Shabat Pará, La Vaca Roja

Este Shabat, además de la Porción Bíblica Semanal, se lee la porción que habla sobre la Vaca Roja, “Parashat Pará”. 

¿Qué es Parashá Para?

En esta parashá, la Torá describe la forma de purificación de la impureza ritual por haber estado en contacto con un cadáver. La ceniza de la vaca roja, junto con “aguas vivas” era arrojada sobre el impurificado y así se limpiaba ritualmente. Esta norma no tiene explicación asequible a nuestro entendimiento, es del grupo de las “oídas”, que deben cumplirse aún sin comprender su sentido. Por ello el Todopoderoso le dijo a Israel: Este es un decreto acerca del cual no tienes derecho de apelación.

¿Por qué una vaca? ¿Por qué roja? ¿Por qué una que no haya tenido un yugo encima? ¿Por qué purifica su ceniza después de haberse incinerado? Todas estas preguntas carecen de explicación, “las cosas ocultas pertenecen a nuestro Di-s”. Existe una idea que determina que la vaca hace perdonar el pecado del becerro de oro, “que venga la madre – la vaca – y limpie lo que el becerro, su hijo, ensució”; pero esta explicación no es suficientemente satisfactoria y deja interrogantes sin contestar: ¿Por qué una vaca roja?, etc.

¿Cuál es la razón de haberse fijado esta lectura en el sábado anterior al mes de Nisán? Estos días comienza la cuenta de los 30 días anteriores a Pesaj. Los preparativos para esa fiesta obligan purificarse de toda impureza, porque únicamente en estado de pureza se podrá peregrinar y ascender a Jerusalén y tomar parte en la ofrenda del sacrificio pascual, que es un mandamiento positivo para todo ciudadano.

Aquel que estuviera impuro ritualmente por haber estado en contacto con un cadáver, tenía prohibido el sacrificio pascual y ni siquiera podía probar un kazait, una mínima porción de él. Por ello, se acostumbraba notificar las reglas de pureza e impureza contenidos en el capítulo bíblico de Pará, como parte de los preparativos de la inminente festividad de Pesaj.

El pueblo escuchaba la lectura y tomaba conciencia de hacer todo lo posible para purificarse de toda impureza, para estar preparado a cumplir los mandamientos de Pesaj correctamente.

Tipos de Matzá

Existen diferentes tipos de Matzá, aprendé qué es cada una para elegir la correcta para Pésaj:

Matzá Shmurá hecha a mano (redonda):

Literalmente significa matzá cuidada y es aquella que ha sido sometida a un estricto control desde la cosecha del trigo hasta su elaboración final, para evitar que se ponga en contacto con el agua, lo que la convertiría en Jametz, no apta para su consumo en Pésaj, por la fermentación. Está hecha a mano, igual a la que hicieron nuestros antepasados al salir de Egipto. Es cocida en un horno de piedra con leña que arde a muy altas temperaturas. Se hornea en 18 segundos y ello supone una extrema rapidez en el trabajo del horneador que debe sacarlas a mano con su paleta y además someterse al extremo calor del horno. Esta especial atención se debe al Precepto de “cuidar las matzot” (ushmartem et ha’matzot). Si no se puede consumir Matzá Shmurá durante los ocho días de Pésaj, por lo menos se debe usar en los dos Sdarim.

 

Matzá Shmurá hecha a máquina (cuadrada):

También es elaborada con granos cuidados; desde la cosecha y con el procedimiento descripto para la Matzá hecha a mano. Sin embargo, existen diferencias en las opiniones rabínicas sobre si se cumple o no la Mitzvá de comer Matzá en el Seder, al usar la Matzá hecha a máquina, ya que no es posible, durante su elaboración, tener en menet que es elaborada para cumplir con la Mitzvá de Matzá.

 

Matzá no Shmurá, Kasher para Pésaj (cuadrada):

Hecha con granos cuidados desde que son molidos. Se come los días siguientes al Seder.

 

Matzá de huevo:

De acuerdo a la mayor parte de la tradición Ashkenazí, no se debe usar Matzá de huevo durante Pésaj. Si una persona por estar enferma sólo puede comer ese tipo de Matzá, debe consultar con una autoridad rabínica competente. Es importante cerciorarse que la Matzá cubierta de chocolate no sea Matzá de huevo.

El Rebe Rashab

El 2 de Nisan, es el aniversario del fallecimiento de Rabí Shalom Dovber (el Rebe Rashab), quinto Rebe de Jabad-Lubavitch, ocurrido en 1920.

El Rebe Rashab tenía sólo 22 años cuando su padre, Rabi Shmuel, falleció. No fue sino hasta varios años después que Rabi Shalom Dovber tomó el lugar de su padre y asumió el liderazgo.

Había una vez un judío que vivía en la ciudad de Nevel que era conocido como “Reb Zalman, el Arenque”, pues se ganaba la vida vendiendo toda clase de pescado en escabeche.

Un día, Reb Zalman se enfrentó a un dilema terrible cuando su terrateniente de repente decidió vender la casa en la que vivía. Aunque buscó por todas partes, fue incapaz de encontrar un apartamento adecuado, y no podía permitirse el lujo de comprarlo, pues no tendría suficiente dinero para comprar pescado. Sin saber qué hacer, Reb Zalman fue a ver al Rebe Rashab para pedirle consejo.

“¿Qué debo hacer, Rebe?”, imploró.

“Comprar ambos, la casa y los pescados”, respondió el Rebe.

Reb Zalman se preguntó qué quiso decir el Rebe. Si tuviera el dinero para comprar todo, razonó, no habría venido hasta aquí para preguntarle qué hacer.

De repente, una idea se le ocurrió. Tal vez su propietario accedería a vender la casa por la mitad del precio en efectivo de inmediato, mientras que el resto se pagaría en cuotas. ¡Tal vez el mayorista de pescado haría el mismo trato!.

Reb Zalman dijo a ambos lo que el Rebe había dicho, y el propietario y el mayorista de pescado estuvieron de acuerdo con esta forma de pago.

Al final compró ambas: la casa y el pescado.

Durante una de las visitas del Rebe Rabí Shalom Dovber junto a su hijo, Rabí Iosef Itzjak a París, se dirigieron a uno de los hospitales de la ciudad, para cumplir con el precepto de “visitar a los enfermos”. En uno de los pasillos notaron que un judío se hallaba en un rincón, llorando. El Rebe se le acercó y le preguntó cuál era la razón de su llanto. El hombre le relató que hace varios días  que su esposa está internada y no puede dar a luz.

El Rebe pidió entrar a la habitación de la mujer. Cuando ingresó, le preguntó si estaba dispuesta a asumir el compromiso de encender las velas de Shabat. La mujer, debido a su situación, no pudo responder. Sólo movió la cabeza asintiendo.

A los pocos minutos que el Rebe abandonó la habitación, dio a luz a un hermoso y saludable niño.

 

Rabí Shalom Dovber de Lubavitch, escribe en uno de sus Maamarim: “Hallamos en los grandes Tzadikim (justos), el hecho de que no apreciaban el sabor de la comida, debido a la fuerza del Alma Divina, que no desea saborear el gusto de lo material. También hallamos en grandes Tzadikim que no veían lo que no deseaban ver, y no escuchaban lo que no deseaban oír, y todo ello se debe a la oposición del Alma Divina de ver o escuchar lo que no es acorde a ella”.

Sefer Hamaamarim, 5654, Pág. 25