El Rey David

Shavuot es el aniversario del fallecimiento del Rey David.
¿Quién fue? ¿Quiénes fueron sus antepasados? 
¿Por qué decimos “DAVID, REY DE ISRAEL, VIVE Y EXISTE”,  “DAVID MELEJ ISRAEL JAI VE KAIAM”?

 

LOS ANTEPASADOS DEL REY DAVID

Cuando David nació en Bet-Lejem en la tierra de Iehudá -Judea- (en el año 2854 luego de la Creación -906 antes de la Era Común) estaba diez generaciones distante de Iehudá, uno de los doce hijos de Iaacov.

David pertenecía a la familia real de su tribu, que dio a Israel muchos príncipes y líderes. Uno de los remotos antepasados de David, Najshon, hijo de Aminadav, se hizo famoso en el Cruce del Mar Rojo, luego de la liberación de Israel de manos de los egipcios.

Fue el primero en saltar al mar, ante lo cual se dividió éste para dar paso a los israelitas.

Desde entonces, Najshón fue el más venerado de todos los príncipes de Israel. También fue el primero en traer sus ofrendas al Mishkán (Santuario Móvil del Desierto) que fue erigido al año siguiente.

El bisabuelo de David, Boaz o Ivtzán, fue el décimo Juez de Israel. Estos fueron los líderes de Israel durante el período que corre entre Iehoshúa y el Rey Shaul. Boaz, siguiente a Iftaj -Ieffe-, fue el décimo y gobernó durante siete años (2785-2792). Fue uno de los hombres más Sabios, grandes y piadosos de su generación. Sus posesiones eran muchas, y su generosidad fue famosa.

Cuando Boaz llegó a los ochenta años, se casó con Ruth, por quien un libro de la Torá (que también se acostumbra leer en algunas comunidades) lleva su nombre. Ruth era miembro de la real familia Moabita.

Su abuelo era el poderoso rey Eglón de Moav y, sin embargo, Ruth prefirió transformarse en una común mujer judía en lugar de en una princesa real de Moav. Todos sus sufrimientos y desgracias no hicieron vacilar la gran devoción que sentía hacia su nuevo pueblo. Aún entre las modestas y hermosas doncellas de lehudá, Ruth sobresalía por sus encantos propios; su modestia, su piedad, su devoción y su desinterés, se hicieron célebres.

¡Cuán ricamente fue recompensada! Se convirtió en una princesa de Israel – la esposa del Juez gobernante y la tatarabuela del Rey David. Vivió lo suficiente como para ver no sólo el glorioso reino del Rey David, sino también a Salomón ascender al trono de un Israel fuerte y glorioso.

A través de los años, las grandes tradiciones de la noble familia, hasta Iehudá y Iaacov, fueron preservadas por la Casa de Ishai, padre de David. He aquí una casa de sabiduría, piedad, bondad, generosidad y riqueza. Y los rasgos más nobles de sus célebres y grandes antepasados, fueron otorgados a David.

EL REY DAVID – AUTOR DE LOS SALMOS

No fue como el gran guerrero o el poderoso monarca que David ganó el eterno cariño de nuestro pueblo, y de todos los pueblos de la Tierra, sino como autor del Libro de los Salmos (Tehilim) “ Poesía Más Dulce de Israel”.

El Rey David continuó el aprendizaje tradicional de la Torá, siendo el sucesor espiritual del profeta Shmuel -Samuel-. Se rodeó de un grupo de profetas y sabios, y juntos estudiaron la Torá. No se preocupó de los placeres de la vida y el confort que su palacio real le brindaba y, a diferencia de otros reyes, se levantaba antes de la salida del sol para orar y cantar salmos de alabanza a Di-s, el Rey de los Reyes.

Los Salmos son himnos de alabanza al Di-s Todopoderoso, Creador del Universo. Hablan de la grandeza de Di-s, Su bondad y misericordia; Su poder de justicia. David derrama todo el contenido de su corazón en estos Salmos y da fe de su sincera y pura confianza depositada únicamente en Di-s. Muchos de los Salmos son oraciones y súplicas a Di-s que el Rey David decía en tiempos de peligro.

Algunos contienen buenos consejos, mostrando el verdadero camino de la felicidad a través de la virtud y el cumplimiento de los mandamientos de Di-s. De esta manera, los Salmos reflejan con asombrosa exactitud todos los variados incidentes que pueden ocurrir en la vida, tanto al individuo, como a toda la nación judía en carácter de sociedad. Verdaderamente, a través de la historia de David, su exilio y persecución, sus luchas y eventual triunfo, el pueblo judío, colectiva e individualmente puede encontrar un ejemplo y una profecía de su propia vida. No es de extrañar que el Libro de los Salmos ha servido, pues, a través de las edades y hasta el día de hoy, como fuente infinita de inspiración, coraje y esperanza.

LOS SALMOS

Entre los veinticuatro libros que componen el Tanaj, el Libro de Tehilím – Salmos- es el primero de los “Ketuvim” -la tercer parte del Tanaj, los Hagiógrafos-.

El orden de este último sector del Tanaj es el siguiente: Tehilím -Salmos-, Mishlei -Proverbios-, Iyov -Job-, las 5 Meguilot -Rollos (de Ester, Rut, etc.)- Daniel, Ezra -Esdras-, Nejemia -Nejemías- y Dibrei Haiamim—Crónicas-.

El Libro de los Salmos contiene, en su mayoría, cánticos de alabanza al Creador del mundo. Expresan la maravillosa e infinita Sabiduría Divina, y Su inmenso poderío, revelados a través de la naturaleza, a cada paso.

“Los cielos narran la gloria de Di-s y la obra de Sus manos dice el firmamento” expresa el Salmista en su plegaria y mientras continúa profundizando en las maravillas de la naturaleza, arriba a la conclusión de que “¡Cuán incontables son Tus obras, oh Di-s, todos las has hecho con sabiduría!”.

Muchos capítulos de esta obra hablan de la rectitud y equidad de Di-s, otros expresan el reconocimiento humano por el bien que emana del Creador, Su bondad y misericordia. Su constante Supervisión individual con cada una de Sus criaturas, desde la más grande hasta la más insignificante. A la par que medita sobre los intrínsecos caminos de la Supervisión Divina, el hombre se impregna de un sentimiento de seguridad, consciente de que el Todopoderoso no conoce descansos, estando siempre preparado y dispuesto a ayudarle. Este sublime pensamiento es reflejado por el Rey David cuando dice: “Di-s es mi pastor, nada ha de faltarme” o “Di-s es mi luz y mi salvación, ¿de quién he de temer?”.

Siguiendo este curso de pensamientos, el hombre llega a una concepción de su pequeñez. Empero, mano a mano, reconoce su responsabilidad como corona de la Creación, descubriendo cómo cada uno de sus actos tiene una resonancia en todos los planos del universo.

“Cuando he de observar Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que has establecido ¿qué es el hombre para que lo recuerdes, qué significa el ser humano para que lo rememores? (Salmos 8:5-6) Este tipo de pensamientos lleva al hombre a sentir un temor reverencial, un profundo amor a Di-s, incentivándolo en la búsqueda de la superación, imponiéndole metas más elevadas y puras, hasta que éste llega a un estado de éxtasis espiritual.

Otro de los aspectos que se detallan en los Salmos es el que comprende al arrepentimiento proveniente de lo más recóndito del corazón; la súplica acompañada de pedidos de perdón por las acciones que no son bien vistas a los ojos del Creador.

En otros capítulos se recalca la importancia que denota el fiel cumplimiento y observancia de los preceptos de la Torá, la perseverancia del hombre en la adquisición de buenas cualidades, llevadas a la práctica.

El capítulo 119 de los Salmos, el más largo de todos los libros del Tanaj, sigue el orden correlativo de las letras del abecedario hebreo, repitiéndose cada versículo -que comienza con una letra específica del abecedario- ocho veces.

Este capítulo tiene 176 versículos. Cada uno de estos versículos expresan, de algún modo, un aspecto de la Torá y las Mitzvot, utilizando diferentes expresiones: testimonio, camino, ordenanzas, decretos, preceptos, leyes-, etc.

En adición a los Salmos de orden individual, muchos de ellos son manifestaciones colectivas, en nombre de todo Israel, como cántico de agradecimiento ante situaciones históricas específicas, como el Éxodo de Egipto, la Revelación Divina ante el Monte Sinaí, etc.

El Libro de Tehilim contiene 150 capítulos y está dividido en cinco sublibros, cada uno correspondiente a uno de los libros del Pentateuco.

Asimismo, este Libro está también dividido -independientemente de la división mencionada- en siete partes, de acuerdo a los días de la semana.

El esfuerzo que realmente cuenta


El concluir el tercer libro de la Torá, recuerdo la oración tradicional que se recita al completar un tratado del Talmud. En él, agradecemos a Di-s por la gran oportunidad de esforzarnos en el estudio de la Torá. La oración contiene una línea que dice así: “Nosotros trabajamos y ellos trabajan. Nosotros trabajamos duro y recibimos recompensa, ellos trabajan duro y no reciben recompensa”.

La oración contrasta el estudio de la Torá con todas las demás formas de trabajo: mientras que el estudio de la Torá ofrece una compensación significativa, otros esfuerzos no lo hacen. ¿Es esto así? ¿No hay una compensación significativa en otros campos de trabajo? ¿En qué se diferencia el estudio de la Torá? La explicación radica en un examen cuidadoso de las palabras de la oración: “…trabajan y no reciben recom‐pensa.”

¿Por qué el autor de esta oración de acción de gracias eligió la palabra “trabajar” en lugar de “lograr”? La respuesta es que el estudio de la Torá tiene que ver con el esfuerzo y el “trabajo duro”, en contraste con otros esfuerzos o ciencias, donde el enfoque principal está en el logro y el producto final. El estudio de la Torá se trata principalmente de los medios, no tanto de los fines.

En otras áreas de la vida, ¿a quién le importa tu trabajo? Trabajar es solo un medio para un fin. No hay recompensa por el trabajo duro. De hecho, si pudiera realizar el mismo trabajo sin esforzarse, sería igual de bueno. No se da ninguna recompensa adicional por el trabajo duro. ¡Son principalmente los resultados los que cuentan! En el estudio de la Torá, sin embargo, es todo lo contrario.

Incluso si te esforzaras en el estudio de la Torá sin ningún resultado tangible, ¡eso en sí es digno de recompensa! La razón de esto es que, a diferencia de otras ciencias, el estudio de la Torá no se trata de acumular conocimiento. A diferencia de otros libros de autoayuda y manuales religiosos, la Torá no se trata solo de aprender a observar. El estudio de la Torá se trata principalmente de forjar una relación con Di‐s.

Cuando nos esforzamos en el estudio de la Torá y nos conectamos con la Fuente de la Sabiduría de Di‐s, estamos experimentando la unidad y forjando una relación con nuestro Di‐s, independientemente de si logramos dominar el tema que estamos estudiando.

La relación con Di‐s se experimenta principalmente mientras se trabaja y se estudia, no en los resultados o logros. Este pensamiento se repite en la porción de la Torá de esta semana, que nos dice: “Si andas en mis estatutos” (Levítico 26:3), explicado por Rashi como una referencia a “ocuparse en la Torá”.

Nuevamente, el énfasis aquí está en el esfuerzo y no tanto en los resultados. ¡Qué enfoque refrescante y contraste dramático con todas esas otras áreas, donde lo único que importa son tus resultados! Desde la perspectiva de la Torá, no nos importan tanto cuáles son tus calificaciones, o cuántos títulos y grados dominas en la vida.

¡Lo que más aprecia y valora Di‐s es el arduo trabajo y el esfuerzo que pones en tus estudios de Torá! La calidad y el esfuerzo durante el viaje del estudio de la Torá son mucho más importantes que el destino.

Cómo criticar con amor

Criticar a otra persona, no está prohibido. Sólo que hay un par de condiciones para prestar atención antes de comenzar.

La primera condición es asegurarse de que esta persona es tu mejor amigo. Ellos son los únicos que vale la pena criticar, no porque te escucharán, sino porque también tú corres menos riesgos de convertirlos en tus peores enemigos. Si la persona, que sientes la necesidad de criticar, no es tu mejor amigo, entonces precisarás pasar más tiempo con él. Averigua todo lo bueno sobre él, y busca la manera de ayudarlo. Eventualmente, se desarrollará una amistad.

También, tendrás que asegurarte que esta persona posea el mismo conocimiento, entendimiento y perspectiva sobre lo correcto e incorrecto que tú, antes de atacar sus decisiones. Si no es así, tendrás que pasar más tiempo estudiando y discutiendo juntos hasta que puedas apreciar y ver el punto de vista del otro. Una vez que ambos están en el mismo espacio de Torá y observancia de las mitzvot, y él es un buen amigo, está bien criticar, si es necesario. Y si recuerdas lo que había para criticar.

Si todavía no has tenido éxito en mejorar tu criterio de ser crítico, y sientes la necesidad de seguir criticando, hay una alternativa: Siéntate y critícate a ti mismo, desde el fondo de tu corazón, hasta que la otra persona escuche. Si viene de tu corazón, entrará en su corazón también.

Hay solo una manera de acercar a la gente a la Torá, ya sea tu amigo, cónyuge, hijo, o un completo extraño. No es con crítica, ni con argumentos, ni con juegos intelectuales; sino es atraerlos con las cuerdas del amor, mostrándoles tu fe en lo que ellos son y con acciones reales.

El amor puede fallar, y debemos saber que puede fallar. Ya que si el amor siempre fuera recíproco, ¿cómo podría haber amor sincero? Cada persona tiene libre albedrío. Sin importar qué tan fuerte tires de las cuerdas del amor en la dirección correcta, siempre dará la espalda y se escapará.

Pero si ya has hecho lo tuyo, has mostrado amor. Y ¿cuál es la recompensa de la Mitzvá del amor? Es la elevación de tu alma, y su alma, y la iluminación de la Luz Infinita sobre la comunidad de Israel y en todo el mundo. Es toda la Torá.

Un ave que nos enseña los principios de la providencia divina

“El Shalaj. Explican nuestros Sabios- es el (ave) que extrae peces del mar (-el pelicano)”
(Comentario de Rashi, VAIkRá 11:17)

Entre las aves impuras, prohibidas para la alimentación, que la Torá enumera en nuestra Parshá, se menciona también el Shalaj
1. ¿Qué es un Shalaj? Rashi comenta: “explicaron nuestros Sabios- es el (ave) que extrae-sholé- peces del mar” El Shalaj es el pelicano que se zambulle en las profundidades del mar y extrae de allí peces con los cuales se alimenta.
La Guemará2 cuenta sobre Rabí Iojanán, que cuando veía un pelicano proclamaba3:
“Tu justicia llega a las grandes profundidades” Comenta Rashi: “Tu justicia está presente también en la gran profundidad, puesto que preparaste un pelicano para hacer justicia, y ejecutar Tu venganza en los peces del mar, matando a quienes están predestinados a morir” Es decir, el pelicano reflejaba en los ojos de Rabi Iojanán, la forma como el Altísimo supervisa a Su mundo, y fija, incluso con los peces cuál vivirá y cuál morirá.

UNA PRUEBA PARA LA POSICIÓN DELBAALSHEM TOV
De este dicho de Rabí Iojanán, el Alter Rebe trajo una prueba4 para comprobar la veracidad de la posición del Baal Shem Tov, que todas las cosas que suceden en el mundo son en base a la supervisión de cada detalle por parte de la Providencia Divina5.

Es decir, que no sólo los sucesos relacionados con el reino humano están supervisados, sino que Hashem supervisa también cada detalle de lo que ocurre con el animal, el vegetal y el mineral. Esto es justamente lo que dice Rabi Iojanán, que incluso cuando un ave se zambulle al mar y saca un pez, esto lo lleva a cabo bajo la supervisión de Hashem, Que define cuál pez es el que será atrapado.

Efectivamente, el Baal Shem Tov enseñó que cada detalle y cada movimiento que tiene lugar en el mundo, está supervisado en detalle por Di-s, incluso una hoja que se desprende de un árbol, Di-s dirige el desprendimiento y fina hacia dónde rodará y caerá.

EN LAS PROFUNDIDADES DEL MAR
El hecho que la prueba para ello es un dicho talmúdico que hace referencia al pelicano, tampoco es casual. Hay una relación directa entre la esencia del concepto de la Providencia Divina sobre cada detalle y el pelicano, “que extrae peces del mar” El mundo, tal cual se ve a nuestros ojos, parecería como que es manejado por las leyes naturales.

No vemos la mano de Di-s que dirige las cosas y las supervisa. Sin embargo, las enseñanzas Jasídicas explican que el término hebreo teva- naturaleza- deriva de teviá- hundimiento (como en el texto7 “se hundieron- tuvú- en el Mar del Suf”) Tal como los elementos hundidos en el agua existen ahí de manera íntegra, sólo que no son vistos, así es como ocurre con la naturaleza (-teva-) que oculta, como que la Providencia Divina estaría hundida en su seno, hasta que parecería como que las cosas se hacen por sí solas.


Es aquí donde aparece el pelicano y nos indica que si queremos descubrir a la Supervisión Superior, debemos sumergirnos y extraerla de dentro del mar- ‘quitar la careta’ de la naturaleza y encontrar a la Providencia que está por detrás de la naturaleza.

POR DEBAJO DEL OCULTAMIENTO
El pelicano nos enseña que se debe meditar y observar por debajo de la ‘capa de agua’, por debajo de la cobertura de la naturaleza. Se debe profundizar y meditar en la esencia interior de las cosas, y entonces ha de descubrirse que también en las cosas casuales- por así decirlo- las que supuestamente son producto de la naturaleza, en realidad están siendo guiadas por la Supervisión Divina de cada detalle.
Esto ocurre hoy en día, el mundo materialista cubre y oculta la Verdad Divina.
Pero cuando tenga lugar la verdadera y completa redención a manos del Mashíaj,
realmente pronto, ahí se revelará esta verdad a los ojos de todos, como está escrito8: “y Ha de revelarse la Gloria de Hashem, y toda carne verá, juntos, que la boca de Hashem habló”

(LIKUTEI SIJOT, TOMO 7, Pág.54)

NOTAS: 1.Vaikrá 11:17 2.Julín 63,a 3.Tehilim 36:7 4.Ver Iahel Or de Tehilim, inciso 3 5.Moré Nebujim Parte 3, cap 17 al final 6.Ver Maamar Ma Tovu Ohaleja 5689, cap. 3 7.Shemot 15:4 8.Ieshaiahu 40:5

El esfuerzo de tus manos

“Seis días será hecho trabajo” (Shemot 35:2)

En el comienzo del párrafo bíblico de “Vaiakhel” la Torá relata que Moshé reunió a los hijos de Israel y procedió a ordenarles sobre el cuidado del Shabat. Entre lo dicho aparecen las palabras: “Seis días será hecho trabajo, y en el séptimo día será para ustedes sagrado, un Shabat Shabatón…” De este versículo aprendieron nuestros Sabios Z”L que no sólo el descanso sabático es una Mitzvá -mandamiento- sino que también lo es el trabajo de los seis días de la semana. “Tal como fue encomendado Israel con la mitzvá activa del Shabat, así también fue ordenado sobre el trabajo” (Mejilta de Rashbi). La labor y el trabajo realizados de acuerdo a las instrucciones de la Torá y con el propósito de servir a Di-s con el resultado de las mismas son también una suerte de servicio al Altísimo.

COMO QUE FUERA AUTOMÁTICAMENTE

A su vez este versículo nos insinúa el tipo de actitud que debe tener el judío hacia su trabajo de la semana. Moshé estaba hablando directamente al pueblo. Lo lógico entonces era decirle: “seis días hagan (o harán) trabajo”. Pero Moshé no dijo esto (hagan) sino será hecho. Cuando se le dice a alguien: “harás” esto implica que haya una acción e involucramiento por parte de la persona en la labor requerida. Pero cuando se dice “será hecha” la connotación es como que el trabajo se hará por sí solo, sin que el hombre deba invertir en ello sus fuerzas.

EL ESFUERZO DE TUS PALMAS

En realidad, esto es lo que la Torá pretende enseñarnos: es verdad, hay que trabajar durante los seis días de la semana. Esto es incluso, un mandamiento- una mitzvá. Pero no hay necesidad de introducir en el trabajo toda la cabeza, toda el alma. Se requiere del judío que recuerde constantemente que el trabajo no es el objetivo final de la vida, sino un medio para la manutención y similar. La verdadera vida es la del espíritu -el estudio de la Torá, la plegaria, la dedicación al cumplimiento de las Mitzvot, los actos de benevolencia. Este pensamiento se refleja también en el versículo: “cuando comas del esfuerzo de tus palmas dichoso serás y será bueno para ti”. El énfasis está en el término “el esfuerzo de tus palmas” Tan sólo las manos, es decir las fuerzas de la acción, debe invertirse en el comercio y el trabajo; pero la cabeza y el alma deben preservarse libres para estudiar Torá y servir a Hashem. Cuando el judío se comporta así, se hace meritorio del “dichoso serás y será bueno para ti”.

QUE EL SHABAT SEA UN SHABAT

Acerca de esto se puede preguntar: “¿si no invertimos en el negocio todas nuestras fuerzas y toda el alma, cómo aseguraremos su éxito y crecimiento?” A ello debe responderse que se requiere también creer en Di-s. El judío tiene fe que al fin y al cabo el sustento viene del Altísimo. La función del hombre es hacer el “recipiente” para recibir la bendición de Di-s y por ello debe trabajar y dedicarse a su actividad comercial, pero quien define si va a ganar del trabajo y cuánto, es Hashem. Siendo así, cuando Di-s dice que el judío no debe sumergirse totalmente en los negocios, esto mismo indica que el camino para recibir la bendición de Di-s y afianzar el negocio, es exclusivamente cuando se cumple con la Voluntad de Di-s y no cuando se actúa contrariamente a ella. Quienquiera desee el éxito de sus actividades comerciales, debe abstenerse de invertir en ello toda su alma, puesto que esto es lo que Hashem quiere y es Él Quien brinda la bendición. Cuando el judío trabaja durante los seis días de la semana, de acuerdo a las instrucciones de la Torá, también su Shabat es diferente. No tiene dificultad en dirigir sus fuerzas hacia los temas del espíritu, y no permanece pensando constantemente en sus actividades mundanas. De esta manera vivenciará una verdadera vida judía, tanto en los días de la semana y cuánto más, en el Shabat.

Likutei Sijot 1, Pág. 187

Ser y no ser

El Arca, que contenía las Tablas en las que estaban cincelados los Diez Mandamientos, era
un mueble maravilloso.
Aunque tenía dimensiones definidas, “dos codos y medio de largo y un codo y medio de ancho”, su presencia no ocupaba ningún metro cuadrado de la habitación que lo albergaba.
Dentro del Arca había dos juegos de Tablas:
1) Las Tablas originales, que Moshé rompió en pedazos cuando descubrió al pueblo judío adorando al becerro de oro.
2) Y el segundo conjunto de Tablas, que Di‐s con‐ cedió al pueblo judío tras su arrepentimiento.
Un Arca que es a la vez espaciosa y sin espacio.
Tabletas enteras y rotas colocadas una al lado de la otra.
¿Qué lección podemos sacar de esto?
El estudio de la Torá de Di‐s es un arte delicado que requiere un equilibrio entre habilidad y humildad.
Por un lado, el estudio de la Torá requiere cierto grado de presencia personal.
A diferencia del cumplimiento de los mandamientos de Di‐s, que se refieren en gran medida a “hacerlo”, en el estudio de la Torá, “obtenerlo” es un requisito importante.
El estudiante debe intentar comparar cualquier idea presentada por la Torá con las impresiones y experiencias de su propia vida.
Sólo cuando la idea se ha arraigado exitosamente en la imaginación del estudiante la lección está verdaderamente completa.

El problema de la definición

El filósofo probablemente explicará que Di‐s es existencia absoluta. O que Di‐s es la verdadera realidad de todas
las cosas.
El cabalista pronunciará algunas palabras misteriosas sobre la Luz Infinita, o tal vez simplemente “El Infinito”.
Explicará que la Luz Infinita, al ser infinita, se encuentra en todas partes, dentro de todas las cosas y más allá de todas las
cosas.
El iehudí simple te dirá que Di‐s es con quien hablas cuando las cosas se ponen difíciles, el único que realmente sabe lo que
hay en tu corazón, y también el único, dada su posición, que realmente puede encargarse de cualquier problema.
Y cualquiera que haya sido bendecido con una educación judía básica dirá que Di‐s es Quien creó el mundo, eligió a Abraham y su descendencia, sacó a nuestro pueblo de Egipto, se apareció a nuestros antepasados en el Sinaí e hizo un pacto eterno
con nosotros, como está registrado en Su
Libro sagrado, la Torá.
Por supuesto, están bien y todos están de acuerdo entre sí.
Pero ninguna de estas son definiciones.
Son descripciones de lo que Di‐s hace o de lo que Di‐s no es. Nada de esto define qué es Di‐s.
Y eso tiene sentido. Si Di‐s tuviera una definición, Él no sería Di‐s.
De alguna manera, el judío sabe intuitivamente qué es Di‐s. Es sólo que no hay palabras que puedan expresarlo ni ideas que
puedan explicarlo completamente.
Sin embargo, la Torá nos dice que hay cosas que podemos decir sobre Di‐s que son ciertos, y aún más que podemos decir que
no son ciertos.

El nivel más alto

¿Se puede perdonar el pecado? ¿Se puede borrar? ¿Puede transformarse en bueno? En Shemot leemos sobre el
Becerro de Oro.
Esta fue una transgresión desafortunada en la que participaron un gran número de judíos, combinando idolatría,
inmoralidad y asesinato.
Sabiamente, las mujeres de la comunidad se mantuvieron alejadas y también los levitas.
Después de esta traición masiva a Di‐s, Moshé tuvo que suplicar a Di‐s para evitar que el pueblo judío fuera destruido.
Durante cuarenta días suplicó, solo en el Monte Sinaí, y finalmente tuvo éxito.
Di‐s traería al pueblo judío a la Tierra Prometida, y las Tablas rotas de la Ley serían reemplazadas.
Se nos presenta otro aspecto de Moshé: la persona que busca el nivel más profundo de contacto con Di‐s. Él pregunta:
“Muéstrame Tu Gloria” .
Moshé quería alcanzar la mayor intimidad de la Divinidad posible para un ser humano.
Di‐s respondió que pondría a Moshé en la grieta de la roca y le otorgaría una visión de algo de la Gloria Divina.
Sin embargo, no todo puede ser revelado, porque “el hombre no puede verme y vivir”.

Luego viene la revelación prometida.
Este es uno de los momentos más notables en la vida de Moshé en toda la Torá.
Lo interesante de esta revelación de Di‐s, es que viene en forma de Tefilá.
Di‐s enseña una plegaria a Moshé, una oración que recitamos en la sinagoga. Se llama los “Trece Atributos de Misericordia”:
“Di‐s, Oh Di‐s, misericordioso, amable, lento para la ira, con gran amabilidad y verdad, guardando la bondad por miles de generaciones, perdonando pecados y transgresiones, limpiando”.
En las Festividades, esta oración se canta cuando el Arca es abierta. También se repite varias veces en el servicio en Iom Kipur.
Es una plegaria que tiene el poder de despertar la Misericordia de Di‐s. Debe decirse con sinceridad, como una expresión de arrepentimiento.
El efecto de la Misericordia de Di‐s es perdonar, más aún, borrar los pecados como si nunca hubieran sucedido.
Un tema mencionado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch, basado en el Talmud, es que otro nivel de arrepentimiento es transformar el efecto de las transgresiones en el de las buenas obras…
¿Cómo puede ser?
El pecado deja una “mancha” en el aspecto espiritual de la persona. Los niveles más altos de arrepentimiento alcanzan la interioridad de Di‐s, provocando un resplandor Divino que limpia la mancha.
El arrepentimiento puede ser tan profundo, tan lleno de amor por Di‐s, que ahora se alcanza un nuevo nivel de bondad y santidad, que sólo podría lograrse mediante el arrepentimiento.
Por lo tanto, el efecto de lo que comenzó como malo, transformado por el poder del arrepentimiento, es el logro de un nivel superior de bien.
Los Sabios nos dicen: “El lugar donde están los arrepentidos, no puede ser alcanzado por aquellos que nunca han pecado”
Esta fue la revelación de la Gloria de Di‐s, expresada a Moshé mientras se escondía en la grieta de la roca, solo en el Monte Sinaí.
La Tefilá que revela el poder de la Misericordia infinita de Di‐s, el poder exaltado del arrepentimiento.

El Becerro de oro ¿espiritualidad o hedonismo?

Luego de una apasionada recepción de los Diez Mandamientos, el pueblo, impaciente por el descenso de Moshé de la montaña, hizo para sí un nuevo dios, un becerro de oro. Examinemos de cerca el texto y quizá debieran hacerse algunas observaciones. 

¿Podemos encontrar alguna exoneración para su idolatría? 

Moshé estaba demorado en bajar de la montaña, así que la gente le demandó a Aharón un “dios que irá delante nuestro”, ya que el Moshé que dirigió al pueblo desde Egipto no estaba. ¿No era éste un pedido religioso sincero por lo Divino? ¿No era su rechazo hacia Moshé (y hacia todo lo que había enseñado) justificado, siendo que Moshé estando en la cima simbólica de la montaña estaba demasiado exaltado para gente ordinaria, sin importancia para ellos? Él era ideal para las responsabilidades del pasado, pero ¿acaso el pueblo no precisaba un nuevo dios, que vaya “delante de ellos” para enfrentar los problemas de un nuevo mundo? 

El pueblo no era avaro, ellos dieron sus más preciadas posesiones y trajeron las más generosas ofrendas sin perder ni un momento. Quizá la indicación de sus verdaderos sentimientos se encuentra en la sentencia “y el pueblo…se levantó a pecar”. Su insistencia por un dios que pudiera comprender, su andar a tientas por una fe progresiva entonada con los tiempos en los que puedan abrazar, pueden incluso inspirar respeto en los mortales insignificantes sin miedo, lidiando con los insolubles misterios eternos. Podemos incluso ignorar la asquerosa forma que tomó su dios. Pero cuando todo su éxtasis religioso e inspiración terminó en una nota de lujuria, de liberación de su auto disciplina, de despojarse de los restos de Judaísmo, de pasarla bien, entonces sus motivos son sospechosos. ¿Buscan a Di-s o intentan escaparse de Él?

 Ningún ideal puede ser examinado por sus expresiones verbales. Clamores espirituales no son una indicación de espiritualidad. Las acciones que lo inspiran son la medida del ideal que vale la pena. El judaísmo no es una prédica piadosa, sino que es vivir de acuerdo a las enseñanzas de la Torá.

Por Zalman Posner

Cuarenta días en el Monte Sinaí

“Pan no comió y agua no bebió” (SHEMOT 34:28)

Cuando Moshé subió a los Cielos para recibir la Torá, estuvo allí cuarenta días y cuarenta noches. La Torá atestigua sobre ello: “pan no comió y agua no bebió”. Se plantea la pregunta: ¿Es posible semejante cosa? ¡El mismo Maimónides dictamina en Leyes de Juramentos que, debido a que es imposible subsistir más de siete días sin comer, si la persona jura que no comerá por siete días, debe considerarse  esto  un  juramento  en vano!.

ALEGRÍA INMENSA

Existen tres explicaciones sobre el tema:

1) Inclusive mientras Moshé se encontraba en el Cielo, se seguía comportando   como   un   ser   humano normal. Su cuerpo requería de alimento, líquido y descanso. Sólo que Hashem produjo un milagro diario y cque hacía que, a pesar de la condición humana de Moshé, pueda vencer su naturaleza y permanecer con vida y totalmente activo, sin necesidad de beber o comer.

2) No tuvo lugar aquí ningún milagro, sino que se trataba de una situación que aunque excepcional, estaba dentro de las leyes de la naturaleza. Cuando Moshé subió al Monte  Sinaí, lo embargaba, por un lado, una inmensa alegría  y  simultáneamente,  su  mente estaba totalmente concentrada en la captación de la Divinidad y la Torá abstraída de todo tema ajeno. Su extraordinaria dedicación mental y el regocijo por lo que recibía y percibía, robustecieron tanto a su mente y a sus fuerzas espirituales, a punto tal que vencieron y anularon sus necesidades terrenales. Su cuerpo  estaba  hambriento  y  fatigado, pero Moshé no sintió en absoluto las exigencias del mismo.

3)  Al  subir  Moshé  al  Monte Sinaí, su naturaleza humana se cambió por la de los ángeles. Así como estos no necesitan de alimento ni bebida, de la misma forma, Moshé podía prescindir de los mismos. Su cuerpo se elevó al nivel de un ángel celestial. De acuerdo a esta interpretación, no sentía hambre, sed ni cansancio. En el nivel espiritual en el que se encontraba no existen semejantes sensaciones.

MILAGRO CONSTANTE

Podemos explicar entonces, que cada uno de estos conceptos se puede aplicar a cada una de las tres oportunidades en las que Moshé subió al Monte Sinai. Cuando ascendió por primera vez, para recibir las primeras Tablas de la Ley, fue objeto de un milagro constante, que impedía que necesitará de elementos materiales para subsistir. Las Tablas eran de origen Divino, y también lo era “la escritura de Di-s”, y ese manejo milagroso se ex-tendió también a Moshé.

La  segunda  oportunidad  en  la que subió, era para pedir perdón por el pecado del becerro de oro. Se encontraba entregado a sus rezos y súplicas por el pueblo de Israel, y sus necesidades  físicas  quedaban  totalmente relegadas pudiendo subsistir sin ellas.

COMO UN ANGEL

La tercera vez, cuando subió a reci-bir las segundas Tablas, llegó a una ele-vación espiritual tan grande, que logró que su cuerpo se transformara al nivel de un ángel. Por eso mismo, sólo luego del tercer ascenso tuvo el privilegio de recibir los “karnei or” (rayos de luz) que irradiaban de su rostro. Ellos testifican el refinamiento de la propia materia de su cuerpo. El mismo semblante de Moshé irradiaba la luz de su alma.

(Likutei Sijot Tomo 36, Pág. 172)