Aborto: ¿Cuándo comienza la vida?

Este artículo presenta un somero análisis de la posición judía, basado en una serie de conferencias dictadas durante el Seminario Judicial Judío de Detroit.

Aclaración: cada caso es particular y debe ser consultado con un rabino ortodoxo. 

Determinación de la vida:

Antes de analizar la interrupción de la vida, debemos establecer primero cuándo ésta comienza. Cierta vez se realizó un debate público con la presencia de tres panelistas: un médico, un filósofo y un rabino. La discusión era: “¿Cuándo comienza la vida?”.

El médico se puso de pie y expuso que la ciencia médica ha demostrado inequívocamente que la vida comienza una vez que el óvulo ha sido fertilizado. El filósofo, extremadamente pragmático, propuso que la vida no puede ser considerada como tal hasta tanto el niño no fuera una entidad viable por sí misma, es decir, una vez retirado de la madre.

El rabino se acercó lentamente al podio y, muy confiado, dijo: “Señores, ¡la vida comienza cuando los niños han crecido y se mudan a otra casa!”

Risas aparte, la verdadera posición del judaísmo en cuanto al aborto es un enfoque que combina la opinión del médico y el filósofo: bajo circunstancias normales, es decir, cuando la fertilización tuvo lugar tal como lo fue en el curso de los últimos 5780 años, la vida comienza con la concepción.

A ello se debe que la ley judía jamás autorizará el uso de un dispositivo intrauterino como forma de contracepción. Este dispositivo impide que el óvulo, fertilizado en las Trompas de Falopio, pueda implantarse en el útero. Esto, por definición, no es contracepción sino anticoncepción.

La ciencia moderna ha posibilitado que aquellas parejas desafortunadas que durante años desearon infructuosamente tener hijos puedan recurrir a la “fertilización in vitro” (FIV). Y entonces, surge la pregunta: “Esta cosa que está en el platillo del laboratorio,¿es un organismo viviente?

La ley judía responderá: “Si”; la vida comienza con la concepción.

El procedimiento usual en FIV es que se toman varios óvulos de la madre, de manera que la mayor cantidad de ellos sean fertilizados e implantados. Si, por ejemplo, se han fertilizado diez de estos óvulos, resultaría contraproducente implantar los diez. Probablemente morirían todos. Lo más probable es que el médico implante tres o más, con la esperanza de que uno “prenda”.

Entonces, surge el problema en cuanto al correcto modo de proceder con los óvulos restantes. La ley judía dirá que no podemos matarlos, pero tampoco, tenemos la obligación de implantarlos. Entonces, deberán ser preservados por un proceso de congelamiento profundo hasta que venza su propia vida, unos tres años.

Restricciones:

Hace unos años se preguntó al ex-presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, cuál era su opinión acerca del aborto. Respondió que se oponía, salvo en casos de violación, incesto, o amenaza a la vida de la madre.

En el judaísmo no hay pregunta. Puesto que la vida se inicia con la concepción, no podemos permitir el aborto simplemente porque no nos gusta el padre. Es cierto que la situación ocurrida es desafortunada, pero no podemos tomar nuestra venganza en el feto.

En el caso de una mujer que fue sometida a amniocentesis, y se ha descubierto que el feto que lleva en su vientre sufre del Síndrome de Down, Tay Sachs, o alguna enfermedad debilitante, nos veremos nuevamente forzados a decir que la vida comienza con la concepción, y el aborto no es viable.

Si una mujer que tiene diez hijos enfrenta dificultades para manejar la situación y se encuentra con que está esperando a su hijo número once, ella del mismo modo, tiene prohibido someterse a un aborto.

El punto central detrás de estas restricciones, y detrás de toda la ética judía, es nuestra poderosa creencia y fe en Di-s. Como judíos, estamos convencidos de que Di-s tiene el control de todo. El nacimiento de cada hijo responde a la Providencia Divina y éste tiene su lugar en el mundo. Para aquellos que se quejan de cuán superpoblado y súper estresado está el mundo, respondo que estaba superpoblado cuando yo era un niño y había tres mil millones de habitantes, estaba superpoblado en mi adolescencia con cuatro mil millones, y lo está ahora con cinco mil millones, y lo seguirá estando con seis mil millones. Parecería que Di-s siempre tiene lugar para uno más.

Circunstancias permisibles:

El judaísmo se diferencia de las éticas cristianas, entre otras cosas, por el hecho de que si sólo tenemos una única posibilidad de salvar a la madre o al feto, la vida de la madre tiene prioridad. La madre es una entidad viva y viable que, con la ayuda de Di-s, tendrá otros hijos y llevará una vida productiva. El feto, por su parte, es un ente incierto. No sabemos si vivirá o morirá. Si como hemos propuesto, la vida comienza con la concepción,¿cómo podemos medir la importancia de una vida por sobre otra?

El Talmud cita dos respuestas lógicas:

1) Si una persona es perseguida por un asesino, no sólo tenemos permitido matar al perseguidor sino que estamos obligados a hacerlo. El feto que pone en peligro la vida de la madre, es considerado un perseguidor y debe ser eliminado.

2) La persona tiene prohibido mutilar su propio cuerpo. En recientes épocas de guerra se hizo hábito común entre los hombres cercenar un pequeño trozo del dedo índice para evitar así el reclutamiento. Semejante práctica, sin lugar a dudas, está prohibida.

Di-s ha prestado a cada uno de nosotros un cuerpo del que debemos cuidar. Tal como sucede con el alquiler de un automóvil, cuando la empresa espera recibirlo de vuelta en perfectas condiciones. Sin embargo, si Di-s libre, una persona tiene una pierna engangrenada, no sólo tiene permitido ver que ésta sea amputada, sino que está obligado a hacerlo para salvar su vida.

Hay una historia del primer Rebe de Lubavitch, Rabí Shneur Zalman de Liadí, que enfatiza cuán crítica es la preservación de la vida. Cierta vez, mientras estaba entregado a sus oraciones de Iom Kipur, el Rebe se quitó el Talit, salió de la Sinagoga y se dirigió al extremo del pueblo. Allí cortó leña, encendió un fuego, y cocinó una sopa con la que alimentó a una mujer que acababa de tener familia.

La preservación de la vida supera a la ley.

El Shabat, Iom Kipur, e incluso una parte del propio cuerpo, pueden ser sacrificados para salvar la vida. Nuestros Sabios nos dicen: “profaná un Shabat para salvar una vida, para que puedan preservarse muchos Shabat”. En este caso, el feto será observado como un órgano enfermo de la madre y, en consecuencia, puede ser amputado para salvar la vida de la madre.

Conclusión:

Si la óptica del judaísmo parece tan próxima a la de los que defienden el “derecho a la vida”, ¿por qué no se ve a ningún rabino estacionándose en protesta frente a las clínicas dedicadas a abortos en los Estados Unidos y otros países? ¿por qué no hay demostraciones masivas de judíos frente a los edificios gubernamentales? ¿por qué no hay marchas auspiciadas por las Ligas Ortodoxas?

En verdad, la visión del judaísmo respecto del aborto es la exacta antítesis del Movimiento “Derecho a la Vida”.

Los judíos creen en la Maternidad. Cada hijo nacido es una bendición única, una que traerá sólo la mayor de las alegrías a la madre. Los judíos no desalientan el aborto, sino que alientan a cada mujer a realizar su sueño, sea éste declarado o latente, de criar una familia.

Con mucha frecuencia, cuando ya es demasiado tarde, una mujer mayor se arrepentirá de no haber tenido aquel niño. Pero una mujer a la que se convenció para que no hiciera el aborto, jamás se arrepentirá por tener ahora aquel niño.

¿Por qué no hay juezas mujeres en la Torá?

PREGUNTA:

Estoy interesado en saber por qué las mujeres no pueden juzgar disputas en las leyes de la Torá. ¿Cómo es el caso de Débora, la jueza? ¿La sabiduría está limitada a los hombres? ¿Las mujeres no tienen la habilidad de distinguir entre dos puntos en una disputa?

RESPUESTA:

La Torá no trae una razón de por qué las mujeres no pueden ser juezas en casos civiles. El Talmud Yerushalmi dice que las mujeres no pueden ser juezas y trae varias pruebas escritas. La regla está codificada en el Código de la Ley Judía. En este contexto, la regla es algo sorprendente. A lo largo de la Torá escrita y oral nos encontramos con que los hombres consultan a las mujeres y siguen su consejo, a partir de Abraham “obedeciendo a la voz de Sara¨, Jacob siguiendo el consejo de su madre, y después de consultar con sus esposas antes de salir de Harán (a pesar de que ya había sido encargado de ello por Di-s). Del mismo modo, el Rey David con el asesoramiento de una mujer Sabia que salva una ciudad entera. Numerosas mujeres se citan en el Tanaj y en el Talmud por su sabiduría, sin embargo, no encontramos ningún caso en el cual deciden situaciones civiles.

 La excepción aparente es la historia de Débora, la profetisa, sentada debajo de su palmera datilera mientras “la gente viajaba a ella para un juicio”. Rabeinu Asher escribe que Débora no pudo haber juzgado las controversias por sí misma, ya que a las mujeres no se les permite juzgar. Por el contrario, ella tuvo que haber estado instruyendo a los jueces hombres cómo deben juzgar. Obviamente, la restricción no tiene nada que ver con la experiencia o incluso la inteligencia: Aquí tienes la experta en el juicio y sin embargo ella misma no podía juzgar.

Una posible explicación se refiere a las distintas formas en que las mentes masculinas y femeninas operan. La investigación actual apoya la creencia común de que las mentes de los hombres y mujeres son diferentes y sobresalen en diferentes áreas. ¿Cómo estas diferencias se aplican a juzgar una disputa?

En la sentencia de cualquier disputa, hay dos pasos discretos. El primero es el de escuchar a cada parte y tratar de ver la situación desde múltiples perspectivas. Por esta razón, no está permitido juzgar un caso en que él personalmente fue testigo ( ya que se le hace imposible ver cualquier punto de vista distinto). Del mismo modo, un juez que es de mente estrecha y sólo puede ver una perspectiva a la vez no es un juez competente. Extremadamente raro es el caso de que una de las partes es 100% culpable, mientras que el otro es 100% inocente. De hecho, en casos de pena capital, si ningún juez ha presentado un argumento en el mérito de la defensa, la sentencia no es válida.

El segundo paso en el juicio requiere una facultad enteramente diferente. Después que el juez ha pesado y evaluado todos los puntos de vista presentados, debe determinar con certeza quién tiene razón y quién está equivocado. El primer paso requiere de un entendimiento (Biná), la capacidad de comparar las ideas de unos a otros y sentir las cualidades de cada uno. El segundo paso requiere una aptitud completamente diferente, lo que a veces se llama “daat Jazak”, una comprensión fuerte. Esto no es un entendimiento comparativo, sino una unión sólida a una sola idea.

¿Cómo se relaciona esto con la neurología masculina y femenina? Al describir la creación de la primera mujer, los Sabios toman el verbo “vayiven”, “y Él construyó”, que también puede leerse como “entendido”. Ellos comentan que la mujer fue creada con un sentido de comprensión más allá de la del hombre. La implicación tácita es que este es un requisito necesario para su papel como un “ezer k’negdo”, un compañero que va a ofrecer una visión alternativa, que el hombre por sí mismo no puede ver. De hecho, los Sabios talmúdicos aconsejan al hombre que ” se agache y deje que su esposa le susurre en su oído” cuando se enfrentan a una nueva decisión en la vida, especialmente cuando se trata de cuestiones sociales. Este sentido más profundo de comprensión es probablemente también un componente clave en el papel de la mujer como “la madre de toda la vida”, nutrir las mentes pequeñas para convertirse en más grandes.

Por otro lado, se dice que los hombres tienen un mayor sentido de “daat”, asumir compromisos firmes y decisivos que no se pueden doblar fácilmente. Debo admitir que en mi experiencia personal, pocos hombres han cumplido con esto. Sin embargo, eso no niega la noción de que esto es una cualidad más masculina que femenina. Cualquier suposición que podamos hacer respecto a esto, no son más que conjeturas humanas. La Torá es una disposición de la sociedad de acuerdo a lo Divino, no humano. Las diferencias son obvias, e incluído entre ellos:

Los seres humanos deben trabajar con la naturaleza humana como algo dado y luego desarrollar las reglas de gobierno, Di-s diseña la naturaleza humana de acuerdo a las normas que Él desea que deben regirse. Para que podamos comprender entonces lo más profundo de estas normas debemos comprender nuestra propia naturaleza y la naturaleza de todas las cosas, algo de lo que ninguna criatura es realmente capaz. Sin embargo, creo que podemos decir lo siguiente: El hecho de que la Torá prohíbe a una mujer juzgar los litigios civiles y los casos de capital, de ninguna manera implica que no es una fuente de consejo y sabiduría para los hombres. Por el contrario, la narrativa de la Torá parece que nos da instrucciones de que esto es su papel, tanto a través de la historia de su creación, como las historias de las muchas mujeres sobresalientes en nuestra historia a quienes le debemos nuestra supervivencia como un pueblo.

Por: Tzvi Freeman

Es muy judío preocuparse

“¿Comiste? ¿Qué?, ¿tan poco? Toma, voy a traerte un plato”. “¿Estás seguro de que estás bien abrigado?
Tomá otro suéter”.

La madre judía es legendaria por su insaciable necesidad de crianza. Por muy autoritaria que parezca a veces, sabemos que proviene
del amor.
Este instinto de cuidar de los demás está arraigado en nosotros desde la propia Torá.
Cuando recibimos a un huésped, estamos obligados a alimentarlo y ofrecerle refugio para pasar la noche o al menos acompañarlo
en el camino hasta que estemos seguros de que haya llegado a un lugar seguro.
Aprendemos esto de Abraham, quien escoltó a los ángeles que vinieron a visitarlo.
El efecto devastador de no ofrecer alojamiento a los huéspedes se ilustra con la mitzvá de eglá arufá, el “becerro decapitado”.

Si un extraño es encontrado muerto en el campo y nadie sabe quién lo asesinó, los ancianos de la ciudad más cercana al cadáver deben
matar un ternero y proclamar:
“Nuestras manos no derramaron esta sangre, ni nuestros ojos vieron este crimen”

En otras palabras, la gente de la ciudad tiene que testificar que no vieron pasar a este viajero y lo ignoraron y a sus necesidades.
No podemos apartar la vista de las necesidades de otra persona y asegurarnos de que todo estará bien, que ella puede cuidarse y que
Di‐s la ayudará.
Es nuestra obligación darnos cuenta, preocuparnos y actuar.

El tema de eglá arufá aparece como invitado sorpresa en la porción de la Torá de Vaigash.
Después de que Iosef reveló su verdadera identidad a sus hermanos, los envió de regreso con su padre, Iaakov, cargados de regalos. Al principio, Iaakov se negó a creer que su hijo vivía. Luego el versículo dice: “Vio los carros que Iosef envió para llevarlo, y el espíritu de
su padre Iaakov revivió”
¿Qué fue lo que hizo que el espíritu de Iaakov reviviera al ver los carros?
Citando el Midrash, Rashi explica que los carros (agalot) aludían a la eglá arufá, la última lección de Torá que Iaakov le había enseñado
a Iosef antes de su abrupta separación.
Cuando vio los carros, entendió el mensaje que Iosef le enviaba.
No te preocupes, padre. Todavía estoy vivo.
Sigo siendo tu hijo Iosef.

La Torá que me enseñaste permanece viva dentro de mí.
La lección de eglá arufá mantuvo a Iosef durante todos sus brutales años de esclavitud en Egipto.
Era un adolescente, sólo 17 años, cuando fue cruelmente separado de su padre.

El mensaje de despedida de su padre, consciente o inconscientemente, fue que no existe un judío que esté solo, desamparado,
abandonado.

Si se encuentra un cuerpo en las afueras de una ciudad, toda la ciudad, incluidos los ancianos, debe reunirse para rendir cuentas.
“Teníamos la obligación de proporcionarle comida y refugio, y acompañarlo sano y salvo
en su camino. Somos responsables no sólo de sus necesidades físicas sino también de sus necesidades espirituales”.

Esto es lo que Iosef le decía. “Aba, me entrenaste bien. No me enviaste con las manos vacías. Me alimentaste, me vestiste con prendas
espirituales que me mantuvieron abrigado y protegido durante 22 largos años. Tus palabras de despedida me dieron la fuerza y fortaleza
para soportar todas las pruebas y tribulaciones en Egipto”.

Y el espíritu de Iaakov revivió.

Mujer introvertida

Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch Cortesía de meaningfullife.com 

“Y Dina, la hija de Lea, con quien tuvo con Iaakov, salió a ver a las hijas de la tierra. Y Shjem, hijo de Jamor el Jivita, príncipe de la tierra, la vio; y abusó de ella…” (Génesis 34:1-2) 

En el capítulo treinta y cuatro de Génesis leemos sobre el abuso a Dina, el astuto plan de sus hermanos para mutilar a la gente de Shjem, su rescate, y la destrucción de la ciudad. 

Nuestros Sabios notan que en el primer versículo de todo este suceso, la Torá introduce a Dina como la hija de Lea. Y no es referida como “la hija de Iaakov” o la “hija de Iaakov y Lea”, o incluso como “la hija de Lea y Iaakov”, sino como “la hija de Lea, que tuvo con Iaakov”. Rashi explica: Por su salida, ella es llamada “la hija de Lea”, porque Lea, también, era una “salidora”, como está escrito: “Y Lea salió a recibirlo (Génesis 30:16). En relación a ella está dicho: “Como es la madre, es la hija”. 

A primera vista, parece ser una acusación del comportamiento de Lea y Dina. El sello de la mujer Judía es su tzniut, el recato en su vestir y el porte expresado en el versículo (Salmos 45:14), “La gloria entera de la hija del rey está dentro”. Una chica judía, parece decir Rashi, no tiene nada que hacer yendo a visitar a las hijas de una tierra pagana; y cuando lo hace, no está actuando como una hija de Iaakov, sino como su madre, que se sabe que en ocasiones embarcó sus propias salidas. Para la hija del rey, que salga de su santuario interno es exponerse a todo tipo de encuentros negativos, como el trágico caso de Dina lo demuestra. 

Esta, sin embargo, no puede ser la intención de Rashi, ya que contradice a su comentario de un versículo previo. Unos pocos capítulos atrás, en donde Iaakov se prepara para el encuentro con su malvado hermano Esav, leemos (Génesis 32:23): “Y Iaakov tomó a sus dos esposas, sus dos sirvientas, y sus once hijos, y cruzó el vado de Yabok”. 

Pregunta Rashi: “¿Qué hay de su hija?” 

¿Dónde estaba Dina? Iaakov la había puesto en un baúl grande y la encerró ahí, para que Esav no la viera. Por esto, Iaakov fue castigado, porque si no la hubiera escondido de su hermano, quizá ella hubiera traído a Esav de vuelta al buen camino. El castigo fue, que ella cayó en las manos de Shjem. 

En otras palabras, fue la aislamiento a Dina, no las salidas de Dina y Lea, la causa de la mala suerte de Dina. Dina no tendría que haber sido escondida de Esav. Su encuentro con el gran mundo perverso no debería haber sido evitado; Iaakov temió que pueda ser dañada por su malvado tío; tendría que haberse dado cuenta, que con la sólida base moral y la integridad incuestionable de ella, podría haber influenciado a Esav para bien. 

Es muy interesante, que también aquí, hay una conexión madre-hija. La Torá (en Génesis 29:17) nos cuenta que los “ojos de Lea eran débiles”. Rashi explica que estaban débiles de llorar: 

“Ella lloraba por la idea de que iba a caer en la suerte de Esav. Porque todos decían: Rivka tiene dos hijos y Laban tiene dos hijas; el hijo mayor (Esav) está destinado para la hija mayor (Lea), y el hijo menor (Iaakov) está destinado para la hija menor (Rajel)” 

Ésta era más que una común especulación; de acuerdo al Midrash, estas parejas fueron ordenadas en el Cielo. Pero las llorosas plegarias cambiaron el decreto celestial, y ambas hermanas se casaron con el justo hermano menor. Pero era Lea el alma gemela potencial de Esav. Si ella misma se sentía inadecuada al desafío de lidiar con la debilidad de él, su hija y heredera espiritual, Dina, podría haber servido como instrumento de la redención de Esav. 

Este es el profundo significado del adagio: “Como es la madre es la hija”, citado por Rashi. Nuestros hijos heredan no sólo nuestros rasgos actuales sino también nuestros potenciales no realizados. Físicamente, una madre de ojos marrones puede transmitir a su hijo el potencial para ojos celestes heredados por su madre pero inactivo en sus genes. Espiritualmente, un padre puede impartirle a su hijo la habilidad de lograr lo que, para el padre, no es más que un potencial sutil enterrado en lo más hondo de su alma. 

Así que la salida de Dina para “hacer sociales” con las hijas de la tierra, estaba totalmente de acuerdo a ella y su madre. Su exposición a un ambiente extraño no la habría afectado adversamente a su feminidad Judía, su gloria interna de una hija del Rey. Al contrario: ella nació con el rol de ser una mujer judía “salidora” que sirve como fuente de iluminación a su alrededor sin comprometer su modestia y recato. Mejor dicho, era el intento de Iaakov de encerrarla que trajo al desastre. Al salir hacia “las hijas de la tierra”, Dina era verdaderamente la hija de Lea, en el sentido positivo. No era la hija de Iaakov, ya que Iaakov insistió en poner su naturaleza extrovertida de lado. 

DENTRO Y FUERA 

En esto se encuentra un mensaje para las mujeres de todas las generaciones: 

La Torá ve a los hombres y a las mujeres como si hubieran sido impartidos por su Creador con distintas características y funciones. El hombre es un conquistador, encargado de enfrentar y de transformar a un resistente y muy frecuentemente hostil mundo. Para este fin, él ha sido suministrado con una naturaleza extrovertida y agresiva, una naturaleza que la aplica constructivamente en la guerra de la vida, la guerra para combatir lo negativo y de redimir los elementos positivos y oportunidades que se encuentran cautivadas en los rincones desolados de la creación de Di-s. 

La mujer es diametralmente opuesta. Su intrínseca naturaleza es no-conflictiva, introvertida, modesta. Mientras los hombres pelean las perversidades de afuera, la mujer cultiva la puridad dentro. Ella es el pilar de la casa, cuidadora y educadora de la familia, guardián de todo lo sagrado que hay en mundo de Di-s. La gloria entera de la hija del Rey está dentro. 

Pero “dentro” no necesariamente significa “dentro de la casa”. La mujer, también, tiene un rol que va más allá de la casa, se extiende a las hijas más extrañas de las tierras más paganas. Una mujer que ha sido bendecida con la aptitud y talento para influenciar a sus hermanas, puede y debe ser una “salidora”, dejando periódicamente su refugio de santidad para alcanzar a aquellos que han perdido la dirección de sus vidas. 

Y cuando lo hace, no necesita y no debe asumir el porte guerrero del hombre. El enfrentamiento no es el único camino de lidiar con el mundo, también hay una forma femenina, un camino gentil, modesto y compasivo, de extraer la bondad de lo malvado que emerge afuera. El enfrentamiento es frecuentemente necesario, pero es también inefectivo y a veces perjudicial. Incluso las batallas más feroces precisan el toque femenino de la mujer extrovertida. 

¿POR QUÉ ENFRASCARSE EN LOS DETALLES DE LA TORÁ? 

Por Israel Cotlar 

Pregunta: 

Siempre he disfrutado del estudio de la Torá. Aprecio profundamente su sistema de valores y su código moral. Después de todo, el autor es Di-s mismo y nuestro Creador probablemente sepa qué es mejor para Sus creaciones. 

Pero no entiendo los análisis detallados de la Torá en tu sitio web. ¿Por qué cortar cada letra o palabra aparentemente redundante en la Biblia? ¿No es ir un poco lejos? 

Respuesta: 

Imagínate por un momento a Albert Einstein caminando en la calle y tirando una lapicera. Se agacha para levantarla, y un hecho desafortunado sucede. Sus pantalones se rasgan. Se da la vuelta, va hacia su casa, y arregla los pantalones. 

He aquí que tenemos al Profesor Einstein con un hilo y aguja. 

¿Acaso este acto expresa su sabiduría prodigiosa? Ciertamente no. Incluso cuando cose, Einstein reflexiona profundamente. Pero parte de la vida, incluso la de un genio, es asegurarse que no haya una rasgadura en sus pantalones. 

A lo que me refiero es, que frecuentemente solemos equiparar la autoría de Di-s de la Torá al cosido de los pantalones de Einstein. Lo hace, porque bueno, es algo necesario de hacer. Pero no es así cómo los Sabios de Israel veían a la Torá. 

El concepto popular sostiene que Di-s luego de haber creado al mundo, Vio la necesidad de darnos a los terrícolas un código moral a seguir. Así, nació la Torá. Está aquí para mantener al mundo civilizado y para salpicar alguna explicación a la vida caótica frecuente del hombre. Algo como un manual de autoayuda para la humanidad. 

Si esa fuera la suma total de la Torá, tendría muy poco que ver con Di-s mismo. Sería parte de la descripción de trabajo del Creador-del-Mundo, pero, como Einstein cosiendo sus pantalones, tiene muy poco que ver con la Sabiduría Esencial de Di-s. No robar, no lastimar a nadie, dar caridad…todo muy lindo, ¿pero llamas a eso sabiduría infinita? 

Y así, nos dicen que “La Torá precede al mundo 2000 años” 

En otras palabras, la Torá no es solo una guía de Di-s para el hombre. Precede al hombre, precede al mundo, precede a toda la existencia. Es la propia Sabiduría de Di-s, que Él, ciertamente dicho, discute con Él mismo. Y Él decidió compartirlo con nosotros. 

Siendo que Di-s es una unidad completa, Su sabiduría es Una con Él también, como nos dice el Zohar: “Di-s y Su Torá son completamente Uno”. Así que básicamente, cuando Él nos da Su Torá, nos está dando a Él mismo. 

Ahora, cuando esta sabiduría Divina (luego de haber descendido por miríadas de dimensiones espirituales) entra en nuestra realidad, lo traduce a leyes bastante útiles. Pero eso es porque sólo algo puramente Divino va a expresarse como la verdad absoluta en cada paso de la escalera. Ahora, eso es bastante fenomenal: Di-s mismo envuelto en un elegante paquete de sabiduría aplicable. 

Esta es una de las razones por las que la Torá comienza con una Bet y no con una Alef. Si estudiamos sus leyes y las encontramos éticas (o sus historias y las encontramos inspiradoras), tenemos que recordar que no estamos comenzando del principio de la historia. El comienzo de la misma, está muy lejos de nosotros, con Di-s mismo. Lo que conseguimos ver es sólo la parada final, como se aplica aquí abajo. Pero si cavamos más a fondo, dando vueltas cada palabra y frase, preguntando, “¿Por qué lo dijo de tal forma? ¿Qué es lo que hay tras todo esto?”, quizá podamos ojear un poco de lo que hay realmente dentro de esta Sabiduría. Quizá podamos ver Su Torá como la ve Él mismo.

¿Por qué las mujeres no son consideradas herederas de acuerdo con la ley de la Torá?

HISTORIA JUDÍA- LAS HIJAS DE TZELOFJAD Y SU AMOR POR LA TIERRA DE ISRAEL

Un hombre llamado Tzelofjad falleció en el desierto, dejando cinco hijas – Majlá, Joglá, Noáh, Milká, y Tirtzá. Las cinco eran rectas, inteligentes, y cultas. En el tiempo de la muerte de Aharón, después de la cual sucedieron los eventos relatados aquí, ellas no estaban casadas, dado que no pudieron encontrar esposos dignos.

Cuando oyeron a Moshé explicar que Eretz Israel sería distribuida de acuerdo con el número de varones, discutieron la materia entre sí.

“El nombre de nuestro padre será olvidado,” se dijeron una a la otra, “porque ningún heredero varón recibirá una porción en Eretz Israel asociada con su nombre. Dado que nosotras no tenemos hermanos, reclamemos la porción de nuestro padre en la Tierra, de tal modo su nombre será perpetuado.”

Las hijas de Tzelofjad eran descendientes de Majir, una familia de la Tribu de Menashé que había pedido permiso a Moshé para asentarse en el lado oriental del Jordán. Así ellas sabían que podrían obtener territorio fácilmente en aquel lado, dado que la tierra allí no era distribuida por la suerte Divina sino por Moshé personalmente. No obstante, amaban Eretz Israel, no estaban satisfechos con una porción en el lado oriental del Jordán, sino que decidieron pedir una parte apropiada en Eretz Israel.

Ellas se aproximaron a los jueces designados por cada diez personas y presentaron su petición. Dado que ésta era una cuestión legal sin precedentes, los jueces no pudieron decidirse. Ellos remitieron a las hijas de Tzelofjad a los jueces designados sobre cincuenta.

“Nosotros dejamos la decisión a más grandes,” dijeron también estas autoridades. Las hijas de Tzelofjad entonces abordaron a los jueces designados sobre cien, pero de allí fueron enviadas a los jueces de mil. Ningún juez se sintió competente para decidir la materia, hasta que finalmente las hijas de Tzelofjad fueron referidas a Moshé mismo.

Las hijas de Tzelofjad esperaron en presentar su caso hasta que Moshé comenzó a explicar las leyes de ibúm (matrimonio de levirato) en el Beit Hamidrash. En aquel punto ellas entraron y dirigieron la palabra a Moshé, Elazar (quien oficiaba después de la muerte de su padre Aharón), y los Ancianos.

A pesar de ser renuentes a presentarse en público, las hijas de Tzelofjad vencieron su natural modestia porque su cuestión era fundamental. Ellas la presentaron en un estilo culto.

La hija mayor comenzó, “Nuestro padre falleció en el desierto (y no en Egipto. Dado que él pertenece a la generación que abandonó Egipto, él tiene derecho a una porción en Eretz Israel)”.

La segunda hija continuó, “El no estuvo entre los querelladores o la malvada congregación de Koraj (quienes perdieron el derecho a sus partes en la Tierra)”.

La tercera resumió, “El no indujo a otros a pecar, (lo cual le causaría perder su porción), sino murió a causa de su propio pecado”.

La cuarta hija concluyó, “¿Por qué debería el nombre de nuestro padre ser olvidado de la familia porque él no dejó ningún hijo? ¡Permitídnos a nosotras, sus hijas, heredar todas las porciones que le eran debidas a él!”

Replicó Moshé, “Vosotras no tenéis derecho a la herencia de vuestro padre.”

¿Por qué?” ellas inquirieron.

“Porque las mujeres no son consideradas herederos de acuerdo con la ley de la Torá,” declaró Moshé.

Las hijas de Tzelofjad entonces argumentaron, “Si muchachas no son consideradas herederos, nuestra madre debe volver a casarse con uno de los hermanos de nuestro padre, de acuerdo con las leyes de ibum. Quizá ella tendrá entonces un hijo quien heredará la porción de nuestro padre.”

“Una vez que hay hijas,” replicó Moshé, “ibum no se aplica. Ella no puede casarse con uno de los hermanos de vuestro padre.”

“¿Qué razonamiento es éste, Moshé Rabeinu?” preguntaron estas cultas mujeres. “Si nuestro estatus es igual a hijos en cuanto concierne a ibum, ¿no debería la misma regla aplicarse en relación a la herencia de la Tierra?”.

De acuerdo con un parecer (Shabat 96), Tzelofjad era el mekoshesh, el hombre que recolectó leña en Shabat (15:32); de acuerdo con otra opinión él estaba entre los maapilim (quienes intentaron entrar a Eretz Israel sin permiso (14:44)).

Inmediatamente, Moshé se volvió para preguntar a Hashem para confirmar el reclamo de las hijas de Tzelofjad.

¿Por qué no reconoció Moshé la verdad de su argumento, prefiriendo esperar la decisión de Hashem?

Hay varias opiniones:

1.La ley de la Torá en esta materia fue ocultada de Moshé.

Dos tzadikim se alabaron a sí mismos de que ellos eran bien versados en Torá y Di-s les causó olvidar una ley.

El Rey David proclamó, “Tus leyes eran mis cantos en la casa donde yo era un extraño” (Tehilim 119:54). David implicaba que aún mientras él estaba en huida y en exilio, la Torá estaba constantemente sobre sus labios. A pesar de que en aquellos penosos tiempos él no podía concentrarse tan profundamente como cuando estaba en paz, incesantemente repetía las palabras de la Torá como quien lleva un canto sobre sus labios. Dijo Hashem, “David, no compares la Torá a un canto, alabándote tú mismo de que sus palabras son tan familiares para ti como un canto! Tú errarás todavía concerniente a una ley conocida incluso por niños pequeños.”

Cuando David trajo el Arón (arca) a Ierushalaim, no se lo cargó sobre los hombros de sus portadores, sino él ordenó que fuera colocado sobre una carreta. Hashem se enojó y causó a los bueyes que empujaban la carreta temblar. Un hombre llamado Uzá, quien estaba parado muy cerca, pensó que el Arón estaba a punto de caer y lo tomó. Di-s mató a Uzá por este acto (porque él debía haber entendido que el Arón que transporta a sus portadores, ciertamente se transporta a sí mismo). David se dio cuenta tristemente que esta tragedia había sido causada por su error, porque él había errado en colocar el Arón sobre una carreta. El Arón sólo podía ser cargado sobre los hombros de los portadores.

Cuando Moshé designó jueces sobre el pueblo, él anunció, “Cualquier materia que es demasiado difícil para vosotros, traedla ante mí” (Devarim 1:17). Él debería haber dicho, “En cualquier materia difícil, yo inquiriré sobre la ley a la Shejiná.”

Consecuentemente, Hashem ocultó de él una halajá la cual aún las mujeres sabían.

2. De acuerdo con un parecer diferente, Moshé sabía la correcta decisión halájica. No obstante, cuando él escuchó que los jueces sobre diez habían diferido el caso a una autoridad más alta, y todo Beit Din de turno se había abstenido de pronunciar una decisión, Moshé pensó, “Permitídme actuar de la misma manera. Hay Uno más grande que yo. Permitídme preguntarle a Él.”

Moshé con eso enseñó a los jueces de todas las generaciones venideras a no vacilar para consultar a una más grande autoridad si es necesario.

De acuerdo con este parecer, Moshé conscientemente corrigió su previa declaración presuntuosa de que él decidiría materias difíciles por sí mismo. Su teshuvá (arrepentimiento) consistió en presentar públicamente su pregunta a Hashem.

3.Moshé sabía que las hijas heredan las posesiones de su padre si no hay descendencia masculina. No obstante, él estaba inseguro acerca de si Tzelofjad, quien era un primogénito, tenía derecho a una doble porción en este caso. La ley de la porción doble podría no aplicarse aquí, dado que Eretz Israel no estaba todavía en la posesión de Benei Israel.

4.De acuerdo con el Zohar, Moshé no estaba seguro acerca de si el pecado de Tzelofjad, (el mekoshesh) había sido completamente perdonado en el Cielo. Él pensó que Hashem podría no querer conceder a las hijas de este hombre una porción en la Tierra. La réplica positiva del Todopoderoso indicó que el pecado de Tzelofjad había sido expiado. Hashem replicó a la pregunta de Moshé, “Las hijas de Tzelofjad argumentaron correctamente. Esta fue la ley apuntada ante Mí en lo Alto.

¡Cuidado! Mucha ciencia puede volverlo creyente

Durante el embarazo, el bebé reposa en la placenta de su madre, rodeado de agua. No respira. Sus pulmones están colapsados, plegados entre las dos cámaras superiores del corazón aún abierto, así que la sangre circula y hay un tubo que conecta la aorta a la arteria pulmonar…

El testimonio de un notable investigador y la increíble respuesta del Rebe de Lubavitch

Durante los diez minutos posteriores al parto, sus pulmones se tienen que expandir, el orificio de su corazón, cerrar, y el tubo, sellarse. En verdad, deben desarrollarse 67 diversas secuencias para que el bebé comience a respirar oxígeno. Esto ocurre milagrosa y cotidianamente y sabemos que ningún ser humano pudo haber desarrollado o programado esta secuencia. Si una compañía tratara de construirlo, no funcionaría. 

En mi profesión, todas las complejas investigaciones científicas realizadas en los últimos cien años demuestran el concepto de “causa y consecuencia”, y “acción y reacción”, y en mi opinión, el de un Creador. La ciencia y la Torá no se contradicen, sino que se complementan. La ciencia nos enseña que cuando Di-s nos asegura que “Yo he Creado el mundo”, “Yo cuidaré de ustedes”, “Yo los sanaré” y “Yo proveeré”. Él tiene razón.

Teóricamente a nadie le debería faltar alimentación y en los Salmos se asegura que: “Tú abres tus manos y resarces las necesidades de los vivientes”. Di-s ha provisto. Y exactamente eso afirma la ciencia, pues en el año 1998, por primera vez en la historia de la humanidad se produjo suficiente comida para alimentar a cada persona viviente del planeta.

Cuando nace un bebé, ¿saben qué? Él tiene razón. Cuando la ciencia demuestra que un médico sana a un paciente, ¿saben qué? Él tiene razón. Di-s ha provisto. Nunca hubo un Rabino que haya dicho jamás a un científico “deja de investigar” o “basta de buscar”. Porque toda la naturaleza es fiel reflejo de la gloria de Di-s

Cuando era joven, trabajé en el programa de la NASA y buscaba vida en Marte. Gastamos cientos de millones de dólares investigando la posibilidad de vida en Marte. En aquellos días le pregunté al Rebe. “¿Es correcto? ¿Puedo realmente hacer esto, porque otras religiones advierten que no se debe investigar? Y la Torá no demuestra que haya vida en Marte”.

El Rebe me contestó en Idish: “Profesor Greene: usted puede y debe buscar vida en Marte, y si no la encuentra ahí, puede buscar en otro lado, y en otro, y en otro. Porque afirmar contundentemente que Di-s no creó vida en otro lado es limitar Su capacidad Creadora, y nadie está en condiciones de hacer eso”.

Velvl Greene (Profesor de Epidemiología y Salud Pública en la universidad Ben Gurión y dirige el Centro Lor Jacobovitz de Ética Médica Judía. Participó del programa de Exobiología de la NASA.

Extraído de la revista Aieka

La mujer oculta

Los profetas hablan de la unión entre Di-s e Israel como un matrimonio, y de los pecados de Israel como una traición de la esposa a su marido. Siguiendo este modelo, los Sabios del Talmud ven a la Sotá, la “mujer extraña”, como el prototipo de toda transgresión en contra de la voluntad Divina. Los maestros jasídicos investigan más a fondo este prototipo, encontrando en los detalles de las leyes de la Sotá profundidad en el significado de la transgresión.

La Sotá no es una mujer que se sabe que ha cometido adulterio, sino más bien una mujer cuya conducta le hace sospechosa de haberlo hecho. Su fidelidad a su marido por lo tanto, debe establecerse antes de la relación matrimonial.

Una mujer se convierte en un Sotá a través de un proceso de dos etapas: “Celos” (kinui) y “ocultación”(setirá).

La primera etapa se produce cuando un marido sospecha que su esposa ha tenido una relación impropia con otro hombre y le advierte delante de dos testigos, que no esté a solas con esa persona. Si la mujer no hace caso a esta advertencia y procede a recluirse con el otro hombre, se convierte en una Sota, prohibiéndole vivir con su marido a menos que ella se comprometa a someterse a la prueba de las “aguas amargas”. 

A la mujer se le advierte que si ella ha cometido adulterio, las “aguas amargas” la van a matar, y si en realidad no ha sido infiel, el consumo de estas aguas la exoneran por completo. De hecho, la Torá promete que, debido a este sometimiento, su matrimonio ahora será aún más gratificante y fructífero que antes.

La unión entre Di-s y su pueblo

Israel nunca puede traicionar a su Di-s; en el peor de los casos, sólo puede ser como una Sotá, una mujer cuyo comportamiento da la apariencia de infidelidad y provoca una ruptura temporal entre ella y su marido. 

El proceso se inició en el Monte Sinaí, cuando Di-s, como un “celoso” marido, advirtió: ” No tengan otros dioses delante de mí”. Pero no importa cuán lejos se desvía el alma judía, nunca verdaderamente se entrega a estos “otros dioses”, ella está sólo “oculta” ante Di-s, disfruta la ilusión de que existe una dimensión de la realidad que está fuera de todo lo que impregna la presencia y Providencia de Di-s.

Es el marido “celoso” que la hace actuar en forma de traición, no el acto en sí mismo. Por la misma razón, un alma que está “ocultándose así misma” de Di-s es posible solamente porque Di-s ha permitido esta posibilidad, al proclamar: “No tengan otros dioses delante de mí”, dando así crédito a la ilusión de que  puede haber otra cosa. Si no fuera por este artificio Divino, el pecado, es decir, una negación de la realidad Divina, no sería posible.

Para continuar con la analogía: Cuando el pueblo judío actúa como una Sotá, son probados con las aguas amargas del galut (de esta manera: “A causa de nuestros pecados fuimos exiliados de nuestra tierra”). De hecho, dos mil años de exilio han demostrado que, a pesar de todas las apariencias, el alma judía es inseparable de su Di-s. El Judío puede ser perseguido durante siglos, puede asimilarse por generaciones, pero al final llega el momento de la verdad, un momento que pone al descubierto la cuestión de quién y qué somos, y nuestra fidelidad innata a Di-s sale a la luz.

Y al igual que las aguas amargas de la Sotá, el galut es algo más que una simple prueba. Se trata de un “descenso en aras de ascensión”, una crisis en el matrimonio, que en última instancia, se profundiza y mejora, desenterrando los pozos profundos de lealtad y compromiso que permanecen sin explotar en una relación indiscutible. Las pruebas del galut invocan los poderes de la esencia del alma judía, la intensificación de la unión entre Di-s y Su pueblo.

BASADO EN LAS ENSEñANZAS DEL REBE DE LUBAVITCH

CORTESíA DE MEANINGFULLIFE.COM

La esposa el “Hogar” de uno

Al describir el servicio del Sumo Sacerdote en Iom Kipur, la porción de la Torá Ajarei nos dice que el Cohén Gadol “expiará por él mismo y por su casa”. Nuestros Sabios explican que “su casa” significa su esposa.

Al declarar que el Cohén Gadol está por expiar tanto por el mismo como por su esposa, el versículo implica que el Sumo Sacerdote debía estar casado.

Sin embargo, el requerimiento de que el Cohén Gadol fuera casado es pertinente solo a Iom Kipur, durante el resto del año, un Cohén Gadol podía servir aún si era soltero.

Iom Kipur representa la cima del servicio espiritual, cuando el más santo del pueblo judío —el Cohén Gadol -servía en el lugar más santo —el Santo de los Santos —en el día más santo del año.

¿Por qué era necesario que el Cohén Gadol fuera casado para poder cumplir su servicio más sagrado? Esto es aún más asombroso a la luz del hecho que era necesario para el Cohén Gadol separarse de su esposa durante la semana precedente a Iom Kipur.

El hecho de que la Torá se refiera a la esposa del Cohén Gadol como “su casa” antes que simplemente como “su esposa” muestra que no solamente debía ser casado el Cohén Gadol, sino que también en el momento de su servicio en Iom Kipur también debía tener una esposa que es su casa .

¿Qué cualidad superior hace a la esposa la “casa” de uno? Además, ¿qué significa exactamente que la esposa del Cohén Gadol era su “casa”?

El gran Sabio Rabí Iosi dijo una vez: “Nunca me he referido a mi esposa como ‘mi esposa’ sino como ‘mi casa'”. La declaración de Rabí Iosi acerca de cómo se refería a su esposa es una de las numerosas declaraciones referidas a cuán cuidadosamente se conducía de un modo ejemplar. ¿Qué era tan especial que siempre se refiriera a su esposa como “su casa”?

Al referirse a su esposa de esa manera Rabí Iosi buscaba indicar su toma de conciencia de que el propósito final del matrimonio es cumplir el mandamiento “se fructífero y multiplícate” —para establecer una casa judía llena de hijos. Por lo tanto, él vio a su mujer no como “su esposa” sino como “su casa”.

La conducta de Rabí Iosi difería de la conducta de los otros Rabs, quienes se referían a sus mujeres como sus esposas. Los otros Sabios no se referían a sus esposas solo como “sus casas” pues ellos se dieron cuenta que tener una esposa —aún sin hijos para hacerla “la casa de uno” —es un fin deseable en sí mismo.

Así encontramos que durante el primer año de matrimonio —cuando no hay hijos —un esposo está exceptuado del servicio militar así puede “alegrar a su esposa”. Así también un esposo está libre de ciertas obligaciones durante las festividades así podrá “alegrar a su esposa”.

Claramente la Torá reconoce el valor de la relación entre marido y mujer en sí misma.

El grado de santidad de Rabí Iosi, sin embargo, era tal que su visión de la vida de casado se centraba alrededor del hecho de que el matrimonio le posibilitará tener hijos. Por ellos, cuando pensaba en su mujer, él avizoraba el resultado de su matrimonio —un hogar judío repleto de hijos.

En Iom Kipur, el Cohén Gadol estaba cargado con la aterradora responsabilidad de lograr la expiación no sólo en su beneficio y en beneficio de su “casa”, sino —lo más importante —en beneficio de todo Israel.

Comprensiblemente, para cumplir esto, tenía que elevarse a las más grandes alturas espirituales. Parte de este proceso estriba en santificarse él mismo hasta el grado que él —igual que Rabí Iosi —viera a su esposa solamente como “su casa”.

(Likutei Sijot, Vol. XVII, págs. 172-176)

¿Pueden las mujeres participar más de su Judaísmo?

PREGUNTA:

Esta semana asistí a un servicio en una sinagoga con una diferencia. La lectura de la Torá estuvo dirigida y realizada completamente por mujeres. La mayoría vestía talitot y kipot.

Pertenezco a un medio más tradicionalista y lo encontré raro, pero pienso que es algo bueno. ¿No es positivo que las mujeres participen más de su Judaísmo?

RESPUESTA:

Pienso que es fantástico que más mujeres estén explorando su Judaísmo, y se las debe alentar en su sed por hallar su conexión con el judaísmo. Pero para ser honrado, no entiendo cómo semejante servicio- Tefilá, está saciando esta sed.

O creemos que el Judaísmo es una religión dada por Di-s, o creemos que es artificial, hecha por el hombre. De cualquier modo, no tiene sentido para las mujeres estar haciendo lo que hacen los hombres.

Si el Judaísmo ha sido entregado por Di-s, sus leyes son absolutas y no pueden cambiarse.

Y no deben cambiarse, porque Di-s sabe lo que Él está haciendo. Si el Judaísmo dice que los hombres llevan el Talit y leen la Torá, y las mujeres no lo hacen, no se trata de ninguna injusta discriminación. En realidad, nos fueron entregados papeles diferentes porque Di-s- Quién creó a los hombres y mujeres diferentes- sabe lo que cada uno necesita para su realización espiritual. Di-s no hace diferencia entre los sexos.

Otros dicen que el Judaísmo es artificial y por consiguiente sus leyes son cambiables. Según esta visión, sería justo asumir que ese Judaísmo discrimina a las mujeres, porque las reglas fueron hechas por hombres que vivieron mucho tiempo antes de que se escuchara acerca de los derechos de las mujeres. Todas las culturas antiguas eran injustas y opresivas, y entonces ¿por qué un Judaísmo artificial debía ser diferente?

Pero si ése es de hecho el caso, ¿por qué las mujeres querrían adoptar prácticas que trazaron hace tres mil años hombres misóginos?

¿Las mujeres se sienten realmente realizadas imitando las prácticas masculinas? Esto parece denigrar a las mujeres en lugar de liberarlas.

Entonces, si estas prácticas poseen origen Divino deben permanecer como siempre fueron, y se trata de invenciones humanas, deben reemplazarse.

Creo que el Judaísmo es Divino. No necesita de una actualización. Necesita que profundicemos para encontrar su mensaje para nuestros días. Poseemos la bendición de vivir en una generación en que se da la oportunidad a las mujeres de descubrir lo que el Judaísmo tiene para ofrecerles.

Algunas mujeres han adoptado las costumbres de los hombres; pero otras han redescubierto una inigualable espiritualidad femenina dentro de la tradición judía que es satisfactoria y poderosa. Siento que esta es una auténtica aproximación al alma de la mujer.

La Torá y la mujer

En la Parshá de Itró la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, por medio de Moshé Rabeinu. 

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé: “Así hablarás a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel”. ¿Quién es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: “se refiere a las mujeres”. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito “y dirás”, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablarás debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. “Encabezamiento de los preceptos” no se refiere a la parte “fácil” sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros “Yo Soy Di-s…” y “No tendrás otros dioses” son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la raíz de los 248 preceptos “ de hacer” y el segundo de los 365 de “no hacer” (véase Tania I cap. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashiaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavitud por el mérito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, “ como en los días que saliste de Egipto os mostraré maravillas”, también el Mashiaj vendrá en mérito de las mujeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashiaj, quien nos revelará a todos la “regla general” de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, tomo 31, pag 93.