Los judios, maestros de la humanidad

La misión que Di-s le dio al pueblo judío es constituirse en maestros de la humanidad. Como en toda relación alumno-profesor hay cosas que aprender de lado y lado, cada uno de los lugares del galut tiene algo que enseñarle a los judíos…

Cuando hablamos de Janucá, y su significado, Friedman aborda el tema de la relación entre los judíos y el mundo circundante. Para él está claro que la convivencia debe darse en el marco del respeto y la tolerancia.

¿Cuáles son las normas que rigen estas relaciones?

Desde el principio de la historia, los judíos hemos sido llamados a ser los maestros del mundo, pues tenemos que enseñarle qué quiere Di-s del hombre. A lo largo de la historia, los pueblos que nos rodean no quisieron oír este mensaje, y algunos hasta llegaron a odiarnos por tratar de enseñarles. Hoy en día la situación es diferente: los pueblos tienen hambre de conocimientos, pero no pueden hallar buenos profesores. 

Nosotros no tenemos que enseñarle a nuestros vecinos qué es ética, pues todo el mundo sabe lo que esto significa. Tampoco tenemos que enseñarles a creer en Di-os, pues todas las demás religiones lo hacen. 

Lo único que nosotros le podemos ofrecer al mundo es el mensaje de que Di-os nos dio la Torá y que en ella se describen las muchas cosas que Él necesita de nosotros, y que hemos llamado mandamientos o mitzvot. Nosotros tenemos que realizar estas acciones principalmente porque Di-s las necesita mucho más que nosotros. Esto es lo que nosotros llamamos el servicio divino, y que está expresado en 613 preceptos solo para los judíos, aunque también haya otros que corresponden al resto de la humanidad. 

Esto es importante que se diga: cualquier ser humano que haga lo que Di-s necesita es justo, y por lo tanto tiene una porción en el mundo venidero.

¿Cuándo un judío está sirviendo realmente a Di-s?

En el momento mismo en que cumple con los mandamientos para satisfacer las necesidades de Di-s. La gente cree que hay preceptos caprichosos como ponerse los tefilín, calzarse primero el zapato derecho, comer en la sucá o encender las velas de shabat. Nosotros no hacemos esto para satisfacer el intelecto humano sino porque Dios tiene necesidad de que se haga. 

Dios es justicia y si él lo necesita es por alguna razón. Yo siempre hago el paralelo entre los deseos de Di-os y los de una madre que le pide al hijo que le traiga té al salón. Una madre nunca le haría esto al hijo sólo por capricho, sino porque lo quiere o precisa de ello, y no para sólo fastidiarlo.

Se ha observado entre los judíos últimamente una tendencia, en el marco de la así llamada Nueva Era, a aventurarse a buscar “la luz” en fuentes exógenas a la religión judía ¿Se puede decir que todo lo no judío es malo? ¿Cómo poder identificar lo que es casher y lo que no lo es?

Si algo viene realmente de Dios, entonces está escrito en la Torá. Si algo la contradice, puede ser que sea espiritual, puede que sea moral, pero no viene de Él. En esto tiene mucho que ver el autorrespeto y la consideración que debe tener el judío por los demás. Cuando un judío está frente a las creencias y prácticas de los demás, debe pensar que él es transmisor de un mensaje único.

¿Qué cosas se pueden aprender de los demás pueblos?

Cada vez que un judío, o un grupo de los nuestros se ha asentado en algún lugar del mundo, ha sido para aprender algo. Esa es la voluntad divina. Cuando nosotros teníamos que saber cómo ser aristocráticos, estuvimos en España. Cuando necesitamos ser industriosos, estuvimos en Europa. De Estados Unidos hemos aprendido la sofisticación y de otros la disciplina.

¿Qué cosas nos puede enseñar los propios países, a donde Dios nos ha traído?

No conozco profundamente cómo son estos países, en los que he estado de paso, pero en general a mí me parece que podemos aprender de toda la América Latina la habilidad de confiar más en Di-s como regente del mundo. Me da la impresión que la gente de aquí es más dependiente de la voluntad divina, y eso se nota en que siempre están más relajados. Nosotros los judíos deberíamos aprender también a estar más tranquilos, sin tanto estrés.

Sobre la asimilación:

Mucha gente piensa que un medio sin antisemitismo ayuda a la asimilación y tal vez esa gente tenga razón, porque efectivamente el rechazo del medio hacia el judío lo obliga a mantenerse dentro de los límites de su pueblo. No obstante, esta no es una situación deseable. Yo creo que el mejor antídoto contra la asimilación es el respeto por uno mismo, que implica necesariamente el respeto por la esencia judía, pues si uno está consciente de que cada uno de nosotros tiene que enseñarle al mundo cuáles son las necesidades de Di-s, el asumir esta misión nos mantiene dentro del judaísmo. Los demás países no necesitan que nosotros nos casemos con sus otros ciudadanos, pues ya tienen suficientes personas para hacerlo. El mundo necesita que nosotros seamos sus maestros.

Rab. Manis Friedman

Adhesión

En los ocho días de Januca encendemos una Menorá de ocho brazos. Pero no encendemos todas las velas cada noche. La primer noche, encendemos una vela, en la segunda dos, y así sucesivamente hasta que en la octava noche, las ocho velas brillan.

Esto demuestra claramente un tema básico en el Judaísmo: siempre debe haber un progreso constante. 

Pude haber encendido una vela ayer, iluminando mi vida y mi ambiente, pero esto no es suficiente para hoy; debo avanzar “de fuerza en fuerza”, dándole más sentido a mi vida. Si Di-s me dio vida hoy, entonces debe ser productiva, debemos progresar más allá de nuestro propio status-quo, de nuestras propias normas. Januca nos enseña que no debemos estar satisfechos con lo que ayer fue bueno.

En el Código de la ley Judía, las leyes de Trefot tratan sobre las anormalidades específicas físicas que hacen que un animal faenado apropiadamente (kasher) adquiera el status de uno no kasher. Un animal Kasher debe ser un animal sano, y una herida mortal o una herida que amenaza su vida lo hace inadecuado para su consumo. 

En el capítulo 58, párrafo 7 de aquellas leyes, el código trae el siguiente escenario: Te encuentras en la orilla de un río y una especie de pájaros kasher vuela sobre ti. De repente, el pájaro se dirige en picada al agua cayendo con un estruendo. Ahora, nada con lentitud hacia la orilla. Estás hambriento, y te gustaría comerlo, faenarlo y almorzarlo. ¿Deberías asumir que ha sufrido un trauma interno y se ha herido con el impacto? ¿O hay una esperanza razonable que está vivo y bien, que si lo faenas y lo inspeccionas encontrarás sus órganos intactos?

La Halajá nos da la siguiente prueba: Si está nadando hacia arriba, contra la corriente, puedes estar tranquilo que se encuentra bien. Si está flotando con la corriente, entonces intenta determinar si el pájaro flota más rápido que la corriente o junto a la corriente. Si nada más rápido, puedes estas seguro que todavía está sano; si simplemente flota con la misma velocidad que la corriente, no te molestes…se está muriendo. 

En el judaísmo, vivir significa un auto mejoramiento constante. Significa estar constantemente proactivo.

Pude haber tenido una crianza inadecuada; puedo tener defectos de carácter, esa es una parte natural de nuestra condición humana. Pero no podemos resignarnos a nuestro carácter o comportamiento negativo. Debemos nadar contra la corriente cuando sea necesario, enfrentar a nuestras respectivas naturalezas. 

Puedo no ver la razón para nada contra la corriente. Quizá me siento satisfecho con mi carácter y con el de mi comunidad. El Judaísmo me dice que no descanse sobre mis laureles, siguiendo la corriente positiva de mi vida o las normas virtuosas de mi sociedad. Debo ir más que aquella norma, más rápido que la corriente. Incluso cuando las cosas están bien, siempre hay lugar para mejorar.

Si sacio mi deseo de productividad con lo que ya he logrado, básicamente he dejado de vivir. 

La actitud judía de la vida es: Si Di-s te dio otro día, obviamente es porque hay algo más para hacer. Nunca hay que satisfacerse con lo que logramos ayer. No podemos sentirnos satisfechos hasta que nos hayamos perfeccionado a nosotros y a nuestro alrededor hasta el punto de llegar a vivir en un mundo tranquilo, pacífico y perfecto: un mundo del Mashiaj.

Por Rabí Mendy Herson