Enseñanza semanal

Director General: Rabino Tzví Grunblatt
Editora Responsable: Prof. Miriam Kapeluschnik

PARSHAT SHOFTIM
6 SEPTIEMBRE, 2024 | 3 ELUL, 5784

INSPIRAR A LA NACIÓN

Elisha Greenbaum

La percepción pública de la realeza se ha deslucido en los últimos tiempos. Las familias reales de Europa sobresalen sólo por sus vidas personales, y el “hombre común” piensa que el mundo podría arreglárselas sin ellos. Pero siempre ha habido reyes y reinas en la historia que sólo han representado exuberancia, decadencia y gobierno déspota. Si el poder absoluto es corrupto, ¿No es mejor una meritocracia democrática? Leemos esta semana uno de los últimos mandamientos escritos en la Torá: “Al llegar a la Tierra…debes designar un Rey…de entre tus hermanos, un Rey debe gobernar” (Devarim 17:15). ¿No es extraño que Di‐s promueva la noción humana de la realeza, ordenándonos subyugarnos a una majestad mortal? Es incluso más extraño: Una vez asentados en la Tierra de Israel y listos para rodearse con todas las características de un Estado, los judíos le piden al profeta Shmuel que los ayude a designar a “un Rey, para que seamos como las naciones de alrededor nuestro”. 

A lo cual el profeta reaccionó con enojo y disgusto, asumiendo que su pedido por un rey era equivalente a rechazar a Di‐s (Shmuel I, capítulo 8).
Liderazgo: Hay un método académico que describe las guerras, convulsiones políticas y otros movimientos en masa, en términos del liderazgo prevaleciente en esa época. Las batallas se estudian desde la perspectiva de los generales, sin tomar en cuenta los pensamientos y acciones individuales del soldado. Este método de examinar la historia tiene su mérito. La fe de las naciones está relacionada con el liderazgo, y nada puede estancar a un país más rápido que las decisiones tomadas por un partido egoísta o incompetente.
Desde la perspectiva de la Torá, es imposible aceptar que la mera función de un líder es proveer ley y orden.

Cuando se reconoce que la Presencia eterna de Di‐s prevalece, las normas aceptadas sobre cierto comportamiento son provistas directamente por la Torá y no es necesario reforzar la regla de la ley. Desde esta perspectiva, el desafío del liderazgo no es aterrorizar a la nación, sino inspirarla. Un verdadero líder está parado por sobre
toda la gente, mostrando un sentido de misión y propósito. Cuando designamos a un líder o a un rey, debe ser con la expectativa de que las buenas cualidades personales que el líder posee, y la grandeza que muestra, despierte en nosotros un correspondiente sentido de entusiasmo que nos comprometa con el programa de la Divinidad al que el Rey mismo se ha comprometido. 

Cuando Shmuel criticó a la nación por pedir un rey, su enojo se debió a los motivos más que a la razón del deseo. El pedido “desígnanos un rey para que seamos igual que las naciones”, demostró que no era la inspiración de una majestad como una representación Divina lo que deseaban.
Sino que lo suyo era más bien un pedido trivial; siendo que no tienen confianza en la
regla de Di‐s o en las expectativas de la Torá para dirigir la sociedad; optan por confiar en el nombramiento de un rey mortal que imponga sobre ellos la regla de la ley. 

A pesar que vivimos en una era de egoísmo e individualidad, en donde cada uno desea imponerse, es importante acudir al consejo de un mentor. 

Podemos no tener más reyes y reinas que nos inspiren a seguir los caminos de Di‐s y a comprometernos con su Torá, pero cada uno de nosotros debe buscar un mentor espiritual que le ayude a dirigirse en el camino de la vida.

Cuando designamos a un líder o a un rey, debe ser con la expectativa de que las buenas cualidades personales que el líder posee, y la grandeza que muestra, despierte en nosotros un
correspondiente sentido de entusiasmo que nos comprometa con el programa de la Divinidad al que el Rey mismo se ha comprometido.

LA PARSHÁ EN PROFUNDIDAD

De las Palabras del Rebe de Lubavitch

En Shoftim encontramos el versículo: “Porque el hombre es el
árbol del campo”. Pero ¿cuál es la conexión entre los seres humanos
y los árboles?
A primera vista, parece que hay poco en común entre ambos. El
hombre es la corona de la creación, el único ser con capacidad de
hablar, mientras que el árbol está en un nivel mucho más bajo, incluso
más bajo que el animal. ¿Por qué la Torá nos equipara con árboles?
La característica única de una planta es su íntima conexión con
la tierra, su fuente de vida y sustento. Aunque tanto los animales
como las personas también reciben su sustento de la tierra (y de
hecho, incluso fueron creados a partir de ella), la relación es menos
directa. Los seres humanos y los animales no están atados a la tierra
por sus raíces y son libres de moverse. Una planta, por otro lado,
siempre debe estar conectada con la tierra; si se la arranca de raíz,
se marchitará y morirá.
Un árbol expresa este concepto aún más. Atado a la tierra, debe
sufrir el duro castigo de los elementos durante las cuatro estaciones
del año, pero anualmente da su fruto (a diferencia de las plantas
anuales, que viven sólo una estación). Un árbol tiene una conexión
tan fuerte con su fuente que ni siquiera los cambios de estación le
hacen daño.
Es en este sentido que el hombre se asemeja al árbol del campo.
Él también es incapaz de existir separado de su fuente de vida. Su
alma requiere un vínculo constante y continuo con la fuente de su
existencia. Esta conexión y relación íntima con Dios es el rasgo que
el hombre puede aprender de los árboles y adoptar y fortalecer por
sí mismo.
La fuente de vida para el judío es la Torá, y de ella extrae su fuerza y vitalidad. Aunque la mayoría de los judíos no pueden pasar
todo el día absortos en el estudio de la Torá y deben aventurarse al
mundo para “hacer una morada para Dios aquí abajo”, obtenemos
significado e inspiración para el resto del día del tiempo que realmente
pasamos estudiando Torá. Cuando un hombre de negocios muy ocupado dedica una pequeña cantidad de tiempo por la mañana
y por la noche al estudio de la Torá, la influencia se siente durante
todo el día.
Siempre debemos tener en cuenta que “el hombre es el árbol
del campo”: siempre está ligado por sus raíces a su fuente de vida.
Incluso cuando uno se dedica activamente a una vida de comercio,
o a cualquier otra profesión, debe esforzarse por sentir ese vínculo
íntimo con su Creador. La Torá que se estudia durante esos pocos
momentos impregnará toda la vida de uno y creará una atmósfera
de Torá auténtica.

Adaptado de las obras del Rebe de Lubavitch.

UN MOMENTO

Aprendemos de la eglá arufá, (precepto del decapitado de la ternera: si se encontraba en el campo un (hombre) asesinado y no se sabía quién lo había matado), que un judío que está alejado del judaísmo no puede ser descripto como un producto de los tiempos y parte de una estadística.


Es obligación de todos asegurarse que espiritualmente esté “vivo” como judío, así podremos clamar sin vacilación “iadeinu lo shafjá et hadam hazé” ‐“No hemos provocado este derramamiento espiritual de sangre”

JUDAÍSMO PRÁCTICO

EL MES DE ELUL

Es costumbre que en el mes de Elul, tanto cuando escribimos como cuando hablamos con nuestro prójimo incluimos un deseo de año bueno y dulce para nuestro compañero.
Uno de los motivos de esta conducta es como lo explicara el Baal Shem Tov, cuando un judío le desea el mal a otro, él está haciendo recaer éste mal sobre él mismo.
Mientras que si uno le desea el bien a otro, está haciendo recaer un bien sobre él mismo. Por ello, cuando le deseamos a nuestro prójimo un buen año, estamos generando para nosotros mismos piedad y bendición.
En este mes, debemos prepararnos con arrepentimiento para la llegada de los días de Rosh Hashaná y Iom Kipur, en donde seremos juzgados y sellados para el futuro de nuestro año entrante.

Para ello agregamos la lectura de Salmos extras según la conducta que indicara el Baal Shem Tov, de leer tres Salmos cada día luego de la plegaria de Shajarit hasta completarlo en Neilá de Iom Kipur.
Es importante empezar con el estudio de las leyes y costumbres de Rosh Hashaná, Iom Kipur y Sucot.
Aquí en Argentina, ya que es difícil conseguir las cuatro especies para Sucot y los importadores traen sólo por pedido, conviene reservar con anticipación.

 

Hay una dimensión aplicable a esta enseñanza. Nuestros Sabios dicen: “Las paredes de la casa de
una persona testifican considerando su [carácter]”. En el nivel más simple, es posible “examinar a los
testigos” y determinar el carácter de una persona estudiando las paredes de su casa – qué libros, qué
fotos y qué arte posee.

(El Lubavitcher Rebe)

LO QUE SIEMPRE QUISE PREGUNTAR
¿CÓMO ES LA TESHUVÁ DE UN TZADIK?

Rabí Saadia HaGaon‐ durante el mes de Elul‐ rezaba fervientemente, con los ojos llenos de lágrimas, como si fuese un gran pecador arrepentido. Sus discípulos, conocedores de su santidad y pureza, no acertaban a explicarse esa conducta.
Finalmente se atrevieron a interrogarlo y el Maestro respondió:
‐No quisiera que piensen que he profanado la ley de la Torá, Di‐s no lo permita, pero aún así, tengo razón para arrepentirme y rogar a Di‐s que me perdone. Le debo esta enseñanza a un judío sencillo, un hotelero.
En cierta ocasión, durante uno de mis viajes, pasé unos días en un pequeño pueblo, albergándome en la posada de un judío. El posadero no me conocía, pero me recibió con calidez y su atención fue excelente. A los pocos días, alguien me reconoció.
La noticia de mi llegada se divulgó en el pueblo y toda la comunidad se hizo presente en el hotel para darme la bienvenida y homenajearme. 

El hotelero, al enterarse de quién era su huésped, comenzó a honrarme y servirme con gran devoción y respeto, buscando desesperadamente nuevas y mejores maneras de atenderme.

Llegado el día de mi partida, el pueblo se congregó a mi alrededor nuevamente; esta vez para despedirme.
De pronto, abriéndose paso entre la multitud, apareció el hotelero con los ojos llenos de lágrimas. Se arrojó a mis pies, y, entre sollozos, me rogó que lo perdonara.


Pero si hiciste todo lo posible por atenderme, aún más de lo necesario –protesté. El hotelero se explicó: ‐Yo suplico al Rabí que me perdone por los primeros días, cuando no sabía quién era y qué gran sabio se hospedaba en mi casa; cuando no supe servirlo como sé hacerlo ahora.


“Si un hombre puede servir a un semejante ‐carne y hueso‐ con tanta humildad y devoción, cuánto más amor y respeto debemos tener en nuestro servicio al Todopoderoso. Cada día aprendo más y más sobre el Creador y me avergüenzo de mi conducta del día anterior, cuando mi amor y devoción no eran tan grandes como hoy. Mi llanto y arrepentimiento no se deben a la trasgresión de algún precepto ‐Di‐s libre‐ sino a no haber servido a Di‐s durante el año que pasó, de acuerdo a su Grandeza y Magnificencia, que ahora conozco mejor.

MENSAJE PARA LA VIDA

EL MEJOR KISHKA

Un renombrado mentor jasídico contó una vez la siguiente historia:
El Kaiser de Austria visitó al Zar de Rusia. Durante la visita, fue servida una espectacular cena con todos los detalles. Uno de los artículos en el menú era kishka (En ruso, la palabra “kishka” hace referencia, a la tripa vacía, también conocido como tripa rellena).
El kishka original es el intestino del animal relleno con harina y aceite y todas clase
de especias.
Ese kishka fue servido y el Kaiser amó su sabor.
Inmediatamente le pidió al Zar que les fuera enviada la receta a sus cocineros.
El Zar prometió cortésmente que cumplirían con su deseo.
Luego de la partida del Kaiser, los cocineros rusos apuntaron la receta y la enviaron por correo diplomático a sus colegas‐ los cocineros del Kaiser.
Finalmente llegó el día en que el Kaiser fue informado que se le serviría el famoso kishka.
El monarca se sentó a la mesa con mucha ansiedad.
Pero cuando llegó la bandeja. ¡Puaj! ¡El hedor era terrible! El Kaiser quitó la tapa de su plato y tomó un bocado.
Inmediatamente escupió el pedazo y pidió que la bandeja fuera retirada y arrojaran el plato a la basura.

Luego se despachó una carta de protesta oficial al Zar.
¡Cómo se atrevieron a enviar una receta de semejante invención vil!
El Zar recibió la carta de protesta y convocó a su personal de cocina para oír una explicación.
Inicialmente, los miembros de la cocina imperial estaban perplejos.
Revisaron la receta una y otra vez y no podían encontrar el problema.
¡Después de unos instantes y en un momento de inspiración, un cocinero exclamó incrédulamente: “¡Claro! Les dijimos cómo
rellenar y condimentar con especias el kishka, pero nunca se nos ocurrió que era necesario decirles que debían limpiarlo antes de rellenarlo!”

Esta historia es una parábola para la Teshuvá, arrepentimiento, retorno a Di‐s. A menudo tomamos firmes resoluciones para el futuro cuando nos acercamos a las próximas Altas Fiestas. Cuando Rosh Hashaná se acerca, empezamos a pensar cada vez más sobre cómo mejorar. La historia anterior nos enseña que, de hecho, las buenas acciones son importantes.
Sin embargo, las resoluciones son mejores cuando son precedidas por un honesto balance para corregir cualquier área en nuestra conducta que necesita ser arreglado. De otra forma, incluso con todas las especias (las buenas resoluciones) del mundo, la persona puede seguir siendo un hediondo kishka…

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