PARA PENSAR, COMPARTIR CON AMIGOS
Y LLEVAR A LA PRÁCTICA
Beshalaj: el síndrome del faraón
Enseñanza semanal Parshat Bó
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Y LLEVAR A LA PRÁCTICA
Bó: Aprendiendo de la experiencia
Parashá en Síntesis: Bo
EI valor numérico de la palabra “Bo” en hebreo es 3 y en la Parashá que lleva este nombre se describen las tres últimas plagas de Egipto: langosta, oscuridad y muerte de los primogénitos.
Di-s le dijo a Moshé que fuera (“ve”) a anunciarle al Faraón la próxima plaga, la de langosta,
luego de la cual el país queda devastado, ya que las langostas eran insaciables; no sólo se
comían la vegetación, árboles y grama, también devoraban las pertenencias de los egipcios.
El castigo de los egipcios se prolongó por doce meses, aún cuando cada plaga duraba una
semana. La generación del diluvio también fue castigada por doce meses.
Cada plaga fue dirigida contra alguna de las deidades que los egipcios adoraban (el Nilo; las ranas, signo de fertilidad; el carnero sagrado, etc.) y fueron la expresión del poder de Di-s como único Creador que dirige todas las esferas y astros, y puede producir milagros incluso contrariando la naturaleza. Las plagas sirvieron para demostrar la supremacía de la divinidad de Di-s por encima de la brujería y la magia negra,que tenía su máxima expresión en Egipto.
Las tres primeras plagas fueron traídas por Aharón; el granizo, la langosta y la oscuridad,
por Moshé; las bestias salvajes, la peste y la muerte de los primogénitos, directamente por
Hashem (Di-s), y la sarna, por los tres juntos.
Di-s mandó diez plagas a Egipto para castigar al Faraón, quien negaba la existencia del Creador del Universo, un Universo que fue creado a través de diez dichos o pronunciamientos; las plagas emergieron de todos Ios elementos existentes: agua, tierra, aire y fuego, para demostrar que todos derivan de y son manejados por Di-s.
Las diez plagas no son un mero conjunto de eventos sobrenaturales que destruyeron el
imperio egipcio, hace unos 3.300 años. La Torá representa un modelo para la vida, un manual de la raza humana, Y por Io tanto los episodios que narra tienen un carácter espiritual y atemporal que de manera continua ocurren en el corazón del hombre.
La Cabalá enseña que cada alma humana se compone de diez puntos de energía, diez características que definen la personalidad y que reciben el nombre de Sefirot (“puntos de luz”). Cada persona tiene la opción de refinar estos diez atributos de manera que expresen su luz divina interior, o por el contrario, pervertirlos.
El antiguo Egipto, en su plan de eliminación de todo un pueblo, pervirtió los diez atributos del alma de sus ciudadanos. La energía negativa generada por la perversión del espíritu humano retorno de nuevo a Egipto en forma de diez plagas que asolaron el país.
En nuestra vida personal, Egipto refleja un estado de disfunción psicológica, en la que uno o
varios de los atributos del alma se distorsionan, lo que dificulta la capacidad del ser humano
para la verdadera autorrealización y plenitud. Cuando no somos capaces de enfrentar
nuestros propios demonios, nuestros atributos perversos pueden volver a nosotros también en forma de plagas psicológicas.
El primero de Nisán, Di-s le dijo a Moshé y Aharón que saldrían de Egipto ese mes y que el mes de Nisán debía contarse como el primero del año.
Esto nos señala la importancia del evento del Éxodo, ya que todos los meses se cuentan
teniéndolo como referencia: en vez de darles nombres específicos, se les enumera en relación con la salida de Egipto.
Así sucede con los días en hebreo, que se enumeran en relación con el Shabat (primer día,
segundo día, etc., respecto al Shabat).
Desde la Creación del mundo hasta la salida de Egipto, Di-s fijaba el comienzo de cada mes. A partir de la creación de Benei Israel como pueblo, les instruye con la mitzvá (precepto) de Rosh Jodesh (bendición del mes), que será determinada por el Bet Din o Tribunal a partir del reporte de dos testigos, quienes observarán la luna nueva.
En la actualidad se sigue un calendario fijo establecido por Hilel Hanasi, en el que está indicado el comienzo de cada mes, cuando se bendice.
El calendario judío es lunar, con ajustes al calendario solar, porque Pésaj debe ocurrir -según la Torá- en primavera.
Los judíos son comparados con la luna, cuya luz va disminuyendo hasta que desaparece, pero es precisamente en ese instante cuando renace la luna nueva, para crecer en forma constante.
En sus distintas épocas, la historia judía refleja el ciclo lunar. En el exilio de Egipto, luego que la opresión llegara a su punto máximo, comenzó la renovación de la esperanza.
Hay que recordar que la parte más oscura de la noche es aquella que precede al amanecer.
Antes de salir de Egipto, cada familia judía tenía que sacrificar una oveja (Korban Pésaj) que era una deidad para los egipcios-y además, quienes no estuvieran circuncidados, tenían que hacer este rito.
Después de la décima plaga, la muerte de los primogénitos -en la cual fallecieron miles de egipcios (porque en cada familia había varios, debido a la promiscuidad existente), además de los animales que adoraban-, el Faraón rogó a Moisés que se llevara a su pueblo.
La salida de Egipto se produce el 15 de Nisan del año 2448 desde la creación del mundo, cuya celebración se hace en Pésaj, que debe festejarse para siempre.
Además de las innumerables menciones de la salida de Egipto en las plegarias y la celebración de pésaj cuando se lee la Hagadá, hay dos mitzvot que sirven para recordarla.
Una es Pidyon Haben: cuando Di-s salvó de la muerte a los primogénitos judíos, decretó que éstos le pertenecían por Io tanto, los padres deben redimir al primogénito, comprándoselo a un Cohén treinta días después de nacido. La otra es la mitzvá de los Tefilin, en cuyo interior se encuentran los versículos alusivos a la salida de Egipto. Esta
mitzvá debe ser observada por todo varón judío después de cumplir trece años.
A Egipto llegaron setenta personas y salieron 600 mil.
Enseñanza semanal Parshat Vaerá
PARA PENSAR, COMPARTIR CON AMIGOS
Y LLEVAR A LA PRÁCTICA
¿Por qué justo diez plagas?
Parashá en sintensis: Vaerá
Maimónides: su vida y sus obras
Una identidad transformada
PEQUEÑOS PROFETAS
La vida se había complicado para los hijos de Israel en Egipto. Cada día traía consigo un nuevo decreto del Rey Paró, haciéndoles la vida miserable a los Hebreos. Pero había por lo menos una familia que le daba esperanzas a los demás. Era la familia de Amram, el hijo de Kehot y bisnieto de Iaakov. Él y su esposa Iojeved, tenían dos hijos pequeños, Miriam y Aharón.
Un día, Miriam comenzó a aplaudir y dar vueltas por toda su casa diciendo: “Voy a tener un hermanito que salvará a nuestro pueblo de las manos de los Egipcios”.
Las palabras de Miriam pronto se hicieron realidad.
El séptimo día de Adar, Amram y Iojeved tuvieron un hijo varón, el cual inmediatamente llenó de luz el hogar. Las nubes se despejaron y el sol brilló más que nunca. Amram se acercó a su pequeña hija y la besó diciéndole: “Mi querida hija, ahora veo que tenías razón. Tu pequeño hermano no es un bebé común. Él va a ser nuestra salvación”.
Por tres meses, los alegres padres escondieron al bebé de los oficiales de Paró, quienes iban de casa en casa buscando bebés judíos para tirarlos al río. Al final de los tres meses, los oficiales comenzaron a buscar en la casa de Amram, y él, junto con Iojeved, sabían que no podían esconderlo por mucho tiempo más. Entonces Iojeved dijo: “No puedo proteger más a mi bebé, sólo Di-s puede hacerlo. Voy a dejarlo en Sus manos”.
Diciendo esto, Iojeved hizo un pequeño cesto de hierba y lo cubrió con brea por fuera para que resista el agua. “Haz que mi bebé no sufra el olor a brea”, dijo, es por eso que no le puso brea por dentro. Luego puso al bebé en el cesto, lo llevó a Río Nilo y lo escondió entre los juncos.
EL FATÍDICO DÍA
Con lágrimas en los ojos, volvió a casa. La pequeña Miriam permaneció cerca del río para ver qué le podría pasar a su hermano.
En ese preciso momento, los Ángeles se reunieron ante Di-s suplicándole por el pequeño bebé. “Oh Di-s”, dijeron, “Tú has prometido que llegaría el día cuando los hijos de Israel serían liberados de Egipto, y dada tu sagrada Torá eso sería el sexto día de Siván. Hoy es ese día, ¿dejarás que este niño tenga hambre y esté expuesto en las aguas del Nilo?”
Inmediatamente, Di-s ordenó al sol que brillara fuertemente, provocando que todas las mujeres y niños Egipcios vayan al río Nilo a refrescarse.
La princesa Batia, hija del Rey Paró, llamó a sus sirvientas, quienes también fueron a bañarse al río.
De pronto, la princesa notó un pequeño cesto en los juncos del río. Envió a una de sus sirvientas para que lo recogiera, pero la malvada dijo: “¿Para qué molestarse, princesa, con un pequeño cesto que seguramente hay un bebé Judío escondido? ¿Acaso nuestro rey no ordenó que todos los bebés sean arrojados al río sin lástima?
La princesa había perdido el uso de sus brazos por una enfermedad, y pensó: “Si sólo pudiera usar mis mandos, podría agarrar el cesto yo misma”. En ese preciso momento, aquél pensamiento provocó que algo extraordinario ocurriese. De pronto pudo sentir que sus manos estaban fuertes nuevamente. La princesa se acercó hasta los juncos y tomó el pequeño cesto con sus propias manos.
Cuando lo abrió, encontró un pequeño bebé con una cara iluminada, que brillaba como el sol. La princesa tuvo lástima de él y dijo: “Seguramente es uno de los infortunados bebés judíos. No seré tan malvada como mi padre, yo lo salvaré”.
EN LOS BRAZOS DE SU MAMÁ
La princesa le ordenó a una de sus sirvientas egipcias que lo alimentara, pero en el momento en el que la señora lo agarró, comenzó a llorar y se rehusó a ser alimentado. La princesa le ordenó a otra sirvienta que lo hiciera, pero nuevamente no pudo.
En ese mismo momento, Miriam se encontraba a muy poca distancia de allí, mirando atentamente todo lo que estaba pasando con su hermano, sin decir una palabra. Cuando escuchó a su pequeño hermano llorar, se acercó y le dijo a la princesa: “¿Llamo a alguien para que alimente al niño?”
“Por favor, hazlo”, dijo la princesa, “y te recompensaré”.
Miriam volvió a su casa, y le dijo a la mamá todo lo que había pasado en el río. “¡Rápido madre” dijo, “la princesa está esperando, el bebé tiene hambre!”.
Iojeved corrió hasta el río, y a penas sostuvo al bebé en brazos, este paró de llorar y comenzó a sonreír. La princesa también comenzó a sonreír, y le dijo a Iojeved: “Te pagaré dos shekels cada día si le das de comer a este bebé por mi”.
“Estaré sumamente contenta de hacerlo”, dijo Iojeved.
“Bien, te confío al bebé por dos años” dijo la princesa, “pero recuerda que al final de los dos años, deberás traerlo al palacio, sano y salvo”
“Será el niño de mis ojos”, dijo Iojeved, y si lo llevó a su casa.
LOS SIETE NOMBRES
Iojeved cumplió con su promesa, y al final de los dos años, le llevó el bebé a la princesa. Batia estaba contenta de verlo. Nunca antes había visto a un niño tan lindo.
“¿Cómo lo llamas?”, le preguntó Batia.
“Le dimos seis nombres” dijo la mamá. “Jered, Javer, Yekutiel, Avigdor, Avi-Sojo y Avi-Zonoaj”
“Le daré un séptimo nombre” dijo Batia. “Lo llamaré Moshé, porque lo saqué del agua”.
Di-s dijo: “Debido a que Batia fue tan amable y misericordiosa, el niño será llamado por el nombre dado por ella”.
Desde ese día, Moshe se quedó en el palacio, y la princesa lo amaba tratándolo como si fuera su propio hijo. Cada uno que venía al palacio y veía a Moshe, admiraba su inusual belleza y buenos modales. Incluso el malvado Paró lo amaba y jugaba con él.
Por: Nissan Minde