La cara oculta de la luna

El siguiente ensayo está basado en dos comentarios del Rebe en un Encuentro Jasídico (farbrenguen) luego de que la misión Apolo 8 de la NASA marcara un hito en la historia aeroespacial (Dic. de 1968). 

Toda las mitzvot se dieron en Sinaí… sus generalidades y sus detallados pormenores. — Rashi a Levítico 25:1

Ayer tuvo lugar un suceso que no conoce precedentes en la historia humana: una nave espacial tripulada por seres humanos se acercó a la luna, la orbitó varias veces, fotografió tanto su “cara iluminada” como su “cara oscura”, y regresó sana y salva a la Tierra al sitio y tiempo exactos que fue programado.

El Baal Shem Tov enseñó que “de todo lo que la persona ve u oye debe derivar una lección en el servicio a su Creador”.

De hecho, este suceso, y cada uno de sus aspectos y detalles, están colmados de instructivas reflexiones en cuanto a nuestra misión en la vida.

Unas veinticuatro horas antes de la conclusión de la misión espacial, tuvo lugar otro suceso: se presentó una pregunta en una sesión del “Encuentro”, una pregunta que dicha misión espacial puede ayudar a esclarecer.

Un participante en el “Encuentro” desafió a uno de los oradores:

“Según sé, bajo la ley de la Torá, si una persona come alimento no-kasher, la pena es de treinta y nueve azotes. Pienso que lo que la persona come es su problema personal. Las leyes deberían prohibir y penalizar aquellas acciones que resultan nocivas a otros y a la sociedad, pero deberían mantenerse fuera de la vida privada del hombre”.

El Rabino que conducía la sesión se vio bastante aturdido por la pregunta. ¿Cómo explicar a una sala llena de gente joven, criada en la América democrática y libre, el hecho de que para un acto tan “inofensivo” y “personal” como dar un mordisco a cierta comida, la Torá instruye que la persona sea atada y se apliquen con un látigo 39 azotes a su torso descubierto?.

Tras toser y mascullar, ofreció la habitual respuesta de disculpa: a fin de que una trasgresión sea castigable con azotes debe cometerse en presencia dedos testigos; estos dos testigos deben primero advertir al infractor de la criminalidad de su acto y de la pena que conlleva; el infractor debe cometer el acto en el lapso de pocos segundos de la citada advertencia; así, debido a éstas y un sinfín de otras estipulaciones, esta pena era rara vez aplicada realmente, si es que alguna.

Por lo tanto, podría decirse que el castigo de azotes ordenado por la Torá es más un indicador de la severidad de la trasgresión que un procedimiento penal operativo.

Todo esto es muy cierto, pero no responde realmente la pregunta.

Aun si la pena de azotes se aplicara siquiera una vez en cien años, ¿el acto cometido merece semejante castigo? ¿Y por qué legisla la Torá tamaña brutal intrusión a la vida privada del individuo? Pero nuestros Sabios nos dicen que: La persona tiene el deber de decir: “El mundo entero fue creado para mí”. En palabras de Maimónides: “La persona siempre debe verse a sí misma medio meritoria y medio culpable, y al mundo entero medio meritorio y medio culpable — de modo que cuando comete una trasgresión, inclina la balanza para sí, y para el mundo entero, hacia el lado de la culpabilidad, y provoca su destrucción, y cuando realiza una única mitzvá, inclina la balanza para sí, y para el mundo entero, hacia el lado del mérito”.

Ingerir un alimento espiritualmente tóxico no es un acto inofensivo, ni es personal: toda la creación se ve hondamente afectada por cada uno de nuestros pensamientos, palabras y acciones, para mejor o, Di-s libre, para peor. ¿Qué crimen mayor puede haber que el que una persona ponga deliberadamente en peligro su propio bienestar, y el de su familia, comunidad y el mundo entero, porque su paladar prefiere una lonja de carne no-kasher a una kasher? Esto es lo que está escrito en los libros. La naturaleza del hombre, sin embargo, es que entiende y acepta más fácilmente las cosas cuando ve un ejemplo tangible de ellas.

Por Providencia Divina, tenemos un ejemplo tal en la misión espacial que concluyó ayer. A tres hombres adultos se les dijo que dejaran de lado toda preferencia personal y acataran un conjunto de instrucciones que dictaban cada una de sus conductas, incluyendo sus hábitos más íntimos. Se les dijo exactamente qué, cuánto y cuándo comer, cuándo y en qué posición dormir, y qué zapatos vestir. Si alguno de ellos hubiera desafiado este régimen “dictatorial”, se le habría recordado que mil millones de dólares fueron invertidos en su tarea.

Ahora bien, mil millones de dólares generan mucho respeto. No importa que no sean sus millones; con todo, cuando a una persona se le dice que mil millones de dólares están en juego, ésta se ajustará a todas las directivas e instrucciones.

Por supuesto, no tiene idea de cómo la mayoría de estas instrucciones se relacionan con el éxito de su misión.

Ello ha sido determinado por científicos canosos luego de muchos años de investigación. Pero creerá en sus palabras, y con gusto aceptará la colosal intromisión en sus asuntos privados.

¿Y qué si en juego no está un proyecto científico de unos miles de millones de dólares, sino el propósito Divino de la Creación?

Basado en una Sijá del 10 de tevet 5729.

¿Cómo te llaman?

Normalmente, cuando nos encontramos con una persona desconocida hasta ese momento, le preguntamos: “¿Cómo te llamás?” cuando en realidad, deberíamos preguntarle: ¿Cómo te llaman?.

La persona no se llama a sí misma, y en la mayoría de los casos, no elige tampoco su nombre. Surge así la inquietud: cómo la elección de algo tan personal, que nos acompañará toda la vida y en toda circunstancia, está en manos de otros y no del interesado directo. Más aún cuando esto se aplica al nombre hebreo que el varón recibe en su brit milá (circuncisión) y la mujer en la Torá.

La explicación la hallamos en los escritos del santo AriZal, el renombrado cabalista: “Cuando una persona nace y su padre y su madre le dan nombre… el Santo, bendito sea, pone en sus bocas el nombre que pertenece a ese alma” (Introducción ha Sefer haguilgulim 23)

En palabras más sencillas, en ese momento específico de la decisión del nombre que se le colocará a un hijo/a, los padres reciben inspiración divina (algo así como una pizca de profecía) para colocar el nombre que en realidad pertenece al alma del niño.

¡Guau! ¡Qué momento! Y por sobre todo, qué enorme responsabilidad. Nuestros Sabios nos enseñan que debemos procurar un nombre que haya pertenecido a un Tzadik, persona justa, o que esté relacionado con buenas acciones, ya que ejercerá una enorme influencia en la persona.

Lo conectado con la pureza y la santidad atrae vitalidad y sensibilidad divina. Y aquello relacionado con lo banal e intrascendente no tiene la capacidad para aportar energías positivas.

Hace unas semanas recibí el llamado de una joven ex alumna. Me contó que estaba transitando los últimos días de su embarazo y sabía que tendría un varón. Le preocupaba el hecho de que el nombre que habían pensado para su hijo tenía su origen en el Imperio Romano. “Me hace ruido que el Imperio Romano ejerció violencia contra el pueblo judío y destruyó el Gran Templo.

Nos gusta como suena, pero…” Me pidió mi opinión. Le expliqué lo que nuestra tradición enseña acerca del tema, que el conducto a través del cual llega toda la energía y vitalidad divina al alma es el nombre hebreo. Hasta punto tal, que está traído en los libros, que si una persona se desvanece, debe susurrársele al oído su nombre hebreo y despertará.

Uno de los méritos de los judíos en Egipto fue que a pesar de la asimilación reinante, no habían cambiado sus nombres originales. 

Fue una charla intensa y abierta. Hablamos del gran compromiso con la continuidad y de la importancia de otorgarles a los niños las herramientas necesarias para crecer sanos espiritualmente también. Ella, una mamá tan sensible y con gran conciencia judía, me dijo: “Agradezco tus palabras. Ya sabemos lo que debemos hacer”. Después de pocos días recibimos el llamado de su esposo. El bebé había nacido unas horas después de nuestra charla. Estábamos invitados al Brit Milá. Y Uriel (Di-s es mi luz), el nombre que recibió, es el que lleva también en su documento nacional y el que iluminará su hermosa y larga vida.

Colocar un nombre no es una actitud egoísta, basada en lo que más nos gusta o da placer. Es pensar en algo totalmente excelso, que supera todo lo natural. Es cierto que elegimos, pero debemos concentrarnos para recibir esa profecía y ser nuevamente socios de Di-s en esta importante tarea.

* Miriam Kapeluschnik

¿Por que las personas en el primer milenio vivían tanto tiempo?

Estimado Rabino:

¿Puede explicar por qué la vida de las primeras generaciones fue muy larga? Según el Génesis, Adám murió a la edad de 930, Noé tenía casi 500 cuando comenzó a construir el arca. Y Matusalén vivió un récord mundial de 969 años. ¿Y qué pasó?¿Por qué no se vive tanto tiempo ahora?

RESPUESTA:

La longevidad de nuestros patriarcas plantea varias cuestiones.

¿Qué se siente al llegar a los 900? ¿Cuándo tienen su crisis de mediana edad?

¿Los centenarios hacían travesuras de adolescentes? ¿Los padres decían a sus hijos: “¡Deja de actuar como uno de cuarenta!”?

En cualquier caso, las primeras generaciones de la humanidad vivieron una vida extremadamente larga, y después del diluvio de Noé se observa una reducción dramática en el promedio de vida – la gente empieza a vivir tanto como lo hacemos hoy. Sabemos que cada alma que viene a este mundo llega con una serie de misiones que cumplir. A la persona que aloja el alma se le da una vida útil que es el tiempo suficiente para completar estas misiones.

La principal diferencia entre las generaciones anteriores y posteriores es que en las primeras generaciones de la humanidad había grandes almas, que todo lo abarcan.

La gente en las generaciones posteriores tenía sólo fragmentos de esas almas originales. Esas almas se rompieron y se comparten entre varias personas. Las generaciones anteriores tenían un alma grande y una vida larga, ya que había mucho trabajo que hacer. En generaciones posteriores, estas almas grandes fueron repartidas entre miles y millones de personas, en forma de pequeñas almas con menos trabajo que hacer, y por lo tanto, menor tiempo de vida para hacerlo.

Pero si, por cualquier razón, el alma no completara todo el trabajo que necesita en una sola vida, se le da más posibilidades. Un alma reencarnada es una chispa de un alma que regresa a la tierra en un cuerpo nuevo para completar los asuntos pendientes de su vida anterior. Ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo tiene, pero sí sabe que no tenemos siglos. No tenemos el lujo de empezar a construir nuestra arca a los 500. Mejor empezar ahora.

Por Aron Moss

Estimado Rabino:

¿Puede explicar por qué la vida de las primeras generaciones fue muy larga? Según el Génesis, Adám murió a la edad de 930, Noé tenía casi 500 cuando comenzó a construir el arca. Y Matusalén vivió un récord mundial de 969 años. ¿Y qué pasó?¿Por qué no se vive tanto tiempo ahora?

RESPUESTA:

La longevidad de nuestros patriarcas plantea varias cuestiones.

¿Qué se siente al llegar a los 900? ¿Cuándo tienen su crisis de mediana edad?

¿Los centenarios hacían travesuras de adolescentes? ¿Los padres decían a sus hijos: “¡Deja de actuar como uno de cuarenta!”?

En cualquier caso, las primeras generaciones de la humanidad vivieron una vida extremadamente larga, y después del diluvio de Noé se observa una reducción dramática en el promedio de vida – la gente empieza a vivir tanto como lo hacemos hoy. Sabemos que cada alma que viene a este mundo llega con una serie de misiones que cumplir. A la persona que aloja el alma se le da una vida útil que es el tiempo suficiente para completar estas misiones.

La principal diferencia entre las generaciones anteriores y posteriores es que en las primeras generaciones de la humanidad había grandes almas, que todo lo abarcan.

La gente en las generaciones posteriores tenía sólo fragmentos de esas almas originales. Esas almas se rompieron y se comparten entre varias personas. Las generaciones anteriores tenían un alma grande y una vida larga, ya que había mucho trabajo que hacer. En generaciones posteriores, estas almas grandes fueron repartidas entre miles y millones de personas, en forma de pequeñas almas con menos trabajo que hacer, y por lo tanto, menor tiempo de vida para hacerlo.

Pero si, por cualquier razón, el alma no completara todo el trabajo que necesita en una sola vida, se le da más posibilidades. Un alma reencarnada es una chispa de un alma que regresa a la tierra en un cuerpo nuevo para completar los asuntos pendientes de su vida anterior. Ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo tiene, pero sí sabe que no tenemos siglos. No tenemos el lujo de empezar a construir nuestra arca a los 500. Mejor empezar ahora.

Por Aron Moss

Seraj, la hija de Asher

Los nombres de los hijos y nietos de Iaakov se enumeran cuando entraron a Egipto.
Uno de ellos es Seraj, la hija2 de Asher.

Durante muchos años, Iaakov lamentó la muerte de su amado hijo Iosef y estaba convencido de que había sido asesinado por animales salvajes.
22 años después, sus hermanos lo encontraron en Egipto, donde era virrey. Iosef pidió a sus hermanos que regresaran a casa y trajeran a su anciano padre a Egipto, enviando carros para facilitar el transporte de su padre y sus familias.
Los hermanos tenían miedo.

¿La conmoción del anuncio sería demasiado para Iaakov? Decidieron pedirle a Seraj que se lo dijera de una manera que no fuera
impactante.
Seraj esperó hasta que Iaakov comenzó a orar. Luego se paró frente a él y le preguntó: “¿Iosef está en Egipto? ¿Tuvo dos hijos,
Manashé y Efraím?
Iaakov escuchó y cuando vio los carros que Iosef envió, comprendió que estaba vivo.

Rabi Ionatan ben Uziel, en su traducción de la Torá, dice: “Debido a que Seraj le dijo a Iaakov que Iosef estaba vivo, entró al Gan Eden (Paraíso) sin tener que morir”.

Sefer Haiashar cuenta que Seraj tocaba un arpa (o algún otro instrumento de cuerda) y cantaba: “Iosef todavía vive y es rey en Egipto”.
Debido a su forma gentil de dar la noticia, su abuelo le dio a Seraj la bendición de vivir para siempre.

Cuando Moshé y Aarón anuncian que son los mensajeros de Di‐s, enviados para liberar a los judíos de su esclavitud en Egipto, los ancianos de los hijos de Israel no sabían si era cierto.
Seraj sabía que Iaakov le contó a Asher cómo identificar al redentor, y que Asher se lo había pasado a Seraj. Cuando citaron las palabras que Di‐s le dijo a Moshé que les dijera a los judíos:
“Me he acordado de vosotros”, ella dijo: “¡Él es el verdadero salvador! Aprendí por mi padre que el mensajero que venga a salvar a los israelitas usará esas palabras”.

Otro secreto que sabía Seraj era dónde encontrar el ataúd de Iosef. Antes de morir, Iosef hizo jurar a sus hermanos que cuando salieran de Egipto se llevarían su ataúd de regreso a la Tierra Prometida.
Cuando llegó el momento de salir de Egipto, Moshé buscó el ataúd, pero no pudo encontrarlo. ¡No podían salir de Egipto sin el ataúd!
Seraj era de las pocas personas que vivían cuando se sepultó a Iosef. Moshé le preguntó: “¿Sabes dónde está enterrado?”

Ella respondió: “Los egipcios lo introdujeron en un ataúd de metal y lo hundieron en el río Nilo, para que sus aguas fueran bendecidas”
Así Moshé pudo cumplir la promesa cuando el pueblo judío abandonó Egipto.
Seraj vivió una vida muy larga.
Rashi señala que se la menciona en los últimos versículos para señalar la duración inusual de su vida.

Volvamos a ver nuevamente la luz

Hace unos años atrás, un médico del sur de Francia se contactó conmigo. Su nieta había contraído una enfermedad que desconcertaba a los médicos allí…

Me llamó luego de haber leído diferentes artículos míos acerca de los desórdenes en el sistema nervioso autónomo. Los síntomas de su nieta parecían coincidir con aquellos que yo describía, y él deseaba saber si yo podía ayudar.

Por supuesto que acepté, y durante meses colaboré con los pediatras franceses a través del teléfono o el fax, prescribiendo una serie de terapias. A lo largo de esas semanas, la niña tuvo una significativa y milagrosa recuperación. Los abuelos manifestaron su agradecimiento sincero y me pidieron que cuando visitara Francia se los hiciera saber.

En el verano de 1996, fui invitada a disertar en un importante congreso científico internacional, que se llevaba a cabo en Niza, Francia. Avisé al médico que había ayudado años atrás. Al llegar al hotel, recibí un mensaje para que lo contactara. Lo llamé, y quedamos en encontrarnos a cenar juntos una noche.

El día de la cita, nos encontramos y viajamos en su auto hacia su casa, que se hallaba en la hermosa campiña del sur de Francia. Fue sorprendente saber que su casa era más antigua que los Estados Unidos de Norteamérica. Durante el viaje, me contó que su mujer tenía cáncer de mama y no estaba pasando por un buen momento, pero que de todas formas insistía en conocerme.

Cuando nos encontramos, pude ver que a pesar de la severa enfermedad, seguía siendo una bellísima mujer con un noble porte.

Fue una de las veladas más hermosas de mi vida. Después de la cena, nos sentamos en el salón del siglo XVII, tomamos licor y charlamos. Nuestra conversación seguramente pareció extraña a la joven pareja que nos atendió durante la comida, pues pasaba del inglés al francés y también al español.

Luego de un rato, la mujer me dijo: “Mi esposo me contó que usted es judía, ¿no?” ”Si” dije, “soy judía”. Me pidieron que les contara acerca del Judaísmo, especialmente de las festividades. Hice lo mejor que pude para explicarles lo que me solicitaron, y me sorprendió lo poco que conocían de nuestras tradiciones. Ella parecía muy interesada en Janucá. Cuando terminé de contestar preguntas, sorpresivamente, ella me miró a los ojos y dijo: “Tengo algo que deseo darte”

Desapareció por un instante, para retornar después con un paquete envuelto en tela. Se sentó, siguió mirándome fijo, y comenzó a hablar despacio.

“Cuando era una pequeña niña de 8 años, durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades vinieron a nuestro pueblo para llevarse a todos los judíos. Mi mejor amiga, Jeanette, era judía. Una mañana fui a buscarla para jugar, y vi que su familia era forzada a subir a un camión mientras los apuntaban con fusiles. Corrí a contarle a mi madre lo que sucedía y le pregunté a dónde llevaban a Jeanette. ‘No te preocupes’ -me dijo- ‘Jeanette regresará pronto’. Volví a la casa de mi amiga, pero sólo encontré a otros habitantes del pueblo, que se llevaban todas las cosas de valor, dejando de lado los objetos judíos, que tiraban a la calle. Cuando me acerqué, vi un objeto de su casa tirado en la basura. Lo levanté y reconocí en él, algo que mi amiga y su familia encendían en la época coincidente con Navidad. En mi mente de niña, pensé: ‘Llevaré esto a casa y lo guardaré hasta que retorne Jeanette’

Pero ni ella ni su familia volvieron.

Hizo una pausa, tomó un poco de licor y prosiguió: “Desde ese momento lo he guardado. Lo escondí de mis padres y no le conté a nadie acerca de su existencia. De hecho, durante estos cincuenta años, el único que conocía mi secreto ha sido mi esposo. Cuando supe lo que en verdad le había sucedido a los judíos, y cómo muchas de las personas que conocía habían colaborado con los nazis, no podía siquiera mirar este paquete. De todas formas, lo guardé, esperando algo, aunque no estaba segura qué. Ahora lo sé. Estaba esperándote a ti, una mujer judía que ayudó a curar a mi nieta, y es a ti que te lo confío”.

Sus temblorosas manos colocaron el paquete en mi regazo. Lo desenvolví lentamente. Dentro de él había una Menorá (candelabro de Janucá), pero distinta a todas las que había visto hasta ahora. Estaba hecha de sólido bronce, tenía ocho vasitos que contenían el aceite y las mechas y un noveno vasito centrado por encima de los demás. Tenía un aro arriba, y la mujer mencionó que recordaba que la familia de Jeanette la colgaba en el hall de la casa.

Me parecía antiguo; luego varias personas me aseguraron que probablemente tenía más de 100 años. Cuando la sostuve y pensé en lo que representaba, comencé a llorar. Todo lo que fui capaz de decir fue: “Merci” Cuando me iba, sus últimas palabras fueron: “Que veamos nuevamente la luz”.

Me enteré que la mujer falleció apenas un mes después de nuestro encuentro.

Este Januca, la Menorá verá nuevamente la luz. Y cuando mi familia y yo la encendamos, pronunciaremos una plegaria especial en honor a aquellos cuya memoria ella representa.

El miserable

Rabí Shneur Zalman de Liadi*, estaba recolectando fondos para rescatar judíos que estaban cautivos. Se dirigió en primer lugar a una ciudad que era famosa en particular, por un judío muy avaro que habitaba allí.

Rabinos y mendigos evitaban esa casa, ya que lo único que se les entregaba, no importara el tipo de urgencia, era una oxidada moneda de un centavo, que todos rechazaban.

Cuando el Rebe arribó a la ciudad, los ancianos lo recibieron cálidamente.

Pero cuando solicitó que dos prominentes lo acompañasen a la casa del millonario, halló una terrible resistencia. A duras penas consiguió su escolta. La tarde siguiente, se encontraban frente a la entrada de la mansión.

Rabí Shneur Zalman advirtió a sus acompañantes que no dijeran una palabra. Golpearon la puerta y luego de un instante se encontraban ubicados en el lujoso despacho del miserable.

Mientras sacaba la oxidada moneda de un monedero de terciopelo dijo: “¡Qué tragedia! Viudas y huérfanos cautivos. ¡Ah! ¡Qué sufrimiento el del pueblo judío! Tome Rab, he aquí mi humilde contribución”

Para su enorme sorpresa, el Rebe tomó la moneda con una enorme sonrisa y procedió a escribir el recibo de donación adjuntando todo tipo de bendiciones en él.

“Muchas gracias” le dijo, estrechó cálidamente su mano y se retiró. Sus compañeros le susurraron: “Debería habérsela tirado”. “¡Sh! ¡No digan nada!” dijo el Rebe. De pronto escucharon que la puerta se abría nuevamente y el miserable gritaba: “Rabinos, por favor, ¡vuelvan!”

Nuevamente estaban sentados en el cálido ambiente. Esta vez el rico preguntó: “¿Cuál es la cifra exacta que necesita?”. Rabí Shneur Zalman dijo: “Cinco mil rublos”. “Bueno, aquí tiene mil, si desea puede contarlos” y pronunciando estas palabras el millonario extendió un fajo de billetes.

El Rebe apretó fuertemente la mano del rico y escribió un recibo agregando bendiciones, tal cual lo hizo la primera vez. Al salir, los acompañantes estaban seguros de haber presenciado un milagro. Sin embargo, a los pocos minutos habían sido llamados por tercera vez por el donante que esta vez decía: “¡He decidido entregarle la suma completa!”

Más tarde, cuando estaban reunidos junto al Rebe, sus acompañantes preguntaron: “¿Cómo logró que el famoso miserable le done semejante suma?” 

Rabí Shneur Zalman respondió: “El hombre no es un miserable.

Ninguna alma judía lo es. Pero… ¿cómo podía sentir el deseo de ayudar con una donación, si nunca en su vida había experimentado el placer de dar, pues cada persona que recibía su moneda oxidada se la tiraba en la cara nuevamente…?”

*Rabí Shneur Zalman de Liadi, conocido como el Alter Rebe, nació en Liozna, Rusia Blanca, el 18 de Elul del 5505 (1745). Fundador del movimiento jasídico Jabad. Por veinte años trabajó en el Tania, en donde explicó la filosofía de Jabad y es considerado “la Biblia” del Jasidut.

Un presente del Rebe

La tormenta de hielo del siglo golpeó a Montreal en el año 1998. La energía eléctrica  de nuestro hogar se cortó el miércoles y el jueves la casa estaba muy fría. 

Decidimos alquilar un par de habitaciones en un hotel del centro de la ciudad para pasar allí el shabat, pues creímos que la energía allí no se cortaría. Afortunadamente hallamos dos cuartos en el hotel que estaba al lado de nuestro Beit Jabad. 

Lamentablemente la energía eléctrica cesó también en el hotel y todo el vecindario. El generador del hotel mantenía la calefacción y la olla del Cholent (comida sabática) encendidas. Fue un Shabat especial a la luz de las velas. El sábado a la noche, ubiqué a mi familia en un pequeño sector para cenar. Mi señora preparó unos sandwiches y yo me dirigí al bar para pedir agua caliente para las sopas instantáneas. Una joven ofreció ayudarme y le expliqué que debido a una dieta especial no podía mezclarlo con los cubiertos del hotel. Ella me respondió que ya lo sabía y que también compraba estas sopas en un negocio casher. Al notar mi sorpresa me dijo: “Soy medio judía” y enseguida agregó: “En realidad no lo soy” “¿Tu padre era judío?” le pregunté. “Si, mi padre era judío y madre católica”. Y enseguida me preguntó: “¿Usted conoció al Rabino que vivía en Nueva York y que falleció hace unos años?”

“¿Te refieres al Rebe?” Pregunté muy sorprendido.

“Sí. Yo lo visité y tengo el dólar que me dio” La joven me contó que además poseía una hermosa pintura del Rebe. De sus palabras comprendí que sentía una gran admiración por él.

“Estoy buscando a las personas correctas para regalarles la pintura, que la merezcan y puedan apreciarla. Deseo regalársela a ustedes”. Intercambiamos nuestros teléfonos y partimos del hotel. Durante todo el domingo y el lunes estuve ocupado con las conexiones de electricidad de mi casa y del Beit Jabad. El martes la electricidad se conectaba por una hora y por otras cuatro desaparecía. A la tarde llamé a la muchacha. Conversamos unos instantes sobre la tormenta y los problemas causados por la falta de energía. Luego de un instante dijo: “Espero que hayas llamado por la pintura”.

Admití que así era y prometió venir a nuestro hogar al anochecer. A las 19:30 hs arribó con la pintura bajo el brazo. Era un hermoso y enorme cuadro, réplica de la famosa foto del Rebe saludando en un desfile de Lag Baomer. Nos sentamos con ella y nos relató su historia: “Mi padre era judío. Él falleció cuando yo tenía 5 años. Mi madre enfermó gravemente y fui colocada en un hogar sustituto pues ella no podía hacerse cargo de mí. Recé constantemente para su recuperación, imaginándome la cara de alguien santo que me ayudaría. Mi madre se salvó, pero el rostro imaginario permaneció en mi mente. En mi adolescencia desarrollé un talento especial en el dibujo. Dibujé pues el rostro que guardaba en mi memoria. Mi madre guardó el bosquejo. Cuando tenía 15 años, mientras buscaba un programa de televisión me vi atrapada por la emisión de un programa en cadena de Janucá. Imaginen mi shock cuando reconocí el rostro que guardaba en mi memoria. ¡Era el Rebe! Llamé a mi madre frenéticamente. Ella corrió a mi lado y al ver el rostro del Rebe en la pantalla, se desmayó. Lo reconoció de mi dibujo.

Llamé al número que aparecía debajo de las imágenes y pude conseguir más información acerca de este Rabino. Resolví viajar a Nueva York y visitarlo en persona. Mi madre creyó que aún era muy joven y no me permitiría realizar el viaje hasta los 18 años. Finalmente me encontré en la fila para ver al Rebe, con una gran ansiedad. Cuando me hallé frente al Rebe no podía levantar siquiera mis ojos. El Rebe me habló en francés (mi idioma) y me dijo: “Cualquiera sea el camino que elijas, Di-s estará contigo”. El Rebe aguardó a que levantara mis ojos y me entregó un dólar para caridad. Antes de mi regreso a Montreal, compré una fotografía del Rebe y le pedí a mi madre que encargara una pintura. A pesar de que nuestra situación económica no era muy buena, mi madre accedió a mi pedido. Asignamos el trabajo a un artista y luego la pintura fue colgada en el salón principal de nuestra casa. Descubrí que en ocasiones mi madre observaba e incluso le hablaba a la pintura. El año pasado, luego de una cena familiar, mi madre se puso muy seria, miró la pintura del Rebe y me dijo: “Ya es tiempo de que te vayas; y también es tiempo de que yo me vaya.” No entendí lo que quiso decirme, pero luego de unos meses mi madre falleció. Antes de morir me hizo prometerle que entregaría el cuadro a quienes pertenece realmente.

Siempre pensaba en sus palabras y el día anterior a nuestro encuentro me lamentaba porque los meses pasaban y no encontraba a las personas correctas. Pedí que la persona indicada viniera a mí. Y entonces usted se acercó a mi puesto de trabajo.” La muchacha concluyó su relato, la electricidad retornó y nunca más cesó la luz.

Prisioneros famosos

Éstos son algunos prisioneros famosos:

Abraham: encarcelado por Nimrod por diez años. (Talmud, Bava Batra 91a) Iosef: encarcelado en la prisión del Faraón en Egipto por doce años (Bereshit 39:20)

Rabí Akiva: encarcelado por los romanos por enseñar Torá (Talmud, Berajot  61b)

Rabí Shimon bar Iojai: confinado a una cueva por trece años luego de que los Romanos pidieran recompensa por encontrarlo.

Rabí Shneur Zalman de Liadi: de- tenido por 52 días en la fortaleza Peter- Paul en San Petersburgo con cargos de traición contra el Zar Ruso. Liberado el 19 de Kislev de 5559 (1798)

El común denominador de estos “prisioneros” es que la vida de cada uno y sus enseñanzas constituyeron un hito en la difusión de la Torá.

Abraham comenzó con la “edad de la Torá”*. Iosef era la conexión entre la Torá de los patriarcas y las generaciones del exilio en Egipto.

Rabí Akiva era la figura central de la transmisión de la Torá oral, el cuerpo de la ley de la Torá y su interpretación que constituye la llave para el entendimiento y aplicación de la Torá Escrita, desde Sinaí hasta la Judeidad en la Diáspora.

Rabí Shimon Bar Iojai, autor del Zohar, es nuestra fuente para la Kabalá, la dimensión mística de la Torá.

Rabí Shneur Zalman de Liadi era el fundador del movimiento Jasídico Jabad, que fundió la corriente racional y mística de la Torá en un programa unido y comprensible.

En cada uno de estos casos, el encarcelamiento sirvió como un período de incubación para la revelación de una nueva dimensión de la sabiduría de Di-s en nuestro mundo.

De hecho, el confinamiento siempre precede a un nuevo comienzo, considerando las circunstancias de cada nacimiento (según las leyes de la Torá, un bebé recién nacido tiene el status legal de un prisionero recién liberado, siendo que “no hay un prisión más grande que el útero”) Por lo tanto, el Profeta Iejezkel compara la experiencia del galut (nuestro estado actual de exilio y desalojo espiritual) al embarazo, y la redención al nacimiento que le prosigue.

Confinamiento, ya sea en el útero, en el galut, o en una prisión, es un tiempo de limitación externa. Pero también es un momento de fomento interno, que puede ser utilizado como el punto de lanzamiento para las infinitas posibilidades de un recién nacido.

*“El mundo existe desde hace seis mil años: dos mil años de caos (por ejemplo, el diluvio, la torre de Babel), dos mil años de la Torá (a partir de que Abraham comenzó a difundir el conocimiento de Di-s a los 52 años), y dos mil años de la era mesiá- nica (es decir, el mundo tiene el potencial para al- canzar la máxima perfección y Mashiaj está destinado a entrar en este período) “– Talmud, AVoDá ZARAH 9a.

Basado en un extracto del diario del Rebe fechado el 19 de Kislev

No perdamos la cabeza

¿Alguna vez  les pasó que perdieron algo y no lo encuentran? ¿O que lo encuentran en los lugares más remotos posibles? ¿O que justo vino aquél que les dio ese algo que terminaron perdiendo?

Bueno, existe una segulá (buen auspicio) para poder encontrar las cosas perdidas, y es poniendo Tzedaká en mérito a Rabí Meir Baal Hanes.

Rabí Meir Baal Hanes era un sabio Judío que vivió en el tiempo de la Mishná. De acuerdo a la leyenda, su padre era descendiente del Emperador Romano Nerón, quien se convirtió al Judaísmo.

Era llamado “Baal Hanes” (“El Maestro de los milagros”) por la siguiente historia:

Rabi Meir estaba casado con Bruria, hija de Rabí Janina ben Teradión, uno de los diez mártires. El gobernador había ordenado la pena de muerte a Rabí Janina y su esposa por enseñar Torá en público. Decretaron que su hija, la hermana de Bruria, viviera una vida de sufrimiento. Bruria le pidió a su marido que salvara a su hermana.

 Rabí Meir tomó una bolsa con monedas de oro y fue a donde su cuñada se encontraba, vestido como un jinete romano. Ofreció al guardia romano que custodiaba el lugar el dinero como soborno. El guardia respondió: “Cuando venga mi supervisor y vea que falta alguien me va a matar” Rabí Meir respondió “Toma la mitad de la plata para ti, y usa la otra mitad para sobornar a los otros oficiales”. Y el guardia continuó: “Y cuando se acabe el dinero, y los supervisores vengan, ¿Qué haré?”: Rabí Meir respondió, “Dí, “Di-s de Meir respóndeme” y serás salvado”. El guardia siguió preguntando “¿Y cómo me puedes garantizar que esto me va a salvar?” Rabí Meir replicó, “Mira, aquí hay perros que atacan y matan a los hombres. Voy a ir hacia ellos, y verás por ti mismo”. 

Rabí Meir fue hacia allí y todos los perros comenzaron a acercarse para morderle, y gritó: “Di-s de Meir, respóndeme” y los perros se fueron para atrás. El guardia se convenció y le entregó a la chica. Cuando llegó el grupo de supervisores, él los sobornó con la plata que Rabí Meir le había dado. Eventualmente, se conoció el delito del guardia. Lo arrestaron y sentenciaron a morir en la horca. Cuando estaba atado con la cuerda alrededor de su cuello, dijo “Di-s de Meir, respóndeme”. La cuerda se rasgó, para sorpresa de todos. El guardia relató el incidente, y todos fueron a visitar a Rabí Meir. El guardia fue perdonado.

Desde ese entonces, se mantuvo la tradición de que cuando un judío se encuentra en cualquier tipo de crisis, da caridad para el beneficio de estudiantes de Torá en Israel, y dedica la caridad en memoria de Rabí Meir Baal Hanes. Luego dice: “Di-s de Rabi Meir, respóndeme” y en ese mérito, si Di-s quiere, saldrá de su crisis. Esta plegaria también es conocida como una ayuda para encontrar objetos perdidos. Rabí Meir proclamó que él personalmente va a interceder en el Cielo en nombre de cualquiera que dé caridad a los pobres de la tierra de Israel en su mérito.

A mí me funcionó…

Hace un par de meses, viajé con mi esposo a Uruguay por un mes para las festividades. Llegamos para Rosh Hashaná, y mi familia se acopló una semana más tarde para Iom Kipur y Sukot. La primera semana nos quedamos en la casa de mis padres, y luego nos fuimos a la casa de unos amigos.

Antes de viajar, mi padre nos dio una bolsita con unas Mezuzot de una señora uruguaya, que se las había dado para que un Rabino en Bs.As. las revisara. Y nos dijo que le avisemos a la señora que nosotros la poseíamos, para que podamos devolvérsela.

Llegamos al aeropuerto. Teníamos varios bolsos, y comenzaron a hacernos problemas por sobrepeso. Así que tuvimos que hacer un arme-desarme en el mostrador del check-in para poder pasar sin tener que pagar el precio desorbitante que cobran por unos pocos kilos extra.

Llegamos a Uruguay. Dejamos los bolsos chicos en mi casa, para que cuando nos vayamos una semana más tarde a la otra casa tengamos sólo una valija.

Obvio que nos olvidamos del paquete de las Mezuzot.

Pasaron los días, Rosh Hashaná, y llegó mi familia. Nosotros, acorde al plan, nos fuimos a la casa de nuestros amigos.

Luego de Iom Kipur, mi papá nos llama y nos pregunta por las mezuzot, que la señora las reclama.

“No hay problema” dijimos. Buscamos en la valija grande…y no estaban.

Pensamos, “seguramente las dejamos en los bolsitos”.

Decidimos ir al otro día a buscarlas.

Llegamos temprano en la mañana, cuando vemos en la entrada de la casa a la señora tocando timbre y preguntando por sus mezuzot. “Ya te las bajamos”, le dijimos con seguridad.

Subimos corriendo, abrimos los placares, sacamos los bolsitos y los revolvimos todos. Nada. “Bueno” dijo mi marido, “No vamos a desesperarnos, pongamos Tzdedaká para Rabi Meir Baal Hanes, no tenemos lo qué perder, máximo le decimos que nos las dejamos olvidadas en Bs.As. con todo el lío de las valijas, que de hecho, seguramente haya sido eso lo que pasó”.

Pusimos Tzedaká.

A los dos segundos (¡¡dos!!) me vino un pensamiento a la mente: “Están en el mueble del comedor”. Fui hasta allí, y evidentemente..ahí estaban, tan tranquilas y ajenas a la locura previa que reinaba en la casa.

Ni me acuerdo cuándo las habíamos puesto ahí, ni quién de nosotros… la cosa es que aparecieron.

¡Menos mal!

autor?

Las bendiciones de Itzjak

Al llegar a la vejez y quedar ciego, ltzjak sintió que había llegado la hora de bendecir a su hijo mayor…

Le pidió que fuera al campo, cazase un venado, le preparase una sabrosa comida para luego bendecirlo. Rivka, que había escuchado por casualidad la conversación, vistió a laakov con las ropas de Esav. Cubrió sus manos y cuello con pieles de cabrito para simular las manos velludas de Esav y lo envió a lo de Itzjak con un sabroso plato de carne de los mismos cabritos, además de matzá hecha por ella.

La voz de laakov despertó sospechas en su padre, pero éstas se disiparon al sentir “las manos velludas de Esav”. laakov se aproximó y besó a su padre. ltzjak, preparado para otorgar sus bendiciones al hijo, le dijo: “Di-s te dé del rocío del cielo y de las fertilidades (gorduras) de la tierra, y abundante trigo y vino. Que los pueblos te sirvan y se arrodillen a Ti las naciones. Los que te maldijeren serán malditos, y benditos los que te bendijeran’.

laakov partió y pronto retornó Esav y descubrió la verdad.

No obstante, ltzjak no revocó su bendición a laakov. En lugar de ello, bendijo también a Esav y le vaticinó que sus descendientes serían guerreros y servirían a los de laakov, en tanto éste se comportara adecuadamente. Pero, si llegaran a apartarse del camino de la Torá, entonces los descendientes de Esav estarían libres de tal servicio.

Cuando Esav descubrió la maniobra de su hermano, lo odió profundamente y decidió que, una vez muerto el padre, le daría muerte. Para prevenir esta tragedia, Rivka ordenó a laakov que abandonara la casa y permaneciera en Jarán con su hermano Labán.

Siguiendo los pasos de nuestros antepasados

Itzjak le aseguró a Iaakov que sus descendientes reinarían sobre todos los demás pueblos de la tierra. Sin embargo, su bendición se cumpliría en la medida en que el pueblo judío adhiriera a los preceptos de Di-s. Si los judíos abandonaban el camino de la Torá, sus enemigos ganarían en poder y los someterían.

La historia ha confirmado esta predicción.

Cuando los judíos cumplieron la Torá, disfrutaron de la beneficencia de Di-s y contaron con Su Templo Sagrado. Pero cuando extraviaron el camino y rehusaron cumplir Sus advertencias de arrepentirse, sufrieron la pérdida del Templo y fueron reducidos a vivir bajo presión de los gentiles en exilio. Más tarde, trataron de asimilarse y parecerse a los ciudadanos de naciones extranjeras, ya sea en Grecia, Roma, Rusia o Alemania. Y cada intento de asimilación sólo generó opresión, pogroms y guerras. Solamente cuando los judíos tienen presente que son judíos y deben vivir de acuerdo con los preceptos de Hashem, logran vidas exitosas y felices.

Iaakov escapa de Esav

Iaakov fue forzado a huir de su hermano Esav que quería matarlo y se refugió en la casa del hermano de su madre, Labán, en Jarán. Durante el viaje, llegó al monte Moriá y pasó allí la noche. Hashem se le apareció en sueños y le prometió que la tierra en la cual estaba descansando le sería dada a él y a sus descendientes, y volvería al hogar bajo la protección de Hashem. Al despertarse, Iaakov prometió solemnemente que al retornar sano y salvo a la casa paterna, ofrecería a Hashem un décimo de todo lo que recibiría de Él. Este compromiso constituyó con el tiempo la base del diezmo que se separaba para el Templo, el Kohen (sacerdote) y el pobre.

Se supone que todo judío debe donar al menos un décimo de lo que percibe como caridad.

Extraído de Ayer, hoy y siempre Editorial Bnei Sholem