El Pozo de Miriam y las Nubes de Gloria de Aarón

En el mérito de Miriam, Di-s proporcionó a los Hijos de Israel agua de un pozo que los acompañó en sus viajes durante los 40 años de su peregrinación por el desierto. También estaban protegidos por las “nubes de gloria” que los rodeaban dondequiera que iban, en mérito de Aarón, hermano de Moshé. Parshat Jukat, cuenta la muerte de Miriam y cómo el pozo que Di-s había dado a los judíos en su mérito dejó de fluir cuando falleció. La Torá relata que los iehudim vinieron a Moshé y Aarón y se quejaron.   Di-s hizo fluir el pozo una vez más, esta vez en el mérito de Moshé. Si nos adelantamos un poco a la muerte de Aarón, vemos que los iehudím no estallaron en llanto y queja cuando fueron quitadas las nubes de gloria. Estas nubes no eran menos necesarias en el desierto que en el pozo, ya que protegían del sol y de los vientos del desierto, abrían el camino ante ellos, mataban a las serpientes y escorpiones, y mostraban en qué dirección viajar. ¿Por qué no protestaron tan enérgicamente como con la remoción del pozo de Miriam?

 

Nuestros Sabios dicen que, en realidad, había dos tipos de nubes. Un tipo los protegía de los elementos peligrosos, y el otro, tenía el único propósito de “gloria”: demostrar el honor y estima que Di-s tenía a Israel. El último tipo de nubes fueron las que cesaron después de la muerte de Aarón. Las nubes que eran necesarias para el bienestar de los judíos en el desierto nunca fueron retiradas y continuaron protegiéndolas como antes. Los judíos no protestaron después del fallecimiento de Aarón porque no necesitaban las nubes de gloria para su supervivencia en el desierto.

 

La pregunta sigue siendo: si Di-s hizo que el pozo de Miriam fluyera nuevamente en el mérito de Moshé, ¿por qué no restauró las nubes de gloria que fueron removidas después de que Aarón falleció? ¿No era Moshé suficientemente grande como para merecer esto también?

 

Di-s proporcionó el pozo y las nubes de gloria debido a los méritos personales de Miriam y Aarón. Cuando fallecieron, dejaron de existir. Este no fue el caso, sin embargo, con Moshé, el pastor del pueblo judío, que cuidó de las necesidades de su rebaño. Cuando los Hijos de Israel requerían algo, Moshé estaba allí para proporcionarlo, no por su mérito personal, sino porque era necesario para ellos.

Es por eso que el pozo fue restaurado, mientras que las nubes de gloria no lo fueron. La gente necesitaba beber, pero en realidad no necesitaba las nubes, que eran solo en su honor. Moshé, en su papel de líder, se aseguró de que los judíos no sufrieran por la falta de agua. Vemos en esto la grandeza de un verdadero líder de Israel, cuya preocupación radica únicamente en satisfacer las necesidades físicas y espirituales del pueblo judío. La devoción de Moshé fue tan grande, que los judíos continuaron comiendo el man, que cayó en su mérito, 14 años después de que él falleciera.



El día menos esperado llegó

Recuerdo haber escuchado la noticia, el domingo por la mañana (horario en Israel), y correr hacia el aeropuerto. Había llegado al cementerio horas después del funeral.

Nosotros (mi señora, mi hija de 20 meses y yo) habíamos traído nuestra ropa en una mochila, ya que teníamos pensado regresar a Tel Aviv esa misma noche. Nos quedamos siete días, de los cuales la mayoría de ellos los pasé en la oficina en 770, Eastern Parkway trabajando en un número de “Week in Review”, un resumen semanal de las enseñanzas del Rebe que editaba en ese momento. Recuerdo haber observando con asombro lo que estaba sucediendo, y lo que no, en la comunidad de Jabad-Lubavitch.

Casi todo lo imaginable estaba sucediendo, a excepción de lo previsible y natural que todo el mundo esperaba que ocurriera. Había conmoción e incredulidad, dolor y agonía. Habían desacuerdos y muchas respuestas sin responder.

Pero no había desesperación, ni tampoco parálisis. Cada uno de los emisarios del Rebe, discípulos y seguidores se preguntaban a sí mismos: “¿Qué debería estar haciendo?” y lo hacían.

Recuerdo haber pensado: El Rebe, quien ha redefinido prácticamente cada aspecto de la vida, también ha redefinido la muerte.

Así era el camino del Rebe. Él podía, por ejemplo, considerar el concepto de “trabajo”. Con pasos seguros, aprovechando la sabiduría de la Torá y la verdad de la experiencia cotidiana, demostraría que el trabajo es igual a la creatividad, la creatividad es igual a la sociedad humana con el Creador, y la asociación humana con el Creador es la razón de ser de la vida humana .

Esta verdad, por supuesto, se dijo hace miles de años por el Versículo: “El hombre ha nacido para ir a trabajar”. Pero esa declaración, que siempre nos ha atascado como un melancólico hecho de la vida, se convirtió, en manos del Rebe, en la clave para la comprensión de lo que nos hace funcionar y lograr satisfacciones en nuestros labores diarios.

 

Él hizo lo mismo con “matrimonio”, “amor”, “lluvia”, etc. El solía tomar un fenómeno natural, una curiosidad cultural, una actividad diaria, y cuando terminaba de analizarlo y aplicarlo, era algo diferente. No, era la misma cosa que siempre fue, pero en la claridad de su visión, su esencia era expuesta, revelando cuán escasa y superficial era nuestro concepto previo.

En una de sus charlas, el Rebe citó el dicho Talmúdico que “El sueño es la sexagésima parte de la muerte”. Bueno, dijo el Rebe, si el sueño es una forma de muerte, entonces la muerte es una forma de sueño. El sueño no es una terminación o incluso una interrupción de la vida, es un momento de Fomento, el cual el cuerpo y el alma recuperan sus energías para levantarse fresco y renovado el próximo día. Así es la muerte. La muerte, dijo el Rebe, es un “descenso en aras de subir”.

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? La preguntas sin responder siguen sin respuesta. Pero sabemos lo que debemos hacer, y lo estamos haciendo. Puedes verlo por ti mismo, si resides en el planeta tierra, probablemente te encuentres a poca distancia de un Centro de Jabad Lubavitch.

El Rebe nos ha entrenado bien.

Por: Yanki Tauber



La Torá y la mujer

En la Parshá de Itró la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, por medio de Moshé Rabeinu. 

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé: “Así hablarás a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel”. ¿Quién es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: “se refiere a las mujeres”. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito “y dirás”, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablarás debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. “Encabezamiento de los preceptos” no se refiere a la parte “fácil” sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros “Yo Soy Di-s…” y “No tendrás otros dioses” son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la raíz de los 248 preceptos “ de hacer” y el segundo de los 365 de “no hacer” (véase Tania I cap. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashiaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavitud por el mérito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, “ como en los días que saliste de Egipto os mostraré maravillas”, también el Mashiaj vendrá en mérito de las mujeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashiaj, quien nos revelará a todos la “regla general” de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, tomo 31, pag 93.

Una historia de amor en Shavuot

Dr Abraham Twerski es un renombrado psiquiatra y rabino que trasciende de una distinguida estirpe de líderes jasídicos. Además fundó y dirige exitosamente centros de rehabilitación para drogadictos en Pittsburgh y es autor de libros populares de auto-ayuda. En Shabat y Festividades, se encuentra en su hogar, donde recibe invitados que comparten las comidas festivas con su familia. Durante las mismas, relata interesantes anécdotas Jasídicas que le fueron transmitidas de generación en generación- legados de la tradición oral judía.

Durante una cena sabática, cuando el Rabino concluyó una de sus narraciones, uno de los invitados sugirió respetuosamente: “¿Por qué no recopila estas historias en un libro? Son tan conmovedoras, y me es difícil recordar los detalles cuando quiero relatarlas”. El Dr Twerski permaneció en silencio unos instantes y dijo: “Yo solía decir lo mismo a mi tío”.

Más tarde, ese año se publicó el primer tomo de “Generación en generación”. En Venice, California; Marilyn recibió una copia del libro del Dr Twerski como regalo. Tenía algo más de treinta años, era divorciada y criaba a su hijo, David. Pertenecía a una familia poco tradicionalista, y era muy escaso lo que conocía acerca de judaísmo. Por recomendación de una amiga asistió a varios cursos, lo que provocó que comenzara a frecuentar la Sinagoga y estudiar Torá. Pronto incorporó a su vida varias prácticas religiosas, como ser el comer casher y observar el Shabat. Marilyn era una conocida disertante en el campo de nutrición para deportistas. En junio de 1986 debía exponer en Atlantic City y, en su vuelo de regreso todo se complicó. En su itinerario debía hacer una escala en Filadelfia y otra en Pittsburgh, abordando allí su avión a Los Ángeles. Quería volver a casa y encontrarse con su hijo David, que saldría de campamento el domingo. Pero al acercarse a la puerta de embarque en el aeropuerto de Filadelfia, oyó que desde el altavoz repetían: “El vuelo 181 a Pittsburg será demorado 15 minutos debido al mal tiempo. Pedimos disculpas por la molestia”.

“¡Oh no!” dijo Marilyn, y sintió pánico al mirar su reloj. Afortunadamente, aún le quedaba tiempo para alcanzar su conexión a Los Ángeles. Mientras aguardaba impacientemente, hubo otro anuncio: “El vuelo 181 a Pittsburgh será demorado otros veinte minutos”.

Su desesperación era terrible. Ahora temía perder su vuelo de enlace. Y de pronto descubrió que no tenía solución alguna. Como judía observante no viajaba Shabat o lom Tov, pues la ley judía lo prohíbe. Con la caída del sol ese día (era miércoles) comenzaba la festividad de Shavuot, y a continuación seguía Shabat. ¡No podría viajar hasta el sábado a la noche! Todo parecía derrumbarse. Debía ayudar a David a empacar… Y aunque su hijo estuviera en casa de amigos, ¿dónde estaría ella los tres próximos días observando adecuadamente la festividad y el Shabat? Mientras tanto anunciaron que el vuelo 181 debía abordar. Viajó rezando para lograr alcanzar su avión a Los Ángeles. Al arribar, corrió desesperadamente al mostrador, para confirmar que su vuelo ya había partido.

Se paralizó por unos instantes. Lloró, sintiendo impotencia. Luego de unos minutos se calmó y llamó a su Rabino en Los Ángeles. “Quédate en Pittsburg durante los días de Shavuot y Shabat” – le aconsejó. “Nos encargaremos de tu hijo. Encuentra una familia judía que te aloje”. 

Como no tenía conocidos en Pittsburgh, intentó llamar a las sinagogas locales, pero debido a la proximidad de lom Tov ya nadie se hallaba en las oficinas. Probó suerte con otras organizaciones judías. No halló nada. El pánico comenzó a apoderarse de ella. Revisó su billetera; casi no tenía dinero. Nunca se había sentido tan desprotegida.

De pronto, recordó el nombre de Abraham Twerski, el autor del libro “Generación en generación”. ‘Él vive en Pittsburg y tiene un centro de rehabilitación. ¡Debo encontrarlo!’ se dijo. Tomó un taxi a la clínica de Twerski, gastando prácticamente todo el efectivo que llevaba consigo. Halló su oficina, pero estaba vacía. En la clínica se encontraba un médico asociado. “¡Necesito el teléfono particular del Dr Twerski! dijo Marilyn. “Lo siento, no puedo dárselo” dijo el médico. Ella trató de explicarle, pero debido a su frenética manera de expresarse, sólo logró poner nervioso al doctor.

“¡Por favor, el Rabino comprenderá!” suplicó Marilyn “Usted debe ayudarme” La angustia de la mujer era tan genuina que el médico decidió llamar al hijo del doctor Twerski. Éste hizo todos los arreglos para que Marilyn se alojara en la casa de una familia judía vecina de los Twerski. A los 20 minutos, el hijo del Doctor la pasó a buscar y la llevó a la casa vecina. No había palabras para agradecer todo lo realizado. 

La anfitriona de Marilyn la recibió cálidamente en la puerta. El aroma a jalá recién horneada flotaba en el ambiente. “Bienvenida, permíteme que te muestre tu habitación”. Subieron la escalera y la dejó descansar. Ya más tranquila, pero preocupada por su hijo, llamó a una amiga para que verifique que todo esté en orden. Luego llamó a David y le relató lo sucedido. Después se refrescó y bajó al comedor. El espíritu festivo era palpable y contagioso. Encendió las velas de lom Tov junto a las otras mujeres de la casa, que luego aguardaron a que los hombres regresaran del Templo. Cuando llegaron, todos se saludaron alegremente. Marilyn fue acomodada en un lugar de honor en la mesa. La calidez y las alegres melodías envolvieron y pacificaron a Marilyn, creando en ella una apertura a lo que el destino pueda ofrecerle. Al retirarse a su habitación, se sumergió en un apacible y profundo sueño.

Al día siguiente, Marilyn almorzó en la casa de los Twerski. Luego de escuchar lo sucedido a su visita, la Sra Twerski dijo: “Debe existir una razón para todo lo que te ha sucedido”.

Durante la comida, Marilyn sintió la misma magia que la noche anterior. Del otro lado de la mesa, varios hombres estaban enfrascados en diferentes conversaciones. Uno de ellos, Steven, comenzó a llamar su atención. Tenía ojos celeste claro, y una actitud cálida, y desplegaba una admirable convicción en sus creencias. Además era muy divertido. A medida que avanzaba la comida, parecía que las ocurrentes bromas estaban destinadas sólo a ella.

Al concluir el almuerzo, Steven se ofreció a acompañarla a casa. Caminaron lentamente, conversando amigablemente. Marilyn se sintió molesta cuando llegaron a destino, buscando cualquier excusa para continuar la charla. Por el resto del día, sólo pensó en Steven.

A la mañana siguiente, mientras desayunaba, preguntó a su anfitriona dónde almorzaría Steven luego de la Plegaria. Marilyn se aseguró de almorzar en el mismo sitio. Pero para su decepción, Steven no apareció por allí. Le comentaron que él salía con alguien. “¿Cómo pude confundirme así? ¿Sólo yo sentía una conexión?” pensó Marilyn.

El sábado a la noche, mientras Marilyn empacaba lentamente sus pocas pertenencias, sonó el teléfono. Era Steven.

“Hola! Estoy tan feliz de hablar contigo” dijo él. Marilyn respondió: “Yo también”

“Al otro día de verte cambié mis planes del almuerzo para comer donde tú estabas y poder estar juntos, pero estuviste en otra casa”.

Marilyn sonrió, pero no dijo nada.

“¿Te vas mañana?” le preguntó.

“Sí, a primera hora”

“¿Saldrías a tomar algo conmigo esta noche?”.

“Si, por supuesto” dijo ella.

Esa noche salieron, hablaron de muchas cosas. Ella supo que él no salía con nadie. Al otro día, la llevó al aeropuerto.

Cuando Marilyn llegó a su casa, y apenas colocó la llave en la puerta, sonó el teléfono. Era Steven.

“¿Cómo estuvo el viaje?” le preguntó.

“Bien. Acabo de entrar”.

A los pocos días la llamó y le dijo: “Viajaré a Los Ángeles para visitarte”.

Luego de esa visita, Marilyn volvió a Pittsburgh.

Cinco semanas después, ambos estaban seguros acerca de sus sentimientos y se comprometieron.

Luego de casarse, se instalaron en Pittsburgh, cerca de la casa de los Twerski, y tuvieron cuatro hijos. Pero en realidad, su conexión había comenzado bastante antes del retraso provocado por la neblina.

¿Quién era el invitado que sugirió al Dr Twerski escribir sus historias Jasídicas en un libro? El caballero era Steven.

Parasha en sintesis: Bamdibar

Comienza la lectura del cuarto libro del jumash, que lleva el mismo nombre que la Parashá: “En el desierto”. En la traducción al español se le suele nombrar como “Números”, por cuanto el Talmud lo denomina Sefer Hapikudim, “Libro de las cuentas” (Números) por el censo del Pueblo Judío. 

Esta Parashá se lee siempre antes de Shavuot, que conmemora la entrega de la Torá por Di-s a Israel, evento que para nuestros Sabios equivale al matrimonio de Di-s con el Pueblo Judío.

Así como el novio es llamado a la Torá en el Shabat anterior a su boda, del mismo modo se lee Bamidbar para anticipar esa unión tan especial que se produjo con la entrega de la Torá.

El nombre del libro deriva del lugar en que Di-s entregó sus leyes: el desierto, zona inhóspita y deshabitada, para enseñarnos que la Torá no se encuentra supeditada a las limitaciones impuestas por el espacio o por el tiempo; que tenemos la responsabilidad de cumplir sus preceptos en toda situación, en cualquier lugar y circunstancia ya sea en Israel o fuera de ella, y aún en el desierto, tierra desolada. 

El nacimiento del Pueblo Judío en el desierto lo singulariza entre las demás naciones, lo hace emerger bajo la dirección única de Di-s, libre de estructuras preestablecidas y de la influencia de otras naciones, siendo una experiencia única que rompe con las tradiciones previas. 

La humildad, entendida en términos judíos como el reconocimiento de la existencia de un Ser Superior del cual depende el hombre, es enfatizada con la entrega de la Torá en el desierto, porque así como el desierto – que no tiene nada mas que arena-  se transformó en un punto santo por la aparición de la Divinidad, el cuerpo humano – que solo está formado de polvo – accede a la grandeza si permite que la espiritualidad domine sus acciones.

El ser humano por sí solo no tiene ningún poder supremo, sólo puede desarrollar al máximo su potencial si cumple la voluntad Divina que le proporciona una perspectiva apropiada de la vida. 

El cuarto censo del Pueblo Judío fue realizado el primer día del segundo mes (Iyar) del año de su recorrido por el desierto, 20 días antes de la supuesta entrada a Israel, que luego de episodio de los espías se demoró 38 años más. Según el Midrash, sólo se han realizado nueve censos hasta el día de hoy, y el décimo y último tendrá lugar con la llegada del Mashiaj. 

El censo de los judíos no constituye una mera cuenta destinada a conocer su número: tiene como finalidad revelar la esencia del alma judía, produciendo su elevación. Es un gesto de equiparación e igualdad, que no depende del estatus social, intelectual o económico, sino que está referido a la esencia del alma judía. Por eso, para ordenar el censo, se usa la expresión: “elevad las cabezas de toda la congregación de los Hijos de Israel”.

Después del censo y la clasificación por tribus, Moshé instruye al pueblo sobre el modo de acampar y viajar. La ubicación de las tribus en relación con el Santuario es la misma establecida por el Patriarca Iaacov.

El Santuario (Majané Shejiná) estaba en el centro de la Nación, rodeado por los Levitas (Majané Leviya), que a su vez estaban rodeados por el resto de las tribus, tres en cada dirección, formando el Majané B`nei Israel. Todos se hallaban envueltos en las Nubes de Gloria, menos el eirev rav, aquellos que salieron de Egipto con los judíos. 

Di-s ordenó la ubicación de los tribus en las cuatro direcciones para indicar que los judíos protegen al mundo entero. Cada punto cardinal es fuente de determinadas fuerzas: la luz emana del este; del oeste, la nieve y las tormentas; del sur, las lluvias y el rocío, y del norte, la oscuridad y las influencias malévolas. La ubicación dispuesta por Di-s hizo que cada grupo con su particular mérito espiritual combatiera los agentes dañinos derivados de las distintas direcciones.

Las banderas usadas en la actualidad tienen sus antecedentes más remotos en los estandartes (degalim), con la particularidad de que aquellos fueron diseñados por Di-s según el mérito de cada tribu.

Hermanos de sangre

El Brooks en una de sus rutinas de “Two thousand Year Old Man”, tiene una línea en la define una “tragedia”. “Digamos que estaba por cortar mi dedo, bueno, es trágico, terrible. ¡Me duele! Pero si veo que una persona se tropieza y cae muerto en el acto, ¿qué me importa? No es mi problema” Compara eso con el versículo que dice “Ama a tu semejante como a ti mismo, Yo soy tu Di‐s” (Levítico 19:18) Esto demanda de nosotros que demostremos amor hacia otro judío de igual forma que nos queremos a nosotros mismos. ¿Cómo es posible amar al otro como a uno mismo? Recordando que Yo soy tu Di‐s, igualando el acto de amor de uno hacia su hermano con el amor hacia Di‐s.

La conexión del alma de un judío con Di‐s, esta replicada en la conexión entre judíos. Rechazar a un iehudí es equivalente a rechazar a Di‐s. ¿Cuál es tu prioridad? Dibuja en tu mente un retrato de ti mismo. Ahora agrega en tu imagen a un judío Yeminita con piel oscura, luego a un Jasid con su uniforme.

Introduce un etíope, un turista Americano y un granjero Israelí. ¿Qué tienen que ver todas estas personas contigo? No compartes el lenguaje, la cultura ni pigmentación con ninguno de ellos.

Sin embargo, son familia. Cuando algo malo les pasa, Di‐s no lo permita, esa conexión despertará en ti y querrás ayudarlo. Piensa en tu familia. La relación con tus hermanos es absoluta. Compartimos la sangre, padres y genes. Vivir en diferentes países no destruirá esa co‐nexión. Similarmente ocurre con los iehudim.

Nuestras diferencias son físicas, nuestras cosas en común son espirituales. Superficialmente podemos vernos diferentes, pero nuestro común denominador es nuestra alma.

Nuestra alma judía es una parte propiamente dicha de Di‐s. Desde la perspectiva del alma somos más que hermanos, más bien gemelos idénticos, con una padre en común, Di‐s. Cuando el énfasis de uno es el alma, entonces podemos lograr armonía entre todos los judíos.

El idéntico ADN espiritual que tenemos, es el código de nuestro destino en común y de poder sentir el amor y parentesco que uno tiene hacia el otro. Vivir en diferentes países no destruirá esa conexión.

Y a mi ¿Qué me cambia?

Quienes son padres de adolescentes conocen muy bien esta frase. Y seguramente,en el momento de escucharla, hierven cual una pava. Sin embargo, si analizamos concuidado esta expresión, veremos que lo que los jóvenes desean, es descubrir la relación que existe entre ellos y lo que se les transmite y además cómo influye ello en sus vidas.

En realidad, en el judaísmo, cada persona (sea adolescente o ya haya pasado esa etapa) debe cuestionarse el “en qué me cambia”. Estamos frente a Lag Baomer, el día dela elevación y alegría de Rabí Shimón Bar Iojai.

El Rebe de Lubavitch nos señala algunas de las enseñanzas y vivencias de Rabí Shimón, indicándonos “en qué nos debe cambiar”:

LA TORÁ ERA SU OFICIO: el Talmud señala como ejemplo de unión entre la Torá y la persona, a Rabí Shimón y sus alumnos ya testigua que la Torá era su oficio. Su unión con ella era tal que no sólo estudiaba Torá todo el día, sino que toda su esencia era laTorá.

¿Pero qué relación tiene esto con cadajudío? El ‘artesano’ se ocupa de muchasotras cosas además de su oficio. Sin embargo, su actividad’ es una específica. Es suesencia. Allí vuelca sus capacidades. Cada judío debe saber que la Torá es su herencia ‘morashá’ y aunque a lo largo del día no pueda ocuparse por completo de su estudio, pues está atareado con sus que haceres, debe saber que ‘la Torá es su oficio’.

Y debe dedicar tiempo a estudiarla. Y al igual que Rabí Shimón, durante esos momentos debe consagrarse a comprenderla y lograr que a lo largo de todo su día sea notorio que su verdadero oficio es la Torá.

LAS CAUSAS QUE PROVOCAN SANCIONES: Rabí Shimón expresó que tenía la posibilidad de anular las causas indeseables(pecados) que provocan puniciones y lograr que no quede vestigio de ellas.

Se entiende que la intención de Rabí Shimón no era la de alardear -Di-s libre- sino la de transmitir que no sólo un gigante en la Torá, sino cada iehudí tiene la posibilidad(‘puedo’) de redimir al mundo. Pues aun que se encuentre en un nivel inferior, sólo con un pensamiento de Teshuvá (retorno) puede convertirse en un Tzadik. Y así saber que la llegada del Mashíaj depende de cada uno de nosotros.

HAY ALGO PARA CORREGIR?: El Talmud nos relata que cuando Rabí Shimón salió de la cueva después de 13 años, su primer pregunta fue: ¿En qué puedo ayudar para aliviar la vida de los iehudim? Le mostraron un lugar en el camino, del que se sospechaba era impuro y provocaba que los cohanim (sacerdotes) se desviaran para evitarlo.

Debido al gran amor al prójimo deRabí Shimón, en lugar de correr a ver a su familia y amigos de quién estuvo desconectado 13 años, se ocupó primero de corregir algo que provocaba incomodidad a algunos judíos. El mensaje: Cada uno de nosotrosdebe realizar el esfuerzo necesario para ayudar tanto material como espiritualmente atodo iehudí, aunque la tarea no nos parezca trascendental o faraónica. Sobre todo en estaé poca en que lamentablemente, muchos judíos no sólo se desvían sino que están perdidos en el camino, y suplican que alguien se acerque para indicarles la dirección correcta.

(Basado en sijot del Rebe,shaar Hamoadim)

El año sabático: Seis razones

¿Disfrutarías de un año Sabático cada siete años? Podrás relajarte, viajar, estudiar, y pasar tiempo con tu familia. ¿Te gustaría si todo el país tomara un año Sabático cada siete años? ¿Piensas que es una buena idea?

Por ley Judía, los granjeros en Israel, deben cumplir con la Mitzvá de Shmita, dejando a sus tierras descansar por un año, una vez cada siete años. ¿Por qué ésta orden?

1) El Suelo: Los antiguos filósofos, veían el año de Shmitá como una oportunidad para que el suelo descase y se renueve. Sin embargo, esta teoría por sí sola no es suficiente porque el suelo requiere de descansos más frecuentes que solamente una vez cada siete años.

2) Un Macro-Shabat: Otros veían Shmitá como un gran Shabat. Descansamos en Shabat para demostrar que Di-s creó el universo en seis días y descansó en el séptimo. Nosotros similarmente dejamos descansar la tierra en el séptimo año para demostrar que Di-s descansó en el séptimo día. Más tarde, comentaristas rechazaron esta teoría, discutiendo de que si Shmitá está para reconocer a Di-s como creador, su propósito no sirve debido a su largo intervalo entre los períodos de descanso. El Shabat que tenemos semanalmente ya cumple este propósito y con intervalos mucho más cortos. ¿Que contribuye Shmitá que no lo hace el Shabat?

3) Seis años de Shabat perdidos: Otros argumentaron que Shmitá permite que el campo descanse en Shabat. Es cierto que nosotros descansamos en Shabat, pero incluso si nosotros lo hacemos, los campos continúan trabajando. Plantamos el viernes y las semillas germinan en Shabat. Durante Shmitá nuestros campos descansan por la pérdida de los Shabat y Festividad en los seis años previos.

Hay cincuenta y dos Shabat en el calendario solar. El total de Shabatot durante seis años es de 312. Siete días de festividades por año, 6×7=42, sube a un total de 354, que es el numero preciso de días de un año de Shmitá, según el calendario lunar. Observar Shmitá por 354 días, le permite al campo “balancear las cuentas” y alcanzar a su propietario con la observancia de todos los Shabatot durante esos seis años.

4) Una Lección de Fe y Humildad: Luego, otra teoría fue propuesta. Las leyes de Shmitá sólo fueron tomadas por nuestros ancestros cuando se establecieron en Israel. Cuando trabajamos con los cultivos que cultivamos, u otras formas de ingresos que generamos, podemos crecer orgullosos de nuestros logros y tomar crédito personal por ellos.

Podemos olvidarnos que la bendición de Di-s es la única razón para nuestro éxito. También solemos olvidarnos que Di-s nos dio nuestra tierra y sus semillas, que envió las lluvias y el sol para que los cultivos crezcan. Shmitá nos fortifica nuestra fe en la Providencia de Di-s sobre nuestros negocios.

Trabajamos la tierra durante seis años consecutivos, a pesar de que la sabiduría convencional dice que no es sano para el suelo. De hecho, el suelo retiene su fuerza y provee un mayor cultivo en el sexto año para que haya suficiente para el año de Shmitá. Luego descansamos en el año de Shmitá, a pesar de nuestras preocupaciones de cómo proveer a nuestras familias.

Este tipo de comportamiento es una fórmula para el desastre. Los granjeros que toman este tipo de trabajo ético, deben prepararse para la quiebra. Sin embargo, para los judíos en Israel produce tremendos resultados. Esto fortalece nuestra fe de que la tierra le pertenece a Di-s, de que nuestro éxito viene directamente de su bendición y de que debemos serle agradecidos por todo lo que tenemos.

5) Unión: Es fácil compartir con otros cuando podemos hacerlo, cuando tenemos una buena ganancia y cuando sabemos cómo vamos a pagar las expensas de mañana. Es mucho más difícil hacerlo cuando no sabemos lo que va a pasar mañana. Los terratenientes no tienen ganancias durante el año de Shmitá, sin embargo, deben abandonar todos sus cultivos al público. De esta forma, Shmitá mejora la unión Judía.

Fuera de Israel este fenómeno se evidencia en contribuciones caritativas. La sabiduría convencional dice que cuando más damos, menos retemos. Desde la perspectiva de Di-s, sin embargo, cuando más damos, más nos bendice. Esto es especialmente cierto cuando damos más de lo que podemos dar. Por lo tanto, la caridad también fortalece nuestra fe y unión.

6) Liberación: La creencia de que el mundo le pertenece a Di-s y que nuestro éxito depende de Él, es una noción liberadora. Nos permite liberar las cargas que llevamos. Todavía nos fatigamos, pero respiramos más fácil. Todavía trabajamos, pero dormimos más fácil. Sabemos que Di-s guía nuestros pasos y que todo sucede por una buena razón. Aprendemos a ver la mano de Di-s en todo lo que hacemos y su presencia en todo lo que vemos.

Esto nos lleva a la razón final de Shmitá propuesta por los comentaristas bíblicos. El Talmud nos informa que en el Templo Sagrado, los Levitas cantaban alabanzas a Di-s todos los días. En Shabat, el séptimo día, cantaban sobre el día de descanso eterno, la era mesiánica.

El Talmud nos enseña de que el mundo va a durar seis milenios. Los primeros dos fueron dedicados a la creación. Los otros dos, dedicados a la Torá. Los últimos dos están dedicados al Moshiaj. De hecho, el Talmud nos cuenta que en el séptimo milenio, el mundo que nosotros conocemos va a dejar de existir. Se convertirá en un mundo de libertad y Divinidad.

Shmitá, el séptimo año, como Shabat, el séptimo día, representan la era mesiánica. Nuestra fe en Di-s se fortalece durante ese año, como así también será en la era mesiánica. Nuestra unión es fortalecida durante Shmitá, como Moshiaj, que marcará el comienzo de una era de paz. El sexto año es un año de plenitud, como así también Moshiaj que comenzará en una era de prosperidad.

La era mesiánica es sobre todo conocido por la libertad. De hecho, Shmitá es un año de emancipación. Los esclavos son liberados y todas las deudas se borran.

Que podamos pronto merecer la libertad de la era mesiánica.

Por: Lazer Gurkow

Kneidalaj

Ingredientes:

-4 huevos 

-1 vaso de harina de matza

– ½ vaso de agua con gas

-¼ vaso de aceite

-sal y pimienta a gusto

Procedimiento:

Mezclar todos los ingredientes hasta formar una masa homogénea y dejar reposar en la heladera por una hora.

Hervir agua con sal en una olla, formar las bolitas con las palmas mojadas, hervir por 20 minutos y agregar a tu sopa preferida.

Receta de @cocinajudiaconriki

Guet: El divorcio judío

Guet: El documento de divorcio judío De acuerdo con la ley bíblica, una pareja casada se libera de los lazos del matrimonio solo mediante la transmisión de una carta de divorcio del esposo a la esposa.

Este documento, conocido por su nombre arameo, “guet”, sirve no solo como prueba de la disolución del matrimonio en caso de que uno o ambos deseen volver a casarse, sino que en realidad efectúa el divorcio.

Si bien la ley judía exige que uno siga la ley del país y también requiere un divorcio civil, este no sirve como sustituto de un guet halájico (conforme a las restricciones de la ley judía).

Sin un guet, no importa cuánto tiempo esté separada la pareja, y no importa cuántos documentos civiles puedan tener, a los ojos de la ley judía, la pareja todavía está 100% casada. El matrimonio no es solo un acuerdo entre dos individuos que puede disolverse a voluntad, es una unión de almas.

El mismo Di‐s que prescribió una fórmula para la fusión de las almas, la fórmula que se sigue bajo el dosel nupcial, también dio instrucciones detalladas sobre cómo estas dos almas pueden volver a un estado de independencia.

El guet es un documento fechado y atestiguado en el que el esposo expresa su intención de divorciarse de su esposa y romper todos los lazos con ella. El guet es escrito por un escriba experto. Cada guet se adapta individualmente a la pareja que se divorcia en particular.

Una de las reglas más importantes que rigen la escritura del guet es el requisito de que se escriba específicamente para el esposo y la esposa que lo usarán. Aunque técnicamente el guet se puede escribir en cualquier idioma, siempre que contenga las palabras y frases clave exigidas por la ley judía, la costumbre judía universalmente aceptada es escribirlo en arameo.

También es una antigua tradición que el guet se escriba en doce líneas (el valor numérico de la palabra hebrea “guet”). Los testigos firman debajo de la duodécima línea.