1918. La guerra civil estalló entre los rojos y los blancos en Rusia. Después de unos meses de amargas luchas callejeras, los Rojos vencieron. Los comunistas comenzaron a gobernar por la fuerza a los millones de ciudadanos rusos.
Para establecer firmemente su posición, compilaron medidas para regular la vida de los ciudadanos. No podían congregarse por la noche, y durante el día se permitía que se reunieran pocas personas, para que no intentaran conspirar contra el gobierno.
A partir de 1919, el gobierno tomó medidas más duras. Establecieron leyes que limitaban las actividades y la autoridad de las instituciones religiosas. Seguían a los rabinos y organizaban pesquisas en sus hogares en busca de pruebas de rebelión.
Un día llegaron a la casa de rabi Shalom Dovber de Lubavitch, el Rebe Rashab, en Rostov. Un grupo de soldados con rifles irrumpió en la casa del Rebe para buscar ma terial antirrevolucionario. Se ordenó a los miembros del hogar que no se movieran. La vista de los soldados armados era aterradora, y el Rebe les comentó a los que estaban a su alrededor que lo correcto sería que los soldados quitaran las bayonetas de sus rifles.
Todos en la casa estaban aterrorizados, mirando en silencio mientras los soldados revolvían la casa en su búsqueda. Ninguno se atrevió a repetir a los soldados lo que dijo el Rebe. Pasó otro momento, y Rabi Iaakov Landau, joven rabino que era un miembro de la casa en la casa del Rebe, habló valientemente con el oficial al mando y le pidió que considerara el honor del Rebe y que quitara las bayonetas.
El oficial podría haber ordenado que golpearan al joven, pero sorprendentemente, el oficial dijo a sus soldados que respetaran los deseos del Rebe.
Pero la búsqueda no había terminado. Los soldados continuaron, y uno de ellos encontró una caja de tabaco que el Rebe usaba en Pesaj. El soldado se la guardó en el bolsillo. El Rebe observó el robo y gimió, diciendo a los que lo rodeaban que la caja era preciosa para él y que estaba dispuesto a canjear la caja de rapé de Pesaj, que estaba hecha de hojalata, por otra diferente de plata.
Los miembros de la familia pensaron que no era un momento propicio para discutir con los soldados por algo tan insignificante. Una vez más, fue el rabino Iaakov Landau quien arriesgó su vida y, como un jasid leal, accedió a la solicitud del Rebe. Se volvió hacia el oficial y le pidió que le dijera al soldado que devolviera la caja.
Nuevamente los presentes estaban seguros de que el oficial, un hombre malvado cuyo odio por los judíos ardía en sus ojos, ordenaría el arresto del rabino Landau, pero increíblemente, se volvió hacia los soldados, con el rostro enrojecido de ira, y dijo que quienquiera hubiera robado la caja debía sacarla de su bolsillo y ponerlo sobre la mesa, de lo contrario lo lamentaría. En cuestión de segundos, uno de los soldados sacó a regañadientes la caja de su bolsillo y la colocó sobre la mesa.
El Rebe pareció complacido hasta que notó que la tapa de la caja se había abierto. Su rostro estaba abatido de nuevo y dijo que ya que la caja se había abierto ya no la necesitaba, pues posiblemente el soldado hubiera tenido una partícula de jametz en su bolsillo.
Cuando los soldados salieron de la casa, una bala de uno de los soldados disparó accidentalmente al soldado que había robado la caja y lo mató en el acto.
Este difícil episodio dejó su huella en el Rebe Rashab, quien dijo que no podía seguir viviendo con los comunistas. Poco después, el 2 de Nisan de 1920, falleció.