha dado libre elección entre bien y mal, sino también la opción de a qué nivel hacer esa elección. Una elección de opciones:

  1. a) Hay bien y hay mal. Bendición y maldición, luz y oscuridad. Di-s creó ambas, elegimos cuál de las dos, o qué combinación, definirá nuestra existencia.

 

  1. b) En verdad sólo hay bien. Di-s es la fuente de toda realidad, y debido a que Di-s es la esencia del bien, sólo el bien es real. Así como no hay algo como la oscuridad, sino sólo luz o su ausencia (a la que llamamos “oscuridad”), así también, sólo hay bien o su ausencia. Por lo tanto, la elección entre el bien y el mal no es una elección entre dos realidades, sino una elección entre ser o no ser, entre realidad e ilusión.

 

  1. c) Dado que “elección” por definición, es la libre afirmación de la voluntad, y debido a que la voluntad del alma humana es vivir y el bienestar, la única elección verdadera que puede haber, es la elección del bien. Pero se nos ha dado libertad de elección, lo que significa que podemos elegir no elegir. Lo que llamamos “libertad de elección” es en realidad la elección de ejercer la elección o negarla. Cuando afirmamos nuestra verdadera voluntad, cuando elegimos, invariablemente elegimos el bien.

 

¿Cuál es? ¿a, b ó c? Eso depende de vos. Ese es el verdadero significado de “libre elección”: no simplemente elegir entre dos o más opciones presentadas por una autoridad más alta, sino que sos vos quien determina el nivel de realidad sobre el que se desarrolla tu vida consciente. Sos vos quien  determina la distancia entre tu vida y tu Fuente.

 

Elegí tu opción.

 

Por: Yanki Tauber




Parashá en síntesis: Koraj

En esta parashá se narra la sublevación de Koraj, quien se rebela junto a 250 personas contra la autoridad de Moshé y Aharón, alegando que si todo el pueblo tenía la característica de “ser santo”, de ser “un pueblo de sacerdotes”, no había necesidad de que éste sacerdocio fuera ejercido por Aharón y el pueblo liderado por Moshé.

La protesta de Koraj provino de la envidia que sentía por no poder ejercer el mismo liderazgo que sus primos hermanos Moshé y Aharón, quienes fueron designados para tal fin por Di-s por su nivel espiritual y por su capacidad de no distorsionar la Torá.

Moshé fue la más humilde de las personas y Aharón era conocido por sus esfuerzos en pro de la paz; sin embargo, eso no frenó a Koraj y a sus seguidores de acusarlos de arrogantes. Explican nuestros Sabios que cuando una persona ve defectos o falladas en otra es porque generalmente está proyectando las propias. La envidia y el deseo de poder fueron los móviles de esta acusación. 

Koraj y su séquito fueron castigados, la tierra se abrió y se los tragó vivos, confirmándose así la autoridad dada por Di-s a Moshé. 

Todos los judíos se equiparan en la acción, pero existen diferencias entre ellos desde el punto de vista espiritual. El Alter Rebe explica que los judíos son parte de un todo, cada uno tiene su misión y beneficia, del mismo modo que cuando sucede con los diferentes miembros del cuerpo: no se puede pensar que solo esté formado por cabezas, o por manos, etc.

Si bien el Pueblo Judío es “un pueblo de sacerdotes” que debe impregnar lo mundano con la santidad en todos los actos de la vida diaria (forma de vestir, comer y comportarse), también existen en su seno los “sacerdotes”, que por su grandeza espiritual están totalmente consagrados al servicio Divino. 

Así como el episodio de los espías indica la importancia de la acción en el mundo físico para elevarlo espiritualmente, del mismo modo lo sucedido con Koraj enfatiza el componente espiritual, que también está imbuido de elementos mundanos en el servicio del Sacerdocio (comer de los sacrificios, usar vestimentas especiales). 

En el Judaísmo, la necesidad de entrelazar la elevación espiritual con el mundo de la acción mediante el cumplimiento de los preceptos tiene una importancia capital. 

La actitud de Moshé al tomar la iniciativa de buscar hacer las paces con los revoltosos, nos instruye sobre la importancia del Shalom (paz) en el Judaísmo. Aún en su posición de líder, Moshé no deja que el orgullo lo venza y va en busca de la paz. 

Muchas peleas se prolongan por orgullo. Algunos no piden perdón aun cuando están claramente errados en su posición, otros no lo hacen porque creen tener la razón. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que ningún esfuerzo por lograr la paz es inútil. Cuando hay una pelea, el énfasis debe ponerse en la paz y no en quién tiene o no la razón.

Esta Parashá demuestra la influencia que ejerce la mujer sobre su esposo. La mujer de Koraj lo instigó para que liderase la rebelión; en cambio, la esposa de On Ben Pele aconsejó a su esposo para que se separase de la conspiración y así lo salvó de la muerte, con la que fueron castigados los demás. 

En la parashá de Bereshit, la Torá define a la mujer como ezer kenegdó (“una ayuda en su contra”), lo cual parece una expresión contradictoria. Explican nuestros Sabios que, con frecuencia, el hombre no es capaz de juzgarse objetivamente y a veces no ve sus defectos; no obstante, su esposa si es capaz de verlo como realmente es. Si el esposo es observante de leyes de DI-s y ayuda a su prójimo, ella debe ayudarlo y estimularlo. Si por el contrario es irrespetuoso y abusivo, debe oponerse a esa conducta, señalarle sus errores y ayudarlo a mejorar. 

Bien sea como “ayudante” o como “opositora”, es innegable la importancia de la mujer en el Judaísmo en todas las épocas.

Parasha en sintesis: Bamdibar

Comienza la lectura del cuarto libro del jumash, que lleva el mismo nombre que la Parashá: “En el desierto”. En la traducción al español se le suele nombrar como “Números”, por cuanto el Talmud lo denomina Sefer Hapikudim, “Libro de las cuentas” (Números) por el censo del Pueblo Judío. 

Esta Parashá se lee siempre antes de Shavuot, que conmemora la entrega de la Torá por Di-s a Israel, evento que para nuestros Sabios equivale al matrimonio de Di-s con el Pueblo Judío.

Así como el novio es llamado a la Torá en el Shabat anterior a su boda, del mismo modo se lee Bamidbar para anticipar esa unión tan especial que se produjo con la entrega de la Torá.

El nombre del libro deriva del lugar en que Di-s entregó sus leyes: el desierto, zona inhóspita y deshabitada, para enseñarnos que la Torá no se encuentra supeditada a las limitaciones impuestas por el espacio o por el tiempo; que tenemos la responsabilidad de cumplir sus preceptos en toda situación, en cualquier lugar y circunstancia ya sea en Israel o fuera de ella, y aún en el desierto, tierra desolada. 

El nacimiento del Pueblo Judío en el desierto lo singulariza entre las demás naciones, lo hace emerger bajo la dirección única de Di-s, libre de estructuras preestablecidas y de la influencia de otras naciones, siendo una experiencia única que rompe con las tradiciones previas. 

La humildad, entendida en términos judíos como el reconocimiento de la existencia de un Ser Superior del cual depende el hombre, es enfatizada con la entrega de la Torá en el desierto, porque así como el desierto – que no tiene nada mas que arena-  se transformó en un punto santo por la aparición de la Divinidad, el cuerpo humano – que solo está formado de polvo – accede a la grandeza si permite que la espiritualidad domine sus acciones.

El ser humano por sí solo no tiene ningún poder supremo, sólo puede desarrollar al máximo su potencial si cumple la voluntad Divina que le proporciona una perspectiva apropiada de la vida. 

El cuarto censo del Pueblo Judío fue realizado el primer día del segundo mes (Iyar) del año de su recorrido por el desierto, 20 días antes de la supuesta entrada a Israel, que luego de episodio de los espías se demoró 38 años más. Según el Midrash, sólo se han realizado nueve censos hasta el día de hoy, y el décimo y último tendrá lugar con la llegada del Mashiaj. 

El censo de los judíos no constituye una mera cuenta destinada a conocer su número: tiene como finalidad revelar la esencia del alma judía, produciendo su elevación. Es un gesto de equiparación e igualdad, que no depende del estatus social, intelectual o económico, sino que está referido a la esencia del alma judía. Por eso, para ordenar el censo, se usa la expresión: “elevad las cabezas de toda la congregación de los Hijos de Israel”.

Después del censo y la clasificación por tribus, Moshé instruye al pueblo sobre el modo de acampar y viajar. La ubicación de las tribus en relación con el Santuario es la misma establecida por el Patriarca Iaacov.

El Santuario (Majané Shejiná) estaba en el centro de la Nación, rodeado por los Levitas (Majané Leviya), que a su vez estaban rodeados por el resto de las tribus, tres en cada dirección, formando el Majané B`nei Israel. Todos se hallaban envueltos en las Nubes de Gloria, menos el eirev rav, aquellos que salieron de Egipto con los judíos. 

Di-s ordenó la ubicación de los tribus en las cuatro direcciones para indicar que los judíos protegen al mundo entero. Cada punto cardinal es fuente de determinadas fuerzas: la luz emana del este; del oeste, la nieve y las tormentas; del sur, las lluvias y el rocío, y del norte, la oscuridad y las influencias malévolas. La ubicación dispuesta por Di-s hizo que cada grupo con su particular mérito espiritual combatiera los agentes dañinos derivados de las distintas direcciones.

Las banderas usadas en la actualidad tienen sus antecedentes más remotos en los estandartes (degalim), con la particularidad de que aquellos fueron diseñados por Di-s según el mérito de cada tribu.

Parashá en síntesis: Shminí

La inauguración del Tabernáculo duró siete días. El octavo día primero de Nisan del año 2449 después de la Creación se reveló la Presencia Divina y Aharón asumió, por primera vez, su función como Sumo Sacerdote (Cohén Gadol).

El número siete está relacionado con la naturaleza del mundo, con la parte exterior y limitada de la Creación; el número ocho, en cambio, expresa lo que está más allá del orden natural, muestra la revelación espiritual, la Divinidad que está por encima de la naturaleza. Por eso, sólo después de los siete días de consagración tuvieron los judíos el privilegio de presenciar la Gloria de Di-s.

Aharón es considerado la personificación de la paz: la amaba y hacía todo lo que estuviera a su alcance para conseguirla. 

La primera palabra de la Parashá es Vayehi (y pasó). Para algunos de nuestros Sabios, cuando se usa este término se alude a algún acontecimiento trágico, cómo lo fue en este caso la muerte de dos de los hijos de Aharón, Nadav y Avihú, quienes eran físicamente bellos y además poseían un alto nivel espiritual.

Su muerte se produjo por exceso, porque procuraron una cercanía a Di-s mucho mayor que la permitida y, por lo tanto, fueron castigados con severidad, aún cuando sus intenciones eran puras. 

En Yom Kipur, en la lectura de la Torá (Ajarei Mot, Vaikrá 16:7) se menciona también el fallecimiento de los hijos de Aharón, haciendo un paralelo entre un Tzadik y Iom Kipur. Así como el día de Iom Kipur expía nuestros errores y pecados, trayendo perdón, también el fallecimiento de un tzadik trae perdón a su comunidad. 

Di-s instruye a Aharón sobre algunas de las leyes que deben ser cumplidas por los Cohanim, entre las cuales se destaca la prohibición de estar en contacto con un cadáver, salvo que se trate de sus familiares más cercanos (padre, madre, hermano, hermana, hijo, hija y esposa).

El Cohén tampoco podía hacer el Servicio en el Templo después de haber tomado alguna bebida alcohólica, ya que la intoxicación produce sueño, orgullo y disminución de la claridad mental. En la actualidad, esta regla sigue vigente para aquellos que deben juzgar una decisión según la Halajá. 

El carácter de una persona puede ser evaluado según tres criterios: Bekosó (“en su copa”), observando sus hábitos en la bebida, Bekisó (“en su bolsillo”), al observar su forma de trabajar, negociar y dar Tzedaká; Bekaasó (“al enojarse”) según cómo maneje su enojo y temperamento.

En esta Parashá se establecen las señales que diferencian a los animales que son kasher de aquellos que no lo son. Para que un animal sea considerado Kasher debe presentar dos características: tener la pezuña completamente hendida y ser rumiante. 

Existen sólo cinco animales que tienen una de estas características y, por lo tanto, no pueden ser ingeridos. El camello, el conejo, la liebre y otro animal llamado Sh´sua son rumiantes, pero no tienen la pezuña hendida; y el cerdo, que tiene la pezuña hendida, no es rumiante. 

Los animales kasher (aptos para ser comidos) son: gacela, corzo, antílope, búfalo, cabra, montés gamuza, bisonte, toro, oveja, cabra, carnero, ciervo. 

Para que los peces se consideren kasher deben tener aletas y escamas. 

La Torá lista 24 aves que no son kasher, entre ellas se pueden mencionar: águila, buitre, cisne, alcatraz, cigüeña, cuervo, halcón, búho y gaviota. Las demás – a excepción de las listadas en la Torá – pueden ser consumidas, entre ellas encontramos: pollo, gallina, gallo, pato, ganso y pavo. 

Todas las especies animales están mencionadas en la Torá. No hay ninguna especie que se haya descubierto posteriormente. 

Detener la corrupción

Transparencia y Rendición de cuentas son las nuevas palabras de moda para el gobierno corporativo del siglo XXI. Sin duda, gente honorable acepta cualquier esfuerzo genuino para detener la corrupción y la deshonestidad en cualquier esfera de la sociedad tanto sea corporativa, gubernamental o personal. Pero, ¿es un fenómeno nuevo? ¿Es la nuestra, la primera generación en la historia que se preocupa por estos temas?

En lectura de la Torá de esta semana, Pekudei (Shemot 38‐40), aprendemos de los días de Moshé, una contabilidad transparente y detallada que se llevó a cabo sobre las donaciones realizadas por los israelitas para la campaña de construcción del Santuario y sus recipientes sagrados. Las contribuciones de oro, plata y cobre, fueron pesados para que nadie pudiera lanzar ningún entredicho acerca de la integridad de Moshé y su equipo. De hecho, los comentarios derivan de este episodio que aquellos responsables de los fondos de la caridad deben asumir la responsabilidad. Todos tenemos que ser “inocentes a los ojos de Di‐s y el hombre”

“Pirkei Avot” nos recuerda que debemos considerar que algún día, todos se enfrentarán a la rendición de cuentas final. Cada uno de nosotros compareceremos ante el tribunal celestial para dar un “Din vejeshvon”, “una justificación completa y un contable” por la forma en la que hemos vivido nuestras vidas.

Es fascinante observar que de alguna manera el Talmud (Shabat, 31a) nos dice las preguntas reales que serán formuladas por ese Tribunal Supremo. La primera pregunta no va a ser: “¿Usted creyó en Di‐s?”, o “¿Ayunaste en Iom Kipur?” Lo creas o no, la primera pregunta en este final de los exámenes va a ser la siguiente: “¿Fuiste leal en los negocios?”. No qué tan religiosos fuimos con Di‐s, sino cómo fueron llevados a cabo los asuntos de negocios. “¿Fuiste honesto y leal con la gente?”. La segunda pregunta, sin embargo, va al corazón de nuestro judaísmo: “¿Reservaste un horario fijo para el estudio de la Torá?”. Parecería que familiarizarse con la Torá y convertirse en un judío con conocimiento, es la llave que abre las puertas a todo lo demás en la vida judía.

¿No es una anomalía de nuestro tiempo que muchas de nuestras mentes legales más brillantes, abogados, defensores y jueces, nunca hayan abierto una página del Talmud, la enciclopedia clásica de la ley Judía? ¿O que algunos de nuestros mejores médicos no conozcan los escritos médicos de Maimónides, el gran médico y erudito del siglo XII? ¿O que nuestros magnates de los negocios más brillantes siguen siendo judaicamente iletrados? Cuando se trata de cruzar un semáforo en rojo, la ignorancia de la ley no es excusa. Ninguno de los policías de tráfico va a aceptar la historia de que el conductor no sabía que era ilegal. En nuestra época, con tantas nuevas oportunidades disponibles para el estudio de la Torá, la ignorancia Judía no se puede concebir. Si antes el Talmud era un libro de difícil acceso, en la actualidad se puede encontrar disponible en español, inglés y otros idiomas. Las oportunidades de estudios judaicos abundan en todas las comunidades. Y si uno se encuentra geográficamente impedido, el Internet puede hacer maravillas. Asegurémonos que cuando la Policía en el Cielo nos empuje para “hacernos unas cuantas preguntas” todos seamos capaces de responder afirmativamente.