La geometría de la libertad

Lograr la libertad se trata de una clara visión de un nuevo paradigma para un mundo mejor…

La historia nos cuenta acerca de muchas revoluciones que empezaron con ideales sublimes y visiones de libertad, para luego ser seguidas por una profunda desilusión, tiranía aún mayor y opresión.

La revolución francesa empezó con una llamarada magnífica de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” y rápidamente evolucionó en el Reino de Terror y los horrores de las Guerras napoleónicas que devastaron Europa. El francés canjeó la esclavitud de abandono que sufría bajo los Monarcas Borbones por la esclavitud de abuso bajo la revolución. La verdadera libertad permanecía tan huidiza como siempre.

Los habitantes de Rusia habían sufrido bajo el dominio autocrático de los Zares Romanov durante siglos. Cuando se rebelaron en 1917, ellos y el mundo estaban llenos de esperanza por una vida de libertad y una nueva, justa y proporcionada sociedad. Esta esperanza fue asesinada en los sótanos y cámaras de tortura de la policía secreta soviética y congelada en los campamentos de esclavos del Gulag. La esclavitud al Romanov era un paraíso comparado a la esclavitud, la falta absoluta de libertad, y la matanza de millones de personas en el nuevo estado del soviet.

Lograr la libertad no es meramente dejar atrás el yugo de la esclavitud; se trata de una clara visión de un nuevo paradigma para un mundo mejor. Si no es así, la revolución no será una verdadera revolución, volteará 360 grados y los mismos modelos inculcados se reafirmarán, y a veces aún peor. Una verdadera revolución necesita ser de 180 grados, una completa y nueva dirección.

Vemos este tema articulado a lo largo de la historia de Pesaj. Di-s le dice a Moshé, al presentársele en la zarza ardiente, que le diga al Faraón: “Shalaj et amí veiaavduni” , “Permite a mi pueblo ir, para que puedan servirme”. Permitir simplemente que el pueblo salga en libertad no va a lograr algo a la larga, si no marchan a algo que es la alternativa, (de hecho la antítesis), a Egipto. Más aún, el encuentro de Moshé con la zarza ardiente tiene lugar frente al Monte Sinai, donde los judíos recibirían posteriormente la Torá, un documento verdaderamente revolucionario que, a través de la representación de los judíos, transformaría y fortalecería a toda la humanidad.

Durante el deambular de los Hijos de Israel a través del desierto, encontramos que cada vez que se alzaban aquellos que esquivaron su deber, coreaban el lamento “Permítenos regresar a Egipto”. ¿Acaso deseaban sufrir de nuevo como esclavos?

Ciertamente no. Pienso que lo que la Torá está diciéndonos es que abandonando la nueva visión y primacías de la misión, retornamos a Egipto. Quizás un nuevo Egipto, pero una misma esclavitud.

Todo lo que es verdad para las naciones e historia del mundo es verdad para lo que el Talmud llama el “pequeño mundo” de cada persona individual. Pesaj no es una conmemoración. Pesaj es volver a vivir y experimentar el poder liberador de la Divinidad en nuestras vidas.

La palabra hebrea para Egipto, Mitzraim, significa “coerción”. Sufrimos bajo la coerción de los hábitos que mantenemos sólo porque los teníamos ayer. Somos esclavos de las rutinas inculcadas en nuestras vidas y nuestro mundo, porque estamos demasiado ocupados como para desempolvar las tapas de nuestro Libro de Vida para leer sus páginas.

En Pesaj, y sobre todo en el Seder, apartamos todo el resto para concentrarnos en recibir el poder de libertad que fluye de Di-s a cada uno de nosotros. Pero para que esta experiencia tenga un efecto duradero, necesitamos recordar que no sólo tenemos que dejar los viejos hábitos (“permite salir a Mi pueblo”), sino que necesitamos una visión y programa de lo nuevo (“para que puedan servirme”). Si no, no terminaremos lejos de dónde empezamos.

El término veiaavduni en hebreo, “que puedan servirme” realmente significa “Que ellos puedan transformarse a través de Mí”. Cuando miramos a la Torá, cuya recepción fue el único propósito del Éxodo, descubrimos que la libertad es para comprender el potencial de cada aspecto de nuestro ser, reside dentro de las Mitzvot. 

Cada área de la vida está preparada para alcanzar un propósito, un significado y realización, si deseamos atrevernos a ser verdaderamente libres.

“Verdaderamente libres” no es la libertad de la esclavitud de cualquier Faraón, rey o zar que nos esté oprimiendo en ese momento, sino libertad de la esclavitud, de los límites auto impuestos a nuestra capacidad de comprender verdaderamente nuestro potencial Divino.

Matzá, el “alimento de la fe”

Cuando nuestros antepasados ​​salieron de Egipto, tenían tanta prisa que no había tiempo para esperar a que la masa leudara. Como consecuencia, comieron Matzá (pan sin leudar). Con solo esta comida (pero con gran fe), nuestros antepasados ​​confiaron en que el Todopoderoso proporcionaría sustento a toda la nación judía: unas dos millones de almas. 

El más humilde de los alimentos

Matzá simboliza la fe: consiste solamente en harina y agua, y no se le permite leudarse. Del mismo modo, los únicos “ingredientes” para la fe son la humildad y la sumisión a Di-s, que provienen del reconocimiento de nuestra condición de “nada” en comparación con el infinito del Creador.

La Mitzvá de Matzá se cumple en las dos noches del Séder.

Hay diferentes tipos de Matzá, elegí la correcta para cumplir la Mitzvá:

-Matzá de todo el año: no es apta para Pesaj bajo ninguna circunstancia.

-Matzá hecha con jugos o huevo: no es apta para Ashkenazim. Bajo circunstancias límites de salud, consultando con un rabino competente, se puede permitir, pero no para el Séder.

-Matzá a máquina hecha para Pesaj: sólo elaborada bajo estricta supervisión rabínica, pero no es óptima para el Séder.

-Matzá Shmurá hecha a máquina: Matzá hecha de harina que fue cuidada de humedad desde el momento de la cosecha hasta que fue horneada. Casi la mejor Matzá, excepto un detalle…

-Matzá Shmurá hecha a mano: para el Séder se requiere Matzá hecha específicamente para el cumplimiento de la Mitzvá. Tiene que ser elaborada con ese pensamiento, cosa que no es posible con la máquina. Por eso la Matzá más apropiada está hecha a mano, donde cada amasador dice: “amaso, estiro y horneo para confeccionar Matzá apta para cumplir con la obligación de comer Matzá”.

Perspectivas de la Hagadá

¿Por qué no recitamos una bendición para la mitzvá de contar la historia del Éxodo? Antes de realizar la mayoría de las Mitzvot, como colocar los Tefilín y encender velas, recitamos una bendición.

¿Por qué no decimos una bendición antes de la Mitzvá de contar la historia del Éxodo? Algunos explican que no hacemos una bendición por separado, ya que no hay un requisito mínimo para volver a contar la historia, y \ o es posible que ya hayamos cumplido técnicamente nuestro requisito mínimo al mencionar el Éxodo durante los servicios nocturnos o el Kidush.

Rabi Shneur Zalman de Liadi cuestiona estas explicaciones. Después de todo, en todas las demás noches (y días), una mera mención del Éxodo es suficiente para cumplir con la Mitzvá. Pero en esta noche, hay una mitzvá especial para discutir el Éxodo en profundidad, así que, ¿por qué no hacemos una bendición?

Él explica que así como no hacemos una bendición sobre la mitzvá de recitar el Agradecimiento después de las comidas (Birkat HaMazón), ya que en sí misma es una bendición, la Hagadá misma también está llena de bendiciones, y no hacemos una bendición sobre una bendición. Rabi Shneur Zalman (1745‐1812), también conocido como el Alter Rebe, fue el primer Rebe de Jabad. Aunque no escribió un comentario separado sobre la Hagadá, sus ideas sobre la Hagadá y Pésaj se encuentran a lo largo de sus escritos.

¿Celebrar la libertad en el exilio? ¿Por qué los judíos celebran Pésaj, una festividad que celebra la libertad, incluso durante nuestro largo y amargo exilio? Rabi Iehuda Loew, el Maharal de Praga, explica que la festividad de Pésaj no solo celebra nuestra libertad de la opresión. Después de todo, a lo largo de nuestra larga historia, incluso en condiciones duras y extenuantes a manos de otros tiranos opresivos, los judíos hemos seguido celebrando nuestra libertad de Egipto.

Entonces, ¿qué estamos celebrando? La libertad que logramos a través del Éxodo de Egipto, transformó la naturaleza esencial del pueblo judío. Adquirimos la naturaleza de personas libres, hasta el punto de que en nuestra esencia somos libres y nadie tiene la capacidad de subyugar nuestro yo esencial nunca más.

Por lo tanto, a pesar de la subsiguiente opresión, esclavitud y tortura, la naturaleza fundamental del pueblo judío sigue siendo libre. Esto nos sostiene incluso en los momentos más duros del exilio. Es posible que nuestros enemigos hayan intentado subyugar nuestro cuerpo físico, pero ya no tienen la capacidad de subyugar nuestro espíritu.

Rabi Iehuda Loew (1520‐1609), conocido como el Maharal de Praga, fue un estudioso de la Torá, filósofo, místico y prolífico escritor. Aparte de la Hagadá Divrei Neguidim publicada por su descendiente, su obra Guevurot Hashem también está dedicada a la festividad de Pésaj.

 

¿Cuál es la respuesta real a las cuatro preguntas del Ma Nishtana? 

Rabi Don Itzjak Abarbanel explica que hay una pregunta subyacente detrás de las Cuatro Preguntas: ¿Por qué en esta noche hacemos cosas que simbolizan la libertad y el lujo, como mojar la comida dos veces y apoyarnos de costado mientras comemos, mientras que también comemos Matzá‐pan de hombre pobre, y hierbas simples y amargas, que simbolizan la servidumbre? La respuesta a esto, explica el Abarbanel, está en el siguiente párrafo: “Éramos esclavos del Faraón en Egipto, y el Señor, nuestro Di‐s, nos sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido…”

Al comienzo de esta noche, éramos esclavos, y al final de la noche, somos personas libres. Así, los rituales de esta noche engloban ambos aspectos: libertad y lujo, así como servidumbre. El rabino Don Itzjak Abarbanel (1437–1508) fue un filósofo judío, estadista, líder de los judíos españoles y ministro de finanzas de varios reyes, incluido el rey de España hasta la expulsión española. Su comentario a la Hagadá, Zevach Pésaj, se considera uno de los comentarios clásicos de la Hagadá.

Judaísmo práctico: Pésaj

En la noche del Seder debemos cumplir con los siguientes mandamientos positivos. Narrar a nuestros hijos y demás miembros de la familia la historia de la salida de Egipto y el motivo por el que comemos en esta noche ‐ Matzá ‐ Maror. Esto lo cumplimos mediante la lectura de la Hagadá, por eso es muy importante que la leamos en el idioma en el que la familia la entienda.

Comer Matzá. Cada uno y uno aún los niños deben comer por lo menos 27 cm3 de Matzá, que equivalen a 15 gr. aprox. de la Matzá echa a mano. El ideal es conseguir Matzot hechas a mano para cumplir con el mandamiento de comer Matzá en los dos Sedarim. El motivo por el que comemos Matzá, es porque la masa que llevaron consigo nuestros padres de Egipto no alcanzó a fermentar hasta que el Todopoderoso se reveló y los redimió.

Comer Maror. Cada uno y uno, aun los niños, deben comer hiervas amargas (lechuga criolla y Jrein). Debemos comer 17 cm3. El motivo por el que lo comemos, es para recordar que los egipcios amargaron la vida de nuestros padres con trabajo difícil.

Las cuatro copas. Debemos, de acuerdo al orden de la Hagadá, tomar cuatro copas de vino o jugo de uva. Aun los niños deben tomar en vasos de 87 cm3 de capacidad (permitiéndoles tomar la cantidad que deseen). El sábado 16 por la noche comenzamos con la cuenta del Omer, como será explicado.

SEFIRAT HAOMER

A partir de la segunda noche de Pésaj, (16 de abril) después de la Tefilá de Arvit (Plegaria de la noche), se comienza a contar el Omer. 

La cuenta se realiza cada noche, sucesivamente hasta la noche anterior de Shavuot. 

El Omer era una medida de cebada (aprox.2 litros) que los judíos traían como ofrenda el segundo día de Pésaj. A esto le seguía la Cuenta del Omer, que los judíos contaban cada día durante siete semanas (49 días en total), que conducían a la festividad de Shavuot (el día 50), en el que se celebra el recibimiento de la Torá. Estos días además constituyen una preparación y refinamiento espiritual para el recibimiento de la Torá.

Un precepto que cumplimos cada instante

En el comienzo de Tazria encontramos el versículo acerca de lo que el judío debe hacer cuando le nace un hijo varón.:

“y en el octavo día circuncidará la carne de su prepucio”.


A pesar de que ya habíamos sido ordenados sobre la circuncisión en tiempos de Abraham, cuando el Altísimo le ordenó circuncidarse, “tú y tu descendencia que te sigue, para todas sus generaciones”, la circuncisión que realizamos no se debe a aquel mandato a Abraham, sino al mandamiento dicho en nuestra Parshá.

La superioridad de este mandamiento por sobre la orden a Abraham radica en que aquella fue personal, transmitida por profecía a un individuo, mientras que el mandato en nuestra Parshá es parte de los 613 preceptos dados al Pueblo de Israel en el Monte Sinaí, y el pueblo todo fue testigo de ello. El precepto de la circuncisión es uno de los más importantes. Son muchos los motivos dados a este precepto: El momento principal del ingreso del alma sagrada al cuerpo tiene lugar con la circuncisión.

Previo a la misma, todavía no se completó la unión entre el alma Divina del iehudí y el cuerpo. Es sólo a través de la circuncisión que se genera entre ambos una unificación completa.

Una virtud adicional de la circuncisión es que se trata de un precepto grabado en la carne del cuerpo. 

Todo otro precepto está relacionado fundamentalmente con el alma (aunque se utilizan los órganos del cuerpo para cumplirla), y este precepto genera un cambio visible en la carne del cuerpo, y el ojo físico ve el vínculo entre el judío y Di‐s. Por eso, se practica la circuncisión a un bebé que no está en condiciones de entender lo que ocurre. 

Si sería un pacto del alma, la pregunta tendría lugar. Pero como se trata de un pacto que se sella en la carne del cuerpo, no hay diferencia entre un bebé y un adulto. 

Por lo tanto, en la primera oportunidad que es posible circuncidar al bebé (puesto que ya tiene ocho días) se sella el pacto eterno entre él y Hashem.

Maimónides escribe que uno de los motivos de este precepto es el refinamiento logrado a través del mismo. La circuncisión debilita uno de los deseos más fuertes del hombre y da la fuerza para superarlo y manejarlo correctamente. El Brit‐ Pacto, constituye la señal del Pacto entre Hashem y el Pueblo Judío, una señal eterna sellada sobre la carne que refleja el profundo vínculo entre el Altísimo y el Pueblo de Israel.

La singularidad de este precepto consiste en su condición de precepto constante. El Talmud relata que el rey David entró en cierta oportunidad a bañarse y cuando se vio sin ropas exclamó: “pobre de mí que estoy desnudo sin precepto alguno”.

Pero cuando se recordó de la circuncisión que estaba sellada sobre su carne, se tranquilizó. Aprendemos que este es un precepto permanente, que continúa hasta la eternidad.

La jalá correcta

Reb Meirke de Mir, uno de los jasidim de Rabi Mordejai de Lejovitch, una vez interrumpió su viaje para entrar en una posada para decir sus oraciones. 

Mientras estaba allí, llegó una gran caravana de carros, atiborrada de pobres itinerantes con sus esposas y pequeños pordioseros. 

Reb Meirke vio a un hombre en el medio, de apariencia venerable cuyo rostro reflejaba una extraña pureza de mente. Cuando lo estaba mirando más de cerca, vio que la esposa del posadero puso pan y otra comida en la mesa.

Mientras que toda la otra gente pobre agarró sus rodajas para aliviar su hambre, el pobre anciano caminó determinadamente hacia las cubetas de agua, y examinó una jarra cuidadosamente para ver si era apta para realizar el Netilat Iadaim (lavado ritual de las manos).
Antes de lavar sus manos, sin embargo, tomó la rodaja de pan sobre la que debería luego decir la bendición‐ pero la volvió a colocar inmediatamente, tomó un poco de otro pan que estaba allí en cambio, recitó la bendición sobre él, y se sentó para comer.

Los pobres abandonaron la posada poco después, y el hombre anciano salió con ellos.
Pero a lo largo de sus oraciones y de su comida de la tarde, Reb Meir no podía alejar sus pensamientos del anciano mendigo. ¡¿Por qué no comió esa rodaja de pan?!
Él tenía que averiguarlo. 

Se acercó a la propietaria y le preguntó: “Excúseme, pero ¿cuándo amasó y horneó ese pan?”
“¿Por qué?. Ayer o anteayer…” ella contestó.
“¿Y usted me certifica” él continuó, “si recordó en ese momento separar un trozo de Jalá de la masa (de cada masa es debido retirar un trozo y quemarlo‐ hafrashat jalá)?”
“¡Oh! ¡Qué barbaridad!” Exclamó a la mujer. “¡Me olvidé de quitar la masa!”

Ahora estaba claro para Reb Meirke que el hombre estaba Divinamente inspirado. Ensilló sus caballos y a toda prisa salió inmediatamente para alcanzar al grupo de viajeros. Los encontró pronto, pero su hombre no estaba entre ellos.
“¿Dónde está ese hombre anciano que estaba con ustedes?” Preguntó.
“¿Por qué preguntas por ese viejo loco?” Contestaron. 

“Él se nos unió hace unas semanas, y viaja dondequiera que viajemos, y duerme dondequiera que dormimos. Pero se comporta como si estuviera chiflado.

Cada día nos deja durante un tiempo y se para solo, entre los arbustos en el bosque. Y una vez, en pleno invierno, cuando vio un lago helado cerca nuestro, rompió el hielo y se zambulló en el agua congelada.”
Cuando Reb Meirke siguió la dirección que le indicaron, descubrió a este hombre extraño que estaba de pie bajo un árbol, extasiado en sus pensamientos,y su cara encendida como un leño.
“¡Rebe, bendígame!” Exclamó Meir.

El pobre le pidió una moneda de cobre, y le dio su bendición.
Cuando en el momento debido, Reb Meirke visitó Lejovitch de nuevo para ver su Rebe y le contó toda la historia, el tzadik dijo: “¡Cuán afortunado eres! ¡El hombre que te dio su bendición no es otro que el santo Rabi Leib Sarahs!”

Una gran mujer

Cuenta Reb Janania Halbershtam, quien trabajó durante 18 años en el hogar del Rebe y la Rebetzn Jaia Mushka:

ALGUNOS DE SUS RASGOS

El honor que sentía por su esposo y su auto-anulación frente a él es comparable al que siente un jasid por su Rebe.

Cuando pasaba mensajes del Rebe decía: “Así y así dijo mi esposo” Jamás agregó alguna explicación de su parte.

Sin embargo, el Rebe la consultaba y trabajaba junto a ella. En las noches en las que no se quedaba en su oficina en “770”, acostumbraba a trabajar en el escritorio de su casa, y contestaba cartas que recibía de todas partes del mundo. Su ritmo era incomparable. ¡Contestaba hasta cientos de cartas por noche!

En las horas de la madrugada, la Rebetzn se sentaba junto al Rebe. Cuando las misivas recibidas estaban escritas en francés, el Rebe le dictaba la respuesta en Idish y ella respondía en francés.

Era una intelectual brillante, y dominaba varios idiomas.

El Rebe honraba muchísimo a su esposa, y muchas veces se refería a ella como: “La hija del Rebe” (su suegro era el Rebe Anterior, Rabi Iosef Itzjak Schneerson) Y cuando le provocaba alegría decía: “He dado satisfacción a la hija del Rebe”.

UNA CENA SOBRE LA SILLA

Durante un tiempo, la Rebetzn debió permanecer en cama debido a una dolencia en su pierna. Reb Halbershtam recuerda que en uno de esos días, dejó la cena de la Rebetzn sobre una silla al lado de su cama y colocó la comida para el Rebe, como de costumbre, sobre la mesa. Luego Halbershtam vio cómo el Rebe tomaba su bandeja de comida y se dirigía a la habitación donde estaba la Rebetzn, colocó su comida junto a la de su esposa, y ambos cenaron juntos… sobre la silla en lugar de una mesa.

BAJO PERFIL

La Rebetzn se distinguía por su recato y modestia, y escapaba de los honores como del fuego. Cuando asistía a cualquier sitio se empeñaba en esconder su identidad.

También cuando realizaba compras, se preocupaba de hacerlo en lugares en los que nadie la conocía. Cierta vez, Halbershtam se atrevió a preguntarle por qué se aleja tanto de los honores.

Ella respondió con total simpleza: “Créeme que no necesito que se me rindan honores. Las manifestaciones de honor no me interesan en absoluto”

En cierta ocasión, la Rebetzn acudió a un negocio de ropa en Nueva York para comprarse un tapado. Se encontraba allí también la esposa de un importante rabino de una comunidad jasídica. Alguien deslizó un comentario a la esposa del rabino, diciendo que “la Rebetzn de Lubavitch se encuentra en lugar”. La esposa del rabino se acercó a la Rebetzn, le dio la mano y charlaron por un instante. Al concluir la conversación, la Rebetzn se apresuró a terminar su compra y dejar el lugar. Al salir le dijo a Halbershtam: “No podemos retornar a este negocio. Ya saben quien soy…”

UN PASEO DISTINTO…

En sus últimos años, la Rebetzn tomaba un paseo diario por un parque a orillas del río Hudson. Siempre viajaban por el mismo camino, pero en cierta ocasión tuvieron que desviarse. Al pasar por una de las calles, notaron que algo sucedía: autos de policía, un camión de mudanzas, una familia afligida y alguien que les gritaba furiosamente.

La Rebetzn ordenó a Halbershtam que detuviera el automóvil y retrocediera para averiguar de qué se trataba. “Mi padre, el Rebe” dijo la Rabanit, “me enseñó que cada cosa que uno ve está guiada por la Providencia Divina. Si nos desviamos y nos tocó ver esta escena, debe existir una razón”

Halbershtam se acercó al lugar de los hechos y averiguó lo sucedido. Rápidamente regresó al auto y le relató al Rebetzn lo indagado. Una familia judía- inmigrantes de Rusia- se había atrasado en el pago de sus alquileres, adeudando un total de 7000 dólares. El propietario, después de muchas advertencias, los estaba desalojando por la fuerza.

La Rebetzn, sin pronunciar palabra, abrió su cartera, sacó su libreta de cheques y emitió uno por la suma indicada. Se lo extendió a Halbershtam, y le señaló que lo entregara al propietario sin darle demasiadas explicaciones y que además se asegurara que devolvieran los muebles dentro de la casa rápidamente, para dejar el lugar antes de ser reconocidos por la familia y así evitar que se avergonzaran.

Halbershtam entregó el cheque a un sorprendido propietario, se cercioró que la policía ordenara retornar los muebles a su lugar, y dejó detrás a una familia judía confundida pero eternamente agradecida a esa misteriosa dama que ocupaba el asiento trasero del automóvil

Realmente grande

Rabi Moshe Feinstein fue uno de los más grandes ‘Poskim’ (legislador de las leyes de la Torá) contemporáneos.
Debido a su habilidad para entender y determinar las preguntas legales más difíciles, le “llovían” preguntas constantemente, día y noche. 

Los más grandes Rabinos de los cuatro puntos del planeta venían a escuchar sus opiniones acerca de los problemas legales más difíciles. Innecesario es decir, pues, que era una persona muy ocupada.
Además de esto, era también el Director de una Academia de Torá (Rosh Ieshivá) y era el mentor espiritual de miles de judíos. Así que dispuso ciertos tiempos para recibir visitantes y el martes era el día abierto a todo público, para que puedan hacer sus preguntas.


Así fue su costumbre por decenas de años hasta, que en el año 1986 a la edad de 91 después de una larga y agotadora enfermedad, falleció. El mundo judío entero lo lamentó y lloró.
Pero parece que no todos se enteraron.


Un martes, después de unas semanas, una señora anciana vino a la casa del gran Rabino y preguntó por qué no había ninguna larga fila de personas aguardando, al igual que todos los martes. ¿Acaso el Rabino cambió su horario de atención?
Claro que cuando la pobre mujer oyó las amargas noticias, empezó a llorar.
Pero cuando se tranquilizó, uno de los jóvenes Rabinos presentes allí, le dijo que si ella tenía una pregunta, él trataría de ayudarla.
Después de todo, razonó, ¿cuán difícil sería la pregunta que semejante simple mujer podría tener?
Probablemente deseaba saber si su pollo era kasher o algo similar.
“¡Oy!” La mujer contestó. “¡¡¡Qué hombre maravilloso!!! No sé si existe otra persona igual. Era de gran ayuda para mí. Pero supongo que tiene razón, quizás pueda ayudarme. ¿Usted entiende ruso?”
“¿Ruso?”, le preguntó el Rabino.
“Sí, el idioma ruso”
“No” contestó el joven Rabino. “No creo que ninguno de nosotros sepa ruso. ¿Pero qué diferencia hace a la pregunta que usted tiene?”
“¡¡¡Ahh!!! Supongo que usted no puede ayudarme”, la anciana respondió tristemente.
“Usted verá, durante los últimos veinte años, cada 2 o 3 semanas, recibo una carta de mi hermana en ruso. Pero no entiendo una palabra de ese idioma, y es por eso que yo venía tan seguido aquí y el Rabino, siempre tan amable la traducía para mí.

¡Semejante hombre maravilloso!”


Medicamentos para perder peso

Estar en forma y estar saludable no siempre son sinónimos. Muchos medicamentos, incluido Ozempic, pueden tener posibles efectos secundarios, algunos de los cuales pueden ser graves.

Definitivamente, este tema ha llamado mucho la atención últimamente. Estos medicamentos, disponibles en forma de inyección o píldora, se están volviendo cada vez más populares por su facilidad para ayudar a las personas a perder peso.
Si su médico le recetara estos (o cualquier) medicamento, es una mitzvá cuidar su salud y escuchar a su médico.
Pero, ¿está bien utilizar dichos medicamentos para mejorar su apariencia cuando no es una necesidad médica?

Desde una perspectiva judía, Di‐s nos confía nuestros cuerpos. No son nuestros para hacer con ellos lo que queramos, sino más bien herramientas que nos prestan para cumplir nuestra misión en este mundo, una misión que requiere un cuerpo sano. Por tanto, estamos
obligados a cuidar nuestra salud y evitar riesgos innecesarios.

Estar en forma y estar saludable no siempre son sinónimos. Muchos medicamentos, incluido Ozempic, pueden tener posibles efectos secundarios, algunos de los cuales pueden ser graves.
Esto coloca a dichos medicamentos en una categoría similar a la cirugía estética. Como se mencionó anteriormente, nuestros cuerpos
están prestados, por lo que “herirnos” mediante cualquier tipo de cirugía electiva puede ser problemático.

En 1964, se consultó a varios rabinos destacados sobre el caso de una mujer que estaba considerando someterse a una cirugía plástica para mejorar sus posibilidades de encontrar un marido adecuado.

Algunos rabinos argumentaron que se trataba de una excepción a la prohibición de autolesionarse, ya que el propósito de la cirugía
era aliviar el dolor emocional severo. Agregaron que los avances modernos minimizan los riesgos quirúrgicos, considerándolos no potencialmente mortales.

Esta visión matizada sugiere que uno debe sopesar cuidadosamente los riesgos y beneficios con un profesional médico (y con un ra‐
bino quizás) antes de decidir tomar pastillas para bajar de peso únicamente por razones cosméticas.

El hogar comienza en la caridad

Como preparación para Purim y Pésaj, comenzamos un régimen de superación personal de 4 pasos, cuando leemos una sección adicional de la Torá en Shabat.


Estas son:
Shekalim: Sobre el mandamiento de donar anualmente medio siclo a las arcas del Templo.


Zajor: Sobre nuestra obligación de aniquilar la malvada
nación de Amalek.


Pará: Sobre la purificación ritual que se logra mediante
la aspersión de las cenizas de la novilla roja.


HaJodesh: Sobre la mitzvá de santificar la luna nueva y el requisito de comer Matzá y hierbas amargas en el Seder
de Pésaj.


Esta semana leemos Shekalim, el primer paso necesario para lograr la redención personal: caridad.
El proceso de redención personal comienza ayudando a los demás. ¿No es más importante limpiar la propia casa
antes que ayudar a los demás?

La persona va a trabajar todos los días y se esfuerza por obtener un ingreso cómodo. La mayoría de las veces, esto da como resultado que se sumerja y absorba por completo en la búsqueda de riqueza, y que cada fibra de su ser esté involucrada en la carrera de la vida.
Por eso el sueldo es tan valioso; después de todo, la sangre se pone en cada centavo que ganamos.
Cuando tomamos parte de esto y lo donamos a organizaciones benéficas, aportamos significado a toda nuestra semana laboral.
Estamos demostrando que estamos dispuestos a darle a Di‐s nuestra esencia.

Nuestros Sabios ensalzan la virtud de la caridad, llegando incluso a decir que es “igual a todas las demás mitzvot combinadas”!
Rabi Schneur Zalman de Liadi (fundador del jasidismo de Jabad, 1745–1812) explica que si bien cada mitzvá está diseñada para introducir santidad en una parte específica de nuestro ser (el miembro particular que realiza la mitzvá), la caridad es la única excepción a esta regla.

Lo que uno pone en caridad, o el cheque que escribe a una organización caritativa, tienen la capacidad de santificar todo el ser.
En este aspecto, la caridad monetaria es mucho mayor que ofrecer tiempo como voluntario para una causa benéfica.
El voluntariado implica donar una cierta cantidad de tiempo a Di‐s, al prójimo o a ambos.
Cuando concluyen una o dos horas, uno regresa a su rutina diaria normal y ensimismada.

La caridad eleva todo el trabajo que generó las ganancias y a todo el individuo que trabajó —física y mentalmente— para ganarse la vida.
Para iniciar el proceso de redención, primero es necesario dar el paso más importante de infundir todo el día con un aura de santidad.
Sólo entonces podrá afrontar con éxito todas las luchas y tribulaciones que encontrará en este desafiante pero gratificante viaje.
La caridad tiene la capacidad de infundir un propósito santo en la reunión de negocios más mundana.

Y tengamos presente que nunca se pierde dando caridad. En palabras del profeta Malají (3:10):
“Traed todos los diezmos al tesoro para que haya alimento en Mi Casa.
Pruébame, si quieres, con esto, dice Hashem de los ejércitos: [mira] si no te abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre ti bendiciones hasta que no haya lugar suficiente para ellas”.