El coraje de Miriam

Al final de la Parashá de Behalotja leemos cómo cuando Miriam tuvo que vivir fuera del desierto de Israel por siete días “…el pueblo no viajó hasta que Miriam fue traída nuevamente” (Números 12:15)
Dos millones de personas, con todos sus líderes, profetas, jueces, ancianos y Sabios, atrasaron su viaje para esperar a un individuo!
Eso fue debido a que ellos recordaron cómo ella aguardó en los juncos del Nilo para cuidar a su hermano Moisés que flotaba en la canasta sobre el río. Ellos se acordaron cómo Miriam, una pequeña niña, ha cambiado el curso de la historia.

Amram, padre de Aron y Miriam, era el líder de la generación previa al éxodo de Egipto. Cuando el Faraón decretó: “Cada hijo varón debe ser tirado al Nilo” (Éxodo 1:22), Amram declaró que era inútil tener hijos, entonces se divorció de su esposa Iojeved. Todos los Judíos siguieron su ejemplo y se divorciaron de sus esposas. Luego Miriam habló. Con tan solo seis años en ese momento, y sabiendo que su padre era justo y líder de la nación, ella dijo con coraje:

“Tu decreto es peor que el del Faraón, porque él sólo decretó sobre los varones, pero tu los has hecho sobre varones y niñas. El Faraón es un hombre malvado, y su decreto puede ser efectivo o no. Tu eres una persona justa, por lo que tu decreto será efectivo”

Miriam declaró que uno debe seguir las órdenes de Di-s, incluyendo el precepto de “multiplíquense”(Génesis 9:1), sin tener en cuenta la “lógica” ni las consecuencias.
Amram reconoció la verdad y sinceridad de su pequeña hija. Inmediatamente se volvió a casar con Iojeved, y todo Israel, inspirados por su ejemplo, hicieron lo mismo.

Cuál fue el resultado de las acciones de Miriam? Nació Moisés, y en el momento que su madre lo puso sobre el río, los astrólogos del Faraón declararon: “El liberador ya ha sido lanzado al agua”, y el decreto fue anulado.

El coraje de una niña de seis años de “decirlo como es”, incluso al líder de la generación, afectó a la anulación del malvado decreto en el éxodo de Egipto, trayendo la liberación a través de Moisés, no sólo para él mismo, sino también para sus padres, familia y todo Israel.

Por: Itzjak Meir Kagan

Parashá en síntesis: Behaalotjá

Esta parte se inicia con el precepto encomendado a Aharón:  encender las luces de los siete brazos del candelabro ubicado en el Santuario. 

El término utilizado para “encender” es Behaalotjá, que en forma literal significa “cuando hagas subir”, cuando eleves. Aharón tenía que encender las llamadas hasta tanto estas se pudieran mantener encendidas por sí solas. 

Las luces de la Menorá del Santuario son el símbolo del alma judía. “La Luz de Di-s es el alma del hombre”. La misión de Aharón era elevar espiritualmente a los judíos, no sólo encendiendo la llama del Judaísmo, sino engendrando en ellos el amor a Di-s, de modo que pudiera mantenerse por sí solo sin necesidad de depender de una inspiración externa. 

Aharón personificó la paz y el amor al prójimo. Tuvo el mérito de acercar a los judíos a la Torá, en vez de simplificar la Torá para bajarla al nivel en que ellos estaban. Elevó el nivel espiritual de las personas para que vivieran según lo establecido en la Torá. 

Simplificar el cumplimiento de los Preceptos atenta directamente contra la esencia y la existencia del Judaísmo, produciendo un ritual sin significantes y un vacío espiritual.

Aún cuando la instrucción del encendido fue dada a Aharón, es aplicable a todos los judíos en el ámbito espiritual, porque cada uno es miembro del “pueblo de sacerdotes” y le corresponde iluminar su camino y el de los demás con la Luz de la Torá. 

La función de la mujer judía es de gran relevancia, pues se le concedió el privilegio del encendido de las velas de Shabat y de las festividades; ella es el soporte espiritual del hogar y, por tanto, posee las fuerzas necesarias para promover la paz y la armonía, alumbrando tanto a los suyos como al mundo exterior. 

Aharón cumplió con entusiasmo la mitzvá del encendido de la Menorá. Lo hizo personalmente con gran precisión durante toda su vida, aun cuando estaba autorizado para delegar esta función en sus hijos; ello nos demuestra la importancia de la disciplina y la constancia en el Judaísmo. 

Los viajes que tuvieron que hacer los judíos durante su travesía por el desierto eran guiados por la Voluntad Divina, mediante las “Nubes de Gloria” que indicaban su estadía en determinado lugar o el avance hacia otro. A veces llegaban a lugares desagradables como Mará, o a otros con mayores recursos de agua y árboles.

Nunca, durante los 40 años, supieron la duración de su estadía en determinado lugar, demostrando así su aceptación y el deseo de seguir a Di-s, independientemente del lugar en donde se encontraban. 

La salida de un lugar a otro era anunciada por tres señales: la “nube de Gloria” apostada sobre el Tabernáculo se transformaba en una columna recta. Moshé proclamaba “Kuma Hashem” (“levantate”), conminando a la Nube a partir y, finalmente, los Cohanim tocaban las dos trompetas de plata con el sonido correspondiente a la partida. 

Por iniciativa del erev rav (Aquellos que salieron con los judíos de Egipto), los Bnei Israel empezaron a pedir carne, además del maná, que era lo único que recibían. Moshé se lo comunicó a Di-s y Éste, a pesar de su enojo con el pueblo por haber sucumbido al deseo de  comer carne, hizo aparecer las codornices (slav) en abundancia, para que comieran de ellas hasta que se saciaran y les repugnara, y se dieran cuenta de que aún las cosas más hermosas y deseables se convertían en lo contrario, si se tenían en exceso. 

Parashat Nasó

Resumen de la Parashá

Números 4:21-7:89

Completando la cuenta de los Hijos de Israel hecha en el Desierto del Sinaí, un total de 8.580 Levitas hombres entre 30 y 50 años son contados para ser aquellos que transportarán el Tabernáculo.

Di-s enseña a Moshe las leyes de la Sotá, una esposa sospechada de haber sido infiel a su marido. También es dada la ley del Nazir que promete no beber vino, deja su cabello crecer y tiene prohibido impurificarse ritualmente con la impureza de un muerto. Aharón y sus descendientes, los Cohaním, son instruidos sobre cómo bendecir al pueblo de Israel.

Los líderes de las doce tribus de Israel traen sus ofrendas para la inauguración del altal. A pesar de que sus ofrendas son idénticas, cada una es traída en un día diferente y es individualmente descripta por la Torá.

Sefer Bamidbar

Este shabat iniciamos la lectura del cuarto libro de la Torá: Bamidbar, el libro de Números.

Conozca los temas centrales de este libro.

El Libro de Bamidbar -Números- trata en especial acerca de los años de travesía del Pueblo de Israel por el desierto, desde el segundo año del éxodo de Egipto hasta el cuadragésimo año, en que acampan en los llanos de Moav, al este del Jordán, previo a su ingreso a la Tierra Prometida.

Nuestros Sabios lo llaman el Libro de los Censos, por los distintos censos a los que hace referencia.

Nuevamente se destaca en este Libro la obra y la personalidad del gran Moshé, quien tras haber sacado al Pueblo de la esclavitud en Egipto, lo organiza socialmente y lo conduce hasta las puertas mismas de la Tierra Prometida

Moshé es el gran líder, mediador y estadista, aquel que siempre está dispuesto a salir en

defensa de su pueblo ante Hashem, a cualquier costo, motivado por su gran amor a

Israel.

Toda aquella generación fallece en el desierto, sólo sus hijos ingresan a la Tierra Prometida. Se trata de un duro golpe, una encrucijada en la historia de Israel. Pero de aquellas encrucijadas de las que uno emerge con más fuerza, lejos de dejarse caer en el desánimo, el Pueblo se fortalece, se reivindica, refuerza su conexión con Hashem, y se encamina firme y decididamente a la Tierra que le fuera prometida a sus ancestros. Pues en efecto, como lo declara el versículo, el Pueblo de Israel es un pueblo testarudo, pero testarudo en sentido positivo es un pueblo empecinado; sí, empecinado en procurar el bien y mantenerse fiel a Hashem. Y por eso Él está siempre dispuesto a perdonarle sus eventuales deslices.

Es interesante destacar la distribución del campamento israelita durante su travesía: Al centro, los Levitas con el Tabernáculo conteniendo las Tablas del Pacto. Y todo el pueblo alrededor. La Torá es el eje -alma mater- alrededor del cual gira el Pueblo de Israel, es ella la que le otorga a los israelitas su status de Pueblo. Y así ellos lo entendieron.

Extraído de “Torat Emet”, Ediciones Keter Torá.

¿Las mujeres no cuentan?

La Parshá de Bamidbar (Números 1:1-4:20) comienza con el censo del Pueblo Judío.

“…un conteo de cada hombre de acuerdo al número de sus nombres. Desde los veinte años en adelante, todos los que están en condiciones de ir al ejército en Israel, debes contarlos de acuerdo a sus legiones…”

La razón simple para este censo era contar a aquellos que serían llamados para ir a la guerra. En un nivel más profundo, nuestros Sabios explican que Di-s deseaba el censo del pueblo Judío porque Él los aprecia.

Los maestros Jasídicos explican que el conteo del pueblo judío demuestra el valor de cada individuo, cómo cada uno es tan querido por Di-s. Cada persona fue contada, sin importar su nivel de observancia, sus aptitudes o habilidades, su nivel de estudio o si es un hombre acaudalado o lo contrario. A cada individuo fue mostrado que él cuenta ni por más ni por menos que uno. Independientemente de los “adornos externos”, él fue mostrado que Di-s lo aprecio por su valor esencial. Más aún, al acentuar su identidad independiente, fue fortalecido para respetar su propia individualidad y permanecer sincero con sí mismo.

Sin embargo, en este nivel, se vuelve cuestionable por qué es que un gran segmento del pueblo judío fue excluido por completo. Sólo los hombres eran contados y sólo aquellos desde los veinte años para arriba. ¿Son tal vez algunos más equitativos que otros? ¿Acaso la contribución de toda la población femenina no fue apreciada por Di-s?

Los Kabalistas explican que la fuerza masculina en la creación linda con el exterior, mientras que la femenina linda con el interior. El servicio espiritual del hombre es forjar en el exterior, en territorio extranjero, guerrear contra la negatividad de nuestro mundo. El rol espiritual de la mujer, en contraste, es proteger, nutrir, descubrir y revelar la santidad implícita en la creación.

Estamos en un modo masculino cuando marchamos fuera de nosotros mismos para imponer una verdad más elevada sobre nuestro mundo y sobre nosotros. Cuando buscamos nutrir el poder Divino en lo que ya está y se vuelve sensible al potencial de nuestra esencia interna, estamos usando nuestra dinámica femenina.

El conteo del pueblo judío comenzó desde la edad de veinte en adelante, aquellos suficientemente maduros físicamente, emocionalmente y espiritualmente para ir a guerrear.

¿Qué significa “salir a guerrear” en el sentido espiritual?

Nuestra tarea como seres humanos es crear un mundo que sea una casa para nuestro Creador, compatible con Sus expectativas y morales, un mundo sagrado.

Podemos lograr esto a través de dos modalidades. Por un lado, queremos traer Divinidad a nuestro mundo a través de pelear contra la oscuridad y maldad que nos rodea. Vencemos la negatividad mundana a través que la asaltamos con agresividad, con la fuerza física, literalmente guerreando contra la tiranía de los regímenes crueles o través de batallas ideológicas contra ideas inmorales.

La otra modalidad es fortalecer, cultivar y nutrir todo lo positivo que se encuentra alrededor de la creación de Di-s. Este modo no es el de ir a guerrear, o el de imponer orden, sino el de descubrir y nutrir los aspectos positivos y Divinos dentro de nuestro mundo y así, hacer crecer y esparcir Divinidad.

Mientras que el primer modo requiere ponerse a uno en una posición de peligro al exponernos a los elementos externos, el segundo involucra proteger y guardar los elementos internos preciados de Divinidad de adentro de nuestras vidas y de nuestro mundo.

Ambos enfoques son necesarios y cada rol es integral al plan del Creador. Hay veces en las que debemos lidiar con una batalla externa y hay veces en las que debemos guardar nuestros tesoros internos.

Mientras que el modo de protección y descubrimiento requiere de habilidades delicadas y de sensibilidad espiritual, pelear una batalla externa requiere de riesgo definitivo y de exposición. Para guerrear contra las fuerzas externas uno debe no solo tener un entrenamiento adecuado sino también un fuerte sentido de identidad y una apreciación real sobre la singularidad de uno y su valor como individuo.

El censo en esta porción de la Torá era para aquellos individuos que les fue dada la tarea de “ir afuera” y “guerrear”. Los hombres peleando afuera precisaban esta infusión mucho más que las mujeres cuyo foco era interno. Durante el ataque, al pelear en ambientes extraños contra valores extraños que constantemente intentan erradicar los ideales y visiones de uno, este recordatorio era necesario para mantener al guerrero enfocado y en el camino en vez de ser tragado por las normas que lo rodean.

Quizá ésta sea la razón de porqué sólo los hombres fueron contados. Di-s provee de fuerza adicional a aquellos que son expuestos y vulnerables a la guerra contra las fuerzas negativas de la creación, sin precisar proveer a las mujeres cuyo valor es constantemente validado a través de su rol de guardar nuestros tesoros internos.

Esto no es para implicar que la tarea de la mujer es más “fácil” o requiere menos por parte de ellas. Al contrario, su rol era y es crítico. Pero sus desafíos son diferentes, y las mujeres no precisan esta aplicación de su valor.

Su valor interno, que guardan con tanto aprecio para ellas y para sus familias, les era obvio y nunca fue desafiado..

Por Jana Weisberg

¿Qué relación hay entre Shabat y la entrega de la Torá?

La porción de la Torá Nasó se lee comúnmente en el Shabat siguiente a Shavuot. Dado que las festividades están relacionadas con las porciones semanales de la Torá, en las cuales caen es comprensible que dentro de Nasó haya una alusión a las cualidades especiales de este Shabat.

¿Qué tiene de especial este Shabat y dónde se alude a él en la porción de Nasó?

Antes que Di-s entregara la Torá en Matán Torá, había una división entre Cielo y tierra: “Aquellos que estaban en lo alto no podían descender abajo; aquellos que estaban abajo no podían ascender a lo alto”. Matán Torá subsanó esta división, y cielo y tierra pudieron entonces ser unidos. Como tal, las mitzvot realizadas antes de Matán Torá carecían de la cualidad de las mitzvot realizadas después.

Lo mismo se considera cierto para el mandamiento de Shabat. A pesar de que los judíos observaban Shabat antes de Matán Torá su observancia entonces no podía de ningún modo compararse a su observancia una vez que la Torá fue entregada.

Dado que todos los eventos pasados son revividos y recordados en el tiempo del año durante el cual ellos primero ocurrieron, nosotros entendemos que el Shabat siguiente a Shavuot es un eco del primer Shabat que tuvo lugar después de Shavuot, a saber: es el primer Shabat completo que nosotros observamos como resultado de Matán Torá.

Antes de Matán Torá, las alturas del Cielo tenían aún que descender “abajo” a la tierra, y la ejecución de mitzvot estaba limitada por la capacidad individual de la persona. Como resultado, era imposible imbuir a los objetos de santidad con los que uno realizó mitzvot de la infinitud.

Cuando Di-s entregó la Torá al mundo en Shavuot, las mitzvot emanaron de Su Esencia. “Lo Alto descendió abajo” y el hombre pudo entonces realizar mitzvot con los poderes infinitos que Di-s le concedió. Por consiguiente, desde ese tiempo en adelante, los objetos físicos usados en la ejecución de mitzvot se tornaron Divinos – y “lo bajo asciende a Lo Alto”.

Esto es particularmente aplicable a Shabat: La cualidad intrínseca de Shabat – aún antes de Matán Torá – es más sublime que la creación, pues Shabat conmemora la cesación de la labor creativa. Durante los día de la semana, el amor del hombre por Di-s está condicionado por las limitaciones inherentes del hombre – su amor a Di-s resulta de su limitado trabajo y ardua labor en buscar entenderlo a Él.

En Shabat, sin embargo, a un judío se le concede un nivel mucho más encumbrado de amor por Di-s – un “amor simple por Di-s que trasciende el intelecto”. Este amor es mucho más elevado que el amor racional de los días laborales que crece del arduo trabajo.

Este grado más elevado de amor transforma a una persona y su alma animal, de modo que cesa de desear aquellas cosas que desea durante el resto de la semana.

Así, Shabat es intrínsecamente excelso en dos aspectos: Shabat está “en lo alto”, es decir, Shabat está iluminado por un grado de santidad que no puede ser alcanzado a través del servicio del hombre solo; y con respecto al efecto de Shabat “abajo”, aún el alma animal es transformada.

Estas cualidades inherentes, no obstante – cualidades notablemente similares al logro de Matán Torá – no denotan todavía comparación alguna entre la santidad de Shabat antes de Matán Torá y la santidad que alcanza después de Matán Torá.

A esta cualidad singular, reflejada cada año en el Shabat siguiente a Shavuot, se alude en la porción de Nasó, la que declara en el comienzo: “Cuenta a los descendientes de Guershón…”.

El nombre Guershón está etimológicamente relacionado tanto con revelar el producto de la tierra – que en términos espirituales refleja la revelación del amor latente de uno por Di-s – como al “ahuyentar” el mal; dos acciones que acontecen en Shabat en su manera más completa.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. VIII, págs. 49-60.

Extraído de “Días solemnes de regocijo” de editorial Bnei Sholem

Solo lo bueno

Emor, contiene una lección para cada judío. “Emor ‐ Di” ordena la Torá a todos los judíos. El poder del habla conlleva una cierta responsabilidad de la que siempre debemos ser conscientes cada vez que abrimos la boca.

El Midrash explica que todas las declaraciones de Di‐s son “declaraciones puras”. Todo lo que Di‐s dice, se hace realidad, a diferencia de las declaraciones de un rey carnal, que puede prometer al mundo pero no necesariamente cumplir su promesa. Di‐s es la esencia de la verdad y Sus declaraciones perduran para siempre.

Como todo judío está íntimamente conectado con Di‐s, sus declaraciones comparten esta misma cualidad de resistencia.

Por lo tanto, todo judío debe tener mucho cuidado al hablar y abstenerse de decir algo negativo sobre sus compañeros judíos.

La porción de la Torá de Emor nos enseña a hablar solo de manera positiva sobre otros. Como dice Maimónides, “Es una mitzvá [mandamiento] amar a todos y cada uno de los iehudim… por lo tanto, uno debe hablar [sólo] de su alabanza”.

Maimónides escribe que un estudioso de la Torá “ensalza la virtud de su prójimo y no lo denigra”.

Cada iehudí está igualmente obligado a decir solo cosas amables sobre los demás, y no, Di‐s no lo quiera, hablar mal de su prójimo.

Incluso si vemos a nuestro hermano haciendo algo mal, siempre debemos juzgarlo favorablemente y tratar de entender qué lo causó pecar. Nunca debemos difamar su carácter ni mencionar su transgresión.

Así como las declaraciones de Di‐s son “puras” y permanecen para siempre, también nuestras declaraciones positivas sobre otros judíos ejercen una influencia duradera y poderosa.

El mismo acto de alabar a otro judío sirve para revelar el bien in‐ nato que se esconde en su interior y le hace querer estar a la altura de las palabras de alabanza.

Emor se lee durante Sefirat HaOmer, la cuenta del Omer. Estos días son un período de duelo por los 24.000 discípulos de Rabí Akiva que fallecieron porque no se trataron entre sí con el debido respeto.

Contar el Omer nos recuerda que debemos dejar de hablar de otros judíos de manera desfavorable. Del mismo modo, Emor nos re‐ cuerda que hablemos favorablemente sobre nuestros compañeros.

“¡Emor!” la Torá nos ordena. ¡Di solo lo bueno de otra persona!

Adaptado de Likutei Sijot, Volumen 2