¿Por qué la Torá hace referencia a Ieoshua como “bin” Nun?

Pregunta:

Cuando la Torá menciona los nombres de los espías (Números 13:4-15), a todos se les hace referencia como “Tal y tal “ben”(hijo de) tal y tal”. La única excepción es Ieoshua, quién es llamado Ieoshua “bin” Nun. ¿Por qué bin y no ben?

Respuesta:

En el comentario de Najmánides en Éxodo 33:11, sugiere que las dos palabras deben ser leídas juntas como “binnun”. Ese nombre viene de la palabra hebrea “Biná”, “el que entiende”, y se le fue otorgado a Ieoshua por respeto a sus capacidades intelectuales.

Otras explicaciones que yo encuentro:

La Torá nos dice que Ieoshua era el estudiante de Moisés por excelencia. “Su asistente, Ieoshua Bin Nun, un muchacho, no se iba de su carpa[del estudio]” (Éxodo 33:11)

Nos enseñaron que el estudiante de uno es considerado como su hijo. Algunos usan esta idea para explicar por qué Ieoshua era llamado “bin” Nun. Podría haber sido el hijo biológico de Nun, pero en cierta forma, también el hijo de Moisés. 

El Jatam Sofer, ofrece otra explicación. El Midrash declara (Midrash Raba, Génesis 47), que cuando Di-s cambió el nombre de Sarai a Sarah (Génesis 17:5), la letra hebrea “Iud”, que fué removida de su nombre (para ser substituida por una “Hei”) se sentía agraviada. ¿Por qué no podría ser mas parte del nombre de esta Santa mujer? Di-s hizo este cambio prometiendole hacer cambios en un futuro. Esto fue llevado a cabo cuando Moisés le agregó la letra “Iud” al nombre de Ieoshua, que originalmente era Hoshea (Números 13:16)

En su estado original, cuando era la última letra del nombre de Sarai, la “iud” no tenía una vocal, como es el caso con la mayoría de las letras que entran al final de una palabra hebrea o nombre. Ahora, la “iud”, al estar en el comienzo del nombre de Ieoshua, es necesario la vocal “sheva”, que se compone de dos puntos alineados verticalmente. Estos dos puntos fueron “prestados” de la vocal “Segol” que normalmente está por debajo de la palabra “ben”, que son tres puntos constituidos en forma de un triángulo. Esto deja solo un punto para la palabra “ben”. Un punto es la vocal “Jirik”, que cambia la pronunciación a “bin”.

Con los mejores deseos,

Rabino Baruj S. Davidson

Birkat Hagomel

  • Hay cuatro categorías de personas que necesitan agradecer a Di‐s por la bondad que ha hecho por ellos con la “Bendición de Acción de Gracias” (Birkat HaGomel1):
    a) Aquel que ha cruzado el océano (un viaje en avión al extranjero, etc.)
    b) El que ha cruzado el desierto
    c) Alguien que se recuperó de una enfermedad muy grave
    d) El que salió de prisión.
  • Se incluyen en la categoría de desierto todas las demás situaciones de peligro para la vida de las que uno se salva, como el derrumbe de un muro sobre él, ladrones, accidentes automovilísticos, etc.
    Uno dice la bendición al llegar a su destino (cruce del desierto o del océano) incluso si el viaje transcurrió sin incidentes y sin experimentar ninguna situación de peligro.
  • Si uno hace algunas escalas a lo largo de su viaje, como escalas en puertos o aterrizajes en aeropuertos, incluso si no continúa en la siguiente etapa de su viaje por uno o dos días más, no pronuncia la bendición hasta que llega a su final destino.
  • Quien regresa de su viaje ese mismo día o el siguiente, debe decir la bendición sólo al regreso.
  • Si uno experimentó más de uno de los anteriores al mismo tiempo, requiriendo que la bendición se diga unas pocas veces, solo la dice una vez por todas.
  • No decimos la bendición cuando volamos solo sobre tierra.
  • Si hubo algún percance durante el viaje del que uno se salvó, entonces todos están de acuerdo en que se debe decir la bendición, aunque en circunstancias normales no sería necesario decirla.

No existe algo así como un antisemita

La Torá relata cómo cuando los Hijos de Israel levantaban el campamento para embarcarse en sus viajes por el desierto, Moshé proclamaba: “Levántate, oh Di‐s, dispersa a Tus oponentes y haz que Tus enemigos huyan de delante de Ti…”
El emperador romano Adriano era un odiador de judíos incurable.
Una vez, mientras paseaba con gran pompa, visitando a sus súbditos, observó a un judío entre la multitud de simpatizantes; “¿Qué, un maldito judío insulta a mi Majestad saludándome en público? ¡Llévenselo y crucifíquenlo!”

Rápidamente corrió la voz de la acción despótica de Adriano, y la próxima vez que Adriano salió de gira, un judío que tuvo la mala suerte de estar en las inmediaciones se aseguró de mantenerse alejado de la multitud, no pronunciar palabras de saludo y permanecer agazapado al borde del camino. Una actitud de sumisión total.

“¿Qué, un maldito judío insulta a mi Majestad ignorándome en público? ¡Crucifíquenlo!” gritó el emperador.
Cuando los consejeros del emperador preguntaron sobre la flagrante inconsistencia de sus acciones, Adriano respondió: “No me enseñen cómo tratar con mis enemigos”.
Pero, ¿realmente los judíos eran sus enemigos? ¿Podría un simple pueblo haber suscitado tal odio sin fundamento?

Es significativo que, en el versículo citado anteriormente, Moshé no llama a Di‐s para que nos defienda de aquellos que nos son hostiles, sino para “dispersar a Tus oponentes… Tus enemigos”

La antigua lucha entre los judíos y los que odian a los judíos es un nombre inapropiado.
Recuerdo, cuando visité el campo de exterminio nazi de Dachau, lo irritante que fue ver en el crematorio el gran cartel que dedicaba el lugar “a los que murieron en la lucha contra el nazismo”.

El memorial puede ser algo apropiado para los opositores políticos del régimen que sufrieron y murieron allí, pero el tío de mi abuelo, los primos y miles de otros mártires no murieron luchando contra nada.

En lo que a ellos respecta, estaban felices de llevar una vida privada antes de que Hitler y sus secuaces los buscaran.
Calificarlo como una “lucha” entre la víctima inocente y el verdugo es tan inapropiado como describir el esfuerzo de la sociedad moderna para protegerse de los terroristas suicidas como un “ciclo de violencia”.
La lucha no es entre nuestros enemigos y nosotros.

Más bien, los antagonistas de Di‐s nos atacan como peones en su batalla contra la rectitud y la Divinidad.
El odio a los judíos está tan arraigado y generalizado que no se puede atribuir ninguna explicación lógica o racional al fenómeno, aparte de definirlo como la eterna lucha del hombre malvado contra la Divinidad.
Si no están luchando contra nosotros sino contra Di‐s, nuestra única respuesta viable es vivir y actuar como judíos sin importar la provocación.
Cuando es evidente que su odio hacia nosotros se basa en nuestra relación especial con Di‐s, se convierte en la responsabilidad de Di‐s defenderse de Sus enemigos y acudir a nuestro rescate, liberándonos para reanudar nuestra misión histórica de representar Divinidad
para el mundo.

El Rebe que Salvó a un pueblo

Durante cuatro días el pueblo de Kfar Jabad, en Israel,  ha estado sumido en un profundo duelo y en una angustia dolorosa, del tipo que los Jasidim de Lubavitch no han vivenciado durante muchos años. En aquella oscura y amarga noche, una banda de fedayines palestinos entró al pueblo. Se dirigieron a la sinagoga de la escuela local de agricultura, en donde los jóvenes estudiantes se encontraban en medio de las plegarias de Maariv (de la noche), y abrieron fuego en toda la sala con sus rifles Karl-Gustav. 

Recolectaron una cruel y sangrienta cosecha: cinco estudiantes y un maestro fueron asesinados y otros diez jovencitos heridos; su pura y santa sangre empapando los Sidurim que cayeron de sus manos y manchando las blancas paredes de la sinagoga.

Los Jasidim del pueblo, judíos rusos fuertes y de espaldas anchas con sus barbas negras y pobladas cejas, estaban parados desconcertados ante la terrible escena que presenciaban sus ojos. ¡Un pogrom en Israel! ¡Un progrom en Jabad!, murmuraron, y se mordían los labios con rabia. Las mujeres también se encontraban allí paradas, mujeres rusas fuertes y elegantes, retorciéndose sus manos y murmurando para ellas mismas en Ruso y Hebreo, sus ojos desprendiendo una laguna interminable de lágrimas.

Esto no era una escena común para los Lubavitchers. Estos Jasidim, que han sobrevivido los Pogroms del Zar Nikolai en Rusia y que ni siquiera pudieron ser intimidados por el Ejército Rojo, que han sido exiliados a las congelantes planicies de Siberia, y cuyas espaldas no podían doblarse luego de haber estado en las prisiones de Stalin y en los campos, ahora se encontraban estupefactos y desesperados. Ahora, que el golpe ha golpeado su casa, en el corazón del estado Judío.

En el centro del pueblo, se encontraba parado Rabí Abraham Mayor, quien fue un oficial de alto rango en el Ejército Ruso. Avraham Mayor, cuya leyenda contaba que él solía pararse con calma y cantar melodías jasídicas mientras una banda de soldados lo golpeaba con sus rifles y colillas, ahora se encontraba llorándole al Cielo: “Creador del Universo, ¡¿Por qué?! ¡¿Cómo han pecado estos niños?!”

Había algunos que veían lo ocurrido como un símbolo que su pacífica vida en la Tierra Santa era prematura. ¿Tal vez debamos disolvernos y buscar refugio en lugares más seguros? El pueblo de a poco se iba muriendo.

El Pueblo espera

Pero era claro para todos que antes de realizar cualquier movimiento, se debía consultar con el Rebe. Nada podía hacerse sin su consentimiento y conocimiento. Todos esperaron el telegrama desde “allí”, desde Nueva York, pero el telegrama sin poder explicarse por qué, no llegaba. Cuatro días habían pasado desde que el terror había golpeado. Un largo telegrama había sido despachado inmediatamente informándole al Rebe de todos los detalles de la tragedia, y se esperaba una respuesta aquella misma noche. Pero el Rebe permanecía en silencio. ¿Qué había sucedido?, muchos se preguntaban, ¿Por qué no responde? ¿No tiene acaso una palabra de consuelo para sus golpeados seguidores?

Debe aclararse, que un telegrama del Rebe es una parte integral de la vida Jasídica de Jabad alrededor de todo el mundo. Cada problema, cada decisión ya sea comunal o de la vida privada del Jasid de Lubavitch, es referido a la central del Rebe en Brooklyn, y cualquiera sea la respuesta, eso es lo que se hace. Y la respuesta siempre llega, ya sea por correo común, correo express o un telegrama de emergencia, dependiendo de la urgencia del asunto, y siempre son cortos y directos al punto.

¿Por qué es entonces que la respuesta del Rebe acerca de este terrible tema demoraba tanto? Los ancianos del pueblo no tenían explicación alguna, y, mientras las horas y los días pasaban, la respuesta continuaba plagando sus atormentadas almas, y su angustia y desesperación crecían más y más en sus corazones.

El Telegrama

Y luego, cuatro días después de la tragedia, llegó el tan esperado telegrama. La noticia corrió por todo el pueblo: ¡Un telegrama del Rebe! ¡Ha llegado el telegrama! El pueblo entero, hombres, mujeres y niños, se reunieron en la plaza del pueblo para escuchar la respuesta del Rebe.

Y el Rebe fue característicamente sucinto. El telegrama contenía una sola oración, tres palabras en hebreo, pero esas tres palabras fueron suficientes para salvar al pueblo de la desintegración y a sus habitantes de la desesperación. “Behemshej habinian tinajeimu”, escribió el Rebe de Lubavitch, Rabi Menajem Mendel Schneerson. “A través de su incesante construcción, se van a reconfortar”.

Los Jasidim de Kfar Jabad ahora tenían un fuerte soporte para su futuro: sabían lo que tenían que hacer. ¡Debían construir! ¡El Rebe dijo que tenían que construir! ¡Y a través de la permanencia de su construcción van a reconfortarse! Aquella misma noche, los ancianos del pueblo mantuvieron una reunión para discutir cómo debe implementarse la directiva del Rebe. Luego de una corta discusión, llegaron a una decisión: construirían una escuela vocacional en donde a los niños que provienen de medios desfavorecidos se les enseñara el oficio de impresión. En aquél mismo lugar en donde la sangre fue derramada, un edificio sería construido.

El Rebe Sabía

A la mañana siguiente, todos los residentes del pueblo se reunieron en el terreno vacío al lado de la escuela de agricultura y comenzaron a limpiar y nivelar la tierra para preparar la construcción. La alegría volvió a sus ojos.

En las semanas posteriores, llegaban cartas de parientes y amigos en Nueva York describiendo lo que había pasado en aquellos cuatro interminables días en los que el pueblo esperaba con impaciencia la respuesta del Rebe.

Durante todo el mes de Nisan, el mes de la redención, es la costumbre del Rebe dedicarse enteramente al servicio de su Creador, reduciendo su contacto con los Jasidim a un mínimo. Es raro que a un individuo se le otorgue una audiencia con el Rebe en este período, y toda menos la correspondencia más urgente es postergada hasta el fin de este auspicioso mes.

Cuando el mes de Nisan finaliza, se lleva a cabo un Farbrenguen festivo (reunión jasídica) en la sede del Rebe en Eastern Parkway en Brooklyn, marcando la reanudación del Rebe de su involucración con sus miles de seguidores en todo el mundo. El Rebe habla por horas, sus charlas intercaladas con canciones y Lejaim, usualmente hasta altas horas de la madrugada.

Aquél año, también se llevó a cabo el Farbrenguen marcando el fin de Nisan. Las noticias trágicas provenientes de la Tierra Santa habían llegado a Nueva York momentos antes del comienzo del farbrenguen, pero los secretarios del Rebe decidieron retener las noticias hasta el fin de la reunión. Pero lo que sus asistentes no le habían dicho, su corazón parecía haberlo hecho. Aquella noche, el Rebe habló sobre el auto sacrifico Judío y el martirio “al kidush Hashem” (por la santificación del nombre de Di-s), sobre la reconstrucción de la Tierra Santa, y la redención de Israel. Lágrimas fluían de los ojos del Rebe mientras hablaba. Toda la noche habló y lloró, cantó y lloró, y lloró un poco más.

¿Por qué está llorando el Rebe? Sólo unos pocos de los presentes podían adivinar, aquellos que ya sabían lo del telegrama desde Kfar Jabad.

El farbrenguen terminó. Los Jasidim se dispersaron a sus casas, y el Rebe se retiró a su pieza. Con gran trepidación, dos de los Jasidim más cercanos al Rebe tocaron a la puerta del Rebe y le entregaron el telegrama desde Israel. El Rebe se hundió en su silla. Cerró su puerta y no la abrió por tres días. Luego de tres días de aislamiento total, llamó a su secretario y le dictó su respuesta: “Behemshej habinian tinajeimu”. “A través de su continua construcción, serán reconfortados”.

Los Jasidim de Kfar Jabad han cumplido con el deseo del Rebe. Sin la ayuda de filántropos o de fundaciones, recaudaron 50.000 Shekalim, y hoy, un año luego de la tragedia, se ha completado la construcción del edificio de la escuela vocacional.
Nota del Editor: El siguiente artículo es una traducción libre de una historia que apareció en el periódico Israelí Yediot Ajronot el 4 de Iyar de 5717 (5 de Mayo de 1957). Hemos dejado el artículo como fue publicado originalmente a pesar del hecho que contiene algunos hechos imprecisos, por su vívida representación de la época y la impresión del reportero Israelí sobre la gente y de los eventos que él describe.

¿Buscando en las novelas un amor perfecto?

Sucedió hace mucho tiempo. Recuerdo exactamente cuándo, ya que fue el año de nuestra gran tragedia. Habíamos estado en los Estados Unidos por tan sólo cinco años, después de haber llegado de Estocolmo, Suecia, donde mi padre, el Rabino Israel Yaakov Zuber, de bendita memoria, fue como emisario de Lubavitch por casi dos décadas.

Adaptarse había sido muy difícil, pero a esa altura, todo se estaba poniendo en su lugar. Mi padre era el decano de la Ieshivá de Lubavitch, en Boston. Era miembro importante de la corte Rabínica de la ciudad, y había pasado de ser Rabino en una sinagoga pequeña en Dorchester a una congregación más grande en Roxbury. Mi madre, Rebetzin Zlata Zuber, de bendita memoria, tomaba clases de inglés en la noche, participando en organizaciones de mujeres y socialización en la nueva comunidad.

Y luego, la tragedia.

Fui una estudiante inocente, sin preocupaciones, y después, una joven devastada y desconcertada. Hubo un cambio abrupto de la infancia al mundo feo y horrible de la realidad adulta.

En el mundo actual, donde el crimen y la violencia se han convertido en una parte de la vida cotidiana, podemos reaccionar con menor intensidad a los actos brutales, pero en 1953 el mundo era más seguro y estable, por lo que la noticia de nuestra gran pérdida fue publicada no sólo a nivel local y nacional, sino en todo el mundo.

Una tarde de invierno, cuando el año nuevo secular comenzó, mi padre perdió la vida en manos de asaltantes desconocidos, y nuestras vidas cambiaron para siempre.

Y aquí es donde mi historia en realidad comienza. Unos meses más tarde, mi madre decidió que debíamos irnos a Nueva York para tener una audiencia privada con el Rebe, Rabí Menajem Mendl Schneerson, de Santa memoria.

Yo había estado en una audiencia con el sexto Rebe de Jabad, Rabí Iosef Itzjak Schneerson, de Santa memoria, dos veces. Una vez, cuando era una niña muy pequeña, lo visitamos en el Grand Hotel en Estocolmo, cuando se dirigía a Estados Unidos. Inmediatamente después de nuestra llegada a los Estados Unidos había sido la segunda vez. Pero esta vez sería muy diferente. Rabí Iosef Itzjak, ahora conocido como el Rebe Anterior, había fallecido unos tres años antes, e íbamos a tener una audiencia con el nuevo Rebe de Lubavitch, Rabí Menajem Mendel.

Mis recuerdos del Rebe Anterior eran muy claros, un hombre digno, grande, de una persona de mirada muy seria. Me sentía intimidada por él.

Mi vida había cambiado, ya no era una niña dentro de una familia, sino un adulto joven y responsable. Pensé que la audiencia sería una experiencia interesante, y por supuesto, quería cumplir con los deseos de mi madre de acompañarla, pero no tenía ni idea de qué esperar.

Las citas para la audiencia se hacían con semanas de anticipación, los nombres fueron escritos y se asignaron los horarios. Los tiempos eran arbitrarios, porque era imposible saber el período exacto de cada audiencia antes de nosotros. Con frecuencia, había cambios de última hora para los dignatarios, los visitantes de lugares lejanos y las emergencias. Nos dijeron que nos mantengamos en contacto con uno de los ayudantes del Rebe, el Rabino Leibel Groner, durante esa noche para que no tuviéramos que esperar en el vestíbulo por un largo período de tiempo.

Había un profundo silencio en el interior de 770 (el Centro de Jabad Lubavitch Mundial) cuando llegamos. Algunas personas esperaban afuera de la oficina del Rebe, algunos en el pasillo exterior. No estaba muy lleno. Las audiencias comenzaban en la noche, y con frecuencia continuaban hasta las primeras horas de la mañana.

El Rabino Groner llevaba la cuenta del tiempo y tocaba a la puerta de la oficina del Rebe, o incluso abría la puerta, para indicar que había acabado el tiempo. Si el Rebe estaba absorto en la conversación, entonces no tenía en cuenta la interrupción. Por la lista que el Rabino Groner tenía, sabíamos cuándo sería nuestro turno.

Mi madre estaba visiblemente angustiada. Ahora era la jefa de nuestra familia, una posición para la cual no estaba preparada. Ella se sentía abrumada por la pérdida, el extraño idioma y la novedad del país.

La tensión se acumulaba mientras esperábamos. El silencio se hizo sofocante. Y, finalmente, llegó nuestro turno. Fuimos rápidamente introducidas a la habitación. El Rebe estaba sentado detrás de un gran escritorio de caoba, frente a la puerta. Dos sillas vacías se enfrentaban a la mesa, pero nos quedamos detrás de las sillas como era la costumbre. Alrededor de la habitación había estanterías llenas de libros de enseñanza judía y creo que había pilas de libros de estudio cerca de las estanterías también.

Mi madre lloraba en voz baja mientras yo miraba al Rebe. Nos miró con compasión y preocupación: había conocido a mi padre, y también participado con nosotros en la tragedia. Luego sonrió suavemente y nos invitó a sentarnos. Parecía tan humano, me sentí inmediatamente a gusto. Habló con mi madre durante un tiempo acerca de sus planes para el futuro, de sus actividades diarias, de mi padre, y todo lo que tenía que ver con nuestra vida.

Luego el Rebe me miró y me preguntó acerca de mis cursos, mis planes para el futuro, mis intereses y preocupaciones. Respondí sin dificultad. Parecía tan genuinamente interesado en todo lo que dije, y de sus respuestas e interjecciones, sabía que estaba escuchando con atención. Sonó el timbre, el tiempo había terminado, y nos retiramos sintiéndonos consoladas y tranquilas.

Recuerdo claramente a mi madre señalando que se sorprendió de mi interacción con el Rebe, que me notaba tan cómoda y a gusto, como si se tratara de un miembro de la familia, alguien a quien conocía de toda mi vida. Y de hecho, así es como me sentí.

Unos meses más tarde, cuando fui de visita a Nueva York con unos amigos, decidí ir a ver al Rebe de nuevo. La audiencia fue pedida desde Boston, y en la fecha especificada llegué a 770. Me sentí un poco incómoda esperando sola. No conocía a mucha gente de la zona, y a nadie en el vestíbulo aquella noche. Llegó mi turno, y estaba muy emocionada de tener la oportunidad de reunirme nuevamente con el Rebe. Ahora que sabía lo que esperaba, mi entusiasmo era desbordante.

Al principio hablamos de mis estudios. El Rebe preguntó en detalle acerca de mis cursos, mis profesores, mis intereses y los planes para el futuro. Luego, para mi gran sorpresa, me preguntó por mis planes muy personales, acerca de mis citas para casarme. Le dije que había conocido a varios jóvenes, pero a ninguno como para casarme.

El Rebe sonrió y me preguntó mi opinión sobre un estudiante en particular.

Tragué saliva, no lo podía creer, la pregunta era sobre un joven que había conocido recientemente.

El Rebe luego preguntó sobre otro estudiante, después de un tercero. Yo estaba totalmente abrumada.

Al parecer, sabía todo acerca de mi vida, sin duda en este aspecto. Sacudí la cabeza y enrojecida expliqué por qué cada uno de ellos no era la persona correcta para mí.

Entonces el Rebe sonrió levemente y me dijo que yo había leído demasiados libros. ¿Cómo lo sabía?. Amor, me explicó, no es lo que hay en las novelas románticas. No es esa emoción abrumadora, cegadora que se retrata en una novela. Estos libros no retratan la vida real, dijo. Es un mundo de fantasía, de emociones inventadas. La ficción es sólo ficción, pero la realidad es diferente.

Y entonces, como un padre a una hija, comenzó a explicarme el significado del amor verdadero.

El amor, me dijo, es una emoción que aumenta con fuerza durante toda la vida. Es compartir, preocuparse y respetarse uno al otro. Es construir una vida juntos, una unidad de familia y hogar. El amor que se siente como una esposa joven, continuó, es sólo el comienzo del verdadero amor. Es a través de los pequeños actos cotidianos de la vida que el amor florece y crece.

Y así, continuó, el amor que se siente después de cinco o diez años, es un fortalecimiento gradual. Cuando dos vidas se unen para formar una, con el tiempo, se llega a un punto en el que cada pareja se siente parte del otro, donde cada uno ya no se puede visualizar la vida sin su compañero a su lado.

Sonriendo me dijo que dejara de lado las nociones románticas desarrolladas por mi actividad literaria, y que viera el amor y el matrimonio de una manera significativa.

Salí de la oficina del Rebe con una gran sonrisa en mi cara. El Rebe sabía cómo comunicarse con una joven soñadora. Él sabía qué decir y cómo decirlo. Sus palabras, pronunciadas desde el corazón, resonaron en mi corazón. Ese es mi Rebe.

De todas partes del mundo, Rabinos, empresarios, líderes comunitarios y políticos buscaron el consejo del Rebe, con frecuencia sobre temas de trascendental importancia, afectando a una gran cantidad de personas. Sin embargo, en el caso de una joven parada en el umbral de la vida, preparándose para tomar la decisión más crucial de su existencia, a esta jovencita le dio a su atención. Con amor paternal y compasión, paciencia y preocupación, le explicó el significado del amor, el matrimonio, el hogar y la familia.

Por: Chana Sharfstein

Otra tradición de Shavuot es disfrutar comidas lácteas, ya que la leche se compara con la Torá que alimenta y nutre.
¡Jag Saméaj para todos!

El judaísmo y la donación de órganos


Ell Judaísmo considera la vida sagrada. Por esta razón, donando un órgano para salvar una vida es el acto más alto de virtud. Pero a veces, precisamente porque la vida es sagrada, la donación de órganos es problemática.

La ley judía distingue entre órganos donados durante la vida y donación del órgano después de la muerte. Mientras se está vivo, donar un órgano sin el que se puede vivir, como un riñón, o médula ósea o sangre para salvar o mejorar otra vida es uno de los más grandes actos que se podría realizar.

En la teoría, lo mismo debe aplicarse a los órganos donados después de la muerte. Siendo que salvar vidas está por encima de casi todo, la oportunidad de hacerlo después de la muerte no sólo debería ser aceptable sino incluso obligatorio.

Pero en la práctica, esto presenta una preocupación mucho más seria. Para ser utilizable en un trasplante, la mayoría de los órganos tienen que ser quitados mientras el corazón todavía está latiendo. Pero la ley judía mantiene que si el corazón todavía funciona, la persona está viva. El momento de muerte se define cuando el corazón se detiene. Así que quitar los órganos de un paciente declarado con muerte cerebral mientras el corazón todavía está latiendo, es equivalente al homicidio.

Mientras el mundo médico y legal ha aceptado la muerte cerebral como una nueva definición de muerte, la inmensa mayoría de expertos en la ley judía no. Manosear la definición de muerte es empezar un camino que puede llevar a problemas éticos mayores. Esta es una pregunta de vida y muerte. Necesitamos de una sabiduría más elevada para guiarnos. No quisiera tener que decidir lo que es correcto o incorrecto basado en mi propia opinión subjetiva y sentimientos.

Agradezco a Di‐s que tenemos la Torá para darnos claridad en estos difíciles problemas

El Arpa del Rey David

El Rey David no dormía toda la noche como el común de la gente. Desde el anochecer hasta cerca de la medianoche estudiaba Torá jubilosamente con voz agradable.

Cuando el cansancio lo vencía, se adormecía. Pero a la medianoche se despertaba y se levantaba como un león para estudiar Torá ininterrumpidamente hasta el amanecer.

¿Cómo sabía el Rey David cuando era exactamente la medianoche?. Él tenía un despertador original -su arpa-, el mismo instrumento con el que acompañaba sus hermosos cantos de alabanza al Creador. El arpa estaba colgada sobre su cama. A la medianoche, un viento suave del norte soplaba a través de la ventana que estaba abierta y tocaba dulcemente las cuerdas del arpa. Los suaves sonidos lo despertaban y le recordaban que era la hora de servir a su Creador.

Una vez, cuando empezaba a amanecer, los sabios de Israel y sus parnasim (líderes) entraron al cuarto del rey y le dijeron, “Su majestad, el pueblo necesita ganarse la vida. Hay mucha gente que no tiene nada para comer.“

“Vayan a ver a los Judíos ricos y díganles que les den Tzedaká (caridad) a sus hermanos pobres para que mantengan unos a otros”, respondió el rey.

“Perdónenos, Su Majestad, por nuestra insistencia,“ le dijeron los parnasim a modo de disculpa“ pero hay muchas familias numerosas con grandes necesidades. El dinero que recibirán de los ricos no será suficiente, del mismo modo que una pequeña cantidad de carne no alcanzaría para satisfacer a un león hambriento, y así como un pozo nunca se podría llenar con la tierra que se sacó a los costados y que luego se arrojó nuevamente al mismo.“

La compasión de David por los que padecían miseria resurgió. Luego de reflexionar por un momento. respondió, “ustedes saben que nuestros enemigos están oprimiéndonos y tramando destruirnos constantemente. Declarémosle la guerra. Con la ayuda de D’s, triunfaremos. En consecuencia, podremos tomar todo su oro y plata como botín de guerra y repartirlo entre los pobres. Esto les va a alcanzar para un tiempo largo.”

Antes de declarar la guerra, los sabios Judíos consultaron al consejero del Rey, Ajitofel, sobre quien Shemuel Hanaví (el profeta Samuel) declaró que recibió su cargo por ruaj hakodesh (espíritu divino). Ajitofel le enseñó estrategia militar a los judíos. Luego los líderes le pidieron permiso al Sanhedrín (Supremo Tribunal) para hacer la guerra y rezar por el triunfo. También consultaron a los Urim Vetumim, que era un trozo de pergamino sobre el cual estaba escrito el nombre sagrado de Hashem. Este estaba colocado dentro el peto del Kohen Gadol (sumo sacerdote). El joshen (peto) era una vestidura adornada con doce piedras que tenía los nombres de las doce tribus. El Kohén Gadol (Sumo Sacerdote) le preguntaba a los Urim Vetumim si el pueblo debía salir a la guerra o no, y si iban a triunfar. Como respuesta ciertas letras del Joshen se encendían como faroles y el Kohén Gadol ordenaba las letras en palabras. Si el mensaje que se formaba indicaba triunfo, los judíos sabían que del Cielo les permitían salir a la guerra y les otorgarían la victoria.

Un corazón

“En el tercer mes luego de la salida de los Hijos de Israel del Éxodo de Egipto, ese mismo día fueron al desierto de Sinai…Y allí Israel acampo en frente de la montaña (Exodo 19:1-2)

En todos los otros campamentos, el versículo dice: Vaiajanu (y acamparon), aquí dice: Vaijan (y acampó). Esto es debido a que en todos aquellos campamentos, Israel estaban en desacuerdo unos con los otros, mientras que en éste, todos acamparon como un solo ser humano, con un corazón. (Mejilta, Rashi)

¿Cuándo el ser humano comenzó a ver y experimentar el universo como una entidad unificada? Muchos pensadores argumentan que nuestro entendimiento del universo ha evolucionado de ser una visión pluralista a una singular.

Hoy en día, sin embargo, hemos desarrollado una apreciación mas sofisticada del universo como un todo unificado. Todos los sistemas y organismos son parte de una entidad singular.

¿Cuándo exactamente cambió esta percepción?

De acuerdo a la Tora, sucedió hace 3300 años, cuando Israel acampó frente a la montaña de Sinai.

¿Qué poder tenía el Sinai para unir al Pueblo cuando “acamparon frente a la montaña”?

El Midrash explica que sucedió un acontecimiento que cambiaría el curso de toda la historia. Hasta tal punto que aquello que estaba arriba no descendió hacia abajo y Vice Versa. Lo espiritual estaba separado de lo material y mundano. Espíritu y materia eran dos fuerzas que no podían unirse. Obviamente, incluso antes de Sinai, la materia y energía eran esencialmente uno, pero los seres humanos no eran capaces de integrarlos.

Sinai cambió todo eso. Unió el cielo y la tierra, integrando lo sublime y lo mundano.

En una palabra: Fusión. Ahora podemos tomar un objeto físico inanimado, y convertirlo en una energía sublime. Lo temporal se puede transformar en permanente, y lo mortal, en inmortal.

Esta fusión no solo ha cambiado el paisaje global, sino que también ha transformado nuestra experiencia personal.

El ser humano es un universo en microcosmo. Nosotros también tenemos dos fuerzas, nuestros cuerpos y nuestras almas. ¿Podemos integrar estas dos?, ¿o estamos condenados a una vida de compartimientos en donde la mayor parte del tiempo estamos implicados en la lucha por la supervivencia?

Sinai introdujo a nuestras vidas una nueva forma de ser: no tienes que separar tu vida en dos o más partes. Tienes el poder de espiritualizar los material y fusionar tu cuerpo con el alma.

Ésto se hace transformando nuestro cuerpo y actividades físicas en vehículos para expresar y cumplir la misión del alma. En vez de controlar tu vida espiritual, tu vida material sigue los deseos de tu alma. El conductor dirige el vehículo, no al revés.

No significa que sea fácil. Es por esto que nos tapamos los ojos cuando recitamos el Shema, al declarar “Hashem ejad”, que Hashem es uno. Nos cubrimos nuestros ojos porque son ellos los que nos llevan a percibir un universo pluralista.

Cuando piensas en eso, realmente tiene más sentido que todos los aspectos del universo y nuestras vidas están conectados.

Cierra tus ojos, escucha una melodía, y te sentirás uno contigo mismo, uno con otros y uno con el universo

Cuando el Pueblo llegó a Sinai, de pronto fueron tomados por un nueva “música” que los rodeaba. Todas sus diferencias fueron disueltas en ese increíble momento. Se convirtieron es “un ser humano, con un corazón”.

Ahora que se acerca Shavuot, ve a una sinagoga y escucha la lectura de los Diez Mandamientos. Lleva a tu familia. Recrea la experiencia de Sinai. Cierra tus ojos. Visualiza el cielo encontrándose con la tierra.

Imagina lineas imaginativas que te conectan a ti con tus familiares y otras personas.

Cuando abras tus ojos, pregúntate:

¿Quién estará en el lugar del conductor? ¿Mi cuerpo y sus necesidades, o mi alma?

Por: Simon Jacobson

¿Por qué la Torá fue entregada en el desierto?

Si la Torá se supone que representa bendición y conexión con Di-s en este mundo, ¿por qué no fue presentada al mundo en un lugar de abundancia física revelada?

1. Igualdad de oportunidades y capacitación

El hecho de que los Diez Mandamientos fueron dados en el desierto, en una montaña, no fue coincidencia. Todo tiene una razón y enseñanza. El desierto es un lugar que no le pertenece a nadie. Así también la Torá, es accesible a todos.

2. El viaje es también parte de la diversión

La Torá es una vibrante y profunda vía hacia la Santidad. Es una herramienta de transformación para quienes la abrazan.

La tradición Judía nos enseña que en la entrega de la Torá, el monte Sinai floreció. Con la introducción de la Torá, la tierra estéril se convirtió en un exuberante jardín lleno de flores. Por lo tanto, la dinámica del poder transformador de la Torá fue revelada, incluso en mayor medida de lo que podría haber sido si se hubiera dado en una manifestación ya establecida de bendición.

La Torá es un sendero, no un destino. El camino que nos conecta con el Infinito Creador nunca debe ser estático o habitual. Para demostrar esto, se nos fue presentada en el camino hacia la Tierra de Israel.

Por: Rab Baruj E. Erdstein, Nejama Dina Kumer

Shabat el objetivo de la vida

“Cuando vengáis a la tierra… descansará la tierra un Shabat para Hashem” (Vaikrá 28,2)

En el comienzo de nuestra Parshá, la Torá dice1: “cuando vengáis a la tierra…descansará la tierra un Shabat para Hashem”. Esto se refiere a la mitzvá de Shmitá, el año sabático, que el texto detalla a continuación: “seis años sembrarás tu campo…y en el séptimo año un Shabat de Shabatón será para la tierra”.

La secuencia presentada por el versículo genera una pregunta2: del lenguaje de la Torá parecería como que “cuando vengáis a la tierra” de inmediato debe cesarse el trabajo del campo- “y descansará la tierra un Shabat para Hashem”. Pero en realidad esto no es así, ya que primero vienen los seis años de trabajo, y sólo después el año sabático de Shmitá.

TRABAJO EN ARAS DE LO SACRO

El orden de cómo nos presenta la Torá el tema, viene a enseñarnos cuál es el objetivo y la meta de toda la labor durante los seis años. El hombre podría pensar que el objetivo principal es el trabajo del campo durante los seis años de actividad agrícola, y el año sabático es un tema más allá de ella. Nos enseña aquí la Torá que todo el objetivo de “cuando vengáis a la tierra” y la actividad del arado y la siembra es “descansará la tierra un Shabat para Hashem”.

Es cierto que la secuencia real es en primer lugar los seis años de trabajo del campo y recién a continuación el año sabático; pero del judío se requiere que recuerde constantemente que el año sabático de Shmitá es el objetivo y la meta.

El judío debe tener siempre presente que toda la labor de los seis años no es sino para llegar al séptimo, al año de santidad y espiritualidad. Con ese fin Di-s nos dio la Tierra de Israel, para que introduzcamos en ella santidad- el “Shabat para Hashem”- en el seno de la vida cotidiana.

HACIA EL SÉPTIMO MILENIO:

En un aspecto más amplio, hay aquí una referencia a la vida del hombre en su sentido global. Es sabido3 que la vida en este mundo está compuesta de seis mil años de acción y de un séptimo milenio que es un “Shabat y descanso de vida eterna”4.

Nos indica aquí la Torá: “cuando vengáis a la tierra”- cuando el alma desciende a esta tierra inferior, a este mundo, a los seis mil años de acción, debe ésta saber que el objetivo es- “y descansará la tierra un Shabat para Hashem”- llegar al séptimo milenio, a la era del ‘Shabat’.

El judío debe estar compenetrado con la convicción de que todo el objetivo de su vida sobre la tierra es preparar al mundo para a su objetivo Divino- que el mundo se convierta en una morada para Él, Bendito Sea5, algo que alcanzará su concreción más íntegra, en el séptimo milenio.

CADA DÍA ES SHABAT:

Así ocurre también con la vida cotidiana: por la naturaleza de cómo está estructurado el mundo, la mayoría de las horas del día están dedicadas a temas mundanos- al trabajo, las diferentes necesidades materiales, etc. Sin embargo, uno debe tener presente que el objetivo es el ‘Shabat’ – la santidad.

El verdadero objetivo de toda la actividad diaria son las horas dedicadas al estudio de la Torá, a la plegaria y a las mitzvot.

Con esta conciencia, el judío debe comenzar su día, como dice el Shuljan Aruj (Código de Leyes), que “de inmediato cuando uno despierta de su sueño debe recordar frente a quien se encuentra acostado”, y debe expresar esto diciendo “Modé ani lefaneja”- agradezco frente a Ti. Esta es efectivamente la meta de toda la vida- servir a Hashem y hacerlo morar en el mundo de la acción.

(Sefer HaSijot 5750, Tomo 5, Pág. 471)