10 de Shvat: la misión

Tiempo y lugar: viernes de noche hace 70 años, en un pueblito australiano de Shepparton, en la casa de Rabi Moshe Zalman Feiglin

Moshe Zalman se despertó de su sueño. Se dio prisa, ansiosamente, al comedor, y descubrió lo que lo había despertado: la fotografía enmarcada del sexto Rebe de Lubavitch, Rabi Iosef Itzjak Schneerson- que durante años había ocupado un lugar de orgullo en un aparador- se había caído al suelo. Apuntando al vidrio estrellado, dijo en voz baja: “¡Algo ha pasado!”.

Su nieto de doce años, Uri, que le hacía compañía, trató de tranquilizarlo aduciendo que la caída se debió quizás a un temblor, pero de nada sirvió.

En la mañana de Shabat, Moshe Zalman compartió su preocupación con su sabio vecino Rabi Betzalel Wilschansky. Él buscó tranquilizarlo sin éxito. Moshe Zalman, un hombre conocido por su fe, tranquilidad y ecuanimidad, no podía encontrar paz.

Finalmente, después de Shabat, llegó un telegrama desde Brooklyn. El Lubavitcher Rebe había fallecido. La fecha: Shabat, 10 de Shvat 5710 (1950).

Exactamente un año después. Lejos de Australia, en el otro lado del globo, varios cientos de personas- principalmente sobrevivientes del holocausto- se encontraban apretados en un cuarto pequeño, que albergaba en ese momento a unos 150 individuos. La tensión era palpable en el aire. ¿Estaría de acuerdo o no?

Ya habían pasado doce meses desde el fallecimiento del Rebe. Los líderes del movimiento habían puesto sus ojos en un sucesor para que asumiera el puesto del séptimo Rebe en la dinastía de Jabad-Lubavitch. Sin embargo, él se negaba repetidamente.

En esa tarde invernal, la noche siguiente al primer Iortzait del Rebe, se realizaba un farbrenguen (reunión jasídica) en 770 Eastern Parkway, la Sede Principal de Jabad en Brooklyn, NY, conmemorando la ocasión. Había un vislumbre de esperanza, quizás cedería.

A las 22:40 sucedió. El nuevo Rebe, el séptimo Rebe, fue nombrado. No hubo ninguna fanfarria o ceremonia. El Rebe simplemente pronunció un discurso jasídico y de allí en adelante formalmente asumió la dirección del movimiento. En este discurso histórico, el Rebe extendió la declaración de la misión para sus seguidores, la “séptima generación,” como se refirió a ellos. La tarea de la séptima generación, dijo, es traer la Shejiná (la Presencia Divina) a este mundo físico.

“Estamos en medio del periodo llamado ikveta dimeshija (el tiempo cuando pueden oírse los pasos próximos de Mashíaj). De hecho, estamos en la conclusión de este periodo. Nuestra tarea es completar el proceso de atraer abajo la Presencia Divina, para que pueda morar dentro de nuestro mundo inferior”

La llamada emitida esa noche del invierno repercutió en la conciencia de esas pocos cientos de personas. Pero su eco se extendió mucho más allá de las paredes de “770”.

Siete décadas han sucedido. Durante este periodo de tiempo, el movimiento de Jabad Lubavitch, inspirado por la llamada del Rebe, se ha transformado en un inmenso movimiento internacional en seis continentes, abarcando miles de Batei Jabad y centros de difusión de judaísmo por todo el globo, incluso con una fuerte presencia en el ciberespacio.

Setenta años después, el pueblito australiano de Shepparton ya no aloja al ilustre y venerado jasid, Rabi Moshe Zalman Feiglin. Pero en Australia solamente, la presencia de Jabad se ha extendido a más de cien centros.

Durante estos setenta años hubo algunos momentos muy yermos, pero el poder colectivo ha transformado las fuerzas indeseables y destructivas que se han cruzado en experiencias positivas y de crecimiento. Cualquier causa de pesar o abatimiento, cada estorbo u obstáculo, ha sido o, por lo menos, tiene la capacidad de ser transformado en oportunidades para crecimiento y rejuvenecimiento.

 La llamada inicial que emitió desde 770 Eastern Parkway, ha penetrado el mundo. La declaración de la misión de atraer la Shejiná desde el “séptimo cielo” aquí debajo no es más un sueño del futuro distante, sino una realidad inminente que muy brevemente se pondrá totalmente de manifiesto.

Estamos de pie en el umbral de la Redención. Estamos entrando en el “Iom Shekuló Shabat” la era que es todo un largo Shabat. Después estaremos en el modo de Shabat para siempre.

Por Yossi Braun

Algo a cambio

En los tiempos de la guerra de Rusia‐Japón, todos aquellos miembros de la reserva que poseían tarjetas rojas eran llamados al ejército y enviados al frente de inmediato.

Entre ellos se hallaba el jasid Reb Mendl Dovid Gurvitz, melamed‐maestro‐ de Viliz, que ya estaba casado y tenía hijos pequeños. Con una gran preocupación viajó a Lubavitch para ver al Rebe Rashab.

El Rebe lo bendijo: “¡Que el Altísimo te libere de sus manos!” Rabi Mendl no se contentó con la respuesta y le dijo: “Rebe, es mi deseo que me de su palabra de que será así”. “No puedo prometerte” dijo el Rebe y repitió la bendición.

Nuevamente, Reb Mendl dijo: “Rebe, sé que vuestro padre, el Rebe Maharash, aseguró su bendición a alguien, y esta se cumplió” El rostro del Rebe se enrojeció y le respondió: “Mi padre podía dar su palabra, pero yo no puedo hacerlo”.

El jasid no se dio por vencido hasta que finalmente el Rebe le dijo: “¡El Altísimo te liberará de sus manos!” Reb Mendl Dovid regresó a su hogar feliz y se preparó para presentarse al ejército.

El lugar de enrolamiento era enorme y estaba colmado de gente. Cada uno llegaba con su mochila y era enviado al frente de inmediato. El oficial a cargo tenía la lista de los reclutas en sus manos. En instantes debía hacer la revista de todos los conscriptos.

De pronto salió de su oficina y preguntó: “¿Quién es Gurvitz Mendl?” Cuando Reb Mendl se acercó, el oficial le dijo: “Puedes regresar a tu casa. En pocos días ven a buscar el certificado de excepción”. Reb Mendl no entendía lo que sucedía. Desde su audiencia personal con el Rebe sabía que obtendría su salvación, pero nunca pensó que sería de manera tan inmediata. 

Investigó acerca de lo sucedido y supo la verdad: El oficial a cargo vivía desde hacía muchos años en Viliz, en una casa alquilada. El dueño de la vivienda era un judío de Riga. Después de la muerte del propietario, sus hijos venían cada tres años para renovar el contrato. 

En Viliz había varios interesados en alquilar la residencia e incluso de aumentar la renta. Cuando los propietarios llegaron a Viliz y escucharon las nuevas ofertas, le dijeron al oficial que debía dejar la casa.

 El militar no deseaba mudarse ni aumentar el pago. 

Entonces presentó la siguiente propuesta: “Permítanme permanecer en la casa, con el mismo alquiler, y a cambio de ello les ofrezco lo siguiente: en unos días realizaremos un alistamiento masivo y seguramente muchos judíos estarán obligados a enrolarse. Les prometo liberar por lo menos a un judío”. 

Los propietarios estuvieron de acuerdo y renovaron el contrato. El oficial deseaba cumplir de inmediato con su palabra y ya que conocía a todos los habitantes de Viliz, decidió expedir a Reb Mendl de inmediato. (Likutei Sipurim)

¿Qué tienen en común abejas, lobos, osos, leones, zorros y comadrejas?

(A) NO TODOS SON KOSHER, Y (B) TODOS SON NOMBRES JUDÍOS HEBREOS O IDISH

Esto parece extraño, ya que los Sabios dan un gran significado al nombre. Este puede afectar la trayectoria de la vida y puede predisponerlo a ciertas tendencias (que pueden superarse con esfuerzo).

Nos advierten de nombrar a los niños con el nombre de personas con buenas características.

Además, se nos dice que no comparemos los rasgos negativos de nuestros hijos con los de los animales impuros (“¿Dejarás de saltar como un mono y de gritar como una hiena?”), Ya que puede tener un efecto espiritual negativo en el niño.

Y que tengamos cuidado de no mostrar imágenes de animales no kosher a niños muy pequeños.

Sin embargo, encontramos que muchos judíos, especialmente los de las comunidades Ashkenazim, llevan nombres de animales impuros. Antes de morir, Iaakov y Moshé bendijeron a las 12 tribus, comparando a algunas animales no kosher.

Además, personas justas y profetas, tenían nombres de animales no kosher. Por ejemplo, Débora, la profetisa, significa “abeja”. Juldá, otra profetisa, significa “comadreja”.

También tenemos nombres como Arie, “león”, en las Escrituras. No llamamos ni comparamos a nuestros hijos con animales impuros por ira, porque en ese caso los estamos comparando con los rasgos y aspectos negativos del animal.

Sin embargo, cuando le damos al niño el nombre del animal, nuestra intención es solo transmitir las cualidades positivas de ese animal. Del mismo modo, el rey Shlomó nos dice que aprendamos de los caminos de la hormiga, y el Talmud enseña que “incluso si no se hubiera dado la Torá, podríamos aprender modestia del gato y no robar de la hormiga”.

Curiosamente, existen nombres como Tzvi Hirsh (gacela o ciervo), Areie Leib (león) o Zeev Volf (lobo). Los místicos nos enseñan que los padres reciben un destello de profecía cuando dan a sus hijos nombres judíos.

Algunos explican que para ocultar la grandeza de ciertas almas a medida que descienden a este mundo, a veces se le da el nombre de un animal impuro. Los nombres judíos son parte integral de nuestra identidad. El Midrash relata que una de las razones por las que los judíos merecían la redención del exilio egipcio fue que, a pesar de todas las dificultades, mantuvieron sus nombres judíos, lo que los mantuvo ligados a Di‐s y Su Torá.

Por lo tanto, el mérito de tener y usar un nombre judío puede traer bendiciones y salvación no solo al individuo, sino también al mundo

Una casa de libros

El Departamento de Educación de los EEUU recientemente escribió un reporte titulado “El Estudio Longitudinal de la niñez temprana”. El artículo hace un seguimiento a más de 20.000 niños americanos desde el jardín de infantes hasta 5to grado, reuniendo cada nota del niño e información demográfica. Los padres de cada niño respondieron a numerosas preguntas sobre los hábitos de la familia, estilo de vida y actividades. El reporte final es una extraordinaria riqueza de información, que cuando se lo analiza rigurosamente, provee algunas poderosas indicaciones sobre los métodos fundamentales sobre educación.

Una de las interesantes conclusiones del estudio es, que un niño que tiene cincuenta libros en su casa, su nivel académico es de un 5% mayor que el de un niño sin ningún libro en su casa. Más aún, un niño con cien libros en su casa, suma 5 puntos más que un niño con cincuenta libros. La mayoría de las personas pueden mirar esta información y presumir que el número de libros en su casa está relacionado con la cantidad de tiempo en la que un padre o un cuidador se los lee al niño. Sin embargo, la conclusión del estudio es bastante diferente. No importa cuánto tiempo se pase leyendo a un niño, la mera presencia de los libros en un hogar influye en las notas del niño. En otras palabras, el ser padres trata sobre quién eres, tanto como lo que haces.

Ser padres es quizá uno de los emprendimientos más difíciles que una persona puede realizar en su vida. Las teorías abundan, y en el esfuerzo de producir madres y padres “de niños prodigios”, generalmente ponen a su hijo, así como a ellos mismos en una agenda rigurosa de clases, conciertos, visitas a museos, y más clases. Comenzando desde que está en la panza, el feto escucha a Mozart; luego de chico lo anotan en un jardín de infantes especializado, forzado eventualmente a tomar clases de hockey sobre hielo, violín, ajedrez, y matemáticas, una jornada de 12 horas por día que producirá al niño perfecto.

Imagino que será una desilusión para estos súper padres si ven que la cualidad de la casa y su ambiente es mucho más significativa para el éxito del niño que la cantidad de clases y eventos culturales a los que asiste.

El Rey Salomón escribe en el Libro de Eclesiastés, “No hay nada nuevo bajo el sol”. El pueblo judío siempre se lo ha conocido como “el pueblo del libro”, no por su reputación de ser estudiosos, sino por la Torá entregada en el Monte Sinaí que nos ha unido por generaciones, una Torá explicada, expuesta e iluminada en miles de libros escritos y publicados en el correr de siglos. Generalmente, los libros de Torá en un hogar judío son más en número que los que puedan de hecho estudiarse en una vida, aún así, los tenemos en la casa, irradiando nuestro hogar con espiritualidad y pureza que contiene cada una de sus páginas.

Una de las 10 observancias judías que el Rebe de Lubavitch infundió en su campaña de 10 mitzvot fue “Bait Male Sfarim”, una “casa llena de libros”, instando a los judíos a comprar libros de Torá y mostrarlos en sus casas, incentivando así a su familia e invitados a estudiar sus enseñanzas, y afectando el pensamiento, acción y habla de uno para mejor. Incluso si los libros están allí en los estantes, sin usarlos, el Rebe dijo que la mera presencia de ellos, se apega a toda la casa, influyendo positivamente a aquellos que viven allí tanto las horas en las que uno pasa en la casa, como así también cuando sale. Así como la Mezuzá protege a los habitantes de la casa tanto cuando están adentro como cuando salen, el efecto de los libros en una casa también llega muy lejos.

Así que, un ambiente establece el resultado. Traer libros a la casa de uno, puede determinar las notas de los niños, ya que los libros imparten instintivamente al niño que la educación es de suma importancia para sus padres.

Libros judíos sagrados visiblemente expuestos en una casa, expresarán subconscientemente en su dueño una apreciación y reverencia por estos libros, sus valores, su historia y su contenido, incentivando a toda la familia e invitados a leerlos y estudiar de ellos.

Un ambiente de Torá que se crea a través de los libros de Torá, crea una atmósfera sutil pero constante de santidad, inspirando el pensamiento y práctica judía y últimamente instándonos a estudiar sus enseñanzas y mejorar nuestras vidas, un libro cada vez.

Por Jani Goldman

“¡La Tora te indica!”

A veces una persona puede tener cierta visión que lo lleva a comenzar la búsqueda de la verdad, hasta incluso mirar dentro del Judaísmo. Generalmente esto viene de una revelación acerca de su cansancio de la falsedad que lo persigue a todos lados y deseo de escaparse de toda confusión y llegar a la raíz de las cosas.

¿Y cual es la solución más sencilla? Correr al desierto, hacia algún lugar en donde todos los gravámenes no lo puedan encontrar. Parece que la única manera es escaparse de las responsabilidades diarias para poder servir a Di-s sin distracciones. Esta es la razón por la cual nuestros ancestros y tribus decidieron ser pastores, lejos de las demandas de la sociedad. Rodeado de naturaleza y rebaño es fácil centrarse en el mundo espiritual de la santidad y la pureza.

En la Parshá de esta semana, se describe el descenso de los hermanos de Iosef a Egipto, incluyendo su encuentro inicial con Iosef: “Iosef reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él” (Génesis 42:8). Este versículo, como cada versículo de la Torá, puede ser entendido de forma sutil y también de forma obvia.

El Rebe de Lubavitch provee una visión interesante: Para las tribus era inconcebible que el hombre frente a ellos, inmerso totalmente en el gobierno Egipcio, pudiera ser su hermano. Era imposible que una persona pueda estar conectada con la verdad espiritual y a la misma vez estar tan metido en los detalles del mundo físico. No podía ser su hermano. Tenía que ser un egipcio.

Les era imposible pensar que Iosef estuviera en un nivel más alto que ellos. A pesar de que todas las responsabilidades recaían sobre él, él seguía siendo Iosef el Justo, un judío unido a su Creador. Esto era algo nuevo en la experiencia judía. Él podía conectarse con Di-s, no solo en situaciones de meditación y escape, pero también mientras estaba envuelto en este mundo. Esta es la razón por la cual sus hermanos no lo reconocieron. Ellos no reconocieron este nuevo nivel de espiritualidad en acción.

Este nivel alcanzado por Iosef revela el propósito de la creación. Di-s creó un mundo para inyectarle adentro la luz de la Divinidad. Si una persona se esconde, incluso que esté creando de esta manera un mejor ambiente para que él pueda servir a Di-s, no está ni santificando al mundo ni conectándose con lo espiritual. En vez de eso, está fortaleciendo la posición que el mundo y Di-s son separados y contradictorios.

Cuando un judío está envuelto en el mundo y aún así no compromete sus valores espirituales ni un gramo, él imbuye lo físico con luz divina. Cuando hace negocios honestos mientras al mismo tiempo cuida el Shabat y establece horarios para el estudio de la Torá, está dando pruebas que es posible servir a la comunidad honestamente y con fe, como lo requiere la Torá.

Cuando cada acción de cada judío es hecha de este modo, infundiendo Divinidad dentro del mundo, se cumple el propósito del mundo. Nadie dice que sea fácil. Sin embargo, el pueblo judío está conectado con Iosef(vea Salmos 80:2), y puede conseguir las fuerzas de él para tener éxito. No podemos estar controlados por el mundo que nos rodea, sino, tenemos que persistir en nuestra misión espiritual: iluminar al mundo con la luz de la Torá y sus mandamientos.

Cómo Iaacov le ganó al mal

Sobre el encuentro de Iaakov con su hermano Eisav, dice el Midrash:

“Se alistó para tres cosas: para la plegaria, para el regalo y para la guerra”

(Midrash Kohelet Rabá 9)

En realidad el término hebreo utilizado por los Sabios para decir se alistó es “hitkín”, que en verdad quiere decir “se arregló” (por eso hemos traducido “se alistó”). ¿No hubiera sido más directo y apropiado decir “se preparó (para tres cosas)”, es decir, en hebreo, “heijín”? ¿Qué debía arreglar Iaakov?

Nuestros Sabios con ello nos quieren indicar que cada una de estas acciones- el regalo, la plegaria y la guerra- eran muy difíciles para Iaakov y debía por ello “arreglarse”, cambiarse, completarse, para poder realizarlas.

El regalo, la plegaria y la guerra

En lo que se refiere al regalo, nos relatan nuestros Sabios z”l, que Iaakov estaba enojado por ser forzado a enviar un presente a Eisav. Esto era un acto con un trasfondo espiritual, de hacer entrega de parte de sus fuerzas al lado opositor. A pesar de ello, se sobrepuso, “se arregló”, y envió el regalo. Referente a la plegaria- Iaakov temía haber pecado y con ello, perder  la promesa del Altísimo de apoyarlo. De todos modos, superó sus temores internos y rezó a Hashem, pidiéndole cumplir con la promesa de “beneficiar He de beneficiarte”- en tu mérito y en el de tus padres.

Pero más que por todo, Iaakov temió a la guerra, como dice el texto: “y temió… y se angustió”- por si iba a matar a otros o ser muerto él. Sin embargo, se fortaleció y se “arregló”, se sobrepuso interiormente, para la batalla confiando en Di-s que “el campamento restante sobrevivirá”.

Conjunción de opuestos

Desde una perspectiva más profunda, puede decirse que la dificultad especial radicaba en la necesidad de alistarse a estas tres acciones simultáneamente. Se trata de tres líneas de acción y ánimo interno opuestos. El “regalo” es producto de la benevolencia; la “guerra” implica la rigidez de la justicia y la “plegaria” está vinculada con la clemencia.

Es muy dificultoso actuar y funcionar al unísono en estas tres posturas. Esto exigió de Iaakov un “arreglarse”, una fuerza interior especial que implicaba un sobreponerse y superar la tendencia natural del carácter humano. Iaakov se elevó por encima de su naturaleza y con ello pudo conjugar tres actitudes y conductas de tinte y sentido opuesto.

Superar la naturaleza

La guerra entre Iaakov y Eisav simboliza el enfrentamiento constante que hay entre el instinto del bien y el instinto del mal. También en esta guerra debe enfrentarse al instinto del mal simultáneamente con estas tres actitudes de benevolencia, rigidez y clemencia. Con esta estrategia, está asegurada la victoria sobre el instinto, tal como Iaakov estuvo seguro de que con este accionar Di-s le concederá una victoria exitosa.

Lo mismo se aplica también a la misión principal de nuestra generación, el trabajo de superar el galut, exilio diaspórico, y traer al Mashíaj. En esto no puede darse por satisfecho con activar en la difusión y fortalecimiento de la santidad medido por la razón lógica y la naturaleza, puesto que entonces el mundo puede presentar oposición y perturbar. El éxito viene cuando uno logra elevarse por encima de la naturaleza y actuar con una entrega que supera a la lógica. Entonces alcanza el cumplimiento de la promesa Divina de “subirán los salvadores al Monte Sión para juzgar al Monte Eisav, y será de Hashem el reino”, con la llegada del justo Mashíaj, en la verdadera y completa redención.

Likutei Sijot, tomo 15, Pág. 265

¿Se permite la poligamia hoy en día ?

A pesar que la Torá no prohíbe la poligamia, hace unos 1000 años, un gran rabino Alemán, Rabí Gershom “La Luz de la Diáspora”, prohibió la poligamia. Esta prohibición fue aceptada como ley por todos los judíos Ashkenazies pero nunca fue reconocida por las comunidades Sefaraditas. 

(De hecho, hace medio siglo, cuando los judíos Yemenitas emigraron a Israel, muchos de ellos tenían más de una esposa. sin embargo, la poligamia hoy en día es casi nula, ya que la mayoría de los judíos sefaraditas viven en sociedades en donde la poligamia no es socialmente o legalmente aceptable). 

Diferentes razones para esta prohibición: 

Algunos explican que esta prohibición fue instituida para prevenir que la gente se aproveche de sus esposas. Otros agregan, que tal vez a Rabí Gershom le preocupaba que el marido no pudiera darle propiedades a todas sus esposas; o con el fin de no casarse con otra esposa en otro lugar que podría traer relaciones prohibidas entre sus descendientes, o quizá porque quiso prevenir la rivalidad inherente, las peleas y el “odio” entre las esposas que podría traer un número de violaciones. 

Rabí Yaakov Emden sugiere que fue adoptado por las prácticas cristianas y leyes para evitar que los cristianos ataquen a los judíos que actúan diferente, pero este argumento ha sido contrarrestado por varias autoridades Halájicas.

Por Rabí Naftali Silberberg 

El Judio que agradece

La palabra “judío”‐ iehudí ‐no aparece en los Cinco Libros de Moshé. La Torá se refiere a nuestro pueblo como los Hijos de Israel, porque somos los hijos de Iaakov, a quien se le dio el nombre adicional de “Israel”. 

Israel engendró doce hijos, que se convirtieron en las doce tribus de Is‐rael. “Judío” – iehudí‐proviene del nombre “Judá”‐Iehudá que significa “dar las gracias”. 

Iehudá fue el cuarto hijo de Iaakov y su esposa Lea. Leemos en la Parshá, “Y ella concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: ‘¡Esta vez, le agradeceré [ode] al Señor!’ Por lo tanto, lo llamó Iehudá”. 

¿Por qué a los judíos se les llama por el nombre de una tribu, Iehudá? A menudo, miramos a nuestro alrededor y nos preguntamos por qué las personas son tan ingratas. 

¿Por qué nuestros hijos no aprecian todo lo que hacemos por ellos? ¿Por qué nuestro cónyuge no muestra gratitud? ¿Por qué nuestros compañeros de trabajo nos dan por sentado? Para entender por qué el sentimiento de gratitud es tan esquivo, debemos examinar la palabra hebrea “gratitud”, hodaá. Que también significa “reconocer”, como reconocer que la opinión de otro es correcta. 

¿Por qué estas dos ideas aparentemente distintas, dar gracias y reconocer, comparten la misma palabra? La respuesta es que la clave para estar agradecido es reconocer la perspectiva del otro.

Para ilustrarlo: una madre hace mucho por su hijo, pero ¿el niño lo aprecia? El niño puede dar por sentado a la madre, pensando que solo está haciendo lo que se supone que debe hacer como madre. Después de todo, ¿no es éste su trabajo? La única forma en que el niño puede sentirse agradecido es si adopta su perspectiva, si aprecia todos sus sacrificios y todo el tiempo que ella le dedica con amor. 

Lo mismo ocurre con un cónyuge. Podemos agradecerle por un acto de bondad. Pero para sentirnos agradecidos, necesitamos ver la imagen desde la perspectiva de nuestro cónyuge. Apreciar todo el pensamiento, sentimiento y energía que se invirtió en este acto. Solo cuando reconocemos y apreciamos el punto de vista del otro, hodaá, podemos decir todá, “gracias”.

 Ser judío es poseer la capacidad de reconocer la perspectiva del otro. Experimentar el dolor de los demás, así como regocijarnos en su felicidad como si fuera la nuestra. Es reconocer y aceptar la perspectiva de la esperanza y la alegría incluso en medio de grandes dificultades. Existe una disputa en curso y de larga data entre la creación y el Creador.

Nuestra perspectiva es que nuestra vida, salud y éxito se deben a nuestros esfuerzos independientes, y que a los únicos a quienes debemos agradecer es a nosotros mismos.

Sin embargo, desde la perspectiva de Di‐s, la palabra de Di‐s está dando existencia a todo el Universo en todo momento. Desde Su perspectiva, la única realidad verdadera es la vitalidad Divina dentro de cada ser creado.

El judío tiene la responsabilidad de ver el mundo desde la perspectiva de Di‐s, de cultivar el punto de vista que se centra en lo espiritual en lugar de lo físico.

El iehudí posee el don del reconocimiento y puede experimentar una acción de gracias genuina.

madre, pensando que solo está haciendo lo que se supone que debe hacer como madre. Después de todo, ¿no es éste su trabajo? La única forma en que el niño puede sentirse agradecido es si adopta su perspectiva, si aprecia todos sus sacrificios y todo el tiempo que ella le dedica con amor. Lo mismo ocurre con un cónyuge. Podemos agradecerle por un acto de bondad. Pero para sentirnos agradecidos, necesitamos ver la imagen desde la perspectiva de nuestro cónyuge. Apreciar todo el pensamiento, sentimiento y energía que se invirtió en este acto. Solo cuando reconocemos y apreciamos el punto de vista del otro, hodaá, podemos decir todá, “gracias”. Ser judío es poseer la capacidad de reconocer la perspectiva del otro. Experimentar el dolor de lo demás, así como regocijarnos en su felicidad com si fuera la nuestra. Es reconocer y aceptar la perspectiva de la esperanza y la alegría incluso en medio de grandes dificultades. Existe una disputa en curso y de larga data entre la creación y el Creador. Nuestra perspectiva es que nuestra vida, salud y éxito se deben a nuestros esfuerzos independientes, y que a los únicos a quienes debemos agradecer es a nosotros mismos. Sin embargo, desde la perspectiva de Dis, la palabra de Dis está dando existencia a todo el Universo en todo momento. Desde Su perspectiva, la única realidad verdadera es la vitalidad Divina dentro de cada ser creado. El judío tiene la responsabilidad de ver el mundo desde la perspectiva de Dis, de cultivar el punto de vista que se centra en lo espiritual en lugar de lo sico. El iehudí posee el don del reconocimiento y puede experimentar una acción de graniño lo aprecia? El niño puede dar por sentado a la madre, pensando que solo está haciendo lo que se supone que debe hacer como madre. Después de todo, ¿no es éste su trabajo? La única forma en que el niño puede sentirse agradecido es si adopta su perspectiva, si aprecia todos sus sacrificios y todo el tiempo que ella le dedica con amor. Lo mismo ocurre con un cónyedemos agradecerle por un acto de bondad. Pero para sentirnos agradecidos, necesitamos ver la imagen desde la perspectiva de nuestro cónyuge. Apreciar todo el pensamiento, sentimiento y energía que se invirtió en este acto. Solo cuando reconocemos y apreciamos el punto de vista del otro, hodaá, podemos decir todá, “gracias”. Ser judío es poseer la capacidad de reconocer la perspectiva del otro. Experimentar el dolor de lo demás, así como regocijarnos en su felicidad co si fuera la nuestra. Es reconocer y aceptar la perspectiva de la esperanza y la alegría incluso en medio de grandes dificultades. Existe una disputa en curso y de larga data entre la creación y el Creador. Nuestra perspectiva es que nuestra vida, salud y éxito se deben a nuestros esfuerzos independientes, y que a los únicos a quienes debemos agradecer es a nosotos mismos. Sin embargo, desde la perspectiva de Dis, la palabra de Dis está dando existencia a todo el Universo en todo momento. Desde Su perspectiva, la única realidad verdadera es la vitalidad Divina dentro de cada ser creado. El judío tiene la responsabilidad de ver el mundo desde la perspectiva de Dis, de cultivar el punto de vista que se centra en lo espiritual en lugar de lo sico. El iehudí posee el don del reconocimiento y puede experimentar una acción de gracias genuina

La parashá en síntesis – Vayetze

Vayetzé: Y salió…

Yaacov, padre de las doce tribus, salió de Israel (Beer Sheva) y se fue a Aram (Harán) para escapar de su hermano Esav, según el consejo de su madre, y para buscar esposa, según las instrucciones de su padre, Itzjak.

Beer Sheva representaba la paz y la seguridad, el rezo y el estudio de Torá; sin embargo, tuvo que dejarlo para enfrentarse al mundo de las tentaciones, Olam, cuya raíz es Elem, ocultamiento (donde Di-s está oculto) y para superarlas, con miras a ser luego el padre de la casa de Israel. Esto nos enseña que Di-s quiere que los judíos vivan una vida espiritual en un mundo terrenal. 

Yaacov estudió 14 años en la Yeshivá de Eber antes de ir a Harán. En vez de dedicarse a estudiar la cultura y el idioma del lugar al cual iba, se dedicó a rezar, lo cual demuestra que antes de formar un hogar judío, la prioridad no debe ser integrarse a la sociedad e imitar las costumbres de otros, sino conocer nuestros fundamentos de vida, indicados en la Torá. 

Antes de llegar a Harán, Yaacov, se detuvo en el Monte Moriá, en el mismo lugar donde Abraham construyó el altar para el sacrificio de Itzjak y donde posteriormente fue construido el Beit Hamikdash (Templo de Jerusalem). Allí tuvo el famoso sueño de la escalera y recibió de Di-s la promesa de que esa tierra le pertenecería, y de que su descendencia sería tan numerosa como la arena. 

En el sueño de Yaacov, la escalera estaba apoyada en la tierra, pero llegaba hasta el cielo. Como la vida y las experiencias de los patriarcas sirven de modelos para nuestra conducta, este sueño del patriarca nos señala que aún cuando nuestra existencia física es terrenal, todos tenemos el potencial de alcanzar altos niveles espirituales y, por tanto, debemos poner todo el empeño en lograrlos.

En la escalera había ángeles que subían y bajaban. Éstos representaban a los cuatro imperios que dominarían a nuestro pueblo: el de Babilonia, Persia, Grecia y Roma (Edom), nuestro exilio actual.

En cada uno de los casos, Yaacov vio su subida, apogeo y caída, menos en el caso de Edom, cuyo ángel subía continuamente. Al preguntarle a Di-s cuándo bajaría, este le respondió que Él mismo lo haría bajar, lo que indica que la finalización del actual exilio se producirá por medios sobrenaturales.

Yaacov llegó a la casa de Laván, su tío, y luego de trabajar siete años para casarse con Rajel, tuvo que casarse con Lea, la hermana mayor de Rajel, porque Laván lo engañó. Entonces trabajó siete años más para casarse con Rajel. En total, Yaacov pasó 20 años trabajando para Laván, sin perder su nivel espiritual. 

La raíz de la palabra arameo (en hebreo, aramí) significa “engaño”; ese era el nombre con que se conocía a Laván, “maestro del engaño” (aramí).

Cuando se narra el amor de Yaacov por Rajel, se dice que aún cuando tuvo que esperar siete años para casarse con ella, éstos se le pasaron como si fueran pocos días, debido al amor que sentía. Esto nos explica el verdadero tipo de amor. 

Para quienes se aman principalmente a sí mismos y necesitan la compañía de la otra persona para gratificarse, cada día de ausencia es una eternidad. En cambio, Yaacov amaba a Rajel por lo que ella era, más que por lo que podía darle; se trataba de un amor incondicional, por el que cualquier sacrificio valía la pena.

El amor egoísta es impaciente; el verdadero amor es permanente, prevalece, y en tal contexto, muchos años pueden parecer pocos días. 

Yaacov tuvo doce hijos con sus cuatro esposas: Lea, Rajel, Bilhá y Zilpá. Las cuatro eran hermanas por parte de Laván, su padre; y Bilhá y Zilpá eran hijas de una concubina de Laván

Conociendo al Miteler Rebe

El 9 de Kislev es el cumpleaños y Iortzait de Rabi Dover, 2do Rebe de Jabad.

Rabi Dovber nació y falleció el mismo día, 9 de Kislev (5534‐5588).

Un día después, el 10 de Kislev, recordamos una importante fecha en su vida‐ el día de su liberación, luego de haber sido arrestado debido a una calumnia.

También en él encontramos un epítome de ambos conceptos. Por un lado, elevó inmensamente la profundización en la filosofía jasídica, logrando que cuando dos jasidim se encontraban, dialogaran sobre el concepto básico que expresa la nulidad del mundo frente a su Fuente Divina.

Por el otro, se dedicó a reunir fondos para los iehudim en la Tierra de Israel, y además promovió el asentamiento de judíos en aldeas (dentro de Rusia) para que se dedicasen a la agricultura e industria.

El mismo fue el primero de los Rebes que se mudó a Lubavitch. Esta línea de conducta expresa la verdad completa, pues une todos los extremos. Un sistema que se dedique únicamente a temas espirituales o solamente a temas terrenales, no puede ser verdad.

La verdad debe abarcar todos los aspectos de la vida, los del espíritu y los de la materia. En Rabi Dovber confluyen ambos conceptos: la gigantesca estatura espiritual, reflejada en la inconmensurable sabiduría de la Torá y el Jasidut. Y junto con esto, el interés por los más ínfimos detalles de los problemas que acosaban al iehudí, o a la comunidad toda.

• Cierta vez dijo Rabí Dovber de Lubavitch a Rabí Itzjak de Homil: “Tengo en mente un tema de Jasidut que ocuparía 1000 páginas, ¿qué crees? ¿Lo expreso oralmente o lo escribo?”. No se sabe qué le contestó.

• Dijo el Rebe Maharash: “Mi abuelo, Rabí Dovber escribía sus discursos jasídicos a una velocidad asombrosa y con letras muy apretadas. Cada página contaba con 50 o 60 renglones y cuando llegaba al final de ella todavía no se había secado el principio del párrafo. Todo esto es debido a que su mano estaba unida a la fuerza del pensamiento y con la rapidez del mismo escribía”

• Rabí Mordejai de Babroisk viajaba anualmente para la festividad de Sucot a visitar al Miteler Rebe, Rabí Dovber de Lubavitch. Debido a que era un importante huésped se alojaba en la casa del Rebe e inclusive estudiaban juntos en las horas de la madrugada, y al amanecer, Rabí Dovber comenzaba la Tefilá de Shajarit que se prolongaba hasta las cuatro de la tarde. Cada año, al comenzar a estudiar nuevamente, el Rebe le decía a Rabí Baruj Mordejai: “Nu, ¿en qué estábamos?”, y continuaba estudiando como si hubieran interrumpido el tema el día anterior…

• Cuando se estaba por imprimir uno de los libros del Miteler Rebe, le preguntaron al Tzemaj Tzedek qué calificativo ponerle. El Rebe indicó que coloquen el término “humilde” que no significa sumiso sino alguien con personalidad.

• Cierta vez, el Miteler Rebe, Rabí Dovber, estaba con el famoso Jasid Rabí Itzjak Aizik de Homl, en Jol HaMoed Pesaj. Los Jasidim jóvenes se quejaron al Rebe que Rabí Itzjak Aizik no se dedicaba tanto a ellos y se recluía en sí mismo. El Rebe le preguntó a Reb Aizik: “¿Por qué no te acercas a los muchachos y estudias con ellos Jasidut? Respondió Reb Aizik: “Si no tengo siquiera tiempo de ocuparme de mí, ¿cómo puedo entonces, dedicarme a los demás? Rabí Dovber le dijo: “Aizl, Aizl, tienes que hacer como yo. Cuando veo que conmigo mismo no puedo ya lograr nada en absoluto, trato por lo menos de hacer un bien al prójimo”.