¿Eres un monarca?

La percepción pública de la realeza se ha denigrado en los últimos tiempos. Con las familias Reales de Europa descollando sólo en público por sus vidas personales, deshonrando sus posiciones heredadas, desde mi perspectiva como “hombre común”, considero que el mundo podría arreglárselas sin ese “paquete de ingratos”.

Uno puede preguntarse qué bien público fue otorgado por parte de la Familia Real. ¿Acaso no han habido Reyes y Reinas en la historia que sólo han representado la profusión, decadencia y gobierno déspota? Si (como es comúnmente aceptado), el poder absoluto es absolutamente corrupto, ¿No estamos mejor como una meritocracia democrática?

Leemos esta semana uno de los últimos mandamientos escritos en la Torá: “Al llegar a la Tierra…debes designar un Rey…de entre tus hermanos, un Rey debe gobernar” (Deuteronomio 17:15). ¿No parece extraño que Di-s promueva la noción humana de la realeza, ordenándonos subyugarnos a una majestad mortal?

Es incluso más extraño: Una vez asentados en la Tierra de Israel y listos para rodearse con todas las características de un Estado, los judíos le piden al profeta Samuel que los ayude a designar a “un Rey, para que seamos como las naciones de alrededor nuestro”. A lo cual Samuel reaccionó con enojo y disgusto, asumiendo que su pedido por un rey era equivalente a rechazar a Di-s (Samuel I, capítulo 8).

Liderazgo

Hay un método académico conocido como “El Gran ‘Hombre escuela’ de la Historia”, en donde las guerras, convulsiones políticas y otros movimientos en masa son descritos en términos del liderazgo prevaleciente en esa época. Batallas militares son estudiadas puramente desde la perspectiva de los generales, sin tomar en cuenta los pensamientos y acciones individuales del soldado común que equivalen al sentimiento de un peón en un tablero de ajedrez.

Este método de examinar la historia tiene su mérito. La fe de las naciones está co relacionada casi exclusivamente con la cualidad del liderazgo que ellos disfrutan, y nada puede estancar a todo un país más rápido que las decisiones tomadas por un partido egoísta o incompetente.

Lo mismo es cierto con la noción acerca que una estructura fuerte la provee un gobierno organizado y que éste crea una sensación de libertad y oportunidad para todos, permitiendo que prospere el individualismo.

Sígueme

Sin embargo, desde una perspectiva de la Torá, es imposible aceptar que la mera función de un líder es proveer ley y orden. Cuando se reconoce que la Presencia eterna de Di-s prevalece, las normas aceptadas sobre cierto comportamiento son proveídas directamente por la Torá y no es necesario reforzar la regla de la ley.

Desde esta perspectiva, el desafío del liderazgo no es asustar a la nación, sino inspirarla. Un verdadero líder está parado por sobre toda la gente, presentando y mostrando un sentido de misión y propósito. Cuando designamos a un líder o a un Rey, debe ser con la expectativa que las buenas cualidades personales que el líder posee, y la grandeza que muestra el monarca, despierte en nosotros un correspondiente sentido de entusiasmo que nos comprometa con el programa de la Divinidad al que el Rey mismo se ha comprometido.

Cuando el profeta Samuel criticó a la nación por pedir un rey, su enojo estaba dirigido a los motivos más que a la razón del deseo. Su pedido “desígnanos un rey para que seamos igual que las naciones de alrededor nuestro”, demostró que no era la inspiración de una majestad como una representación Divina lo que ellos deseaban. Sino que lo suyo era más bien un pedido prosaico; siendo que no tienen confianza en la regla de Di-s o en las expectativas de la Torá para dirigir la sociedad; optan por confiar en el nombramiento de una majestad mortal que imponga arbitrariamente sobre ellos la regla de la ley.

Muéstrame qué hacer

A pesar que vivimos en una era de egoísmo e individualidad, en donde cada uno de nosotros desea imponerse, hay mucho más para recomendar sobre acudir al consejo de un mentor. Podemos no tener más reyes y reinas que nos inspiren a seguir los caminos de Di-s y a comprometernos con su Torá, pero cada uno de nosotros debe buscar una guía o un mentor espiritual que nos ayude a dirigirnos en el camino de la vida.

Por Elisha Greenbaum

La vaca y el becerro

El hijo de una sirvienta una vez ensució el Palacio Real. Dijo el Rey: “Que venga la madre y limpie la suciedad de su hijo”. Así mismo, Di-s dijo: “Que venga la vaca (roja) a expiar el pecado del becerro (de oro)” Midrash Tanjuma, Jukat 8.

La Torá define “vida” como un lazo con Di-s. Por ello, los hombres justos son llamados vivos incluso luego de su muerte física, mientras que los transgresores (del deseo Divino), incluso durante sus vidas son considerados muertos. Una vida desconectada de su fuente es una vida falsa, una vida desprovista de su esencia y razón de ser.

Esto explica la conexión entre la “vaca roja”, que está prescrita Divinamente como antídoto para la impureza ritual causada por el contacto con los muertos, y para el pecado del becerro de oro.

Inmediatamente luego de la creación del mundo, Adán, el primer hombre, reconoció este compromiso con Di-s como esencia de su vitalidad. Pero aquél mismo día, una brecha apareció en el lazo entre la criatura y el Creador. El hombre transgredió el deseo Divino (al comer de la fruta del Árbol del Conocimiento); y como resultado, el fenómeno de la muerte se hizo parte de la experiencia humana.

Veintiséis generaciones después; la muerte fue vencida una vez más. Di-s descendió sobre el Monte Sinai, reestableciendo Su original e íntimo lazo con Su creación; el hombre se comprometió inequívocamente a cumplir con el deseo Divino; reestableciendo su original y absoluta conexión con la fuente de su vida y liberándolo de los embragues del ángel de la muerte.

Pero también en esta ocasión, el flujo puro del cielo a la tierra duró poco. Cuarenta días luego de que el pueblo de Israel estuvo parado en el Sinai, transgredieron el Divino decreto “No tendrán otros dioses frente a Mí”, al adorar a un becerro de oro. La pestilencia de la muerte, introducida al mundo por el pecado de Adán y eliminada en el Sinai, fue reintroducida por el pecado del Becerro de Oro.

Tres Niveles de Relación:

Cómo último síntoma de la desconexión del hombre con Di-s, la muerte es el “padre de todos los padres de impurezas”. La Torá trae diferentes formas de impurezas rituales, pero la más severa es generada por un cuerpo muerto. Mientras que otras formas de impureza son transmitidas al tocar o mover un objeto impuro, la impureza de la muerte es única en el sentido que también puede ser transmitida a través de un “toldo”: si una persona se encuentra, ya sea por un momento muy breve, bajo el mismo techo que una persona muerta, se vuelve ritualmente impuro hasta que le salpiquen las cenizas de la Vaca Roja.

Las enseñanzas Jasídicas hablan de tres niveles generales de relación: interno, inmediatamente abarcadoras y distantemente abarcadoras (Pnimí, Makif Hakarov y Makif Harajok).Un ejemplo son las tres necesidades básicas del hombre: comida, vestimenta y refugio. La comida es “interna”, entra en el cuerpo y se convierte en parte de él. La vestimenta es el “abarcador inmediato”, envuelve el cuerpo pero no tiene un relación directa con él (cuanto más grande sea la persona, ropas más grandes necesitará, cuanto más chica sea la persona, precisará vestimentas más chicas). Un hogar en “distantemente abarcador” de la persona, lo rodea de forma que no mantiene una relación directa con él.

En el psiquis humano, éstos corresponden al intelecto, voluntad y deseo. El intelecto es la “comida” de alma: verdades racionales son ingeridas y digeridas por la persona e incorporadas en él como parte de su forma de pensar y ver las cosas. Más “abarcador” es la voluntad, que es esencialmente supra racional, y por lo tanto va “más allá” de la persona, imponiéndose sobre su ser interno y externo. Aún así, la voluntad es un “abarcador inmediato”, adecuándose al ser racional como una vestimenta se adecúa al cuerpo (por ello, una persona dará explicaciones racionales sobre porqué quiere algo; estas “razones” no son la verdadera causa de su voluntad, pero el mismo hecho que puede ser explicado significa que la voluntad no está completamente removida del ser racional). El “abarcador distante” es el deseo, que va más allá de la razón y es inexplicable, portando ninguna relación visible con la composición interna del alma.

Paradójicamente, cuanto más “distante” se encuentre algo, más se integra a la auto definición de la persona. Por ello, la personalidad de una persona se refleja más en sus vestimentas que en lo que come, y su casa es más integral a su identidad que sus ropas. La voluntad de una persona sacrifica más por lo que quiere que por lo que entiende, y sus “deseos” supra racionales lo tocan aún más profundamente y son incluso más esenciales para él. En verdad, esto no es una paradoja: ya que los elementos más “abarcadores” en la vida de una persona son generados en lo más profundo de su esencia, son tan profundos que no pueden ser asimilados por las facultades finitas de su ser conciente.

En esto se encuentra el significado del hecho que la impureza generada por la muerte es conducida a través de un “toldo”, impregnando de impureza el lugar en el que se encuentra y contaminando todo lo que se encuentre bajo su techo. Otras impurezas afectan sólo el aspecto “interno” de la persona, o como mucho, las áreas “inmediatamente abarcadoras” de su ser: correspondientemente, son conducidas por contacto directo o de segunda mano. Es una marca de la primacía de la impureza de la meurte que se inflitra también en los aspectos “distantemente abarcadores” de la persona y correspondientemente se extienden también a través de “abarcadores distantes”: la casa o el “toldo” que lo alberga.

El Antídoto:

Para purificar a alguien que ha sido contaminado al tener contacto con un muerto, la Torá nos ordena que una vaca roja debe ser faenada y quemada, y sus cenizas ser mezcladas con “aguas vivas”, aguas de una fuente que nazca de la tierra. Estas “aguas de purificación” son luego salpicadas a la persona contaminada en el tercer y séptimo día de su perído de siete días de purificación.

Ya que si la muerte es un síntoma de desconexión con Di-s, la mitzvá, o el mandamiento Divino, es la manera que conseguimos conectarnos y unirnos con Él. Y la ley de la vaca roja es la mitzvá ejemplar: el mandamiento que inviste a todos los 613 mandamientos de la Torá.

La ley de la vaca roja es un Jok- un decreto Divino supra racional. El Midrash relata que cuando Di-s le enseñó esta ley a Moshé, el recibidor de la Torá estaba incrédulo. “¡Dueño del Universo”, gritó, “¿Esto es una purificación?. A lo que Di-s respondió: “Moshé, es un jok, un decreto que He decretado, y ninguna criatura puede comprender completamente Mis decretos”.

Aún así, la Torá introduce la ley de la vaca roja con la frase, “Éste es el decreto de la Torá”, implicando que es el prototipo de todos los mandamientos de la Torá. Ya que en esencia, cada mitzvá, incluyendo estas mitzvot supra racionales como “No matar” y “Honra a tu padre y a tu madre”, es un decreto supra racional de Di-s. Las varias razones y explicaciones que pueden darse acerca de una mitzvá no son sino una racionalidad superficial que encierran profundidades supra racionales.

Pero la ley de la vaca roja es más que un ejemplar de la supra racionalidad de las mitzvot. Los detalles de esta mitzvá invisten las variadas formas y funciones que la mitzvá asume, haciéndola un microcosmo de los 613 mandamientos de la Torá.

La ley de la vaca roja está repleta de temáticas contradictorias y provisiones. Las cenizas de la vaca roja remueven la más severa de las impurezas, pero aquellos que se ocuparon de la preparación de la misma (los matarifes de la vaca roja, los encarcados en quemarla y en recolectar las cenizas) se impurifican ritualmente. La cada misma es una paradoja de lo más bajo y lo más elevado: debe ser completamente roja (un color que tiene connotaciones negativas en la Torá y la ley de la Torá); la Torá nos ordena que debe ser faenada fuera de la santa ciudad de Jerusalem (en contraste a otras ofrendas, que debían ser faenadas en el patio del Templo Sagrado); y por el otro lado, debe ser “perfecta” sin ninguna falla; es faenada dentro de la vista del Templo Sagrado y su sangre es salpicada “en dirección al Sancto Sanctórum”, es preparada por un Kohen (sacerdote), y de acuerdo a una opinión por el Kohén Gadol (el Sumo Sacerdote) visitiendo ropas blancas, que son generalmente reservadas para los servicios de Iom Kipur en el Sancto Sanctórum. Y la mezcla purificadora de las cenizas y el agua es una combinación de dos fuerzas contradictorias: fuego, que representa el poder de ascención, y agua, que personifica la cualidad de “asentarse” y saturación.

Esta es la paradoja de la mitzvá, con la que Di-s se nos une descendiendo a este mundo físico para santificarlo, y al mismo tiempo mantienéndose apartado de su materialidad y profanación. En general, esta es la función de las dos categorías de las mitzvot: las 365 “prohibiciones”, con las cuales nos santificamos al rechazar la corporalidad del estado físico, y los 248 “mandamientos positivos”, con los cuales interactuamos y desarrollamos el mundo físico convirtiéndolo en un recipiente para la Divinidad. En particular, cada mitzvá individual es un acto “positivo” y “prohibitivo”: un acto de rechazo y aceptación, de trascendencia y participación, un amalgama de fuego ascendiente y agua descendiente. Una mitzvá es un hombre que vive una vida física, aceptando el estado físico como un medio para conectarse con Di-s, y al mismo tiempo, se mantiene como un ser espiritual, no dejando que el estado físico defina su vida y dictamine sus prioridades.

¿Cómo actúa uno en el mundo físico sin que sea absorvido por él? ¿Cómo uno puede asegurarse que el elemento “agua” de uno no se embarre al descender? La respuesta se encuentra en la estipulación de la Torá que el agua mezclada con las cenizas de la vaca roja debe ser “agua viva”, “agua que se ha filtrado a través de los canales de la tierra…y de esa forma es refinada y rectificada”.

“Tierra” representa la humildad y auto abnegación. Cuando la participación de una persona con lo material se filtra a través de la tierra de la auto abnegación con Di-s (o sea, la ausencia de todos los motivos y aspiraciones salvan el cumplimiento de Su voluntad), sus aguas son “aguas vivas”, no contaminadas por los gravámenes negativos de la vida material. Mezcladas con el fuego de los esfuerzos espirituales, limpia al mundo de los vestigios de la meurte, de la separación y desconexión de Di-s, y reestablece la armonía primordial entre el Creador y la creación.

Basado en una entrada del diario del Rebe, en el año 5700 (1940).

¿Por que no puedo ser vengativo como D-os?


El deseo de venganza es natural y comprensible. Tenemos una expectativa innata de que se haga justicia, y cuando vemos que el mal queda impune, queremos intervenir. Pero no podemos. “No te vengues”, advierte la Torá. La venganza está mal.

Por supuesto, no debemos ser víctimas indefensas de aquellos que tienen intenciones maliciosas sobre nosotros. Debemos protegernos de ser heridos y hacer todo lo posible para evitar actos de maldad. Pero incluso si nos han lastimado, no debemos lastimar a quien lo hizo.

Por otro lado, la misma Torá que nos advierte que no nos venguemos describe a Di‐s mismo como “un Di‐s vengativo”. ¿Cómo puede ser esto? Si se nos dice que no seamos vengativos, ¿por qué se le permite a Di‐s? Si la venganza es inmoral, ¿cómo puede Di‐s ser vengativo?

Pero ese es exactamente el punto. El mismo hecho de que Di‐s sea vengativo nos permite a los humanos no serlo. Ningún sistema de justicia humano es infalible, por lo que la justicia suprema está en Sus manos. Él corregirá los errores y castigará a los malvados. En este mundo o en el próximo, en esta vida o en otra, de formas que quizás nunca sepamos, se hará justicia.

Es gracioso, a menudo escuchas a la gente menospreciar al “vengativo Di‐s de la Biblia”. De alguna manera piensan que un Di‐s vengativo se servirá de la justicia para producir seguidores vengativos. Esto no es verdad. Es precisamente la venganza de Di‐s lo que permite a los humanos dejar ir el deseo de venganza. Sabemos que hay un verdadero Juez y que hará justicia. Así que los humanos podemos dejarle la venganza a Él y seguir viviendo.

No gastes tu energía en sentimientos de amargura y hostilidad. Cuanto más odio te arrojen, más deberías rodearte de amor. Si hay personas malvadas, asegúrate de asociarte con personas buenas. No te preocupes por vengarte. Concéntrate en seguir adelante.

Subidas y bajadas de Iosef

Iosef tuvo éxito porque logró dominarse a sí mismo…

Es interesante que en ambas porciones semanales de la Torá, Vaieshev y Miketz, ambas hablan en extensión sobre Iosef y su increíble aventura espiritual. 

En Vaieshev, Iosef comienza como el hijo favorito y termina siendo un esclavo, mientras que en esta parshá, Miketz, comienza como un esclavo y termina como virrey del Faraón. ¿Cómo puede explicarse semejante dicotomía? El Rabino Issac Bernstein, de bendita memoria, rabino de la Sinagoga Kinloss en Londres, sugirió que en Vaieshev Iosef estaba ocupado interpretando sus propios sueños, mientras que en Miketz estaba ocupado interpretando sueños de otros; esto es para enseñarnos que cuando toda nuestra energía está dirigida a nosotros mismos, tendemos a bajar, mientras que cuando usamos toda nuestra fuerza para ayudar a otros, tenemos una habilidad especial para subir, ascender tanto físicamente como espiritualmente.

El Rebe de Lubavitch señala otro camino hacia el éxito. 

Iosef se enfrentó con muchas dificultades antes de su éxito. Fue odiado por sus hermanos, secuestrado y exiliado, acusado falsamente y encarcelado por su amo, y castigado otra vez por Di-s por confiar en un humano y no en lo Divino. A pesar de todo esto, Iosef nunca se dio por vencido. 

Constantemente seguía con toda su fuerza, haciendo lo mejor que podía y ganándose el favor de los que lo rodeaban. Vemos esto en las primeras palabras de esta porción semanal de la Torá. ¿Por qué está escrito: “Al final de dos años de días”? ¿No hubiera sido suficiente decir: “Al final de dos años”? ¿Por qué precisamos la palabra “días”? Rabeinu Bajia explica que la expresión “dos años de días” es una referencia a cómo Iosef pasó su tiempo. Él trataba a cada día de los dos años de forma especial, no queriendo perder ni un solo minuto de trabajo hacia su meta. Su éxito vino de su propio dominio, de controlar su ambiente en vez de dejar que el ambiente lo controlara a él.

Vemos un mensaje similar en Janucá. En adición a la bendición que decimos en el encendido (“…y nos ordenó encender la vela de Janucá”), Janucá tiene una segunda bendición única. Siendo que el enfoque de Janucá son sus milagros, los Rabanim establecieron una bendición separada: “…Quien Ha hecho milagros para nuestros antepasados aquellos días, en estos tiempos”. 

Esta bendición nos está diciendo que a través del cumplimiento de los preceptos de cada festividad, podemos recrear el mismo ambiente espiritual que existió durante el evento original, AHORA.

¿Qué pasó entonces? Los griegos y los judíos que fueron influenciados por ellos querían apartar a los judíos de la Torá y de su especial conexión con Di-s. No cuestionaron la Torá como a la filosofía. Estaban indignados que estaban en contacto con su elemento Divino.

La misma pelea toma lugar hoy en día. La sociedad está intentando implacablemente imponerse en nuestras vidas con la base de los valores sostenida en conseguir placeres físicos, en secularizarnos, y en reemplazar nuestro enfoque judío de que Di-s dirige al mundo y que nuestras vidas y acciones deben reflejar esto a través del estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos. Técnicamente, sería suficiente encender una vela cada noche para cumplir con el precepto de las Luces de Janucá. Pero, cada año, el Pueblo Judío cumple con los mandamientos de Janucá y lo hace realzadamente, agregando cada noche una nueva vela, y así proclamando a Di-s como “el Jefe” y que apreciamos Sus mandamientos

No vamos a permitir que el mundo cierre nuestro Templo Sagrado que existe dentro de cada uno de nosotros, y rezamos fervientemente que Él pronto nos va a permitir ser parte de la construcción del Tercer Templo físico.

Por Shaul Yosef Leitler

Los judios, maestros de la humanidad

La misión que Di-s le dio al pueblo judío es constituirse en maestros de la humanidad. Como en toda relación alumno-profesor hay cosas que aprender de lado y lado, cada uno de los lugares del galut tiene algo que enseñarle a los judíos…

Cuando hablamos de Janucá, y su significado, Friedman aborda el tema de la relación entre los judíos y el mundo circundante. Para él está claro que la convivencia debe darse en el marco del respeto y la tolerancia.

¿Cuáles son las normas que rigen estas relaciones?

Desde el principio de la historia, los judíos hemos sido llamados a ser los maestros del mundo, pues tenemos que enseñarle qué quiere Di-s del hombre. A lo largo de la historia, los pueblos que nos rodean no quisieron oír este mensaje, y algunos hasta llegaron a odiarnos por tratar de enseñarles. Hoy en día la situación es diferente: los pueblos tienen hambre de conocimientos, pero no pueden hallar buenos profesores. 

Nosotros no tenemos que enseñarle a nuestros vecinos qué es ética, pues todo el mundo sabe lo que esto significa. Tampoco tenemos que enseñarles a creer en Di-os, pues todas las demás religiones lo hacen. 

Lo único que nosotros le podemos ofrecer al mundo es el mensaje de que Di-os nos dio la Torá y que en ella se describen las muchas cosas que Él necesita de nosotros, y que hemos llamado mandamientos o mitzvot. Nosotros tenemos que realizar estas acciones principalmente porque Di-s las necesita mucho más que nosotros. Esto es lo que nosotros llamamos el servicio divino, y que está expresado en 613 preceptos solo para los judíos, aunque también haya otros que corresponden al resto de la humanidad. 

Esto es importante que se diga: cualquier ser humano que haga lo que Di-s necesita es justo, y por lo tanto tiene una porción en el mundo venidero.

¿Cuándo un judío está sirviendo realmente a Di-s?

En el momento mismo en que cumple con los mandamientos para satisfacer las necesidades de Di-s. La gente cree que hay preceptos caprichosos como ponerse los tefilín, calzarse primero el zapato derecho, comer en la sucá o encender las velas de shabat. Nosotros no hacemos esto para satisfacer el intelecto humano sino porque Dios tiene necesidad de que se haga. 

Dios es justicia y si él lo necesita es por alguna razón. Yo siempre hago el paralelo entre los deseos de Di-os y los de una madre que le pide al hijo que le traiga té al salón. Una madre nunca le haría esto al hijo sólo por capricho, sino porque lo quiere o precisa de ello, y no para sólo fastidiarlo.

Se ha observado entre los judíos últimamente una tendencia, en el marco de la así llamada Nueva Era, a aventurarse a buscar “la luz” en fuentes exógenas a la religión judía ¿Se puede decir que todo lo no judío es malo? ¿Cómo poder identificar lo que es casher y lo que no lo es?

Si algo viene realmente de Dios, entonces está escrito en la Torá. Si algo la contradice, puede ser que sea espiritual, puede que sea moral, pero no viene de Él. En esto tiene mucho que ver el autorrespeto y la consideración que debe tener el judío por los demás. Cuando un judío está frente a las creencias y prácticas de los demás, debe pensar que él es transmisor de un mensaje único.

¿Qué cosas se pueden aprender de los demás pueblos?

Cada vez que un judío, o un grupo de los nuestros se ha asentado en algún lugar del mundo, ha sido para aprender algo. Esa es la voluntad divina. Cuando nosotros teníamos que saber cómo ser aristocráticos, estuvimos en España. Cuando necesitamos ser industriosos, estuvimos en Europa. De Estados Unidos hemos aprendido la sofisticación y de otros la disciplina.

¿Qué cosas nos puede enseñar los propios países, a donde Dios nos ha traído?

No conozco profundamente cómo son estos países, en los que he estado de paso, pero en general a mí me parece que podemos aprender de toda la América Latina la habilidad de confiar más en Di-s como regente del mundo. Me da la impresión que la gente de aquí es más dependiente de la voluntad divina, y eso se nota en que siempre están más relajados. Nosotros los judíos deberíamos aprender también a estar más tranquilos, sin tanto estrés.

Sobre la asimilación:

Mucha gente piensa que un medio sin antisemitismo ayuda a la asimilación y tal vez esa gente tenga razón, porque efectivamente el rechazo del medio hacia el judío lo obliga a mantenerse dentro de los límites de su pueblo. No obstante, esta no es una situación deseable. Yo creo que el mejor antídoto contra la asimilación es el respeto por uno mismo, que implica necesariamente el respeto por la esencia judía, pues si uno está consciente de que cada uno de nosotros tiene que enseñarle al mundo cuáles son las necesidades de Di-s, el asumir esta misión nos mantiene dentro del judaísmo. Los demás países no necesitan que nosotros nos casemos con sus otros ciudadanos, pues ya tienen suficientes personas para hacerlo. El mundo necesita que nosotros seamos sus maestros.

Rab. Manis Friedman

Por qué las buenas personas hacen cosas buenas

El trasfondo

En la Torá, abundan las historias de rivalidad entre hermanos, que abarcan un espectro bien amplio, desde el odio latente hasta el asesinato. Y entonces, en Vaietzé, tenemos un descanso refrescante cuando leemos acerca del amor fraternal entre Rajel y Lea.

Aprendemos del acto de auto-sacrificio de Rajel en favor de su hermana mayor, Lea, cuando cambiaron sus identidades bajo la jupá (y la cama matrimonial) para salvar a Lea de la humillación de tener que casarse con el hermano mayor de Iaacov, el inmoral y depravado Esav.

Menos conocida es la historia en la que Lea, embarazada de su séptimo hijo, rezó para dar a luz a una niña y no darle a Iaacov otro hijo varón. Lea sabía que iban a haber doce tribus. Cuando se dio cuenta de que estaba embarazada, Iaacov ya tenía diez hijos (seis de Lea y dos de cada una de las criadas, Bilá y Zilpá). Preocupada por el hecho de que, si daba a luz a otro varón, sería el número 11 y Rajel, en el mejor de los casos, sólo tendría un hijo para completar los 12 que Iaacov estaba destinado a tener.

Para ahorrarle a Rajel la humillación de ser considerada “inferior a las criadas”, ya que cada una había tenido dos hijos, Lea rezó para no dar a luz otro varón. 

 

¿Cómo reunieron estas dos hermanas la fuerza para sobreponerse a sus deseos más profundos?

Al engañar a Iaacov, Rajel no podía asegurarse de que alguna vez lograría casarse con el amor de su vida. En el mejor de los casos, iba a tener que compartirlo. Y, para evitarle un desequilibrio y devastación emocional a Rajel, Lea renunció a la posibilidad de ser la madre de otra de las tribus y de tratar de ganarse algún favor adicional de Iaacov.

Al refrenarse de una manera tan fuerte la una por la otra, las hermanas nos enseñaron una lección de altruismo. 

 

La amabilidad de los extraños: altruismo puro

Todos los días, al parecer, las noticias nos traen historias de horror, actos de violencia y maldad que los hombres despliegan unos contra otros. A veces, sin embargo, en medio de estas historias aparecen héroes, y no solamente personas tratando de salvar a sus seres queridos, sino transeúntes que se juegan la vida por completos extraños ¿Por qué?

Para quien cree en “la supervivencia del más fuerte”, el altruismo debe ser una vergüenza. Por esta razón, la ciencia trata de explicarlo como un vestigio de una táctica de supervivencia de cuando vivíamos en pequeños grupos y tribus de personas muy cercanas. O, como dicen los especialistas, el altruismo está realmente basado en el ego y el interés propio; por lo tanto, realizamos actos de bondad con la esperanza de la reciprocidad, para ganar la admiración de los demás o para ganarnos algunos puntos en el cielo. 

Cuando nos movemos más allá de este mundo transaccional en el que vivimos, cuando no hay ningún beneficio personal ni social de nuestras acciones, estamos actuando por un sentimiento de empatía que reconoce nuestro sentido de conexión más profundo. Así como nuestro cuerpo siente dolor cuando cualquier parte está sufriendo, la persona empática no solamente tolera y respeta a los demás, sino que se siente alineada con ellos al punto de identificarse con sus sufrimientos y necesidades. 

 

 

Cuanto más inclusivos del “otro” seamos, más amplio será nuestro sentido de empatía, lo que tiene un impacto en nuestro comportamiento.

El altruismo puro está “enfocado en el otro”, surge del sentimiento interno de familiaridad y deseo de aliviar el dolor. La empatía es la razón por la cual miles de “extraños” aparecen en los funerales de las víctimas del terrorismo en Israel. O cuando leemos informes sobre cosas desagradables o impactantes, la empatía es lo que nos hace sentir que perdemos otro pedacito de nuestro corazón colectivo. 

El primer agradecimiento

En el Talmud, los rabinos notaron que desde el día en que Di-s creó el mundo, nadie se había molestado en agradecerle hasta que apareció Lea que, cuando dio a luz a su cuarto hijo, lo llamó Iehudá, de la palabra hodaá que significa “agradecer”. Como los nombres expresan la esencia espiritual de la persona, los judíos (iehudim) deberían darse cuenta de que la gratitud es parte del componente esencial de su existencia. Además, la propia existencia y constitución de las doce tribus surgieron del altruismo de dos hermanas, cada una motivada por la empatía y el deseo de aliviar el dolor de la otra. 

En Vaietzé, también leemos la historia de la escalera de Iaacov, que llegaba de la tierra al cielo. Construyamos nuestras propias escaleras: que de un lado esté “la gratitud” y del otro “la empatía”, que los escalones del medio sean peldaños de compasión, conexión y bondad. Que apoyemos nuestras escaleras sobre la pared adecuada, subamos por la escalera del éxito espiritual y bajemos el cielo aquí a la tierra. 

Por Hanna Perlberger extraído de Chabad.org

Traducido por Rivka Baron

La riqueza excesiva

Pregunta:

Aprendí que Abraham era rico, Itzjak era rico, Iaacov era rico, Iosef era rico, Moshé era rico… pero no suena bien ¿Acaso la riqueza no es una consecuencia negativa de la avaricia y la ambición desmedida?

La riqueza ¿es un vicio o una virtud? 

Respuesta

En la porción de Toldot, leemos acerca del increíble éxito financiero de Itzjak. “Itzjak sembró en aquella tierra y recogió aquel año cien veces más, pues Hashem lo bendijo. Y el hombre prosperó y continuó creciendo hasta hacerse muy rico”. Rashi sobre este versículo cita el Midrash: La gente en ese entonces solía decir: “¡Mejor el estiércol de las mulas de Itzjak que el oro y la plata de Abimelej (el Rey)!”

En otras palabras, Itzjak era tan rico que incluso sus posesiones más insignificantes parecían superiores a las riquezas del rey.

El Talmud parece ofrecer visiones opuestas sobre la riqueza. Por un lado, “Di-s fue a buscar buenos atributos y no encontró nada mejor que la pobreza”2 Por otro lado, “¡Rabí [Iehuda] ¡olía honrar a la gente rica!”3 Y,  ¿qué les parece esto? : “Rabí Iojanán decía que la Divina Presencia sólo reposa en aquel que es sabio, fuerte, rico y humilde”.4

 

¿Ya te mareaste?

Dejemos por un rato la riqueza de lado y hagamos la misma pregunta en un contexto diferente: El talento ¿es un vicio o una virtud?

Las cualidades de los líderes ¿son un vicio o una virtud?

La sexualidad ¿es un vicio o una virtud? La respuesta a todas estas preguntas es la misma: depende del uso que le des.

La riqueza, al igual que cualquier otro medio, es un potencial.

El potencial no es ni bueno ni malo; es neutral e incoloro. El usuario le da significado y color. Nosotros sacamos al potencial de lo neutral y decidimos si nos llevará hacia adelante o nos llevará marcha atrás en reversa.

Un artista puede usar el talento que Di-s le dio para inspirar a otros creando arte que honre la virtud o bien degradarlo al honrar el vicio. Un cantante puede cantar letras de honestidad y concientización o puede vociferar sobre el falso amor y aspiraciones patéticas.

La elección sobre qué hacer con el potencial es nuestra y sólo nuestra. 

Los patriarcas veían a la riqueza como un medio y no como un fin. Tener una cuenta abultada en algún banco suizo no era su definición de riqueza.

El dinero era un instrumento de cambio. Con dinero podían dar caridad, ofrecer dignidad al crear puestos de trabajo, recibir invitados, criar una familia cómodamente, hacer mitzvot con grandeza, comprar regalos hermosos para sus seres queridos y ofrecerles a los hijos una cierta ventaja para su propia estabilidad económica.

Entonces, si la riqueza tiene tanto potencial para la grandeza, ¿por qué dice el Talmud que “la pobreza es un buen atributo”? Maharsha explica que, así como otras formas de sufrimiento, la pobreza puede limpiarnos del pecado.5 En otras palabras, la pobreza no es un bien en sí mismo; sino que sólo sirve con el propósito de expiar. 

Si la estabilidad financiera e incluso la riqueza eran una bendición en las generaciones pasadas, entonces cuánto más en nuestros tiempos de abundancia. A pesar de que podemos idealizar aquellas épocas más simples donde los pueblerinos pobres podían vivir en chozas básicas y sobrevivir con un poco de pan negro y agua de pozo, en los tiempos modernos necesitamos casas, electricidad, variedad de comida, obra social, a veces un auto, etc. El dinero tiene la habilidad de ofrecernos serenidad y tranquilidad mental.

Hoy en día, la pobreza no debería ser una aspiración. 

Permítanme citar una pequeña selección de un discurso increíble que dio el Rebe de Lubavitch en febrero de 1992:

El judío es rico en esencia; y su riqueza espiritual propia debería reflejarse en riqueza material real. Si esto no es evidente, es sólo porque Di-s quiere que el judío revele esta riqueza a través del esfuerzo, que transforme la oscuridad del mundo en luz. Consecuentemente, esto traerá una abundancia de bendición Divina al mundo. 

Lo mencionado con anterioridad es particularmente cierto en esta época, cuando el pueblo judío ha completado todas las tareas espirituales que le fueron otorgadas y todo lo que queda es aceptar realmente al Mashiaj. En este momento, cada uno y uno de los miembros de esta generación, la última generación del exilio y la primera generación de la Redención, seguramente son merecedores de riqueza material abundante.

Esto nos lleva a una consigna básipca: cada judío debe tratar de obtener riqueza, riqueza espiritual como dijeron nuestros sabios: “No hay otro concepto de riqueza más que el conocimiento” y también riqueza material propiamente dicha. La última, como explica Rambam, le permite a uno dedicarse al estudio de la Torá y a la observancia de las mitzvot de una forma más completa. De la misma manera, uno va a poder donar de forma más generosa para caridad, incluida la caridad que se da para la construcción de sinagogas y casas de estudio. 

Me acuerdo que la primera vez que me mostraron este discurso fue muy perturbador para mí. Vivir cómodamente fue siempre mi sueño y rezaba por ello; pero, ¿riqueza? La riqueza era un dolor de cabeza, un callejón sin salida hacia el materialismo y el vicio.  

No, dicen los fundadores de nuestra fe. No, dice el Rebe. La riqueza ofrece un potencial tremendo para hacer el bien. ¿Por qué negarse a una oportunidad para crecer y lograr un impacto positivo? ¿Acaso le diríamos que no a un talento que Di-s nos dio?

Por supuesto, no todos estamos destinados a la riqueza. (En mi caso, entrar al rabinato no fue exactamente el camino hacia la abundancia) Y de ninguna manera estamos diciendo que aquellos que no fuimos bendecidos con riqueza económica tenemos menos habilidad de lograr un impacto positivo. Todos tenemos la capacidad de completar nuestra misión personal.  La riqueza es sólo una herramienta. 

Que todos podamos usar las habilidades que Di-s nos dio para su verdadero propósito: ¡hacer un mundo hermoso para Di-s! 

Por Levi Avtzon extraído de Chabad.org 

 

1. Génesis 26:12.

2. Jagigá 9b.

3. Eruvin 86a.

4. Nedarim 38a. Drashot HaRaN ensayo #5 ofrece un ensayo extenso para explicar su declaración de forma literal (no como Maimónides que interpreta “riqueza” en un sentido no literal). Explica que las personas sólo toman en cuenta a alguien pudiente y que un profeta necesita que la gente lo escuche y, por lo tanto, debe ser rico.

5. Ad loc.

Los tesoros se encuentran escondidos en la tierra

A tu simiente He entregado esta tierra” (Bereshit 15,18)

En nuestra Parshá aparece la promesa de entregar la Tierra de Israel a los descendientes de Abraham nuestro Patriarca: “a tu simiente He de entregar esta tierra.” 

En un principio ésta escrito “He de entregar”, en futuro, pero después de que Abraham caminó por la tierra, a su largo y su ancho, el Altísimo repite Su promesa, pero esta vez de una manera diferente: “A tu simiente He entregado esta tierra” “ He entregado”, en pasado, ya entregué”

Desde ese preciso instante en el que Hashem dijo estas palabras, la Tierra de Israel, que hasta ese momento era “Herencia de pueblos”, comenzó a pertenecer, en la práctica, al pueblo de Israel. Incluso durante el tiempo del exilio diásporico se mantiene completamente vigente la promesa de “a tu simiente He entregado la tierra” y con la misma intensidad que antes. Es verdad que “a causa de nuestros pecados hemos exilado de nuestra tierra y nos hemos alejado de nuestro suelo” , pero aún así sigue siendo “nuestra tierra” y “nuestro suelo”.

 

TERRANILDAD SAGRADA
La conjunción de los términos Tierra de Israel presenta, a simple vista, una contradic- ción. “Tierra” – expresa terrenalidad y materia; “Israel” es el título jerárquico del pueblo judío, que refleja superioridad espiritual y altura (la raíz de este nombre, es como dice la Biblia, “puesto que superaste a ángeles”). Así también la combinación “Tierra Santa” implica una contradicción conceptual-terrenalidad y santidad.

Sólo que justamente en esto se expresa la función del Pueblo judío – hacer de lo terrenal santidad, y de “Tierra de Canaan” – “Tierra de Israel”.

Esta misión también se aplica al fuero interior de cada uno. Se exige de todo judío que “conquiste” su intelecto y emociones así como las actividades naturales necesarias para la propia supervivencia, y las santifique a través de subordinarlas al Servicio Divino. La persona debe lograr que también su vida material y terrenal se santifiquen y se conviertan en parte del Servicio al Creador.

 

LAS CONTRADICCIONES DEL JUDIO 

¿Cómo puede lograrse esto? A simple vista hay aquí una contradicción esencial.

Pero la verdad es que el propio judío contiene en su ser esta dicotomía: Di-s declara sobre el pueblo de Israel: “Pues ustedes serán para Mí una tierra deseada”:

También aquí vemos los dos extremos unidos: “tierra” es el elemento más elemen- tal y bajo, todos pisan sobre ella; mientras que “deseada” expresa satisfacción, placer y deseo. Nuestro cuerpo material sería la “tierra”, mientras que el alma que se encuentra en nuestro fuero interior es la “deseada” – el deseo y placer del Altísimo.

A través de esta interconexión en nuestra persona, entre la santidad más excelsa con la terrenalidad más burda, tenemos la fuerza de elevar la materia a un nivel superior. Y tal como cada hombre tiene la capacidad de subordinar el cuerpo al alma, así también posee la fuerza de poner al mundo material bajo el gobierno de lo sacro.

 

DEBE BUSCARSE


El Baal Shem Tov agrega un enfoque especial a la expresión “Tierra deseada” expresada sobre el pueblo judío: tal como nunca hemos de llegar a evaluar cabalmente los múltiples tesoros naturales que residen en la profundidad del suelo, así tampoco no hay hombre que pueda medir los extraordinarios tesoros escondidos en el corazón del judío. 

Por fuera se ve “Tierra”, pero justamente por eso es ahí donde Di-s escondió los tesoros más fabulosos.
Puede venir un judío y argumentar que él no siente esto y por el contrario ve que la terrenalidad es la que domina el mundo. 

Nos enseña Abraham el Patriarca, que también cuando “el Canaanita se encontraba entonces en la tierra”, es decir cuando la tierra se ve como “tierra de Canaan”, no hay que dejarse impresionar por eso, sino debe caminarse por la tierra y manifestar el dominio sobre ella, revelando que en esencia ésta ya es “Tierra de Israel”- “a tu simiente He entregado” – ya He entregado.

( LIKUTEI SIJOT 20, Pág. 308)