Transformar el agua en sangre

“Ven, habla al Faraón, el rey de Egipto, y que envíe a los hijos de Israel de su tierra” (ShemoT 6:10)

Uno de los motivos de la centralidad del Éxodo de Egipto en el judaísmo (hasta el punto de recordarlo a diario en la plegaria), es que en el estado espiritual del alma humana, el salir de Egipto es un proceso constante de todos los días. La palabra Mitzraim (Egipto en hebreo) proviene del término Metzarim, límites, refiriéndose a los condicionamientos y frenos que existen en cada persona. Cada día debe llevar a cabo nuevamente un símil de “salir de Mitzraim”- superar y librarse de esas limitaciones y brindar a su Alma Divina la libertad de expresarse de acuerdo a sus verdaderas aspiraciones. El párrafo bíblico semanal nos relata sobre cómo comenzó el éxodo de Egipto, y de ello podemos aprender los caminos a través de los cuales es posible “salir de los metzarim” también en el plano espiritual del alma.

DE LA FRIALDAD AL CALOR

La primera plaga que se asestó a los egipcios fue la de sangre: todas las aguas de Egipto se convirtieron en sangre. De ello se aprende que el primer paso para liberarse de Mitzraim es transformar las “aguas” en “sangre”. El agua simboliza la frialdad, tranquilidad, falta de efervescencia y entusiasmo. La sangre, por el contrario, es el símbolo del calor, el fuego, la emoción. Esto es lo primero que se le dice al judío: ¿deseas salir de “Egipto”? ¿Tu intención es liberarte de los condicionamientos que encierran a tu alma Divina?- ante todo debes transformar el “agua” en “sangre” en lugar de frialdad introduce a tu seno interior calor, entusiasmo, fuego.

LA NECESIDAD DE LA EMOCIÓN

Puede uno argumentar ¿para qué tanto entusiasmo?. Sin ello también soy un buen judío. Cumplo los preceptos, estudio Torá, soy cuidadoso de no transgredir sus prohibiciones . ¿Para qué necesito entusiasmo en ello? A eso se le responde que la frialdad es la raíz primera de todo mal. El verdadero significado del estado de frialdad es que los temas realmente no afectan a la persona. Vemos en la práctica que cuando se trata de un tema que verdaderamente nos interesa y es cercano a nuestro corazón, no permanecemos apáticos y fríos. La frialdad es un síntoma de que la relación del judío con la Torá y sus preceptos es sólo “una conducta rutinaria aprendida”, es sólo una acción seca y mecánica. Este estado es el principio de la caída. Por ello, el primer paso en la liberación del alma de sus limitaciones y pre condicionamientos es apartar la frialdad y la apatía, e introducir en su lugar calor y entusiasmo. Se debe estudiar Torá, cumplir los preceptos y servir a Hashem con alegría y entusiasmo, con agilidad y fuego, como nos vinculamos con aquello que nos incumbe y mueve.

MITZVOT CON LUJO

Una de las expresiones prácticas de una implicación real es el tema de cumplir los preceptos con lujo- hidur mitzvá. Cuando uno sirve a Di-s con frialdad, le es suficiente con una Mezuzá simple, Tefilín baratos, una plegaria resumida y un cuidado mínimo del Kashrut, la alimentación ritual judía. Al fin y al cabo lo que pretende es cumplir con la obligación, y para ello es suficiente también con el mínimo. Pero cuando un judío está entusiasmado y movilizado en su servicio a Hashem, procura cumplir los preceptos de la manera más bella posible: procura los Tefilín y las Mezuzot de la mejor calidad, el Tzitzit más hermoso, el Kashrut de máxima seguridad, pues cumple con todo esto con cariño y deseo. Es este el previo paso en el proceso de “salir de Egipto”, y por medio de ello, llegamos finalmente a la liberación personal del individuo, y de la redención individual vamos a la redención general, a manos del Mashíaj Tzidkeinu.

Likutei Sijot tomo 1, Pág. 119

El mayor milagro de todos

Milagros, milagros y más milagros. Esa es la historia de la Parashá de esta semana. Varas transformándose en serpientes, agua convirtiéndose en sangre, piojos, etc.

“Cuentos de hadas” dice el escéptico. “No es tan convincente que esos milagros hayan ocurrido hace más de miles de años…lo creeré cuando lo vea con mis propios ojos. ¿Por qué Di-s no le envió las diez plagas a los Nazis? ¿Qué hay con todos los terroristas de hoy en día? ¿Acaso Di-s se olvidó de cómo hacer milagros?

El Judío creyente, también hace la misma pregunta, pero en un tono más respetuoso. Sí, el entiende que Di-s controla la naturaleza como así también lo sobrenatural, pero, ¿por qué Di-s eligió cambiar y abandonar los milagros, controlando el mundo bajo las leyes de la naturaleza?

El Libro de Éxodo, nos introduce a la era de milagros que desafían la naturaleza, una era que duró alrededor de un milenio. Las Escrituras están llenas de historias de profetas y milagros, de hecho, parecería ser que las leyes de la naturaleza estaban temporalmente desaparecidas. Esta era finalizó con la destrucción del Primer Templo Sagrado. Luego, hubo unos pocos acontecimientos sobrenaturales, como ser el milagro de Janucá, pero después de un par de siglos, estos también desaparecieron. Durante los últimos 2000 años, vivimos en un doble exilio: físico, fuimos desterrados de nuestra tierra, y espiritual, no podemos percibir la mano Divina que crea y dirige la creación.

La razón de la aparición, y posterior desaparición de los milagros, está conectado al propósito de nuestra existencia. La vida en el Jardín del Edén era idílica, porque el mal todavía no era parte del carácter humano. La fruta del Árbol del conocimiento, llenó a Adam y Java con el conocimiento del deseo físico y material. En el momento que fueron echados del Jardín, la historia de la lucha humana había comenzado: la lucha de elegir ente Divinidad (el bien), o lo contrario (egoísmo, etc). En realidad, esto es lo que Di-s realmente quería desde el momento que consideró la idea de la creación, el libre albedrío de la persona para que pueda elegir lo correcto y triunfar.

En lo primeros años de nuestra nación, Di-s nos ayudó en nuestra lucha, interfiriendo abiertamente en los acontecimientos de este mundo. Un milagro abre los ojos hacia una verdad más elevada y motiva a la persona a querer conectarse a su realidad más elevada a través de la Torá y Mitzvot. Luego, debemos madurar. Debemos ser capaces de manejar nuestra bicicleta con sus dos ruedas, tenemos que enfrentar las diferentes luchas en nuestra vida con nuestras propias fuerzas. La Era Mesiánica es la consumación de nuestra relación con Di-s, y para ganar este privilegio debemos probar que la relación es real para nosotros, tan real hasta el punto de mantener esta relación incluso ante la ausencia de cualquier reciprocidad revelada de Di-s

Nosotros somos el milagro más grande de todos: nuestra capacidad de permanecer firmemente fieles a Di-s a lo largo de estos dos mil años de tentación, a pesar de la oscuridad espiritual que nos rodea.

Por: Naftali Silberberg

Aborto: ¿Cuándo comienza la vida?

Este artículo presenta un somero análisis de la posición judía, basado en una serie de conferencias dictadas durante el Seminario Judicial Judío de Detroit.

Aclaración: cada caso es particular y debe ser consultado con un rabino ortodoxo. 

Determinación de la vida:

Antes de analizar la interrupción de la vida, debemos establecer primero cuándo ésta comienza. Cierta vez se realizó un debate público con la presencia de tres panelistas: un médico, un filósofo y un rabino. La discusión era: “¿Cuándo comienza la vida?”.

El médico se puso de pie y expuso que la ciencia médica ha demostrado inequívocamente que la vida comienza una vez que el óvulo ha sido fertilizado. El filósofo, extremadamente pragmático, propuso que la vida no puede ser considerada como tal hasta tanto el niño no fuera una entidad viable por sí misma, es decir, una vez retirado de la madre.

El rabino se acercó lentamente al podio y, muy confiado, dijo: “Señores, ¡la vida comienza cuando los niños han crecido y se mudan a otra casa!”

Risas aparte, la verdadera posición del judaísmo en cuanto al aborto es un enfoque que combina la opinión del médico y el filósofo: bajo circunstancias normales, es decir, cuando la fertilización tuvo lugar tal como lo fue en el curso de los últimos 5780 años, la vida comienza con la concepción.

A ello se debe que la ley judía jamás autorizará el uso de un dispositivo intrauterino como forma de contracepción. Este dispositivo impide que el óvulo, fertilizado en las Trompas de Falopio, pueda implantarse en el útero. Esto, por definición, no es contracepción sino anticoncepción.

La ciencia moderna ha posibilitado que aquellas parejas desafortunadas que durante años desearon infructuosamente tener hijos puedan recurrir a la “fertilización in vitro” (FIV). Y entonces, surge la pregunta: “Esta cosa que está en el platillo del laboratorio,¿es un organismo viviente?

La ley judía responderá: “Si”; la vida comienza con la concepción.

El procedimiento usual en FIV es que se toman varios óvulos de la madre, de manera que la mayor cantidad de ellos sean fertilizados e implantados. Si, por ejemplo, se han fertilizado diez de estos óvulos, resultaría contraproducente implantar los diez. Probablemente morirían todos. Lo más probable es que el médico implante tres o más, con la esperanza de que uno “prenda”.

Entonces, surge el problema en cuanto al correcto modo de proceder con los óvulos restantes. La ley judía dirá que no podemos matarlos, pero tampoco, tenemos la obligación de implantarlos. Entonces, deberán ser preservados por un proceso de congelamiento profundo hasta que venza su propia vida, unos tres años.

Restricciones:

Hace unos años se preguntó al ex-presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, cuál era su opinión acerca del aborto. Respondió que se oponía, salvo en casos de violación, incesto, o amenaza a la vida de la madre.

En el judaísmo no hay pregunta. Puesto que la vida se inicia con la concepción, no podemos permitir el aborto simplemente porque no nos gusta el padre. Es cierto que la situación ocurrida es desafortunada, pero no podemos tomar nuestra venganza en el feto.

En el caso de una mujer que fue sometida a amniocentesis, y se ha descubierto que el feto que lleva en su vientre sufre del Síndrome de Down, Tay Sachs, o alguna enfermedad debilitante, nos veremos nuevamente forzados a decir que la vida comienza con la concepción, y el aborto no es viable.

Si una mujer que tiene diez hijos enfrenta dificultades para manejar la situación y se encuentra con que está esperando a su hijo número once, ella del mismo modo, tiene prohibido someterse a un aborto.

El punto central detrás de estas restricciones, y detrás de toda la ética judía, es nuestra poderosa creencia y fe en Di-s. Como judíos, estamos convencidos de que Di-s tiene el control de todo. El nacimiento de cada hijo responde a la Providencia Divina y éste tiene su lugar en el mundo. Para aquellos que se quejan de cuán superpoblado y súper estresado está el mundo, respondo que estaba superpoblado cuando yo era un niño y había tres mil millones de habitantes, estaba superpoblado en mi adolescencia con cuatro mil millones, y lo está ahora con cinco mil millones, y lo seguirá estando con seis mil millones. Parecería que Di-s siempre tiene lugar para uno más.

Circunstancias permisibles:

El judaísmo se diferencia de las éticas cristianas, entre otras cosas, por el hecho de que si sólo tenemos una única posibilidad de salvar a la madre o al feto, la vida de la madre tiene prioridad. La madre es una entidad viva y viable que, con la ayuda de Di-s, tendrá otros hijos y llevará una vida productiva. El feto, por su parte, es un ente incierto. No sabemos si vivirá o morirá. Si como hemos propuesto, la vida comienza con la concepción,¿cómo podemos medir la importancia de una vida por sobre otra?

El Talmud cita dos respuestas lógicas:

1) Si una persona es perseguida por un asesino, no sólo tenemos permitido matar al perseguidor sino que estamos obligados a hacerlo. El feto que pone en peligro la vida de la madre, es considerado un perseguidor y debe ser eliminado.

2) La persona tiene prohibido mutilar su propio cuerpo. En recientes épocas de guerra se hizo hábito común entre los hombres cercenar un pequeño trozo del dedo índice para evitar así el reclutamiento. Semejante práctica, sin lugar a dudas, está prohibida.

Di-s ha prestado a cada uno de nosotros un cuerpo del que debemos cuidar. Tal como sucede con el alquiler de un automóvil, cuando la empresa espera recibirlo de vuelta en perfectas condiciones. Sin embargo, si Di-s libre, una persona tiene una pierna engangrenada, no sólo tiene permitido ver que ésta sea amputada, sino que está obligado a hacerlo para salvar su vida.

Hay una historia del primer Rebe de Lubavitch, Rabí Shneur Zalman de Liadí, que enfatiza cuán crítica es la preservación de la vida. Cierta vez, mientras estaba entregado a sus oraciones de Iom Kipur, el Rebe se quitó el Talit, salió de la Sinagoga y se dirigió al extremo del pueblo. Allí cortó leña, encendió un fuego, y cocinó una sopa con la que alimentó a una mujer que acababa de tener familia.

La preservación de la vida supera a la ley.

El Shabat, Iom Kipur, e incluso una parte del propio cuerpo, pueden ser sacrificados para salvar la vida. Nuestros Sabios nos dicen: “profaná un Shabat para salvar una vida, para que puedan preservarse muchos Shabat”. En este caso, el feto será observado como un órgano enfermo de la madre y, en consecuencia, puede ser amputado para salvar la vida de la madre.

Conclusión:

Si la óptica del judaísmo parece tan próxima a la de los que defienden el “derecho a la vida”, ¿por qué no se ve a ningún rabino estacionándose en protesta frente a las clínicas dedicadas a abortos en los Estados Unidos y otros países? ¿por qué no hay demostraciones masivas de judíos frente a los edificios gubernamentales? ¿por qué no hay marchas auspiciadas por las Ligas Ortodoxas?

En verdad, la visión del judaísmo respecto del aborto es la exacta antítesis del Movimiento “Derecho a la Vida”.

Los judíos creen en la Maternidad. Cada hijo nacido es una bendición única, una que traerá sólo la mayor de las alegrías a la madre. Los judíos no desalientan el aborto, sino que alientan a cada mujer a realizar su sueño, sea éste declarado o latente, de criar una familia.

Con mucha frecuencia, cuando ya es demasiado tarde, una mujer mayor se arrepentirá de no haber tenido aquel niño. Pero una mujer a la que se convenció para que no hiciera el aborto, jamás se arrepentirá por tener ahora aquel niño.

¿Por qué no hay juezas mujeres en la Torá?

PREGUNTA:

Estoy interesado en saber por qué las mujeres no pueden juzgar disputas en las leyes de la Torá. ¿Cómo es el caso de Débora, la jueza? ¿La sabiduría está limitada a los hombres? ¿Las mujeres no tienen la habilidad de distinguir entre dos puntos en una disputa?

RESPUESTA:

La Torá no trae una razón de por qué las mujeres no pueden ser juezas en casos civiles. El Talmud Yerushalmi dice que las mujeres no pueden ser juezas y trae varias pruebas escritas. La regla está codificada en el Código de la Ley Judía. En este contexto, la regla es algo sorprendente. A lo largo de la Torá escrita y oral nos encontramos con que los hombres consultan a las mujeres y siguen su consejo, a partir de Abraham “obedeciendo a la voz de Sara¨, Jacob siguiendo el consejo de su madre, y después de consultar con sus esposas antes de salir de Harán (a pesar de que ya había sido encargado de ello por Di-s). Del mismo modo, el Rey David con el asesoramiento de una mujer Sabia que salva una ciudad entera. Numerosas mujeres se citan en el Tanaj y en el Talmud por su sabiduría, sin embargo, no encontramos ningún caso en el cual deciden situaciones civiles.

 La excepción aparente es la historia de Débora, la profetisa, sentada debajo de su palmera datilera mientras “la gente viajaba a ella para un juicio”. Rabeinu Asher escribe que Débora no pudo haber juzgado las controversias por sí misma, ya que a las mujeres no se les permite juzgar. Por el contrario, ella tuvo que haber estado instruyendo a los jueces hombres cómo deben juzgar. Obviamente, la restricción no tiene nada que ver con la experiencia o incluso la inteligencia: Aquí tienes la experta en el juicio y sin embargo ella misma no podía juzgar.

Una posible explicación se refiere a las distintas formas en que las mentes masculinas y femeninas operan. La investigación actual apoya la creencia común de que las mentes de los hombres y mujeres son diferentes y sobresalen en diferentes áreas. ¿Cómo estas diferencias se aplican a juzgar una disputa?

En la sentencia de cualquier disputa, hay dos pasos discretos. El primero es el de escuchar a cada parte y tratar de ver la situación desde múltiples perspectivas. Por esta razón, no está permitido juzgar un caso en que él personalmente fue testigo ( ya que se le hace imposible ver cualquier punto de vista distinto). Del mismo modo, un juez que es de mente estrecha y sólo puede ver una perspectiva a la vez no es un juez competente. Extremadamente raro es el caso de que una de las partes es 100% culpable, mientras que el otro es 100% inocente. De hecho, en casos de pena capital, si ningún juez ha presentado un argumento en el mérito de la defensa, la sentencia no es válida.

El segundo paso en el juicio requiere una facultad enteramente diferente. Después que el juez ha pesado y evaluado todos los puntos de vista presentados, debe determinar con certeza quién tiene razón y quién está equivocado. El primer paso requiere de un entendimiento (Biná), la capacidad de comparar las ideas de unos a otros y sentir las cualidades de cada uno. El segundo paso requiere una aptitud completamente diferente, lo que a veces se llama “daat Jazak”, una comprensión fuerte. Esto no es un entendimiento comparativo, sino una unión sólida a una sola idea.

¿Cómo se relaciona esto con la neurología masculina y femenina? Al describir la creación de la primera mujer, los Sabios toman el verbo “vayiven”, “y Él construyó”, que también puede leerse como “entendido”. Ellos comentan que la mujer fue creada con un sentido de comprensión más allá de la del hombre. La implicación tácita es que este es un requisito necesario para su papel como un “ezer k’negdo”, un compañero que va a ofrecer una visión alternativa, que el hombre por sí mismo no puede ver. De hecho, los Sabios talmúdicos aconsejan al hombre que ” se agache y deje que su esposa le susurre en su oído” cuando se enfrentan a una nueva decisión en la vida, especialmente cuando se trata de cuestiones sociales. Este sentido más profundo de comprensión es probablemente también un componente clave en el papel de la mujer como “la madre de toda la vida”, nutrir las mentes pequeñas para convertirse en más grandes.

Por otro lado, se dice que los hombres tienen un mayor sentido de “daat”, asumir compromisos firmes y decisivos que no se pueden doblar fácilmente. Debo admitir que en mi experiencia personal, pocos hombres han cumplido con esto. Sin embargo, eso no niega la noción de que esto es una cualidad más masculina que femenina. Cualquier suposición que podamos hacer respecto a esto, no son más que conjeturas humanas. La Torá es una disposición de la sociedad de acuerdo a lo Divino, no humano. Las diferencias son obvias, e incluído entre ellos:

Los seres humanos deben trabajar con la naturaleza humana como algo dado y luego desarrollar las reglas de gobierno, Di-s diseña la naturaleza humana de acuerdo a las normas que Él desea que deben regirse. Para que podamos comprender entonces lo más profundo de estas normas debemos comprender nuestra propia naturaleza y la naturaleza de todas las cosas, algo de lo que ninguna criatura es realmente capaz. Sin embargo, creo que podemos decir lo siguiente: El hecho de que la Torá prohíbe a una mujer juzgar los litigios civiles y los casos de capital, de ninguna manera implica que no es una fuente de consejo y sabiduría para los hombres. Por el contrario, la narrativa de la Torá parece que nos da instrucciones de que esto es su papel, tanto a través de la historia de su creación, como las historias de las muchas mujeres sobresalientes en nuestra historia a quienes le debemos nuestra supervivencia como un pueblo.

Por: Tzvi Freeman

Todo tiene sentido

Usted vive en el mismo vecindario que su mejor amigo. Pero lo separan de él cinco largas cuadras, que usted no cruza más que tres veces al año. Entonces por qué, cuando finalmente lo encontró en una boda, o en un evento especial, al día siguiente nuevamente lo encuentra en la calle? Quiero significar, que si en total va a reunirse con él sólo tres veces en el año, ¿los encuentros no podían haber sido un poco más espaciados?

Hace aproximadamente un año atrás, la Dirección de las Ieshivot de Lubavitch, me encomendó llevar a cabo el proyecto del Sefer Torá del Klal Israel. Había renacido un enorme entusiasmo con respecto a ello y ahora trataría de darle al asunto una nueva infusión de vida. Una de las cosas que hice fue llamar al teléfono que figuraba en la guía de dicho proyecto. Me contestó un disco que decía que el teléfono estaba desconectado y había que comunicarse a la central de Jabad. Llamé entonces a la compañía telefónica para solicitarles que cambien el disco. La operadora que me atendió estaba muy emocionada  “¿Sabe usted señor, que ese teléfono fue desconectado hace exactamente dos años a la fecha de hoy?”. ¡Ahí lo tienen, sucedió otra vez!

Cierto día estaba en el negocio de mi amigo, cuando él estaba revisando un Sefer Torá. Estaba demorado en el versículo que cuenta sobre Aharón y Miriam, cuando hablaban sobre Moshé y su esposa que era una mujer de color. Nos detuvimos allí y conversamos sobre el tema. A los pocos minutos ingresó una mujer de color queriendo comprar una Mezuzá. Mi amigo trató de explicarle que no podía venderle un artículo de ese tipo a alguien que no podría apreciar su santidad. Ella se enojó y nos gritó. “Yo quiero comprar una Mezuzá porque mi esposo es judío. Ustedes no quieren venderme la Mezuzá porque yo soy negra… ¡¿Acaso no saben que Moisés estaba casado con una mujer de color?!” Unos minutos antes estábamos hablando del tema y ahora esta mujer lo estaba recordando.

¿No se siente divertido y a la vez extraño cuando suceden estas cosas? A todos nos pasa; y si no, puede traer ese tema de conversación en una reunión de amigos y verá. ¿Qué quiere decir esto? Decidí consultar a unos cuantos pensadores judíos sobre el tema. Permítanme contarles:

Hashgajá Pratit significa que todo lo que sucede, sucede porque Di-s se encuentra en todo. A veces, por un instante tenemos el mérito de que Hashem (Di-s) nos muestre abierta y directamente lo enterado que está de nuestros actos y pensamientos. El nos acompaña y está con nosotros, escucha nuestras palabras, toma parte en nuestras actividades y conoce nuestros pensamientos. La coincidencia con mi llamado a la Compañía de Teléfonos significa que Hashem me dice: “¿Ves? ¡Yo estoy aquí también! ¡Haz un buen trabajo!”.

Otra explicación sería de acuerdo a la opinión del Rambam, que toda persona a través de una simple acción, palabra o pensamiento puede hacer inclinar la balanza hacia el lado bueno y traer así grandes cosas al mundo. Es difícil para un ser humano comprender esto. Por eso Di-s, por medio de la Hashgajá Pratit (Supervisión Divina) nos muestra muy seguido la importancia de cada una de nuestras actitudes. ¿Pensaste en alguien ayer?

Bueno, hoy lo encontraste. Esta es la manera en que Él nos demuestra que no existen acciones separadas. Todo tiene un sentido. Muchas veces ocurre que hablamos de alguien y al instante dicha persona viene allí. Los judíos tenemos una expresión muy común cuando eso sucede: “Hubiera hablado del Mashíaj”. ¿Saben una cosa? ¡Tienen razón! Vivimos esa experiencia para demostrarnos que realmente cada uno puede traer al Mashíaj.

Parashá en síntesis: Shemot

En la presente semana se inicia la lectura del segundo libro de la Torá. Éste recibe el mismo nombre de la Parashá de la semana, Shemot, que en su traducción literal significa “Nombres”. Se trata de los nombres de los hijos de Israel (Iaakov), que bajaron a Egipto con él y configuran el libro del Pentateuco, en el cual se forja el destino de la identidad judía. El libro alude a la formación del Pueblo Judío desde el punto de vista sociológico, la formación y mantenimiento de la identidad común, con la habilidad de sobreponerse al medio ambiente. 

Este libro también recibe el nombre de Éxodo y trata algunos de los acontecimientos más cruciales de la historia judía, como el exilio en Egipto, el éxodo, que marca concretamente el nacimiento del Pueblo Judío; la entrega de la Torá y la construcción del Santuario, que representa la presencia Divina en el mundo físico. 

La figura central de todos estos eventos es Moshé, Moisés, escogido por Di-s para ser redentor y conductor del Pueblo Judío por su alto nivel espiritual. 

De Abraham a Moshé transcurren siete generaciones. Moshé es la generación número 26 contada a partir de Adam. Nació el 7 de Adar de 2368 y murió en la misma fecha, 120 años después. Cuando tenía ochenta años, ocurrieron los acontecimientos de la salida de Egipto y la entrega de la Torá.

Nuestros Sabios nos señalan que en cada generación existe una persona análogo a Moisés. Son llamados Nesiim o Guedole Hadorot, los líderes de cada generación.

Los tres elementos que mantuvieron la identidad judía durante la estadía en Egipto fueron: los nombres judíos, el idioma y la vestimenta; elementos éstos que hoy en día deben ser conservados, porque constituyen lo que distingue al pueblo elegido de los habitantes de los países donde éste se residencia.

Después de la muerte de los hijos de Iaakov, los judíos salieron de Goshen y empezaron a mezclarse con los egipcios, relajando sus tradiciones y modo de vida.

El rápido crecimiento de la población judía atemorizó al Faraón y, por lo tanto, uno de los planes fue separar a los maridos de sus esposas, mediante los trabajos de construcción de las ciudades de Pitom y Ramses. 

El segundo paso fue ordenar a las comadronas Iojeved y Miriam (madre y hermana de Moshé) que mataran a los recién nacidos judíos, cosa que ellas no hicieron. 

Como ninguno de los planes dio resultado, el Faraón ordenó que todo recién nacido varón fuera arrojado al río Nilo.

Hasta el nacimiento de Moshé, los judíos habían perdido la esperanza de ser redimidos; incluso Amram, padre de Moshé y líder de su generación, se separó de su mujer Iojeved para no traer hijos a un mundo de esclavitud.

Fue Miriam, su hija, quien hizo que depusiera esa actitud, al explicarle que su decreto era peor que el del Faraón, quien sólo había ordenado la muerte de los varones (en cambio, él estaba decretando la muerte de las hembras también).


Amram volvió con su esposa y tuvieron a Moshé, quien fue salvado por su hermana cuando lo dejó en el río.


La mujer que amamantó a Moshé durante 24 meses en el palacio del Faraón después que la princesa lo recogiera fue su propia madre, Iojeved .

El 6 de Siván, fecha en que Moshé fue dejado por su hermana en el río, es la misma en que será dada la Torá posteriormente.

La cara oculta de la luna

El siguiente ensayo está basado en dos comentarios del Rebe en un Encuentro Jasídico (farbrenguen) luego de que la misión Apolo 8 de la NASA marcara un hito en la historia aeroespacial (Dic. de 1968). 

Toda las mitzvot se dieron en Sinaí… sus generalidades y sus detallados pormenores. — Rashi a Levítico 25:1

Ayer tuvo lugar un suceso que no conoce precedentes en la historia humana: una nave espacial tripulada por seres humanos se acercó a la luna, la orbitó varias veces, fotografió tanto su “cara iluminada” como su “cara oscura”, y regresó sana y salva a la Tierra al sitio y tiempo exactos que fue programado.

El Baal Shem Tov enseñó que “de todo lo que la persona ve u oye debe derivar una lección en el servicio a su Creador”.

De hecho, este suceso, y cada uno de sus aspectos y detalles, están colmados de instructivas reflexiones en cuanto a nuestra misión en la vida.

Unas veinticuatro horas antes de la conclusión de la misión espacial, tuvo lugar otro suceso: se presentó una pregunta en una sesión del “Encuentro”, una pregunta que dicha misión espacial puede ayudar a esclarecer.

Un participante en el “Encuentro” desafió a uno de los oradores:

“Según sé, bajo la ley de la Torá, si una persona come alimento no-kasher, la pena es de treinta y nueve azotes. Pienso que lo que la persona come es su problema personal. Las leyes deberían prohibir y penalizar aquellas acciones que resultan nocivas a otros y a la sociedad, pero deberían mantenerse fuera de la vida privada del hombre”.

El Rabino que conducía la sesión se vio bastante aturdido por la pregunta. ¿Cómo explicar a una sala llena de gente joven, criada en la América democrática y libre, el hecho de que para un acto tan “inofensivo” y “personal” como dar un mordisco a cierta comida, la Torá instruye que la persona sea atada y se apliquen con un látigo 39 azotes a su torso descubierto?.

Tras toser y mascullar, ofreció la habitual respuesta de disculpa: a fin de que una trasgresión sea castigable con azotes debe cometerse en presencia dedos testigos; estos dos testigos deben primero advertir al infractor de la criminalidad de su acto y de la pena que conlleva; el infractor debe cometer el acto en el lapso de pocos segundos de la citada advertencia; así, debido a éstas y un sinfín de otras estipulaciones, esta pena era rara vez aplicada realmente, si es que alguna.

Por lo tanto, podría decirse que el castigo de azotes ordenado por la Torá es más un indicador de la severidad de la trasgresión que un procedimiento penal operativo.

Todo esto es muy cierto, pero no responde realmente la pregunta.

Aun si la pena de azotes se aplicara siquiera una vez en cien años, ¿el acto cometido merece semejante castigo? ¿Y por qué legisla la Torá tamaña brutal intrusión a la vida privada del individuo? Pero nuestros Sabios nos dicen que: La persona tiene el deber de decir: “El mundo entero fue creado para mí”. En palabras de Maimónides: “La persona siempre debe verse a sí misma medio meritoria y medio culpable, y al mundo entero medio meritorio y medio culpable — de modo que cuando comete una trasgresión, inclina la balanza para sí, y para el mundo entero, hacia el lado de la culpabilidad, y provoca su destrucción, y cuando realiza una única mitzvá, inclina la balanza para sí, y para el mundo entero, hacia el lado del mérito”.

Ingerir un alimento espiritualmente tóxico no es un acto inofensivo, ni es personal: toda la creación se ve hondamente afectada por cada uno de nuestros pensamientos, palabras y acciones, para mejor o, Di-s libre, para peor. ¿Qué crimen mayor puede haber que el que una persona ponga deliberadamente en peligro su propio bienestar, y el de su familia, comunidad y el mundo entero, porque su paladar prefiere una lonja de carne no-kasher a una kasher? Esto es lo que está escrito en los libros. La naturaleza del hombre, sin embargo, es que entiende y acepta más fácilmente las cosas cuando ve un ejemplo tangible de ellas.

Por Providencia Divina, tenemos un ejemplo tal en la misión espacial que concluyó ayer. A tres hombres adultos se les dijo que dejaran de lado toda preferencia personal y acataran un conjunto de instrucciones que dictaban cada una de sus conductas, incluyendo sus hábitos más íntimos. Se les dijo exactamente qué, cuánto y cuándo comer, cuándo y en qué posición dormir, y qué zapatos vestir. Si alguno de ellos hubiera desafiado este régimen “dictatorial”, se le habría recordado que mil millones de dólares fueron invertidos en su tarea.

Ahora bien, mil millones de dólares generan mucho respeto. No importa que no sean sus millones; con todo, cuando a una persona se le dice que mil millones de dólares están en juego, ésta se ajustará a todas las directivas e instrucciones.

Por supuesto, no tiene idea de cómo la mayoría de estas instrucciones se relacionan con el éxito de su misión.

Ello ha sido determinado por científicos canosos luego de muchos años de investigación. Pero creerá en sus palabras, y con gusto aceptará la colosal intromisión en sus asuntos privados.

¿Y qué si en juego no está un proyecto científico de unos miles de millones de dólares, sino el propósito Divino de la Creación?

Basado en una Sijá del 10 de tevet 5729.

Ensalada de espinacas y arándanos

Esta será de esas comidas que pensás que no te gustarán pero que cuando la probás, no podés parar de alabarla. Es diferente y muy fácil y vas a ver que causarás una muy buena impresión ante tus comensales.

INGREDIENTES

3/4 taza de almendras en láminas (opcional)

1 bolsa de espinacas frescas cortadas

1 taza de arándanos disecados

2 cucharadas soperas de semillas de sésamo tostadas

1 cucharada sopera de semillas de amapola

1/2 taza de azúcar

2 cucharadas de cebolla picada muy pequeña

1/4 cucharada de paprika

1/4 taza de vinagre

1/2 taza de aceite de oliva

PREPARACIÓN:

1. En una sartén calentar el aceite a fuego lento y tostar las almendras. Retirar del fuego.

2. En un bol grande combinar la espinaca con almendras y los arándanos.

3. En un bol mediano agregar semillas de sésamo, semillas de amapolas, azúcar, cebolla, paprika, vinagre y aceite de oliva. Mezclar bien. Si lo puedes hacer la noche antes y dejar que repose, saldrá más rico.

4. Condimentar la ensalada un ratito antes de servir, y a disfrutar de los sabores.

¡Contanos qué te pareció!

El nacimiento de Moshé

PEQUEÑOS PROFETAS

La vida se había complicado para los hijos de Israel en Egipto. Cada día traía consigo un nuevo decreto del Rey Paró, haciéndoles la vida miserable a los Hebreos. Pero había por lo menos una familia que le daba esperanzas a los demás. Era la familia de Amram, el hijo de Kehot y bisnieto de Iaakov. Él y su esposa Iojeved, tenían dos hijos pequeños, Miriam y Aharón.

Un día, Miriam comenzó a aplaudir y dar vueltas por toda su casa diciendo: “Voy a tener un hermanito que salvará a nuestro pueblo de las manos de los Egipcios”.

Las palabras de Miriam pronto se hicieron realidad.

El séptimo día de Adar, Amram y Iojeved tuvieron un hijo varón, el cual inmediatamente llenó de luz el hogar. Las nubes se despejaron y el sol brilló más que nunca. Amram se acercó a su pequeña hija y la besó diciéndole: “Mi querida hija, ahora veo que tenías razón. Tu pequeño hermano no es un bebé común. Él va a ser nuestra salvación”.

Por tres meses, los alegres padres escondieron al bebé de los oficiales de Paró, quienes iban de casa en casa buscando bebés judíos para tirarlos al río. Al final de los tres meses, los oficiales comenzaron a buscar en la casa de Amram, y él, junto con Iojeved, sabían que no podían esconderlo por mucho tiempo más. Entonces Iojeved dijo: “No puedo proteger más a mi bebé, sólo Di-s puede hacerlo. Voy a dejarlo en Sus manos”.

Diciendo esto, Iojeved hizo un pequeño cesto de hierba y lo cubrió con brea por fuera para que resista el agua. “Haz que mi bebé no sufra el olor a brea”, dijo, es por eso que no le puso brea por dentro. Luego puso al bebé en el cesto, lo llevó a Río Nilo y lo escondió entre los juncos.

EL FATÍDICO DÍA

Con lágrimas en los ojos, volvió a casa. La pequeña Miriam permaneció cerca del río para ver qué le podría pasar a su hermano.

En ese preciso momento, los Ángeles se reunieron ante Di-s suplicándole por el pequeño bebé. “Oh Di-s”, dijeron, “Tú has prometido que llegaría el día cuando los hijos de Israel serían liberados de Egipto, y dada tu sagrada Torá eso sería el sexto día de Siván. Hoy es ese día, ¿dejarás que este niño tenga hambre y esté expuesto en las aguas del Nilo?”

Inmediatamente, Di-s ordenó al sol que brillara fuertemente, provocando que todas las mujeres y niños Egipcios vayan al río Nilo a refrescarse.

La princesa Batia, hija del Rey Paró, llamó a sus sirvientas, quienes también fueron a bañarse al río.

De pronto, la princesa notó un pequeño cesto en los juncos del río. Envió a una de sus sirvientas para que lo recogiera, pero la malvada dijo: “¿Para qué molestarse, princesa, con un pequeño cesto que seguramente hay un bebé Judío escondido? ¿Acaso nuestro rey no ordenó que todos los bebés sean arrojados al río sin lástima?

La princesa había perdido el uso de sus brazos por una enfermedad, y pensó: “Si sólo pudiera usar mis mandos, podría agarrar el cesto yo misma”. En ese preciso momento, aquél pensamiento provocó que algo extraordinario ocurriese. De pronto pudo sentir que sus manos estaban fuertes nuevamente. La princesa se acercó hasta los juncos y tomó el pequeño cesto con sus propias manos.

Cuando lo abrió, encontró un pequeño bebé con una cara iluminada, que brillaba como el sol. La princesa tuvo lástima de él y dijo: “Seguramente es uno de los infortunados bebés judíos. No seré tan malvada como mi padre, yo lo salvaré”.

EN LOS BRAZOS DE SU MAMÁ

La princesa le ordenó a una de sus sirvientas egipcias que lo alimentara, pero en el momento en el que la señora lo agarró, comenzó a llorar y se rehusó a ser alimentado. La princesa le ordenó a otra sirvienta que lo hiciera, pero nuevamente no pudo.

En ese mismo momento, Miriam se encontraba a muy poca distancia de allí, mirando atentamente todo lo que estaba pasando con su hermano, sin decir una palabra. Cuando escuchó a su pequeño hermano llorar, se acercó y le dijo a la princesa: “¿Llamo a alguien para que alimente al niño?”

“Por favor, hazlo”, dijo la princesa, “y te recompensaré”.

Miriam volvió a su casa, y le dijo a la mamá todo lo que había pasado en el río. “¡Rápido madre” dijo, “la princesa está esperando, el bebé tiene hambre!”.

Iojeved corrió hasta el río, y a penas sostuvo al bebé en brazos, este paró de llorar y comenzó a sonreír. La princesa también comenzó a sonreír, y le dijo a Iojeved: “Te pagaré dos shekels cada día si le das de comer a este bebé por mi”.

“Estaré sumamente contenta de hacerlo”, dijo Iojeved.

“Bien, te confío al bebé por dos años” dijo la princesa, “pero recuerda que al final de los dos años, deberás traerlo al palacio, sano y salvo”

“Será el niño de mis ojos”, dijo Iojeved, y si lo llevó a su casa.

LOS SIETE NOMBRES

Iojeved cumplió con su promesa, y al final de los dos años, le llevó el bebé a la princesa. Batia estaba contenta de verlo. Nunca antes había visto a un niño tan lindo.

“¿Cómo lo llamas?”, le preguntó Batia.

“Le dimos seis nombres” dijo la mamá. “Jered, Javer, Yekutiel, Avigdor, Avi-Sojo y Avi-Zonoaj”

“Le daré un séptimo nombre” dijo Batia. “Lo llamaré Moshé, porque lo saqué del agua”.

Di-s dijo: “Debido a que Batia fue tan amable y misericordiosa, el niño será llamado por el nombre dado por ella”.

Desde ese día, Moshe se quedó en el palacio, y la princesa lo amaba tratándolo como si fuera su propio hijo. Cada uno que venía al palacio y veía a Moshe, admiraba su inusual belleza y buenos modales. Incluso el malvado Paró lo amaba y jugaba con él.

Por: Nissan Minde

Doble cariño

La Torá no se conforma con contar la cantidad de personas que llegaron a Egipto, sino que nos repite nuevamente sus nombres. ¿Por qué?.

La Parshá de Shemot comienza relatando la esclavitud en Egipto. Cuenta que sólo llegaron allí “setenta almas” y luego “los hijos de Israel crecieron, proliferaron, aumentaron y se fortalecieron mucho, muchísimo, y la tierra se llenó de ellos”, hasta que los egipcios comenzaron a atormentarlos y esclavizarlos.

La Torá no se conforma con contar la cantidad de personas que llegaron a Egipto, sino que nos repite nuevamente sus nombres, ¿por qué?.

Explica sobre esto Rashi: “Aunque ya los contó con sus nombres cuando estaban con vida, vuelve a hacerlo después de fallecidos, para mostrarnos el cariño que les prodiga. Han sido comparados (los hijos de Israel) a las estrellas, que al ponerlas y sacarlas del firmamento son contadas y llamadas por su nombre (por Hashem)”. Lo que se aprecia y se quiere, se vuelve a contar y llamar por su nombre.

Puntos de vista opuestos

Si bien, tanto el recontar como el nombrar repetidamente a alguien implica amor, en realidad expresan dos aspectos opuestos: el número destaca el punto en común de los elementos contados. Por ejemplo, al contar personas, la enumeración no hace diferencia entre uno y otro. El más grande no vale más que uno, y el más pequeño no vale menos que eso. En cambio el nombre refleja el aspecto singular que diferencia a esa persona del resto, el nombre está vinculado con lo que él es y sus cualidades específicas.

Debemos unir

En el judío están ambos aspectos: la esencia del judío, es esa chispa del alma que es “una parte propiamente dicha de Di-s”. Ésta es una característica común a todos los iehudim. El cariño que Di-s nos prodiga desde esta perspectiva se expresa en que Di-s nos cuenta, en el número, ahí cada judío es igual al otro. Además cada judío posee sus facultades específicas, su intelecto, sus emociones, su nivel de estudio de la Torá, su nivel de cumplimiento de los preceptos que se ponen de manifiesto y se destacan al llamar a cada uno con su nombre. El cariño que Hashem nos tiene por los logros específicos de cada uno, se expresa porque Hashem vuelve a llamar a cada uno por su nombre.

La verdadera perfección se alcanza cuando ambas virtudes se unen entre sí; cuando la “chispa judía” ilumina el alma del iehudí, penetrando también en sus facultades personales. Cuando se logra que el intelecto, las emociones y la conducta en la práctica se correspondan con la fuerza y la santidad de la esencia de la chispa judía, el “pintele id”. Y este es el sentido más profundo de las palabras de Rashi: “los contó con sus nombres…” Di-s unió la fuerza de la cuenta – la esencia del alma – con el nombre – las facultades conscientes y concretas de los judíos.

La fuerza para sobrellevar

Expresar cariño, significa también dar fuerzas. Di-s dio a conocer su cariño por los judíos, justamente al ingresar a la esclavitud de Egipto. Cuando el judío debe “medirse” con los obstáculos y dificultades de Mitzraim (Egipto) Di-s le da a conocer Su cariño especial y le da fuerzas para no dejarse impresionar por los conflictos que el cuerpo y el alma “animal” le presentan. Y que, al contrario, pueda completar su cometido y misión de refinar su cuerpo y alma animal a través de una vida de Torá y práctica de las Mitzvot, hasta, finalmente, salir de “Egipto”.

Y cuando la esencia de la “chispa judía” brilla en la persona, en su intelecto y en su conducta, ésta tiene la fortaleza para sobrellevar todos los obstáculos.

Likutei Sijot, tomo 6, pág 6.