Parashá en síntesis: Shminí

La inauguración del Tabernáculo duró siete días. El octavo día primero de Nisan del año 2449 después de la Creación se reveló la Presencia Divina y Aharón asumió, por primera vez, su función como Sumo Sacerdote (Cohén Gadol).

El número siete está relacionado con la naturaleza del mundo, con la parte exterior y limitada de la Creación; el número ocho, en cambio, expresa lo que está más allá del orden natural, muestra la revelación espiritual, la Divinidad que está por encima de la naturaleza. Por eso, sólo después de los siete días de consagración tuvieron los judíos el privilegio de presenciar la Gloria de Di-s.

Aharón es considerado la personificación de la paz: la amaba y hacía todo lo que estuviera a su alcance para conseguirla. 

La primera palabra de la Parashá es Vayehi (y pasó). Para algunos de nuestros Sabios, cuando se usa este término se alude a algún acontecimiento trágico, cómo lo fue en este caso la muerte de dos de los hijos de Aharón, Nadav y Avihú, quienes eran físicamente bellos y además poseían un alto nivel espiritual.

Su muerte se produjo por exceso, porque procuraron una cercanía a Di-s mucho mayor que la permitida y, por lo tanto, fueron castigados con severidad, aún cuando sus intenciones eran puras. 

En Yom Kipur, en la lectura de la Torá (Ajarei Mot, Vaikrá 16:7) se menciona también el fallecimiento de los hijos de Aharón, haciendo un paralelo entre un Tzadik y Iom Kipur. Así como el día de Iom Kipur expía nuestros errores y pecados, trayendo perdón, también el fallecimiento de un tzadik trae perdón a su comunidad. 

Di-s instruye a Aharón sobre algunas de las leyes que deben ser cumplidas por los Cohanim, entre las cuales se destaca la prohibición de estar en contacto con un cadáver, salvo que se trate de sus familiares más cercanos (padre, madre, hermano, hermana, hijo, hija y esposa).

El Cohén tampoco podía hacer el Servicio en el Templo después de haber tomado alguna bebida alcohólica, ya que la intoxicación produce sueño, orgullo y disminución de la claridad mental. En la actualidad, esta regla sigue vigente para aquellos que deben juzgar una decisión según la Halajá. 

El carácter de una persona puede ser evaluado según tres criterios: Bekosó (“en su copa”), observando sus hábitos en la bebida, Bekisó (“en su bolsillo”), al observar su forma de trabajar, negociar y dar Tzedaká; Bekaasó (“al enojarse”) según cómo maneje su enojo y temperamento.

En esta Parashá se establecen las señales que diferencian a los animales que son kasher de aquellos que no lo son. Para que un animal sea considerado Kasher debe presentar dos características: tener la pezuña completamente hendida y ser rumiante. 

Existen sólo cinco animales que tienen una de estas características y, por lo tanto, no pueden ser ingeridos. El camello, el conejo, la liebre y otro animal llamado Sh´sua son rumiantes, pero no tienen la pezuña hendida; y el cerdo, que tiene la pezuña hendida, no es rumiante. 

Los animales kasher (aptos para ser comidos) son: gacela, corzo, antílope, búfalo, cabra, montés gamuza, bisonte, toro, oveja, cabra, carnero, ciervo. 

Para que los peces se consideren kasher deben tener aletas y escamas. 

La Torá lista 24 aves que no son kasher, entre ellas se pueden mencionar: águila, buitre, cisne, alcatraz, cigüeña, cuervo, halcón, búho y gaviota. Las demás – a excepción de las listadas en la Torá – pueden ser consumidas, entre ellas encontramos: pollo, gallina, gallo, pato, ganso y pavo. 

Todas las especies animales están mencionadas en la Torá. No hay ninguna especie que se haya descubierto posteriormente. 

Parashá en síntesis – Vaikra

Esta semana comienza la lectura del tercer libro de la Torá, que marca la mitad del Pentateuco. Comúnmente se traduce como Levítico, aún cuando su traducción literal es la que encabeza esta Parashá: “Y llamó”. 

Este libro, a diferencia de los anteriores (Bereshit – Génesis  y Shemot – Éxodo) que tenían un carácter básicamente narrativo, contiene una gran cantidad de leyes o halajot y preceptos, mitzvot relacionados con las ofrendas, pureza, festividades y otras prescripciones éticas.

Cuando el niño judío empieza oficialmente su estudio judaico (entrada al jéder) a los tres años, lo hace a partir de Vaikrá. 

La primera palabra de este libro es Vaikrá, la cual termina con una letra alef más pequeña que el resto de las letras que la forman. El verso “Vaikrá et Moshé” se refiere al llamado especial que le hace Di-s a Moisés para que entre al Mishkán. Sin embargo, con la humildad que lo caracterizaba, Moshé pidió a Di-s que se redujera esa letra, porque consideraba que no era apropiado que Di-s en su grandeza hiciera una deferencia tan especial en llamarlo.

El servicio de Di-s en el Santuario móvil del desierto comenzó el 1° de Nisán. Ese mes el primero del año y el conteo de todos los demás meses se hace en relación con él, tal como el conteo de los días de la semana se hace en relación con el Shabat (el primer día respecto al Shabat, el segundo en relación con el Shabat y así sucesivamente).

El 1° de Nisán es uno de los cuatro años nuevos y lo que es con respecto a cinco cosas: conteo de los años de reinado de los reyes de Israel, cálculo de los años bisiestos, conteo de los meses, conteo de las fiestas de Peregrinaje y de la entrega del Shékel. 

El estudio de las leyes sobre las ofrendas (korbanot) a las que se refiere esta Parashá tiene importancia incluso en la actualidad, porque los sacrificios se volverán a practicar cuando sea construido el Tercer Templo.

Existían cinco tipos principales de sacrificios que podían ser ofrecidos por el individuo:

  • Olá, consumido totalmente por el fuego del altar,
  • Minjá, a diferencia de los demás que consistían en animales, éste tenía el carácter de regalo y era de harina, 
  • Shlamim, forma de expresar agradecimiento a Di-s en ocasiones alegres, 
  • Jatat, ofrecidos para expiar algunos pecados cometidos sin intención, 
  • Asham, presentado como penitencia por la comisión de algunos actos impropios.

Solo tres animales kasher podían ser ofrecidos como sacrificios: el buey, la oveja y el carnero; todos ellos, animales que pueden ser cazados por otro. Ningún tipo de pez podía ser llevado al altar para ser sacrificado. Los pollos no eran aceptados como ofrendas, porque se consideraban animales inmorales.

La plegaria es una línea directa de la persona con Di-s, a Quien puede pedir ayuda, porque reconoce que está en todas partes y es Creador absoluto de todo lo que existe en el mundo. 

Los rezos diarios y de las festividades son: Shajarit, la oración de la mañana, Minjá, la oración de la tarde, Maariv o Arvit, la oración de la tarde-noche. 

Musaf es la oración adicional después de Shajarit que se reza en Shabat, Rosh Jodesh y días de fiesta. Neila – es la oración que se dice al final de Iom Kipur.

Parashá en sintesis: Mishpatim

Los Diez Mandamientos y las leyes civiles y personales a las cuales se refiere esta Parashá, así como todas las 613 mitzvot, fueron dadas por Di-s en el Monte Sinaí y tienen carácter de permanencia y eternidad propias de las Leyes Divinas. 

Después de dar la Torá al pueblo judío, Di-s le dijo a Moshé que ascendiera de nuevo al Monte Sinaí por 40 días, con el fin de enseñarle los detalles de las leyes de la Torá. Parashat Mishpatim es principalmente la selección de las leyes que Di-s le enseñó a Moshé mientras estuvo en el Monte Sinaí. 

Antes de explicar las leyes, Di-s decretó que el pueblo judío estaba obligado a establecer un sistema de tribunales con el fin de tratar todos los casos de derecho penal, civil y ritual. Di-s le explicó las leyes relativas a los sirvientes, obligaciones maritales, el asesinato, el honor a los padres, el secuestro y la indemnización por lesiones.

El mandamiento de prestar dinero se aplica incluso si el prestatario posee bienes que se pueden vender. Así que a diferencia del mandamiento de dar caridad, está destinado a beneficiar no sólo a los pobres sin también a los ricos. Si somos reacios a prestar dinero a alguien que no es pobre debemos considerar la posibilidad de que en una vida anterior los papeles pueden haber sido invertidos: es posible que hayamos sido el beneficiario de un préstamo o algún otro tipo de ayuda de la persona que no está solicitando el préstamo actualmente. Esta es nuestra oportunidad de devolver su buena acción. 

Una de las leyes era de no mezclar la leche y la carne – no se debe comer un animal joven cocinado en leche de su madre. Ya que se considera un acto de crueldad consumada. La Torá también nos prohíbe cocinar cualquier animal en cualquier otra leche de animal, comer una mezcla de este tipo, o incluso obtener cualquier otro beneficio de ella. 

Las precauciones que la Torá toma para alejarnos de causar sufrimiento a un animal demuestran cuánto cuidado debemos tener para evitar causar sufrimiento a un ser humano. 

Las leyes contenidas en la Torá, indicativas del modo de vida judío, no tienen la pretensión de ser originales, pero si tienen una particularidad que no poseen otras leyes: derivan de una autoridad sobrehumana, del Creador del universo y de todo lo que hay en Él, conocedor a plenitud de la naturaleza humana. 

En el Judaísmo, el bien y el mal no son determinados por el hombre, sino por Di-s. Está claramente establecido lo que se debe hacer (248 mitzvot de “hacer”) y lo que no se debe hacer (365 mitzvot de “no hacer”); esa determinación no queda a juicio de los humanos. No es el hombre quien define según su opinión el bien o el mal, éste está definido previamente; lo que la persona puede hacer  es elegir entre ambos, una vez que los conoce. 

La observancia o no de las leyes o preceptos no determina la condición del judío, quien lo es por esencia y no deja de serlo: eso no depende de su elección.

Las leyes en el judaísmo no sólo cumplen con las necesidades sociales de organización y orden, sino que tienden a perfeccionar al hombre en su crecimiento y desarrollo. No sólo procuran la protección de la persona frente a los demás, sino que también frente a sí mismo; fijan un sistema de justicia, pero a la vez forjan la base moral y ética del individuo. No permiten que el hombre sea esclavo de sí mismo, de sus limitaciones. 

Las leyes judías, a diferencia de las elaboradas por los humanos, tiene el carácter de ser inflables; además, no están sujetas a consideraciones subjetivas ni intelectuales, a épocas, modas o lugares determinados. Sólo se puede asegurar una moral apropiada si está basada en la Torá. 

La evidencia histórica del nazismo y otros episodios de la historia judía demuestran que no son los hombres los calificados para determinar el bien y el mal, porque pueden llegar a la justificación de las acciones más abominables. 

La acción, la mitzvá en el judaísmo, tiene un lugar central. El pueblo Judío es el pueblo que en el Sinaí dijo: “Naasé Ve´Nishmá”, “Haremos y luego entenderemos” (estudiaremos). La acción produce sus efectos, aún cuando no la comprendemos racionalmente, ni sean inmediatamente visibles sus resultados. Está dirigida no sólo al perfeccionamiento individual, sino al mejoramiento y elevación de este mundo en general.

No es suficiente “sentirse judío”, no basta la intención. Sentirse judío sin actuar en consecuencia es como sentirse una persona decente, pero sin actuar decentemente. 

Los preceptos, tanto los de “hacer” como los de “no hacer”, se dividen en tres grandes categorías:

  • Edut (testimonios), preceptos que rememoran eventos pasados, por ejemplo, el Shabat, que es testimonio de la Creación del Mundo y de la salida de Egipto; Pésaj, Sucot, etc. 
  • Mishpatim o leyes, los que tienden a mantener el mundo civilizado y son propios de la naturaleza humana, por ejemplo, no matar, no robar. 
  • Juquim o decretos, aquellos ordenados por Di-s sin que tengan explicación desde el punto de vista lógico o racional, por ejemplo, Kashrut (leyes dietéticas) o Shatnez (prohibición de mezclar lino y lana en la vestimenta).

Los diferentes tipos de preceptos deben ser cumplidos por igual, no porque nos parezcan más o menos lógicos, sino porque nos son ordenados por Di-s para nuestro bien, aún cuando a veces no tengamos la capacidad de entenderlos. 

Para realizar una acción no es necesario que previamente la comprendamos a la perfección. Hacerlo sería ponerse en la situación de la persona que, hasta tanto no entienda a cabalidad todos los complicados mecanismos de digestión y descomposición de los alimentos, decide no comer. Si lo hiciera así, se debilitaría y le sería imposible entender el mecanismo. Si en cambio come, el mismo acto de comer le ayuda a la comprensión de la totalidad. La acción tiene una dimensión insustituible, lo mismo sucede con el ejercicio de la Torá y las mitzvot. 

La revelación de la Torá en el Monte Sinaí configura el puente de unión entre Di-s y el hombre y permite que la persona, mediante su acción, puede convertirse en socio de Di-s en la Creación. 

Haremos y entenderemos

Al decir “haremos” antes de “estudiaremos”, los judíos declararon que estaban preparados para cumplir en forma incondicional la voluntad de Di-s, aceptando sus mandamientos aún antes de saber cuáles eran. Es por este comportamiento que Di-s continúa dándonos la Torá, aún hoy – al revelar su voluntad en la medida en que estudiamos Su Torá y cumplimos sus preceptos. 

Pudiera parecer irracional para el pensamiento convencional comprometerse con un contrato, antes de conocer sus términos. Está conexión sería posible en la medida en que Él estuviera presente en la naturaleza, sin que ello significara el compromiso de que hiciéramos su voluntad, pero la única manera de conectarse con Di-s, tal como Él es, más allá de la Creación y la racionalidad, es elevándonos sobre los límites de la racionalidad. Por lo tanto, en nuestros días, tal como aconteció en la entrega de la Torá, nos unimos a Di-s dedicándonos a la Torá en forma incondicional

Los milagros dentro de la naturaleza

La Parshá nos relata cómo Di‐s envió sobre Egipto las 10 plagas, detallando que con respecto a la plaga de las llagas, los magos del Faraón tuvieron que retirarse porque no podían estar delante de Moshé por la vergüenza. ¿Por qué esta plaga fue diferente a las anteriores?, ellos también fueron víctimas de otras plagas que les impedían enfrentarse a Moshé.

Existía una razón más profunda de por qué la plaga de las llagas afectó a los consejeros más que las previas. Cuando Hashem trajo las plagas sobre Egipto, no fue sólo para castigarlos, sino también de hacerles saber que “Yo Soy Di‐s”.

El proceso tenía diferentes etapas: durante las primeras plagas, los magos podían imitarlas. Luego llegó la plaga de piojos (kinim), que les fue imposible imitar, y reconocieron: “este es el dedo de Di‐s”. Pero todavía había una acción del hombre (Moshé o Aarón) que las llevaba a cabo.

Los magos reconocieron que se trataba de un milagro, pero podían objetar que había participación de fuerzas terrenales ya que era una persona la que actuaba. A continuación Di‐s elevó el nivel sobrenatural de las plagas, trayendo a las bestias, y la peste, sin participación humana.

Ya no había excusa y debían reconocer que todo provenía de Di‐s. Y entonces llegó la plaga de shjín (llagas). Aquí donde Di‐s unió dos polos opuestos: lo natural y lo sobrenatural.

En esta plaga, Hashem le ordenó a Moshé actuar, dando lugar a equivocación, simulando que la plaga llegaba por caminos naturales: arrojar con toda su fuerza, hollín de los hornos incandescentes en dirección al cielo, para que se disperse sobre todo Egipto, provocando ampollas en los cuerpos de los egipcios donde caía. 

Pero a su vez, se podía apreciar que cada movimiento ‘natural’ estaba acompañado de milagros. Rashi expresa sobre esta plaga diciendo: “Muchos milagros contuvo la maká de shjín”, resaltando lo fuera de lo común de la expansión del hollín del puño de Moshé sobre todo Egipto, además de enumerar otros milagros. Esto era lo exclusivo de esta plaga. 

Que todos los actos que parecían naturales eran en realidad milagrosos. Moshé Rabeinu tomó el hollín, que cuando está caliente, provoca ampollas, pero a él no lo afectó. Lo arrojó al cielo ‘con fuerza’, como si gracias a eso el hollín pudiese llegar al cielo y expandirse por sobre todo Egipto! El hollín cayó sobre los egipcios, lo que generaría las ampollas, sin embargo ya estaba frío, y las ampollas surgieron espontáneamente del cuerpo, y se expandieron sobre los egipcios también donde no había caído hollín! 

Hashem mostró que actos que parecerían ser naturales no lo son, la fuerza Divina domina y se revela en toda su magnificencia, también en el seno de la naturaleza. Esto superó la razón lógica de los intelectuales egipcios, y por eso habiendo quedado anonadados “no podían presentarse delante de Moshé”.

“¡La Tora te indica!”

A veces una persona puede tener cierta visión que lo lleva a comenzar la búsqueda de la verdad, hasta incluso mirar dentro del Judaísmo. Generalmente esto viene de una revelación acerca de su cansancio de la falsedad que lo persigue a todos lados y deseo de escaparse de toda confusión y llegar a la raíz de las cosas.

¿Y cual es la solución más sencilla? Correr al desierto, hacia algún lugar en donde todos los gravámenes no lo puedan encontrar. Parece que la única manera es escaparse de las responsabilidades diarias para poder servir a Di-s sin distracciones. Esta es la razón por la cual nuestros ancestros y tribus decidieron ser pastores, lejos de las demandas de la sociedad. Rodeado de naturaleza y rebaño es fácil centrarse en el mundo espiritual de la santidad y la pureza.

En la Parshá de esta semana, se describe el descenso de los hermanos de Iosef a Egipto, incluyendo su encuentro inicial con Iosef: “Iosef reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él” (Génesis 42:8). Este versículo, como cada versículo de la Torá, puede ser entendido de forma sutil y también de forma obvia.

El Rebe de Lubavitch provee una visión interesante: Para las tribus era inconcebible que el hombre frente a ellos, inmerso totalmente en el gobierno Egipcio, pudiera ser su hermano. Era imposible que una persona pueda estar conectada con la verdad espiritual y a la misma vez estar tan metido en los detalles del mundo físico. No podía ser su hermano. Tenía que ser un egipcio.

Les era imposible pensar que Iosef estuviera en un nivel más alto que ellos. A pesar de que todas las responsabilidades recaían sobre él, él seguía siendo Iosef el Justo, un judío unido a su Creador. Esto era algo nuevo en la experiencia judía. Él podía conectarse con Di-s, no solo en situaciones de meditación y escape, pero también mientras estaba envuelto en este mundo. Esta es la razón por la cual sus hermanos no lo reconocieron. Ellos no reconocieron este nuevo nivel de espiritualidad en acción.

Este nivel alcanzado por Iosef revela el propósito de la creación. Di-s creó un mundo para inyectarle adentro la luz de la Divinidad. Si una persona se esconde, incluso que esté creando de esta manera un mejor ambiente para que él pueda servir a Di-s, no está ni santificando al mundo ni conectándose con lo espiritual. En vez de eso, está fortaleciendo la posición que el mundo y Di-s son separados y contradictorios.

Cuando un judío está envuelto en el mundo y aún así no compromete sus valores espirituales ni un gramo, él imbuye lo físico con luz divina. Cuando hace negocios honestos mientras al mismo tiempo cuida el Shabat y establece horarios para el estudio de la Torá, está dando pruebas que es posible servir a la comunidad honestamente y con fe, como lo requiere la Torá.

Cuando cada acción de cada judío es hecha de este modo, infundiendo Divinidad dentro del mundo, se cumple el propósito del mundo. Nadie dice que sea fácil. Sin embargo, el pueblo judío está conectado con Iosef(vea Salmos 80:2), y puede conseguir las fuerzas de él para tener éxito. No podemos estar controlados por el mundo que nos rodea, sino, tenemos que persistir en nuestra misión espiritual: iluminar al mundo con la luz de la Torá y sus mandamientos.

La parashá en síntesis – Vayetze

Vayetzé: Y salió…

Yaacov, padre de las doce tribus, salió de Israel (Beer Sheva) y se fue a Aram (Harán) para escapar de su hermano Esav, según el consejo de su madre, y para buscar esposa, según las instrucciones de su padre, Itzjak.

Beer Sheva representaba la paz y la seguridad, el rezo y el estudio de Torá; sin embargo, tuvo que dejarlo para enfrentarse al mundo de las tentaciones, Olam, cuya raíz es Elem, ocultamiento (donde Di-s está oculto) y para superarlas, con miras a ser luego el padre de la casa de Israel. Esto nos enseña que Di-s quiere que los judíos vivan una vida espiritual en un mundo terrenal. 

Yaacov estudió 14 años en la Yeshivá de Eber antes de ir a Harán. En vez de dedicarse a estudiar la cultura y el idioma del lugar al cual iba, se dedicó a rezar, lo cual demuestra que antes de formar un hogar judío, la prioridad no debe ser integrarse a la sociedad e imitar las costumbres de otros, sino conocer nuestros fundamentos de vida, indicados en la Torá. 

Antes de llegar a Harán, Yaacov, se detuvo en el Monte Moriá, en el mismo lugar donde Abraham construyó el altar para el sacrificio de Itzjak y donde posteriormente fue construido el Beit Hamikdash (Templo de Jerusalem). Allí tuvo el famoso sueño de la escalera y recibió de Di-s la promesa de que esa tierra le pertenecería, y de que su descendencia sería tan numerosa como la arena. 

En el sueño de Yaacov, la escalera estaba apoyada en la tierra, pero llegaba hasta el cielo. Como la vida y las experiencias de los patriarcas sirven de modelos para nuestra conducta, este sueño del patriarca nos señala que aún cuando nuestra existencia física es terrenal, todos tenemos el potencial de alcanzar altos niveles espirituales y, por tanto, debemos poner todo el empeño en lograrlos.

En la escalera había ángeles que subían y bajaban. Éstos representaban a los cuatro imperios que dominarían a nuestro pueblo: el de Babilonia, Persia, Grecia y Roma (Edom), nuestro exilio actual.

En cada uno de los casos, Yaacov vio su subida, apogeo y caída, menos en el caso de Edom, cuyo ángel subía continuamente. Al preguntarle a Di-s cuándo bajaría, este le respondió que Él mismo lo haría bajar, lo que indica que la finalización del actual exilio se producirá por medios sobrenaturales.

Yaacov llegó a la casa de Laván, su tío, y luego de trabajar siete años para casarse con Rajel, tuvo que casarse con Lea, la hermana mayor de Rajel, porque Laván lo engañó. Entonces trabajó siete años más para casarse con Rajel. En total, Yaacov pasó 20 años trabajando para Laván, sin perder su nivel espiritual. 

La raíz de la palabra arameo (en hebreo, aramí) significa “engaño”; ese era el nombre con que se conocía a Laván, “maestro del engaño” (aramí).

Cuando se narra el amor de Yaacov por Rajel, se dice que aún cuando tuvo que esperar siete años para casarse con ella, éstos se le pasaron como si fueran pocos días, debido al amor que sentía. Esto nos explica el verdadero tipo de amor. 

Para quienes se aman principalmente a sí mismos y necesitan la compañía de la otra persona para gratificarse, cada día de ausencia es una eternidad. En cambio, Yaacov amaba a Rajel por lo que ella era, más que por lo que podía darle; se trataba de un amor incondicional, por el que cualquier sacrificio valía la pena.

El amor egoísta es impaciente; el verdadero amor es permanente, prevalece, y en tal contexto, muchos años pueden parecer pocos días. 

Yaacov tuvo doce hijos con sus cuatro esposas: Lea, Rajel, Bilhá y Zilpá. Las cuatro eran hermanas por parte de Laván, su padre; y Bilhá y Zilpá eran hijas de una concubina de Laván

La parashá en síntesis: Jaie Sara

Jaiei Sará: la vida de Sará 

Sara, la primera de las cuatro matriarcas (Rivka, Rajel y Lea), vivió ciento veintisiete años (1958-2085 desde la Creación). Fue hija de Harán, hermana de Lot, sobrina y esposa de Abraham y madre del segundo de los patriarcas, Itzjak.

A la edad de ochenta y nueve años, Di-s cambió su nombre de Sarai a Sara, para indicar su carácter de “princesa”, madre del Pueblo Judío.

Sara fue una de las siete profetisas del Pueblo Judío, pero fue la única a quien Di-s habló directamente. Las otras seis fueron Miriam, Devora, Janá, Avigail, Juldá y Ester. 

Itzjak nació el 15 de Nisán, el mismo día en que posteriormente se celebraría el éxodo de Egipto.

Itzjak era muy parecido a su padre Abraham y, aún cuando éste estaba viejo, se veía joven, pues hasta el tiempo de Abraham la gente no tenía signos externos de vejez: se veían jóvenes hasta la muerte. 

El valor numérico de las letras del nombre de Itzjak en hebreo es: yud (110), porque la nación que descendería de él recibiría los Diez Mandamientos; tzadik (90), porque Sara lo tuvo milagrosamente a los noventa años; jet (8) porque fue circuncidado a los ocho días de nacido, y kuf (100), porque Abraham tuvo a su hijo a los cien años. 

Para el momento del sacrificio de Itzjak (Akeidá), Abraham tenía ciento treinta y siete años. Abraham e Itzjak demoraron tres días en llegar al Monte Moriá, lugar donde debía celebrarse la akeida en el día de Iom Kipur. 

Abraham visualizó que el sitio donde iba a ser sacrificado Itzjak sería el corazón de la Ciudad Santa, donde se construiría el Templo; por tanto, llamó al lugar Hashem Iré, que significa “Di-s mirará hacia abajo desde este lugar” y dará bondad al mundo. Shem, hijo de Noé, le dio al lugar otro nombre: Shalem. Di-s decidió unir ambos nombres dando origen al toponímico Ierushalaim, la ciudad cuya bondad y santidad ayudaría a las personas a perfeccionarse. 

Cuando el rey Salomón compuso la canción Eshet Jail – que se entona todas las noches de viernes en honor a la mujer para recibir el Shabat – describió las características de la mujer virtuosa aludiendo a Sara. Todos los versos de la canción de alef a tav (de la primera a la última letra) se aplican a ella, ya que cumplió la Torá de principio a fin.

Mientras Sara vivía, las velas de Shabat permanecían encendidas de viernes a viernes; el pan era bendecido y la Shejiná (santidad) se mantenía sobre su tienda en forma de una Nube de Gloria. Esto ocurría porque Sara era meticulosa en el cumplimiento de las mitzvot específicamente encomendadas a las mujeres: encender las velas de Shabat, separar jalá y cumplir con las leyes de pureza familiar (mikvé).

A la muerte de Sara, todas estas señales desaparecieron hasta la llegada de Rebeca (Rivka), ya que ésta observaba las mitzvot con la misma precisión que lo hacía Sara. 

Cada niña de nuestro pueblo es llamada hija de Sara, Rivka, Rajel y Lea, y por tanto, tiene como herencia el maravilloso poder de iluminar su casa toda la semana al encender sus velas de Shabat, tal como lo hizo Rebeca – la esposa de Itzjak, desde los tres años de edad.

Sara fue enterrada en la Cueva de Majpelá, que Abraham le compró a Efrón, rey de los Hititas. 

En esta Parashá, se describe por primera vez un shiduj (arreglo matrimonial), cuando Elazar – por orden de Abraham – le busca esposa a Itzjak y escoge a Rivka, hermana de Laván y pariente de Abraham. 

También es la primera vez que en la Biblia se describe con detalle una boda, la de itzjak y Rivka. 

Abraham se casa de nuevo después de la muerte de Sará. Al morir, es enterrado por sus hijos Itzjak e Ishmael. 

Sara y Abraham representaron una unidad biológico espiritual que dio origen al Pueblo Judío a través de su hijo Itzjak, de quien somos continuadores los judíos de hoy.

Parashá en síntesis: Ki Tetzé

Israel salió en guerra contra una nación enemiga. Al estar en su territorio había la posibilidad de contacto con las mujeres de la nación ajena, quienes eran llevadas al frente para distraer a los soldados. 

Para que un soldado pudiera llevar consigo una mujer de otra nación a Israel, tenía que darle la oportunidad de acostumbrarse al nuevo país, su nueva casa y nueva religión. 

Si no se acostumbraba y decidía no convertirse, el judío debía dejarla en libertad y no tenía derecho a esclavizarla ni venderla a otro.

La Torá enseguida trata el problema del “hijo rebelde” y da ciertas pautas a seguir en la educación de los hijos. Los padres no pueden dejar pasar las pequeñas fallas de un niño, porque terminarán agravándose. 

El énfasis es que la educación no empieza a la edad en que el niño ya puede razonar, sino aun antes de su nacimiento. La madre se prepara para recibir al niño, con las leyes de Taharat Hamishpajá (pureza familiar). Al nacer, al niño se le da un nombre judío. La decoración de su cuarto y los objetos que ve deben ser aptos para un niño judío. Desde la cuna, sus primeras palabras deberán ser de contenido judío, como Shemá Israel y el Modé Aní y así sucesivamente; el niño va llevando un tesoro de conocimientos y sentimientos adecuados, un respaldo que durante toda su vida le ayuda a identificarse como miembros del pueblo de Israel. 

En esta Parashá también tenemos la mitzvá de no dejar un cuerpo sin enterrar por más tiempo del absolutamente necesario. En Israel, la mitzvá es que no pase la noche sin ser enterrado. Se considera una falta de respeto al Todopoderoso dejar al cuerpo sin sepultura más tiempo de lo imprescindible. 

El primer Departamento de Objetos Perdidos fue descrito en la Torá, ya que se considera una mitzvá especial la devolución de la propiedad perdida. En el Templo existía un lugar específico donde uno podía ir a reclamar o buscar las cosas perdidas. 

La Torá pide respetar la distinción entre los sexos: al hombre no le es permitido vestirse con ropa que usan las mujeres, ni viceversa, tampoco puede buscar maneras de lucir afeminado. 

El judío que encuentra un nido no puede quitarle los huevos, ni los pichones, sin alejar primero a la madre. Maimónides explica que este precepto nos enseña buenos rasgos: aprendemos a ser más comprensivos y así merecemos la comprensión y la bondad de Di-s. 

En el calendario judío, el mes de Elul está dedicado al análisis y autoevaluación de nuestros sentimientos, modo de vida y conducta en relación con Di-s y con el prójimo. Es el tiempo propicio para conectarnos con nuestra esencia judía y acercarnos a Di-s quien en este mes – más que en ningún otro – está a la disposición de todos aquellos que lo buscan.

Este período tiene sus orígenes en el tiempo de Moshé Rabeinu, después de la salida de los judíos de Egipto.

Un noble propósito

En Ki Tetzé aprendemos que el acreedor puede exigir garantías antes de ofrecer un préstamo, aunque el deudor sea pobre. Pero la Torá nos ordena no exigir un artículo que el deudor requeriría durante el curso normal de su día. Por ejemplo, si usa su única almohada, el acreedor debe devolverla durante la noche.

La Torá concluye con las palabras, “y él te bendecirá, y será para ti como un acto de caridad ante Di-s”. Rashi explica que incluso si el deudor no lo bendecirá por este amable acto, será meritorio ante Di-s.

Reb Levi Itzjak de Bardichev, amplió la idea de Rashi: algunos realizan una acción amable porque buscan la bendición del destinatario. Este versículo nos enseña que la mejor manera de realizar una mitzvá no es por la recompensa, aunque inevitablemente vendrá, sino por el bien de Di-s. Debemos realizar la obra de caridad porque Di-s nos lo ordenó, no por interés. Es decir, se debe dar caridad solo por la mitzvá, ni siquiera por la recompensa prometida por Di-s.

A Rabi Israel Baal Shem Tov una vez le informaron, por decreto Celestial que había perdido su parte en el mundo venidero, por lo que declaró alegremente que tenía la oportunidad de servir a Di-s sin motivo oculto, ni por la recompensa. Pronto se le informó que su porción Celestial le había sido restaurada y se había duplicado.

Parashá en síntesis: Behaalotjá

Esta parte se inicia con el precepto encomendado a Aharón:  encender las luces de los siete brazos del candelabro ubicado en el Santuario. 

El término utilizado para “encender” es Behaalotjá, que en forma literal significa “cuando hagas subir”, cuando eleves. Aharón tenía que encender las llamadas hasta tanto estas se pudieran mantener encendidas por sí solas. 

Las luces de la Menorá del Santuario son el símbolo del alma judía. “La Luz de Di-s es el alma del hombre”. La misión de Aharón era elevar espiritualmente a los judíos, no sólo encendiendo la llama del Judaísmo, sino engendrando en ellos el amor a Di-s, de modo que pudiera mantenerse por sí solo sin necesidad de depender de una inspiración externa. 

Aharón personificó la paz y el amor al prójimo. Tuvo el mérito de acercar a los judíos a la Torá, en vez de simplificar la Torá para bajarla al nivel en que ellos estaban. Elevó el nivel espiritual de las personas para que vivieran según lo establecido en la Torá. 

Simplificar el cumplimiento de los Preceptos atenta directamente contra la esencia y la existencia del Judaísmo, produciendo un ritual sin significantes y un vacío espiritual.

Aún cuando la instrucción del encendido fue dada a Aharón, es aplicable a todos los judíos en el ámbito espiritual, porque cada uno es miembro del “pueblo de sacerdotes” y le corresponde iluminar su camino y el de los demás con la Luz de la Torá. 

La función de la mujer judía es de gran relevancia, pues se le concedió el privilegio del encendido de las velas de Shabat y de las festividades; ella es el soporte espiritual del hogar y, por tanto, posee las fuerzas necesarias para promover la paz y la armonía, alumbrando tanto a los suyos como al mundo exterior. 

Aharón cumplió con entusiasmo la mitzvá del encendido de la Menorá. Lo hizo personalmente con gran precisión durante toda su vida, aun cuando estaba autorizado para delegar esta función en sus hijos; ello nos demuestra la importancia de la disciplina y la constancia en el Judaísmo. 

Los viajes que tuvieron que hacer los judíos durante su travesía por el desierto eran guiados por la Voluntad Divina, mediante las “Nubes de Gloria” que indicaban su estadía en determinado lugar o el avance hacia otro. A veces llegaban a lugares desagradables como Mará, o a otros con mayores recursos de agua y árboles.

Nunca, durante los 40 años, supieron la duración de su estadía en determinado lugar, demostrando así su aceptación y el deseo de seguir a Di-s, independientemente del lugar en donde se encontraban. 

La salida de un lugar a otro era anunciada por tres señales: la “nube de Gloria” apostada sobre el Tabernáculo se transformaba en una columna recta. Moshé proclamaba “Kuma Hashem” (“levantate”), conminando a la Nube a partir y, finalmente, los Cohanim tocaban las dos trompetas de plata con el sonido correspondiente a la partida. 

Por iniciativa del erev rav (Aquellos que salieron con los judíos de Egipto), los Bnei Israel empezaron a pedir carne, además del maná, que era lo único que recibían. Moshé se lo comunicó a Di-s y Éste, a pesar de su enojo con el pueblo por haber sucumbido al deseo de  comer carne, hizo aparecer las codornices (slav) en abundancia, para que comieran de ellas hasta que se saciaran y les repugnara, y se dieran cuenta de que aún las cosas más hermosas y deseables se convertían en lo contrario, si se tenían en exceso.