Pocas imágenes son tan cálidas para el alma como la imagen de una llama. Aunque sea un fenómeno físico, la llama (luminosa, pura, etérea) es todo lo que lo físico no es; por lo tanto aparenta para el hombre, algo espiritual atrapado en un mundo material.
Pero la llama es más que un símbolo de espiritualidad. La llama es nuestro propio espejo, en donde se reflejan las luchas de nuestro ser más interno. En las palabras del Rey Shlomó, autor de Proverbios “El alma del hombre es la lámpara de Di-s”.
La llama va hacia arriba, como que quiere liberarse de su mecha y perderse en las grandes explanadas de energía que ciñen los cielos. Pero incluso que se dirija hacia el cielo, la llama está siendo tirada hacia abajo, está bien atada a su mecha y bebe sedientamente del aceite de la lámpara, aceite que la nutre y continúa su existencia como una llama individual. Y es esta tensión de energías conflictivas, esta vacilación de disolverse y volver a renacer, que produce luz.
Nosotros también, anhelamos la trascendencia, anhelamos liberar todas las trabas de la vida material y alcanzar una reunión auto anulada con nuestro Creador y Fuente. Al mismo tiempo, sin embargo, estamos envueltos en un deseo de ser, de vivir una vida física y de dejar nuestra huella en este mundo físico. En la lámpara de Di-s que es el hombre, estos polos convergen en una llama que ilumina su alrededor con luz Divina.
Los Ingredientes:
Una lámpara consiste de aceite, mecha, y una vasija que los contiene para que el aceite pueda nutrir a la mecha y hacer que arda la llama.
El aceite y la mecha son ambos sustancias de combustión, pero ninguna produce luz por símisma con la eficiencia y estabilidad de la lámpara. La mecha, si se enciende, estallaría brevemente y moriría, consumida. Pero el aceite, uno encontraría extremadamente difícil de encender. Pero cuando la mecha y el aceite se juntan en la lámpara, ellos producen una luz estable y controlada.
El alma de la persona es una lámpara de Di-s cuyo propósito en la vida es iluminar al mundo con luz Divina. Di-s nos provee con el “combustible” que genera Su luz, la Torá y sus preceptos (mitzvot), que envisten a Su sabiduría y deseo y transmite Su luminosa verdad.
El aceite Divino requiere de una “mecha” para transportar su sustancia y convertirla en una llama luminosa. La Torá es la sabiduría Divina, pero para que la sabiduría Divina se manifieste en nuestro mundo, deben haber mentes físicas que la estudiean y comprendan, bocas físicas que la debatan y la enseñen, y medios físicos que la publiquen y difundan. Las mitzvot son el deseo Divino; pero para que el deseo Divino se manifieste en nuestro mundo, debe haber un cuerpo físico que lo ponga en práctica y materiales físicos (cuero de animal para Tefilín, lana para Tzitzit, dinero para caridad) para que puedan llevarse a cabo.
Y así como un aceite Divino no puede producir luz sin una mecha material, tampoco puede una mecha producir luz sin el aceite. Una vida sin Torá y mitzvot, por más que uno anhele mucho y desee acercarse a Di-s, es incapaz de sostener la llama. Puede generar chispas de experiencia espiritual, pero por la falta del aceite de la genuina sustancia Divina, éstas mueren rápidamente y fallan en introducir luz duradera en este mundo.
Para entender su rol como “lámpara de Di-s”, la vida humana debe ser una lámpara que combine existencia física (la “mecha”) con las ideas Divinas y actos de Torá (el “aceite”). Cuando la mecha se satura con aceite y nutre sus anhelos espirituales con un suplemento estable de lo mismo, la llama resultante es tanto luminosa como estable, preservando su existencia y productividad de la mecha e iluminando todo rincón del mundo en el que se encuentren.
Tonos de Luz:
La llama por sí misma es un “asunto” multicolor, aludiendo a muchos niveles en los que el hombre se relaciona con el Creador a través de la observancia de las Mitzvot. Generalmente hablando, está el área más baja y oscura de la llama que está unida con la mecha, y está la parte superior más brillante.
El segmento más oscuro de la llama representa aquellos aspectos del servicio de la persona hacia Di-s que están coloreados con su asociación con lo físico de la “mecha”, o sea, Mitzvot que están motivadas por conveniencia propia. La parte más elevada y pura de la llama representa los momentos de auto trascendencia de la persona, actos que la persona hace, como escribe Maimónides, “no por ningún motivo en este mundo: no por miedo al mal o por un deseo de obtener el bien; sino, que hace lo verdadero porque es verdad”.
Estos aspectos en la vida de la persona están reflejados en su relación con Di-s. Las Mitzvot vienen no solo para enlazar su altruista “alma Divina” con su Creador, sino también para envolver a su ego dominante “alma animal” con el cumplimiento de Su deseo Divino. Esto se logra cuando una persona entiende que debería “amar al Señor tu Di-s…porque Él es tu vida” (Deuteronomio 30:20). Al reconocer que Di-s es la fuente y el sustento de tu mismo ser, el mismo ego que antes anhelaba los placeres más materiales, ahora se estira en unirse con el Creador, porque se da cuenta que no hay mayor satisfacción posible de sí misma.
El péndulo de la Vida:
La “mecha” es tanto una cárcel como un liberador de la llama. Sostiene al alma en su carácter distintivo de la totalidad Divina, en su distanciamiento con su Creador. Y aún así, es éste carácter distintivo y su distanciamiento, ésta encarnación en la vida física, que nos permite conectarnos con Di-s de la manera más comprensiva y profunda, al cumplir con Su deseo.
Así que cuando manda lo Divino, el cuerpo físico y la vida humana se juntan como aceite, mecha y lámpara, el resultado es una llama: la relación con Di-s que se caracteriza por dos caminos conflictivos, por un deseo de acercarse con un mandamiento de alejarse. La materialidad de la vida evoca en el alma un deseo de liberarse de ella y fusionarse con lo Divino. Pero cuanto más cerca el alma se estira hacia Di-s, más reconoce que puede cumplir con Su deseo solamente como un ser físico y distintivo. Así que mientras el cuerpo de la mecha mantiene a la llama ardiendo, la voluntad Divina implícita en el aceite mantendrá su compromiso con la existencia y la vida.
Lámparas Actuales:
Cada Mitzvá es el aceite para el alma. Con cada acto que constituya el cumplimiento del deseo Divino, nuestras vidas están prestadas en lámparas ardientes, encendidas con llamas que vacilan desde el cielo a la tierra una y otra vez e iluminan al mundo en el proceso.
Cada Mitzvá genera luz, ya sea dar una moneda para caridad, enrollarse los Tefilín en los brazos y cabeza, o comer Matzá en Pesaj. Pero ciertas Mitzvot no solo nos transforman en lámparas metafóricas, sino que también asumen la forma actual de una lámpara. Una verdadera lámpara física, con aceite físico, mecha física y llama física que produce luz táctil y física.
Por ello, tenemos la Mitzvá de encender la Menorá en el Templo Sagrado y producir una representación literal de luz Divina que emana desde allí a todo el mundo. Cada viernes por la tarde, las mujeres judías invitan a la luz del Shabat dentro de sus casas al encender las velas de Shabat. Otra Mitzvá cuya función se refleja en su forma. Una vez al año viene Janucá, la fiesta de las luminarias. Durante ocho días, un número creciente de llamas son encendidas en la entrada de la casa y en las ventanas, para que la luz generada por nuestras vidas como “lámparas de Di-s” se propague hacia afuera e iluminen el exterior.
Basado en los escritos de Rabí Shneur Zalman de Liadi (1745-1812), Rabí DovBer (1773-1827) y el Rebe de Lubavitch.
Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch
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