Parashá en síntesis: Itró

Los judíos recibieron la Torá en Har Sinai (Monte Sinai) al cabo de siete semanas tras el Éxodo de Egipto. Este período fue un tiempo de preparación del pueblo de Israel para un acto de dimensiones inigualables y demuestra la capacidad de cambio de los judíos, quienes pasaron de un extremo de impureza en su estadía en Egipto, a uno de santidad en el momento de recibir la Torá. 

Itró, suegro de Moshé, luego de conocer las maravillas que había hecho Di-s con el Pueblo Judío (salida de Egipto, partición del Mar Rojo, maná, victoria contra Amalek), salió al encuentro de su yerno junto con su hija Tzipora y sus dos nietos, hijos de Moshé (Guershon y Eliezer), y le notificó su voluntad de convertirse en judío. 

Frente a las dudas de Moshé, Di-s autoriza esa conversión. Itró se circuncida y se convierte en el primer guer tzedek converso por convicción propia, no por interés. 

Su nombre original era Yeter, pero se le agregó la letra vav para simbolizar su conversión. La inclusión en la Torá de una Parashá con su nombre se debe al mérito de haber aconsejado a Moshé el sistema de nombramiento de jueces para aliviar su tarea de juez. También estableció los requisitos que éstos deberían cumplir: ser hombre versados en la Torá, honestos, temerosos de Di-s y con bienes de fortuna para evitar el riesgo de soborno. 

En la actualidad, los rabinos – a diferencia de los líderes o jueces civiles – deben cumplir esos mismos requisitos sin obtener ningún tipo de remuneración por el arbitraje o juicio que se presente a su consideración. 

En Rosh Jodesh, principio de mes de Siván, los judíos llegaron al desierto de Jorev, también llamado Sinai, Tzin, Kadesh, Kedaimot y Parán. 

Di-s instruye a Moshé diciéndole que debe anunciar primero a las mujeres la entrega de la Torá, dándoles el honor de la primicia, ya que por el mérito de ellas se produjo la salida de Egipto. Además, la idea era evitar lo acontecido en el jardín del Edén, donde por no haber estado presente Eva cuando Di-s dio la orden de no comer del “árbol del conocimiento”, se produjo el pecado (que hubiera podido evitarse, si ella hubiera escuchado personalmente la instrucción, tal como lo explica el Midrash). 

La previa aceptación de la Torá por las mujeres es lo que posibilita el estudio y el cumplimiento de la Torá por los hombres. Es la mujer quien perpetúa el judaísmo a través de la educación de sus hijos. 

Los tres días anteriores al recibimiento de la Torá fueron días de preparación espiritual, focalizados en el desarrollo de las actitudes o midot necesarias para constituirse en el recipiente adecuado. 

Antes de la entrega de la Torá, Di-s curó todos los defectos físicos de los integrantes del pueblo, tales como ceguera y sordera, porque tenían que estar en pleno uso de sus facultades para aceptar la Torá; de lo contrario, la experiencia sería incompleta, porque algunos de los presentes no oirían o verían la Providencia Divina o Shejiná. 

La Torá fue revelada en el año 2448,  aún cuando ella ya existía antes de la Creación del mundo, ya que es el “plano” que Di-s trazó para crearlo; tal como sucede con el ingeniero que elabora planos y luego construye el edificio. 

Compuesta por tres partes (Tanaj; formado por Torá, Neviim, y Ketuvim; Pentateuco, Profetas y Escritos), la Torá fue entregada en el tercer mes (Siván) a un pueblo formado por tres partes (Cohén, Levi e Israel) a través de Moshé, tercer hijo después de Miriam y Aharón, luego de tres días en que los hombres se mantuvieron separados de las mujeres.

El Talmud explica que el número tres representa la verdadera unidad, unión de dos cosas que forman una tercera que las trasciende; la Torá es la expresión de la unidad entre el hombre y Di-s, entre el mundo y Di-s.

A diferencia de otras religiones en las cuales las enseñanzas son entregadas a una sola persona quien luego las divulga, la entrega de la Torá fue presenciada por 600.000 testigos mayores de 20 años, en un evento histórico sin parangón, en el cual Bnei Israel no sólo oyeron la voz de Di-s sino que pudieron ver también las ondas sonoras mientras emergían.

La totalidad de la Torá fue entregada en Matan Torá, tanto la parte escrita (Torá She´bijtav) como la parte oral (Torá She´bealpé); la parte revelada y la parte esotérica. 

La parte revelada de la Torá fue entonces oculta, ya que los Diez Mandamientos están formados por 620 letras que aluden a las 620 mitzvot: 613 mitzvot de la Torá y 7 mitzvot instituidas por las autoridades rabínicas (recitación del Halel en ocasiones especiales, lectura de Meguilat Esther en Purim, luces de Januca, velas de Shabat, lavado de manos antes de comer pan, bendiciones antes de comer y el precepto de eruv para permitir la realización de ciertas acciones en Shabat y en las festividades).

Ambos tipos de preceptos forman el Keter Torá (Corona de Torá), cuyo valor numérico es 620. En aquella ocasión, la parte oculta fue percibida, tal como ocurrirá de nuevo cuando llegue el Mashiaj. 

La palabra Torá viene de Horaá que significa “enseñanza”. La Torá es el código de vida del “pueblo elegido”, por Di-s para cumplirla. Fue entregada hace más de 35 siglos y es obvio el aporte que esto implica para toda la Humanidad. 

Las 613 mitzvot, contenidas en los DIez Mandamientos, deben ser observadas por los judíos (creencia en un Di-s único, prohibición de adorar otros dioses, de usar el nombre de Di-s en vnao, guardar y respetar el Shabat, honrar al padre y la madre, no matar, no cometer adulterio, no robar, no prestar falso testimonio, no envidiar lo ajeno).

Los cinco primeros mandamientos se refieren a la relación del hombre con Di-s, los otros cinco regulan las relaciones entre el hombre y su prójimo y en ellos no se incluye el nombre de Di-s.

Los siete preceptos de Noé (creer en un Di-s único, no blasfemar, no robar, no matar, no cometer actos inmorales, no ser crueles con los animales, vivir en países con ordenamientos jurídicos establecidos) deben ser cumplidos por toda la Humanidad. 

El judaísmo no es proselitista; no busca convertir a toda la humanidad en judíos, ya que cree que cada ser humano tiene su misión especial otorgada por Di-s sin necesidad de convertirse en judío, aunque esta opción existe siguiendo las leyes correspondientes. 

No obstante, el Judaísmo sí contienen una propuesta de vida para las naciones que no son judías, un código de ética universal conocido como los Siete preceptos de los Hijos de Noé, que viene a ser el plan Divino para la Humanidad. Según relata el Talmud, al primer hombre, Adán, Di-s le dio seis leyes que debía respetar: no adorar ídolos; no blasfemar; no cometer actos inmorales; no robar;  no asesinar; establecer cortes de justicia para implementar el cumplimietno de dichas leyes. 

La séptima ley, no comer de animales vivos, fue entregada recién a Noé luego del Diluvio, cuando se le fue permitido consumir carne animal. Dicho permiso vino con la condición de que se mate animales antes de consumir su carne. 

La Torá es Divina y eterna, el modo de vida judío en su totalidad está contenido en ella; nada humano le es ajeno y ha sido secreto de la existencia y supervivencia del Pueblo judío a lo largo de todas las generaciones. 

Parashá en Síntesis: Bo

EI valor numérico de la palabra “Bo”  en hebreo es 3 y en la Parashá que lleva este nombre se describen las tres últimas plagas de Egipto: langosta, oscuridad y muerte de los primogénitos.

Di-s le dijo a Moshé que fuera (“ve”) a anunciarle al Faraón la próxima plaga, la de langosta,

luego de la cual el país queda devastado, ya que las langostas eran insaciables; no sólo se 

comían la vegetación, árboles y grama, también devoraban las pertenencias de los egipcios.

El castigo de los egipcios se prolongó por doce meses, aún cuando cada plaga duraba una 

semana. La generación del diluvio también fue castigada por doce meses.

Cada plaga fue dirigida contra alguna de las deidades que los egipcios adoraban (el Nilo; las ranas, signo de fertilidad; el carnero sagrado, etc.) y fueron la expresión del poder de Di-s como único Creador que dirige todas las esferas y astros, y puede producir milagros incluso contrariando la naturaleza. Las plagas sirvieron para demostrar la supremacía de la divinidad de Di-s por encima de la brujería y la magia negra,que tenía su máxima expresión en Egipto.

Las tres primeras plagas fueron traídas por Aharón; el granizo, la langosta y la oscuridad,

por Moshé; las bestias salvajes, la peste y la muerte de los primogénitos, directamente por

Hashem (Di-s), y la sarna, por los tres juntos.

Di-s mandó diez plagas a Egipto para castigar al Faraón, quien negaba la existencia del Creador del Universo, un Universo que fue creado a través de diez dichos o pronunciamientos; las plagas emergieron de todos Ios elementos existentes: agua, tierra, aire y fuego, para demostrar que todos derivan de y son manejados por Di-s.

Las diez plagas no son un mero conjunto de eventos sobrenaturales que destruyeron el

imperio egipcio, hace unos 3.300 años. La Torá representa un modelo para la vida, un manual de la raza humana, Y por Io tanto los episodios que narra tienen un carácter espiritual y atemporal que de manera continua ocurren en el corazón del hombre.

La Cabalá enseña que cada alma humana se compone de diez puntos de energía, diez características que definen la personalidad y que reciben el nombre de Sefirot (“puntos de luz”). Cada persona tiene la opción de refinar estos diez atributos de manera que expresen su luz divina interior, o por el contrario, pervertirlos.

El antiguo Egipto, en su plan de eliminación de todo un pueblo, pervirtió los diez atributos del alma de sus ciudadanos. La energía negativa generada por la perversión del espíritu humano retorno de nuevo a Egipto en forma de diez plagas que asolaron el país.

En nuestra vida personal, Egipto refleja un estado de disfunción psicológica, en la que uno o

varios de los atributos del alma se distorsionan, lo que dificulta la capacidad del ser humano

para la verdadera autorrealización y plenitud. Cuando no somos capaces de enfrentar

nuestros propios demonios, nuestros atributos perversos pueden volver a nosotros también en forma de plagas psicológicas.

El primero de Nisán, Di-s le dijo a Moshé y Aharón que saldrían de Egipto ese mes y que el mes de Nisán debía contarse como el primero del año.

Esto nos señala la importancia del evento del Éxodo, ya que todos los meses se cuentan

teniéndolo como referencia: en vez de darles nombres específicos, se les enumera en relación con la salida de Egipto.

Así sucede con los días en hebreo, que se enumeran en relación con el Shabat (primer día,

segundo día, etc., respecto al Shabat). 

Desde la Creación del mundo hasta la salida de Egipto, Di-s fijaba el comienzo de cada mes. A partir de la creación de Benei Israel como pueblo, les instruye con la mitzvá (precepto) de Rosh Jodesh (bendición del mes), que será determinada por el Bet Din o Tribunal a partir del reporte de dos testigos, quienes observarán la luna nueva.

En la actualidad se sigue un calendario fijo establecido por Hilel Hanasi, en el que está indicado el comienzo de cada mes, cuando se bendice.

El calendario judío es lunar, con ajustes al calendario solar, porque Pésaj debe ocurrir -según la Torá- en primavera.

Los judíos son comparados con la luna, cuya luz va disminuyendo hasta que desaparece, pero es precisamente en ese instante cuando renace la luna nueva, para crecer en forma constante.

En sus distintas épocas, la historia judía refleja el ciclo lunar. En el exilio de Egipto, luego que la opresión llegara a su punto máximo, comenzó la renovación de la esperanza.

Hay que recordar que la parte más oscura de la noche es aquella que precede al amanecer.

Antes de salir de Egipto, cada familia judía tenía que sacrificar una oveja (Korban Pésaj) que era una deidad para los egipcios-y además, quienes no estuvieran circuncidados, tenían que hacer este rito.

Después de la décima plaga, la muerte de los primogénitos -en la cual fallecieron miles de egipcios (porque en cada familia había varios, debido a la promiscuidad existente), además de los animales que adoraban-, el Faraón rogó a Moisés que se llevara a su pueblo.

La salida de Egipto se produce el 15 de Nisan del año 2448 desde la creación del mundo, cuya celebración se hace en Pésaj, que debe festejarse para siempre.

Además de las innumerables menciones de la salida de Egipto en las plegarias y la celebración de pésaj cuando se lee la Hagadá, hay dos mitzvot que sirven para recordarla. 

Una es Pidyon Haben: cuando Di-s salvó de la muerte a los primogénitos judíos, decretó que éstos le pertenecían por Io tanto, los padres deben redimir al primogénito, comprándoselo a un Cohén treinta días después de nacido. La otra es la mitzvá de los Tefilin, en cuyo interior se encuentran los versículos alusivos a la salida de Egipto. Esta

mitzvá debe ser observada por todo varón judío después de cumplir trece años.

A Egipto llegaron setenta personas y salieron 600 mil.

Parashá en sintensis: Vaerá

La política del Faraón de Egipto cambió luego de la muerte de los hijos de Iaakov: los judíos se fueron asimilando al medio ambiente egipcio, perdiendo el respeto por sí mismos y, a la vez, su identidad. La única tribu que no se asimiló, siguió circuncidando a sus hijos y no obedeció el decreto de trabajos forzados fue la tribu de Levi, que además permaneció en la región de Goshen, donde vivían los judíos en tiempos de Yosef.

Amram y Yojevet, ambos de la tribu de Levi, tuvieron tres hijos: Aharón, Miriam y Moshé.

Amram es uno de los cuatro tzadikim o justos que mueren sin haber pecado. Los otros tres

fueron: Biniamín, hijo de Iaakov; Yishai, padre de David y Kilav, hijo de David con Avigail.

Moshé, al igual que Iaakov y Iosef, nace circuncidado, característica ésta propia de los

tzadikim (hombres piadosos). 

El nombre que recibe Moshé de sus padres es Yekutiel; sin embargo, en la Torá se le nombra como Moshé (nombre que le puso la hija del Faraón por sugerencia de Yojevet).

Después de que Moshé es dejado en el Nilo, cesa el edicto de matar a los recién nacidos judíos, por cuanto los astrólogos avisan al Faraón que el Redentor de Israel había sido echado al río. 

Moshé se destacó por su alto sentido de justicia, su humildad y la empatía que tenía con su pueblo. Fue uno de los 48 profetas más notables y poseyó el nivel más alto de profecía, pues Di-s le habló “cara a cara”.

Di-s se le apareció por primera vez a Moisés, desde la zarza ardiente – arbusto que ardía y no se consumía por el fuego – para decirle que hablara con el Faraón, a fin de que dejara salir de Egipto al Pueblo Judío. Este arbusto no estaba ubicado en el Monte Sinaí.

La zarza ardiente nos enseña que la Presencia Divina está en todas partes, aún en las cosas más insignificantes, y además, que el Pueblo Judío no será nunca devorado por el fuego (enemigos), ni durante el exilio de Egipto, ni en los siguientes. 

En Midian, Moisés se casa a los setenta y siete años de edad con Zipora, hija de Yitró y tiene con ella dos hijos: Guershon, cuyo nombre deriva de guer (extraño fui en tierras de idólatras) y Eliezer. 

Di-s se le aparece a moshé y le dice que anuncie al Pueblo Judío su redención. 

Di-s en esta ocasión se aparece con Su nombre trascendente, formado por las cuatro letras: yud, kei, vav, kei, indicando que la salida de Egipto es parte del Plan Divino general. 

En el resto de la Parashá se describen las siete primeras plagas que mandó Di-s a Egipto para que el Faraón dejara salir a los judíos. Estas plagas fueron: sangre, ranas, piojos, bestias feroces, pestes, sarna, granizo. Las plagas invadieron todo el país, menos la región de Goshen.

Las tres primeras plagas fueron ejecutadas por Aharón y no por Moshé, ya que éste sentía especial gratitud por las aguas del Niño, que habían participado en su salvación. Ello nos demuestra la importancia de la gratitud como uno de los pilares de la sociedad: debemos conservarla no obstante el paso del tiempo y las circunstancias. 

La primera plaga, “sangre”, estuvo dirigida contra una de las características reinantes en Egipto, que era la frialdad e indiferencias frente a Di-s, simbolizada por las frías aguas del río Nilo, que los egipcios adoraban como un dios. 

El primer paso hacia la libertad fue atacar “las aguas del río”, la frialdad mortal, y convertirlas en “sangre”, que representa la calidez, la vitalidad y la santidad. 

El mensaje para nuestros días es que debemos combatir la frialdad, la indiferencia y la apatía hacia nuestro judaísmo.

El mayor milagro de todos

Milagros, milagros y más milagros. Esa es la historia de la Parashá de esta semana. Varas transformándose en serpientes, agua convirtiéndose en sangre, piojos, etc.

“Cuentos de hadas” dice el escéptico. “No es tan convincente que esos milagros hayan ocurrido hace más de miles de años…lo creeré cuando lo vea con mis propios ojos. ¿Por qué Di-s no le envió las diez plagas a los Nazis? ¿Qué hay con todos los terroristas de hoy en día? ¿Acaso Di-s se olvidó de cómo hacer milagros?

El Judío creyente, también hace la misma pregunta, pero en un tono más respetuoso. Sí, el entiende que Di-s controla la naturaleza como así también lo sobrenatural, pero, ¿por qué Di-s eligió cambiar y abandonar los milagros, controlando el mundo bajo las leyes de la naturaleza?

El Libro de Éxodo, nos introduce a la era de milagros que desafían la naturaleza, una era que duró alrededor de un milenio. Las Escrituras están llenas de historias de profetas y milagros, de hecho, parecería ser que las leyes de la naturaleza estaban temporalmente desaparecidas. Esta era finalizó con la destrucción del Primer Templo Sagrado. Luego, hubo unos pocos acontecimientos sobrenaturales, como ser el milagro de Janucá, pero después de un par de siglos, estos también desaparecieron. Durante los últimos 2000 años, vivimos en un doble exilio: físico, fuimos desterrados de nuestra tierra, y espiritual, no podemos percibir la mano Divina que crea y dirige la creación.

La razón de la aparición, y posterior desaparición de los milagros, está conectado al propósito de nuestra existencia. La vida en el Jardín del Edén era idílica, porque el mal todavía no era parte del carácter humano. La fruta del Árbol del conocimiento, llenó a Adam y Java con el conocimiento del deseo físico y material. En el momento que fueron echados del Jardín, la historia de la lucha humana había comenzado: la lucha de elegir ente Divinidad (el bien), o lo contrario (egoísmo, etc). En realidad, esto es lo que Di-s realmente quería desde el momento que consideró la idea de la creación, el libre albedrío de la persona para que pueda elegir lo correcto y triunfar.

En lo primeros años de nuestra nación, Di-s nos ayudó en nuestra lucha, interfiriendo abiertamente en los acontecimientos de este mundo. Un milagro abre los ojos hacia una verdad más elevada y motiva a la persona a querer conectarse a su realidad más elevada a través de la Torá y Mitzvot. Luego, debemos madurar. Debemos ser capaces de manejar nuestra bicicleta con sus dos ruedas, tenemos que enfrentar las diferentes luchas en nuestra vida con nuestras propias fuerzas. La Era Mesiánica es la consumación de nuestra relación con Di-s, y para ganar este privilegio debemos probar que la relación es real para nosotros, tan real hasta el punto de mantener esta relación incluso ante la ausencia de cualquier reciprocidad revelada de Di-s

Nosotros somos el milagro más grande de todos: nuestra capacidad de permanecer firmemente fieles a Di-s a lo largo de estos dos mil años de tentación, a pesar de la oscuridad espiritual que nos rodea.

Por: Naftali Silberberg

Parashá en síntesis: Shemot

En la presente semana se inicia la lectura del segundo libro de la Torá. Éste recibe el mismo nombre de la Parashá de la semana, Shemot, que en su traducción literal significa “Nombres”. Se trata de los nombres de los hijos de Israel (Iaakov), que bajaron a Egipto con él y configuran el libro del Pentateuco, en el cual se forja el destino de la identidad judía. El libro alude a la formación del Pueblo Judío desde el punto de vista sociológico, la formación y mantenimiento de la identidad común, con la habilidad de sobreponerse al medio ambiente. 

Este libro también recibe el nombre de Éxodo y trata algunos de los acontecimientos más cruciales de la historia judía, como el exilio en Egipto, el éxodo, que marca concretamente el nacimiento del Pueblo Judío; la entrega de la Torá y la construcción del Santuario, que representa la presencia Divina en el mundo físico. 

La figura central de todos estos eventos es Moshé, Moisés, escogido por Di-s para ser redentor y conductor del Pueblo Judío por su alto nivel espiritual. 

De Abraham a Moshé transcurren siete generaciones. Moshé es la generación número 26 contada a partir de Adam. Nació el 7 de Adar de 2368 y murió en la misma fecha, 120 años después. Cuando tenía ochenta años, ocurrieron los acontecimientos de la salida de Egipto y la entrega de la Torá.

Nuestros Sabios nos señalan que en cada generación existe una persona análogo a Moisés. Son llamados Nesiim o Guedole Hadorot, los líderes de cada generación.

Los tres elementos que mantuvieron la identidad judía durante la estadía en Egipto fueron: los nombres judíos, el idioma y la vestimenta; elementos éstos que hoy en día deben ser conservados, porque constituyen lo que distingue al pueblo elegido de los habitantes de los países donde éste se residencia.

Después de la muerte de los hijos de Iaakov, los judíos salieron de Goshen y empezaron a mezclarse con los egipcios, relajando sus tradiciones y modo de vida.

El rápido crecimiento de la población judía atemorizó al Faraón y, por lo tanto, uno de los planes fue separar a los maridos de sus esposas, mediante los trabajos de construcción de las ciudades de Pitom y Ramses. 

El segundo paso fue ordenar a las comadronas Iojeved y Miriam (madre y hermana de Moshé) que mataran a los recién nacidos judíos, cosa que ellas no hicieron. 

Como ninguno de los planes dio resultado, el Faraón ordenó que todo recién nacido varón fuera arrojado al río Nilo.

Hasta el nacimiento de Moshé, los judíos habían perdido la esperanza de ser redimidos; incluso Amram, padre de Moshé y líder de su generación, se separó de su mujer Iojeved para no traer hijos a un mundo de esclavitud.

Fue Miriam, su hija, quien hizo que depusiera esa actitud, al explicarle que su decreto era peor que el del Faraón, quien sólo había ordenado la muerte de los varones (en cambio, él estaba decretando la muerte de las hembras también).


Amram volvió con su esposa y tuvieron a Moshé, quien fue salvado por su hermana cuando lo dejó en el río.


La mujer que amamantó a Moshé durante 24 meses en el palacio del Faraón después que la princesa lo recogiera fue su propia madre, Iojeved .

El 6 de Siván, fecha en que Moshé fue dejado por su hermana en el río, es la misma en que será dada la Torá posteriormente.

Todos con Iosef

En la porción de la Torá de esta semana, Vaiejí, Iosef obligó a sus hermanos a jurar que cuando Di-s “los saque de esto”, es decir, saque a sus descendientes de Egipto, llevarán sus huesos para ser enterrados en Israel. La Torá luego termina el libro de Bereshit, Génesis, con este versículo: “Y Iosef murió a la edad de ciento diez años, y fue embalsamado y colocado en un ataúd en Egipto”.

¿Por qué era responsabilidad de todos los Hijos de Israel tomar los huesos de Iosef, por qué no solo sus propios hijos? ¿Por qué se enfoca en Iosef al final de la porción? Cuando la Torá elige terminar un libro con un versículo, hay un mensaje significativo en él. ¿Qué mensaje hay para nosotros?

El pueblo judío está a punto de comenzar un exilio difícil y horroroso en Egipto. Hashem les da las herramientas psicológicas necesarias para lidiar con eso. Estas son lecciones para todos los futuros exiliados, incluido el presente.

Primero, necesitamos saber que hay un fin y un propósito para este exilio, Di-s no solo nos sacará de galut, sino que nos “sacará de esto”. Seremos elevados a un nivel más alto, veremos y disfrutaremos los frutos de todo el trabajo y el sufrimiento. Saber esto nos ayudará a superar las dificultades del exilio.

Segundo, necesitamos ser como Iosef. Él se convierte en el gobernante de Egipto. Se eleva y gobierna incluso durante el tiempo del exilio. Nosotros también, como Iosef, podemos elevarnos y gobernar nuestro exilio actual. Como Iosef, estamos en eso, pero no nos gobierna.

Tercero, Iosef se queda con nosotros hasta que salgamos del exilio. Esto debe ser un recordatorio y fortalecernos para ennoblecernos. Todos los judíos estaban obligados a llevar a Iosef, cuando las cosas son difíciles, piensa en él, comprenderás que puedes ser como él y superar cualquier desafío que se nos presente.

Algunas personas, como mi familia y yo, fuimos elegidas para   soportar  desafíos abiertos y difíciles, con los que luchamos todos los días. Es difícil, pero no hay nada más gratificante que superar un desafío. A pesar de que éste aún existe y las dificultades persisten, tratamos de encontrar formas de prevalecerlos. Qué agradable es poder hacer feliz a otro judío y le agradezco a Hashem que incluso en mi estado actual he encontrado formas de hacerlo. Aún así, este exilio se ha prolongado suficiente, que Di-s elimine el sufrimiento y los desafíos y nos revele lo bueno ahora.

Adaptado por Rabi Yitzi Hurwitz de las enseñanzas del Rebe, yitzihurwitz.blogspot.com.

El rabino Hurwitz, está luchando contra la ELA, y junto a su esposa Dina,son emisarios del Rebe en Temecula,

California.

Resumen de la parashat Vaigash

Luego que Biniamín fuera acusado de robar la copa de plata de Iosef, Iehudá se aproximó a éste y le
formuló una elocuente apelación.
Iosef no pudo continuar reprimiendo su fuerte emoción y ordenó que salieran todos los que estaban en la
habitación, con excepción de sus hermanos. Una vez que estuvieron solos,
comenzó a llorar mientras exclamaba:
Soy Iosef’, y enseguida preguntó:
“¿Está mi padre realmente vivo, aún?” Sus hermanos no pudieron responderle, pues estaban avergonzados
de lo que le habían hecho. Les indicó que regresaran enseguida a Canaán y le dijeran a su padre que fuera a
Egipto con sus hijos y nietos, y todos sus bienes. Iosef llevó a su padre ante el faraón y Iaakov le confirió a éste su
bendición.
La hambruna había alcanzado una etapa crítica. Iosef recaudó mucho dinero en las tierras de Egipto y
Canaán gracias a la venta de alimentos, y lo llevó al tesoro del faraón. En pago por los alimentos Iosef exigía a los egipcios, en primer lugar, su ganado, y luego su tierra. Los israelitas vivieron en Goshen, donde adquirieron propiedades y crecieron en número.

Amor y temor

Esta Parashá comienza con las palabras: “Esta es la descendencia de Itzjak el hijo de Abraham, Abraham es el progenitor de Itzjak”. Lo redundante de este versículo es obvio para todos. Entre las diferentes explicaciones, encontramos esta: Abraham representa el AMOR e Itzjak representa el TEMOR. La Torá trata de decirnos que ambos sentimientos aparecen en diferentes circunstancias. Pero ¿por qué son tan importantes estas características?

Para ilustrarlo contaremos un famoso chiste: Una fría noche de invierno, un pobre obrero judío pasó por la puerta de un caro restaurant. Se detuvo unos minutos para mirar a través del vidrio, y observó a un grupo de personas adineradas que charlaba animadamente, mientras comían deliciosos blintzes.

“Blintzes” murmuró y continuó su camino. Al llegar a su hogar, anunció: “Sara, me encantaría que me prepares unos blintzes”

“Por supuesto, Moishe, haré lo mejor que pueda” respondió ella.

Sara tomó su viejo libro de cocina y abrió en la página que decía: blintzes. Entonces comenzó a trabajar: 2 tazas de harina, 2 tazas de agua, “Oh! ¡No!” exclamó Sara, “debo rellenarlo con queso crema. ¡Moishe, no tenemos queso crema en casa!”

“Sabes qué, Sara, olvídate del queso”

“¡Pero también dice que debo agregar nueces, pasas de uva y miel!”

“Olvídate de eso también” dijo Moishe comprensivo.

“¿Y qué hago con respecto a la canela y el azúcar negra?”

“No son importantes. Por favor, prepárame los blintzes que tengo hambre”

Al cabo de un rato, los blintzes estaban servidos en la mesa. Moishe se colocó ceremoniosamente una servilleta en cuello, tomó el cuchillo y el tenedor y comenzó a comer. Después de unos instantes, Sara le preguntó: “Nu… ¿qué me dices? ¿Te gustan?” Él la miró directamente a los ojos y le dijo: “Sabes, no entiendo qué atractivo le encuentran los ricos a los blintzes”

Moraleja: Estudiar Torá y cumplir los Preceptos, sin amor y temor a Di-s, es similar a comer blintzes sin relleno. El ‘relleno’ es lo que Abraham nos dio. Nuestro patriarca fue el primero que amó a Di-s verdaderamente. Otros, antes de Abraham, eran como el señor Goldberg. Cuando el Rabino entró al restaurant, vio que el señor Goldberg devoraba con placerun trozo de pescado. “Rabino, por favor, discúlpeme por la manera en que como, pero es que yo amo el pescado”.

“No señor Goldberg” dijo el Rabino, “usted miente. Si en verdad amase al pescado, dejaría que éste lo comiera a usted. Usted se ama a sí mismo, por eso come pescado”.

El amor es un sentimiento. El temor también lo es. Itzjak, nuestro patriarca, tenía el atributo del temor, o más exactamente guevurá. Guevurá implica fuerza y cambio. Ésa es la característica del miedo, que produce que la persona haga cosas que pueden ser totalmente opuestas a su personalidad. Itzjak deseaba transformar drásticamente al mundo. La Torá relata que él se dedicaba a cavar pozos de agua. Itzjak deseaba transformar el desierto y convertirlo en un oasis.

Por eso ambos son llamados patriarcas. Ya que heredaron a sus hijos, la nación judía, la habilidad de aprovechar ambas emociones en el servicio a Di-s.

(Adaptado de un artículo de Tuvia Bolton)

Jaiei Sará: la vida de Sará 

Sara, la primera de las cuatro matriarcas (Rivka, Rajel y Lea), vivió ciento veintisiete años (1958-2085 desde la Creación). Fue hija de Harán, hermana de Lot, sobrina y esposa de Abraham y madre del segundo de los patriarcas, Itzjak.

A la edad de ochenta y nueve años, Di-s cambió su nombre de Sarai a Sara, para indicar su carácter de “princesa”, madre del Pueblo Judío.

Sara fue una de las siete profetisas del Pueblo Judío, pero fue la única a quien Di-s habló directamente. Las otras seis fueron Miriam, Devora, Janá, Avigail, Juldá y Ester. 

Itzjak nació el 15 de Nisán, el mismo día en que posteriormente se celebraría el éxodo de Egipto.

Itzjak era muy parecido a su padre Abraham y, aún cuando éste estaba viejo, se veía joven, pues hasta el tiempo de Abraham la gente no tenía signos externos de vejez: se veían jóvenes hasta la muerte. 

El valor numérico de las letras del nombre de Itzjak en hebreo es: yud (110), porque la nación que descendería de él recibiría los Diez Mandamientos; tzadik (90), porque Sara lo tuvo milagrosamente a los noventa años; jet (8) porque fue circuncidado a los ocho días de nacido, y kuf (100), porque Abraham tuvo a su hijo a los cien años. 

Para el momento del sacrificio de Itzjak (Akeidá), Abraham tenía ciento treinta y siete años. Abraham e Itzjak demoraron tres días en llegar al Monte Moriá, lugar donde debía celebrarse la akeida en el día de Iom Kipur. 

Abraham visualizó que el sitio donde iba a ser sacrificado Itzjak sería el corazón de la Ciudad Santa, donde se construiría el Templo; por tanto, llamó al lugar Hashem Iré, que significa “Di-s mirará hacia abajo desde este lugar” y dará bondad al mundo. Shem, hijo de Noé, le dio al lugar otro nombre: Shalem. Di-s decidió unir ambos nombres dando origen al toponímico Ierushalaim, la ciudad cuya bondad y santidad ayudaría a las personas a perfeccionarse. 

Cuando el rey Salomón compuso la canción Eshet Jail – que se entona todas las noches de viernes en honor a la mujer para recibir el Shabat – describió las características de la mujer virtuosa aludiendo a Sara. Todos los versos de la canción de alef a tav (de la primera a la última letra) se aplican a ella, ya que cumplió la Torá de principio a fin.

Mientras Sara vivía, las velas de Shabat permanecían encendidas de viernes a viernes; el pan era bendecido y la Shejiná (santidad) se mantenía sobre su tienda en forma de una Nube de Gloria. Esto ocurría porque Sara era meticulosa en el cumplimiento de las mitzvot específicamente encomendadas a las mujeres: encender las velas de Shabat, separar jalá y cumplir con las leyes de pureza familiar (mikvé).

A la muerte de Sara, todas estas señales desaparecieron hasta la llegada de Rebeca (Rivka), ya que ésta observaba las mitzvot con la misma precisión que lo hacía Sara. 

Cada niña de nuestro pueblo es llamada hija de Sara, Rivka, Rajel y Lea, y por tanto, tiene como herencia el maravilloso poder de iluminar su casa toda la semana al encender sus velas de Shabat, tal como lo hizo Rebeca – la esposa de Itzjak, desde los tres años de edad.

Sara fue enterrada en la Cueva de Majpelá, que Abraham le compró a Efrón, rey de los Hititas. 

En esta Parashá, se describe por primera vez un shiduj (arreglo matrimonial), cuando Elazar – por orden de Abraham – le busca esposa a Itzjak y escoge a Rivka, hermana de Laván y pariente de Abraham. 

También es la primera vez que en la Biblia se describe con detalle una boda, la de itzjak y Rivka. 

Abraham se casa de nuevo después de la muerte de Sará. Al morir, es enterrado por sus hijos Itzjak e Ishmael. 

Sara y Abraham representaron una unidad biológico espiritual que dio origen al Pueblo Judío a través de su hijo Itzjak, de quien somos continuadores los judíos de hoy.

Las riquezas del Cuerpo

Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch

En la Parshá de esta semana, leemos cómo, poco después que Abraham y Sara llegaron a la Tierra de Canaan, se vieron forzados a ir a Egipto por el hambre que acechaba en la tierra. Cuando se estaban acercando a Egipto, Abraham le dijo a Sara:

“Ten cuidado, ahora yo sé que tú eres una mujer de bella apariencia. Cuando los egipcios te vean, dirán: ‘Ésta es tu esposa’, me matarán, y a ti te dejarán viva…
Por favor, dí que eres mi hermana, para que me hagan un bien a mí, y mi alma vivirá por tu causa”

Los temores de Abraham fueron bien fundados. Sara es llevada al palacio del Faraón. Abraham recibe muchos regalos, como “hermano” de aquella mujer tan bella. Milagrosamente, Di-s previene al Faraón de tocarla. Sara es liberada y llevada de vuelta a su marido, y ambos vuelven a la Tierra Santa llenos de riquezas obtenidas por sus (des)venturas.

El Midrash ve este episodio como un precedente del futuro viaje a Egipto de los hijos de Abraham y Sara. En ese entonces, también, nuestra captura en Egipto finaliza con nuestra liberación y éxodo de la tierra con “grandes riquezas”. Esta gran riqueza, explican los maestros Jasídicos, se refiere no solo a todo el oro y plata que se llevaron consigo los Israelitas de Egipto, sino también viene a hacer una referencia a las “chispas de Divinidad”, que redimieron los Hijos de Israel y elevaron, en el curso de sus 210 años de esclavitud allí.

Esta aventura, también es revivida en la vida de cada individuo.

De acuerdo al Zohar, “Abraham” representa el alma, y “Sara”, el cuerpo. En la narración Bíblica, tanto Abraham como Sara bajaron a Egipto, pero Sara experimentó un “descenso” aún mayor cuando fue encarcelada en el palacio del Faraón y amenazada por sus ministros. Al final, sin embargo, la sentencia de Sara terminó siendo una fuente de riqueza para ella, y en su mérito, su marido también fue enriquecido.

Lo mismo sucede en la vida de cada individuo. Tanto el alma como el cuerpo descienden al mundo material, pero el cuerpo es el que está más expuesto y comprometido a la decadencia mundana, mientras que el alma permanece en cierta forma, un poco más ajena al mismo. Sin embargo, al final, es el cuerpo quien, a través de sus acciones físicas, redime y eleva la “riqueza de Egipto”. Ya que solo el cuerpo puede realizar una Mitzvá (precepto), una acción Divina. Sólo un ser físico tiene acceso a las chispas de Divinidad que han sido esparcidas en todo el mundo físico, pudiendo elevar y enriquecer a su alma en el proceso.