Parashá en Síntesis: Ki Tisá

Di-s ordena a Moshé que cuente al Pueblo Judío. Este es el tercer censo que se realiza al día siguiente de Iom Kipur, después del pecado del becerro de oro, en el primer año de su estadía en el desierto. El primer censo fue realizado cuando Iaacov y su familia, setenta personas, bajaron a Egipto. El segundo, cuando los judíos salieron de Egipto y eran 600.000 hombres.

El método seguido para el conteo era el de la entrega del medio shékel. Di-s advierte a Moshé que el conteo no puede hacerse en forma directa, lo que nos enseña que cada persona tiene su propio valor y, además, que ninguna persona está completa si está sola. Sólo se puede lograr la espiritualidad y hermandad cuando se coopera y se une con los demás judíos. 

Después de la entrega de la Torá, Moshé permaneció 40 días estudiando Torá directamente de Hashem. Sólo al completarse ese período fue premiado con la habilidad de retener todo lo que había aprendido. 

Las dos Tablas de la Ley sobre las cuales estaban tallados los Diez Mandamientos eran de zafiro azul. Los Mandamientos podían ser leídos de ambos lados y las letras mem y samej- que tienen forma de cuadrado y círculo sin puntos de apoyo – se sostenían milagrosamente sin caerse. 

El becerro de oro fue elaborado por los hijos de Bilam (famoso brujo egipcio) cuando el pueblo, por error en el conteo de los cuarenta días, pensó que Moshé no regresaría. La iniciativa para su elaboración fue del llamado erev rav, la multitud de egipcios que acompañaron a los judíos en el éxodo de Egipto. 

Las mujeres no contribuyeron con la realización del becerro de oro, pero sí lo hicieron al dar sus joyas para la construcción del Santuario, que comenzó poco después. Por esta actitud sobrevivieron hasta la llegada a Eretz Israel y además les fue dedicada la festividad de Rosh Jodesh (principio de mes), durante lo cual existe la costumbre de que se abstengan de trabajar. 

Las joyas donadas por las mujeres fueron zarcillos, anillos de nariz, anillos de dedo y pulseras. Uno de los Sabios explicó que ello alude a los cuatro aspectos de una apropiada educación judaica. 

  • Zarcillos: escuchar con atención la conversación de los niños con sus amigos, ya que estos aprenden del ejemplo de sus padres; si algo falta o es inadecuado significa que así son sus modelos.
  • Anillos de nariz: desarrollar un agudo sentido de olfato para constatar si la influencia de los amigos es beneficiosa.
  • Anillo de dedo: apuntar hacia el camino correcto, guiándolos según las enseñanzas de la Torá para evitar lo dañino. 
  • Pulseras: estar bien “armados” porque aun con los niños que se comportan bien es necesario ser firmes para motivarlos a estudiar y desarrollarse.