Un viaje espiritual

Cada año, en la segunda noche de Pesaj, los judíos comienzan a observar la mitzvá de Sefirat HaOmer, la “Cuenta del Omer”, que se extiende por 49 días y culmina con la celebración de Shavuot. Se trata de un precepto que encierra muchas lecciones y directivas para el crecimiento espiritual.

No importa cuán extraño pudiera sonar; la celebración de Shavuot sería imposible sin la Cuenta del Omer. La Torá nos da una fecha calendario para cada Festividad, exceptuando a Shavuot. Para Shavuot sólo ordena: “Contaréis para vosotros, desde el día siguiente al Shabat, desde el día en que traéis el Omer para la ofrenda, siete semanas completas serán; hasta el día siguiente al séptimo Shabat contaréis cincuenta días” (Levítico 23). El quincuagésimo día, se celebra Shavuot.

Hoy, cuando contamos con un calendario hebreo fijo, la Festividad siempre cae el sexto día de Siván. Sin embargo, antes del exilio, el calendario judío se fijaba mes a mes basándose en el informe de testigos que habían observado la luna nueva. El día quincuagésimo después de la segunda noche de Pesaj no era automáticamente el sexto de Siván porque el número de días de cada mes variaba. La única garantía de que la Festividad seria celebrada el día quincuagésimo era la cuenta de cincuenta días de la gente. Así, se dice que el pueblo judío, con el poder de su Cuenta del Omer, de hecho, provocaba la Festividad de Shavuot y con eso la entrega misma de la Torá. Según el pensamiento jasídico, tal como contar los días trae a Shavuot como Festividad, del mismo modo la manera en que nos preparamos cada día es lo que provoca nuestra propia celebración personal de recibir la Torá.

La Torá nos cuenta que durante los 50 días entre el Pesaj original y la Entrega de la Torá, el pueblo judío estaba saliendo de Egipto, en ruta hacia el Monte Sinaí. En la analogía del jasidismo, esto se corresponde con el viaje espiritual para salir de Egipto, Mitzraim, las limitaciones del propio ser; hacia el Monte Sinaí, el sitio de la mayor revelación de verdad en nuestra historia.

Es un viaje que revivimos en nuestras propias vidas. Cada año, cuando ocurre Shavuot, la Torá dice que si el día es recordado adecuadamente, las energías que estaban presentes en la ocasión original se manifiestan una vez más. Así, se nos da tiempo de la Cuenta del Omer a fin de recalcar qué es lo que recibir la Torá significa para nosotros personalmente. Y durante estas siete semanas trabajamos hacia la meta de estar preparados para recibir esa revelación de la verdad más profunda.

El Zohar dice que cuando los judíos abandonaron Egipto, estaban en el 490º plano de Tumá (impureza espiritual), siendo el 50º el nivel más bajo, y que de día en día se elevaron hasta que en el Monte Sinaí estaban en el 49º plano de los 50º de Tahará (pureza espiritual).

El mensaje reflejado aquí es que también nosotros somos capaces de un crecimiento extraordinario, incluso la autotrascendencia, durante el período de Sefirat HaOmer; si sólo hemos de quererlo y trabajar por ello.

Uno de los significados de la palabra Pesaj es “brincar” o “saltar”. Durante SefiratHaOmer, que es una continuación, en muchos niveles, de la experiencia de Pesaj, tenemos la capacidad de saltar por sobre todos los obstáculos a fin de alcanzar nuestras metas.

Los místicos nos ayudaron en este proceso al asociar cada una de las siete semanas del período de la Sefirá con siete atributos. Los días de la semana, a su vez, tienen también, cada uno de ellos, asignados una de estas características. Así, cada uno de los 49 días de la Sefirá está asociado a un conjunto único de características.

Los siete atributos básicos son:

-Jesed, bondad amorosa; apertura total y entrega.

-Guevurá, fortaleza de carácter; control.

-Tiferet, gloria, belleza (corona); una combinación de jésed y guevurá; la belleza que se percibe sólo en el contraste con la fealdad.

-Nétzaj, éxito; eternidad; el impulso al éxito que no surge de móviles ulteriores, tales como los que un niño expresa en el juego competitivo un impulso que debemos poner al servicio del trabajo espiritual.

-Hod, esplendor; magnificencia; ejemplificada por Aharón, quien amó la paz y la persiguió, aprendiendo Torá de su hermano más joven, Moshé, sin envidia.

– Iesod, fundamento; la moralidad fundamental.

– Maljut, soberanía; la acción que se realiza después de que todos los obstáculos han sido eludidos.

Cada de las siete cualidades está estrechamente hilvanada con las demás y depende de ellas. El amor bondadoso sin fortaleza de carácter conduce a un corazón débil, por ejemplo. Combinadas, cada cualidad ilumina a la otra y nos permite refinar nuestros rasgos de carácter.

Es costumbre observar un período de semiduelo durante Sefiral HaOmer a causa de una serie de sucesos desafortunados qué acontecieron en la historia judía durante este tiempo. Las prácticas de abstenerse de celebrar bodas, reuniones públicas alegres, y cortar el cabello, son adicionales a los mandamientos de la Torá en lo que concierne a la Cuenta del Omer.

El Talmud, en el Tratado de Ievamot (62), cuenta:

“Rabí Akiva tenía doce mil pares de alumnos esparcidos a lo largo del país, desde Guevat a Antipatros, y todos murieron durante un breve lapso de tiempo, entre Pesaj y Shavuot, porque no trataron uno al otro con respeto”.

Siglos después, los masivos pogroms en Alemania en 1096 durante las Cruzadas Alemanas y las matanzas de Chmielnicki en 1648-49 se asocian al período de la Sefirá.

Algunos se quejan de que estas costumbres restringen la alegría. De hecho, sin embargo, son una invitación para explorar la verdadera fuente de alegría en la personalidad propia que no precisa de muletas externas de barullo para hallar expresión. Porque no es momento para reuniones públicas grandes, la Sefirá también permite tiempo para el desarrollo de relaciones personales cercanas.

Uno se recuerda del profesor que dijo a sus alumnos que tenía un objeto con forma de pera con hilos, y que el objeto no le permitía jugar al softbol, comer, trotar, leer, coser, cultivar, o ir a las películas. Cuando uno de los estudiante exclamó:

“Entonces, ¿para qué sirve?”, el profesor respondió: “es un violín, y con él puedo traer placer a mucha gente”. Durante la Sefirá, también, la clave radica en saber cómo utilizar las oportunidades que el período nos provee.

Ruth, la elección de ser

El Libro de Ruth fue escrito por el profeta Shmuel.

Es apropiado leer el Libro de Ruth en Shavuot, por dos razones:

Primero, porque nos da una visión de la cosecha, y cómo eran tratados los pobres durante esta época, con bondad y amor.

En segundo lugar, porque Shavuot es el aniversario de la muerte del rey David, y en el Libro de Ruth tenemos el origen de la Casa de David. El Rey David fue el bisnieto de Ruth y Boaz.

Pero quizás la razón más importante para la lectura del Libro de Ruth en este festival sea el hecho de que nos brinda una vivida descripción del perfecto Guer Tzedek, el prosélito o converso al judaísmo.

Shavuot es la época de la “Entrega de Nuestra Ley”, y cuando la recibimos, nosotros también, como el Guer Tzedek, juramos aceptar la Torá y cumplir sus 613 Mitzvot —mandamientos—.

La aceptación sin vacilaciones de la Torá y sus magníficas enseñanzas es nuestro orgullo. A pesar de todas las aparentes restricciones y responsabilidades, que coloca sobre los hombros de todo judío adulto, tenemos conciencia del privilegio de formar parte del “pueblo elegido” por Di-s.

Sin embargo, no buscamos prosélitos, o conversos.

Cuando un Guer viene y dice que quiere abrazar el judaísmo, nuestra Torá nos dice que es deber nuestro indicarle todas las dificultades y el peso de la responsabilidad que cabe a cada judío para cumplir dignamente la Torá. Debemos demostrarle que está eligiendo un camino muy difícil, y un modo de vida que no es popular en el resto del mundo.

Si, a pesar de todas estas consideraciones y advertencias, el Guer insiste en su deseo de abrazar el judaísmo, entonces sí podemos estar orgullosos de aceptar a un hombre así en nuestra congregación, pues seguramente será un judío devoto y sincero.

Onkelos, el famoso autor del Targum (traducción de la Biblia al arameo), fue un Guer Tzedek, y también lo fue Ruth.

Ruth era una princesa Moabita que profesaba altos ideales.

No estaba satisfecha con la adoración de ídolos en su propio pueblo, y cuando se presentó la oportunidad, abandonó los privilegios de la nobleza en su tierra para aceptar una vida de pobreza entre el pueblo que admiraba.

He aquí cómo ocurrió.

Eran los días en que los Jueces regían Israel.

Los hijos de Israel se habían alejado de la observancia de la Torá, haciéndose acreedores al castigo de Di-s. El hambre reinaba en toda la tierra.

Había un cierto personaje en Judea llamado Elimelej. Era un rico mercader que no estaba acostumbrado al hambre y la pobreza, y pensó que podía escapar a la miseria yéndose a otro lado. Junto con su esposa, Naomí, y sus dos hijos, emigró a Moav.

Ruth se hizo amiga de la familia judía, y comenzó a comparar su modo de vida, diferente, con el que ella llevaba.

Aprendió a admirar las leyes y costumbres judías, y la desazón que había sentido ante la vacía adoración de ídolos por parte de su pueblo se transformó en abierta crítica.

De esta manera, cuando uno de los hijos de Naomí le propuso matrimonio, se sintió feliz y orgullosa de aceptar.

No tuvo remordimientos por lo que dejaba atrás, su vida plena de lujos en el palacio, su título real, las posibilidades de riqueza y honores en el futuro. Todo lo que veía era el egoísmo y la crueldad de su gente, y la diferencia notoria con los judíos, a quienes ya se sentía profundamente ligada.

Elimelej y sus dos hijos murieron, y Naomí se convirtió en una pobre viuda, sin saber hacia dónde ir o qué hacer.

Por eso, Naomí dijo a Ruth y a su otra nuera, Orpá (también moabita): —Hijas mías, debo irme, y he decidido regresar a mi ciudad natal, Bet-Lejem. Las cosas no pueden estar muy bien allí, y no hay razón para que vosotras también sufráis. Aceptad mi consejo, entonces, y regresad a la casa de vuestros padres. Vuestros esposos están muertos, y quizás, si os quedáis en vuestra propia tierra, podréis encontrar otros hombres y volver a casaros. Yo he perdido a mis hijos para siempre, pero vosotras sois jóvenes, y podréis encontrar nuevos maridos.

Orpá se entristeció, besó a su bondadosa suegra y se despidió de ella. Ruth se aferró a Naomí llorando y le suplicó que le permitiera ir con ella. Se lo imploró con palabras emocionadas, diciendo: —No me pidas que te deje y me vuelva, pues donde tú vayas, allí iré yo, y donde tú te hospedes, allí me hospedaré yo; tu pueblo es mi pueblo, y tu Di-s mi Di-s; donde tú mueras yo moriré, y allí seré enterrada; que ésto y más me haga el Señor si nada más que la muerte nos separa.

Ruth era perfectamente consciente de lo que hacía. Naomí le había recordado las dificultades que el judío enfrentaba en todo momento, pero con todo, permaneció firme en su propósito de seguir a su suegra y aferrarse a la fe de su adopción, que se había vuelto tan preciosa para ella. El futuro probaría que Ruth sería recompensada con justicia por su resolución, mas, aún en su pobreza, Ruth no tuvo remordimientos. Era la época de la cosecha cuando Ruth y Naomí llegaron a tierra de lehudá —Judea—.

Ambas estaban cansadas de su viaje, y Ruth insistió que Naomí descansara, mientras ella salía a los campos de Bet-Lejem para encontrar algo con qué paliar el hambre.

Ruth penetró en un campo donde muchos hombres estaban ocupados cortando trigo, mientras otros los ataban con hojas y otros más los apilaban en carretas para su transporte.

Un poco vacilante, pero alentada por el hambre y el pensamiento de que debía obtener algo de comer para su suegra, Ruth ingresó al campo y se sentó a descansar, y ver si allí tenía suerte. —¡Di-s sea contigo, extraña!

Ruth hizo señas de haber recibido el amable saludo. Se sintió aliviada al escuchar a la misma persona bondadosa —¿Por qué no te adentras más en el campo? No temas. Junta algo de grano para satisfacer tu hambre.

Boaz mismo, el dueño del campo era el que así hablaba a Ruth. En ese momento, él era el Juez de Israel.

Ruth le agradeció y recogió algunas mazorcas.

Estaba por retirarse cuando la misma voz bondadosa le instó a quedarse y juntar aquellas que los hombres habían dejado de cosechar en las esquinas del campo, como “Pea”.

—¿Qué es pea? —preguntó Ruth.

Nuestra Torá nos dice que cuando el dueño de un campo ha cortado el grano, debe dejar las esquinas para los pobres, los necesitados y los extranjeros, quienes pueden venir a cosecharlo ellos mismos y llevarse el fruto de su trabajo —contestó Boaz.

—¡Qué maravilloso! —exclamó Ruth.

Se quedó pues a cortar el grano de una punta del campo, y culminada su labor se preparó para retirarse.

—No necesitas irte todavía —insistió Boaz— ¿Por qué no te quedas y te beneficias con Léket?

—¿Qué quiere decir Léket? —preguntó nuevamente Ruth.

—Según nuestra Torá, si un cosechador no corta de un solo golpe la espiga, o no la ve, no puede volver atrás, sino que debe dejar el grano que no ha cortado, o se le ha caído, como beneficio para los pobres y extraños —explicó Boaz pacientemente.

Ruth no dijo nada, pero no vio razón alguna para rehusar beneficiarse con las leyes de la Torá que ella misma había abrazado sin reservas.

Cuando hubo recogido toda una canasta, volvió a Boaz, le agradeció muy sinceramente por su bondad y se dispuso a partir.

—Aún puedes quedarte —insistió Boaz—. Puedes tomar Shijejá.

—La Torá es verdaderamente ilimitada al velar por aquellos menos afortunados —dijo Ruth— ¿Ahora dime por favor qué es ‘Shijejá”?

—Cuando el propietario de un campo lleva su carga de grano hacia los depósitos, es posible que haya dejado por olvido algunos fardos en el campo. Pues bien, la Torá le prohíbe regresar y recogerlos, y debe dejarlos para los pobres, las viudas, los huérfanos y los extraños.

Ruth se alegró con su buena fortuna.

Había juntado casi más de lo que podía llevar. Naomí y ella estarían ahora a salvo del hambre, por un buen tiempo. Agradeció a Boaz una vez más, y éste le hizo prometer que volvería.

Ruth estaba llena de emoción mientras se dirigía en busca de su suegra. Le relató todo lo que le había sucedido en los campos de Boaz. Naomí se sintió feliz con el éxito de Ruth y con el hecho de que ésta hubiera agradado a Boaz, el generoso terrateniente. Además, le dijo a Ruth que Boaz era pariente de Elimelej.

Entretanto, Boaz había hecho averiguaciones sobre la extraña que había capturado su corazón, y descubrió que era la nuera viuda de Naomí. Debido al parentesco existente, y de acuerdo a las leyes de la Torá era recomendable que Boaz contrajera enlace con Ruth y así se lo hizo saber. Cuando Boaz pidió a Ruth que se casara con él, Naomí le recomendó aceptar.

De esta manera Ruth fue imprevistamente recompensada con riqueza y felicidad.

Ruth y Boaz tuvieron un hijo llamado Oved, quien fue padre de Ishai. El hijo menor de Ishai fue David, quien se transformó en el ungido del Señor y querido rey de todo el pueblo judío.

Sefer Bamidbar

Este shabat iniciamos la lectura del cuarto libro de la Torá: Bamidbar, el libro de Números.

El Libro de Bamidbar -Números- trata en especial acerca de los años de travesía del Pueblo de Israel por el desierto, desde el segundo año del éxodo de Egipto hasta el cuadragésimo año, en que acampan en los llanos de Moav, al este del Jordán, previo a su ingreso a la Tierra Prometida. Nuestros Sabios lo llaman el Libro de los Censos, por los distintos censos a los que hace referencia.

Nuevamente se destaca en este Libro la obra y la personalidad del gran Moshé, quien tras haber sacado al Pueblo de la esclavitud en Egipto, lo organiza socialmente y lo conduce hasta las puertas mismas de la Tierra Prometida Moshé es el gran líder, mediador y estadista, aquel que siempre está dispuesto a salir en defensa de su pueblo ante Hashem, a cualquier costo, motivado por su gran amor a Israel.

Toda aquella generación fallece en el desierto, sólo sus hijos ingresan a la Tierra Prometida. Se trata de un duro golpe, una encrucijada en la historia de Israel. Pero de aquellas encrucijadas de las que uno emerge con más fuerza, lejos de dejarse caer en el desánimo, el Pueblo se fortalece, se reivindica, refuerza su conexión con Hashem, y se encamina firme y decididamente a la Tierra que le fuera prometida a sus ancestros. Pues en efecto, como lo declara el versículo, el Pueblo de Israel es un pueblo testarudo, pero testarudo en sentido positivo es un pueblo empecinado; sí, empecinado en procurar el bien y mantenerse fiel a Hashem. Y por eso Él está siempre dispuesto a perdonarle sus eventuales deslices.

Es interesante destacar la distribución del campamento israelita durante su travesía: Al centro, los Levitas con el Tabernáculo conteniendo las Tablas del Pacto. Y todo el pueblo alrededor. La Torá es el eje -alma mater- alrededor del cual gira el Pueblo de Israel, es ella la que le otorga a los israelitas su status de Pueblo. Y así ellos lo entendieron.

Extraído de “Torat Emet”, Ediciones Keter Torá.

¿Qué es Parve?

La prohibición mencionada en la Torá es mezclar carne (carne de res) con leche. Los Sabios ampliaron este mandato para incluir las aves de corral, ya que su carne puede confundirse con la de res.
Los huevos no entran en esta categoría porque no pueden confundirse con carne. Además, los huevos se consideran una entidad separada una vez que han sido puestos y se consideran parve o neutros, por lo que pueden comerse con leche o carne.

Curiosamente, el Código de Ley Judía (Ioreh Dea 87:5) menciona que si se encuentran huevos completamente formados dentro de una gallina, estos se pueden consumir con productos lácteos; sin embargo, si los huevos no están completamente formados, no se pueden consumir junto con leche aunque se podría comer productos lácteos después de comer uno de ellos.

¿Qué es Parve?

La comida parve se puede comer con carne o leche.

“Parve” es un término yiddish (y por extensión, hebreo) para algo que no es ni carne ni lácteo.

Esto es importante porque la ley judía no permite que uno cocine o consuma carne junto con productos lácteos. Sin embargo, los alimentos parve pueden consumirse junto con carne y leche. Algunos ejemplos serían el agua, los huevos, el pescado y cualquier cosa que sea de origen vegetal, como frutas, nueces y verduras.

De esta forma, una galleta etiquetada como “parve” se puede comer junto a un café cargado de crema o después de una cena a base de bistec.

Dado que los utensilios para carne y productos lácteos también se mantienen separados, los platos que no se utilizan ni para carne ni para productos lácteos también se conocen como “parve”.

Pan:

Casi todo el pan es parve. Reconociendo que el pan lácteo podría confundirse fácilmente con parve y comerse con carne y viceversa, los sabios prohibieron la producción de pan con leche o grasa fundida a menos que esté claramente marcado, o si se produce una cantidad tan pequeña que se servirá solo a personas que lo saben.

Pescado:

El pescado es parve. Sin embargo, debido a cuestiones de salud, los sabios del Talmud prohibieron comerlo con carne. (Existen diversas costumbres sobre comer pescado con leche. Sin embargo, el pescado puede prepararse en utensilios para carne o lácteos y comerse justo antes o después de la carne o la leche sin problema, siempre y cuando uno se enjuague la boca.

La mentalidad de la Matzá

Si queremos maximizar nuestra experiencia de Pesaj, debemos conectarnos con el alma de la Matzá, el conocido Pan Ázimo.

Para eso, hay que conocer un poco la historia.

Los Judíos eran esclavos en Egipto. Di-s le dijo a Moisés que era la hora de liberar a los Judíos y luego le presentó el plan del Éxodo:

En la noche del día 15 del mes de Nisan, los Judíos tendrían una comida especial, la ofrenda de Pesaj, Matzá y hierbas amargas.

  1. Más tarde esa noche, Di-s enviaría la plaga final sobre los Egipcios.
  2. Los judíos luego abandonarían Egitpo a las primeras horas de la mañana

A medida que se fueron llevando las cosas, los judíos tuvieron que apurarse para irse, y el pan que estaban preparando para su viaje no tuvo tiempo de leudar, por lo que se transformó en Matzá.

Vemos que los judíos tuvieron dos veces Matzá, la planeada para el menú de la noche, y la segunda que surgió del apuro. El ego superficial representa la mayor amenaza a nuestra libertad interna. Este sentimiento es representado por el pan leudado. En cambio la Matzá, representa la humildad: el antídoto para el ego. La Matzá es simple, hecha sólo de harina y agua.

La Matzá también representa la fe, porque esto hace que reconozcamos que no tenemos el control de todo.

Entonces, Di-s le dice a los Judíos que encuentren el significado de la Matzá, para poder dejar su Egipto personal. No era fácil.

Pero lo hicieron, y tuvieron una exitosa comida de Pesaj espiritual.

Esto abrió un segundo nivel de Matzá, una dimensión más profunda. El primer nivel era la sumisión generada internamente a la Divino, el segundo, generado por lo Divino.

¿Qué harías si Di-s se te revelara? ¿Acaso te quedaría algún interés personal?

La intensidad te sacará todo el ego Eso es lo que pasó cuando los judíos dejaron Egipto.

Una vez que habían trabajado con ellos mismos para encontrar humildad y fe, Di-s les concedió Divinidad en su lucha contra ego.

En las palabras de la Hagadá: “La masa de nuestros ancestros no tuvo tiempo de leudar (mientras) el Rey del rey de los reyes, el Santo Bendito Sea, se reveló a ellos y los redimió”.

La segunda Matzá no estaba planeada, y no estaba en nuestras manos crearla.

Fue un regalo Divino.

Este año, en el Seder, podemos vivenciar ambos niveles de Matzá, y la preparación comienza de antemano.

Por:  MENDY HERSON

¿Por qué Moshé no es mencionado en la Hagadá?

La Hagadá, el texto que leemos en el curso del Seder de Pésaj, nos da una completa descripción de la esclavitud en Egipto y el éxodo.

Sin embargo, un tema principal no se menciona en la narrativa: Moshé. En la Torá, es Moshé el emisario y actor en cada milagro de Di-s en el éxodo.

¿Por qué no aparece en la Hagadá? ¿Acaso no estamos dejando afuera a la persona más importante de todo el éxodo?

Me parece que la respuesta se encuentra al final de “maguid”, que se lee antes de la comida del Seder. Generalmente estamos con un poco de hambre cuando llegamos a esa parte, por lo que debe ser esa la razón por la cual muchas veces no lo miramos con atención.

Comenzamos la parte final de Maguid diciendo: “…en cada generación la persona está obligada a verse a sí mismo cómo si él hubiera salido de Egipto”. Debemos entender de que Pésaj no se trata de una redención que ocurrió hace mucho tiempo, sino de una redención de trabajo continuo.

Pésaj no se trata de algo que pasó, sino de algo que está pasando ahora. Cada año, Pésaj nos da las fuerzas para poder escaparnos de nuestros límites personales, de hábitos e inclinaciones. Cada año Pésaj nos enseña de que Di-s nos puede ayudar a redimir a otros de sus prisiones, tanto físicas como espirituales y emocionales. Y más que todo, creemos en que Di-s redimirá el mundo, con nuestra participación, de la oscuridad y conflicto, y traerá un mundo en que no haya conflicto ni ignorancia.

Hablar de Moshé también muestra que todo el logro fue a través de un individuo extraordinario. “Moshé puede lograr tales cosas, yo no”. 

Quizás esa es la razón por la cual la Hagadá no habla de Moshé. 

Solo Di-s es el que redime al pueblo Judío y a toda la humanidad. Moshé era grande porque estaba entregado completamente a los planes de Di-s. Si cada uno de nosotros nos entregamos completamente, entonces cualquiera puede ser el conducto para la transformación de las barreras de la oscuridad a un mundo de luz.

No renunciamos a ningún hijo

“Uno es un sabio, uno es un malvado”…(Hagadá de Pesaj)

En la Hagadá de Pesaj leemos sobre “los cuatro hijos” que están sentados en el Seder: “Uno es sabio, uno es malvado, uno es simple y uno no sabe preguntar”

Se despierta inmediatamente la pregunta: ¡¿Por qué aparece el malvado, el más indigno de los hijos, al lado del sabio; aparentemente su lugar debería estar al final de la mesa?!

También la respuesta que se le da al hijo malvado- “si hubiera estado allí (en Egipto) no hubiera sido redimido”- es sorprendente: si no tiene relación con la salvación de Egipto, para que aparece en la Hagadá?

Más aún: En los escritos del Ari Z”L se explica que las cuatro copas son en correspondencia a los cuatro hijos

¡Y de acuerdo a esto se deduce que la segunda copa, sobre la que se recita toda la Hagadá, alude al hijo malvado!

ÉL ES UN IEHUDÍ

Entenderemos esto de acuerdo a lo que dice la Guemará: “Israel, aunque haya pecado, es un Israel” Todo judío, se encuentre en la situación que fuera, tiene dentro de sí “el punto judío”; alberga dentro de él un alma Divina (el Jasidut explica que ése es el sentido íntimo de “uno es malvado”: también dentro del malvado se encuentra el Uno, la chispa judía que tiene una conexión eterna con el Di-s único)

Es por eso que debemos traer al hijo malvado a la mesa del Seder de Pesaj, para acercarlo y descubrir su punto judío. La Torá no está dispuesta a renunciar a él- “en correspondencia a los cuatro hijos se refiere la Torá”, ya que “aunque haya pecado, es un Israel”. También un judío que peca, sigue siendo llamado con el nombre más excelso: Israel (que es el acróstico de Iesh Shishim Ribó Otiot LaTorá- la Torá posee 600000 letras. Así como el Cashrut de un Sefer Torá depende de una sola letra, de la misma manera, la perfección del pueblo judío depende de cada iehudí, independientemente de su conducta)

NO DEBEMOS EVADIRNOS

¿Pero quién es capaz de acercar al hijo malvado? No puede encargarse de ello “el simple” ni “el que no sabe preguntar” ya que ellos mismos necesitan ayuda. Justamente, “el hijo sabio”, el más ilustre, es el más apto y quién posee la fortaleza de despertar en el alma del malvado su chispa Divina.

Aquí la Torá no entrega una doble enseñanza. Al malvado le dice que no debe desalentarse por su situación, pues tiene esperanza. Di-s lo reúne con el sabio, para que pueda mejorar su conducta con su ayuda.

Y al sabio lo guía para que no cuestione: ¿Qué tengo que ver yo con el malvado? Para que no se concentre únicamente en su crecimiento personal, le ordena aproximarse al prójimo para procurar acercarlo a Di-s y Su Torá.

TODOS SERÁN REDIMIDOS

No se trata de un objetivo fácil. Se debe trabajar duramente para lograr encender la llama del alma en el corazón del hijo malvado. Por eso recitamos lo principal de la Hagadá sobre la segunda copa.

¿Y cómo se lo acerca? A través de la frase “si hubiera estado allí, no hubiese sido redimido”. No es la intención alejarlo con ella – Di-s no lo permita- sino por el contrario, en este pasaje acentuamos que sólo allí, en Egipto, antes de la entrega de la Torá, no hubiera sido redimido, pero luego de haber sido elegidos como pueblo y que Hashem hizo un pacto eterno con cada judío en el Monte Sinai, está presente la promesa: “No será apartado ningún desviado”, e incluso él será redimido junto a todo el pueblo de Israel con la redención completa. Por medio de este incentivo, se despertará también el malvado y deseará descubrir la verdad que hay en él y ser redimido.

Likutei Sijot tomo 1, pag 247

¿Por dónde entra Eliahu?

Hace 31 años, concurrí a un Farbrenguen (reunión jasídica) en Crown Heights, Brooklyn y vi los ojos del Rebe por primera vez. El año que le siguió fue realmente pleno de milagros, incluso con una visita de Elihau Hanaví (el profeta).

La primer noche de Pésaj, mi familia y yo disfrutamos lo maravilloso de nuestro novedoso descubrimiento: el Jasidut (filosofía jasídica) y con fervorosa inspiración, estuvimos sentados alrededor de la mesa del Seder. Nunca hasta ese momento había experimentado un gozo espiritual y una añoranza por la redención.

Cuando terminamos la cena, y la copa de Eliahu se llenó, envié a mi hijo de seis años, con una vela en su mano, a la puerta de calle. Nuestra puerta era de las pesadas y antiguas de madera, cerrada con un macizo cerrojo de bronce. Era posible ver la puerta desde mi asiento. Cuando mi hijo se aproximaba a la entrada, la puerta se abrió de un golpe. Nadie estaba allí (al menos de manera visible). Mi hijo tiró la vela y corrió al lado de su madre. Me asomé y noté que era una noche clara, casi sin viento.

En casa se hallaba el ama de llave de mis padres, una mujer simple y católica devota. Estaba ayudándonos unos días con los niños. Durante la ceremonia del Seder permaneció en su habitación, que se hallaba en el segundo piso. A la mañana siguiente nos contó que oyó que a la noche la puerta se abrió de un golpe e instantáneamente la invadió un inexplicable sentimiento de temor.

Mi segundo encuentro con Elihau tuvo lugar al año siguiente, en Pesaj. En el interín nos habíamos mudado a Montreal. Cuando se acercaba la festividad de Pésaj, basándonos en la experiencia vivida, esperábamos también esta vez, recibir la visita de Eliahu en persona.

La noche de Pésaj llegó y el Seder se llevó a cabo con alegría y expectación. Y cuando llenamos la copa de Eliahu, mi hijo de (ahora) 7 años, se dirigió a la puerta con su hermano de 4. Vivíamos en un duplex, por lo tanto la puerta estaba escaleras abajo. Oí que los niños abrían la puerta y luego gritos de espanto y el ruido de sus pasos corriendo por la escalera. Entraron aterrorizados, pálidos y era imposible entender lo que balbuceaban. Creí que ahora vería a Eliahu. El año pasado no era merecedor. Pero este año, después de haber estudiado Tania, y colocando además de los Tefilín de Rashi, los Tefilín de Rabeinu Tam (como es la costumbre jasídica), habiendo visitado al Rebe más de media docena de veces- quizás ya había adquirido la altura espiritual y perfección suficiente como para que Eliahu se me revele.

Bajé las escaleras para recibir al profeta. Sin embargo encontré otra cosa. Allí, en la puerta no se hallaba la figura angelical de Eliahu, sino dos enormes perros sentados en el frente. Entendí entonces el delirio de mis niños. Ellos eran capaces de cruzar de acera si avistaban a un pequeño perrito con su dueño a dos cuadras de distancia. Y estos dos perros eran realmente grandes. Estaban plácidamente ubicados y me observaban. Cerré la puerta, disgustado. ¿Cómo le explicaría a mi familia que luego de 6 viajes al Rebe, un año de estudio de Tania, etc, sólo era merecedor de la visita de dos perros? A la mañana siguiente en el Templo, el Rabino se me acercó y me preguntó si podía tener un invitado en casa para el almuerzo de Pésaj. Se trataba del hijo de uno de los donantes de la Ieshivá, que se sentía atraído por el estudio de la Torá, y estudiaba abogacía. Había venido a visitar a sus padres en Pesaj, y el Rabino creía que era una buena idea que charlara conmigo.

Nos presentaron, y luego de la Plegaria, mis hijos, mi invitado y yo emprendimos el regreso. Cuando llegamos a la puerta de casa, el invitado se emocionó y exclamó: “¡No puedo creerlo!¡No puede ser verdad!” Luego nos explicó que llegó a Montreal el día anterior a Pesaj junto a sus mascotas, dos perros enormes. Antes del comienzo del Seder en la casa de sus padres, los perros escaparon. Luego del Seder, al notar su ausencia, el muchacho comenzó a buscarlos por las calles de la ciudad. Horas después los halló en un vecindario lejano, sentados en el porch de una casa. Mi casa. La Divina Providencia había guiado a estos monstruos hacia mi hogar. Eliahu no vino en persona, pero me había enviado sus perros. Mi invitado se convirtió con el tiempo en un gran amigo, asumió la observancia absoluta de las mitzvot (preceptos) y ha formado una hermosa familia jasídica.

Mi tercer encuentro con Eliahu, que ocurrió al año siguiente y sucedió a lo largo de todos los años desde entonces es, de alguna forma, menos inquietante. Luego de llenar la copa de Eliahu, mis nietos se acercan a la puerta del frente, con velas en sus manos. La puerta se abre, se recitan los versículos apropiados y nada más. Digamos que es una visita de bajo perfil.

En realidad, la tercera visita es la más trascendente, sólo que debemos saber apreciarla. El último Pesaj, lo pasé junto a mi hijo mayor (el que antes tenía 6 y 7 años) y él me relató una historia.

“Un año, el Kotzker Rebe prometió a sus jasidim que serían testigos de la revelación de Eliahu . En la noche del Seder, el salón estaba colmado de discípulos. El aire estaba electrizado. Cuando llegó el momento de llenar la copa de Eliahu, la puerta fue abierta. Lo que sucedió luego, dejó a todos sin habla: Nada. Nadie entró. Los jasidim estaban destruidos. El Rebe había prometido revelación. El Kotzker, con su rostro radiante de sagrada felicidad, percibió lo que sentían y dijo: “¡Tontos! ¡¿Ustedes creen que Eliahu entra por la puerta?!¡Eliahu entra por el corazón!”

La verdadera luz de la redención viene de nuestro interior. Los milagros provocan inspiración y nos ayudan a prestar atención a verdades espirituales. Pero el auténtico milagro no es el de cambiar la naturaleza, sino el de transformar lo natural en Divinidad. Cada avance personal en lo espiritual, es un paso hacia la Redención. Estudiar Torá, las buenas acciones, y el refinamiento del carácter, abren la puerta de nuestros corazones a Eliahu Hanaví. Cuando este Pesaj se llene la copa de Eliahu y se abra la puerta, no te concentres en la puerta de entrada. Si miras tu corazón, será una buena oportunidad para ver que el santo profeta te sonríe.

Adaptado de un escrito del Profesor Iaakov Brawer.

Historia: el idioma de Pesaj

“¿Pero cómo vamos a hablar con ellos?”, preguntó mi hija Rivka cuando le dije a ella y a mis otros hijos que tendríamos de invitados para el Seder de Pesaj a una pareja mayor de Rusia con su hermana. “¡No hablamos Ruso, y ellos no saben ni Hebreo ni Inglés!”. 

En 1990, cuando la Unión Soviética colapsó, y Mikhail Gorbachev finalmente abrió las puertas de hierro, un millón de judíos de Rusia viajó a Israel. Muchos estaban interesados en descubrir más sobre la religión que el gobierno Socialista había prohibido, y casi todos querían ser parte de un Seder tradicional. Por lo tanto, se hicieron llamadas a la comunidad para recibir a familias Rusas para el Seder. 

Muchas familias judías de Rusia son multi generacionales, y por lo general padres solteros, así que el promedio de las familias consiste en un abuelo (generalmente abuela), una madre y un hijo. Los rusos son conocidos por confiar en que la educación es la llave del éxito y una vida con sentido. 

Me di cuenta cuán fuerte era esta creencia, cuando una mañana una amiga mía se apareció en mi puerta con una mujer de mediana edad, forzándome a que le diera la bienvenida. 

“Ann, ella es la Dra. Ilena Baronovky. Quería que te conociera. Se acaba de mudar a Israel desde Rusia, y durante su entrenamiento médico le enseñaron que tener más de dos hijos causa que la mujer colapse física y mentalmente”. 

Me reí. Quizás la víspera de Pesaj no era el momento ideal para convencer a alguien de que yo me encontraba sana y lejos de colapsar. Mi casa no presentaba una impresión “normal”, pero sin embargo las invité a que pasaran y le mostré fotos de mis siete hijos, de los cuales ninguno se encontraba en casa en ese momento. Ella había visto las plazas llenas de niños, pero estaba convencida de que cada niño le pertenecía a una familia diferente. 

Nuestros hijos hubieran estado contentos de tener niños como invitados, pero ofrecimos recibir a cualquier familia que necesitara un Seder de Pesaj. Después de todo, en nuestra área la mayoría de las familias tienen varios hijos pequeños, y aparentemente no todos podrían recibir una familia joven. 

Recordando mi encuentro con la Dra. Baronovky, fui más consciente de que nuestros invitados Rusos se sintieran abrumados ante la presencia de tantos niños. Pero Rivka también tenía un punto. La comunicación sería difícil. Luego recordé que mi cuñado, David, que estaría con nosotros junto con mi hermana, sabía un poco de Idish. Esperaba que eso rompiera el hielo. 

Los chicos ayudaron a preparar los elementos especiales del Seder de Pesaj. Pusieron el Jaroset y el Maror. El Karpás, el agua con sal y los huevos. Cuidadosamente abrieron la caja con las Matzot y prepararon el plato del Seder para cada hombre adulto que estaría con nosotros. 

Nuestros invitados llegaron, y se los veía claramente contentos. Con gestos de manos, sonrisas y nombres, se presentaron: Olga, su hermana Lena, y el esposo de Lena, Boris. Nosotros hicimos lo mismo. Le dimos a cada uno una Hagadá, con traducción al ruso, y los ubicamos al lado de David, quien inmediatamente comenzó a explicarles el significado de los elementos del Seder. 

Nos sentamos alrededor de la larga mesa vestida de blanco, llena de símbolos de Zman Jeruteinu, el tiempo de nuestra liberación. 

De pronto, me di cuenta que este año realmente habíamos sido privilegiados de tener a personas que experimentaban su primer Pesaj de Liberación, la liberación de celebrar como Judíos nuevamente. 

Habíamos decidido apresurar la primera parte de la Hagadá, ya que eran personas adultas y no estaban acostumbradas a largos Sedarim de Pesaj. Seguramente tendrían hambre e incluso sueño. 

Mi marido, hablando a través de David, les dijo que si querían preguntar algo que lo detuvieran para hacerlo. Luego, sosteniendo la copa de plata de Kidush, comenzó. Lo ojos de los invitados no dejaban de observarlo. 

Luego era el turno de los niños para que digan el “Ma Nishtaná”, las cuatro preguntas. Comenzaron con la conocida melodía, y pude notar que los ojos de Boris se llenaban de lágrimas. Comenzó a hablar rápido, y David, mientras escuchaba, tampoco pudo contener su emoción. “Hace setenta y cinco años, yo le dije esto a mi abuelo en la mesa de Pesaj. Pero desde aquel momento, no lo he vuelto a escuchar hasta ahora. Estoy tan contento. Muchas gracias”. 

Boris se unió al cántico de los niños y todos juntos cantamos el Ma Nishtaná varias veces. Incluso los chicos sintieron que este momento, este año, había algo especial. 

No me había dado cuenta lo correcto que había sido lo que le dije a mis hijos: Pesaj tiene su propio idioma.

La geometría de la libertad

Lograr la libertad se trata de una clara visión de un nuevo paradigma para un mundo mejor…

La historia nos cuenta acerca de muchas revoluciones que empezaron con ideales sublimes y visiones de libertad, para luego ser seguidas por una profunda desilusión, tiranía aún mayor y opresión.

La revolución francesa empezó con una llamarada magnífica de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” y rápidamente evolucionó en el Reino de Terror y los horrores de las Guerras napoleónicas que devastaron Europa. El francés canjeó la esclavitud de abandono que sufría bajo los Monarcas Borbones por la esclavitud de abuso bajo la revolución. La verdadera libertad permanecía tan huidiza como siempre.

Los habitantes de Rusia habían sufrido bajo el dominio autocrático de los Zares Romanov durante siglos. Cuando se rebelaron en 1917, ellos y el mundo estaban llenos de esperanza por una vida de libertad y una nueva, justa y proporcionada sociedad. Esta esperanza fue asesinada en los sótanos y cámaras de tortura de la policía secreta soviética y congelada en los campamentos de esclavos del Gulag. La esclavitud al Romanov era un paraíso comparado a la esclavitud, la falta absoluta de libertad, y la matanza de millones de personas en el nuevo estado del soviet.

Lograr la libertad no es meramente dejar atrás el yugo de la esclavitud; se trata de una clara visión de un nuevo paradigma para un mundo mejor. Si no es así, la revolución no será una verdadera revolución, volteará 360 grados y los mismos modelos inculcados se reafirmarán, y a veces aún peor. Una verdadera revolución necesita ser de 180 grados, una completa y nueva dirección.

Vemos este tema articulado a lo largo de la historia de Pesaj. Di-s le dice a Moshé, al presentársele en la zarza ardiente, que le diga al Faraón: “Shalaj et amí veiaavduni” , “Permite a mi pueblo ir, para que puedan servirme”. Permitir simplemente que el pueblo salga en libertad no va a lograr algo a la larga, si no marchan a algo que es la alternativa, (de hecho la antítesis), a Egipto. Más aún, el encuentro de Moshé con la zarza ardiente tiene lugar frente al Monte Sinai, donde los judíos recibirían posteriormente la Torá, un documento verdaderamente revolucionario que, a través de la representación de los judíos, transformaría y fortalecería a toda la humanidad.

Durante el deambular de los Hijos de Israel a través del desierto, encontramos que cada vez que se alzaban aquellos que esquivaron su deber, coreaban el lamento “Permítenos regresar a Egipto”. ¿Acaso deseaban sufrir de nuevo como esclavos?

Ciertamente no. Pienso que lo que la Torá está diciéndonos es que abandonando la nueva visión y primacías de la misión, retornamos a Egipto. Quizás un nuevo Egipto, pero una misma esclavitud.

Todo lo que es verdad para las naciones e historia del mundo es verdad para lo que el Talmud llama el “pequeño mundo” de cada persona individual. Pesaj no es una conmemoración. Pesaj es volver a vivir y experimentar el poder liberador de la Divinidad en nuestras vidas.

La palabra hebrea para Egipto, Mitzraim, significa “coerción”. Sufrimos bajo la coerción de los hábitos que mantenemos sólo porque los teníamos ayer. Somos esclavos de las rutinas inculcadas en nuestras vidas y nuestro mundo, porque estamos demasiado ocupados como para desempolvar las tapas de nuestro Libro de Vida para leer sus páginas.

En Pesaj, y sobre todo en el Seder, apartamos todo el resto para concentrarnos en recibir el poder de libertad que fluye de Di-s a cada uno de nosotros. Pero para que esta experiencia tenga un efecto duradero, necesitamos recordar que no sólo tenemos que dejar los viejos hábitos (“permite salir a Mi pueblo”), sino que necesitamos una visión y programa de lo nuevo (“para que puedan servirme”). Si no, no terminaremos lejos de dónde empezamos.

El término veiaavduni en hebreo, “que puedan servirme” realmente significa “Que ellos puedan transformarse a través de Mí”. Cuando miramos a la Torá, cuya recepción fue el único propósito del Éxodo, descubrimos que la libertad es para comprender el potencial de cada aspecto de nuestro ser, reside dentro de las Mitzvot. 

Cada área de la vida está preparada para alcanzar un propósito, un significado y realización, si deseamos atrevernos a ser verdaderamente libres.

“Verdaderamente libres” no es la libertad de la esclavitud de cualquier Faraón, rey o zar que nos esté oprimiendo en ese momento, sino libertad de la esclavitud, de los límites auto impuestos a nuestra capacidad de comprender verdaderamente nuestro potencial Divino.