Un noble propósito

En Ki Tetzé aprendemos que el acreedor puede exigir garantías antes de ofrecer un préstamo, aunque el deudor sea pobre. Pero la Torá nos ordena no exigir un artículo que el deudor requeriría durante el curso normal de su día. Por ejemplo, si usa su única almohada, el acreedor debe devolverla durante la noche.

La Torá concluye con las palabras, “y él te bendecirá, y será para ti como un acto de caridad ante Di-s”. Rashi explica que incluso si el deudor no lo bendecirá por este amable acto, será meritorio ante Di-s.

Reb Levi Itzjak de Bardichev, amplió la idea de Rashi: algunos realizan una acción amable porque buscan la bendición del destinatario. Este versículo nos enseña que la mejor manera de realizar una mitzvá no es por la recompensa, aunque inevitablemente vendrá, sino por el bien de Di-s. Debemos realizar la obra de caridad porque Di-s nos lo ordenó, no por interés. Es decir, se debe dar caridad solo por la mitzvá, ni siquiera por la recompensa prometida por Di-s.

A Rabi Israel Baal Shem Tov una vez le informaron, por decreto Celestial que había perdido su parte en el mundo venidero, por lo que declaró alegremente que tenía la oportunidad de servir a Di-s sin motivo oculto, ni por la recompensa. Pronto se le informó que su porción Celestial le había sido restaurada y se había duplicado.

Sefer Bamidbar

Este shabat iniciamos la lectura del cuarto libro de la Torá: Bamidbar, el libro de Números.

Conozca los temas centrales de este libro.

El Libro de Bamidbar -Números- trata en especial acerca de los años de travesía del Pueblo de Israel por el desierto, desde el segundo año del éxodo de Egipto hasta el cuadragésimo año, en que acampan en los llanos de Moav, al este del Jordán, previo a su ingreso a la Tierra Prometida.

Nuestros Sabios lo llaman el Libro de los Censos, por los distintos censos a los que hace referencia.

Nuevamente se destaca en este Libro la obra y la personalidad del gran Moshé, quien tras haber sacado al Pueblo de la esclavitud en Egipto, lo organiza socialmente y lo conduce hasta las puertas mismas de la Tierra Prometida Moshé es el gran líder, mediador y estadista, aquel que siempre está dispuesto a salir en defensa de su pueblo ante Hashem, a cualquier costo, motivado por su gran amor a Israel.

Toda aquella generación fallece en el desierto, sólo sus hijos ingresan a la Tierra Prometida. Se trata de un duro golpe, una encrucijada en la historia de Israel. Pero de aquellas encrucijadas de las que uno emerge con más fuerza, lejos de dejarse caer en el desánimo, el Pueblo se fortalece, se reivindica, refuerza su conexión con Hashem, y se encamina firme y decididamente a la Tierra que le fuera prometida a sus ancestros. Pues en efecto, como lo declara el versículo, el Pueblo de Israel es un pueblo testarudo, pero testarudo en sentido positivo es un pueblo empecinado; sí, empecinado en procurar el bien y mantenerse fiel a Hashem. Y por eso Él está siempre dispuesto a perdonarle sus eventuales deslices.

Es interesante destacar la distribución del campamento israelita durante su travesía: Al centro, los Levitas con el Tabernáculo conteniendo las Tablas del Pacto. Y todo el pueblo alrededor. La Torá es el eje -alma mater- alrededor del cual gira el Pueblo de Israel, es ella la que le otorga a los israelitas su status de Pueblo. Y así ellos lo entendieron.

Extraído de “Torat Emet”, Ediciones Keter Torá.

Parasha en sintesis – Tetzave

Di-s ordena la utilización del aceite de oliva para el encendido de la Menorá o Candelabro del Santuario, el mismo que se utilizará posteriormente en el Beit Hamikdash o Templo. El aceite era aportado por toda la comunidad. 


Se utilizaba el aceite de mayor pureza, las primeras gotas extraídas de los olivos. El Talmud explica que ese aceite representa la pureza del estilo de vida judía basó en la Torá; como expresión divina, representa la luz interior, la espiritualidad y testimonia la Presencia Divina en el mundo. 

Un milagro especial ocurría con una de las luces de la Menorá, “ner maaravi”: aun cuando se le ponía la misma cantidad de aceite que a todas las demás, permanecía encendida por más tiempo. Cuando el Sacerdote o Cohén limpiaba por las mañanas, encontraba encendida esa luz y con ella prendía todas las demás por la tarde.  Esto fue indicación de la presencia de la Shejiná (Providencia Divina) y duró hasta la muerte de Shimón Hatzadik (Simón el justo).

Aharón y sus cuatro hijos, Nadav, Avihú, Elazar e Itamar, fueron escogidos por Hashem para ser Cohanim (Sacerdotes). Aharón, hermano de Moshé, es el primer Cohén. En cambio Moshé, quien se suponía que sería Cohén, es designado por Di-s como Levi, por su negativa en primera instancia, de ir a Egipto y Liderar a Bnei Israel, cuando Di-s se lo había ordenado. 

Los sacerdotes tenían que usar vestiduras especiales para el servicio en el Santuario. Todas estaban hechas de lino blanco y constaban de una camisa, pantalones, cinturón y turbante. El Cohén Gadol o Sumo Sacerdote usaba además las llamadas vestimentas de oro, pectoral y efod, manto y tzitz (banda de la cabeza).

El Sumo Sacerdote se ponía ocho vestimentas en total, número que representaba un nivel de trascendencia, de conexión con lo extramundano. Cada prenda de vestir estaba relacionada con la expiación de las distintas faltas que pudieran ser cometidas por el pueblo. 

Estas vestimentas tenían un profundo significado místico y espiritual, y por tanto, debían ser elaboradas según las instrucciones divinas y por personas sabias, conocedoras de la Torá. 

El pectoral estaba formado por doce cuadros, cada uno con una piedra preciosa que representaba las distintas tribus. Las letras de los nombres de Abraham, Itzjak y Iaacov, estaban distribuidas de tal modo que en cada piedra preciosa había seis letras, lo cual totalizaba el alfabeto, que era necesario para la combinación de los mensajes de urim vetumim. Las matriarcas estabas representadas en las cuatro filas. 

Las seis letras en cada tribu simbolizaban la Creación del mundo en seis días. El total de letras, 72, corresponden a las 72 letras que componen el nombre de Di-s y que sostuvieron la Creación durante la formación del mundo. A la vez, están relacionadas con el versículo olam Jesed Yibané, “el mundo se sostiene en base a la bondad, misericordia”, jesed, que también tiene el valor número de 72. 

Los urim vetumim eran pergaminos en los cuales Moshé había escrito las 72 letras del nombre de Di-s y que hacían que el pectoral se alumbrara para dar respuesta, a través de las diferentes combinaciones de letras, a las consultas o decisiones que afectan a todo el pueblo de Israel o a un tribunal (Beit Din) para la obtención de una sentencia definitiva. 

Estas vestimentas utilizadas por Aharón (y luego por el Sumo Sacerdote del Templo) fueron las mismas que se llevó Nabucodonosor a Babilonia como botín, después de la destrucción del Primer Templo. Son las que el rey Ajashverosh se puso en el festiv que daba para consolidar su poderío y del cual surge toda la historia de Purim, que se celebra el 14 de Adar. 

Parasha Zajor

Este Shabat (20 de Febrero) luego de la Parshá que corresponde a la semana (Truma) leemos parshat Zajor (DEVARIM 25:17/19) “Recuerda lo que Amalek hizo contigo en el camino cuando salisteis de Egipto… borrarás la memoria de Amalek…” El motivo por el cual Ha- shem ordenó a los judíos borrar la existencia de Amalek es por el odio que estaba implantado en ellos contra nosotros a tal punto que fueron los primeros que nos enfrentaron en guerra, no por de- fensa ni por territorio, sino sólo por odio.

Traducido y adaptado libremente Rosh Jodesh Adar II, 5738 (1978)

…Como ustedes seguramente saben, la parte especial adicional de la Torá, Parshat Zajor, que se lee en el Shabat antes de Purim, contiene los mandamientos de recordar lo que Amalek, el archienemigo del pueblo judío, le hizo a nuestro pueblo cuando se dirigía a recibir la Torá en el Sinaí.

El sigiloso ataque, no provocado de Amalek fue calculado para sacudir la creencia en Di-s y moderar su entusiasmo por Su Torá y mitzvot [mandamientos].

Hamán, descendiente directo de Amalek, fue impulsado por el odio a los Judíos, porque “sus leyes son diferentes de las de cualquier otro pueblo”, como la Meguilá relata. Del mismo modo, todos los amalekitas subsiguientes, Hamanes de todas las épocas, odiaban a los judíos.

Sin embargo, “Amalek” – en un sentido más amplio – representa todos los obstáculos que un judío encuentra en su camino, de recibir y cuidar la Torá y mitzvot con entusiasmo y alegría en la vida cotidiana.

Y así Parshat Zajor nos viene a recordar y nunca olvidar, que “amalekitas” existen en cada generación y en cada día y época, y que no debemos permitir que nos disuada o desaliente cualquier Amalekita en cualquier forma. 

Podemos preguntar: “¿Por qué Di-s ha hecho esto así?”

¿Por qué debería un judío enfrentarse a tales pruebas y dificultades? 

La respuesta es, que cada judío ha recibido las fuerzas necesarias para superar todos esos “amalekitas”, y se espera que las utilice, a fin de demostrarse a sí mismo y a los otros que nada lo disuadirá, ni enfriará su fervor, en la observancia de la Torá y mitzvot de conformidad con la voluntad de Di-s.

Y una vez que reconoce que cualquiera que sea la dificultad que encuentra, es realmente una prueba de su fe en Di-s, y resuelve con firmeza hacer frente al desafío, pronto verá que ningún “Amalek” está a la altura de competir con la fuerza Divina del alma judía.

De hecho, lejos de ser obstáculos insuperables, resultan ser catalizadores y ayuda para lograr mayores logros, habiendo sido fundamentales en la movilización de las capacidades internas que de otra manera habrían permanecido inactivas.

Esta es también la fuerza llevada a cabo en el Meguilá [de Esther], en el ejemplo de Mordejai el judío, que “no dobló la rodilla ni se prosternó” ante Hamán.

Como resultado de esta postura indomable, no sólo el poder de Hamán fue totalmente quebrado, sino que muchos enemigos se convirtieron en amigos, como la Meguilá nos dice que “muchos de los pueblos de la tierra se convirtieron en ”judíos”, pues el temor a Mordejai cayó sobre ellos”.

Quiera Di-s conceder a cada uno de ustedes de ir de fuerza en fuerza, en emulación de Mordejai el Judío, avanzando en todas las cuestiones de judaísmo, la Torá y mitzvot, con gozo y alegría de corazón, y que todos sean benditos con la plenitud de “la luz, alegría, regocijo y honor”, tanto en el sentido llano, así como en el interior del significado de estos términos, de conformidad con la interpretación de nuestros Sabios – “Luz – esta es la Torá … honor – son los Tefilín “- ya que la Torá y las Mitzvot,” “por su propio mérito, son los canales y los recipientes para recibir y disfrutar de las bendiciones de Di-s en todas las necesidades, materiales y espirituales.

Deseando a todos y cada uno de ustedes un feliz Purim, y que su inspiración pueda estar con ustedes todos los días del año.

FRASE

Nuestros Sabios han declarado: Incluso si todas las festividades se vuelven obsoletas, Purim seguirá siendo vigente. En la Era Mesiánica, la alegría y la tranquilidad de las fiestas será una experiencia cotidiana. Su función será la de una vela a la luz del día. Sin embargo, incluso en ese avanzado clima espiritual, la elevación de Purim seguirá siendo algo que celebrar. 

(Rabi Shneur Zalman de Liadi)

Lo que debemos saber acerca de la Parashá de Shekalim

La Parshá de Shekalim se encuentra en el Libro de Shemot desde el capítulo 30, versículo 11 hasta el 16. Esta sección trata acerca de la donación del medio shekel (ciclo de plata) que debían aportar todos los varones mayores de veinte años. Dicho dinero era utilizado para los menesteres del Santuario.

Conozcamos más detalles:

En la época del Gran Templo, cada judío debía aportar medio shekel anualmente -lo que constituía una mitzvá positiva-, utilizado para adquirir los sacrificios comunitarios que se ofrecían diariamente. Estos sacrificios eran adquiridos con la donación del medio shekel de ese año, y de ningún otro.

Todos tenían el deber de cumplir esta mitzvá, aun el pobre que obtenía su sustento mediante la caridad. Si la persona no tenía medio shékel debía pedir dinero prestado, o empeñar o vender alguna de sus prendas, pues el versículo expresa (Éxodo 30:15): “El rico no dará más y el pobre no dará menos, de medio shékel” Asimismo, el medio shékel no podía ser pagado en cuotas.

Todas las contribuciones de medio shékel debían llegar al Gran Templo antes de Rosh Jodesh Nisán, pues en esa fecha se hacían las asignaciones del tesoro para la compra de los sacrificios comunales que se traían durante el año. De igual forma, era necesario que cada judío participara de esos sacrificios puesto que servían de expiación para el pueblo entero.

Se solían realizar anuncios públicos -desde Rosh Jodesh Adar-recordando a la gente que trajera su medio shékel, de modo que cada uno tuviera tiempo suficiente para reunir los fondos y dar su contribución en el momento apropiado. El 15 de Adar, los recolectores comenzaban a establecerse en cada ciudad y solicitaban que se les trajeran las contribuciones. Quien no traía el medio shékel en ese momento, no era obligado a hacerlo. El 25 de Adar los recolectores se instalaban en el Gran Templo, y a partir de esa fecha, aquellos que no hubiesen traído su contribución eran forzados a hacerlo.

Los Sabios estipularon que en el Shabat inmediatamente anterior a Adar o en Rosh Jodesh mismo, si fuera Shabat- debía leerse la sección de la Torá que trata acerca del medio shékel, pues en Shabat la nación entera se reúne en las sinagogas y casas de estudio para escuchar la lectura de la Torá. La Parshat Shkalim que se leía entonces servía como el primer llamado para el cumplimiento de la mitzvá en el momento apropiado.

Hoy en día, cuando no tenemos el Beit HaMikdash, los sacrificios, ni la mitzvá del medio shékel, leemos no obstante Parshat Shkalim en la época correspondiente para que por medio de su lectura nos sea considerado como si realmente hubiésemos cumplido la mitzvá, como expresa el versículo (Hoshéa 14:3): Te tributaremos la plegaria de nuestros labios en lugar del sacrificio de novillos; es decir, nuestras plegarias ocuparán el lugar de los animales que ya no podemos sacrificar -y del mismo modo, de las mitzvot que no podemos cumplir-.

Existe otra razón: los Sabios ordenaron que la sección de Shekalim fuera leída en su momento adecuado aún hoy día, ya que dado que oramos por la pronta reconstrucción del Beit HaMikdash, es nuestro deber familiarizarnos con la forma correcta de cumplir este precepto.

La mitzvá del medio shékel es muy apreciada por el pueblo de Israel, pues nos enseña a amar inmensamente a nuestros semejantes, puesto que todos somos iguales ante Di-s, y el más importante de los servicios Divinos -la ofrenda de los sacrificios comunales- era cumplido por igual por todo el pueblo. No existen ricos o pobres delante de Di-s, ni favorecidos o desfavorecidos. Todos están próximos a Él y Él recibe con agrado los sacrificios que ofrecen, expiando todos sus pecados.

Mishpatim, “sobre juicios y leyes”

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

Mishpatim “No quebrar sino santificar”

“Y estas son las leyes” (Shemot 21:1)

Acabamos de leer, la semana pasada, en la Parshá de Itró, sobre la entrega de la Torá en el Monte Sinaí con voces y relámpagos. Ahora queremos saber qué es lo que contiene esta Torá, entregada desde el Cielo en un evento tan estruendoso. Comenzamos a estudiar esta semana sobre los preceptos entregados en Sinai y ¿qué vemos?: ‘Leyes’- preceptos simples y básicos, que hacen a la relación del hombre con su prójimo, instrucciones que nuestra propia lógica dicta seguir incluso sin un mandato de la Torá de por medio.

 Los párrafos de Itró y Mishpatim representan, a simple vista, dos extremos opuestos: En la Parshá Itró leemos sobre la revelación Divina, sobrenatural, celestial, la supra racional. Mientras que en el párrafo de Mishpatim se habla de temas terrenales, cotidianos, asuntos que también comprende la lógica del hombre simple.

VERDADERA UNIDAD

Desde una perspectiva más profunda, justamente estas dos Parshiot, cuyo contenido es tan opuesto, son dos etapas que se complementan en la extraordinaria innovación gestada por la entrega de la Torá. El objetivo del evento del Sinaí fue eliminar la brecha existente entre el mundo del espíritu y la realidad material, e introducir la Torá y la santidad literalmente en el seno del mundo; unificar el espíritu con la materia.

El principio radica aquí en que no se trata de que la santidad Divina desplace, anule y quiebre a la realidad terrenal, sino que ésta perdure tal cual es, en su carácter de una existencia material encadenada a las limitaciones de este mundo, y conjuntamente con ello more ahí la Santidad Supernal. Ésta es la verdadera unión del espíritu con la materia.

DESHACER LAS ESTRUCTURAS

La primera etapa de unión entre el espíritu y la materia es la descripta, en el párrafo de Itró: “Y descendió Di-s sobre el Monte Sinaí”1- la extraordinaria revelación Divina. Voces y relámpagos, un terrible temblor que conmovió al mundo todo. En las palabras del Midrash2: “el pájaro no gritó, el ave no voló, el toro no mugió… el mundo estaba callado y silencioso” En el pueblo judío, esta revelación Divina causó una profunda anulación, al punto que escaparon del Monte y se pararon a lo lejos. Ésa fue la primera parte- Hashem descendió aquí ‘abajo’.

Pero el objetivo es, como se dijo, que este mundo no anule su ser, sino que prosiga funcionando como un mundo material- pero siendo un instrumento al servicio de la Santidad. Por ello fue necesaria la segunda etapa, la desarrollada en Parshat Mishpatim: este párrafo, que trata sobre las leyes monetarias y de daños y perjuicios, los temas realmente mundanos, enseña cómo debe cumplir el judío los preceptos de Di-s dentro de su vida terrenal. Justamente son los mandamientos ‘sencillos’ y lógicos enumerados en esta Parshá, los que indican el camino a través del cual la santidad se enviste en el mundo, se acomoda en él, hasta convertirse en parte del mismo.

LA FE COMO BASE

La Parshá de Mishpatim nos enseña que santidad no se limita sólo a la anulación absoluta y la auto elevación más allá de la vida terrenal. Por el contrario, la santidad se manifiesta también en las pequeñas cosas de la vida cotidiana cuando se llevan a cabo de acuerdo al mandato de la Torá, como ser la indemnización del damnificado, la actitud correcta frente a un valor confiado en depósito, el pago del salario a su tiempo, etc. Esta es la manera de generar una verdadera comunión entre la Santidad Divina y la vida práctica y material.

Pero para que el judío previamente posea esta fuerza de introducir santidad también en el seno de la vida rutinaria, se requiere de la etapa de la Parshá de Itró- la revelación Divina sobrenatural. La base de todo es la fe y anulación absoluta a Hashem. Sólo como continuidad de ello se está en condiciones de santificar también a la vida cotidiana.

Likutei Sijot tomo 16, pag 242

Beshalaj: Los niños transforman el mar en una muralla

“Y las aguas fueron para ellos una muralla a su derecha y a su izquierda” (Shemot 14:22)

Nuestra Parshá describe el milagro de la partición del Iam Suf. 

El milagro ocurrió luego de que los judíos se vieron aprisionados, con el mar frente a ellos y los egipcios persiguiéndolos desde atrás. Entonces ocurrió el gran milagro: el mar se partió frente a ellos, y las aguas se erigieron en “una muralla a su derecha y a su izquierda”. El propio obstáculo, el mar, se transformó en una muralla protectora del pueblo de Israel.

¿En mérito a qué se hizo acreedor Israel de este milagro? Fue por los niños. Nuestros Sabios Z”L relatan2 sobre los niños que estuvieron presentes al salir de Egipto que “ellos Lo reconocieron (a Di-s) primero que todos”. Es verdad, se encontraban ahí Moshé, Iheoshua y todos los Grandes y los Ancianos de Israel, pero quienes reconocieron antes que todos a Hashem fueron específicamente los niños. Esos niños, que nacieron y crecie- ron en plena esclavitud de Egipto, pero recibieron la educación que corresponde – ellos fueron los primeros en identificar al Altísimo y apuntaron con el dedo diciendo: “¡Este es mi Di-s y he de embellecerlo!”3

NACIERON EN EXILIO

Estos niños que se desarrollaron en el seno del exilio de Egipto, experimentaron con intensidad su condición de “pocos entre todos los pueblos”4 Sintieron cómo el estilo de vida egipcio se opone a una vida judaica, y a pesar de ello fueron leales a su judaísmo y estaban orgullosos del mismo.

Motivados por esta educación no dudaron en abandonar “la cacerola de la carne” y salir al gran y temible desierto, incluso carentes de provisiones suficientes, en un espíritu de absoluta confianza- bitajón- en el Altísimo. A eso se debe que se hicieran meritorios de ser los primeros en reconocer a Di-s y que en aras de ellos se parta el mar.

Cuando hay niños como éstos, no hay motivo para alterarse porque “Egipto viaja atrás de ellos”5 y del hecho que los hijos de Israel estén rodeados por todos lados, por el mar y el desierto. Con niños como estos se puede avanzar dentro del mar hasta que el propio mar se parta ante ellos.

EL OBSTÁCULO PROTEGE

Cuando se partió el mar Iam Suf ocurrió algo singular: no sólo fue removido el obstáculo (el mar), sino que el mismo se transformó en una muralla protectora del pueblo de Israel- “y las aguas fueron para ellos una muralla a su derecha y a su izquierda”. Éste es el nivel más perfecto de la anulación de las perturbaciones, y también ello tuvo lugar en mérito de los niños. Cuando se educa a niños para que sean los primeros en proclamar “Este es mi Di-s y Lo embelleceré” entonces las propias trabas y estorbos se transforman en elementos protectores de Israel.

Cuando el niño judío sabe que la única existencia verdadera es la santidad, y asume naturalmente y en forma tácita que nada puede molestarlo e impedirle cumplir con la Voluntad Divina, que se expresa en los man- datos de la Torá, entonces se hace meritorio de que todos los obstáculos caigan y desaparezcan, y más aún – que se conviertan en co- laboradores que contribuyen en su servicio a Di-s.

MILAGRO CONSTANTE

No sólo para salir de Egipto necesitó el pueblo judío de un milagro sobrenatural de esta magnitud. En cada generación precisamos de milagros. El pueblo judío siempre se asemeja a la ovejita que está entre setenta lobos, y su misma existencia está basada en lo sobrenatural, es un milagro continuo, como el de la partición del Iam Suf. Para ha- cerse acreedor permanente de este milagro que asegura la continuidad del pueblo judío, debe educarse a los niños a estudiar la Torá Escrita y la Torá Oral, así como también a observar la conducta sagrada del pueblo judío. ¡Entonces tendremos el privilegio de verlos proclamar por propia iniciativa: “Éste es mi Di-s y Lo embelleceré”, incluso antes que sus padres y abuelos!

Likutei Sijot Tomo 2, pag 523

Beshalaj: el síndrome del faraón

La gente critica a los psicólogos y sus eufemismos, pero a menudo me pregunto si no sería bueno pedir prestado un poco de su precisión estratégica al tratar los asuntos de la Torá. 

Algunos aspectos importantes de la historia del Éxodo que podrían entenderse mejor si usásemos la terminología correcta. Tomemos el evento de la partición del Mar Rojo. Es fácil ser derogatorio acerca del Faraón cuando consideramos los hechos superficialmente. Él ve una nación entera siendo llevada por un pilar de fuego, sobre el suelo del mar en tierra seca, entre dos pilares de agua que están inmovilizados como paredes de piedra -incluso Indiana Jones lo habría pensado dos veces- y como un loco corre hacia adentro con todo su ejército. Y no es que no tuviera algún precedente del cual aprender.

Podríamos tentarnos en describir al Faraón en esta situación como que “algo le faltaba”, para ser cortés. 

El Faraón era, sin embargo, intelectualmente capaz. Sólo que sufría de un cuestionamiento al Monoteísmo. Para ser más específico, el Faraón pertenecía a un subconjunto de cuestionadores del monoteísmo que poseen una fijación con el orden natural percibido (“Ma’at” en el egipcio Antiguo. Similar al concepto budista de Kharma. En idioma moderno, “Física”). Cuando aparece un conflicto entre el orden natural y la realidad percibida (es decir, un milagro), el sujeto experimenta ansiedad. Considerando que esta ansiedad podría resol- verse fácilmente a través de la aceptación de una Fuerza Omnipotente y más allá de la naturaleza, nuestro sujeto prefiere ignorar la realidad obvia que se halla ante de sus ojos en favor del con- cepto del mundo del orden natural que ya ha in- tegrado previamente en su personalidad. Esto podría resultar finalmente, en el ahogarse bajo las olas del Mar Rojo.

Ahora que he proporcionado una visión más simpática de las dificultades personales del Faraón, se hace un tanto más fácil relacionarnos con él. Después de todo, hacemos lo mismo que él todo el tiempo. Por lo menos, yo lo hago. Se trata de la “Angustia”

La angustia es un estado desde el que ignoramos la realidad obvia y percibida, en favor de la pervertida, improbable visión de cómo imaginamos que debe ser el orden natural. Nos figuramos nuestra vida como un forcejeo entre nuestra propia competencia y las leyes de la física, comercio y aceptación social. Eso significa que tenemos mucho de qué preocuparnos.

La realidad obvia es que nuestra vida diaria está llena de milagros que vienen desde Arriba. Tenemos muy poco control sobre dónde terminamos y lo que tenemos que hacer ahí. La física no tiene mucho que decir. Podemos hacer lo mejor que podemos con cualquiera sea la cosa que se nos ha dado y tener confianza en el Director De Todo, que Él sabe lo que Él está haciendo.

Pero en cambio, nos preocupamos.

¿Por qué nos preocupamos?

Porque no percibimos los milagros. ¿Por qué no percibimos los milagros? Porque vemos la marcha del orden natural a nuestro alrededor, y si hay un orden natural, los milagros no pueden suceder, ¿verdad? ¡Después de todo, los milagros significan que las leyes de la naturaleza se han eliminado temporalmente, y que la vida se pone totalmente anómala.

Error. Ése es el Faraón otra vez. Quizás un poco más sutil, pero no obstante Faraón.

Monoteísmo significa que el orden natural no es un juego absoluto de reglas para jugar o para romper. 

Creer que hay Una Fuerza Infinita detrás de todas las cosas, significa reconocer que Él puede encontrarse haciendo Sus cosas en cualquier parte – de acuerdo a las reglas o no por las reglas. Nada lo detiene en conseguir su camino -ningún comité supervisor, ninguna junta de apelación, ningún accionista, ninguna suegra. Ni siquiera el Orden Natural.

¿La prognosis? Según los profetas, estamos muy preparados para esto. Como leemos en la Haftará en el último día de Pesaj: “Como en los días en que salimos de Egipto, te haré ver mi- lagros”. (ISAíAS 10:32)

Rabi Menajem Mendl de Lubavitch (el “Tzemaj Tzedek,” 1745-1826) explicó, “Como en los días cuando ustedes apuntaron al Mar Rojo que se abría y dijeron, ‘¡Éste es mi Di-s que hace esto! ‘ Como entonces, en estos tiempos, les permitiré ver más milagros maravillosos aún, de los que suceden diariamente en vuestras vidas.”

Podemos abrir nuestras mentes e intentar empezar ahora.

De Tzví Freeman

Beshalaj: Éxodo parte II

Algunas personas experimentan libertad cuando viajan en canoa por un tranquilo lago desierto, sin contaminar.

Yo me siento libre, cuando ya no tengo excusas.

Hay algo que deseo hacer. Pero tampoco quiero hacerlo. Entonces, culpo a mi esposa, a mis hijos, mi edad, mi juventud, mi infancia, mi patrón y a mi empleado. Sirve por un tiempo -un día, una semana, un mes- pero finalmente, inevitablemente, llega el momento en que ya no quedan excusas. ¡Qué alivio! Respiro hondo. Me siento varios kilos más liviano. Ahora que- damos sólo “yo” y “yo” en el ring -mi ser interior y mi ser exterior, mi ser motivado y mi ser apático -y dejemos que gane el mejor.

Esta semana leemos la Parshá de BeShalaj, que podría ser llamada también: Éxodo Parte II. 

La semana pasada, en Parshat Bo, leímos acerca de cómo las últimas 10 Plagas terminaron de quebrar el espíritu de los egipcios y, luego de cuatro generaciones de esclavitud, los Hijos de Israel salieron triunfalmente de Egipto, horneando sus Matzot al sol.

¿Es ya el momento de los reconocimientos y de enrollar la pantalla? 

No aún. En cambio, leemos un cartel que dice: “Siete días después”, y aparece en la escena BeShalaj. Los judíos caminan tranquilamente por el desierto, y cuando miran hacia atrás, ven que los egipcios están persiguiéndolos. Aparentemente no es suficiente con salir de Egipto, tendremos que partir el mar antes de proseguir al Sinai.

¿Qué sucede? ¿Acaso los egipcios no han sido derrotados, sus dioses reducidos a nada, su orgulloso Faraón completamente humillado?

¿No era él quien vino prácticamente en piyamas en medio de la noche, rogándole literalmente a Moshé y Aharón que se llevaran a su pueblo lo más rápido posible? ¿Quién es entonces ese Faraón, materializado como un espejismo en el desierto, que viene pisándonos los talones, con su regimiento de carros y jinetes de guerra?

Las enseñanzas jasídicas nos explican que, en realidad, existen dos diferentes etapas en la búsqueda de la libertad. Por esa razón tenemos las secciones de Bo y BeShalaj. 

Es por eso que poseemos los últimos días de Pesaj. Debido a ello están la Salida de Egipto y la Partición del Mar. Existen dos tipos de esclavitud. Existe el tipo de esclavitud en el que las cadenas que aprisionan nuestras almas son im- puestas externamente -por ejemplo, cuando tu jefe te despide, el patrón de tu casa te aumenta el alquiler, tu suegra se in- vita a pasar el fin de semana. Pero también existe una esclavitud interior que viene de dentro de nosotros mismos -grilletes auto- impuestos, nuestro enojo, vanidad, pereza, gula. 

Es fácil sentirnos libres cuando se trata de superar una limitación impuesta exteriormente. Nos sorprendemos cuando descubrimos al Faraón perseguirnos, luego de que nos hemos escapado de Egipto. Nos hemos liberado de Egipto, pero aún debemos superar el que hay en nosotros.

Para lograrlo, debemos partir nuestro mar, penetrando en las profundidades de quién y qué somos, para descubrir nuestro verdadero ser.

* Adaptado de un artículo de Yanki Tauber