“Y lavarán de él, Aarón y sus hijos, a sus manos y a sus pies” (Shemot 30:19)
En nuestra Parshá, el Altísimo ordena a Moshé construir una fuente de cobre para lavarse, y colocarla frente al Ohel Moed, la ‘carpa’ del Santuario. Esta fuente era utilizada por los sacerdotes, los cohanim, previo a su servicio en el Santuario, como está escrito : “Y lavarán de él Aarón y sus hijos a sus manos y a sus hijos cuando vengan al Ohel Moed”.
Este lavado tenía dos objetivos:
1) Limpieza y purificación: Se requiere del Cohen una limpieza y purificación adicional previo a su inicio del servicio a Di-s en el Santuario.
2) Santidad: a través del lavado, el cohen alcanzaba un mayor nivel de santidad, y por eso, este lavado también se llamaba- “la santificación de las manos y los pies”
TODOS SOMOS COHANIM
Es verdad que el Sagrado Templo está destruido, pero el sentido conceptual de sus servicios y su estructura permanece vigente también en la actualidad. En ese sentido, todo judío es una suerte de ‘cohen’, siendo que la totalidad del pueblo de Israel es llamada en el texto bíblico como “un reino de acerdotes y una nación santa” Y efectivamente el concepto del lavado previo al servicio al Creador se cumple también en nuestra vida.
El Rambam escribe en las Leyes de la Plegaria:
“Por la mañana- lava su cara, sus manos y sus pies, y luego habrá de rezar”. Es sabido, que las Plegarias están en lugar de las ofrendas que eran traídas en el Sagrado Templo, y el lavado previo a la Plegaria es similar a la purificación y santificación de los cohanim previo al servicio en el Santuario.
LAVAR LA CARA
El Rambam agrega un detalle que no aparece entre las instrucciones de la Torá para los cohanim: a ellos se les ordenó lavarse sólo sus manos y pies, mientras que el Rambam agregó también el lavado de la cara. Hay en ello también un sentido especial relacionado a la época posterior a la destrucción del Sagrado Templo.
Las manos y los pies simbolizan la fuerza para hacer que posee el hombre, mientras que la cara simboliza las fuerzas más internas- el intelecto, la vista, el oído, la palabra y similares. Los temas mundanos deben realizarse por medio de las manos y los pies- es decir, en ello debe invertirse sólo las capacidades y las fuerzas más externas que hay en nosotros, como está dicho: “con el esfuerzo de las palmas de tus manos comerás”debe invertirse las ‘palmas’ en la vida mundana, mientras que las fuerzas y capacidades más elevadas hay que guardarlas para lo que es la esencia de la vida- el servir al Altísimo.
EL INTERIOR SIEMPRE ESTÁ PURO
Y aquí aparece la diferencia entre la época del Templo a nuestros días: en la época del Sagrado Templo ‘la cara’ estaba de por sí separada de lo mundano, y por ende no había necesidad de una purificación y santificación especial previo al servicio en el Templo. Pero en el exilio, cuando la tranquilidad se ve perturbada por el Galut, y puede ocurrir que también las fuerzas internas del hombre estén sumergidas en la vida cotidiana- entonces se requiere de una purificación adicional, para purificar también a ‘la cara’.
Este es el sentido conceptual de lo que el Rambam agrega la necesidad de lavarse también la cara antes de la plegaria. Sin embargo, hay legisladores halájicos que no marcan como obligación el lavado de la cara antes de rezar. De acuerdo a su opinión la misma declaración del judío de inmediato al levantarse de su sueño “Agradezco yo frente a Ti” – enfatiza que la esfera interior del ser siempre permanece ligada al Altísimo, y por eso no hay necesidad de una acción especial de purificación de ‘la cara’ y lo interno. Puesto que el interior del judío está siempre preparado para servir a Hashem y no hay impureza alguna que pueda dañarlo. Y como el conocido dictamen del Rambam, que todo judío siempre quiere cumplir la voluntad de su Creador.