El faraón y el alcoholismo 

¿Cómo es posible, que después de cada plaga el Faraón prometía acceder al pedido de Moisés, pero tan pronto como la presión de la plaga finalizaba, el Faraón se obstinaba y renegaba de su promesa? Cuando Moisés, inmediatamente le advertía respecto de las próximas plagas, el Faraón permanecía sin impresionarse hasta que ocurría el desastre predicho, y luego otra vez prometía, sólo para retractarse nuevamente cuando la presión desaparecía. ¡Esto se repitió diez veces! ¿El Faraón era tan necio, e incapaz de aprender de la experiencia?

El Rabino Twersky escribe:

-Yo no entendía completamente al Faraón hasta que me dediqué al tratamiento de alcohólicos, y presencié un fenómeno similar, ocurriendo con gran regularidad. El alcohólico sufre consecuencias graves como resultado de su beber; y permanece con una gran pena y algunas veces incluso se acerca a la muerte. Su reacción es invariable: “¡Eso es! Yo ya he tenido suficiente con el alcohol. ¡Nunca más beberé, no, nunca!”. Es una experiencia habitual, que en el lapso de algunas semanas, o sólo en pocos días, comienza a beber nuevamente. Las personas le advertirán de cuán peligroso es el alcohol, y le recordarán las amargas consecuencias por él sufridas… pero todo es inútil. Él bebe otra vez. Lo que parece tan ilógico tanto en el caso del Faraón como en el alcohólico no es realmente extraño. Muchas personas fallan en aprender de la experiencia.

Cuando el profeta Isaías usó la metáfora, “Tú estás ebrio, si bien no de vino” (29:9), no estaba usando la expresión vagamente. Nuestra historia bíblica demuestra cuánto una y otra vez nosotros nos hemos desviado de la observancia de Torá y cada vez sufrimos graves consecuencias, no obstante tan rápido olvidamos y regresamos a nuestros caminos descarriados. Lo que es verdad de nuestro pueblo históricamente es a menudo cierto en muchos individuos aún hoy. Simplemente, no aprendemos de la experiencia.

¿Qué es lo que al alcohólico lo vuelve díscolo al aprendizaje de la experiencia?

Es, probablemente, que él no desea cambiar su estilo de vida y no quiere abandonar cualquier sensación que el alcohol provee. ¿Qué es lo que volvió al Faraón incapaz de aceptar el testimonio de sus sentidos? Probablemente el rechazo a admitir que él estaba equivocado. Sentimientos egoístas tales como estos impiden a las personas aprender de experiencias dolorosas y con eso evitar la repetición de equivocaciones.

¿Qué es lo que nos impide aprender de la experiencia? 

Probablemente algún sentimiento o idea egoísta que nos rehusamos a abandonar. Dado que nuestro egoísmo es el que nos vuelve irreflexivos frente a lo obvio, ¿qué podemos hacer para cambiar esta situación? Uno de los modos más efectivos es valernos de un confiable maestro y guía, alguien que al no estar afectado por nuestras distorsiones emocionales, puede ayudarnos a ver la realidad más claramente y aprender de nuestras experiencias.”Hazte tú mismo de un maestro” (ÉTICA DE LOS PADRES 1:16) es un invalorable consejo.

“DE VIVIENDO CADA DÍA”, EDITORIAL BNEI SHOLEM

https://www.bneisholem.com.ar/producto/viviendo-cada-dia/

No existe un judio demasiado alejado

“Y pasaré por la tierra de Egipto en esta noche” (Shemot 12:12)

Encontramos en la Torá dos expresiones en lo que respecta a la plaga de los primogénitos. En una, Di-s dice: “como a la medianoche salgo Yo en el seno de Egipto”. En la otra, los términos son: “y pasaré por la tierra de Egipto en esta noche” La diferencia entre ambas es: ‘salgo’ implica una acción específica y dirigida hacia un lugar, mientras que ‘pasaré’ significa una acción casual, al transitar de paso por el lugar con otra intención y objetivo. En ése espíritu, explica Rashi la palabra ‘pasaré’, (basándose en las palabras del Midrash): “cual un rey que va de lugar en lugar, y en una pasada son golpeados todos”. El rey pasa por el lugar con otro objetivo, y de paso castiga a los pecadores.

UNA SALIDA CON EL OBJETIVO DE SALVAR

En aquella noche de Pesaj, tuvieron lugar dos sucesos: el primero, la salida especial por parte del Altísimo a lo más profundo de Egipto, con el objetivo de salvar al Pueblo de Israel. Y el otro, el castigo a los primogénitos egipcios, una acción considerada como de paso en comparación con el primer objetivo.

¿Cuál fue el objetivo de la salida de Hashem a Egipto? Estaba dirigida a salvar a aquellos judíos que estaban tan inmersos en la impureza de Egipto, hasta el punto que incluso en esa noche, cuando los judíos fueron encomendados por Di-s a ofrendar el sacrificio pascual y a no salir de sus casas, fueron éstos a las casas de sus vecinos egipcios, por cuestiones sociales.

A pesar de ello, Di-s descendió allí para marcar la diferencia entre los egipcios y estos judíos y salvar incluso a estos.

EL AMOR DE DI-S A SU PUEBLO

Este acto pone de manifiesto el intenso amor de Hashem al pueblo de Israel. Podemos imaginar cuál era el nivel espiritual de un judío, que a pesar de haber sido testigo de las nueve plagas que sufrieron los egipcios, y habiendo recibido la orden de Di-s de ofrendar el sacrificio pascual y permanecer en su casa esa noche, decide salir e ir a pasar el rato con los egipcios. ¿Existe acaso peor bajeza? Sin embargo, Hashem demuestra Su amor a Su pueblo y baja para salvar incluso a los más bajos del pueblo de Israel. Y lo llevó a cabo Di- s mismo- “Yo y no un ángel, Yo y no un serafín”- y yendo de casa en casa, por así decirlo, para extraer del seno de la impureza de Egipto a los judíos que estaban inmersos en ella.

SALIR Y ACERCAR

Debemos aprender de la acción del Altísimo cómo debe enfocarse la relación con otro judío. Hay quienes están dispuestos a enseñar Torá y acercar al prójimo al cumplimiento de los preceptos, pero siempre y cuando ese judío esté listo a venir al Beit Hamidrash, la Casa de Estudios, a estudiar y escuchar. Pero salir del Bet Hamidrash e ir hacia aquellos judíos que se encuentran en plena “impureza de Egipto”- ¡eso no!.

Nos enseña Hashem, que incluso por judíos como estos, sale Él mismo de su excelso “lugar de Gloria” y va hacia ellos a acercarlos y salvarlos. De la misma manera debemos ir nosotros al encuentro de incluso los judíos que estén en el nivel espiritual más bajo. Debemos llegar a su lugar y al nivel donde se encuentren, y contarles sobre el amor del Altísimo a ellos y acercarlos a la luz de la Torá. De esta misma manera, todos los judíos serán redimidos del exilio diaspórico “y serán recogidos ustedes, uno a uno, hijos de Israel”, cuando tenga lugar la verdadera y completa redención a manos de Mashíaj Tzidkeinu.

Likutei Sijot tomo 36, Pág. 45

Pollo a la miel

Pollo a la miel, apetitosa receta para disfrutar del pollo de una forma diferente. Si te gusta probar nuevos sabores esta receta es para vos.

Ingredientes:

1 pollo cortado en piezas.

4 cucharadas de miel.

4 cucharadas de jugo de Limón.

4 cucharadas de aceite.

4 cucharadas de salsa de soja.

Modo de preparar:

Se colocan las piezas de pollo en un recipiente con el pellejo hacia abajo.
Aparte se mezclan los ingredientes y se cocinan a fuego lento hasta que se disuelvan.

Se vierte esta salsa sobre el pollo y se hornea destapando durante una hora. Después se voltea las piezas de pollo, se bañan con su jugo y se siguen horneando hasta que doren.

¿Cómo te salió? Si te gustó, ¡compartila!

Técnicas de venta para mejorar la autoestima

A veces, entro en un comercio y en  medio de la conversación con el vendedor sé que no voy a comprarle nada. Sin embargo, hay otros que pueden venderme cualquier cosa…

¿Qué hace a un buen vendedor? En mi experiencia, es alguien con el talento de hacerme creer que yo, el cliente, soy la persona más importante en esta transacción, y que la venta se realizará sólo si es de mi interés. Incluso en caso que termine no haciéndola, siento que el vendedor interpreta mi “no” como: “no estoy todavía listo, pero pruebe de nuevo en el futuro”. Este reconocimiento y la focalización en el cliente y sus necesidades hacen a un vendedor exitoso.

Estas técnicas de ventas pueden ser adoptadas por padres que desean mejorar sus habilidades en relacionarse con sus hijos. Nuestro trabajo como padres es venderles a nuestros hijos su propia imagen. El primer punto de referencia para la autoestima de un niño –o la falta de ella- viene de lo que el niño cree que los padres piensan de él. Es por consiguiente importante convencer al niño que aunque no puede ser perfecto, igualmente es especial y está trabajando continuamente para adquirir más habilidades.

Un niño que no hace la tarea o tiene el cuarto desarreglado y se le dice repetidamente: “nunca haces la tarea” o “eres muy desarreglado” podría empezar a creerlo y es probable que empiece, tarde o temprano, a mantener esa expectativa. Por otro lado, podríamos decirle al mismo niño: “Eres una persona responsable, y estás aprendiendo nuevas habilidades cada día ejercitando cómo asumir tus responsabilidades para hacer tu tarea y cuidar que tu cuarto esté limpio”. Cuando fallan, debemos animarlos diciendo: “Intentaremos mañana de nuevo, para que puedas adquirir más habilidades en el futuro y ser la persona responsable que eres capaz de ser”. Declaraciones como estas animarán el ego positivo – la estima y el deseo de intentar la próxima vez con más fuerza.

Debemos tener presente que los niños tienen una habilidad especial de percibir si nuestra interacción con ellos es sincera o no.

Este principio de creer en la persona y no juzgar su futuro por sus conductas pasadas también es la llave a un buen matrimonio y a una relación de patrón-empleado eficaz. La actuación de las personas está normalmente basada en la fe y las expectativas que otros tienen de ellos. He visto calificaciones de niños en la escuela que suben o bajan drásticamente basadas en lo que percibieron que era la opinión del maestro acerca de ellos. Cuanto más positiva sea la opinión, mejor será la actuación del niño.

¡Pruébelo—funciona!

Por Yaakov Lieder

Un juego de platos

Antes de encontrarnos al Rabino Moshé Feller en 1962, éramos considerados judíos activos e incluso comprometidos. La mayoría de nuestros amigos eran judíos, nuestras familias eran judías, nuestros intereses incluían “cosas” judías, y nuestra perspectiva era judía. Leíamos libros judíos, escuchábamos música judía, poseíamos cuadros de Chagall en nuestra casa, y éramos miembros de una sinagoga Conservadora. Gail era la soprano principal en el coro de la sinagoga y yo era uno de los pocos miembros que asistía en las noches del viernes sin tener que ver con qué Bar Mitzvá se festejaba ese fin de semana. Probablemente éramos Sionistas, también. Contribuíamos regularmente con CUJA, etc.

Antes de que nos encontráramos al Rabino Feller, no me recuerdo haciendo algo deliberadamente, o absteniéndome deliberadamente de algo, porque y sólo porque era un Mandato de la Torá. Tales pensamientos nunca entraron en mi mente. Íbamos a la sinagoga, encendíamos las velas, comíamos gefilte fish y vestía un Talit porque era una tradición muy agradable. No hacerlo hubiera sido una declaración de rechazo, desinterés, o apatía. No me interesaba negar o ser desinteresado. No era parte de mi propia imagen. Por otro lado, no guardábamos el cashrut, ni nos abstuvimos de manejar en Shabat, o ninguna de esas cosas. No eran asuntos pertinentes. No jugaban ningún rol en mi sistema de valores. No protestábamos ni transgredíamos conscientemente, como se oye hablar de los socialistas judíos o los libre pensadores. Éramos, simplemente, “buenos judíos” que no deseaban alardear. Claro, sabíamos que algunos judíos evitaban la comida no casher y no manejaban en Shabat. (Había algunos de ellos en nuestra ciudad, entonces.) Y esas eran sus tradiciones y sus opciones. No pensábamos que estaban equivocados, sólo ligeramente atrasados en la evolución social.

Mirando atrás, pienso que nuestras vidas reflejaban la paradoja característica del judío secular moderno: interesado en las cosas judías pero básicamente ignorante; activo en círculos judíos pero limitado en la opción; comprometido con la comunidad, familia, profesión y el “pueblo judío” pero desconociendo la corporación que indica este compromiso. Y más que nada, bastante desprovisto de aprendizaje y experiencia que le permita discriminar entre lo importante y lo trivial, lo real y el fraude. Debe de haber habido miles como yo. Hay todavía.

El Rabino Feller me buscó porque yo era una estrella potencialmente creciente de la comunidad judía. Estaba intentando organizar su primer banquete y quiso que mi nombre -así como el de otros como yo- figurara en el comité de sus patrocinadores.

La historia de nuestra primera reunión se ha contado bastante a menudo (incluso se mencionó en la revista Time). Un extraño joven, barbado, de sombrero negro, recuerda antes del ocaso que no ha dicho sus oraciones de la tarde. Desatendiendo el hecho de que está en mi oficina y que él había pedido la cita, que estaba pidiendo un favor -se pone de pie, camina a la pared, se coloca un cordón negro alrededor de su cintura y procede a balbucear. Nunca olvidaré mi desconcierto y turbación. No sabía lo que él estaba haciendo o por qué. No sabía que los judíos oraban fuera de una sinagoga. No sabía que los judíos oraban por la tarde. No sabía que oraban en días de semana. ¡Y no sabía cómo alguien podía orar sin que le indicaran la página!

Había muchas cosas que no sabía. Pero desarrollé un interés concreto y afecto especial por este hombre que era tan agradable y tan diferente. Tenía reglas completamente diferentes para guiarse -tan esenciales y tan arcaicas. Ante todo, era comprometido y estable. Me agradaba eso.

En poco tiempo nos hicimos amigos -su familia y la nuestra. Discutimos, debatimos, nos visitamos, socializamos. Gail y yo nos impresionamos con la sinceridad y el calor genuino, pero pensábamos en ellos como anacrónicos – remanentes de un pasado, como fuera de tono con las realidades y necesidades del mundo americano moderno. No cambiamos nuestro estilo de vida por ellos. En cambio, seguíamos esperando que ellos cambien el suyo. Después de todo, casi todos los demás que habían tenido barba y sombrero lo hicieron finalmente.

Si intentó influir en nosotros durante esos primeros meses, debe haber sido un esfuerzo muy sutil. No había presión o demanda. Claro, ellos no comían en nuestra casa. Pero no era un signo de que algo estaba equivocado. Empezamos a estudiar juntos, pero nuestro progreso era imperceptible. Yo hacía demasiadas preguntas, demasiados axiomas desafiantes. No era un estudiante dócil.

Podría haber seguido así por mucho tiempo, si no fuera por nuestro viaje a Varsovia.

En el verano de 1963 fui invitado a participar, como miembro de la comisión americana, a una conferencia internacional en la investigación del espacio, en Polonia. En mi investigación había descubierto microorganismos viables en la estratosfera en un momento en el que el campo de exobiología estaba demasiado colmada de especulación y penosamente falta de datos biológicos. Cualquiera haya sido la razón real para la invitación, era una oportunidad. En 1963, visitar Varsovia y Europa Oriental era muy raro. Algunos de mis colegas profesionales no habían estado en Varsovia desde la guerra. Ninguno de mis amigos judíos tampoco.

Gail y yo dejamos a los tres niños con mis padres en Canadá y volamos a Varsovia. Era una visita triste. Por esos años la ciudad no se había recuperado aún de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial. La destrucción física era evidente en los montones de cascote que cubrían grandes secciones de la ciudad. La destrucción emocional era peor. El antisemitismo polaco que se había alimentado generosamente durante la ocupación alemana estaba nutriéndose ahora con el odio a los judíos de los nuevos amos: los rusos. Nos dijeron que había unos mil judíos en Varsovia: un grupo de comunistas judíos, algunos de los que nos encontramos en la oficina del periódico yiddish, más de un manojo de hombres viejos que asistía a los servicios en la única sinagoga que permaneció en pie; varios en las artes; y el resto que había vuelto de los campamentos después de la guerra y no quiso dejar sus muertos o sus recuerdos. Habían sobrevivido a la guerra y ahora estaban sobreviviendo a la paz.

Incluso veinte años después, todavía recuerdo el frío cuando atravesamos el área dónde estaba el ghetto judío. Se habían nivelado las paredes y todos los edificios. Los montones de piedra y maderas quemadas estaban allí. Pero uno podría ver las huellas del tranvía. Y era posible, con la ayuda de mapas que habíamos copiado de la literatura del Holocausto, reconocer las líneas callejeras originales, e incluso sus identidades. Podíamos encontrar nuestro camino al Umschlagge Platz, a la Calle de Mila y al antiguo cementerio judío.

Me recuerdo llorando en la tumba de I.L. Peretz, el gran escritor judío. Recuerdo haber llorado a los montones de tierra que cubrían las tumbas colectivas. Recuerdo haber caminado mucho y llorado mucho. Ésta, después de todo, era la herencia judía que conocía. Allí estaba mi casa o mi tumba. Éste era el fin del Socialismo idishista sionista que el Judaísmo europeo conoció. Me había afectado más Varsovia que Iad Vashem, Museo del Holocausto, en Jerusalén, diez años después. Ese es un museo, una lección de historia, una urna, un despliegue aséptico. Varsovia era muerte y aniquilación cultural.

Sobre todo, me pregunté cómo se sentía Gail. Después de todo, yo era producto de una cultura más tradicionalista de Winnipeg. Ella venía de la cultura estéril de los templos Reformistas de California del sur. Peretz, Sholem Asch y Varsovia eran parte de mi educación.

Lo supe el sábado a la tarde. Tuvimos visitas -un judío polaco y sus dos niños- que habíamos encontrado en el cementerio e invitamos para el té. Habíamos oído que había una escuela judía y queríamos saber más. El niño de siete años no sabía nada. El de once, orgullosamente recitó la suma total de su conocimiento judío: las cuatro preguntas de la Hagadá de Pesaj. Bebimos el té. Les di un regalo y mi tarjeta comercial y se fueron. Nosotros dos lloramos. El fin de siglos de la creatividad judía de Varsovia era un muchacho que apenas podía tartamudear “Ma Nishtaná”.

Gail reaccionó. Sentada en su cama donde había estado llorando, como un rayo pronunció las palabras más firmes que le había oído decir en nuestros siete años de matrimonio:

“No sé lo que piensas y en realidad no me importa, pero yo he tomado una determinación. En cuanto volvamos, voy a pedirle a Moishe que haga casher nuestra casa. Somos los únicos que quedamos. No hay nadie más. Si lo perdemos, si no lo hacemos, si nuestros niños no saben sobre ello, no habrá más judíos. Puedes hacer lo que quieras. Pero nuestra casa va a ser casher.” 

Era una proclamación desafiante. Los cuadros, los libros y la música no eran suficiente. Ella pensó transformar la casa orgánicamente, en su mismo ser. Es más, cumplió con su palabra. Cuando llegamos a Minneapolis, a la primer persona que llamó fue al Rabino Feller, y él estaba dispuesto a cumplirla también.

No recuerdo todo los detalles. Pero recuerdo la mirada asustada en su cara cuando miró por primera vez dentro de nuestro refrigerador. Para este dulce hombre joven, recién salido de la Ieshivá, no casher significaba una cicatriz en la pleura de un animal faenado; o una gota de leche en cincuenta gotas de sopa del pollo. La presencia de carne de cerdo real y mariscos debe haber sido shockeante. Pero poco a poco “puso nuestra casa en orden”. Nos presentó a un carnicero casher; nos enseñó a buscar el sello de cashrut en la comida empaquetada; pasó horas hirviendo los cubiertos de plata y utensilios de metal; supervisó el ‘sopleteo’ de nuestro horno; la señora Feller ayudó a Gail a comprar platos nuevos.

Un solo ítem le dio problemas: un carísimo juego de loza inglesa que habíamos recibido como regalo de boda de mis hermanas de Canadá. Era un juego bonito y sin duda, una de nuestras posesiones más preciosas. Gail estaba deseosa de “casherizar” los platos. Deseaba usarlos para Shabat. Estoy seguro de que el proyecto entero habría fracasado si le hubieran dicho entonces que la única manera de casherizar la loza, incluso la loza inglesa, es rompiéndola. Él no tenía corazón para destruir nuestra loza. O quizá fue un buen psicólogo. Cuando descubrió qué comidas se habían servido en ellos, sugirió que los guardáramos. “No los usen hasta que pregunte por esto en Nueva York. Alguien en Nueva York debe tener más experiencia que yo con cosas así.”

Los platos fueron guardados. Cada vez que él volvía de un viaje de Nueva York, Gail preguntaba si había averiguado. Y cada vez se había “olvidado”. Pero lo recordaría la próxima vez. Entretanto, “Guárdenlos en un lugar seguro. No los usen”

Esto siguió durante meses; durante años. La loza estaba guardada pero nunca fue usada. Seguimos esperando el consejo del experto que nunca vino. De algún modo, la vida siguió adelante sin los platos.

Nos acercamos mucho a los Feller durante esos años. Despacio la transformación que empezó en la cocina pasó a otras áreas de nuestra vida. Rabi Feller nos presentó al Rebe de Lubavitch, y empezamos a crecer en la observancia de las mitzvot. Gail dejó de cantar en el coro de la sinagoga; Yo empecé a ponerme -al principio esporádicamente- los Tefilín, después más regularmente. Dejé de manejar en Shabat. Dejamos de comer en McDonalds. Un Shabat, no encendimos la televisión. Compramos un par de tzitzit para nuestro hijo pequeño. Nos cambiamos a una sinagoga con mejitzá que separa a los hombres de las mujeres. Gail empezó a ir a la mikve ( baño ritual). Unos pasos adelante; un poco recayendo; y más pasos adelante. 

Pero la loza inglesa permanecía en el armario. Hasta que un día, vine a casa de la universidad, y se había ido. Sucedió después de una serie de abortos traumáticos y melancólicos. Antes de observar las leyes de pureza familiar, no teníamos ninguna dificultad para tener niños saludables y normales. Pero cuando comenzamos con la mikve empezamos a tener problemas -tres abortos en cuatro años. Gail estaba triste; Yo estaba triste. Nuestros amigos nos confortaron. El Rebe escribió cartas de estímulo a Gail -cartas privadas que todavía no he leído. Pero cuando vine a casa aquel día singular, ella estaba sonriendo otra vez:

“Tomé la loza y se la vendí a Dorothy (nuestra vecina no judía).Tomé el dinero y compré este sheitel (peluca). ¿Qué piensas?”

Todos esto pasó hace aproximadamente 15 años. En 15 años se compra y desecha muchos sheitlaj. Nuestras dos hijas mayores crecieron y se casaron. Viven con sus maridos y sus propios niños en Jerusalén. Nuestro hijo pequeño completó sus estudios rabínicos recientemente en la Ieshivá de Lubavitch en Montreal. Tuvimos dos niños más desde entonces – y son el deleite de nuestra edad madura. Hemos crecido, ambos, personal y “profesionalmente”.

Y tenemos otro juego de loza inglesa del que comemos cada Shabat.

Por el Profesor Velvl Greene

La idishe mame moderna

El amor por los hijos, descrito de un modo un tanto exagerado, el cuidado por la salud física al extremo de recordarle al hijo de 35 años que no olvide ponerse el saquito, cierta manipulación edípica hacia el hijo varón, sobre todo, por celos al afecto de él “por otra mujer”, la sobreprotección por la hija mujer, el rol de víctima y su obsesión perfeccionista por la limpieza y la cocina han creado un combo repetido a lo largo de cientos de anécdotas, con psicoanalistas y diván incluídos.

Pero, ¿es eso en realidad una madre judía? Y, en la época actual ¿existen todavía madres así? ¿Son de esa clase las nuevas generaciones de madres judías, que además de ser madres, tienen un trabajo o profesión y se comunican con los hijos y con el mundo por medio de Internet? ¿O las ídishe mames están condenadas a desaparecer tragadas por los nuevos modelos de conductas no judías y llevadas de la mano por la moderna tecnología?

De mi personal inquietud, que me condujo a observar el comportamiento y modos de desempeñar el rol maternal en las nuevas generaciones de madres judías jasídicas, he descubierto entre muchas otras cosas que,

  • a–  Estas actuales ídishe mames no atiborran de comida a sus hijos, les enseñan a comer sano.
  • b–  Se preocupan por la salud física de los suyos, pero le dan igual o mayor importancia a su salud espiritual y emocional.
  • c–  No intentan que sus hijos se apeguen a ellas como si fueran ídolos, sino que se apeguen a Di-s.
  • d–  No tratan de que sus hijos dependan de sus cuidados, sino que aprendan a cuidarse por sí mismos y a ser independientes.
  • e–  Les enseñan con su ejemplo a ser ídishe miembros del pueblo de sus antepasados y a vivir guiados por las claras reglas judías de conducta.
  • f–  Les enseñan a ser respetuosos con los mayores, siéndolo ellas mismas.
  • g–  Tienen un gran colaborador que generalmente participa en todo, el ídishe Tate.

He visto ídishe mames y jasídishe mames (¿existen madres más judías que ellas?), que raramente cocinan knishes de papa o kneidlaj, a veces ni siquiera se saben las recetas tradicionales, pero sí realizan menús con muchas verduras y frutas para cubrir los aportes de vitaminas y minerales de sus hijos.

Lo primero que hacen cuando despiertan a los chicos por la mañana es enseñarles a recitar el “modé aní” y a continuación a realizar el lavado de manos y la bendición correspondiente, entonándolas con melodías infantiles, a veces populares y a veces compuestas por ellas mismas. Por la noche, “vamos a decir Shemá”, significa que es hora de ir a dormir y no hay discusión porque es el momento especial con mamá o papá.

Autora:

Dra. Betty Katz

Una mezcla de bestias salvajes

Las primeras tres plagas con las cuales Di-s castigó a los Egipcios fueron Sangre, Ranas y Piojos. Cuando les advirtió sobre la cuarta plaga de los animales salvajes, el Todopoderoso declaró:

…”Y en ese día, haré distintiva la Tierra de Goshen, en donde mi pueblo vive, y no habrá mezcla de animales salvajes”(Éxodo (8:15)

Cuando las primeras tres plagas fueron discutidas, ¿por qué la Torá no dijo explícitamente que no afectaron a los Judíos? Si fue tan obvio que no era necesario ser especificado, entonces ¿por qué la Torá sí lo hace con la cuarta plaga?

Algunos comentaristas explican que las primeras tres plagas sí afectaron a los Israelitas. Otros, sin embargo, dicen que esto no es posible, ya que si hubiera sido así, entonces, ¿cómo forzarían a Paró a que decida sacar a los Judíos de Egipto?

Según Rashi, el simple texto nos dice que los Judíos sí sufrieron de las primeras tres plagas. El propósito de las primeras dos (sangre y ranas) era para atacar al dios de los Egipcios, por lo tanto, era esencial que la plaga fuera ilimitada, afectando también el Nilo, incluso en el asentamiento de Goshen donde se encontraban los Judíos. Porque si el “dios del Nilo” no hubiera sido afectado allí, entonces Paró podría haber pensado que el Nilo en Goshen es más poderoso que Di-s.

El mismo razonamiento se aplica para la tercera plaga, que el propósito era mostrarle a Paró que la plaga no era trabajo de magos, sino de Di-s. Si los piojos hubieran afectado solo una parte de la tierra, los hechiceros hubieran pensado que era obra limitada de hechiceros humanos (Moisés y Aharon).

La cuarta plaga, mezcla de animales salvajes, no era para mostrar la impotencia de los dioses Egipcios y hechiceros, por lo tanto, no era necesario que afectara a todos los habitantes. Aquí Di-s declaró:…”Voy a distinguir la Tierra de Goshen etc…”

Con la llegada de la plaga de la mezcla de animales salvajes, a algunos podría haberle parecido que el Todopoderoso había eliminado todas las barreras naturales, límites y distinciones. Animales de naturalezas completamente diferentes, inherentemente hostiles entre sí, estaban ahora dando vueltas juntos, ¿no podría decir esto que la diferencia inherente entre el Judío y no-Judío también había sido abolida?

Para anular completamente esta suposición, Di-s declaró: “Haré una separación entre mi pueblo y tu pueblo”, ¡no solo entre Paró y Moisés, sino también entre cada Egipcio y Judío, incluso aquellos que no quisieron salir de Egipto!

La lección es clara. Hay una plaga de “mezcla” y confusión en el mundo. Límites naturales y distinciones han sido rotos, la asimilación, la línea entre nuestra nación y otras. Nunca antes hubo tanta necesidad de intensificar la distinción, y de implementar la declaración del Todopoderoso.

Por: Yitsjak Meir Kagan

Parashá en sintensis: Vaerá

La política del Faraón de Egipto cambió luego de la muerte de los hijos de Iaakov: los judíos se fueron asimilando al medio ambiente egipcio, perdiendo el respeto por sí mismos y, a la vez, su identidad. La única tribu que no se asimiló, siguió circuncidando a sus hijos y no obedeció el decreto de trabajos forzados fue la tribu de Levi, que además permaneció en la región de Goshen, donde vivían los judíos en tiempos de Yosef.

Amram y Yojevet, ambos de la tribu de Levi, tuvieron tres hijos: Aharón, Miriam y Moshé.

Amram es uno de los cuatro tzadikim o justos que mueren sin haber pecado. Los otros tres

fueron: Biniamín, hijo de Iaakov; Yishai, padre de David y Kilav, hijo de David con Avigail.

Moshé, al igual que Iaakov y Iosef, nace circuncidado, característica ésta propia de los

tzadikim (hombres piadosos). 

El nombre que recibe Moshé de sus padres es Yekutiel; sin embargo, en la Torá se le nombra como Moshé (nombre que le puso la hija del Faraón por sugerencia de Yojevet).

Después de que Moshé es dejado en el Nilo, cesa el edicto de matar a los recién nacidos judíos, por cuanto los astrólogos avisan al Faraón que el Redentor de Israel había sido echado al río. 

Moshé se destacó por su alto sentido de justicia, su humildad y la empatía que tenía con su pueblo. Fue uno de los 48 profetas más notables y poseyó el nivel más alto de profecía, pues Di-s le habló “cara a cara”.

Di-s se le apareció por primera vez a Moisés, desde la zarza ardiente – arbusto que ardía y no se consumía por el fuego – para decirle que hablara con el Faraón, a fin de que dejara salir de Egipto al Pueblo Judío. Este arbusto no estaba ubicado en el Monte Sinaí.

La zarza ardiente nos enseña que la Presencia Divina está en todas partes, aún en las cosas más insignificantes, y además, que el Pueblo Judío no será nunca devorado por el fuego (enemigos), ni durante el exilio de Egipto, ni en los siguientes. 

En Midian, Moisés se casa a los setenta y siete años de edad con Zipora, hija de Yitró y tiene con ella dos hijos: Guershon, cuyo nombre deriva de guer (extraño fui en tierras de idólatras) y Eliezer. 

Di-s se le aparece a moshé y le dice que anuncie al Pueblo Judío su redención. 

Di-s en esta ocasión se aparece con Su nombre trascendente, formado por las cuatro letras: yud, kei, vav, kei, indicando que la salida de Egipto es parte del Plan Divino general. 

En el resto de la Parashá se describen las siete primeras plagas que mandó Di-s a Egipto para que el Faraón dejara salir a los judíos. Estas plagas fueron: sangre, ranas, piojos, bestias feroces, pestes, sarna, granizo. Las plagas invadieron todo el país, menos la región de Goshen.

Las tres primeras plagas fueron ejecutadas por Aharón y no por Moshé, ya que éste sentía especial gratitud por las aguas del Niño, que habían participado en su salvación. Ello nos demuestra la importancia de la gratitud como uno de los pilares de la sociedad: debemos conservarla no obstante el paso del tiempo y las circunstancias. 

La primera plaga, “sangre”, estuvo dirigida contra una de las características reinantes en Egipto, que era la frialdad e indiferencias frente a Di-s, simbolizada por las frías aguas del río Nilo, que los egipcios adoraban como un dios. 

El primer paso hacia la libertad fue atacar “las aguas del río”, la frialdad mortal, y convertirlas en “sangre”, que representa la calidez, la vitalidad y la santidad. 

El mensaje para nuestros días es que debemos combatir la frialdad, la indiferencia y la apatía hacia nuestro judaísmo.

Una lección de liderazgo

Cuando Moshé pastoreaba un rebaño de ovejas de su suegro, un corderito se le escapó…

Moshé lo siguió y lo encontró bebiendo de una pileta de agua. Dijo, “veo que te escapaste porque estabas sediento. Ahora, si corriste todo este trecho, debes estar cansado”. Entonces lo cargó a su hombro y lo llevó de vuelta hasta el rebaño.

Dijo Di-s, “Tú (Moshé), que cuidaste al corderito con tanta misericordia, serás un líder compasivo para Israel, mi rebaño”. Más temprano en la vida de Moshé, la Torá nos cuenta que mientras él era aún un príncipe en el palacio del Faraón, vio a un compañero judío en problemas e inmediatamente intervino para salvarlo.

Del antedicho Midrash podemos observar las características de un verdadero líder judío. Como Moshé, no solo debe preocuparse por el destino de la nación como un todo, sino también por cada Judío como individuo. Cuando un Iehudí se extravía, el líder no ve a un rebelde, sino a una persona que está sedienta de Torá y lo provee con los medios que apaguen esa sed.

Más adelante, Moshé podría haber continuado su vida confortable, mas abandonó el palacio para ayudar a otros judíos. Similarmente, un verdadero líder judío no se contenta con encerrarse en el confortable medio ambiente de su propia comunidad. En lugar de esto, se expande hacia todos los judíos, incluidos los corderitos perdidos. .

¿Jasidim en Katmandú? Mark no podía creer lo que veía. Él llegó a éste en el Himalaya para “encontrarse a sí mismo”. En este reino Hindú y Budista entre la India y el Tibet, esperaba “encontrar su alma”. Sorpresivamente, se encontró a sí mismo cara a cara con dos jóvenes, barbados: Jasidim.

En Katmandú, sin sinagoga, con una población judía permanente de cuatro familias, los Lubavitchers organizaron un Seder para 500 judíos. Allí, Mark encontró su alma. Así sucedió con otros en lejanos lugares como Bangkok, Singapur, Guayaquil, Cochabamba, Pueblo Cazes. ¿Qué es lo que los hace a los Lubavitcher aunque sea pensar en esos recónditos lugares?

¿Jóvenes judíos que se muden a la ex Unión Soviética? Con la llegada de la Perestroika, el único movimiento clandestino que mantuvo intacta la llama del judaísmo bajo las circunstancias más adversas, salió ahora a la superficie. Cientos de  instituciones educativas se establecieron allí y docenas de emisarios se han radicado allí. ¿Por qué han abandonado el confort de occidente para mudarse a Rusia?

¿Miles de  centros alrededor del mundo? ¿Cuál es la fuerza inspiradora detrás de estos establecimientos?

Esa fuerza es Rabí Menajem Mendel Schneerson, llamado simplemente el “Rebe” por sus decenas de miles de jasidim y por sus centenas de miles de admiradores. Su genio se muestra en cada aspecto de la Torá, y su formidable inteligencia en matemáticas y ciencias ha asombrado incluso a los expertos en esos campos.

Por decenas de años el Rebe ha enviado a jóvenes a establecer centros de Torá y actividades judías. De este modo, la influencia del Rebe se ha extendido más allá de la comunidad de Lubavitch hacia la corriente principal de la vida judía. Para estos incansables hombres y mujeres, reforzados por su fuerza e inspirados en su fe, nada ha sido muy dificultoso por alcanzar.

Que todos tengamos el mérito que se complete su mayor aspiración: ¡la llegada del Mashiaj pronto en nuestros días!

Por Rabi S.Wilschansky

Un par de Tefilín muy especial

En los años 80, Rabí Aharon Ceitlin de Israel visitó Rusia. Un día, en la sinagoga de Moscú, se encontró con un Shojet (matarife ritual) que cuando oyó el nombre de Rabí Ceitlin preguntó: “¿Es pariente del Ceitlin que fue arrestado hace 50 años en Berditchev?”

“Sí” Rabí Ceitlin contestó. “era mi padre Z’L”

El joven, Moshé Tamarin, le contó la siguiente historia: “Hace unas semanas, recibí una llamada de un hombre anciano, Reb Refoel Brook, pidiéndome que enviara un shojet a su ciudad antes de las fiestas. Me dijo que había 15 familias judías en Saratov que comían kasher.

Fui allí. El viaje duró 17 hs en tren. Cuando terminé la shejitá de los pollos, el hombre me mostró un par de tefilín que tenía. Eran muy viejos y estaban en mal estado. Me preguntó si podía llevarlos a Moscú para verificar y ver si eran kasher”

“¿Por qué usa un tefilín tan viejo?” le pregunté. “Puedo conseguirle otros mejores”

Tengo otro tefilín que uso todos los días. Pero estos tefilín son muy especiales. Los llamo “los Tefilín del Mesirut Nefesh (auto sacrificio)…”  Y me relató: “Hace muchos años, junto a otros cinco muchachos estudiábamos en la Ieshivá clandestina de Lubavitch en Berditchev. Las condiciones de la ‘Ieshivá’ eran casi insufribles. De noche, buscábamos un sótano o un vagón de tren abandonado para dormir. Nos alimentábamos mal, pero estábamos dispuestos a sufrir para estudiar Torá.

Una noche decidimos quedarnos en la sinagoga. Era el Iortzait de Rabí Shneur Zalman de Liadi [fundador de Jabad y autor del Tania]. Después de cubrir todas las ventanas para que nadie vea desde afuera, colocamos un mantel blanco en la mesa y empezó el Farbrenguen.

Escuchamos del maestro historias y conceptos profundos de filosofía jasídica. Las melodías que cantamos nos transportaron a un mundo sin miedo.

De repente, se oyó un golpe fuerte en la puerta. ‘¡Abran!’ gritó una voz en ruso. En unos segundos nos escondimos en diferentes lugares.

Cuando los agentes entraron, nos encontraron rápidamente y nos arrestaron. La excusa que habíamos preparado era que éramos todos huérfanos. Después de unos días nos enviaron a un orfanato estatal en las afueras de la ciudad. Nos advirtieron que si continuábamos estudiando Torá y observando Mitzvot nos castigarían. A pesar de las palizas, no comimos comida no kasher.

Entretanto, los jasidim locales hicieron todo lo que pudieron para liberarnos. Usábamos el paseo diario que se nos permitía, para orar en la tumba del Rabí Levi Itzjak de Berditchev. Una vez, un hombre pasó y tiró un papel. La nota informaba que había un par de tefilín oculto en un cierto árbol del bosque. También recibimos Sidurim y otros textos.

Desde entonces salíamos en parejas al paseo. Pasábamos por el árbol y, con gran mesirut nefesh, nos colocábamos Tefilín.

Un mes después encontramos una nota. Nos teníamos que preparar para escapar en cierta fecha. Según el plan, escapamos al bosque donde alguien nos estaba esperando con boletos de tren a Kiev. En Kiev, nos separamos a diferentes Ieshivot Tomjei Tmimim.

“Estos son los tefilín que nos pusimos en el bosque…”

Moshe Tamarin recordaba que uno de los nombres que Reb Refoel había mencionado era Iehoshua Heshel Ceitlin.

El Rabino Ceitlin se emocionó. Su padre le había contado la historia del Tefilín. Su padre recordaba los nombres de los otros cinco muchachos pero sólo conocía el paradero de cuatro de ellos. Lamentaba no saber lo que había pasado con Reb Refoel. El misterio del paradero del sexto muchacho estaba resuelto ahora – gracias a un especial par de tefilín.

El Rabino Ceitlin no podía compartir las noticias con su padre, pues había fallecido dos años antes. Pero decidió que contactaría a Reb Refoel.

Después de mucho esfuerzo, Rabí Ceitlin pudo localizarlo por teléfono. La emoción de ambos era inmensa. El Rabino Ceitlin instó a Reb Refoel a abandonar Rusia. Pasaría sus últimos años en un ambiente de Torá y con sus “viejos amigos.”

“¿Quién cuidará de las 15 familias judías de aquí si me voy?” Reb Refoel le preguntó a Rabí Ceitlin.

Cuando Rabí Ceitlin avisó a los amigos de su padre que había encontrado a Reb Refoel se entusiasmaron y organizaron su visita. Desgraciadamente, como el propio Reb Refoel había sospechado, la emoción era demasiado grande y falleció días antes de que se realizara la reunión.

(Adaptado del Sijat Hashavua)