¿Porción o suerte?

Di-s habló a Moshé, diciendo: “A estos se repartirá la tierra… A los más numerosos aumentaréis su hacienda, y a los menos disminuirás su hacienda; a cada cual según su número se dará su hacienda… No obstante, la tierra será dividida por sorteo… Por decreto del sorteo se dividirá cada hacienda [tribal], sean muchos o pocos.” Números 26:52-56

“Afortunados somos: cuán buena es nuestra porción, cuán dulce nuestro sorteo, y cuán hermosa nuestra herencia.” – De las Plegarias Matutinas

Nosotros, los seres humanos -al menos los organizados- nos enorgullecemos por la medida de control que ejercemos sobre nuestras vidas. Planificamos nuestra educación, decidimos con quién casarnos, escogemos una comunidad, proyectamos una carrera, y ahorramos para cuando nos jubilemos. Tomamos crédito por nuestros logros y asumimos responsabilidad por nuestros fracasos. La vida, insistimos, es una cuestión recíproca, en la que cosechas lo que siembras y obtienes exactamente aquello por lo que pagas.

Pero muy a menudo nos enfrentamos a una situación que no es de nuestra elaboración ni está bajo nuestro control. Algo que parecía tan fácilmente a nuestro alcance, se mantiene incomprensiblemente escurridizo, mientras que otra cosa desafía todos nuestros esfuerzos por evitarla. En esos momentos nos damos cuenta de que en nuestras vidas hay una dimensión en la que no somos sino receptores pasivos de lo que se nos confiere desde lo Alto.

Y luego están aquellos aspectos de nuestra personalidad y experiencia que no pertenecen a ninguno de los mencionados; no son ganados ni son otorgados. Cosas -tales como el amor a nuestros hijos, nuestro deseo de vida, nuestra búsqueda de significado y propósito, nuestro compromiso con Di-s, que simplemente no podrían ser de otra manera. Cosas que son parte integral de quiénes y qué somos.

En el cuadragésimo año luego de su éxodo de Egipto, cuando el pueblo judío se disponía a entrar y tomar posesión de la Tierra Santa, Di-s instruyó que dos diferentes -de hecho conflictivos- criterios se emplearan para repartir la tierra entre las tribus y familias de la recién nacida nación.

Por un lado, debía ser una división racional, con la parte de cada familia planeada conforme su número – “al más numeroso aumentarás… y a los menos disminuirás”. Por otra parte, cuando se trató de determinar qué parte de la tierra debía darse a qué tribu, se echaron suertes.

El sorteo es la antítesis de la lógica y la razón: “Por decreto del sorteo se dividirá cada hacienda [tribal], sean muchos o pocos”

Después de los milagros del Éxodo y su milagrosa existencia en el desierto, el pueblo de Israel estaba ingresando ahora a una fase más natural de su historia; estaba por radicarse en la tierra, trabajar su suelo, y establecer las instituciones comerciales y sociales de una entidad geopolítica. No obstante, como resaltó el sorteo, perduró una dimensión supranacional de su existencia, un aspecto de Providencia Divina que no puede definirse o explicarse, sobre su destino.

Herencia

Además de “porción” (jélek) y “sorteo” (goral), la Torá emplea también un tercer término para describir a Israel tomando posesión del país. “Yo os traeré a la tierra”, promete Di-s a Moshé en Egipto, “…y Yo os la daré a vosotros como herencia”1. En ésta y numerosas otras ocasiones, Di-s Se refiere a la Tierra Santa como la Ierusha, “herencia”, de Israel.

La racional “porción” y el suprarracional “sorteo” tienen una cosa en común: ambos describen la adquisición de algo (en nuestro caso, una parcela de tierra) que el adquirente no poseyó anteriormente.

“Herencia”, por otra parte, no es la adquisición de algo sino la afirmación de un derecho natal; la hacienda no llega a manos del heredero porque él la haya ganado o porque le fuera otorgada, sino a causa de quién es él.

De hecho, según la ley de la Torá, una herencia no constituye un cambio de titularidad, sino una extensión de la titularidad del padre2.

En otras palabras, en nuestra tenencia de la Tierra Santa hay tres dimensiones:

Cada uno de nosotros posee una “porción” en ella, una parcela que refleja nuestras fortalezas cualitativas y cuantitativas.

También se nos ha otorgado un “sorteo”, una parte suprarracional, incuantificable.

Pero también es nuestra “herencia”, implicando un nexo integral esencial con lo que somos, más que con lo que hemos logrado o se nos ha dado.

Tierra privada

Estos tres niveles de relación no incumben solamente a nuestra pertenencia de la Tierra Santa, sino a cada área de la vida.

Todos y cada uno de nosotros posee una “parcela en el mundo”, nuestra propia porción de recursos de la tierra y nuestra esfera personal de influencia en la sociedad. Es nuestra misión en la vida desarrollar esta parcela individual y convertirla en “Tierra Santa”, insuflar santidad y Divinidad en aquella parte de la Creación hacia la que se extiende nuestra influencia. Al hacerlo, somos orientados por una lógica repartición de papeles, por un suprarracional “echado de suertes”, y por nuestro “patrimonio”, las cualidades integrales de nuestra identidad misma.

En el nivel racional, los talentos, aptitudes y oportunidades que dan forma a la vida de la persona delinean el rol que la Providencia Divina le ha asignado. En consecuencia, encuentra su lugar en el propósito global de Di-s en la Creación como un erudito o comerciante, un artista u obrero, un científico o un político. Aquí se aplica el principio de “a los más numerosos aumentarás, y a los menos disminuirás”; la vida se mide en términos de los logros de la persona.

Pero luego hay muchos aspectos de la vida que desafían el análisis racional; las circunstancias, sucesos y experiencias que “se abaten” sobre la persona de una manera aparentemente aleatoria y arbitraria. El mérito y el valor no juegan ningún rol; ésta es una hacienda dispensada “por el decreto del sorteo… sean muchos o pocos”

La persona los confundirá frecuentemente con “casualidad”. Pero los así llamados aleatorios avatares del destino no son menos la mano de la Providencia Divina que el lado racional de la vida. Por el contrario: El “echado de suertes” por parte de Di-s expresa un elemento más profundo de Su involucración en los asuntos del hombre, una involucración que es demasiado excelsa como para ser capturada por cualquier fórmula lógica, como para que nuestros ojos terrenales puedan percibirla sólo como un “arbitrario” sorteo. Estos son dones demasiado potentes como para aprovecharse con las herramientas convencionales de intelecto e instinto; nosotros sólo podemos abrirnos a sus posibilidades y hacernos receptivos a sus inesperadas gratificaciones.

Finalmente, cada uno de nosotros tiene esos momentos de la vida en los que se afirma nuestra esencia misma. Momentos en los que somos impulsados no por nuestra razón y talentos, ni por las fuerzas trascendentes que hacen impacto en nuestras vidas, sino por nuestro ser más profundo, más esencial: un ser que es una misma cosa con su Fuente Suprema.

La vida es la suma de estos tres elementos.

Vivir es desarrollar y perfeccionar las propias facultades racionales. Es ser receptivo a los misterios de la vida, aprender a reconocer y responder a las oportunidades implícitas en los giros más esotéricos del destino. Y vivir es estar armonizado con el núcleo de verdad en la médula de la propia alma, al propio patrimonio como hijo de Di-s.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. XXVIII, pags. 176-181

Notas:

1.Exodo 6.8.2. Véase Talmud, Bavá Batrá 159a; Responsa Tzofnat Paaneaj, cap. 118; ibid., Miluím 13a.

Los misterios de combinar lana y lino

De todas las leyes y costumbres milenarias de los judíos, una de las más misteriosas es la ley que prohíbe el Shaatnez. La mayoría de los judíos probablemente nunca escuchó de ella antes. Algunos quizá sí, pero no saben lo qué es. Incluso algunos que son muy escrupulosos en seguir las leyes de Kasher, pueden no preocuparse tanto con el Shaatnez. La realidad es que ambos son de igual importancia en la lista de los 613 preceptos de la Torá.

¿Qué es Shaatnez?

La prohibición de Shaatnez se encuentra en Deuteronomio 22:11 y en Levítico 19:19 e implica la prohibición bíblica de vestir un atuendo que esté hecho con lana y lino juntos. Vestir una prenda que es de lino y otra que es de lana a la vez, está permitido, así como la combinación de otros materiales no crean Shaatnez.

La referencia a la lana se refiere a lana de oveja o cordero. No se refiere a lana de camello, mohair, angora, cashmere, alpaca o vicuña. La referencia bíblica al lino se aplica sólo a fibras de la planta de lino, no al cáñamo o al yute. Sin embargo, fibras procesadas pueden contener Shaatnez.

La prohibición también incluye cualquier combinación de lana con lino sin importar si ambos están combinados en una prenda o en piezas separadas de la misma prenda. 

Incluso un traje que es 100% sintético, puede contener Shaatnez. Una etiqueta que establece que la prenda es de 100% algodón, puede contener un 2% de algún otro material. Además, la etiqueta se refiere a la fábrica, no a todos los hilos o materiales de relleno o de ajuste. De acuerdo a los expertos en esta área, Shaatnez ocurre con más frecuencia en vestimentas europeas que en vestimentas hechas en Estados Unidos o Canadá.

La prohibición se aplica a trajes, sacos, vestidos, pantalones, y a cualquier vestimenta incluyendo medias, pijamas, guantes y corbatas. También está prohibido vestir una prenda cuya parte ornamental, como ser una borla, contenga Shaatnez. 

Sin embargo, está permitido probarse una prenda en el negocio sin saber si contiene Shaatnez o no. Si la etiqueta especifica claramente que la prenda incluye lana y lino, entonces está prohibido.

¿Por qué tal ley?

La ley que prohíbe Shaatnez, cae en la categoría de lo que se conoce como Jok  (decreto), una ley que no puede ser explicada. Sin embargo, se sugieren varias razones. La explicación que da Maimónides es que a los sacerdotes paganos se les exigía vestir prendas hechas de lino con lana. 

La prohibición pudo haberse establecido para separar a los judíos de las prácticas paganas. Es interesante notar, no obstante, que las prendas de los sacerdotes en el Templo estaban exentas de dicha prohibición, trayendo así una explicación alternativa de que la prohibición fue designada para separar la práctica sacerdotal de la pública.

Otra explicación más colorida es que Abel trajo como ofrenda lana (una oveja), mientras que Caín trajo semillas. La mezcla fue letal, y Abel perdió su vida.

Una explicación más esotérica es que todo tiene su propia fuerza espiritual. Al mezclar ciertos artículos juntos, esas fuerzas están en peligro, y no pueden cumplir con su tarea asignada.

Los verificadores de Shaatnez de hoy en día.

De dos versículos de la Torá, y un agregado de complejidades de la elaboración de prendas modernas, ha surgido un servicio internacional de chequeo de Shaatnez.

Siendo que no se puede confiar en las etiquetas de las prendas, debe de haber otra manera para determinar si una prenda contiene Shaatnez o no. La respuesta es que se toma una muestra, y se lleva a revisar a un laboratorio de Shaatnez. Esta gente está entrenada para tomar muestras de la prenda sin dañarla, y mandarlas a laboratorios especiales. En el laboratorio, se examina si la prenda contiene Shaatnez con un microscopio para identificar las fibras.

No hay duda en que en fábricas conocidas por su uso del sintético, la cuestión del Shaatnez no es tan prominente como lo era antes. Sin embargo, el tema sigue surgiendo, especialmente siendo que varias vestimentas son confeccionadas en varias partes del mundo y en algunos casos con partes de una vestimenta que se manufactura en un país y se vende en otro. Por lo tanto, es difícil para el consumidor saber todo lo que contiene la prenda. También varias telas están siendo desarrolladas y nuevas combinaciones.

Considerando estos nuevos avances, los verificadores de Shaatnez en América y sus contactos en otros países tienen una red informal que mandan mensajes de alerta cuando se descubren nuevas cosas. Todo esto es parte del vibrante sistema de apoyo que se ha ido desarrollando alrededor de esta  misteriosa y milenaria prohibición.

Hijos: ¿muchos o pocos?

ESTIMADO RABINO: 

¿Ha notado ud. que casi cada segundo vehículo que pasa por Golders Green Road en estos días parece ser un minibús? Sólo la mitad son taxis. La otra mitad pertenece a esas familias religiosas que apiñan en su interior a sus propios hijos. 

¿Hemos regresado a la Edad Media? Después de toda nuestra educación, ¿volveremos ahora a las grandes miserias maternales de nuestras abuelas empollando crías de ocho, nueve y todavía más niños? ¿En qué siglo vive esta gente?

Firmado: “Confundido” Hampstead.

Estimado Confundido:

Esta no es una columna de Respuestas Halájicas, motivo por el cual dejaré el tema de Anticoncepción y Halajá (Ley Judía) para otros. Hablemos de actitudes y algunas nociones predominantes.

Cierto, cuanto más educados, sofisticados y modernos nos volvemos, menos hijos parecemos tener. Las cifras demográficas comprueban que a medida que aumenta el ingreso familiar, la tasa de fertilidad declina. Sin embargo, la pregunta es, ¿es eso bueno? ¿Y por qué está teniendo la gente menos hijos?

Algunos afirman estar motivados por el problema del mundo sobrepoblándose y dicen que hacen su contribución para aliviar el hambre y la pobreza. Si hay un problema de superpoblación, no obstante, éste es claramente un problema del Tercer Mundo. Que haya 1,8 niños en Hendon no hace nada por un niño hambriento en Biafra.

¿No es irónico que quienes pueden afrontar el gasto de tener más niños son precisamente los que no los tienen? (De paso, si la gente calculara cuánto le cuestan los perros y los gatos —para no mencionar mascotas como conejos, peces de tanque y hamsters— bien podría decidir tener otro niño a cambio).

Honestamente, no estoy de acuerdo con la historia de la superpoblación. Primero, los teóricos sociales ya discuten que los países occidentales deberían producir más bebés para impedir una toma del poder por parte del Tercer Mundo y un deterioro en la prosperidad del mundo libre. Segundo, me temo que el padre promedio no daría ni dos suspiros por el Crecimiento Demográfico Cero, sino que es simplemente cuestión de satisfacción personal y por eso decide tener menos hijos para que haya una tajada más del pastel para él mismo.

Además, esta actitud es el resultado del bombardeo de los medios que parecen habernos convencido de que menos hijos es igual a una familia más feliz con más tiempo, dinero y oportunidades para todos. ¿Pero, vuelcan los padres de apenas dos hijos todo su tiempo libre sobre David y Sharon? Más veces no que sí, menos hijos significan más tiempo para los naipes, el tenis, las compras, gimnasia y peluquerías, y no más tiempo para los niños.

Incluso antes de instalarse la vejez, las familias más grandes son con mucha frecuencia las familias más felices; con amigos internos y compinches (para no mencionar a compañeros de cuarto). Sin duda, los hijos de familias tales son menos mimados y menos egoístas, habiendo sido educados a compartir cuartos, juguetes, tareas del hogar y ayudar a sus hermanos menores desde una edad relativamente temprana. Tienden a dejar la casa mejor equipada para enfrentar la vida del dormitorio, la vida del trabajo y la vida comunitaria en general.

En lo que concierne al tan malignamente declarado estado de “maternidad perpetua” que aguarda a estas pobres idishe mames, he sido informado de fuente confiable, mi propia dama, que las mujeres comúnmente tienen de a un bebé por vez. No hay cuatro infantes gritones clamando la atención de la madre simultáneamente. También, dice ella, se hace más fácil a medida que avanzas. Llegas a ser una suerte de “veterana”, más experimentada, relajada, y mejor capacitada para encarar las cosas. Hablando de ello, pienso que la mayoría de la gente se las arregla, o no. Quienes lo encuentran difícil, lo encontrarían difícil también con dos hijos.

Donde realmente me pongo vehemente en este tema es cuando se trata del nivel nacional judío. No le debemos al mundo ninguna disculpa. Todo lo contrario. El mundo nos dejó con un catastrófico déficit de población hace apenas cincuenta y pico de años. Como supervivientes —y cada uno de nosotros en nuestra generación es un superviviente— tenemos un deber moral de recuperar esa devastadora pérdida y no, Di-s libre, lograr por nuestras propias manos lo que Hitler no pudo.

Un padre de ocho hijos fue recientemente desafiado por un cínico: “¿Cuando parará de una buena vez?” ¿Su respuesta? “¡Cuando llegue a seis millones!”

Desde 1948, más de un millón de mujeres israelíes ha experimentado un aborto. Piense en las cifras de la incrementada población judía en Israel si esos niños hubieran nacido. ¿No estarían mejor gastados los millones (¿miles de millones?) empleados en promocionar y fomentar la Aliá, si se utilizaran para un crecimiento interno relativamente indoloro?

 

A fin de cuentas todos somos creyentes. Como tales, creemos firmemente que con cada niño con que Di-s nos bendice, Él envía también al mismo tiempo Su bendición Divina de Parnasá (sustento). 

Aquel que nos dijo “Sed fructíferos y multiplicáos” es muy fácilmente capaz de multiplicar también nuestras ganancias. 

 Ya sea si trabajamos un poco más duro, o más tiempo, o somos más afortunados, finalmente son nuestros hijos quienes nos harán inmortales. Es a través de ellos que dejaremos cualquier impronta que sea en el mundo

A la luz de las velas

“Y Di-s habló a Moshé, diciendo; Habla a Aharón y dile; cuando alces (enciendas) las lámparas, las siete lámparas iluminaran hacia la menorá…” (Números 8: 2)

Antes de encender su menorá en Jánuca, el maestro jasídico Rabí David de Tolna se volvió repentinamente a uno de los jasidim y le preguntó: “Dime una cosa: vos sos una persona muy alta, y tu esposa es una mujer muy baja. ¿Qué hacen cuando desean hablar uno con el otro? ¿Te inclinás hacia ella, o ella se estira hacia vos?”

Sin esperar respuesta, el Rebe volvió su atención a su menorá, colocada sobre un taburete en el vano de la puerta, y vela en mano, recitó la bendición.

El Talmud cuenta que por norma, “La Presencia Divina no desciende más que diez tefajim (aprox. 80 cm) encima del suelo.

Con todo, las leyes de Jánuca especifican que es preferible colocar la menorá debajo de esta altura.

El cabalista Rabí Itzjak Luria expresa que esta ley es para manifestar el inmenso amor de Di-s por Su Pueblo: el Novio Divino se inclina para conversar con Su novia Israel.

Los dos padrinos

El matrimonio es producto del esfuerzo de cada uno de sus participantes. Si Di-s se “inclina” para relacionarse con nosotros pese a nuestras deficiencias, esto no nos exime de esforzarnos por estirarnos para ascender a El.

Esto, también se refleja en las luces de la Menorá.

“El alma del hombre es la vela de Di-s”. Como la danzante llama mira arriba, esforzándose siempre por liberarse de su atadura material, así también, el alma del hombre pugna por escapar al cautiverio de lo material y conectarse con la realidad superior de su esencia y fuente.

Esto explica por qué las instrucciones acerca del encendido de la menorá en el Santuario fueron dirigidas a Moshé, aunque éste era un rol encomendado a Aharón y sus hijos.

En éxodo 27, Di-s dice a Moshé que los judíos debían traer el aceite puro de oliva a Moshé, para que Aharón y sus hijos la enciendan ante Di-s, desde el anochecer hasta la mañana.

¿Por qué traer el aceite a Moshé, si es Aharón quien deberá encender la Menorá?

Nuestros sabios explican los roles de Moshé y Aharón en el marco de nuestra relación “marital” con Di-s. En una boda, tanto el novio como la novia son conducidos al palio nupcial por sus padrinos, cuyo papel consiste en ayudarles a llegar al lugar de su boda.

En la unión entre Di-s e Israel, Moshé sirve de “Padrino del Rey”, aquel que trae al Todopoderoso a la boda, y Aharón de “Padrino de la reina”, aquel que asiste al pueblo de Israel en la tarea de lograr su unión con Di-s.

Moshé es el maestro de Torá, transmisor de la sabiduría y voluntad de Di-s, a la mente humana. Aharón es el Sumo Sacerdote, quien encamina a cada individuo en su servicio a Di-s.

La Torá es Di-s llegando a nosotros, transmitiendo Su esencia en un medio que es perceptible e implementable por nuestro ser material finito.

El servicio del hombre a Di-s por medio de los sacrificios, las ofrendas y las plegarias, es el esfuerzo humano por llegar a Di-s: entregarse, elevarse, llevarse a sí mismo más cerca de su Creador.

Del anochecer hasta la mañana, siempre

Esto explica también una evidente contradicción en los versículos:

¿La menorá debe “arder siempre” o solo “desde el anochecer hasta la mañana”?

En realidad, las luces de la menorá, abastecidas por Moshé y encendidas por Aharón, adrián con una llama que era tanto temporal como eterna.

Moshé representa el elemento Divino de la relación – el que “arde siempre” de manera ilimitada e inmutable.

Aharón personifica nuestro esfuerzo humano caracterizado por las inconsistencias y equivocaciones de nuestra naturaleza, fluctuaciones entre “anochecer” y “mañana”, oscuridad y luz.

Pero es este esfuerzo humano lo que hace de esta relación un “matrimonio”, una unión basada en los compromisos de cada uno de sus participantes.

La santidad del matrimonio

Un matrimonio judío nace del amor. Se basa en la santidad y está dedicado a la vida. Estas no son meras palabras, sino expresiones cargadas de significado. Son los ideales por los cuales los judíos siempre han vivido y por los cuales hemos sacrificado nuestras propias vidas.

El término kadosh (santo) traducido literalmente significa separado, “apartado de”. Todo lo santo está apartado de, y separado de lo mundano y lo cotidiano.

Hay santidad en el tiempo, por cuanto determinados momentos están destinados a cumplir funciones especiales y concretas. Por ejemplo: el shabat es un día santo, las tres veces al día en que oramos son momentos santos, y el momento en que cumplimos con una mitzvá (por ejemplo cuando ponemos una moneda en una alcancía para fines benéficos) está santificado y se convierte en un momento sagrado.

También hay santidad en la gente: los judíos eligieron a Di-s y eligieron aceptar y observar Su Torá, y por tal razón nos hemos convertido en una nación santa. Del mismo modo, Di-s eligió a los judíos como Su pueblo santo. Dentro de este pueblo santo hay otras categorías de santidad. Los Kohanim (sacerdotes) fueron elegidos (apartados) para hacer el trabajo en el Templo, y entre los Kohanim está el Kohen Gadol (sumo Sacerdote) que era el único que podía entrar en el Santo de los Santos en el Templo (y ello sólo en Iom Kipur) para ejecutar determinadas tareas.

El propio Santo de los santos representa la santidad en el espacio. Los Rollos de la Torá, los libros santos como la Biblia, el libro de oraciones, el Talmud, etc., una mezuzá, son objetos santos. El Templo de Jerusalem en el que prestaron servicios los Kohanim, Jerusalem misma, una sinagoga, son sitios santos. Nuestro hogar, un hogar judío en el que la Torá es nuestra guía y en el que se celebra cotidianamente la vida en el más cabal sentido judío, es también un sitio sagrado.

Nuestros Sabios nos han transmitido muchas máximas interesantes en relación con la unión entre marido y mujer. El matrimonio no es sólo una unión de dos partes de un alma que ha descendido al mundo como dos personas separadas que constantemente se buscan entre sí. La búsqueda continúa hasta que se cumple esta sagrada unión, el matrimonio. 

La unión entre el hombre y la mujer, nos dicen nuestros Sabios, es tan complicada y milagrosa como la separación del Mar Rojo. El milagro del Mar Rojo no fue tanto la separación, como el que se mantuviera la separación del agua hasta que todos los judíos hubieran cruzado y estuvieran a salvo, en tanto que todos los egipcios se encontraran en medio del cruce. Lo mismo sucede en relación con el matrimonio. La ceremonia de bodas y la unión entre marido y mujer no es tan difícil ni milagrosa como lo es la duración del matrimonio; hacer que éste funcione y sea duradero.

No es coincidencia que la ceremonia de bodas en hebreo reciba el nombre de kidushin, palabra que se deriva del término kadosh. Tampoco es difícil comprender por qué tal concepto debe considerarse santo. Como lo vemos en la Torá, todos los aspectos de la vida judía, sean los físicos como los espirituales, los intelectuales o los emocionales, pueden y deben santificarse. Esto se logra cuando conducimos nuestras vidas del modo prescrito por Di-s.

El amor, también es un importante componente de kidushin. El amor, según el pensamiento jasídico, se expresa de tres formas: mediante el amor a Di-s, el amor a la Torá y el amor a otro judío. Di-s está vinculado a la Torá, y la Torá a los judíos. De modo pues, que se establece una triple unión. El mayor amor creado por Di-s es el amor que existe entre marido y mujer en el matrimonio judío. Si ello no fuera así, el Rey Salomón no habría empleado esta analogía en Shir Hashirim (El Cantar de los Cantares) un poema de gran amor y belleza en el que se describe el amor entre Di-s y Su pueblo. El Rey Salomón describe este amor refiriéndose al profundo sentimiento de un novio respecto de su novia.

La esposa el “Hogar” de uno

Al describir el servicio del Sumo Sacerdote en Iom Kipur, la porción de la Torá Ajarei nos dice que el Cohén Gadol “expiará por él mismo y por su casa”. Nuestros Sabios explican que “su casa” significa su esposa.

Al declarar que el Cohén Gadol está por expiar tanto por el mismo como por su esposa, el versículo implica que el Sumo Sacerdote debía estar casado.

Sin embargo, el requerimiento de que el Cohén Gadol fuera casado es pertinente solo a Iom Kipur, durante el resto del año, un Cohén Gadol podía servir aún si era soltero.

Iom Kipur representa la cima del servicio espiritual, cuando el más santo del pueblo judío —el Cohén Gadol -servía en el lugar más santo —el Santo de los Santos —en el día más santo del año.

¿Por qué era necesario que el Cohén Gadol fuera casado para poder cumplir su servicio más sagrado? Esto es aún más asombroso a la luz del hecho que era necesario para el Cohén Gadol separarse de su esposa durante la semana precedente a Iom Kipur.

El hecho de que la Torá se refiera a la esposa del Cohén Gadol como “su casa” antes que simplemente como “su esposa” muestra que no solamente debía ser casado el Cohén Gadol, sino que también en el momento de su servicio en Iom Kipur también debía tener una esposa que es su casa .

¿Qué cualidad superior hace a la esposa la “casa” de uno? Además, ¿qué significa exactamente que la esposa del Cohén Gadol era su “casa”?

El gran Sabio Rabí Iosi dijo una vez: “Nunca me he referido a mi esposa como ‘mi esposa’ sino como ‘mi casa'”. La declaración de Rabí Iosi acerca de cómo se refería a su esposa es una de las numerosas declaraciones referidas a cuán cuidadosamente se conducía de un modo ejemplar. ¿Qué era tan especial que siempre se refiriera a su esposa como “su casa”?

Al referirse a su esposa de esa manera Rabí Iosi buscaba indicar su toma de conciencia de que el propósito final del matrimonio es cumplir el mandamiento “se fructífero y multiplícate” —para establecer una casa judía llena de hijos. Por lo tanto, él vio a su mujer no como “su esposa” sino como “su casa”.

La conducta de Rabí Iosi difería de la conducta de los otros Rabs, quienes se referían a sus mujeres como sus esposas. Los otros Sabios no se referían a sus esposas solo como “sus casas” pues ellos se dieron cuenta que tener una esposa —aún sin hijos para hacerla “la casa de uno” —es un fin deseable en sí mismo.

Así encontramos que durante el primer año de matrimonio —cuando no hay hijos —un esposo está exceptuado del servicio militar así puede “alegrar a su esposa”. Así también un esposo está libre de ciertas obligaciones durante las festividades así podrá “alegrar a su esposa”.

Claramente la Torá reconoce el valor de la relación entre marido y mujer en sí misma.

El grado de santidad de Rabí Iosi, sin embargo, era tal que su visión de la vida de casado se centraba alrededor del hecho de que el matrimonio le posibilitará tener hijos. Por ellos, cuando pensaba en su mujer, él avizoraba el resultado de su matrimonio —un hogar judío repleto de hijos.

En Iom Kipur, el Cohén Gadol estaba cargado con la aterradora responsabilidad de lograr la expiación no sólo en su beneficio y en beneficio de su “casa”, sino —lo más importante —en beneficio de todo Israel.

Comprensiblemente, para cumplir esto, tenía que elevarse a las más grandes alturas espirituales. Parte de este proceso estriba en santificarse él mismo hasta el grado que él —igual que Rabí Iosi —viera a su esposa solamente como “su casa”.

(Likutei Sijot, Vol. XVII, págs. 172-176)

Parashá en síntesis: Ajarei Mot-Kedoshim

Durante el período que se extiende desde Pesaj hasta Shavuot (costumbre sefaradí) o hasta Rosh Hashaná (para los ashkenazìes) se lee cada Shabat – antes del rezo de MInjá – el Pikei Avot (Ética de los Padres), tratando contenido en el tomo de Nezikim, uno de los seis que componen la Mishná. Contiene una serie de reglas, pensamientos, principios de conducta y aforismos atribuidos a sesenta sabios que vivieron hace unos 2000 años (1330 a.e.c. hasta 200 e.c.)

Los principios morales  y éticos que se desprenden de estas enseñanzas difieren de aquellos expresas por sabios de otras nacionales, porque las enseñanzas del judaísmo están inspiradas en la Torá, que tiene el carácter de Revelación Divina y, por tanto, no son el resultado de reflexión, análisis o sabiduría personal, como sucede con otros pueblos. 

Los preceptos de vida contenidos en Pirkei Avot se leen en esa época del año, después del invierno, para canalizar las pasiones que renacen en primavera, a fin de que la persona no tenga la impresión de que todo depende de ella y está bajo su poder. También se considera parte de la preparación espiritual a la cual se tiene que dedicar este período de Sefirat haOmer (Conteo del Omer), que culmina con el recibimiento del a Torá en Sinaí.

“Después de la muerte” (Ajarei mot) de los hijos de Aharón, Di-s le da instrucciones detalladas a Moshé sobre el servicio especial y los sacrificios del día de Iom Kipur, que sería llevado a cabo por Aharón en su carácter de Cohén Gadol (Sumo Sacerdote), quien solo entraría al Kodesh Hakodashim (Santo Santuario, el lugar más santo del Templo) en esa ocasión. 

Siendo Eretz Israel la tierra más santa del mundo, era necesario que sus habitantes observarán una conducta de alta moralidad, pues, de lo contrario, la tierra los expulsaría y quedarían exilados, tal como se prevé en esta Parashá. 

Di-s estipula el carácter de Santo (Kedoshim) del Pueblo Judío en su doble acepción: como “santo”, en el sentido de los altos parámetros de moralidad que le son exigidos, a través del cumplimiento de las mitzvot, y como “separados” de los demás pueblos y de todas aquellas cosas que estén en contradicción con la Torá. 

Se advierte al Pueblo Judío que no debe imitar a los demás pueblos. Aún en la actualidad debemos estar alertas sobre nuestro modo de vida, porque técnicamente podríamos estar observando los preceptos (como el kashrut, por ejemplo), pero es necesario que lo hagamos según nuestros cánones de restricción y moralidad, porque tal como decía Rabi Shneur Zalman de Liadi: “Todo lo que está prohibido no se permite, pero mucho de lo que está permitido no es necesario”, por lo cual debemos actuar siempre con moderación y autenticidad. 

El pueblo escogido por Di-s para ser Santo debe actuar como modelo para las demás naciones, para demostrar en la práctica la posibilidad de una sociedad deseable. Esta escogencia no implica superioridad respecto a otros grupos, ni impunidad en las acciones, ni privilegios especiales, sino obligaciones y responsabilidades especiales de aquellos que están destinados a servir al mundo, a ser “luz entre las naciones”; servidores, mas no amos. 

Parashat Kedoshim, colmada de Mitzvot (aproximadamente 70) fue transmitida a todo el pueblo reunido en asamblea, porque en ella se incluyen los preceptos equivalentes a los Diez Mandamientos y, además, principios fundamentales tales como “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, que consagra la unidad de la nación, donde cada judío es considerado como parte del gran cuerpo que es el pueblo entero.

Llaves hacia la santidad

“Cuando una mujer engendra y da a luz a un varón, se impurifica” (Levítico 12:2)

El Talmud nos dice que hay tres llaves celestiales: para la lluvia, para el nacimiento, y para la resurrección de los muertos, que no fueron dadas a ningún emisario (Taanit 2a). 

Si Di-s controla el útero, ¿cómo puede ser que la impureza emane de allí? 

La respuesta es que la impureza entra sólo después de que el embarazo concluye. El Rebe de Kotzk explica que en cada evento importante, cuando la Divinidad se fortalece, energías impuras también crecen. Gracias al poder del embarazo y el nacimiento, en los que Di-s controla la llave, las impurezas se mantienen fuera hasta que el bebé nace. Luego, la Divinidad se va, y las energías impuras entran. Esto es similar a la impureza que adquiere el cuerpo una vez que el alma se va. Análogamente, cuando sobresalimos en algún área, especialmente en algo judío, existe el peligro de abrumarse inconscientemente por energías negativas y subsecuentemente apóstatas. Mantente firme, y utiliza cada evento especial como un escalón para subir más alto.

“Y él lo ofreció frente a Di-s…y la fuente de su sangre fue purificada” (Lev. 12:7)

El judaísmo nos enseña que un esposo y una esposa están interconectados en una multitud de planos físicos y espirituales. En la Parshá de Tazria, se ve un ejemplo de esto, con respecto a los sacrificios que se ofrecen luego de dar a luz.

El Jozé de Lublin nota que el versículo también puede ser leído “Y él se acercó a Di-s…”, refiriéndose al arrepentimiento del esposo. Un esposo y una esposa están tan unidos que el arrepentimiento que surge del esposo puede afectar el status de la pureza de su esposa. Cuando examinamos nuestras relaciones interpersonales, debemos recordar que estamos conectados en niveles más allá de lo obvio.

El ex piloto de combate, el Profesor Shlomo Kalish explicó sobre un evento trágico reciente en el que un avión F16 se estrelló. El piloto se confundió debido al vértigo, y no pudo distinguir en qué dirección estaba volando. El Profesor Kalish explicó que en alturas elevadas y altas velocidades, incluso durante el día, el mar y el cielo se ven iguales. 

Mientras que es natural volar de acuerdo al sentido de la percepción, mucho del entrenamiento de un piloto es forzarlo a confiar en los instrumentos de cabina. Una y otra vez se les dice, especialmente en caso de dudas, que deben fiarse de los instrumentos. Su conclusión fue que hoy en día nos encontramos en una situación similar: a veces es difícil decir qué está arriba y qué está abajo. Nuestro propio sentido de la percepción de la tierra y el cielo muchas veces nos engaña. Es imperativo que dirijamos nuestras vidas de acuerdo a los instrumentos de la Torá.

La llegada de la Redención incluye dos elementos: el mérito de nuestro servicio Divino y la promesa de Di-s de mandar el Mashíaj. De esto podemos entender las divididas opiniones de los Sabios acerca de en qué mes la Redención ocurrirá. Algunos dicen que será en el mes de Nisan, ya que en él ocurrió la primera redención de Egipto; otros dicen que ocurrirá en Tishrei, seis meses más tarde, el mes de las Festividades. El Jasidut explica que Nisan es cuando la afluencia de luz Divina desciende desde arriba, como ocurrió en Pesaj cuando Di-s obró milagros para salvarnos. Tishrei y las Altas Fiestas incluyen el arrepentimiento que nosotros hacemos, nuestros esfuerzos espirituales. Esto es un paralelo a las dos opiniones mencionadas: Nisan corresponde a la promesa de Di-s, y Tishrei a nuestros esfuerzos.

Pero, ¿Cuál, de hecho, fue la última respuesta de los Sabios? Que el Mashíaj vendrá durante Nisan. 

El Rebe de Lubavitch explica que el principal aspecto de la Redención es la luz Divina revelada desde Arriba. La Redención debe ser en Nisan porque el puro poder de la revelación será más brillante que la luz producida por nuestros esfuerzos espirituales aquí abajo. Si prestamos atención desde nuestro punto de ventaja de la “casi Redención”, ya podemos ver lo sobrenatural comenzando a conquistar y a reemplazar el mundo natural.

Por Shaul Yosef Leiter

El festín de mashiaj

Uno de los elementos más importantes de Pesaj, la festividad que celebra la libertad del pueblo judío, es que sirve como preparación para la Redención completa y eterna a través de nuestro justo Mashíaj.

Así el versículo declara: “Yo revelaré maravillas [en el tiempo de la Redención final que son] semejantes a [aquellas que fueron reveladas en] el tiempo de vuestro éxodo de Egipto”. De hecho, el éxodo de Egipto abrió el canal para hacer posibles a todas las redenciones subsiguientes, incluyendo la final.

Más específicamente, los primeros días de Pesaj se relacionan la mayor parte con el éxodo de Egipto, mientras los últimos días están más estrechamente asociados con la Redención venidera. Esto puede ser también visto de las Haftarot leídas durante los dos días finales, versando sobre el tema de cada uno de estos días.

Adicionalmente, se celebra y conmemora con una comida que señala la santidad que impregnará al mundo físico entero cuando Mashíaj venga. Pues en ese tiempo “la gloria de Di-s será revelada, y toda carne observará…”. Este permear de lo material por lo espiritual es mejor comprendido por la santificación del alimento.

Dado que el judío – de acuerdo con el principio que todas las acciones de uno deberían ser en aras del Cielo – come aún una comida ordinaria con la intención de traer santidad a este mundo, ¡cuánto más así con respecto a una comida en un día sagrado! Seguramente, entonces, el especial “Festín de Mashíaj” de Ajaron Shel Pesaj de una vez al año nos permite comprender mejor cómo toda condición física será imbuida de santidad en el tiempo de la Redención.

El efecto de este evento especial no está, por supuesto, limitado al día de Ajaron Shel Pesaj mismo. Más bien, la idea es que debería afectar al judío a lo largo de todo el año, para que todo lo que él haga en relación con el mundo terrenal sea colmado de santidad y espiritualidad, semejante a la espiritualidad que abarcará al mundo con la llegada de Mashíaj.

Además, la lección de Ajaron Shel Pesaj no está limitada a la relación del hombre con el mundo físico, sino que también se vincula con la espiritualidad interior de todo judío.

Pues el nivel de Mashíaj está en el núcleo de toda alma judía. Ajaron Shel Pesaj permite a cada judío revelar este núcleo a lo largo del año, permitiendo, con eso, servir a Di-s con la misma fibra de su ser.

Basado en Séfer HaSijot 5748, Vol. II, págs. 384-386.

Extraído de “Días solemnes” de editorial Bnei Sholem

La cuenta del Omer

El mandato bíblico de contar el ómer


La Torá escribe: “Y contaréis desde el día siguiente del Shabat , desde el día en que ofrecéis el omer [ofrenda] elevada, siete semanas completas serán; hasta el día siguiente de la séptima semana contaréis cincuenta días” ( Levítico 23: 15-16).

Estos versículos nos ordenan contar siete semanas desde el momento en que el omer, la ofrenda de cebada nueva, fue traído al Templo, es decir, desde el día dieciséis de Nisán.

Comenzamos nuestro conteo en la segunda noche de Pésaj (la noche del segundo Seder en la Diáspora) y continuamos hasta Shavuot.

En realidad contamos cuarenta y nueve días, pues nuestros Sabios tenían una tradición que decía que el uso de la palabra cincuenta en la Torá significaba hasta el quincuagésimo día.

El conteo del Omer es una mitzvá anual . Todos los días, durante siete semanas (49 días), contamos cuánto tiempo ha transcurrido desde el segundo día de Pésaj

(16 de Nisán ).

El “Omer” es una antigua unidad de medida de grano (equivale aproximadamente a 43 oz). El primer día del conteo del Omer (el segundo día de Pésaj ), se ofrecía un omer de cebada de la cosecha fresca en el Sagrado Templo y, a partir de ese día, se permitía consumir el grano de la nueva cosecha.

 

Es la única mitzvá que dura 3 meses

El Omer se cuenta de noche, estando de pie, a continuación de la plegaria nocturna, Maariv (también llamada Arvit).

La bendición:

Baruj ata Ad-o-nai, Eloheinu melej haolam, asher kideshanu bemitzvotav, vetzivanu al Sefirat haOmer.

Bendito eres Tú, Ad-o-nai nuestro Di-s, Rey del universo, que nos ha santificado con Sus mandamientos y nos ha ordenado lo concerniente a la Cuenta del Omer.

Hoy es …… días del Omer.

Que el Misericordioso restaure el Beit Hamikdash a su sitio, rápidamente en nuestros días; Amén.

Para el Director del Coro; un canto con música instrumental un Salmo. Di-s tenga gracia con nosotros y nos bendiga, que haga resplandecer Su semblante sobre nosotros para siempre; para que sea conocido Tu camino en la tierra, Tu salvación entre todas las naciones. Las naciones Te alabarán, Di-s, todas las naciones Te alabarán. Las naciones se alegrarán y cantarán jubilosamente, pues Tú juzgarás a los pueblos con justicia y guiarás a las naciones de la tierra para siempre. Los pueblos Te alabarán, Di-s; todos los pueblos Te alabarán, pues la tierra habrá rendido su fruto, y Di-s, nuestro Di-s, nos bendecirá. Di-s nos bendecirá; y todos, desde los más remotos rincones de la tierra, Le temerán.

Te imploramos, con el gran poder de Tu diestra, que liberes al cautivo.

Acepta la plegaria de Tu pueblo; fortalécenos, purifícanos, Reverenciado.

Poderoso, Te imploramos, guarda como la niña del ojo a aquéllos que procuran Tu Unicidad.

Bendícelos, purifícalos; concédeles por siempre Tu misericordiosa rectitud.

Poderoso, Santo, en Tu abundante bondad, guía a Tu congregación.

Único y Soberbio, vuélvete hacia Tu pueblo que recuerda Tu santidad.

Acepte nuestra súplica y escucha nuestro clamor, Tú que conoces los pensamientos secretos.

Bendito sea el nombre de la gloria de Su reino por siempre jamás.Amo del universo, Tú nos has ordenado por medio de Moshé, Tu servidor, contar Sefirat HaOmer, a fin de purificamos de nuestra iniquidad e impureza. Tal como has escrito en Tu Torá “Contaréis para vosotros desde el día siguiente al día de descanso, desde el día en que traéis el Omar como ofrenda mecida, [la cuenta será] siete semanas completas. Hasta el día posterior a la séptima semana contaréis cincuenta días”, a fin de que las almas de Tu pueblo Israel sean purificadas de su impureza. Por consiguiente, sea Tu voluntad, Ad-o-nai nuestro Di-s y Di-s de nuestros padres, que en mérito  del Sefirat HaOmer que conté hoy, sea rectificado el daño que he causado en la sefirá …(especifíque la sefirá que corresponde a ese día), y que yo sea purificado y santificado con la santidad suprema. Que de este modo se conceda abundante generosidad sobre todos los mundos. Que rectifique nuestro néfesh, rúaj y neshamá de toda bajeza y defecto, y que nos purifiques y santifique con Tu suprema santidad. Amén, séla.