Parashá en Síntesis: Tazria – Metzorá

A partir de la segunda noche de Pesaj y hasta la segunda víspera de Shavuot, todas las noches se cuenta el Omer (ofrenda que se llevaba al Templo de Jerusalén).

Cuando Moisés informó al Pueblo Judío de su liberación de la esclavitud, también le indicó la finalidad de esa redención, que era el recibimiento de la Torá en el Monte Sinaí. Por ello, inmediatamente después de la salida de Egipto, los judíos empezaron a contar los días y las semanas, impacientes, deseosos de recibir la Ley Divina. 

Estas siete semana (cuarenta y nueve días) se consideran un período de crecimiento espiritual. También señalan el gran potencial para el cambio que tiene el Pueblo Judío, ya que en un tiempo muy corto pasó de un nivel máximo de impureza (cuando se encontraba en Egipto) a uno de máxima pureza (al recibir la Torá).

Las dos Parashot (mejubarot, unidas) hacen referencia a las leyes de pureza e impureza de la mujer que concibiere y a aquellas relacionadas con quienes contraían una enfermedad denominada tzorá (especie de lepra) por cometer ciertos pecados. 

Se enfatiza la importancia de la concepción y de la maternidad. En los primeros  cuarenta días de la concepción se decide el futuro de la persona. Di-s determina su sexo, su salud, su grado de inteligencia, su apariencia y sus posibilidades físicas y mentales, así como si será rico o pobre. Lo único que no se decide es si será bueno (tzadik) o malo (rashá). EL grado de su observancia de la Torá depende del esfuerzo que haga la persona. 

Cuando el niño está en el vientre materno se le enseña toda la Torá, se le muestra una visión de Gan Eden (Paraíso) y del Gueinom (infierno) y el ángel encargado de ello le conmina a ser un tzadik y no un rashá. Cuando el niño nace, el ángel toca sus labios (de allí la hendidura que se tiene debajo de la nariz), provocando el olvido de toda la Torá que ha aprendido. Sin embargo, este conocimiento queda registrado en el subconsciente.

El bebé humano es el único de los animales que succiona de la parte superior del cuerpo de su madre cerca de su cabeza, lo cual demuestra la atención que Di-s dispensa a la dignidad y santidad (Kedushá) del género humano. 

Al principio, el nacimiento se producía inmediatamente después de la concepción y sin dolor. La situación actual es producto del pecado de Eva, sin embargo en el futuro volverá a ser como al principio tal como se explica en la profecía de Isaías. 

Generalmente se usa el término tzorá como lepra y metzorá como leproso, pero debe tenerse en cuenta que se trata de un tipo especial de lepra, mandada por Di-s que sólo afectaba a los judíos en tiempos de Beit Hamikdash (Templo).

Existían algunas faltas o pecados (idolatría, blasfemia, inmoralidad, asesinato) por los cuales la persona podía ser atacada con enfermedad de tzorá. Lashon hará (hablar mal, chismorrear) era considerado uno de los pecados más graves y aún lo es en nuestros días. 

De todos los órganos del cuerpo, la lengua es la que se mueve con menos dificultad y a mayor velocidad, por eso el pecado que se comete con mayor frecuencia es el de lashón hará. 

Deberíamos darnos cuenta que las palabras dichas no se evaporan sin antes dejar una marca que no puede ser borrada, ni recogida.

La lengua es un arma muy potente, lo hablado por una persona puede perjudicar a otra que se encuentre a gran distancia, incluso en otro continente, cosa que no puede hacer un revólver o un puñal; además, lashón hará liquida a tres personas simultáneamente; al que habla, al que escucha y aquel sobre el que se habla, cosa que difícilmente podría hacerse con un arma. 

Para salvarse del chisme, diariamente le pedimos a Di-s en nuestras plegarias que impida que hablemos mal de otros. Cada persona debe ocuparse de sus propias fallas y limitaciones para superarlas. Las imperfecciones que uno ve en los demás generalmente son proyección de los defectos propios.

Parashá en síntesis: Vaiakel – Pekudei

Con la lectura de dos Parashot (llamadas mejubarot, unidas, si se leen juntas) finaliza el libro de Shemot (Éxodo). Ambas se refieren a la transmisión de la orden de construcción que da Moshé al pueblo. Anteriormente, en Trumá y Tetzavé se hizo referencia a la orden de Di-s dada a Moshé respecto al Santuario y sus componentes, así como las vestimentas de los Sacerdotes. 

Aun cuando los acontecimientos relacionados con el becerro de oro y relatados en Ki Tisá (censo) se interponen entre ambos juegos de Parashot, la orden de ejecución sobre la construcción del Santuario igualmente se cumple y la Providencia Divina se posa sobre el Santuario. 

Cuando el pueblo de Israel acepta la Torá diciendo “naasé venishmá”, “haremos y luego entenderemos”, adquiere el nivel de Adam antes del pecado, lo que los hace inmortales. Luego del pecado del becerro de oro, la Presencia Divino se aleja de ellos y de nuevo pasan a ser mortales. 

El pecado del becerro de oro, el primero del pueblo de Israel, evidencia que aún en los comienzos de nuestra historia como pueblo existieron grupos que distorsionaron el verdadero sentido de la Torá, sin negar ni rechazar su Judaísmo, tal como sucede a lo largo de la Historia hasta la actualidad. 

Las “reinterpretaciones”, supuestas modernizaciones, innovaciones y modificaciones, de los elementos esenciales del Judaísmo, con la excusa de hacerlo más atractivo o confortable, producen una falacia. El contenido espiritual y trascendente del Judaísmo, centrado en la Divinidad de la Torá como premisa central, tiene carácter de permanencia y eternidad, no está sujeto a modas, opiniones o nueva morales. No necesita ser actualizado, y puede ser ejercido en cualquier lugar del mundo. 

Los métodos de transmisión de generación a generación, cuando tienen el debido nivel de información, la explicación adecuada sobre los significados, contenido y acción judía, forman una sólida identidad que no requiere de simples modificaciones rituales para hacer que el Judaísmo parezca más entretenido. Vivir el Judaísmo, como se ha hecho por miles de años, tiene sentido y propósito. 

El ejercicio de esa particularidad y la historia que nos ilustra la corta vida de todos los movimientos, tendencias y sectas modernizantes, hace que entendamos que ni las excusas de progreso intelectual, ni el avance científico sirven para distraernos del propósito central de trascendencia, que por medio de acciones específicas nos lleva a cumplir nuestra misión de traer la paz al mundo, sin cometer errores similares a los cometidos por los adoradores actuales del becerro de oro.

La tribu de Levi, los tzadikim (piadosos) y los nesiim (líderes), tampoco contribuyeron con la realización del becerro de oro. 

En parashat Vaiakhel, Moshé reúne al pueblo y lo instruye sobre el Shabat como día de descanso, dedicado a Di-s. Día en que Hashem, luego de finalizar la Creación, se dedicó a armonizar con su obra y a contemplarla en su totalidad. Aún las labores del Mishkán fueron interrumpidas en Shabat, lo cual evidencia su importancia y el carácter testimonial que tiene como prueba en la creencia de Di-s.

Categorías de trabajo:

Las 39 categorías principales de trabajo prohibido en Shabat están referidas a aquellas actividades de tipo creativo, no necesariamente las que ameritan un esfuerzo físico. En el séptimo día Di-s eligió dejar de crear para ponerse en armonía con lo creado.

Al cesar de trabajar cada Shabat en la forma prescrita por la Torá, el judío da testimonio del poder creador de Di-s y a la vez revela la verdadera grandeza del hombre. Las estrellas y los planetas, se mueven todo el tiempo, día y noche, sin cesar; sin embargo el hombre, por un acto que deriva de su fe, puede poner límite a su labor, par no degenerar en un trabajo sin sentido. Al observar el Shabat, el judío tal como dicen los Sabios, se hace domé leyotzro – semejante a Di-s mismo. Es como Di-s, el que dirige el trabajo, no su esclavo. 

Las 39 categorías principales (cada una además tienen sus subdivisiones) son:

Cargar, quemar, extinguir, terminar, escribir, borrar, cocinar, lavar, coser, rasgar, anudar, cernir, moler, amasar, cardar lana, hilar, teñir, enlazar, urdir, tejer, desenredar, construir, desatar, dar forma, arar, plantar, segar, cosechar, desgranar, separar paja del grano, seleccionar, demoler, cazar, trasquilar, sacrificar, desarrollar, curtir piel, alisar, marcar.

Moshé, esta vez en su rol de recaudador, pide a cada uno de los miembros del pueblo su contribución voluntaria para la construcción del Tabernáculo. A pesar de la disposición y el entusiasmo inicial, en diversas oportunidades privó la adhesión a las posesiones materiales. Sin embargo, la insistencia de Moshé como recaudador de fondos estaba en la calidad y no en la cantidad, en el carácter voluntario y la disposición para dar, a diferencia de los métodos de presión -y a veces, de coerción- que se utilizan hoy en día para el logro de las metas estipuladas. 

Sin embargo, es necesario destacar que existía una contribución obligatoria igual para todos los judíos (medio shékel), a fin de asegurar el funcionamiento básico. Sólo las contribuciones para el embellecimiento y glorificación del Tabernáculo eran dejadas a discreción de cada quien. Esta podría ser una de las políticas a seguir de nuestra vida comunitaria: cubrir necesidades básicas con la participación por igual de todos los contribuyentes, y luego, participación voluntaria para complementar. 

En Parshat Pekudei, Moshé rinde cuenta de la recaudación obtenida en oro, plata y cobre para la construcción del Tabernáculo y los objetos sagrados. 

Dicen nuestros Sabios que no puede haber bendición en las cosas que pueden ser contadas, medidas o numeradas, sino en aquellas que no están a la vista; pero eso sólo es cierto cuando se trata de riquezas individuales que pueden dar lugar a peleas, envidias o mal de ojo. Respecto a las contribuciones que favorecen el bienestar de toda la comunidad, el cual evidencia la unión y la solidaridad de sus componentes, la bendición es aún mayor. 

Parashá en síntesis: Tetzave

Di-s ordena la utilización del aceite de oliva para el encendido de la Menorá o Candelabro del Santuario, el mismo que se utilizará posteriormente en el Beit Hamikdash o Templo. El aceite era aportado por toda la comunidad. 


Se utilizaba el aceite de mayor pureza, las primeras gotas extraídas de los olivos. El Talmud explica que ese aceite representa la pureza del estilo de vida judía basó en la Torá; como expresión divina, representa la luz interior, la espiritualidad y testimonia la Presencia Divina en el mundo. 

Un milagro especial ocurría con una de las luces de la Menorá, “ner maaravi”: aun cuando se le ponía la misma cantidad de aceite que a todas las demás, permanecía encendida por más tiempo. Cuando el Sacerdote o Cohén limpiaba por las mañanas, encontraba encendida esa luz y con ella prendía todas las demás por la tarde.  Esto fue indicación de la presencia de la Shejiná (Providencia Divina) y duró hasta la muerte de Shimón Hatzadik (Simón el justo).

Aharón y sus cuatro hijos, Nadav, Avihú, Elazar e Itamar, fueron escogidos por Hashem para ser Cohanim (Sacerdotes). Aharón, hermano de Moshé, es el primer Cohén. En cambio Moshé, quien se suponía que sería Cohén, es designado por Di-s como Levi, por su negativa en primera instancia, de ir a Egipto y Liderar a Bnei Israel, cuando Di-s se lo había ordenado. 

Los sacerdotes tenían que usar vestiduras especiales para el servicio en el Santuario. Todas estaban hechas de lino blanco y constaban de una camisa, pantalones, cinturón y turbante. El Cohén Gadol o Sumo Sacerdote usaba además las llamadas vestimentas de oro, pectoral y efod, manto y tzitz (banda de la cabeza).

El Sumo Sacerdote se ponía ocho vestimentas en total, número que representaba un nivel de trascendencia, de conexión con lo extramundano. Cada prenda de vestir estaba relacionada con la expiación de las distintas faltas que pudieran ser cometidas por el pueblo. 

Estas vestimentas tenían un profundo significado místico y espiritual, y por tanto, debían ser elaboradas según las instrucciones divinas y por personas sabias, conocedoras de la Torá. 

El pectoral estaba formado por doce cuadros, cada uno con una piedra preciosa que representaba las distintas tribus. Las letras de los nombres de Abraham, Itzjak y Iaacov, estaban distribuidas de tal modo que en cada piedra preciosa había seis letras, lo cual totalizaba el alfabeto, que era necesario para la combinación de los mensajes de urim vetumim. Las matriarcas estabas representadas en las cuatro filas. 

Las seis letras en cada tribu simbolizaban la Creación del mundo en seis días. El total de letras, 72, corresponden a las 72 letras que componen el nombre de Di-s y que sostuvieron la Creación durante la formación del mundo. A la vez, están relacionadas con el versículo olam Jesed Yibané, “el mundo se sostiene en base a la bondad, misericordia”, jesed, que también tiene el valor número de 72. 

Los urim vetumim eran pergaminos en los cuales Moshé había escrito las 72 letras del nombre de Di-s y que hacían que el pectoral se alumbrara para dar respuesta, a través de las diferentes combinaciones de letras, a las consultas o decisiones que afectan a todo el pueblo de Israel o a un tribunal (Beit Din) para la obtención de una sentencia definitiva. 

Estas vestimentas utilizadas por Aharón (y luego por el Sumo Sacerdote del Templo) fueron las mismas que se llevó Nabucodonosor a Babilonia como botín, después de la destrucción del Primer Templo. Son las que el rey Ajashverosh se puso en el festiv que daba para consolidar su poderío y del cual surge toda la historia de Purim, que se celebra el 14 de Adar. 

Parashá en síntensis: Vaigash

Iosef es el prototipo del judío que ni el exilio, ni las persecuciones, ni las tentaciones pueden desarraigar de su fe milenaria. Aún desde su condición de esclavo se convirtió en gobernador de Egipto y usó sus cualidades para el bien de la humanidad, a fin de salvar el mundo del hambre. A pesar de la separación y el aislamiento, conservó todas sus características judías. 

Iosef logró que sus hermanos trajeran a Biniamín a Egipto en contra de la resistencia inicial de Iaakov; después lo retuvo como rehén. Sus hermanos intercedieron por él y Iehudá incluso ofreció quedarse preso en lugar de Biniamín. En ese momento, Iosef reveló su identidad. 

Biniamín era el hermano favorito de Iosef: eran hijos de la misma madre, Rajel, y además, Biniamín no había nacido cuando los demás hermanos vendieron a Iosef como esclavo. 

El perdón es una virtud, pero con frecuencia la persona que perdona queda como la magnánima y la que es perdonada se siente humillada, y a veces, con sentimientos de culpa. 

Iosef hubiera podido perdonar fácilmente a sus hermanos porque no les guardaba rencor, sin embargo, en vez de eso les proporcionó la oportunidad de reivindicarse, poniéndolos en la misma situación en la que podían repetir lo que habían hecho con él en el pasado, solo que esta vez era Biniamín quien ocupaba su lugar en el favoritismo de su padre, Iaakov. 

La disposición de los hermanos a sacrificar su vida para devolverle a Biniamín a su padre indicó que éstos habían superado su envidia y que lograron eliminar el defecto de los celos. De este modo no sólo fueron perdonados, sino que podían estar orgullosos de su logro sin sentirse humillados. 

Si Iosef hubiera avisado a su padre con anterioridad que estaba vivo, le habría negado a sus hermanos la oportunidad de resarcir el mal que habían hecho. 

El poder de profecía de Iosef le permitió saber que los dos Templos serían construidos en la porción de tierra que correspondería a su hermano Biniamín y, además, que de él descendería Mordejai, quien se enfrentó al rey Ajashverosh en los eventos que muchos años después dieron lugar a la festividad de Purim. 

La ley (halajá) sobre eglá arufá (persona asesinada en el campo, cuyo homicida no se conoce) fue la señal que Iosef le dio a sus hermanos para que Iaakov, su padre, tuviera certeza de que se trataba de él, ya que esa fue la última ley que Iaakov le enseñó a Iosef antes de separarse.

Iaakov no estaba seguro si debía ir o no a Egipto, pero Di-s se le apareció en sueños y le dijo que sí, que la Shejiná (Providencia Divina) los acompañaría en el exilio, que éste no duraría para siempre, que serían redimidos y que sus restos serían llevados y enterrados en Eretz Israel.

Iaakov viajó a Egipto con toda su familia, 70 personas en total, y fue recibido con grandes honores por toda la población. Cuando salieron de Egipto eran 600 mil.

Los judíos fueron ubicados en Goshen, que era una tierra fértil, apta para el pastoreo, y que le correspondía en propiedad a Bnei Israel, porque había sido regalada por el Faraón a Sara.

La hambruna cesó en el segundo año, cuando Iaakov bendijo al Faraón. Los años que Iaakov permaneció en Egipto fueron realmente de felicidad, pues la Providencia Divina estaba con él.

Vayeshev “Y residió”

En esta parashá se narra la historia de Iosef, hijo de Iaacov y personaje de gran importancia, ya que representa el puente entre dos estadios de la historia judía: el paso de una familia de pastores a una nación, a un pueblo forjado en Egipto.

Iosef fue el hijo favorito de Iaacov, porque era hijo de Rajel, su principal esposa, por la cual accedió a trabajar con Laván. Aun cuando todos los hijos de Iaacov eran Tzadikim (justos), fue en Iosef que Iaacov vio a su continuador y, por lo tanto, le reveló secretos de la Torá y le transmitió todas las leyes que había estudiado en la Ieshivá de Shem y Eber. 

Además del parecido físico entre Iaacov y Iosef, existen semejanzas en la historia de sus vidas, entre las cuales se pueden mencionar las siguientes:  ambos nacieron circuncidados, sus madres habían tenido dificultad en concebir, ambos fueron odiados por sus hermanos, quienes incluso trataron de matarlos, ambos se casaron y tuvieron hijos fuera de Israel; ambos fueron acompañados por ángeles y bendecidos a través de un sueño (Iaacov, en el sueño de la escalera, y Iosef, que obtuvo su grandeza a través de la interpretación de un sueño del Faraón, sobre las vacas gordas y las vacas flacas); ambos vivieron y murieron en Egipto y pidieron que sus restos fueran llevados a Israel.

Los hermanos de Iosef estaban enojados con él, no solo porque era el favorito de su padre, sino también por los dos sueños que había tenido Iosef, y que les había relatado. En el primero, todos estaban juntos en el campo atando fardos de cereal y, de repente, el fardo de cereal de Iosef se levantaba y los fardos de los demás se inclinaban ante él (lo cual señalaba que los gobernaría, tal como sucedió muchos años después cuando se inclinaron ante él en Egipto, donde fueron a comprar cereal).

En el segundo sueño, Iosef estaba rodeado por el sol, la luna y once estrellas, y todos se inclinaban ante él. Iaacov, su padre, comprendió que aquella era una profecía, que se cumplió posteriormente. 

Rubén fue el hermano de Iosef que convenció al resto de sus hermanos de que no lo mataran. Iosef fue vendido varias veces: primero, sus hermanos lo vendieron a una caravana de ismaelitas por veinte monedas de plata; luego, éstos lo vendieron a los midianitas y, por último, fue vendido en Egipto a Potifar, un oficial del Faraón. Nuestros Sabios explican que, tal como Iosef tuvo que sufrir y ser vendido antes de convertirse en poderoso en Egipto, así también el Pueblo Judío sobrevivirá sus exilios y finalmente será libre.

Los hermanos hicieron creer a su padre Iaacov que Iosef había sido devorado por un animal feroz. Iaacov lamentó la muerte de Iosef por 22 años. 

Itzjak, padre de Iaacov, sabía que Iosef estaba vivo, pero no se lo reveló. 

Iosef fue el primer judío en resistir a la asimilación, al no sucumbir a la seducción de la esposa de Potifar, aún cuando para aquel momento era un joven que solo contaba 17 años. De esta manera, Iosef es un ejemplo del judío que, a pesar de vivir en un mundo secular rodeado de tentaciones y corrupción, conserva un alto nivel de moralidad, no olvida a Di-s, cumple los preceptos y no reniega de ser judío.

Iosef pasó doce años preso por la falsa acusación de la esposa de Potifar. Una vez que interpretó correctamente los sueños del Faraón, éste lo nombró virrey a la edad de 30 años, otorgándole grandes riquezas y mucho poder. 

Parasha en síntesis: Shoftim

En esta Parashá se tratan las leyes relacionadas con el sistema judicial del Pueblo Judío y el establecimiento de tribunales. En todas las ciudades donde residían menos de 120 personas se establecieron Beit Din, tribunales de 3 rabinos, competentes para decidir sobre casos de tipo económico, pero no de vida y muerte. En las ciudades de más de 120 habitantes se estableció un Pequeño Sanhedrín, compuesto de 23 rabinos que tenían el derecho de juzgar todos los casos, hasta de vida y muerte.

 

Cerca del Monte del Templo había tres cortes: un Beit Din de 23 jueces en su entrada; un Tribunal de 23 jueces en su antecorte y el Gran Sanhedrín, de 71 jueces (incluido su presidente) que se reunían a diario en el Templo Sagrado. 

 

Para ser juez se evaluaba el conocimiento de la Torá, la inteligencia y la capacidad de juzgar. Esas y las demás cualidades enumeradas anteriormente en Parashat Devarim, una vez aprobadas constituían la calificación para ser nombrado juez y ordenado como tal por un jajam (sabio).

 

La Torá advierte al juez que no acepte soborno, ni de plata ni de honores, ni cualquier consideración personal que pueda influir – aún en lo más mínimo – en su forma de decidir el caso. 

 

En esta Parashá también se otorga el precepto de coronar a un rey sobre el Pueblo Judío. El rey tenía que ser escogido por un profeta de Di-s y por el Sanhedrín. Su papel como monarca era fortificar y elevar el estudio de la Torá, difundir a los malvados, conquistar las naciones enemigas y emitir juicios para su pueblo.

 

Para que no abusara de sus poderes, el rey tenía tres prohibiciones fundamentales: no tener más caballos de lo necesario; no tener más esposas de lo permitido y no amasar más riquezas que las necesarias para mantener sus fuerzas armadas. 

 

El rey tenía la obligación de escribir un Sefer Torá especial y leer partes específicas en público en momentos de asambleas nacionales en el año de Halel. 

 

La Torá prohíbe la arrogancia y la vanidad, el orgullo se considera igual que la idolatría, ya que no permite la presencia de Di-s en la vida de la persona.

 

Aun el rey de Israel, con todos sus honores y riquezas, tenía leyes que lo protegían de sobrepasarse.

 

La tribu escogida para reinar eternamente fue la de Iehudá, porque Iehudá previno la muerte de Iosef cuando los demás hermanos querían matarlo y él los convenció de venderlo a los filisteos. Por santificar el nombre de Di-s al llegar al Mar Rojo y no temer cruzarlos. 

 

La tribu de Iehudá tiene intrínsecamente la cualidad de humildad.

 

El hombre de Ie-hu-dá contiene las mismas letras del nombre de Di-s, cuyos atributos emula esta tribu. Y la dalet de su nombre representa al rey David escogido entre los reyes. 

 

En esa época de la historia del mundo gentil había muchas formas de idolatría y artes mágicas, tanto para adivinar el futuro como para cambiar los destinos de las personas. Esto le fue prohibido al Pueblo Judío y bajo ninguna circunstancia se le permitió ni se le permite usarlos. 

 

En esta Parashá, la Torá  enumera los siguientes tipos: consultar palos u otros elementos para adivinar el futuro; declarar ciertos momentos de suerte o no para cumplir diferentes misiones; especular sobre el futuro por interpretación de hechos y actuar de acuerdo a los mismos; todo tipo de magia negra; atraer reptiles y otros tipos de animales para usarlos en ritos de magia; la necromancia, llamar a los muertos por mediums o de otras formas.

 

La Torá nos asegura que el Pueblo Judío no tiene necesidad de usar estas formas de hechizos y magia; ya que tiene una protección especial de Di-s al cumplir con las mitzvot (preceptos)  y que pueden cambiar su destino solamente a través de estos.



Una elección de opciones

“Mira, he puesto ante ustedes la bendición y la maldición”. Así comienza la lectura de la Torá de esta semana de Ree (Deuteronomio 11:26-16:17), cuando Moisés reitera nuevamente la doctrina de Libre Elección.

Libertad de elección. Sin la cual, como nos recuerda Maimónides, la religión no tiene significado, no existe el concepto de moralidad, y la Torá es superflua.

 

En efecto, no sólo se nos ha dado libre elección entre bien y mal, sino también la opción de a qué nivel hacer esa elección. Una elección de opciones:

  1. a) Hay bien y hay mal. Bendición y maldición, luz y oscuridad. Di-s creó ambas, elegimos cuál de las dos, o qué combinación, definirá nuestra existencia.

 

  1. b) En verdad sólo hay bien. Di-s es la fuente de toda realidad, y debido a que Di-s es la esencia del bien, sólo el bien es real. Así como no hay algo como la oscuridad, sino sólo luz o su ausencia (a la que llamamos “oscuridad”), así también, sólo hay bien o su ausencia. Por lo tanto, la elección entre el bien y el mal no es una elección entre dos realidades, sino una elección entre ser o no ser, entre realidad e ilusión.

 

  1. c) Dado que “elección” por definición, es la libre afirmación de la voluntad, y debido a que la voluntad del alma humana es vivir y el bienestar, la única elección verdadera que puede haber, es la elección del bien. Pero se nos ha dado libertad de elección, lo que significa que podemos elegir no elegir. Lo que llamamos “libertad de elección” es en realidad la elección de ejercer la elección o negarla. Cuando afirmamos nuestra verdadera voluntad, cuando elegimos, invariablemente elegimos el bien.

 

¿Cuál es? ¿a, b ó c? Eso depende de vos. Ese es el verdadero significado de “libre elección”: no simplemente elegir entre dos o más opciones presentadas por una autoridad más alta, sino que sos vos quien determina el nivel de realidad sobre el que se desarrolla tu vida consciente. Sos vos quien  determina la distancia entre tu vida y tu Fuente.

 

Elegí tu opción.

 

Por: Yanki Tauber




Parasha en sintesis: Bamdibar

Comienza la lectura del cuarto libro del jumash, que lleva el mismo nombre que la Parashá: “En el desierto”. En la traducción al español se le suele nombrar como “Números”, por cuanto el Talmud lo denomina Sefer Hapikudim, “Libro de las cuentas” (Números) por el censo del Pueblo Judío. 

Esta Parashá se lee siempre antes de Shavuot, que conmemora la entrega de la Torá por Di-s a Israel, evento que para nuestros Sabios equivale al matrimonio de Di-s con el Pueblo Judío.

Así como el novio es llamado a la Torá en el Shabat anterior a su boda, del mismo modo se lee Bamidbar para anticipar esa unión tan especial que se produjo con la entrega de la Torá.

El nombre del libro deriva del lugar en que Di-s entregó sus leyes: el desierto, zona inhóspita y deshabitada, para enseñarnos que la Torá no se encuentra supeditada a las limitaciones impuestas por el espacio o por el tiempo; que tenemos la responsabilidad de cumplir sus preceptos en toda situación, en cualquier lugar y circunstancia ya sea en Israel o fuera de ella, y aún en el desierto, tierra desolada. 

El nacimiento del Pueblo Judío en el desierto lo singulariza entre las demás naciones, lo hace emerger bajo la dirección única de Di-s, libre de estructuras preestablecidas y de la influencia de otras naciones, siendo una experiencia única que rompe con las tradiciones previas. 

La humildad, entendida en términos judíos como el reconocimiento de la existencia de un Ser Superior del cual depende el hombre, es enfatizada con la entrega de la Torá en el desierto, porque así como el desierto – que no tiene nada mas que arena-  se transformó en un punto santo por la aparición de la Divinidad, el cuerpo humano – que solo está formado de polvo – accede a la grandeza si permite que la espiritualidad domine sus acciones.

El ser humano por sí solo no tiene ningún poder supremo, sólo puede desarrollar al máximo su potencial si cumple la voluntad Divina que le proporciona una perspectiva apropiada de la vida. 

El cuarto censo del Pueblo Judío fue realizado el primer día del segundo mes (Iyar) del año de su recorrido por el desierto, 20 días antes de la supuesta entrada a Israel, que luego de episodio de los espías se demoró 38 años más. Según el Midrash, sólo se han realizado nueve censos hasta el día de hoy, y el décimo y último tendrá lugar con la llegada del Mashiaj. 

El censo de los judíos no constituye una mera cuenta destinada a conocer su número: tiene como finalidad revelar la esencia del alma judía, produciendo su elevación. Es un gesto de equiparación e igualdad, que no depende del estatus social, intelectual o económico, sino que está referido a la esencia del alma judía. Por eso, para ordenar el censo, se usa la expresión: “elevad las cabezas de toda la congregación de los Hijos de Israel”.

Después del censo y la clasificación por tribus, Moshé instruye al pueblo sobre el modo de acampar y viajar. La ubicación de las tribus en relación con el Santuario es la misma establecida por el Patriarca Iaacov.

El Santuario (Majané Shejiná) estaba en el centro de la Nación, rodeado por los Levitas (Majané Leviya), que a su vez estaban rodeados por el resto de las tribus, tres en cada dirección, formando el Majané B`nei Israel. Todos se hallaban envueltos en las Nubes de Gloria, menos el eirev rav, aquellos que salieron de Egipto con los judíos. 

Di-s ordenó la ubicación de los tribus en las cuatro direcciones para indicar que los judíos protegen al mundo entero. Cada punto cardinal es fuente de determinadas fuerzas: la luz emana del este; del oeste, la nieve y las tormentas; del sur, las lluvias y el rocío, y del norte, la oscuridad y las influencias malévolas. La ubicación dispuesta por Di-s hizo que cada grupo con su particular mérito espiritual combatiera los agentes dañinos derivados de las distintas direcciones.

Las banderas usadas en la actualidad tienen sus antecedentes más remotos en los estandartes (degalim), con la particularidad de que aquellos fueron diseñados por Di-s según el mérito de cada tribu.

Parashá en síntesis: Shminí

La inauguración del Tabernáculo duró siete días. El octavo día primero de Nisan del año 2449 después de la Creación se reveló la Presencia Divina y Aharón asumió, por primera vez, su función como Sumo Sacerdote (Cohén Gadol).

El número siete está relacionado con la naturaleza del mundo, con la parte exterior y limitada de la Creación; el número ocho, en cambio, expresa lo que está más allá del orden natural, muestra la revelación espiritual, la Divinidad que está por encima de la naturaleza. Por eso, sólo después de los siete días de consagración tuvieron los judíos el privilegio de presenciar la Gloria de Di-s.

Aharón es considerado la personificación de la paz: la amaba y hacía todo lo que estuviera a su alcance para conseguirla. 

La primera palabra de la Parashá es Vayehi (y pasó). Para algunos de nuestros Sabios, cuando se usa este término se alude a algún acontecimiento trágico, cómo lo fue en este caso la muerte de dos de los hijos de Aharón, Nadav y Avihú, quienes eran físicamente bellos y además poseían un alto nivel espiritual.

Su muerte se produjo por exceso, porque procuraron una cercanía a Di-s mucho mayor que la permitida y, por lo tanto, fueron castigados con severidad, aún cuando sus intenciones eran puras. 

En Yom Kipur, en la lectura de la Torá (Ajarei Mot, Vaikrá 16:7) se menciona también el fallecimiento de los hijos de Aharón, haciendo un paralelo entre un Tzadik y Iom Kipur. Así como el día de Iom Kipur expía nuestros errores y pecados, trayendo perdón, también el fallecimiento de un tzadik trae perdón a su comunidad. 

Di-s instruye a Aharón sobre algunas de las leyes que deben ser cumplidas por los Cohanim, entre las cuales se destaca la prohibición de estar en contacto con un cadáver, salvo que se trate de sus familiares más cercanos (padre, madre, hermano, hermana, hijo, hija y esposa).

El Cohén tampoco podía hacer el Servicio en el Templo después de haber tomado alguna bebida alcohólica, ya que la intoxicación produce sueño, orgullo y disminución de la claridad mental. En la actualidad, esta regla sigue vigente para aquellos que deben juzgar una decisión según la Halajá. 

El carácter de una persona puede ser evaluado según tres criterios: Bekosó (“en su copa”), observando sus hábitos en la bebida, Bekisó (“en su bolsillo”), al observar su forma de trabajar, negociar y dar Tzedaká; Bekaasó (“al enojarse”) según cómo maneje su enojo y temperamento.

En esta Parashá se establecen las señales que diferencian a los animales que son kasher de aquellos que no lo son. Para que un animal sea considerado Kasher debe presentar dos características: tener la pezuña completamente hendida y ser rumiante. 

Existen sólo cinco animales que tienen una de estas características y, por lo tanto, no pueden ser ingeridos. El camello, el conejo, la liebre y otro animal llamado Sh´sua son rumiantes, pero no tienen la pezuña hendida; y el cerdo, que tiene la pezuña hendida, no es rumiante. 

Los animales kasher (aptos para ser comidos) son: gacela, corzo, antílope, búfalo, cabra, montés gamuza, bisonte, toro, oveja, cabra, carnero, ciervo. 

Para que los peces se consideren kasher deben tener aletas y escamas. 

La Torá lista 24 aves que no son kasher, entre ellas se pueden mencionar: águila, buitre, cisne, alcatraz, cigüeña, cuervo, halcón, búho y gaviota. Las demás – a excepción de las listadas en la Torá – pueden ser consumidas, entre ellas encontramos: pollo, gallina, gallo, pato, ganso y pavo. 

Todas las especies animales están mencionadas en la Torá. No hay ninguna especie que se haya descubierto posteriormente. 

Parashá en síntesis – Vaikra

Esta semana comienza la lectura del tercer libro de la Torá, que marca la mitad del Pentateuco. Comúnmente se traduce como Levítico, aún cuando su traducción literal es la que encabeza esta Parashá: “Y llamó”. 

Este libro, a diferencia de los anteriores (Bereshit – Génesis  y Shemot – Éxodo) que tenían un carácter básicamente narrativo, contiene una gran cantidad de leyes o halajot y preceptos, mitzvot relacionados con las ofrendas, pureza, festividades y otras prescripciones éticas.

Cuando el niño judío empieza oficialmente su estudio judaico (entrada al jéder) a los tres años, lo hace a partir de Vaikrá. 

La primera palabra de este libro es Vaikrá, la cual termina con una letra alef más pequeña que el resto de las letras que la forman. El verso “Vaikrá et Moshé” se refiere al llamado especial que le hace Di-s a Moisés para que entre al Mishkán. Sin embargo, con la humildad que lo caracterizaba, Moshé pidió a Di-s que se redujera esa letra, porque consideraba que no era apropiado que Di-s en su grandeza hiciera una deferencia tan especial en llamarlo.

El servicio de Di-s en el Santuario móvil del desierto comenzó el 1° de Nisán. Ese mes el primero del año y el conteo de todos los demás meses se hace en relación con él, tal como el conteo de los días de la semana se hace en relación con el Shabat (el primer día respecto al Shabat, el segundo en relación con el Shabat y así sucesivamente).

El 1° de Nisán es uno de los cuatro años nuevos y lo que es con respecto a cinco cosas: conteo de los años de reinado de los reyes de Israel, cálculo de los años bisiestos, conteo de los meses, conteo de las fiestas de Peregrinaje y de la entrega del Shékel. 

El estudio de las leyes sobre las ofrendas (korbanot) a las que se refiere esta Parashá tiene importancia incluso en la actualidad, porque los sacrificios se volverán a practicar cuando sea construido el Tercer Templo.

Existían cinco tipos principales de sacrificios que podían ser ofrecidos por el individuo:

  • Olá, consumido totalmente por el fuego del altar,
  • Minjá, a diferencia de los demás que consistían en animales, éste tenía el carácter de regalo y era de harina, 
  • Shlamim, forma de expresar agradecimiento a Di-s en ocasiones alegres, 
  • Jatat, ofrecidos para expiar algunos pecados cometidos sin intención, 
  • Asham, presentado como penitencia por la comisión de algunos actos impropios.

Solo tres animales kasher podían ser ofrecidos como sacrificios: el buey, la oveja y el carnero; todos ellos, animales que pueden ser cazados por otro. Ningún tipo de pez podía ser llevado al altar para ser sacrificado. Los pollos no eran aceptados como ofrendas, porque se consideraban animales inmorales.

La plegaria es una línea directa de la persona con Di-s, a Quien puede pedir ayuda, porque reconoce que está en todas partes y es Creador absoluto de todo lo que existe en el mundo. 

Los rezos diarios y de las festividades son: Shajarit, la oración de la mañana, Minjá, la oración de la tarde, Maariv o Arvit, la oración de la tarde-noche. 

Musaf es la oración adicional después de Shajarit que se reza en Shabat, Rosh Jodesh y días de fiesta. Neila – es la oración que se dice al final de Iom Kipur.