El niño y su héroe

“¿En las vestimentas de quién se viste mi hijo?”… “¿Quién se está convirtiendo en el héroe tras cuyas pisadas es muy probable que mi hijo transite?”…

La crianza del niño asume dos responsabilidades primarias: proteger a nuestros niños de lo que es malo y darles lo que es bueno. En estas épocas de turbulencia la responsabilidad puede parecer gigantesca a causa de los numerosos obstáculos. En tanto la ciencia médica mejora drásticamente la salud de nuestros niños, la excesiva decadencia moral de la sociedad de hoy amenaza su salud emocional y mental. A fin de bosquejar algunos conceptos de una sólida educación judía, podemos comenzar con una mirada a las necesidades psicológicas del pequeño niño y el modo en que éstas se logran.

 

El estudio de la psicología infantil es el estudio de un fenómeno ya existente en cada niño. 

Pero éste es subestimado por muchos educadores pues es por demás intangible y difícil de medir. Sin embargo, puede iluminar el cómo y el por qué de la conducta y actitudes del niño — cómo estudia, cómo practica las mitzvot y cómo hace frente a los problemas de la vida cotidiana.

Dentro de cada niño hay una “habitación secreta”. Allí, él guarda una personalidad especialmente animada — su héroe y modelo en la vida. El juega con su héroe, se viste como su héroe, y se comporta como su héroe. A veces, un nuevo héroe ocupa el lugar de otro anterior, o ambos se sientan uno junto al otro. Es nuestra obligación asegurar que estas “habitaciones secretas” sean llenadas con héroes e ideales judíos.

Los niños se ven fascinados por “figuras heroicas”. Estas actividades y logros de sus héroes los marcan como tan sobresalientes y los hacen aparecer cuasi mágicos, más aún que simples seres humanos. Ellos parecen avanzar hacia sus metas propuestas con saltos; el peso de su personalidad y el de su carácter son en sí suficientes para ocasionar que los obstáculos se disipen. El héroe es cultivado por el niño hasta convertirse en un poderoso gigante que puede desafiar y superar toda restricción. Ser capaz de tales proezas no exige gran brinco de fe para el joven niño, pues él considera la frontera entre lo real y la fantasía como artificial y de fácil remoción.

A veces él vive con su héroe, imitándolo en cada detalle. Juega con entusiasmo igual que su héroe, especialmente en Purím.

Su carácter infantil lo hace convertirse en el mismísimo personaje a quien está imitando. Si observamos a los niños durante sus juegos, vemos con cuánta facilidad pretenden ser ‘alguien’.

Esta actuación externa de ellos tiene una poderosa influencia sobre su conducta. Cuanto más frecuente un niño se comporta durante el juego con cierta modalidad de conducta, es más probable que él habrá de actuar de la misma manera incluso cuando no está jugando. El hábito se convierte en una segunda naturaleza.

Es debido a su propia necesidad psicológica que el niño busca una figura—héroe. En un mundo orientado hacia el adulto, los niños se sienten insignificantes muchas veces. En algunas familias, pueden sentirse aislados o “puestos bajo la sombra” por hijos mayores o más dominantes. Algunas veces se sienten ignorados a causa de la atención que recibe un niño menor que él. En tanto la familia crece, un hijo no puede quedar siempre ante el blanco de enfoque, recibiendo la atención indivisible del padre y la madre simultáneamente. Tarde o temprano, sus hermanos mayores o menores lo empujan a una posición posterior. El niño se siente negado: ¿qué he hecho para merecer semejante trato?

Hay otras frustraciones que el niño experimenta en su crecimiento. Cuando pequeño, su madre lo hace todo por él, calmando todas sus necesidades. Mientras crece, sin embargo, y se van desarrollando sus habilidades, su madre demanda apropiadamente que él asuma cada vez mayores responsabilidades por sus necesidades y bienestar. Pero el niño no entiende, necesariamente, todavía, por qué su madre está haciendo menos por él. Él puede comenzar a preocuparse por esta pérdida de ayuda maternal y su aparente falta de atención. Por supuesto está contento y orgulloso de sus nuevas habilidades adquiridas. Pero é1 no las asocia con la simultánea pérdida de la atención materna. Y naturalmente, siente la falta de atención como la falta de afecto.

Es cierto, ahora es capaz de hacer mucho más que antes. Pero él todavía está concientizado de sus propias inhabilidades. Alrededor de él, todos son gente mayor que él, que hacen más que él y mejor que él. Su tamaño convierte en imposible incluso tareas simples como la de encender la luz, abrir la puerta, o cruzar solo la vía pública.

Estas limitaciones son aceptadas, forzadamente, por los niños. No tienen otra opción. Pero no están contentos con ellas. Vemos como un niño muestra a cualquier adulto interesado incluso sus logros más triviales: ponerse solo los zapatos, o colgarse, sin asistencia, de la rama de un árbol. Para el niño, éstos son éxitos importantes: “¡Mira lo que yo puedo hacer!”.

¡Cuán derrotado se siente el niño ante las más simples actividades cotidianas que él aún no puede realizar!

A fin de ablandar el impacto psicológico de estas dificultades naturales del crecimiento, para compensarlo e infundirlo de optimismo y ánimo, el niño da rienda suelta a su imaginación. Él redibuja al mundo del modo en que él quiere que sea. Y es su héroe el que mejor ejemplifica qué es lo que le gustaría ser a él mismo.

Mediante su héroe, él abandona sus propias vestimentas y se introduce en las de su propio hombre poderoso favorito, quien es capaz de lograr todas aquellas maravillosas cosas que él no puede lograr aún. Puede ser que aún ignore cómo atar sus propios zapatos o en qué día de la semana se encuentra, pero su héroe puede saltar encima de edificios altos, vencer inmensos ejércitos, o mostrar a cualquiera quién es el que manda.

Educación

La figura del héroe ayuda al niño a llenar una necesidad psicológica, asistiéndole a mitigar sus propios dolores de crecimiento. A través de su héroe se siente estimulado a alcanzar más allá de sus sentimientos de ineptitud.


Empero, e1 niño es aún inmaduro. Aún no puede distinguir qué héroes son recomendables como modelos funcionales y cuáles no. En nuestra compleja sociedad, donde un vasto número de individuos de variadas culturas, preparaciones y filosofías de vida conviven en largos conglomerados, existe un verdadero peligro de que el niño se vea atraído a imitar a individuos de cuestionable o bajo carácter, a quien él podría buscar emular.


Los padres cargan la responsabilidad de hacer el máximo esfuerzo para proteger a sus hijos de los excesos de la sociedad moderna, los que son evidentes incluso para aquellos que prefieren no mirar. El crimen violento, las drogas, y otros tipos de escapismo, todos vientos fatales que transportan la semilla de la autodestrucción, se han tomado más y más prevalecientes.

Un niño que vive en nuestra “sociedad libre y abierta” está constantemente bombardeado con ideas y oportunidades destructivas y degradantes.
Los niños deben verse protegidos de toda esta calamidad. Así como ninguna madre que se autoestime permite a su hijo cl libre dominio de la selección de qué alimentos comer (de otro modo se alimentaría solo de caramelos…), del mismo modo debe ser al seleccionar alimento. para la nutrición psicológica y espiritual.

Debemos asegurar que la escala de valores y su stimuli, la información que penetra a través de sus ojos y a través de sus oídos sea lo suficientemente nutritiva en el sentido espiritual, a fin de asegurar su bienestar mental y emocional. Pues son estas percepciones las que se convierten en cimientos de los pensamientos y emociones del niño respecto de sí y del mundo exterior.


Los filósofos de antaño solían comparar la mente del niño a una pizarra limpia. Todo lo que el niño oye o ve se registra en su mente y conforma la suma total de su conocimiento. Su conducta corresponderá naturalmente a su conocimiento puesto que ello es la imagen global, para él del mundo. Lo que él ve es, probablemente, lo que hará.

Cuatro tipos de enfoque

“Hay cuatro tipos de enfoques: Fácilmente irascible y fácilmente aplacable – su pérdida termina en ganancia; duro para enojarse y duro para aplacarse – su ganancia se convierte en pérdida; duro de enojarse y fácil de aplacar, es un jasid; fácilmente irascible y duro de ser aplacado, es un malvado”.

El Taná (quien enseñó la Mishná) adjudica estas características al intelecto de la persona. “Según su madurez intelectual es su paciencia” (Midrash Shmuel)

El niño pequeño, que tiene su intelecto poco desarrollado, se enoja y encoleriza y hasta llora por pequeñeces, si contradicen su voluntad.

Esto sucede debido a que su juicio es pequeño aún. No puede dominarse, y no dejarse llevar por sus emociones. Por otro lado el adulto, que ya tiene desarrollado su intelecto, puede abarcar en su mente incluso elementos antagónicos a su voluntad. Debido a que domina sus emociones, no se enoja. En estos aspectos existen diferentes niveles, y “quien incrementa su conocimiento es menos propenso a encolerizarse” (Likutei Torá)

DIFERENTES CARACTERES

La Mishná nos habla de cuatro personas que en lo que hace a la conducta práctica actúan correctamente. Se alejan del enojo, y se apresuran a perdonar a quien peca en su contra. Pero Pirkei Avot son enseñanzas para los piadosos- Mili de Jasiduta. Los adjetivos que le otorga la Mishná se refieren al carácter, no a la conducta. La diferencia entre ellos radica en la naturaleza de cada uno de ellos.

Malvado es llamado también quien lo es en su carácter, aunque no en su proceder- debe ocuparse y cambiar su naturaleza hasta convertirse en “duro de enojarse y fácil de aplacar”

Quien es “fácilmente irascible y fácil de aplacar”– debe saber que, aunque “su pérdida se convierte en ganancia”, no debe contentarse con ello, sino corregirse y llegar a ser “duro de enojarse”.

Y quien naturalmente se inclina a ser “duro de enojarse y difícil de aplacar” le conviene saber que aunque “su ganancia se convierte en pérdida” puede revertir totalmente su tendencia, hasta lograr que sea “fácil de aplacar”.

(Beyond the letter of the Law)