Resumen: parashat Shemini

Los Cohanim asumieron sus cargos después de los siete días de iniciación. Nadav y Avihú, los hijos mayores de Aharón,
ofrecieron incienso sobre fuego no consagrado y no tomado del altar. Una trasgresión tal por qwparte de los Cohanim, que debían dar el ejemplo para el resto de la asamblea, era imperdonable.

En consecuencia, ambos fueron consumidos por un fuego que venía “de la presencia del Señor”.

Aharón estaba abrumado por el dolor de esta tragedia, pero Moshé le explicó que los Cohanim tenían la responsabilidad especial de mantener el elevado nivel de santidad requerido de ellos por Hashem.
Pureza y santidad deben ser los principios subyacentes en la vida diaria entre los judíos. Por ende, se hizo una distinción
“entre lo puro y lo impuro, y entre los animales que pueden ser comidos y los que no pueden serlo”.

La jalá correcta

Reb Meirke de Mir, uno de los jasidim de Rabi Mordejai de Lejovitch, una vez interrumpió su viaje para entrar en una posada para decir sus oraciones. 

Mientras estaba allí, llegó una gran caravana de carros, atiborrada de pobres itinerantes con sus esposas y pequeños pordioseros. 

Reb Meirke vio a un hombre en el medio, de apariencia venerable cuyo rostro reflejaba una extraña pureza de mente. Cuando lo estaba mirando más de cerca, vio que la esposa del posadero puso pan y otra comida en la mesa.

Mientras que toda la otra gente pobre agarró sus rodajas para aliviar su hambre, el pobre anciano caminó determinadamente hacia las cubetas de agua, y examinó una jarra cuidadosamente para ver si era apta para realizar el Netilat Iadaim (lavado ritual de las manos).
Antes de lavar sus manos, sin embargo, tomó la rodaja de pan sobre la que debería luego decir la bendición‐ pero la volvió a colocar inmediatamente, tomó un poco de otro pan que estaba allí en cambio, recitó la bendición sobre él, y se sentó para comer.

Los pobres abandonaron la posada poco después, y el hombre anciano salió con ellos.
Pero a lo largo de sus oraciones y de su comida de la tarde, Reb Meir no podía alejar sus pensamientos del anciano mendigo. ¡¿Por qué no comió esa rodaja de pan?!
Él tenía que averiguarlo. 

Se acercó a la propietaria y le preguntó: “Excúseme, pero ¿cuándo amasó y horneó ese pan?”
“¿Por qué?. Ayer o anteayer…” ella contestó.
“¿Y usted me certifica” él continuó, “si recordó en ese momento separar un trozo de Jalá de la masa (de cada masa es debido retirar un trozo y quemarlo‐ hafrashat jalá)?”
“¡Oh! ¡Qué barbaridad!” Exclamó a la mujer. “¡Me olvidé de quitar la masa!”

Ahora estaba claro para Reb Meirke que el hombre estaba Divinamente inspirado. Ensilló sus caballos y a toda prisa salió inmediatamente para alcanzar al grupo de viajeros. Los encontró pronto, pero su hombre no estaba entre ellos.
“¿Dónde está ese hombre anciano que estaba con ustedes?” Preguntó.
“¿Por qué preguntas por ese viejo loco?” Contestaron. 

“Él se nos unió hace unas semanas, y viaja dondequiera que viajemos, y duerme dondequiera que dormimos. Pero se comporta como si estuviera chiflado.

Cada día nos deja durante un tiempo y se para solo, entre los arbustos en el bosque. Y una vez, en pleno invierno, cuando vio un lago helado cerca nuestro, rompió el hielo y se zambulló en el agua congelada.”
Cuando Reb Meirke siguió la dirección que le indicaron, descubrió a este hombre extraño que estaba de pie bajo un árbol, extasiado en sus pensamientos,y su cara encendida como un leño.
“¡Rebe, bendígame!” Exclamó Meir.

El pobre le pidió una moneda de cobre, y le dio su bendición.
Cuando en el momento debido, Reb Meirke visitó Lejovitch de nuevo para ver su Rebe y le contó toda la historia, el tzadik dijo: “¡Cuán afortunado eres! ¡El hombre que te dio su bendición no es otro que el santo Rabi Leib Sarahs!”

Una gran mujer

Cuenta Reb Janania Halbershtam, quien trabajó durante 18 años en el hogar del Rebe y la Rebetzn Jaia Mushka:

ALGUNOS DE SUS RASGOS

El honor que sentía por su esposo y su auto-anulación frente a él es comparable al que siente un jasid por su Rebe.

Cuando pasaba mensajes del Rebe decía: “Así y así dijo mi esposo” Jamás agregó alguna explicación de su parte.

Sin embargo, el Rebe la consultaba y trabajaba junto a ella. En las noches en las que no se quedaba en su oficina en “770”, acostumbraba a trabajar en el escritorio de su casa, y contestaba cartas que recibía de todas partes del mundo. Su ritmo era incomparable. ¡Contestaba hasta cientos de cartas por noche!

En las horas de la madrugada, la Rebetzn se sentaba junto al Rebe. Cuando las misivas recibidas estaban escritas en francés, el Rebe le dictaba la respuesta en Idish y ella respondía en francés.

Era una intelectual brillante, y dominaba varios idiomas.

El Rebe honraba muchísimo a su esposa, y muchas veces se refería a ella como: “La hija del Rebe” (su suegro era el Rebe Anterior, Rabi Iosef Itzjak Schneerson) Y cuando le provocaba alegría decía: “He dado satisfacción a la hija del Rebe”.

UNA CENA SOBRE LA SILLA

Durante un tiempo, la Rebetzn debió permanecer en cama debido a una dolencia en su pierna. Reb Halbershtam recuerda que en uno de esos días, dejó la cena de la Rebetzn sobre una silla al lado de su cama y colocó la comida para el Rebe, como de costumbre, sobre la mesa. Luego Halbershtam vio cómo el Rebe tomaba su bandeja de comida y se dirigía a la habitación donde estaba la Rebetzn, colocó su comida junto a la de su esposa, y ambos cenaron juntos… sobre la silla en lugar de una mesa.

BAJO PERFIL

La Rebetzn se distinguía por su recato y modestia, y escapaba de los honores como del fuego. Cuando asistía a cualquier sitio se empeñaba en esconder su identidad.

También cuando realizaba compras, se preocupaba de hacerlo en lugares en los que nadie la conocía. Cierta vez, Halbershtam se atrevió a preguntarle por qué se aleja tanto de los honores.

Ella respondió con total simpleza: “Créeme que no necesito que se me rindan honores. Las manifestaciones de honor no me interesan en absoluto”

En cierta ocasión, la Rebetzn acudió a un negocio de ropa en Nueva York para comprarse un tapado. Se encontraba allí también la esposa de un importante rabino de una comunidad jasídica. Alguien deslizó un comentario a la esposa del rabino, diciendo que “la Rebetzn de Lubavitch se encuentra en lugar”. La esposa del rabino se acercó a la Rebetzn, le dio la mano y charlaron por un instante. Al concluir la conversación, la Rebetzn se apresuró a terminar su compra y dejar el lugar. Al salir le dijo a Halbershtam: “No podemos retornar a este negocio. Ya saben quien soy…”

UN PASEO DISTINTO…

En sus últimos años, la Rebetzn tomaba un paseo diario por un parque a orillas del río Hudson. Siempre viajaban por el mismo camino, pero en cierta ocasión tuvieron que desviarse. Al pasar por una de las calles, notaron que algo sucedía: autos de policía, un camión de mudanzas, una familia afligida y alguien que les gritaba furiosamente.

La Rebetzn ordenó a Halbershtam que detuviera el automóvil y retrocediera para averiguar de qué se trataba. “Mi padre, el Rebe” dijo la Rabanit, “me enseñó que cada cosa que uno ve está guiada por la Providencia Divina. Si nos desviamos y nos tocó ver esta escena, debe existir una razón”

Halbershtam se acercó al lugar de los hechos y averiguó lo sucedido. Rápidamente regresó al auto y le relató al Rebetzn lo indagado. Una familia judía- inmigrantes de Rusia- se había atrasado en el pago de sus alquileres, adeudando un total de 7000 dólares. El propietario, después de muchas advertencias, los estaba desalojando por la fuerza.

La Rebetzn, sin pronunciar palabra, abrió su cartera, sacó su libreta de cheques y emitió uno por la suma indicada. Se lo extendió a Halbershtam, y le señaló que lo entregara al propietario sin darle demasiadas explicaciones y que además se asegurara que devolvieran los muebles dentro de la casa rápidamente, para dejar el lugar antes de ser reconocidos por la familia y así evitar que se avergonzaran.

Halbershtam entregó el cheque a un sorprendido propietario, se cercioró que la policía ordenara retornar los muebles a su lugar, y dejó detrás a una familia judía confundida pero eternamente agradecida a esa misteriosa dama que ocupaba el asiento trasero del automóvil

Galletitas de avena y chocolate

Ingredientes:

-250 gr de margarina a temperatura ambiente

-1 taza de azúcar

-1 taza de azúcar negra

-2 huevos

-1 cucharita de esencia de vainilla

-2 tazas de harina

-1 cucharita de bicarbonato de sodio

– 1/2 cucharita de polvo de hornear

-2 tazas de avena tradicional

-1/2 taza de nueces

-1/2 taza de chips de chocolate

-1/2 taza de coco rallado

Procedimiento:

Precalentar el horno a 180 grados. Línea 2 bandejas para hornear con papel manteca. En un bol grande, batir la margarina y el azúcar. Agregar los huevos y la vainilla. En velocidad baja, agregar la harina, el bicarbonato, el polvo de hornear y la avena. Agregar las nueces, chips de chocolate y coco. Poner de a cucharadas sobre las bandejas para hornear preparadas. Hornear durante unos 12 minutos o hasta que se dore ligeramente. Dejar reposar en la bandeja de horno 2 minutos antes de colocar sobre una rejilla de alambre para terminar de enfriar.

Torta de Queso

Se acostumbran a comer lacteos durante la festividad de Shavuot.

Ingredientes

Base:

-200 gramos de galletitas dulces

-5 cucharadas de manteca

-1/4 vaso de azúcar

-pizca de sal

Procesar todos los ingredientes en la procesadora.

verter en un molde presionando para que todo quede bien compacto y parejo, llevar al horno a 175 grados por 10 minutos.

Relleno

-4 claras

-1 crema de leche (180 ml)

-500 gramos de queso crema

-150 gramos de ricota

-1  1/2 vaso de azúcar 

-1 chorrito de esencia de vainilla

-el jugo de medio limon 

-pizca de sal

-4 yemas

-2 cucharadas de maicena 

batir a máximo las claras con la crema de leche hasta que quede bien cremosa.

bajar a mínimo y agregar el resto de los ingredientes.

verter la mezcla sobre la base ya horneada y llevar al horno a 175 grados por 1 hora aproximadamente.

dejar enfriar y decorar con dulce de leche, chocolate, frutos rojos, maracuya o simplemente solo

eso si dejar reposar en la heladera la noche anterior así se concentran los sabores 

Shabat Pará, La Vaca Roja

Este Shabat, además de la Porción Bíblica Semanal, se lee la porción que habla sobre la Vaca Roja, “Parashat Pará”. 

¿Qué es Parashá Para?

En esta parashá, la Torá describe la forma de purificación de la impureza ritual por haber estado en contacto con un cadáver. La ceniza de la vaca roja, junto con “aguas vivas” era arrojada sobre el impurificado y así se limpiaba ritualmente. Esta norma no tiene explicación asequible a nuestro entendimiento, es del grupo de las “oídas”, que deben cumplirse aún sin comprender su sentido. Por ello el Todopoderoso le dijo a Israel: Este es un decreto acerca del cual no tienes derecho de apelación.

¿Por qué una vaca? ¿Por qué roja? ¿Por qué una que no haya tenido un yugo encima? ¿Por qué purifica su ceniza después de haberse incinerado? Todas estas preguntas carecen de explicación, “las cosas ocultas pertenecen a nuestro Di-s”. Existe una idea que determina que la vaca hace perdonar el pecado del becerro de oro, “que venga la madre – la vaca – y limpie lo que el becerro, su hijo, ensució”; pero esta explicación no es suficientemente satisfactoria y deja interrogantes sin contestar: ¿Por qué una vaca roja?, etc.

¿Cuál es la razón de haberse fijado esta lectura en el sábado anterior al mes de Nisán? Estos días comienza la cuenta de los 30 días anteriores a Pesaj. Los preparativos para esa fiesta obligan purificarse de toda impureza, porque únicamente en estado de pureza se podrá peregrinar y ascender a Jerusalén y tomar parte en la ofrenda del sacrificio pascual, que es un mandamiento positivo para todo ciudadano.

Aquel que estuviera impuro ritualmente por haber estado en contacto con un cadáver, tenía prohibido el sacrificio pascual y ni siquiera podía probar un kazait, una mínima porción de él. Por ello, se acostumbraba notificar las reglas de pureza e impureza contenidos en el capítulo bíblico de Pará, como parte de los preparativos de la inminente festividad de Pesaj.

El pueblo escuchaba la lectura y tomaba conciencia de hacer todo lo posible para purificarse de toda impureza, para estar preparado a cumplir los mandamientos de Pesaj correctamente.

Realmente grande

Rabi Moshe Feinstein fue uno de los más grandes ‘Poskim’ (legislador de las leyes de la Torá) contemporáneos.
Debido a su habilidad para entender y determinar las preguntas legales más difíciles, le “llovían” preguntas constantemente, día y noche. 

Los más grandes Rabinos de los cuatro puntos del planeta venían a escuchar sus opiniones acerca de los problemas legales más difíciles. Innecesario es decir, pues, que era una persona muy ocupada.
Además de esto, era también el Director de una Academia de Torá (Rosh Ieshivá) y era el mentor espiritual de miles de judíos. Así que dispuso ciertos tiempos para recibir visitantes y el martes era el día abierto a todo público, para que puedan hacer sus preguntas.


Así fue su costumbre por decenas de años hasta, que en el año 1986 a la edad de 91 después de una larga y agotadora enfermedad, falleció. El mundo judío entero lo lamentó y lloró.
Pero parece que no todos se enteraron.


Un martes, después de unas semanas, una señora anciana vino a la casa del gran Rabino y preguntó por qué no había ninguna larga fila de personas aguardando, al igual que todos los martes. ¿Acaso el Rabino cambió su horario de atención?
Claro que cuando la pobre mujer oyó las amargas noticias, empezó a llorar.
Pero cuando se tranquilizó, uno de los jóvenes Rabinos presentes allí, le dijo que si ella tenía una pregunta, él trataría de ayudarla.
Después de todo, razonó, ¿cuán difícil sería la pregunta que semejante simple mujer podría tener?
Probablemente deseaba saber si su pollo era kasher o algo similar.
“¡Oy!” La mujer contestó. “¡¡¡Qué hombre maravilloso!!! No sé si existe otra persona igual. Era de gran ayuda para mí. Pero supongo que tiene razón, quizás pueda ayudarme. ¿Usted entiende ruso?”
“¿Ruso?”, le preguntó el Rabino.
“Sí, el idioma ruso”
“No” contestó el joven Rabino. “No creo que ninguno de nosotros sepa ruso. ¿Pero qué diferencia hace a la pregunta que usted tiene?”
“¡¡¡Ahh!!! Supongo que usted no puede ayudarme”, la anciana respondió tristemente.
“Usted verá, durante los últimos veinte años, cada 2 o 3 semanas, recibo una carta de mi hermana en ruso. Pero no entiendo una palabra de ese idioma, y es por eso que yo venía tan seguido aquí y el Rabino, siempre tan amable la traducía para mí.

¡Semejante hombre maravilloso!”


Medicamentos para perder peso

Estar en forma y estar saludable no siempre son sinónimos. Muchos medicamentos, incluido Ozempic, pueden tener posibles efectos secundarios, algunos de los cuales pueden ser graves.

Definitivamente, este tema ha llamado mucho la atención últimamente. Estos medicamentos, disponibles en forma de inyección o píldora, se están volviendo cada vez más populares por su facilidad para ayudar a las personas a perder peso.
Si su médico le recetara estos (o cualquier) medicamento, es una mitzvá cuidar su salud y escuchar a su médico.
Pero, ¿está bien utilizar dichos medicamentos para mejorar su apariencia cuando no es una necesidad médica?

Desde una perspectiva judía, Di‐s nos confía nuestros cuerpos. No son nuestros para hacer con ellos lo que queramos, sino más bien herramientas que nos prestan para cumplir nuestra misión en este mundo, una misión que requiere un cuerpo sano. Por tanto, estamos
obligados a cuidar nuestra salud y evitar riesgos innecesarios.

Estar en forma y estar saludable no siempre son sinónimos. Muchos medicamentos, incluido Ozempic, pueden tener posibles efectos secundarios, algunos de los cuales pueden ser graves.
Esto coloca a dichos medicamentos en una categoría similar a la cirugía estética. Como se mencionó anteriormente, nuestros cuerpos
están prestados, por lo que “herirnos” mediante cualquier tipo de cirugía electiva puede ser problemático.

En 1964, se consultó a varios rabinos destacados sobre el caso de una mujer que estaba considerando someterse a una cirugía plástica para mejorar sus posibilidades de encontrar un marido adecuado.

Algunos rabinos argumentaron que se trataba de una excepción a la prohibición de autolesionarse, ya que el propósito de la cirugía
era aliviar el dolor emocional severo. Agregaron que los avances modernos minimizan los riesgos quirúrgicos, considerándolos no potencialmente mortales.

Esta visión matizada sugiere que uno debe sopesar cuidadosamente los riesgos y beneficios con un profesional médico (y con un ra‐
bino quizás) antes de decidir tomar pastillas para bajar de peso únicamente por razones cosméticas.

A no quedarse sin fuego

La Torá ordena: “Un fuego permanente ha de arder sobre el altar, no ha de ser apagado”. El fuego del altar debe seguir ardiendo, sin interrupciones.
El altar simboliza el corazón del hombre, tal como el altar era el lugar donde ardía el fuego, el corazón es donde arde el fuego de las
pasiones y sentimientos.

El hombre debe preocuparse por que el fuego del amor a Hashem y el entusiasmo en la Torá y Mitzvot‐ esté siempre encendido
en su corazón.
En el Talmud dice: “permanente‐ incluso en Shabat; ‘permanente’‐ incluso con impureza”. Este dictamen halájico, nos da instrucciones en lo que se refiere al amor a Di‐s.
La esencia del Shabat consiste en cortar con temas mundanos.

El hombre se dedica a los temas del espíritu, de Di‐s, y se aparta de lo mundano. Aunque estando en un espíritu, la Torá: “‘permanente’‐
incluso en Shabat”. La inspiración y el fuego en el servicio a Di‐s es una condición obligatoria en todo nivel y situación.
En contraposición, los hombres que, debido a su bajo nivel espiritual, están en una categoría de ‘impuros’, podrían pensar que no
tienen nada que ver con “el fuego permanente”, el amor y entusiasmo en el servicio a Hashem.

Dice la Torá: “’permanente’‐ incluso con impureza”. En un estado de baja espiritualidad hay que cuidar al “fuego permanente”. Este
calor judío, el amor básico a Di‐s que cada uno posee por herencia, es lo que generará la gran llamarada de fuego que lo sacará de la
degradación espiritual, llevándolo a las alturas que le corresponden.
Sólo el fuego de la santidad posee la fuerza de erradicar al fuego ajeno del fervor por los placeres materiales.

Así lo explica el Maguid de Mezeritch: “cuando el fuego permanente ha de arder sobre el altar”, la persona tiene asegurado que
el ‘no’‐ ‘ha de ser apagado’, todas las conductas y tendencias negativas cesarán y se apartarán frente al ‘fuego permanente’.
Este dicho agrega explicación a la necesidad imperiosa del ‘fuego permanente’.

Sólo un entusiasmo constante y firme en la Torá y las Mitzvot puede impedir los pensamientos, palabras y acciones indeseables.
Una emoción pasajera no tiene la posibilidad de proteger al hombre frente a las artimañas del instinto del mal. Si el ‘fuego permanente’
se apaga, aunque sea por corto tiempo, vuelven a penetrar los sentimientos y deseos de los que hay que cuidarse.

Cada hombre y mujer debe evaluar la intensidad del ‘fuego permanente’ que arde en su ‘santuario’ interior.
Los temas judaicos, el estudio de la Torá y el cumplimiento de sus conductas se realizan con entusiasmo y fervor interior o tan sólo
por rutina y costumbre.

Una de las pruebas para detectar la verdad interior es analizar de qué manera uno estudia Torá y sigue sus preceptos: ¿se da por
satisfecho con haber cumplido con su obligación o pone empeño para embellecer la Mitzvá?
El cumplimiento con ‘hidur’‐ embellecimiento de la Mitzvá al cumplirla en el mejor nivel posible intensifica el vínculo del alma con
el judaísmo, y es una expresión del ‘fuego permanente’ del alma.

(Likutei Sijot tomo 1, pag. 217)

Desechos sagrados

Si pensamos en cómo vivimos nuestras vidas, veremos que la mayor parte de nuestro día no la dedicamos a las cosas que más valoramos. Trabajamos toda la semana para poder disfrutar del tiempo libre. Pasamos todo el día ganándonos la vida, y nos deja pocos momentos para pasar tiempo con nuestros seres queridos.

Aún más cierto cuando se trata de nuestra vida espiritual. La mayor parte del día la dedicamos a satisfacer nuestras necesidades materiales (comer, beber, trabajar, dormir, hacer ejercicio, relajarnos), lo que nos deja sólo pocos momentos para las necesidades del alma. También ella desea ser alimentada; también necesita momentos de autoexpresión. Quiere trascender, dedicarse a la santidad, orar, estudiar la Torá y hacer buenas obras.

El judaísmo enseña que si comenzamos el día con un momento de santidad, y ofrecemos una pequeña porción de nuestro tiempo a Di‐s por la mañana, esa experiencia afectará el resto del día, infundiéndole significado y santidad. El resto del día, cuando atendemos a nuestras necesidades materiales, es una continuación de la experiencia espiritual y se considera sagrado, porque está impregnado de la santidad de los momentos que ofrecimos a Di‐s.

Este es el significado interno de la descripción de la ofrenda de harina quemada: Cuando el judío trae una ofrenda de grano, que simboliza sus necesidades materiales, sólo se quema en el altar un puñado de harina. Sólo unos pocos momentos de nuestro día están completamente dedicados al servicio espiritual de Di‐s. Pero, la Torá nos asegura que si bien los sacerdotes comen el resto de la harina, ésta es sagrada, ya que se considera el resto de la ofrenda.

La Torá dice: Y esta es la ley de la ofrenda de cereal: que los hijos de Aarón la traerán delante del Señor, al frente del altar. Y sacará de él en su puño la flor de harina de la ofrenda vegetal y su aceite y todo el incienso que está sobre la ofrenda vegetal, y hará que su recordatorio se humee sobre el altar como fragancia agradable a Hashem.

El puñado de harina representa los momentos que dedicamos a Di‐s. La Torá luego describe la harina sobrante:
Y Aarón y sus hijos comerán lo que quede de ello. Se comerá como pan sin levadura en lugar santo; lo comerán en el patio de la Tienda de Reunión. No se cocerá con levadura. [Como] su porción, se la he dado de Mis ofrendas encendidas. Es un lugar santísimo, como la ofrenda por el pecado y como la ofrenda por la culpa.

Las sobras, lo que queda del día, también son sagradas. Porque la santidad de las mitzvot matutinas (recitar el Mode Ani, recitar el Shemá, colocar Tefilín) se extiende al resto del día, impactando el resto de nuestras actividades y recordándonos que nuestras necesidades materiales también sirven a un propósito santo y espiritual.