Confiá en tu socio

Cierta vez, un distribuidor internacional de telas de alta gama, visitó al Rebe de Lubavitch, Menajem Mendel Scheerson. Como miembro activo de la comunidad de Jabad en Inglaterra, el hombre ya conocía sobre cómo los asesoramientos y bendiciones del Rebe imapctaban en las vidas de muchas personas. En cierto punto de su discusión, el hombre de negocios le propuso al Rebe de que sea su socio para un negocio. El Rebe se puso serio y dijo: “Esta bien. Recuerde, sin embargo, que en una sociedad, ninguno de los dos llega a hacer un movimiento sin el consentimiento del otro. ¿Tenemos un trato?”

El hombre estaba entusiasmado con esta oportunidad de ser “socio” con el tzadik, y rápidamente aceptó el acuerdo. El Rebe le aconsejó hacer una compra grande de un material determinado que no conocía. El comerciante se fue a su casa e hizo un gran pedido de este tejido inusual. Cuando se reportó de nuevo a Nueva York, el Rebe le respondió de que la compra era demasiado conservadora. Debía haber comprado una cantidad mucho mayor. El hombre salió y compró cantidades astronómicas, hasta el punto de invertir toda su fortuna personal para pagar los envíos.

Para disgusto del hombre, poco tiempo después de las adquisiciones, el valor de este material comenzó a bajar. Tal vez, pensó, debería vender al menos una parte importante. Como había prometido, se comunicó con el Rebe para su consentimiento. Para su sorpresa, el Rebe no le otorgó su consentimiento y le recordó sobre el acuerdo respecto a los movimientos unilaterales.

A medida que el precio del material continuaba bajando, lo mismo ocurría con el espíritu del hombre. Cada día, veía que su fortuna se resbalaba cada vez más lejos. Todas las súplicas al Rebe concluían con la misma respuesta: “No vendas”.

Frente a la ruina financiera, el hombre comenzó a cuestionar toda su relación con el Rebe y Jabad. Tal vez fue un error. Con la devaluación de cada día, su distancia con la comunidad de Jabad crecía.

Ésto continuó durante varios meses. Un día, el precio subió un poco. Le consultó de nuevo al Rebe, pero nuevamente le dijo que aún no. Cuando el precio subió incluso más, el Rebe todavía seguía sin darle la luz verde a la venta masiva.

Poco después, un famoso diseñador de moda extendió una línea que requería una gran cantidad de un material inusual. Cuando el hombre le informó de esto a la Rebe, le dijo que había llegado el momento de vender. El inventario fue rápido. El hombre hizo muchos millones. Entusiasmado, se subió a un avión para entregarle al Rebe un cheque por su “parte”. El Rebe se negó, pidiéndole al hombre que le diera el dinero para caridad.

Luego el hombre le preguntó al Rebe si podían hacer otro negocio juntos. El Rebe sonriendo le dijo: “Lo siento…eres un Shvajer Shutaf, un socio débil”.

Al comienzo de la lectura de la Torá de esta semana, se nos enseña que en el Monte Sinai, Di-s le dice a Moisés que le instruya a los Hijos de Israel sobre la observancia de Shmitá, el año Sabático. Al entrar a la Tierra de Israel, deberían contar los años en ciclos de siete. Durante seis años trabajarían, y el séptimo sería un descanso”. Nada de siembra, recolección, atados. Un año entero para la búsqueda espiritual.

La Torá luego dice: “Y si vas a decir: ¿Qué comeremos en el séptimo año?….Yo daré mi bendición de que el sexto año crecerá lo suficiente para un período de tres años…”. En otras palabras, la bendición Divina de enriquecer el suelo como resultado por haber observado “Shmitá”, compensará tres veces más la pérdida por haber dejado a la tierra descansar.

Tanto si se trata de Santificar el Shabat, enviar a nuestros hijos a escuelas de Torá o hacer un esfuerzo extra para mantener una cocina kosher, Shmitá nos recuerda de que el Monte Sinai representa un puente entre la teoría y la práctica, la fe y la acción. En esa montaña, el Todopoderoso nos tomó como socios en el negocio de la creación. Desde entonces nos ha estado implorando: “No seas un Shvajer Shutaf”

Por: Moshe Bryski

¿Puedo pagarle a mi amigo un interés que él pagó por mi?

PREGUNTA:

Un buen amigo mio me prestó plata de su linea de crédito, y ahora tiene que pagar intereses de esa cantidad. ¿Puedo pagarle por esos intereses que él mismo le va a pagar al banco, o está prohibido pagarle más de la cantidad que el me prestó? Si es así, ¿hay alguna solución para que pueda pagar ese interés?

RESPUESTA:

De acuerdo a la ley de la Torá, no se debe pagar interés en un préstamo entre dos Judíos. Está, sin embargo, permitido pagar intereses o recibir interés de un no judío, o a un banco o tarjeta de crédito de un no judío. No hay nada de malo en cargar intereses, es algo aceptado en todas las sociedades. Sin embargo, debemos tratar a los Judíos como miembros de la familia, y entre hermanos no se cargan intereses.

En una instancia como la cual tu me describes, a pesar de que entiendo que te debes sentir mal al saber que tu amigo está pagando intereses al prestarte dinero, tu no tienes permitido pagarle ningún interés.

Tu no le debes plata a su banco, le debes la plata a él. Él te prestó el dinero, y pagarle más de lo que te prestó está prohibido.

Hay una solución que se puede hacer ANTES de tomar el préstamo llamado “Heter Iska”. La idea detrás de esto es que, en vez de pedir por un préstamo personal, el prestamista y el prestatario firman un acuerdo de negocios cuyos beneficios serán compartidos. Tu Rabino debe tener un formulario de Heter Iska que tiene que ser llenado por ambas partes.

Mientras que lo antes mencionado es la regla Halájica en tales casos, siempre debes consultarle a tu Rabino.

Rabino Eliezer Danzinger de Chabad.org

Tres situaciones en la educación

En el comienzo de nuestra Parshá, la Torá ordena a los Cohanim (los sacerdotes), que no deben impurificarse y se les prohíbe permanecer bajo el mismo techo que un muerto. Lo llamativo es que el texto parece redundante: “Dile a los Cohanim hijos de Aarón y les dirás a ellos”. Rashi, el gran comentarista de la Torá, explica que el “les dirás” es para “responsabilizar a los adultos por los pequeños”. Esta no es la única oportunidad en que la Torá encomienda a los mayores por la conducta de los niños. Nuestros Sabios indican que esta regla aparece en tres oportunidades: en la prohibición de comer bichos e insectos, en la prohibición de comer o beber sangre y en la prohibición a los Cohanim de impurificarse.

NO DARSE POR VENCIDO

¿Por qué la Torá ve necesario acentuar la importancia de la educación justo en estos tres temas? Esto se debe a que en estas tres situaciones el educador puede pensar que en este caso no es posible educar a un niño en el alto standard de exigencia de la Torá. Por eso la Torá lo alienta ya que aquí también es responsable de educar al menor para que no transgreda.

Lo característico en la prohibición de comer bichos y reptiles es que, es algo que de por sí produce repugnancia.

En cuanto al consumo de sangre, era una conducta a la que los judíos estaban acostumbrados a ver en los egipcios, y que imitaban. Y con respecto a las leyes de los Cohanim, su particularidad es que el concepto de la impureza es algo no racional. Del hecho que la Torá acentúa velar por la conducta de los niños en estos tres casos especialmente, aprendemos tres reglas fundamentales en la educación.

EDUCAR A QUIEN COME ABOMINACIONES

Cuando nos enfrentamos a una situación escabrosa, o frente a una reacción grosera o poco amable del educando, podemos pensar que en este caso es imposible lograr una mejora. Por eso viene la Torá y nos enseña que aunque se trate de una persona que come tarascas – un nivel de degradación moral grave – de todos modos debemos educarlo y encaminarlo en la senda correcta.

Algunos opinan que la educación es aplicable mientras la persona no esté acostumbrada a transitar el mal camino, pero si sus malas costumbres se convirtieron en hábitos, es en vano todo esfuerzo por instruirlo. La Torá nos guía entonces, mostrándonos que incluso cuando los iehudim se encontraban totalmente habituados a la ingesta de sangre como lo hacían los egipcios, pudieron abandonar esta conducta por mandato de la Torá. También con los niños, por medio de una educación adecuada, podemos revertir los malos hábitos.

ENSEÑAR A TENER FE

Otros sostienen que la Torá y el judaísmo pueden instruirse a los jóvenes y principiantes sólo con conceptos racionales posibles de ser explicados con la lógica, pero los temas de fe, supra-racionales, son imposibles de transmitir a los niños en edad o en preparación espiritual. Nos puntualiza la Torá que incluso un tema como el de la impureza, que es irracional, más allá del intelecto humano, debe ser enseñado y cumplido por los niños. Los temas de la fe judía se pueden y deben enseñar y transmitir. En su fuero íntimo, todo judío es creyente, y la enseñanza que le proporcionamos sirve para revelar esta fe que ya se encuentra en él (aunque sea en forma potencial).

El solo hecho que la Torá nos ordena algo, nos demuestra que esto es posible. Pero además, la orden de Di-s nos otorga las fuerzas necesarias para llevar a cabo la Mitzvá. Di-s no pide de la persona cosas que no están a su alcance, y si Él nos manda en la Torá y en el Shulján Aruj, actuar de cierta manera, ya nos ha dado las energías necesarias para lograrlo.

Igrot Kodesh, tomo 1 Pág. 119

¡Puedes repetir eso?

Habla a los kohanim y diles… (Levítico 21:1)
¿Tautológico? Es decir, ¿es una repetición innecesaria? ¿Por qué la doble expresión “hablar y decir” Obviamente debe haber una implicación más profunda en esta doble expresión.

Rashi, el más grande de los comentaristas, explica que Di‐s está enseñando un punto sutil pero muy significativo: no es suficiente simplemente instruir a la gente sobre cómo actuar.
Más bien, uno debe asegurarse de que ellos también transmitirán estas mismas instrucciones a la próxima generación.

Habla y di: Les hablas de tal manera que ellos, a su vez, dirán a sus hijos.
Cuántos grandes sistemas filosóficos han desaparecido, cuántos movimientos renovadores se han extinguido porque no se prestó suficiente atención a iniciar a los jóvenes en la belleza y el propósito de la existencia de sus mayores.
La única manera de asegurar con seguridad la propagación de una forma de vida es formar a la próxima generación mientras son jóvenes, inoculando así contra las dudas que inevitablemente surgirán.

La nación judía nació en el Éxodo de Egipto. Así como un niño es arrojado repentinamente al mundo, desnudo y chillando, así también nosotros fuimos arrojados al desierto, sin estar preparados para la libertad, desnudos de Mitzvot y aun sufriendo con nuestra mentalidad de esclavos.

Así como un niño recién nacido no está física y mentalmente preparado para una vida independiente, y depende de otros para su protección y entrenamiento, también esta nueva nación necesitaba pasar por un proceso de maduración.
Durante las siguientes siete semanas pasamos por un proceso de educación para la vida, de formación para vivir y pensar como hombres libres.

Reproducimos este viaje todos los años durante el período de Sefirat HaOmer, un pasaje anual de siete semanas de duración para la rectificación espiritual.

Cada día es una nueva etapa en nuestro viaje emocional e intelectual hacia la libertad, contando ansiosamente los días hasta que alcancemos la Torá en el Sinaí.
Para asegurar la supervivencia, no es suficiente simplemente traer niños a este mundo.

Se necesita guiar y nutrir a los jóvenes hasta que sean autosuficientes, capaces de pensar de manera
independiente e imbuida de la capacidad de tomar sus propias decisiones.
La verdadera educación es cuando el instructor logra transmitir tal amor y devoción que aún más tarde, cuando se le deja a su suerte, el alumno elige por su propia voluntad seguir ese camino y enseñar esas lecciones a sus propios hijos.

lyar, el mes de la curación

El mes de Iyar, como indican nuestros sabios, es auspicioso para la curación de las enfermedades. Su propio nombre lo indica: Las letras de su nombre en hebreo coinciden con las iniciales del versículo que dice: “Yo Soy Di-s, tu Sanador”(Aní Hashem Rofeja).Diariamente llegaban cientos de cartas al Rebe solicitando consejo y bendición por asuntos de salud. Que ocurrieran milagros es indiscutible. Pero el Rebe no quería crear una religión en torno a curas milagrosas.

En casi todas las respuestas incluía consejos prácticos sugiriendo a la gente una senda espiritual junto con una sabia orientación médica:- Pide consejo a un médico amigo. Que sea amigo hace gran diferencia.- La confianza firme en Di-s puede lograr curas grosas. Con todo, debes seguir las instrucciones del médico. No es que el médico o sus remedios curen. No, quien cura es el Médico de Toda Carne. El médico y los remedios proveen un canal natural para que suceda la mejoría. Este es el camino que Di-s prefiere para que ocurran Sus milagros: Los medios naturales…. 

Cuatro consejos para la curación:
1. Encuentra un buen médico y sigue su consejo. 2. Rechaza todo pensamiento sobre la enfermedad. Piensa exclusivamente en términos de salud.
3. Refuerza tu confianza en el Médico de Toda Carne, sabiendo que Él te sanará de la manera que Le parezca adecuado.
4. Incrementa tu estudio de la luz interior de la Torá.

Cómo cuidar el cuerpo según Maimónides

Muchas de estas leyes que aparecen a continuación fueron tomadas de los escritos Jurídicos de Maimónides. No obstante, numerosos Legisladores posteriores(Maguén Abraham 173:1 ) sostienen que la naturaleza física ha cambiado desde entonces, por lo que algunos de los principios mencionados ya no son de aplicación práctica.

[1] Es parte integral del servicio a HaShem que el cuerpo esté sano y completo, – ya que es imposible que el ser humano llegue al entendimiento del Creador mientras esté enfermo – por lo tanto, la persona debe alejarse de todas aquellas cosas que causen daños a su cuerpo, y comportarse por ende según normas que lo mantengan sano o que lo curen. Estas normas son las siguientes: se debe comer únicamente cuando se esté hambriento (*), y se debe beber únicamente cuando se esté sediento, no es saludable contenerse de la eliminación de residuos incluso un tiempo breve, sino que cada vez que necesite orinar o evacuar deberá hacerlo inmediatamente.

(*) En el libro “Hanhagat Habriut” (I, 4) Rambam da una explicación científica para esta conducta: “Es recomendable para la salud que la persona no coma después de haber comido, y solo consuma alimentos después cuando esté realmente hambriento, estando el estómago limpio, de manera tal que pueda su saliva llegar a la boca, así el alimento le será de utilidad. Del mismo modo el hombre no debe beber agua sino hasta estar realmente sediento, o sea al estar hambriento o sediento, debe esperar un poco, ya que a veces el hambre o la sed no son reales, siendo la causa de estas sensaciones cierto flujo dañino que se encuentra en la boca del estómago.”

[2] No es conveniente comer hasta la saciedad, sino que es apropiado reducir un cuarto antes de satisfacerse por completo. No se ha de beber agua dentro de una comida, sino en cantidad mínima y preferentemente mezclada con vino. Cuando comience el alimento a ser digerido en sus intestinos, entonces beba lo necesario cuidando de no exagerar el consumo de agua incluso después de la digestión. Antes de comenzar a comer se debe evacuar todos los residuos de manera tal que no deba hacerlo dentro de la comida. Es apropiado hacer algún tipo de ejercicio antes de comer, de manera tal que su cuerpo esté temperado (se puede también realizar algún trabajo o alguna otra actividad física que lo canse). La regla sobre el tema es la siguiente: conviene esforzar al cuerpo y agotarlo cada día hasta que se tempere, luego deberá descansar un poco hasta estar reposado y entonces consumir alimentos. Si acostumbra bañarse con agua caliente después de los ejercicios físicos es óptimo, si así hace debe descansar un poco y después consumir alimentos.

[3] Cuando la persona consuma alimentos debe permanecer sentado en un lugar fijo o inclinado levemente a la izquierda, que no camine ni cabalgue ni se esfuerce físicamente, ni conmueva su cuerpo ni pasee hasta que se digiera el alimento consumido. La persona que se esfuerza físicamente o que pasea después de haber consumido alimentos causa a sí mismo enfermedades difíciles.

[4] El día y la noche suman veinticuatro horas. Al ser humano le es suficiente dormir un tercio de ellas, es decir ocho horas; siendo conveniente que sean al final de la noche, para que estas ocho horas vayan desde el comienzo de su dormir hasta antes de la salida del sol – resulta entonces que se levantará por la mañana antes de la aurora.

[5] La persona no debe dormir sobre su rostro ni sobre sobre su espalda sino sobre su costado, siendo recomendable que al comienzo de la noche sea el costado izquierdo y al final de la noche sea el costado derecho. No es saludable dormir inmediatamente después de haber comido, sino que debe aguardar después de haber consumido alimentos unas tres o cuatro horas. Tampoco es recomendable dormir de día.

[6] Los alimentos que suelen ablandar el estómago como por ejemplo: uvas, higos, fresas, peras, sandías, todo tipo de zapallitos, y de melones se deben consumir en primer lugar, antes de la comida; no mezclándolas con la comida, sino que debe esperar un poco, hasta que bajen del estómago superior, y entonces consumir otros alimentos.

Los alimentos que suelen endurecer el estómago como por ejemplo: granadas, membrillos, manzanas, peras crustumenias, se deben consumir inmediatamente después de comer, aunque es conveniente no consumirlas en demasía.

[7] Cuando la persona quiera consumir carne de pollo y de animales juntas – es recomendable consumir primero la carne de pollo y luego la de animal; así también al comer huevos y carne de pollo – debe comer primero los huevos. Cuando ha de consumir carne de vacuno y carne de ovejas o chivos, es recomendable comer primero la carne de ovejas o chivos. La regla a seguir es siempre adelantar el consumo de alimentos ligeros antes de consumir alimentos pesados.

[8] Durante las épocas de calor es conveniente comer alimentos fríos y no exagerar en el consumo de condimentos, siendo apropiado consumir vinagre. En cambio, en las épocas de lluvias (frío) se recomienda consumir alimentos calientes y muchos condimentos, no siendo apropiado consumir demasiada mostaza ni asafétida. Según estas normas es apropiado conducirse en lugares fríos y en lugares cálidos, en cada lugar según lo apropiado a su clima.

[9] Hay alimentos que son totalmente nocivos y por ende es conveniente al hombre alejarse de ellos, por ejemplo: los peces grandes, los peces salados ya viejos, el queso salado ya viejo, las setas y hongos, junto con la carne salada ya vieja, y el vino casero o de su lagar (que la borra todavía está mezclada con el líquido, hasta los cuarenta días se denomina “vino casero o de su lagar” Cf. Eduyiot 6:1. N del T.); también es perjudicial un guiso abandonado hasta que hede. Así todo alimento que hede o cuyo gusto es muy amargo, es para el cuerpo como veneno.

Hay alimentos que también son perjudiciales, pero no en la medida de los anteriores, por lo tanto es conveniente consumir sólo un poco de ellos en lapsos de tiempo distantes. Por ende no se debe acostumbrar a consumirlos frecuentemente ni tampoco como acompañamiento de sus alimentos habituales: nos referimos a peces grandes, queso, leche que reposo veinticuatro horas después de haber sido ordeñada, la carne de toros ya mayores o de machos cabríos ya mayores; del mismo no son recomendables las habas, las lentejas, los frijoles, el pan de cebada y el pan ácimo, el repollo crudo (el repollo cocido los sabios lo cuentan entre los vegetales que curan. Cf. Abodá Zará 19a. N del T.), el cilantro, las cebollas, los ajos, la mostaza y los rabanitos – todos ellos son alimentos perniciosos. Como ya aconsejamos no es conveniente que la persona los consuma sino en cantidades mínimas y en épocas de frío; no obstante, en épocas de calor que no los consuma en lo absoluto. Las habas y las lentejas no son recomendables para el consumo ni en épocas de frío ni en épocas de calor. Los zapallos, por otro lado, deben ser consumidos durante climas calurosos.

[10] Existen ciertos alimentos cuyo grado de perjuicio es menor que el de los anteriores, como por ejemplo: los patos, los pichones, los dátiles, el pan hecho con granos tostados con aceite o pan que fue amasado con aceite; así también la sémola que fue muy bien tamizada hasta que no quedó ni el olor de la gluma, el jugo de alimentos salados o en escabeche, la gelatina de pescados en escabeche – por lo tanto no es recomendable consumir estos alimentos en demasía. El hombre que sea sabio y tenga control sobre sus inclinaciones, no deberá dejarse arrastrar por sus apetitos y evitar estos alimentos mencionados, salvo en casos imperativos de curación – esta persona se define como un hombre de temple.

[11] La persona debe abstenerse de consumir frutas de árboles, evitándolas incluso cuando estén secas, y obviamente cuando estén frescas; éstas antes de haber madurado son como espadas para el cuerpo. Así los membrillos son muy nocivos siempre; todas las frutas agrias son perjudiciales y no se debe consumir sino un mínimo en épocas de calor en lugares cálidos. Los hijos, las uvas y las almendras son alimentos favorables siempre: ya sea frescos o secos, por ende el hombre los puede consumir siempre según lo que necesite, aunque debe procurar hacer frecuente su consumo, a pesar de ser los mejores frutos de todos los árboles.

[12] La miel y el vino son perjudicial para los niños y benéfica para los ancianos, más aún en climas fríos, siendo este alimento, por otro lado, lo que la persona debe consumir en épocas de calor, cuidando de consumir dos terceras partes más de lo que se consume en épocas frías.

[13] La persona debe cuidarse de mantener sus intestinos constantemente limpios, de manera tal que sus evacuaciones sean un tanto líquidas. Esto es una norma dentro de la medicina: el abstenerse de evacuar o el evacuar dificultosamente son causante de enfermedades. ¿Cómo se puede curar el intestino si se ha esforzado mucho? Si se trata de una persona joven, debe comer temprano por la mañana alimentos salados, escalfados, untados en aceite de olivas o salmuera o en sal sin pan; o que beba el agua en el cual fueron hervidas espinacas, o que consuma repollo en aceite de olivas o salmuera o sal. Si se trata de una persona mayor es recomendable que beba miel en agua caliente por la mañana, luego que aguarde unas cuatro horas y después que coma. Es conveniente realizar esto por un día o tres o cuatro, si lo necesita, hasta que se mejore.

[14] Con respecto a la salud del cuerpo se ha enseñado otra regla: todo el tiempo que una persona hace ejercicios y se esfuerza mucho y no come hasta saciarse, manteniendo sus intestinos limpios – de seguro que no ha de enfermarse sino que por el contrario se fortalece físicamente, incluso que consuma alimentos no saludables.

[15] Toda persona que se mantiene en reposo y no hace ejercicios, o aquel que retrasa sus evacuaciones, o aquel que tiene sus intestinos no limpios, incluso que consuma solo alimentos saludables y se cuida según las normas de la medicina – de seguro que sufrirá constantemente de dolores y su fuerza física disminuirá.

Comer hasta la saciedad para el cuerpo humano es nefasto, como veneno, siendo el principio de todas las enfermedades. De tal modo, la mayoría de las enfermedades que sobrevienen sobre la persona son causadas por alimentos no saludables, o por comer exageradamente siendo el consumo hasta la saciedad nocivo, incluso que sea de alimentos saludables. Esto es lo que declara Shlomó: “La persona que cuida su boca y su lengua, sin lugar a dudas que resguarda su alma de dolores” (Mishley 21:23).

Es decir, al cuidar la boca de consumir alimentos no saludables o de comer hasta la saciedad, y la lengua de hablar solo lo necesario, la persona se mantendrá protegida.

Cuidá tu alma

¿Quién es un hombre sano? ¿El que hace ejercicios corporales? ¿El que cuida su alimentación sana y se preocupa por su higiene?…

Esos son organismos que funcionan bien, tienen un cuerpo sano, pero no es igual a ser un hombre sano.

Es muy importante tener un cuerpo sano, alimentarse bien, descansar, realizar actividades físicas, tomar sol. Esta es nuestra responsabilidad. Pero el hombre también vive otra realidad, con sus sentimientos, sensaciones, nostalgia, amor, esperanza y su fe.

Estas dos cosas: cuerpo y alma se interrelacionan. Un hombre no puede tener un cuerpo sano, si tiene un alma enferma y no puede tener un alma sana, si tiene un cuerpo que no lo cuida. El hombre está compuesto por un cuerpo vital, es lo que se ve a simple vista ó por medio de estudios médicos y por lo que no se puede ver, lo oculto que es “el alma”.

Así como hay enfermedades físicas, hay medicamentos que las curan. Existen enfermedades del alma que debilitan alguna parte del cuerpo y para evitar su enfermedad debemos diariamente tener un momento de meditación, dejando de lado lo material, para así poder valorar nuestra vida, a nuestros seres queridos, agradeciéndole a Di-s por todo lo que nos está dando, es parte de la medicación para nuestra alma.

El estado de salud del cuerpo depende del constante flujo de sangre que se irradia a todo el cuerpo, por medio del permanente e incesante trabajo del corazón. Cuando esta circulación es correcta, el hombre se encuentra en perfecto estado de salud, ya que sus órganos están unidos entre sí y reciben su vitalidad del corazón.

Tenemos que cuidar nuestro cuerpo, pero buena salud es un cuerpo sano y un alma sana.

Hoy en día la medicina ha descubierto el efecto que tiene el espíritu de una persona para la cura de su enfermedad. Un hombre con espíritu saludable y optimista tiene un sistema inmunitario mayor.

Una debilidad en el espíritu puede provocar un mal en el cuerpo. Así como ciertos alimentos nutren al cuerpo, el alma necesita nutrición espiritual. Esta nutrición incluye un conocimiento de la propia misión en la vida y un reconocimiento a Di-s, que nos ha dado la capacidad de cumplir con esa misión. Un alma saludable se conecta con Di-s mediante el estudio, el rezo, y los actos de benevolencia; Es muy importante transmitir a una persona enferma confianza y esperanza en su recuperación.

Los médicos que tratamos de curar a un enfermo, sólo somos el medio entre Di-s y el enfermo, es por eso que cada vez que estoy intentando salvar una vida, me encomiendo a ÉL, y es muy importante que la persona enferma también confíe en Di-s, pues es la mejor medicina para luchar contra la desmoralización que acompaña la enfermedad. Di-s dio al médico una gran responsabilidad, el médico tiene que poseer la humildad de reconocer que el poder de curar viene de Di-s.

Un médico debe ser sensible, no ser arrogante, pues él es sólo el medio, como está escrito “Di-s es el que sana”. Si bien Di-s nos ha dado a los médicos la responsabilidad de curar el cuerpo, el hombre debe procurar cuidar de su alma.

Debemos aprender a escuchar a nuestro cuerpo, reconocer sus síntomas, cuidarlo, pues éste pertenece a Di-s y nosotros somos su portador a lo largo de la vida…Como dice el Código de Ley Judía: “Uno no tiene el derecho de lastimar su cuerpo, pues no es propiedad suya, sino de Di-s”.

Dr. Abraham Obrelan

Especialista en Cardiología (Basado en las Enseñanzas del Rebe de Lubavitch)

Vegetarianos y Sacrificios

Pregunta:

Soy vegetariano. Estoy teniendo problemas leyendo sobre los sacrificios en el Templo y armonizándolo con mi punto de vista. Podrías ayudarme con esto?

Respuesta:

Veo cual es tu dilema, pero como vegetariano y amante de animales, deberías apreciar la idea de los sacrificios más que cualquiera. Aquí el por qué:

El Templo transformó el comer carne en una experiencia significativa. En una comida que te hace una mejor persona. No era como comer una hamburguesa para el almuerzo.

El individuo sabía lo que significaba para la carne llegar a su plato. El veía el faenado y junto con ello los cánticos y plegarias de los Levitas. Lo más importante eran los pensamientos de arrepentimiento al traer la ofrenda. Sin tal reflexión, el sacrificio no tenía significado.

La Tora reconoce que comer carne se trata de algo serio. No es sólo otra comida. Después de todo, si fuera sólo para llenarse el estómago, hay muchos otros alimentos que pueden servir para eso sin tener la necesidad de matar a un ser viviente. Comer carne por lo tanto, lleva consigo un sentido más elevado de responsabilidad.

El cordero que ves en la sección de los refrigeradores, vienen de la ofrenda Pascal. 

Hoy en día, carne o no carne, nuestra mesa está en lugar del altar. Teniendo invitados, disfrutando de la comida de Shabat, también nosotros podemos transformar nuestra comida en un experiencia sagrada.

Por: Ysroel Cotlar

Me pasa la sal por favor

Sentirse espiritual en Iom Kipur es sencillo. Ninguna comida, ningún negocio, ninguna relación conyugal, y largas horas de rezo en la sinagoga conducen a intensas sensaciones angélicas. No es extraño que tantas religiones valoren el ascetismo, exigiendo alejarse por completo de las tentaciones terrenales. Las largas horas de meditación, el ayuno y la vida en un monasterio aislado, son el camino más seguro hacia una vida de espiritualidad.

La Torá, sin embargo, tiene una perspectiva muy diferente. La porción semanal comienza con la mención de la muertes de Nadav y Avihu, un castigo por su decisión de permanecer espirituales. Di-s quiere que caminemos por una cuerda floja. Quiere que nos casemos, que vayamos a trabajar y que comamos las abundantes comidas del Shabat y de las festividades, y que en ese mismo momento estemos en la cima de la espiritualidad y la santidad. Una tarea dificil. ¿Cómo se vive simultáneamente en dos mundos contradictorios: el mundo del espíritu y el mundo de lo material?

Cada mitzvá está compuesta por un cuerpo y un alma. El cuerpo es el acto físico que se nos ordena hacer, o evitar. El alma es la lección que imparte la mitzvá, su mensaje que debemos implementar en nuestras vidas. La prohibición de consumir sangre, que también se discute en la Parashá de esta semana, así como el proceso de su eliminación, nos enseña una poderosa lección sobre el enfoque de nuestra relación con el mundo. No siempre podemos lidiar con lo Divino, o incluso con la “humanidad”. También tenemos que lidiar con los aspectos “animalísticos”, completamente no espirituales, de la vida cotidiana. El consumo de carne animal es una metáfora de estos momentos del día. La sangre representa calor, vida y pasión. La Torá nos ordena eliminar toda la “sangre” de nuestras actividades mundanas: ser parte en el mundo, pero sin demasiado entusiasmo. ¿Cómo es posible esto? A través de la sal. La sangre se elimina de la carne mediante un proceso de salado. La Torá describe el pacto entre Di-s y su nación como un “pacto de sal”. Los comentaristas explican que la sal nunca se descompone. Permanece eternamente fresca, de la misma manera que nuestra relación con Di-s, que nunca se extingue .Curiosamente, el símbolo de nuestra relación con Di-s es un alimento que independientemente es incomible. Su propósito principal es agregar sabor a prácticamente todos los demás alimentos. De manera similar, nuestra relación con Di-s está destinada a dar un “sabor” espiritual y significado a todos los demás aspectos de nuestra vida.

Tenemos que poner sal a cada parte de nuestra vida, como ser en nuestro lugar de trabajo, en nuestra mesa, en nuestro gimnasio, e incluso en nuestras vacaciones. Cuando nuestro amor por Di-s y nuestro deseo de Servirle con cada parte de nuestro ser es nuestra principal motivación, entonces todo lo que hacemos es para Él. Comemos y hacemos ejercicio para que tengamos la fuerza para Servirle, trabajamos para tener los medios para Servirle, etc.

Por: Naftali Silberberg

Ruth, la elección de ser

El Libro de Ruth fue escrito por el profeta Shmuel.

Es apropiado leer el Libro de Ruth en Shavuot, por dos razones:

Primero, porque nos da una visión de la cosecha, y cómo eran tratados los pobres durante esta época, con bondad y amor.

En segundo lugar, porque Shavuot es el aniversario de la muerte del rey David, y en el Libro de Ruth tenemos el origen de la Casa de David. El Rey David fue el bisnieto de Ruth y Boaz.

Pero quizás la razón más importante para la lectura del Libro de Ruth en este festival sea el hecho de que nos brinda una vivida descripción del perfecto Guer Tzedek, el prosélito o converso al judaísmo.

Shavuot es la época de la “Entrega de Nuestra Ley”, y cuando la recibimos, nosotros también, como el Guer Tzedek, juramos aceptar la Torá y cumplir sus 613 Mitzvot —mandamientos—.

La aceptación sin vacilaciones de la Torá y sus magníficas enseñanzas es nuestro orgullo. A pesar de todas las aparentes restricciones y responsabilidades, que coloca sobre los hombros de todo judío adulto, tenemos conciencia del privilegio de formar parte del “pueblo elegido” por Di-s.

Sin embargo, no buscamos prosélitos, o conversos.

Cuando un Guer viene y dice que quiere abrazar el judaísmo, nuestra Torá nos dice que es deber nuestro indicarle todas las dificultades y el peso de la responsabilidad que cabe a cada judío para cumplir dignamente la Torá. Debemos demostrarle que está eligiendo un camino muy difícil, y un modo de vida que no es popular en el resto del mundo.

Si, a pesar de todas estas consideraciones y advertencias, el Guer insiste en su deseo de abrazar el judaísmo, entonces sí podemos estar orgullosos de aceptar a un hombre así en nuestra congregación, pues seguramente será un judío devoto y sincero.

Onkelos, el famoso autor del Targum (traducción de la Biblia al arameo), fue un Guer Tzedek, y también lo fue Ruth.

Ruth era una princesa Moabita que profesaba altos ideales.

No estaba satisfecha con la adoración de ídolos en su propio pueblo, y cuando se presentó la oportunidad, abandonó los privilegios de la nobleza en su tierra para aceptar una vida de pobreza entre el pueblo que admiraba.

He aquí cómo ocurrió.

Eran los días en que los Jueces regían Israel.

Los hijos de Israel se habían alejado de la observancia de la Torá, haciéndose acreedores al castigo de Di-s. El hambre reinaba en toda la tierra.

Había un cierto personaje en Judea llamado Elimelej. Era un rico mercader que no estaba acostumbrado al hambre y la pobreza, y pensó que podía escapar a la miseria yéndose a otro lado. Junto con su esposa, Naomí, y sus dos hijos, emigró a Moav.

Ruth se hizo amiga de la familia judía, y comenzó a comparar su modo de vida, diferente, con el que ella llevaba.

Aprendió a admirar las leyes y costumbres judías, y la desazón que había sentido ante la vacía adoración de ídolos por parte de su pueblo se transformó en abierta crítica.

De esta manera, cuando uno de los hijos de Naomí le propuso matrimonio, se sintió feliz y orgullosa de aceptar.

No tuvo remordimientos por lo que dejaba atrás, su vida plena de lujos en el palacio, su título real, las posibilidades de riqueza y honores en el futuro. Todo lo que veía era el egoísmo y la crueldad de su gente, y la diferencia notoria con los judíos, a quienes ya se sentía profundamente ligada.

Elimelej y sus dos hijos murieron, y Naomí se convirtió en una pobre viuda, sin saber hacia dónde ir o qué hacer.

Por eso, Naomí dijo a Ruth y a su otra nuera, Orpá (también moabita): —Hijas mías, debo irme, y he decidido regresar a mi ciudad natal, Bet-Lejem. Las cosas no pueden estar muy bien allí, y no hay razón para que vosotras también sufráis. Aceptad mi consejo, entonces, y regresad a la casa de vuestros padres. Vuestros esposos están muertos, y quizás, si os quedáis en vuestra propia tierra, podréis encontrar otros hombres y volver a casaros. Yo he perdido a mis hijos para siempre, pero vosotras sois jóvenes, y podréis encontrar nuevos maridos.

Orpá se entristeció, besó a su bondadosa suegra y se despidió de ella. Ruth se aferró a Naomí llorando y le suplicó que le permitiera ir con ella. Se lo imploró con palabras emocionadas, diciendo: —No me pidas que te deje y me vuelva, pues donde tú vayas, allí iré yo, y donde tú te hospedes, allí me hospedaré yo; tu pueblo es mi pueblo, y tu Di-s mi Di-s; donde tú mueras yo moriré, y allí seré enterrada; que ésto y más me haga el Señor si nada más que la muerte nos separa.

Ruth era perfectamente consciente de lo que hacía. Naomí le había recordado las dificultades que el judío enfrentaba en todo momento, pero con todo, permaneció firme en su propósito de seguir a su suegra y aferrarse a la fe de su adopción, que se había vuelto tan preciosa para ella. El futuro probaría que Ruth sería recompensada con justicia por su resolución, mas, aún en su pobreza, Ruth no tuvo remordimientos. Era la época de la cosecha cuando Ruth y Naomí llegaron a tierra de lehudá —Judea—.

Ambas estaban cansadas de su viaje, y Ruth insistió que Naomí descansara, mientras ella salía a los campos de Bet-Lejem para encontrar algo con qué paliar el hambre.

Ruth penetró en un campo donde muchos hombres estaban ocupados cortando trigo, mientras otros los ataban con hojas y otros más los apilaban en carretas para su transporte.

Un poco vacilante, pero alentada por el hambre y el pensamiento de que debía obtener algo de comer para su suegra, Ruth ingresó al campo y se sentó a descansar, y ver si allí tenía suerte. —¡Di-s sea contigo, extraña!

Ruth hizo señas de haber recibido el amable saludo. Se sintió aliviada al escuchar a la misma persona bondadosa —¿Por qué no te adentras más en el campo? No temas. Junta algo de grano para satisfacer tu hambre.

Boaz mismo, el dueño del campo era el que así hablaba a Ruth. En ese momento, él era el Juez de Israel.

Ruth le agradeció y recogió algunas mazorcas.

Estaba por retirarse cuando la misma voz bondadosa le instó a quedarse y juntar aquellas que los hombres habían dejado de cosechar en las esquinas del campo, como “Pea”.

—¿Qué es pea? —preguntó Ruth.

Nuestra Torá nos dice que cuando el dueño de un campo ha cortado el grano, debe dejar las esquinas para los pobres, los necesitados y los extranjeros, quienes pueden venir a cosecharlo ellos mismos y llevarse el fruto de su trabajo —contestó Boaz.

—¡Qué maravilloso! —exclamó Ruth.

Se quedó pues a cortar el grano de una punta del campo, y culminada su labor se preparó para retirarse.

—No necesitas irte todavía —insistió Boaz— ¿Por qué no te quedas y te beneficias con Léket?

—¿Qué quiere decir Léket? —preguntó nuevamente Ruth.

—Según nuestra Torá, si un cosechador no corta de un solo golpe la espiga, o no la ve, no puede volver atrás, sino que debe dejar el grano que no ha cortado, o se le ha caído, como beneficio para los pobres y extraños —explicó Boaz pacientemente.

Ruth no dijo nada, pero no vio razón alguna para rehusar beneficiarse con las leyes de la Torá que ella misma había abrazado sin reservas.

Cuando hubo recogido toda una canasta, volvió a Boaz, le agradeció muy sinceramente por su bondad y se dispuso a partir.

—Aún puedes quedarte —insistió Boaz—. Puedes tomar Shijejá.

—La Torá es verdaderamente ilimitada al velar por aquellos menos afortunados —dijo Ruth— ¿Ahora dime por favor qué es ‘Shijejá”?

—Cuando el propietario de un campo lleva su carga de grano hacia los depósitos, es posible que haya dejado por olvido algunos fardos en el campo. Pues bien, la Torá le prohíbe regresar y recogerlos, y debe dejarlos para los pobres, las viudas, los huérfanos y los extraños.

Ruth se alegró con su buena fortuna.

Había juntado casi más de lo que podía llevar. Naomí y ella estarían ahora a salvo del hambre, por un buen tiempo. Agradeció a Boaz una vez más, y éste le hizo prometer que volvería.

Ruth estaba llena de emoción mientras se dirigía en busca de su suegra. Le relató todo lo que le había sucedido en los campos de Boaz. Naomí se sintió feliz con el éxito de Ruth y con el hecho de que ésta hubiera agradado a Boaz, el generoso terrateniente. Además, le dijo a Ruth que Boaz era pariente de Elimelej.

Entretanto, Boaz había hecho averiguaciones sobre la extraña que había capturado su corazón, y descubrió que era la nuera viuda de Naomí. Debido al parentesco existente, y de acuerdo a las leyes de la Torá era recomendable que Boaz contrajera enlace con Ruth y así se lo hizo saber. Cuando Boaz pidió a Ruth que se casara con él, Naomí le recomendó aceptar.

De esta manera Ruth fue imprevistamente recompensada con riqueza y felicidad.

Ruth y Boaz tuvieron un hijo llamado Oved, quien fue padre de Ishai. El hijo menor de Ishai fue David, quien se transformó en el ungido del Señor y querido rey de todo el pueblo judío.