¿Por qué celebrar en una tumba?

Rabi Shimón Bar Iojai, fue uno de los más grandes sabios del pueblo judío. Alumno de Rabi Akiva, vivió en la época de las persecuciones romanas. Se decía de él que toda mujer debe orar para que su hijo pueda emularlo, y que por lo excepcional que era, su mérito fue suficiente para proteger a toda su generación.

Los romanos condenaron a Rabí Shimón a muerte por sus declaraciones contra el gobierno. Pasó a la clandestinidad junto con su hijo Elazar. Se escondieron en una cueva durante 12 años, pasando ese tiempo estudiando Torá.

Cuando salieron, se habían elevado a tales alturas de santidad y comprensión Divina que veían el mundo desde una perspectiva diferente de la persona promedio.

Compuso muchos volúmenes de comentarios de la Torá, pero es más conocido por el Zohar, la obra fundamental de la Cábala. Rabí Shimón pidió que el aniversario de su muerte, 33 del Omer, esté marcado por grandes celebraciones, especialmente en el lugar de su tumba en Merón.

Es inusual celebrar en un Iortzait así. Una fuente de esta antigua costumbre se basa en el hecho de que la sentencia de muerte contra Rabí Shimón fue anulada por un milagro. Ya que a los asesinados por los romanos se les negaba sepultura, la celebración es en su tumba, y Rabi Shimón murió de muerte natural.

La antigüedad y la continuidad de estas costumbres se evidencian por los registros en el diario de un viajero que data de 1522, “… El 15 de Iyar una gran caravana se formó en Meron, más de mil almas estaban allí, porque muchos vinieron de Damasco con sus esposas e hijos, y la mayoría de la comunidad de Safed, y toda la comunidad de Levukim, que es un pueblo cerca de la cueva donde Rashbi y su hijo estaban escondidos… y pasamos dos días y dos noches [coincidiendo con Lag Baomer] de celebración y regocijo”.

¿POR QUÉ CELEBRAR EN UNA TUMBA?

El hombre que vivió en el futuro

Esta semana- el 25 y 26 de mayo – , judios de todo el mundo celebran la vida de un hombre que, literalmente, vivió en el futuro. Lag Baomer, el día 33 de la cuenta del Omer, es el día del fallecimiento de Rabí Shimon Bar Iojai, que estuvo en la segunda generación después de la destrucción del Templo, hace unos 1.900 años. 

Rabí Shimon es el autor del Zohar (el libro más básico de la Cabalá), Mejilta (una obra midráshica central), y de cientos de leyes y enseñanzas citadas en el Talmud. Desempeñó un papel fundamental en la historia de la transmisión de la Torá a través de los siglos, tanto en su “manifiesto” (es decir, talmúdico-halájico) así como lo esotérico (místico – cabalístico). Si hay algo que caracteriza la vida de Rabí Shimón Bar Iojai, es que habitaba una realidad que, para la mayoría de nosotros, todavía está en el futuro: la realidad del Mashíaj, el mundo mesiánico de la redención, la armonía y la perfección. Se dice que, para él, el Templo Sagrado nunca fue destruido, el pueblo de Israel nunca entró en el estado de galut (exilio físico y la alienación espiritual), y el mundo había alcanzado la perfección Divina de la Era del Mashíaj.

El Midrash nos cuenta una historia: Cierta vez, un discípulo de Rabí Shimon dejó la Tierra de Israel y se volvió un hombre rico. Los otros discípulos vieron esto y sintieron envidia y quisieron irse. Rabí Shimon los llevó a un valle frente a Meron y dijo: “¡Valle! ¡Valle! ¡Llénate de monedas de oro!” El valle comenzó a atiborrarse de monedas de oro delante de sus ojos.

Dijo Rabí Shimón a sus discípulos: “Si es oro lo que ustedes desean, aquí tienen oro; tómenlo. Pero todo el que toma ahora, está tomando su parte del Mundo por Venir. Pues el premio de la Torá es sólo en el mundo venidero” (Midrash Raba, Shemot)

El Rebe de Lubavitch explica un significado más profundo de esta historia: La Torá es el canal a través del cual toda la vitalidad y el sustento de la creación fluye desde arriba.

Así que todo en nuestro mundo, desde las bendiciones espirituales más elevadas a la riqueza mundana que viene en forma de monedas de oro, es suministrado por la Torá. 

Pero nuestro mundo es un lugar de ocultamiento y engaño.

Las cosas nos llegan, pero su origen sigue siendo oculto; Podemos ver el resultado, pero tenemos una percepción distorsionada de su causa. En nuestra realidad, es posible ver que mientras que la Torá es la fuente de todo el oro del universo, uno- cuya vida está dedicada a la Torá- puede sufrir la pobreza, mientras que uno que abandona la Torá puede parecer adquirir riquezas. Ese es nuestro mundo. 

El futuro del mundo del Mashíaj, sin embargo, es el mundo de verdad. En el que la mano es visible dentro del guante, la causa es evidente en el efecto, y la fuente de todo, se revela sin distorsión. En el Mundo Venidero, es claramente visible que incluso el oro físico fluye desde el conducto de la Torá.

Rabí Shimon Bar Iojai habitaba en la realidad futura. Sus discípulos, sin embargo, seguían viviendo en el mundo actual.

Entonces, les concedió un atisbo del mundo venidero. Les mostró el mundo que habitaba en cada momento de su vida. Y si no podían habitarlo y acceder allí, al menos podrían contemplarlo.

Cada año en Lag Baomer, somos atraídos a la órbita del mundo futurista de Rabí Shimon. Los maestros jasídicos explican que en el día de la muerte de una persona, todos sus actos, enseñanzas y logros alcanzan su máximo estado de plenitud y realización.

Por esto, en el día culminante de la vida de Rabí Shimon, predomina su influencia, y está en nuestro poder compartir su realidad, de un mundo redimido y perfeccionado.

El libro de la luz

Lag Baomer, el día treinta y tres de los cuarenta y nueve de la “cuenta del Omer” desde Pesaj hasta Shavuot, es el día que más se asocia con las enseñanzas de la Cabalá.

Es el aniversario del fallecimiento de Rabi Shimon Bar Iojai, autor de la obra más básica de la Kabalá, el Zohar. (Literalmente: “Iluminación”, “Radiación”, comúnmente traducido como “El libro del Esplendor”). Rabi Shimon le instruyó a sus alumnos celebrar el día de su fallecimiento, como si fuera el “día del casamiento” (Iom Hilula). Ya que el día del fallecimiento de una persona es la culminación de su vida en esta tierra; en el caso de un individuo justo, es también el punto más alto, el punto en el cual una misión perfectamente realizada en la vida, llega a su última realización.

La Cabalá es el alma mística de la Torá, el elemento de la Torá que más íntimamente se relaciona con su Divina esencia. Todo en la Torá, incluidos pasajes Talmúdicos que tienen que ver con las leyes de “dos personas que se sostienen en una vestimenta”, o “uno que hace trabajar a una vaca en vez de a un burro”, son sabidurías y deseos de Di-s, y la mente que los contempla y los integra hasta unirse con ellos, es entonces un recipiente que puede concebir Divinidad; pero de esa manera, uno entiende por sabiduría Divina como algo investido en “prendas” mundanas, cómo Él se ha investido dentro del mundo, en temas y lugares corrientes.

Por el otro lado, el alma de la Torá, en su forma así como también en su esencia, es Divina:

 

La Cabalá no discute sobre problemas financieros u obstáculos en la vida, sino que habla sobre los mundos espirituales, atributos supremos y formas de energías Divinas.

 

Si el estudiante de Talmud sabe que la temporalidad del tema en cuestión es sólo una caja que esconde la Divina esencia implícita dentro de ella, la mente Cabalista ingiere la sabiduría Divina en una cápsula más traslúcida, en un recipiente que irradia espiritualidad y Divinidad.

De vista y de oído

Cuando el Talmud cita una prueba para decidir la disputa entre dos sabios o para resolver una cuestión en una ley, generalmente lo introduce con la frase “Ta Shemá”, “Ven, escucha”, o “Ve y entiende”. (En Hebreo la palabra Shemá significa “escucha” y “entiende”). En contraste, la común frase con la que comienza el Zohar es “Ta jazi” “Ven, ve”. La diferencia entre ambos es que las dos formas de la Torá son parecidas a la diferencia entre ver por un lado, y escuchar y comprender por el otro.

Mientras que mirar y escuchar son ambas herramientas de percepción, absorbiendo estímulo y relacionándolos con la mente para interpretar, hay una gran diferencia entre la manera en las que ambas nos impresionan con sus “descubrimientos”. La vista es la facultad que más nos convence: una vez que hemos visto algo con nuestros “Propios ojos”, es virtualmente imposible que refutemos lo que otro sentido nos demuestre. Por el otro lado, cuando escuchamos y comprendemos, nos impresionamos menos con la información proporcionada. Nos convencerán de ciertas verdades, pero no como lo hacen inequívocamente nuestros ojos. Lo que oímos y entendemos son hechos que nos han sido “comprobados”; lo que vemos es una realidad.

 Uno contempla el “cuerpo” de la Torá y gana conocimiento de la realidad Divina. Pero esto permanece “escuchado”, una información de segunda mano convenida vía el medio del tema mundano en cuestión. Sólo al estudiar el alma de la Torá es que uno “ve” Divinidad, percibe la realidad de la forma más inmediata e inequívoca.

Basado en una directiva del Rebe, Lag Baomer 5711 (1951).

¿Todo es reparable?

Te has perdido el vuelo. Se te olvidó presentar el informe antes de la fecha límite. Perdiste tu contacto. Descargaste un virus. Pensaste que tu aniversario era la próxima semana. Has dejado las llaves dentro del coche. Te olvidaste de colgar el teléfono antes de mencionar lo que realmente piensas sobre el…

No todos los errores son reparables, algunas equivocaciones son para siempre. Es una desafortunada consecuencia de la existencia de que cada error y oportunidad perdida es registrada con tinta indeleble. Puedes intentar olvidarlo, o negarlo, pero tú eres el que lo estropeó y siempre tendrá sus consecuencias.

Hubo un grupo de Judíos que se acercaron a Moshé con un problema. Ellos habían estado ritualmente impuros en Pésaj, y por ende, no pudieron ofrendar el sacrificio Pascual. ¿había algo que Moshé podía proponer al respecto?

Di-s le dijo a Moshé que les diera una segunda oportunidad.

Un mes más tarde del siguiente día de Pésaj, celebramos “Pésaj Sheini”, por todos aquellos que no pudieron observar la festividad la primera vez.

“Pésaj Sheini” se ha convertido en una especie de festividad que celebra la segunda oportunidad de la vida. En las palabras del sexto Rebe de Lubavitch, y elaborado muchas veces por el Rebe, “Es iz nito kein farfalen”, nunca es demasiado tarde. Siempre puedes arreglar los errores del pasado. Di-s está constantemente esperando a que expresemos un arrepentimiento sincero.

Pero, ¿es realmente cierto? ¿Todos los errores pueden ser reparados?.

Algunos errores son permanentes. No todas las manchas son removidas al lavarse, y no todas los divorcios pueden recomponerse. ¿Por qué debo pensar de que siempre es posible reparar el pasado cuando la evidencia de mis propios ojos me muestra lo contrario?

El Botón de Rebobinado de la Vida

Está claro que la explicación de “Es Iz Nitoh Ken Falfalen”, debe ser más sofisticada del hecho que “todo puede ser reparado”. No todo puede arreglarse, pero sí puede ser mejorado. El primer Pésaj ya ha pasado, pero tu nuevo momento para brillar es ahora. Puede que no seas capaz de recuperar el pasado, pero tus acciones futuras pueden llevarte a un lugar mejor.

El dolor que causaste en sus relaciones fue real, pero, al comprometerte en empezar de nuevo y hacer todo lo posible para cambiar, tienes la oportunidad de construir una nueva relación, fundada en el fundamento de un compromiso compartido y un nuevo crecimiento.

Di-s nunca prometió que no caeríamos, pero nos ayudará a volver a subir. El pasado es mi señal para el futuro, y las lecciones que he aprendido de mis tropiezos anteriores me protegerán mientras busco mi nuevo camino a través de la vida. Todo lo que se necesita es resolución, coraje y mucho trabajo.

Todos cometemos errores y todos nos arrepentimos. El desafío no es detenernos en los pecados del pasado sino buscar un camino hacia adelante para el futuro. Nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo. Siempre hay una oportunidad. Al comenzar de nuevo y comprometernos a mejorar, nos encontramos con un nuevo mundo de oportunidades y seremos consolados por Di-s en nuestro viaje hacia el futuro.

Por: Elisha Greenbaum

Matan Tora shel Pnimiut Hatora

Existe una profunda relación entre Lag baOmer y la Redención. Entre los jasidim Lag BaOmer es llamado, “Matan Torá shel Pnimiut HaTorá” (día en que nos entregaron la profundidad de la Torá).

Este es el día en el que se nos dio la fuerza para revelar en este mundo inferior, la luz profunda de la Torá y de esta manera comenzó la preparación concreta para la revelación de la verdad íntima y profunda con la Redención verdadera y completa.

Si bien antes de Rabi Shimon bar Iojai ya existía la profundidad de la Torá y grandes sabios se dedicaban a su estudio, en Lag BaOmer sucedió algo similar a lo sucedido en Shavuot…

Antes de la revelación en el monte Sinaí, ya había Torá pero también existía una barrera que separaba el mundo físico del mundo espiritual, con la entrega de la Torá se nos dio el potencial de unir la Torá con lo material, introduciendo santidad dentro de este mundo inferior.

También Lag BaOmer nos da el potencial para que la profundidad de la Torá sea recibida con los recipientes del mundo material y se haga parte del mismo.

La fuerza de los primeros

Se cuenta acerca de Rabí Iosef Caro, (autor del código de leyes judías, el Shuljan Aruj) que se hallaba concentrado tres días con un fuerte interrogante, hasta que finalmente y luego de un gran esfuerzo encontró la respuesta.

Cierto día, entró a la casa de estudios y escuchó a un simple estudiante, analizando aquel mismo tema que tanto lo había ocupado, grande fue su asombro cuando escuchó que este hombre, que no era un erudito, halló la respuesta inmediatamente. Esta situación le produjo una gran amargura, hasta que le fue revelado desde el cielo, que una vez que él halló la respuesta con tanto esfuerzo, la “trajo” al mundo, y les abrió el camino a las personas sencillas para que puedan descubrir la respuesta de manera más sencilla.

Este concepto se conoce como “apertura del canal”. De esta manera se explica, por ejemplo, la gran admiración que nos produce la entrega total de Abraham a Su Creador, a pesar de que posteriormente hubo personas mucho más simples, a las que Di-s no les hablo ni se les reveló como lo hizo con nuestro primer patriarca y sin embargo estuvieron dispuestos a entregar sus almas santificando el nombre de Di-s. La explicación es que la grandeza de Abraham Avinu, fue la de ser el primero y la de abrir ese canal para que otras personas simples pudieran llegar a ese nivel.

La revelación del Mashiaj

Rabi Shimon Bar Iojai, autor del “Zohar”, fue quien abrió el canal de parte más íntima de la Torá (Incluso en el Zohar, muchas veces aparece la expresión “abrió”, “abrió Rabí Shimon”, frases que sugieren la apertura del canal para la recepción de tanta abundancia.)

Tenía el don especial de estudiar la Torá en un nivel de “visión”, es decir que cuando se dedicaba al estudio, podía “ver” los asuntos de la Torá como son en la realidad y en su aspecto más profundo, hasta su raíz superior.

En Lag BaOmer, día de su fallecimiento, su trabajo llegó a la plenitud, por eso estaba tan contento y ordenó que todos se alegraran en el aniversario de su desaparición pues ese día completó su misión en el mundo.

En el día del aniversario de su fallecimiento, (como en el de todos los tzadikim) se elevan y se revelan todas las buenas acciones de su vida.

Rabí Akiva y su legado

Los 49 días entre la festividad de Pesaj y Shavuot, se distinguen por la costumbre de la sefirá, es decir la cuenta del Omer. Los días de Omer en general, y el día 33 –Lag Baomer- en particular, están relacionados con el Gran Rabí Akiba y sus discípulos.

Rabí Akiba tenía cuarenta años, era iletrado y extremadamente pobre cuando comenzó una vida de estudio de Torá. Se inspiró ante la visión de un pequeño chorro de agua que al golpear sobre la dura roca hizo un agujero. Se dijo entonces a sí mismo: “Si el agua al caer con constancia, puede hacer un agujero en la roca, igualmente si estudio con perseverancia, aún yo, puedo ser un Erudito”. Tanto logró Rabí Akiba con su esfuerzo que se convirtió en uno de los grandes sabios y maestros de nuestra nación. En su momento llegó a liderar una Academia de Estudios de Torá que contaba que contaba con más de 24.000 alumnos a lo largo y ancho de la Tierra de Israel.

Por no haber sido respetuosos entre ellos, una plaga los atacó durante los días de Omer y muchos fallecieron. Por esa razón, los días de Omer son considerados días de duelo. No se celebran casamientos y también hay otras limitaciones en lo que se refiere al regocijo durante este período. El día 33 del Omer –Lag Baomer- la plaga terminó. A partir de ese momento, Lag Baomer se convirtió en un día festivo y auspicioso.

Su significado

La Guemará (el Talmud), testimonia que los estudiantes que fallecieron eran “alumnos de Rabí Akiba”. Se entiende que debían ser merecedores de ese título. Eso significa que estaban dedicados al estudio de la Torá y al cumplimiento de las Mitzvot con devoción, diligencia y Mesirut Nefesh (autosacrificio), tal como su maestro, el grande y exaltado sabio Rabí Akiba les había enseñado. Se deduce de ello, que la falta de respeto que hubo entre ellos, no pudo ser a causa de algo trivial, sino que estuvo motivado por el alto nivel espiritual en que se encontraban como alumnos de Rabí Akiba.

La explicación de esta conducta se encuentra en el dicho de nuestros sabios de santa memoria: “las personas en general, tienen distintas mentes y personalidades”. Cada individuo tiene su propia forma de servir a Di-s, estudiar la Torá y cumplir las Mitzvot. Por ejemplo, una persona puede hacerlo por amor a Di-s, otro puede hacerlo por temor a Di-s, y un tercero puede hacerlo por un sentimiento de total obediencia y sumisión a la Voluntad de Di-s, y así sucesivamente, aunque en la práctica, todos ellos observan con meticulosidad la Torá en su vida diaria.

Por ser discípulos de Rabí Akiba, eran hombres de nobleza, que servían a Di-s con la mayor sinceridad y devoción y con todo su ser. Por eso le parecía a cada uno que el suyo era el enfoque correcto, y el que no hubiera llegado a su nivel estaba lejos de la perfección. Más aún, siendo ellos discípulos de Rabí Akiba que enseñaba: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, este es un gran principio de la Torá”, no estaban conformes con avanzar en forma individual en su propia forma de servir a Di-s, sino que deseaban lo mismo de sus compañeros, tratando de inducirlos a seguir su camino. Cuando veían que éstos no aceptaban su influencia, no podían respetarlos en el nivel que se esperaba de los discípulos de Rabí Akiba.

Su enseñanza

A la luz de lo antes mencionado, podemos ver que la historia de Lag Baomer en la Guemará, nos enseña cuál debe ser nuestra conducta.

La instrucción consta de tres partes:

1) El servicio a Di-s debe ser hecho con verdadera inspiración y vitalidad, al punto que se refleje en la totalidad de la personalidad del individuo.

2) Lo recién mencionado incluye –por supuesto- la gran Mitzvá de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

3) Además, el individuo debe mirar en forma respetuosa y benevolente a cada judío, que está absolutamente comprometido con la Torá y el cumplimiento de las Mitzvot, aunque difiera en su forma de servicio, sea por amor o por reverencia, etc.

Otra instrucción es que, si uno se encuentra con un judío que todavía no adquirió el nivel adecuado en el servicio Divino, su relación deberá ser también con el debido respeto y afecto, de acuerdo con la enseñanza de nuestros Sabios: “Juzgarás a cada persona en forma favorable”. Es necesario tener en cuenta que la persona que aún no está comprometida con el Judaísmo, puede no ser responsable, sino que simplemente no tuvo la oportunidad de recibir una educación judía tal como corresponde.

En un caso así, debemos compadecernos de esa persona, y hay que hacer el mayor esfuerzo para acercarlo al judaísmo en forma cordial, con todo amor y respeto.

¿Un Hamse es algo judio?

Un Hamse es un amuleto que repre‐ senta una mano abierta simétrica, que se usa de forma decorativa en el hogar o en joyería. Su nombre, en árabe significa “cinco”, es representativo de los cinco dedos de la mano y las cualidades protectoras asociadas con ese número. Si bien los diseños varían, es común que haya un ojo bien abierto en la palma de la mano, que simboliza el deseo de estar protegido del “mal de ojo”.

Hamse está muy extendido entre los judíos sefardíes, muchos de los cuales proceden de tierras árabes. Pero también es común entre musulmanes y cristianos de esas mismas tierras.

¿Se considerara el Hamse como un símbolo legítimamente judío, o es algo tomado prestado de vecinos no judíos, o incluso un vestigio de la idolatría?

Esta cuestión ha sido objeto de acalorados debates y grandes autoridades halájicas respaldan varios enfoques.
Siguiendo la opinión que lo considera ajeno a la religión judía, muchos judíos se abstienen de utilizar el Hamse o colgarlo en sus hogares.

Pero, muchos rabinos sefardíes enseñaron que era un símbolo judío legítimo. Rabi Iosef David Azulai (Jid”a), así como Rabi Iosef Jaim de Bagdad (el Ben Ish Jai), registran la costumbre de colgar una pequeña mano grabada con la letra hebrea hei (que tiene el valor numérico de cinco) para protegerse del mal de ojo.

Si esta era la costumbre de tu comunidad, puedes continuar usándolo. Si no tienes esa costumbre, sería prudente consultar con tu rabino antes de comprar ese pequeño y llamativo amuleto de Hamse.

Es importante tener en cuenta que el Talmud nos asegura que el mal de ojo sólo te afecta si le das crédito y si te preocupas; si lo ignoras, el mal de ojo no te afecta.

Puedes repetir eso?

Habla a los kohanim y diles… (Levítico 21:1)
¿Tautológico? Es decir, ¿es una repetición innecesaria? ¿Por qué la doble expresión “hablar y decir” Obviamente debe haber una implicación más profunda en esta doble expresión.

Rashi, el más grande de los comentaristas, explica que Di‐s está enseñando un punto sutil pero muy significativo: no es suficiente simplemente instruir a la gente sobre cómo actuar.
Más bien, uno debe asegurarse de que ellos también transmitirán estas mismas instrucciones a la próxima generación.

Habla y di: Les hablas de tal manera que ellos, a su vez, dirán a sus hijos.
Cuántos grandes sistemas filosóficos han desaparecido, cuántos movimientos renovadores se han extinguido porque no se prestó suficiente atención a iniciar a los jóvenes en la belleza y el propósito de la existencia de sus mayores.
La única manera de asegurar con seguridad la propagación de una forma de vida es formar a la próxima generación mientras son jóvenes, inoculando así contra las dudas que inevitablemente surgirán.

La nación judía nació en el Éxodo de Egipto. Así como un niño es arrojado repentinamente al mundo, desnudo y chillando, así también nosotros fuimos arrojados al desierto, sin estar preparados para la libertad, desnudos de Mitzvot y aun sufriendo con nuestra mentalidad de esclavos.

Así como un niño recién nacido no está física y mentalmente preparado para una vida independiente, y depende de otros para su protección y entrenamiento, también esta nueva nación necesitaba pasar por un proceso de maduración.
Durante las siguientes siete semanas pasamos por un proceso de educación para la vida, de formación para vivir y pensar como hombres libres.

Reproducimos este viaje todos los años durante el período de Sefirat HaOmer, un pasaje anual de siete semanas de duración para la rectificación espiritual.

Cada día es una nueva etapa en nuestro viaje emocional e intelectual hacia la libertad, contando ansiosamente los días hasta que alcancemos la Torá en el Sinaí.
Para asegurar la supervivencia, no es suficiente simplemente traer niños a este mundo.

Se necesita guiar y nutrir a los jóvenes hasta que sean autosuficientes, capaces de pensar de manera
independiente e imbuida de la capacidad de tomar sus propias decisiones.
La verdadera educación es cuando el instructor logra transmitir tal amor y devoción que aún más tarde, cuando se le deja a su suerte, el alumno elige por su propia voluntad seguir ese camino y enseñar esas lecciones a sus propios hijos.

Solo lo bueno

Emor, contiene una lección para cada judío. “Emor ‐ Di” ordena la Torá a todos los judíos. El poder del habla conlleva una cierta responsabilidad de la que siempre debemos ser conscientes cada vez que abrimos la boca.

El Midrash explica que todas las declaraciones de Di‐s son “declaraciones puras”. Todo lo que Di‐s dice, se hace realidad, a diferencia de las declaraciones de un rey carnal, que puede prometer al mundo pero no necesariamente cumplir su promesa. Di‐s es la esencia de la verdad y Sus declaraciones perduran para siempre.

Como todo judío está íntimamente conectado con Di‐s, sus declaraciones comparten esta misma cualidad de resistencia.

Por lo tanto, todo judío debe tener mucho cuidado al hablar y abstenerse de decir algo negativo sobre sus compañeros judíos.

La porción de la Torá de Emor nos enseña a hablar solo de manera positiva sobre otros. Como dice Maimónides, “Es una mitzvá [mandamiento] amar a todos y cada uno de los iehudim… por lo tanto, uno debe hablar [sólo] de su alabanza”.

Maimónides escribe que un estudioso de la Torá “ensalza la virtud de su prójimo y no lo denigra”.

Cada iehudí está igualmente obligado a decir solo cosas amables sobre los demás, y no, Di‐s no lo quiera, hablar mal de su prójimo.

Incluso si vemos a nuestro hermano haciendo algo mal, siempre debemos juzgarlo favorablemente y tratar de entender qué lo causó pecar. Nunca debemos difamar su carácter ni mencionar su transgresión.

Así como las declaraciones de Di‐s son “puras” y permanecen para siempre, también nuestras declaraciones positivas sobre otros judíos ejercen una influencia duradera y poderosa.

El mismo acto de alabar a otro judío sirve para revelar el bien in‐ nato que se esconde en su interior y le hace querer estar a la altura de las palabras de alabanza.

Emor se lee durante Sefirat HaOmer, la cuenta del Omer. Estos días son un período de duelo por los 24.000 discípulos de Rabí Akiva que fallecieron porque no se trataron entre sí con el debido respeto.

Contar el Omer nos recuerda que debemos dejar de hablar de otros judíos de manera desfavorable. Del mismo modo, Emor nos re‐ cuerda que hablemos favorablemente sobre nuestros compañeros.

“¡Emor!” la Torá nos ordena. ¡Di solo lo bueno de otra persona!

Adaptado de Likutei Sijot, Volumen 2

Un enigma en el camino

Un viernes, Rabi Iaakov Itzjak Horowitz (el “Jozé‐ Vidente‐ de Lublín”) viajaba con sus discípulos cuando llegaron a un cruce de caminos. El chofer preguntó qué dirección tomar. El “Jozé” encogiéndose de hombros dijo: “Suelte las riendas. Deje que los caballos tomen la direc‐ ción que deseen”

Llegaron a un pueblo. Comprendieron que no era el camino correcto.

“Es tarde. Nos quedaremos aquí para Shabat” anunció el Jozé. Y agregó: “No revelaremos mi identidad a nadie, ni diremos que soy un Rebe.”

Sus seguidores no tenían dinero porque el Vidente no permitía que guardaran siquiera una moneda de noche. Todo lo que poseían se distribuía a los pobres antes del anoche‐ cer. ¿Cómo se arreglarían para Shabat?

El Rebe contestó: “Como los viajeros ju‐ díos. Iremos esta noche a la Sinagoga, y nos invitarán cuando vean que no tenemos donde ir.”

Rezaron en el Templo, y después, los alumnos del Rebe fueron invitados individualmente. El Vidente, sin embargo, se quedó en el Templo. Siempre las Plegarias le tomaban mucho tiempo. Cuando terminó, todos se habían ido.

Un hombre anciano se le acercó.

“¿Dónde va estar para la comida de Shabat?” preguntó.

“No sé” dijo el Rebe.
“¿Por qué no come en la posada dónde se está hospedando?” preguntó, interesado. “Vi que no encendieron las velas de Shabat, por lo que presumo que no puedo confiar en el kashrut de la comida” dijo el Jozé. “Lo siento,” murmuró el anciano “en mi casa, mi esposa y yo sólo tenemos pan y vino”
“No soy glotón ni bebedor.”
“Venga” dijo el hombre. El Vidente lo siguió dócilmente.
Después del Kidush y la bendición del pan, sentados serenamente a la mesa, el hombre preguntó de dónde era. Al oír su respuesta, le preguntó si conocía al Rebe de Lublín.

“Siempre estoy con él” contestó el Jozé. “¡Por favor, cuénteme algo sobre él!” “¿Por qué quiere saber de él?” preguntó el Rebe.
“Porque fui su maestro en el jeder (escuela tradicional) cuando era joven. Ahora oigo que es un gran Rebe y hace milagros”.

“¿Notó algo especial en él cuándo era un niño?” preguntó el Rebe.

“Sólo una cosa” el maestro contestó. “Cada mañana, cuando lo llamaba para leer del Sidur, no podía encontrarlo.

¡Desaparecía! Lo castigaba por su ausencia desautorizada. Un día, decidí: ¡Debo averiguar a dónde va!” Lo observé. Cuando salió del cuarto, lo seguí. Entró en el bosque. Me asomé a través de los árboles y allí estaba, sentado al lado de una colmena, clamando: Shemá Israel Hashem Elokeinu Hashem Ejad (Oye Israel, Hashem nuestro Di‐s, Hashem es Uno).

“Nunca más lo castigué. Todos estos años quise verlo. Soy muy pobre y débil, no puedo viajar a Lublín. Mi deseo es tan fuerte que ayuno un día por semana para tener el mérito de verlo”

El Jozé entendió por qué había llegado a este pueblo. Mirando a su anfitrión tierna‐ mente, dijo: “Yo soy el Rebe de Lublín.”

El hombre se desmayó. Su esposa y el invitado especial pudieron reavivarlo.

El sábado de noche, el Jozé y sus alumnos partieron. El hombre los escoltó y volvió a casa. Se detuvieron ‐por pedido del Vidente – cerca, para la comida de Melavé Malká. Des‐ pués, el Rebe dijo: “Volvamos a ese pueblo para asistir al entierro de mi maestro de la niñez y pronunciar un elogio apropiado”.