Lecciones del Tabernáculo

El Rebe usó como ejemplo el Mishkan, el santuario móvil que acompañó al pueblo de Israel en los viajes a través del desierto.

Dos historias, entonces. 

La primera historia nos retrotrae a unos 50 años atrás. Un joven estudiante de la ieshivá estaba a punto de embarcarse en un viaje y le escribió al Rebe de Lubavitch para una bendición. El Rebe le contestó que aprovechara la oportunidad de hacer algo positivo en cada lugar donde se detendría en su viaje. El Rebe usó el Mishkan, el santuario móvil que acompañó al pueblo de Israel en los viajes a través del desierto, como ejemplo. En cada lugar que acampaban, el pueblo armaba una estructura formidable–que consistía en centenares de partes y requería un ejército de más de 8,000 personas para levantarla –aun cuando se quedaran solamente una noche. Para un judío, concluyó el Rebe, no hay tal cosa como “atravesar” un lugar. Cada momento en la vida tiene “permanencia”, en virtud del hecho que la Providencia Divina nos ha guiado a ese preciso tiempo y lugar para un propósito específico.

La segunda historia cuenta sobre un visitante que, al pasar por la casa del gran maestro jasídico Rab DovBer de Mezhritch (fallecido en 1772), se sorprendió de la pobreza que encontró allí. La casa de rabino no tenía muebles, salvo por algunos tablones de madera y bloques que serían de bancos para sus estudiantes durante el día y de camas para su familia por la noche. “¿Cómo puede vivir así?”, dijo el visitante. “Yo no soy un hombre rico, pero por lo menos en mi casa usted encontrará, gracias a Di-s, las necesidades básicas: algunas sillas, una mesa, camas…”

“De veras?” dijo Rabino DovBer. “Pero yo no veo ninguno de sus muebles. ¿Cómo se arregla sin ellos?”

“¿Qué quiere decir? ¿Usted cree que yo cargo todas mis posesiones conmigo dondequiera que yo vaya? Cuando viajo, sobrevivo con lo que está disponible. ¡Pero en mi casa–la casa de una persona es una cuestión diferente!”.

“Ah, sí,” dijo Rabino DovBer. “En casa, es absolutamente una cuestión diferente…”

¿La Torá permite cobrar intereses?

La respuesta es: depende.

Está escrito en la Torá (Shemot 22:24) “Cuando prestes plata a mi pueblo… no pondrás sobre él intereses” (Vaikrá 25:36) “No tomarás de él intereses” (Devarim 23:20) “No cobrarás intereses a tu hermano”. En un préstamo con intereses transgrede tanto el que presta como el que toma prestado. Así también todos aquellos que participan, por ejemplo, quien conectó al acreedor con el deudor. El escribano y los testigos (de haber) como así también, los garantes.

A la hora de hacer las compras debemos prestar atención a ciertas operaciones que se producen cotidianamente pero que no están permitidas, por ejemplo: si el vendedor nos ofrece el pago del producto a un precio en efectivo y recarga a plazo. Este recargo es interés y está prohibido.

En el caso de pagos con cheques, el cobrar del cliente los gastos del impuesto al cheque, está permitidos. El motivo es que no estamos pagando por la extensión del plazo de tiempo sino porque estamos pagando con un valor (el cheque) que no completa el pago, por causa de los impuestos que le quitan valor nominal.

También están prohibidos los intereses adelantados y los atrasados. Un ejemplo de interés adelantado seríia: El Sr. “A” quiere solicitar un crédito del Sr. “B” para ello le manda un regalo especial y luego le pide el préstamo. El caso de interés atrasado seríia: una vez pagada la deuda, el deudor le manda un lindo regalo al acreedor, en agradecimiento.

En la mencionada prohibición, la Torá nos prohíbe los préstamos entre hermanos de Su pueblo, lo que no incluye los préstamos que toma o da a quien no es miembro del mismo pueblo.

En el próximo número veremos que existe una forma permitida para realizar estas operaciones.

por el Rab. Iosef  Feigelstock

No quebrar sino santificar

“Y estas son las leyes” (Shemot 21:1)

Acabamos de leer, la semana pasada, en la Parshá de Itró, sobre la entrega de la Torá en el Monte Sinaí con voces y relámpagos. Ahora queremos saber qué es lo que contiene esta Torá, entregada desde el Cielo en un evento tan estruendoso. Comenzamos a estudiar esta semana sobre los preceptos entregados en Sinai y ¿qué vemos?: ‘Leyes’- preceptos simples y básicos, que hacen a la relación del hombre con su prójimo, instrucciones que nuestra propia lógica dicta seguir incluso sin un mandato de la Torá de por medio.

 Los párrafos de Itró y Mishpatim representan, a simple vista, dos extremos opuestos: En la Parshá Itró leemos sobre la revelación Divina, sobrenatural, celestial, la supra racional. Mientras que en el párrafo de Mishpatim se habla de temas terrenales, cotidianos, asuntos que también comprende la lógica del hombre simple.

VERDADERA UNIDAD

Desde una perspectiva más profunda, justamente estas dos Parshiot, cuyo contenido es tan opuesto, son dos etapas que se complementan en la extraordinaria innovación gestada por la entrega de la Torá. El objetivo del evento del Sinaí fue eliminar la brecha existente entre el mundo del espíritu y la realidad material, e introducir la Torá y la santidad literalmente en el seno del mundo; unificar el espíritu con la materia.

El principio radica aquí en que no se trata de que la santidad Divina desplace, anule y quiebre a la realidad terrenal, sino que ésta perdure tal cual es, en su carácter de una existencia material encadenada a las limitaciones de este mundo, y conjunta- mente con ello more ahí la Santidad Super- nal. Ésta es la verdadera unión del espíritu con la materia.

DESHACER LAS ESTRUCTURAS

La primera etapa de unión entre el espíritu y la materia es la descripta, en el párrafo de Itró: “Y descendió Di-s sobre el Monte Sinaí”1- la extraordinaria revelación Divina. Voces y relámpagos, un terrible temblor que conmovió al mundo todo. En las palabras del Midrash2: “el pájaro no gritó, el ave no voló, el toro no mugió… el mundo estaba ca- llado y silencioso” En el pueblo judío, esta revelación Divina causó una profunda anu- lación, al punto que escaparon del Monte y se pararon a lo lejos. Ésa fue la primera parte- Hashem descendió aquí ‘abajo’.

Pero el objetivo es, como se dijo, que este mundo no anule su ser, sino que prosiga funcionando como un mundo material- pero siendo un instrumento al servicio de la Santidad. Por ello fue necesaria la segunda etapa, la desarrollada en Parshat Mishpatim: este párrafo, que trata sobre las leyes mone- tarias y de daños y perjuicios, los temas re- almente mundanos, enseña cómo debe cumplir el judío los preceptos de Di-s dentro de su vida terrenal. Justamente son los mandamientos ‘sencillos’ y lógicos enumerados en esta Parshá, los que indican el camino a través del cual la santidad se enviste en el mundo, se acomoda en él, hasta convertirse en parte del mismo.

LA FE COMO BASE

La Parshá de Mishpatim nos enseña que santidad no se limita sólo a la anulación ab- soluta y la auto elevación más allá de la vida terrenal. Por el contrario, la santidad se manifiesta también en las pequeñas cosas de la vida cotidiana cuando se llevan a cabo de acuerdo al mandato de la Torá, como ser la indemnización del damnificado, la actitud correcta frente a un valor confiado en depósito, el pago del salario a su tiempo, etc. Esta es la manera de generar una verdadera comunión entre la Santidad Divina y la vida práctica y material.

Pero para que el judío previamente posea esta fuerza de introducir santidad también en el seno de la vida rutinaria, se requiere de la etapa de la Parshá de Itró- la revelación Divina sobrenatural. La base de todo es la fe y anulación absoluta a Hashem. Sólo como continuidad de ello se está en condiciones de santificar también a la vida cotidiana.

Likutei Sijot tomo 16, pag 242

Palabras egipcias en los diez mandamientos

El evento frente al Monte Sinaí, cuando el Altísimo le entregó la Torá, abrió con el primer mandamiento: “Yo Soy Hashem tu Di‐s…” El Midrash dice que el término Anojí, Yo Soy ‐está (dicho) en idioma egipcio.

Los diez Mandamientos concentran y sintetizan la totalidad de la Torá. Los dos primeros Mandamientos son los más sagrados, ya
que ‘Yo Soy’ y ‘No poseas’ los escuchamos de boca de la Guevurá (el Poder Divino) “Entre ambos, el primer Mandamiento es el de un
nivel superior, y la primera palabra‐ ‘Anojí’‐ Yo‐ se refiere a la misma Esencia de Di‐s (‘Anojí’ es la sigla de las palabras Aná Nafshí Ctavit Iehavit : ‘Yo mismo la escribí, la entregué’‐ y también significa “a Mí mismo Me He escrito y entregado”. ¡¿Cómo es posible que esta palabra esté en egipcio?!

Para entenderlo debemos profundizar en la esencia y objetivo de la revelación Divina en el Sinaí. La Torá no fue entregada sólo a
fin de preservar la santidad de la Lengua Sacra (=el hebreo bíblico); El Altísimo descendió sobre el Monte Sinaí para posibilitar la santificación y elevación espiritual de los elementos más bajos y más caídos.

También previo a la entrega de la Torá se estudió Torá; la santidad existía desde antes. Pero el objetivo de la entrega de la Torá radicaba en unir la santidad con la existencia material; santificar y elevar los elementos más lejanos del mundo de lo sacro y de la Torá.
Siendo que ése es el objetivo, éste se refleja de inmediato en la primer palabra de los Diez Mandamientos. Así se dan las fuerzas para
unir el idioma egipcio, símbolo del nivel más bajo, con el cenit de la santidad‐ con Di‐s mismo.

El hecho que Di‐s mismo se invistió en “el idioma egipcio”, enseña que el camino hacia El pasa por servirlo a través de las cosas
menores. Más allá de lo elevado que sea uno en su dedicación al estudio de la Torá y la Plegaria (lenguaje ‘sacro’)‐ sólo logra alcanzar
un nivel limitado de la santidad. Pero al Altísimo propiamente dicho, a Su Gloria y Esencia, se llega sólo a través del “habeís bajado a
Egipto” a través de elevarse con la conducta indicada por la Torá, los elementos materiales a la dimensión de la santidad.
Cuando el judío sale ‘de los cuatro cúbitos’ del estudio de la Torá y la plegaria, y se ocupa de la vida cotidiana terrenal como manda
la Torá, llega al Altísimo concretando Su Voluntad y el objetivo principal de la Creación y de la entrega de la Torá.

Más aún: ni siquiera es suficiente el cumplimiento de los preceptos, que se lleva a cabo con cosas terrenales, es deber del hombre
alcanzar el nivel del mandato de ‘Conócelo en todos tus caminos’, es decir, santificar la vida cotidiana, para que en ella se revele santidad.

Y debe saberse que este no es un detalle secundario, sino que en él se expresa el objetivo de la Torá. Sólo así puede el hombre unirse con Di‐s mismo‐ con el Anojí, ‘Soy el que Soy’

(Likutei Sijot, Tomo 3, Pág. 892).
Likutei Sijot Tomo 2, Pág. 523

El propósito de los mandamientos

Los Diez Mandamientos son, en varios sentidos, los destacados de toda la Torá. Pero el Midrash trae una declaración sorprendente: Se dice que la primera palabra de los Diez Mandamientos está en lenguaje Egipcio, ¿Qué significa?.

Los Diez Mandamientos son la síntesis de toda la Torá. Todo el Pueblo Judío los escuchó de Di-s. El primer mandamiento “Yo soy Di-s, tu Di-s, quién te sacó de la tierra de Egipto”, es la declaración básica de nuestra relación especial con el Infinito. La primera palabra, “Anoji”, significa “Yo soy”. Di-s está hablando de Sí mismo, y comunicándose con nosotros.

El Midrash es intrigante. Dice que esta primera palabra es Egipcia, porque Di-s quería hablarnos en el idioma que habíamos aprendido cuando estábamos en Egipto. Esto nos dice algo sobre la naturaleza de la Torá y de ser Judío. Di-s no quiere relacionarse con nosotros sólo en el nivel sagrado y espiritual de nuestras vidas, representado por el hebreo, la lengua Sagrada. Él quiere también llegar a la dimensión terrenal, “Egipcia”.

No debemos caer en la convicción  de que no tenemos este nivel más bajo. Sino, debemos tratar de controlarlo, luego elevarlo y por último, transformarlo en algo Sagrado.

Di-s nos ayuda en esto: Hay enseñanzas judías para cada aspecto de la vida, incluyendo lo más básico. Las Mitzvot nos conectan con Di-s en cada nivel de nuestro ser. Por esta razón, la primera palabra de los Diez Mandamientos, “Anoji”, es en Egipcio: Llega a la persona “Egipcia” dentro de nosotros y la transforma en Judío.

Punto de Encuentro

Los Sabios nos dicen que cada alma Judía estuvo presente en la entrega de la Torá. Fue un momento de encuentro de todo el Pueblo Judío.

El reconocimiento a Di-s que fue experimentado en Sinai, se mantiene en el corazón de cada judío, y en la chispa de su identidad Judía.

Durante esos cuarenta días y noches en el Monte Sinai, se le fue revelada toda la Torá a Moisés. Los Sabios nos dicen que “Cada nueva idea que podría haber sido sugerida por un estudiante en una discusión con su maestro, se la fue dicha a Moisés en Sinai”.

Sinai fue, por lo tanto, el punto de encuentro de Di-s, todo el Pueblo Judío y la Torá.

Por: Tali Lowenthal

La esencia de la tora fue entregada a las mujeres

En esta Parshá, la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, por medio de Moshé Rabeinu.

Los judíos escucharon allí los Diez Mandamientos.

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé:

Así hablaras a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel. Quien es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: se refiere a las mujeres. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito y dirás, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablaras debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. Encabezamiento de los preceptos no se refiere a la parte fácil sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros Yo Soy Di-s… y No tendrás otros dioses son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la rama de los 248 preceptos de hacer y el segundo de los 365 de no hacer (véase Tania I Cáp. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashíaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavi- tud por el mirito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, como en los días que saliste de Egipto os mostrará maravillas, también el Mashíaj vendrá en merito de las mu- jeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashíaj, quien nos revelará a todos la regla general de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, Tomo 31, Pág. 93.

Diezmo

La Torá nos ordena separar el diezmo de nuestras ganancias y entregarlo a caridad. 

Dar el diezmo, dicen nuestros sabios, trae bendición y abundancia material. 

¿Cómo calculamos el diezmo?

Asalariados: En el caso de una persona que es asalariada el cálculo es muy sencillo. Se calcula el diezmo sobre el sueldo neto (vale decir luego que se descontaron los impuestos, obra social y jubilación, etc.).

Autónomos: En el caso de quien es autónomo, es decir que presta sus servicios y los factura abonando al estado sólo un monotributo. Entonces el diezmo será calculado luego de descontar de los ingresos todos aquellos gastos vinculados directamente a su actividad. Esto incluye impuestos, jubilación, obra social, seguro de vida, A.R.T, la compra y mantenimiento de los instrumentos de trabajo. Estos cálculos pueden ser mensuales, o semanales según le sea más cómodo.

Actividad Comercial ó Productores: Quienes desarrollan una actividad comercial o son productores. Deben calcular el diezmo restando a los ingresos generados por las ventas todos los costos directamente relacionados con la venta o producción. Estos son: materia prima, sueldos, alquileres, impuestos, energía, publicidad, comisiones, transporte, etc.

Quienes por lo complejo de las operaciones comerciales no puede determinar cuánta es exactamente su ganancia neta, obrará de la siguiente manera; todo dinero que extrae de sus negocios para sus asuntos personales; ahorros, etc. Deberá sobre este valor retirar el diezmo para caridad.

A quienes hacen solamente un balance anual, vale decir que sólo a fin de año sabrá realmente a cuánto asciende su ganancia, recomendamos que mensualmente entregue a la caridad un monto aproximado y al fin del año cuando conoce los resultados exactos ajustará el diezmo para que sea exacto.

por el Rab. Iosef  Feigelstock

¿Por qué no actualizamos las costumbres?

Pregunta: ¿Puedes explicar por qué las leyes nunca pueden revertirse a su forma original? Por ejemplo, algunas festividades son dos días fuera de Israel por la dificultad del cuidado de los tiempos cientos de años atrás, pero es algo que ya está resuelto.

Respuesta:

Las costumbres tienen importancia como la Ley, ya que la Torá las reconoce como ley. Eso tiene sentido, porque la base de la Torá no es el libro sino las personas. ¿Cómo sabes que la Torá es verdadera? Porque la gente lo atestiguó, la aceptaron, y luego pasaron la tradición. Entonces, sin tradición, no tendríamos Torá.

Pero hay más que eso. En verdad, tu pregunta trata un tema central de la Torá. ¿Qué es la Torá? ¿Un libro o sabiduría? Si la Torá fuera un libro, entonces habría una “Torá verdadera”, como está escrita en el libro, y “La Torá disfrazada con costumbres”. De vez en cuando, sacaríamos un disfraz y lo remplazaríamos por otro. En otras palabras, estaría la Torá esencial por el libro, y conjuntos de disfraces desechables.

Pero la Torá no es un libro, es Sabiduría Divina que entra al mundo a través de las experiencias Judías colectivas. Lo que estaba escrito en un libro hace 3300 años es la Torá envuelta, como una semilla que contiene el ADN para todo el futuro. El pueblo judío es la Tierra en la que se planta la semilla. Di-s es el jardinero. La diferencia es que un jardinero no sabe cómo van a crecer sus plantas, pero este jardinero tenía todo en mente (debido a que Él está más allá del pasado y futuro).

Él planta la semilla que contiene todo envasado herméticamente en matices, códigos y anomalías, y ve su sabiduría desarrollarse en la historia y tradición.

Por eso, cuando el consenso colectivo judío, incluyendo los rabinos, las abuelas sabias, las madres lactantes y los hombres trabajadores, todos aceptan una tradición que surge de nuestra comprensión de la Torá, Di-s, por así decirlo, chasquea Sus dedos Santos y dice:

“¡Éxito! ¡Lo hicieron!” ahora la respuesta a tu pregunta es obvia:

¿Cómo podríamos desechar el éxito de Di-s?

Por Tzvi Freeman

Doble cariño

La Torá no se conforma con contar la cantidad de personas que llegaron a Egipto, sino que nos repite nuevamente sus nombres. ¿Por qué?.

La Parshá de Shemot comienza relatando la esclavitud en Egipto. Cuenta que sólo llegaron allí “setenta almas” y luego “los hijos de Israel crecieron, proliferaron, aumentaron y se fortalecieron mucho, muchísimo, y la tierra se llenó de ellos”, hasta que los egipcios comenzaron a atormentarlos y esclavizarlos.

La Torá no se conforma con contar la cantidad de personas que llegaron a Egipto, sino que nos repite nuevamente sus nombres, ¿por qué?.

Explica sobre esto Rashi: “Aunque ya los contó con sus nombres cuando estaban con vida, vuelve a hacerlo después de fallecidos, para mostrarnos el cariño que les prodiga. Han sido comparados (los hijos de Israel) a las estrellas, que al ponerlas y sacarlas del firmamento son contadas y llamadas por su nombre (por Hashem)”. Lo que se aprecia y se quiere, se vuelve a contar y llamar por su nombre.

Puntos de vista opuestos

Si bien, tanto el recontar como el nombrar repetidamente a alguien implica amor, en realidad expresan dos aspectos opuestos: el número destaca el punto en común de los elementos contados. Por ejemplo, al contar personas, la enumeración no hace diferencia entre uno y otro. El más grande no vale más que uno, y el más pequeño no vale menos que eso. En cambio el nombre refleja el aspecto singular que diferencia a esa persona del resto, el nombre está vinculado con lo que él es y sus cualidades específicas.

Debemos unir

En el judío están ambos aspectos: la esencia del judío, es esa chispa del alma que es “una parte propiamente dicha de Di-s”. Ésta es una característica común a todos los iehudim. El cariño que Di-s nos prodiga desde esta perspectiva se expresa en que Di-s nos cuenta, en el número, ahí cada judío es igual al otro. Además cada judío posee sus facultades específicas, su intelecto, sus emociones, su nivel de estudio de la Torá, su nivel de cumplimiento de los preceptos que se ponen de manifiesto y se destacan al llamar a cada uno con su nombre. El cariño que Hashem nos tiene por los logros específicos de cada uno, se expresa porque Hashem vuelve a llamar a cada uno por su nombre.

La verdadera perfección se alcanza cuando ambas virtudes se unen entre sí; cuando la “chispa judía” ilumina el alma del iehudí, penetrando también en sus facultades personales. Cuando se logra que el intelecto, las emociones y la conducta en la práctica se correspondan con la fuerza y la santidad de la esencia de la chispa judía, el “pintele id”. Y este es el sentido más profundo de las palabras de Rashi: “los contó con sus nombres…” Di-s unió la fuerza de la cuenta – la esencia del alma – con el nombre – las facultades conscientes y concretas de los judíos.

La fuerza para sobrellevar

Expresar cariño, significa también dar fuerzas. Di-s dio a conocer su cariño por los judíos, justamente al ingresar a la esclavitud de Egipto. Cuando el judío debe “medirse” con los obstáculos y dificultades de Mitzraim (Egipto) Di-s le da a conocer Su cariño especial y le da fuerzas para no dejarse impresionar por los conflictos que el cuerpo y el alma “animal” le presentan. Y que, al contrario, pueda completar su cometido y misión de refinar su cuerpo y alma animal a través de una vida de Torá y práctica de las Mitzvot, hasta, finalmente, salir de “Egipto”.

Y cuando la esencia de la “chispa judía” brilla en la persona, en su intelecto y en su conducta, ésta tiene la fortaleza para sobrellevar todos los obstáculos.

Likutei Sijot, tomo 6, pág 6.

No es lugar para un Ieudí

En el momento en que Iaakov llega a Egipto, rápidamente se dirige a su comunidad privada en Goshen, donde lleva su
vida alejado de la corrupta sociedad egipcia.
Ahora, cuando se prepara para morir, llama a su hijo Iosef y le suplica: “Por favor, no me entierres en Egipto”… ¡Sácame de Egipto!
Para asegurarse de que sus restos permanezcan en Egipto, Iaakov siente que necesita más que la palabra de Iosef. “Júrame”, le pide.
Y Iosef lo hace.
Cuando los resultados son esenciales, un juramento es una herramienta poderosa, ya que obliga a la parte comprometida a cumplir sus
deberes en todas las circunstancias.

¿Por qué era necesario un juramento en esta historia? ¿Era insuficiente la palabra de Iosef a su padre moribundo?
Iosef formaba parte de la misma sociedad de la que Iaakov luchaba por permanecer fuera.

A cada alma se le confía su propia misión. Iosef encontró su vocación en el corazón de la sociedad egipcia, dentro del vientre de la
bestia, donde trabajó para identificar y elevar las chispas Divinas dondequiera que se encontraran.

Iaakov reconoce que Iosef consideraría mantener cerca a su justo padre, incluso póstumamente, como un activo fundamental en
su esfuerzo por elevar a Egipto.
La única manera en que podía estar seguro del cumplimiento de su voluntad era conjurando a Iosef.
¿Por qué Iaakov estaba tan ansioso de ser sacado de Egipto? ¿Por qué no ser enterrado entre sus hijos, donde su presencia podría ayudar a reducir su sensación de aislamiento en el exilio?

Él sabía que sus hijos necesitarían ayuda para escapar de las cadenas de la esclavitud egipcia y sintió que estaría en la mejor posición para
ayudarlos a distancia. Para escapar de la prisión, necesitas que alguien de afuera te ayude.
Por eso fue transportado a la Tierra Prometida, mientras Iosef regresaba a las trincheras en Egipto. El juramento entre ellos sirvió como
un vínculo que Iaakov mantendría cuando llegara el momento de que sus hijos regresaran a casa.
S

e puede extraer una lección más de nuestra narrativa.
Mientras vivía en Goshén, Iaakov tenía excelentes pastizales para sus rebaños y una Ieshivá en las instalaciones: “lo mejor de la tierra
de Egipto”, tanto material como espiritualmente.
Aun así, le suplicó a Iosef: “Sácame de Egipto”.
Incluso en las mejores circunstancias, el exilio no es lugar para un iehudí.
Lo aprendemos de Iaakov, que no quería permanecer ni muerto en Egipto.