El día número 29

Y Ionatán le dijo a David: “Mañana es un nuevo mes; serás recordado, porque tu asiento estará vacío”.

Samuel I 20:18

La primera Mitzvá que Di-s nos ordenó como nación, fué de que conectemos nuestras vidas con la luna. Nos instruyó de que establezcamos un calendario lunar, un ciclo de 29,5 días el cual la luna completa su vuelta alrededor de la tierra.

El calendario judío, es un calendario de meses, medido por la duración de una luna nueva a la otra. Doce meses como estos nos da un año de aproximadamente 354 días, once días mas corto que el solar. Es por esto que el año judío se alterna con 12 y 13 meses.

La luna nueva es la noche en la cual la luna es vista después de su desaparición. La alineación y movimiento de la luna en relación a la tierra y sol, significa que, para el observador que se encuentra en la tierra, la luna pasa por fases las cuales crece, y en cierto punto de su ciclo, desaparece. Cuando la luna se encuentra más cerca al sol, posicionada entre el sol y la tierra, su lado iluminado, es decir, la que es iluminada por el sol, es invisible para nosotros. A medida que se aleja del sol, va apareciendo un delgado creciente de luz y continúa creciendo en los siguientes 15 días. Lo mismo ocurre viceversa, cuando más lejos se encuentra del sol, mas visible es para nosotros. 

La noche en la que la luna comienza a visualizarse, es el 1° en el mes Judío. El mes consiste de 29, 30 días, hasta que la próxima luna nueva marca el comienzo de otro mes. La primera mitad del mes es marcada por la creciente de la luna, la cual llega a su total luminiscencia la noche del 15, pero la noche del 16 la luna ya comienza a desaparecer, y continúa así hasta que un nuevo mes vuelve a comenzar.

Basado en la enseñanzas del Rebe de Lubavitch

Cortesía de MeaningfulLife.com

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En la creación del mundo, la Torá habla de “dos grandes luminarias”, creadas por Di-s para iluminar la tierra, y establecer “las señales, tiempos, días y años” de la vida en la tierra. En el mismo versículo, las dos grandes luminarias se convierten en: “La gran luminaria para gobernar el día, y la pequeña luminaria para gobernar en la noche”. El Talmud explica: inicialmente, el sol y la luna eran dos grandes luminarias, del mismo tamaño y luminiscencia. Pero la luna se quejó de que “dos reyes no pueden compartir la misma corona”, entonces Di-s ordenó: “Vé, disminúyete”

No solo la luna se redujo a un pálido reflector de otras luces, sino que también su iluminación se redució a constantes cambios en su yuxtaposición con la fuente, y el recipiente de su luz. Por dos semanas todos los meses, la luna cumple con el decreto Divino “Vé, disminúyete”, reduciéndose hasta tal punto donde se encuentra completamente rodeada de oscuridad.

Estas repetidas disminuciones son las que caracterizan las cualidades del tiempo lunar. Viviendo con la luna, aprendemos cómo la oscuridad puede hacer nacer la luz, y cómo la ausencia puede generar presencia renovada. 

En un nivel mas profundo, “Vé, disminúyete”, se relaciona con la propia esencia de nuestra humanidad. El hombre es único entre las creaciones de Di-s. Las otras creaciones se mueven en una órbita “solar”, una órbita que está definida por límites que ya habían sido ordenados los cuales no pueden trascender. Solo el ser humano es lunar, con una trayectoria en la vida que incluye los dos, crecimiento y rechazo, destrucción y renacimiento.

El hombre posee el poder de libre albedrío. Con esto está la capacidad de autodestrucción y auto-transformación. El hombre tiene la capacidad de negarlo todo, y luego recrearse en un nuevo molde y embarcarse en un nuevo camino.

“Vé, disminúyete”, nos muestra que sólo disminuyendonos, el alma humana puede “ir”.

Los últimos momentos del Alter Rebe

El 24 de Tevet, es el Iortzait de Rabi Shneur Zalman, el fundador de Jabad. Anticipándose a los planes de Napoléon de conquistar Rusia, Rabi Shneur Zalman (conocido como el Alter Rebe), dijo a su familia que estuviera lista para huir de un momento a otro.

El famoso mentor espiritual, Rav Shmuel Gronem, señaló: El Alter Rebe dijo: “Napoleón es una fuerza del mal muy poderosa, y temo que tendré que tener auto‐sacrificio para doblegarlo”

A sus ojos, el líder francés era una gran ame‐naza al corazón y alma del Judaísmo. Su abolición de las restricciones que existían, era el velo de disimulo de sus intenciones. Lo que Napoleón quería con su revolución era debilitar la adhesión religiosa. Cuando supo del acercamiento del ejército francés, huyó con su familia, ayudado por las fuerzas rusas.

El Alter Rebe insistió en que cada posesión suya debía destruirse, sin importar cuán insignificante fuera; dio instrucciones para que su casa fuera incendiada. Algunos dicen que el Alter Rebe tenía razones para creer que Napoleón practicaba la hechicería, y tomó severas precau‐ciones para que ninguna de sus cosas llegara a sus manos. El rápido avance del ejército de Napoleón hizo imposible que el Alter Rebe pudiera descansar, y le obligó a estar constantemente en carrera. Su esperanza era alcanzar la comunidad judía de Poltava antes de Rosh HaShaná.

En su diario, el hijo del Alter Rebe y sucesor, Rabi Dovber, escribió: “En la víspera de Rosh Hashaná mi padre me confió: “Me siento sumamente dolido y me preocupo por la batalla de Mazaisk [conocida como la batalla de Borodino], ya que el enemigo está fortaleciéndose, y creo él [Napoléon] también va a conquistar Moscú” Lloró amargamente.

En Rosh Hashaná, mi padre me llamó de nuevo y alegremente me contó las alentadoras y dulces noticias: Hoy, durante mis oraciones, tuve una visión: “la suerte ha cambiado para bien y nuestro lado ganará. Aunque Napoleón capturará Moscú, perderá la guerra. Esto es lo que está escrito hoy en el Cielo” Con la derrota de Napoleón, el Alter Rebe podría seguir hacia Poltava.

El viernes, 8 de Tevet, el grupo llegó a la ciudad de Piena. En cuanto arribaron allí, el Alter Rebe cambió sus planes. Empezó a organizar una campaña de alivio para ayudar a todos los judíos que habían sido afectados por la guerra, mandando emisarios para juntar los fondos y organizar y coordinar los esfuerzos.

Nadie podía prever el rápido deterioro de la salud del Rebe. Como líder de miles de Jasidim, Rabi Shneur Zalman pagó un alto precio por preocuparse por los sufrimientos de la comunidad judía y las condiciones difíciles de viaje en un extraordinariamente frío invierno y su angustia en general por la influencia y efectos de Napoleón en la nación judía.

El lunes, 18 de Tevet, cayó en cama. El sábado por la noche, 24 de Tevet, escribió una nota que declara que uno de los propósitos principales del descenso de un alma a este mundo (además de estudiar Torá) es hacer un favor a otro judío de cualquier formaposible. Un rato después de escribir esto, falleció.

De hecho, la nefasta profecía del Alter Rebe sobre Napoleón se cumplió, y los últimos remanentes del ejército de Napoleón se retiraron humillados de Rusia en el momento del fallecimiento del Alter Rebe. Poco antes de fallecer, el Alter Rebe dijo: “A quien se aferre a la manija de mi puerta, le haré un favor en este mundo y en el Mundo por Venir.” El tercer Rebe de Lubavitch, el Tzemaj Tzedek, explicó que “la manija de mi puerta” no significa meramente estudiar las enseñanzas jasídicas del Alter Rebe, sino también practi‐car el Ahavat Israel (el amor a todo iehudí) .

¡Lejaim, Rebe!

Citas de una disertación dada por Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz, en una cena del Congreso realizada en Washington en ocasión del cumpleaños del Rebe.

Algunos de ustedes son conscientes de mi admiración, no sólo por el Rebe, sino también por su educación y labor. El hecho que él supo a quién enviar a lugares desamparados, para traer una palabra de fe y la palabra de  a jóvenes que se hubieran perdido probablemente, es para mí uno de los elementos que dan esperanza a una generación.  

Como jasid, puedo contarles esta noche una historia jasídica. Es sobre un gran Rebe llamado Reb Naftoli de Ropshitz. Él era un gran orador, dotado de un extraordinario sentido del humor. Un Shabat HaGadol (el Shabat antes de Pesaj), cuando el rabino del pueblo dirige un discurso acerca de la caridad, sobre la necesidad de ayudar a las personas pobres que no tienen dinero suficiente para celebrar el Seder, vino a casa del Beit Hakneset.  

Cuándo llegó, su esposa le preguntó: “Nu, ¿cómo estuvo?” Él dijo que estuvo todo en orden. “Bueno, pero… ¿has logrado algo?” Él dijo: “Sólo la mitad”. Ella preguntó: “¿Qué quieres decir?” Él respondió: “Convencí a los pobres para que quieran recibir la caridad”  

El Rebe ha logrado convencer al rico a dar y a los maestros a enseñar, y a los estudiantes a estudiar. El Rebe logra hacer cosas que los seres humanos normales no se atreverían a soñar de emprender siquiera.  

Ahora, ¿qué es lo que logra reunir a tantas personas aquí, de tantos países, actividades y esfuerzos diferentes? ¿Es el alcance de su asistencia espiritual? ¿es quizás la intensidad de su devoción? ¿Es la profundidad de su conocimiento, la calidad contagiosa de su sensibilidad e interés, y la preocupación por cada individuo, por cada ser humano, para cada judío?   ¿Qué es sobre este guía extraordinario y magistral mentor, que hace tan única su grandeza? ¿Fue elegido? En la tradición judía, la grandeza no es adquirida por elección. Moisés no fue elegido. Si Moisés hubiera tenido que postularse para la elección, habría fallado. Moisés era un orador pobre. No, no era un buen candidato.  

De todos los otros líderes que tuvimos, ninguno fue elegido democráticamente. La elección vino de Arriba.

Alguien que siente sobre sus hombros el peso de siglos, el peso de una tradición de moralidad. Entonces, esa persona se vuelve un líder. 

En cuanto a la grandeza…   

¿Cómo se mide la grandeza?  ¿Con qué criterio se evalúa la grandeza humana?

En el caso del Lubavitcher Rebe, la respuesta se obtiene fácilmente. No conozco a nadie que haya dejado al Rebe, incluso después de un momento de iejidut (audiencia privada), sin haber sido profundamente conmovido, sino cambiado, por su encuentro.  

Espero recordar siempre lo que sentí cuando por primera vez entré en su estudio, hace unos treinta años, y lo que nos dijimos. El tiempo en su presencia empieza a correr a un paso diferente.

Uno se siente inspirado, se percibe auto-examinado, se sorprende al preguntarse por la demanda de significado que debe ser suyo. En su presencia nada es superficial, ni artificial. En su presencia uno se acerca y se siente en contacto con su centro interno de gravedad.  

Pero lo que es más grande sobre el Rebe es que no sólo aquellos que lo han encontrado se sienten afectados, sino incluso aquellos que no han tenido la oportunidad. De algún modo, la presencia del hombre en nuestro medio envía una emanación de cualidad mística que afecta a personas que nunca han oído hablar de él, y esto, probablemente más que nada, es lo que hace al Rebe tan único.  

Es debido a su influencia, a su presencia, que el conocimiento judío y la educación judía han alcanzado alturas inusitadas en cada continente.

¿Hay un lugar bajo el sol donde los emisarios de Jabad no han llevado su palabra de tolerancia arraigada en Ahavat Israel, en el amor por Israel que realmente, por extensión, significa amor por cada uno?

Dondequiera que los judíos moran y trabajan, se exponen de algún modo al Rebe.  

Gracias a él, un judío, en cualquier parte y por todas partes, no puede sino sentir que él o ella pertenecen a un antiguo pueblo cuya tradición da énfasis a la grandeza de su tarea más que las prerrogativas de su condición. Gracias al Rebe, un judío se vuelve un judío mejor, un ser humano bueno, haciendo a sus prójimos más humanos,más hospitalarios, abiertos a un mayor sentido  de generosidad. Así que aquí es donde reside también la grandeza del Rebe.  

Algunos de nosotros tuvimos la suerte y oímos sus lecciones; nos unimos a él en el estudio, en la canción. Lo hemos visto con sus discípulos, hemos dado testimonio de sus logros. Por consiguiente, siento- con un sentido profundo de devoción, afecto y admiración- que debemos alzar nuestras copas para decir “Lejaim” al Admor (amo, maestro y rabino) de esta generación,  cuya  vida y trabajo han sido una bendición para tantos de nosotros, de hecho a todo Israel y el mundo.  

Así que, qué podríamos decir al Rebe en Brooklyn, excepto que somos sus discípulos, somos sus seguidores porque como usted Rebe, y con usted, creemos en el estudio, creemos en la oración.

Creemos en la oración como un eslabón entre un ser humano y el otro. Creemos en el estudio como un eslabón entre una generación y la otra. Y creemos que una medida agregada de solidaridad siempre debe estar presente en cualquier cosa que hacemos por nosotros, para nuestro pueblo, y por cada uno.  

Cuando estamos con el Rebe alzamos una pequeña copa y decimos: ¡Lejaim!, y el Rebe responde: ¡Lejaim!.

Permitámonos imaginar, por consiguiente, que estamos esta noche en 770 Eastern Parkway, y vemos al Rebe que- como han oído esta noche- nos necesita. Por consiguiente decimos con más vigor y con más fervor:

¡Lejaim Rebe!

El legado del Rebe Anterior

Rabí Iosef Itzjak Schneersohn, de santa memoria, el sexto Rebe de la dinastía Jabad, nunca se satisfacía con logros «mínimos» de sus seguidores.

En lo que respecta a la Torá y a las Mitzvot, siempre insistía en que tenían que esforzarse para lograr niveles superiores a los ya alcanzados. Al gran estudioso se le exigía estudiar más, y al más devoto jasid se le exigía aumentar su nivel de observancia. Aunque el nivel de entrega al judaísmo de los judíos de Rusia no tenía comparación con ningún otro, la palabra «suficiente» no formaba parte de su vocabulario. Y a pesar del hecho de que en la Rusia Soviética, ese tipo de exigencia podía ser logrado tan solo con grandes sacrificios y aún con el riesgo de la propia vida, ninguna merma en el esfuerzo era tolerada.

Al mismo tiempo el Rebe se preocupaba por aquellos judíos rusos que se encontraban totalmente asimilados, no sabían Torá y no practicaban Mitzvot. El Rebe exigía a sus jasidim, trabajar con esa gente, aunque fuera tan sólo enseñándoles algunas letras del alfabeto hebreo, para así recordarles su herencia y la calidez del judaísmo.


El Rebe exigió a sus jasidim cumplir con ambas cosas simultáneamente y con la misma urgencia: sumergirse profundamente en la Torá, y enseñar Alef – Bet a otros; aumentar su propio nivel de observancia y asistir a otros en el cumplimiento de al menos un precepto.

En un momento de «prioridades», ese doble deseo parecería contradictorio. Si aún el estudio profundo del erudito parecía insuficiente y debía ser aumentado ¿Qué significado tendría el estudio del Alef – Bet por un lego? Por otro lado, si el Rebe estaba satisfecho con una simple Mitzvá por parte del judío asimilado, ¿por qué habría de exigirle más al judío jasid? 

 

Pero la paradoja es sólo superficial, verdaderamente no hay contradicción. En el contexto de «Mesirut Nefesh» – el auto sacrificio exigido por la Torá – ambas exigencias son idénticas: el judío asimilado tiene una deficiencia en conceptos elementales, el judío erudito, tiene un defecto en devoción extra. Ambos tienen un defecto en su propia perfección y en ambos casos la deficiencia debe ser corregida con Mesirut Nefesh.

 

Eso explica el amplio espectro del programa iniciado por Lubavitch:
Establecer Ieshivot para altos niveles de estudio de Torá (para aquellos que ya son observantes), e intensificar el judaísmo entre niños y adultos que no recibieron siquiera la educación judía más elemental, y hacer ambas cosas al mismo tiempo, porque el uno sin el otro no son suficientes.


Es evidente que debemos tener Ieshivot donde los niños puedan estudiar Torá en una atmósfera cálida y donde puedan estar imbuidos de una vida de Torá y plegaria. Pero es evidente que, en la misma ciudad, y al mismo tiempo, hay niños judíos que se están hundiendo en el mar de la ignorancia y la asimilación. Para esos niños la Ieshivá es mientras tanto irrelevante, y debemos intensificar nuestros esfuerzos por ellos de acuerdo a su nivel.


Cuando un niño se está ahogando, no tenemos tiempo para hacer un análisis filosófico y calcular las prioridades. ¡Hay que salvarlo! Si la Torá no puede ser enseñada en hebreo, deberá ser enseñada en el idioma que el niño comprenda. Si el niño no está preparado para aprender conceptos profundos, la Torá deberá ser explicada con simples relatos.


¡Pero la Torá debe ser enseñada a todos! Y la Torá debe ser auténtica y no diluída, resumida o modificada. 

Las exigencias de Rabí Iosef Itzjak son pertinentes tanto para nosotros aquí, como lo fueron en Rusia ochenta años atrás. Debemos estar «insatisfechos» con nuestros propios logros en el estudio de la torá y su observancia (para seguir avanzando) – y al mismo tiempo reconocer la importancia de enseñar aunque sea una letra de Torá a aquellos que saben poco o nada.

 

Un dia especial: 10 de Shevat

…Recuerdo perfectamente el rostro del Rebe cuando descendió del barco a orillas de los estados unidos de Norteamérica. Sus ojos se destacaban, su mirada penetraba hasta el corazón. Creímos que descansaría unos días luego del viaje, pero al llegar nos aclaró la razón de su llegada aquí: “no he venido a descansar, sino a trabajar, y muy duro, para darle renovada vida al judaísmo de américa”… Así describe el Rabino Tzvi Iehuda Foguelman, hoy enviado del rebe en Worcester – Massachusets- acerca de la llegada de Rabí Iosef Itzjak Schneerson, el sexto Rebe de Jabad a Nueva York, el 19 de marzo (9 de Adar II) de 1940.

En ese entonces el Rabino Foguelman, era un joven alumno de la Ieshivá “Torá Vadaat”, y recuerda la sorpresa con que fueron recibidas las palabras del Rebe entre el público, sobre sus intenciones de convertir a América en un lugar de Torá como lo había sido Europa. “el Rebe nos pidió que no nos avergoncemos de caminar por las calles con barba y peot, pero eso se veía peor que circular con sombreros típicos de Turquía. Gracias al Rebe comenzaron a verse judíos con barba en las afueras de Nueva York, y con el pasar de los años esto se popularizó en todos los círculos en donde se estudiaba la Torá”.

Dos días después de su llegada dijo Rabí Iosef Itzjak: “ya hace 48 hs que llegué aquí y todavía no se fundó la Ieshivá Tomjei Tmimin (de lubavitch)”. Y ciertamente el Rebe instituyó la Ieshivá, y luego decenas de ellas se extendieron a lo largo de todo Estados Unidos.- Rabinos y personalidades judías vinieron a convencerlo de que sus planes eran irrealizables.

El Rebe les contestó “¡América no es diferente!”. 

En medio de esta revolución falleció, el 10 de shvat de 5710 (1950). Su alma se elevó a los cielos, y la tarea quedó en manos de su yerno, Rabí Menajem Mendel Schneerson, séptimo Rebe de la dinastía de jabad, conocido simplemente como “el Rebe”. El Rebe realzó y difundió el estudio y el cumplimiento de la torá de una manera increíble, hasta lograr que la luz del judaísmo brille en cada rincón del planeta.

El Rabino Foguelman recuerda la llegada del Rebe a América: “no lo conocíamos de antes; pero inmediatamente reconocimos su grandeza. Había sobre él un halo de santidad. Desde el primer instante el Rebe Rabí Iosef Itzjak le entregó la dirección de todas las instituciones que convertirían a América en un lugar de Torá”.

A pesar de su extremada modestia, el Rebe Anterior lo obligó a “revelar un poco de su grandeza”.

Una vez dijo el Rebe Iosef Itzjak de su yerno: “mi yerno nunca duerme a las 4 de la mañana; ó que recién se levanta o que todavía no se fue a dormir”.

Y se cumplió lo que está escrito: “se ocultó el sol y salió el sol”. El 10 de shvat de 5711 (1951) comenzó a brillar el sol del Rebe, y en su luz se refugian miles de judíos, en todo el mundo.

Luego de 70 años de liderazgo podemos decir: “dichosa la generación del Rebe”. ¡que pronto Di-s nos permita marchar hacia la redención verdadera y completa!