La Torá habla en detalle sobre los viajes de los Hijos de Israel a través de los años en el desierto. La Torá especifica cada uno de los cuarenta y dos viajes que hicieron.
La Torá no nos cuenta cosas sin razón. Siempre hay una enseñanza que podemos tomar para nuestras vidas.
Todos nosotros hemos emprendido muchos viajes a lo largo de nuestras vidas, tanto físicos como espirituales. Hacemos muchas paradas en el camino. Estas paradas son importantes, son etapas hacia nuestro destino. Es todo muy fácil, una vez que llegamos y nos olvidamos de todo lo que pasamos. A veces nos olvidamos de las personas que nos ayudaron durante el recorrido.
La Torá nos recuerda que a pesar de que hayamos llegado a nuestro destino, siempre debemos ser conscientes del camino que nos llevó, y no dar por sentado los que nos han alentado y guiado a través de nuestros “viajes”. Esas etapas previas pueden parecer como “piedras” en el camino una vez que llegamos a la meta, pero son importantes. En aquél momento representaron un paso más cerca hacia nuestro destino. Siguen siendo importantes ahora, porque sin ellos no estaríamos donde nos encontramos ahora.
Un joven estaba viajando desde Jerusalém hasta Galilea. Llegó a un cruce de caminos de cuatro vías y vio que el cartel se había caído.
Ahora no tenía forma de saber qué camino tomar. ¿Qué iba a hacer?
La respuesta fui simple. Sabía de donde venía, Jerusalém. Arreglando las señales de tal forma que Jerusalém quedara apuntado el camino en el que venía, pudo darse cuenta qué camino tomar.
Cuando sabemos de dónde venimos, podemos saber hacia dónde nos dirigimos. Esta porción de la Torá nos recuerda esto. Que todos podamos luchar y finalmente llegar a nuestro destino.
Por: Mordejai Wollenberg