Los elijo

En la porción de la Torá de esta semana, Reé, leemos “Son hijos para Di-s”. También leemos “…Di-s te ha elegido para que seas para Él un pueblo atesorado”.

Estos versículos requieren algunas preguntas:. ¿Cuál de las dos versiones es la correcta? ¿Somos hijos de Di-s o nos ha elegido? ¿Qué podemos aprender de esto para nuestras relaciones personales? ¿Escoge uno a sus parientes? Di-s nos dice que hay dos formas en que se relaciona con nosotros. Primero, como sus hijos. Así como un padre es una sola cosa con su hijo y nada puede cambiar eso, tampoco el vínculo de Di-s con nosotros nunca puede ser cortado, somos Sus hijos.

Segundo – Él nos elige. Él nos quiere y nos elige todos los días para ser su tesoro.

No solo somos intrínsecamente uno con Él debido a nuestro vínculo esencial, sino que Di-s continúa atesorando a todos y cada uno de nosotros porque Él elige hacerlo.

Es posible estar en una relación y dar por supuesto el hecho de que eres esencialmente uno, pensando que esto es suficiente.

Tus hijos y tu cónyuge desean que los elijas todos los días. Cuando no lo haces, se sienten heridos, se dan por sentados y se sienten usados. Es por el vínculo intrínseco que anhelan tu amor.

No seas solo el padre de tu hijo, se un padre para tu hijo. Lo mismo es cierto con respecto a los cónyuges, y para los hijos hacia sus padres. Muéstrales que los eliges, que son tu tesoro.

No seas difícil, no seas obstinado, no pongas requisitos para tu amor. Elige darles tu amor porque son tus tesoros.

Diagnosticado con ELA- enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las células nerviosas del cerebro y de la médula espinal- incapaz de moverme, tengo la bendición de tener mucho tiempo para pensar. Al considerar lo que es más importante para mí, la conclusión es siempre la misma. Lo más importante es que mi esposa y mis hijos se sientan queridos y apreciados por mí, y hago todo lo posible para mostrarles que así es. La vida es muy corta, asegúrate de que tu familia sepa cuánto los valoras y que los eliges una y otra vez.

Adaptado por Rabi Yitzi Hurwitz de las enseñanzas del Rebe, yitzihurwitz.blogs-pot.com. El rabino Hurwitz, quien está luchando contra ALS, y su esposa Dina, son emisarios del Rebe en Temecula, California.

Una historia de amor judía

Me paré en la puerta de nuestra cocina. Habían solo dos personas allí, sin embargo sentí que no debería entrar. La escena habitual después de la cena: mi madre lavando los platos, mientras que mi padre estaba en la mesa, leyendo las páginas abiertas del Talmud. Mi padre solía hacer comentarios o preguntas, mientras leía en voz alta los textos y los comentarios. Mi madre escuchaba, añadiendo de vez en cuando sus propias preguntas o comentarios. Eran socios en el estudio, ya que era el fundamento de su vida y dirección.

Ninguno de los padres parecía darse cuenta de la presencia de su hija en la puerta de entrada. Yo sólo tenía diez años en el momento, pero mi naturaleza sensible detectó que la habitación estaba llena de amor del uno por el otro.

Tan llena que llenó la sala y yo no quería entrar y molestar.

Hollywood no podría producir o incluso concebir tal escena. ¿Por qué? Porque hoy en día, los elementos hedonistas seculares de la civilización occidental son el factor dominante en esta sociedad. La belleza física,placer y perfección se ensalzan.

La intimidad es un juego, un deporte, una indulgencia egoísta. La civilización judía, sin embargo, tiene sus raíces en la creencia en Aquel Que Es el conocedor, el conocimiento y lo conocido. Por consiguiente, era la Voluntad Divina crear un mundo material donde la espiritualidad se oculta. Fue la Voluntad Divina crear a la humanidad para cuidar el Jardín del Edén y nutrir su espiritualidad. A una nación, un grupo de todo tipo de personas, se le dio la responsabilidad de descubrir la esencia de la calidad de vida. Los Judíos fueron esclavos en el antiguo Imperio Egipcio cuando Di-s los liberó y los llevó al monte Sinaí. Allí, sobre una pequeña montaña, a un pequeño pueblo se les dio una enorme responsabilidad, para hacer del mundo una morada para Di-s.Para lograr esto, les dio la Torá, una enseñanza para la vida. Allí estaban todas las leyes relativas a las tareas rutinarias diarias de la existencia,económico, social, político, religioso, ritual, educativo, nutricional, y sobre todo para ser un pueblo Santo para “Yo tu Di-s soy Santo”. La santidad de las personas no se desarrolla a través de la filosofía o la teología, sino a través la aplicación práctica de las leyes de la Torá. Ser Santo significa estar separado y dedicado a un propósito especial. Un pueblo Santo para seguir las enseñanzas de Di-s debe actuar con respecto con todas sus creaciones. Es así como la presencia de Di-s es reconocida como fundamento para la vida y la vida de todo lo que existe. Actuar con respeto significa actuar con consideración ante las necesidades del otro y sus circunstancias.

La humildad es fundamental para un sano respeto. La verdadera humildad viene de reconocer a Di-s en la vida. El Rebe de Kotzk enseñó que cuando estamos absortos en nosotros mismos, no hay lugar para que Di-s entre. Respetar la privacidad del otro está en la raíz tanto de una sana autoestima como en una relación sana con el otro, especialmente con el sexo opuesto. La ley judía es la expresión activa de su alma interior. Jugar o experimentar con otra persona se considera intolerable. Sólo a una pareja casada se le permite tener contacto físico. El matrimonio es una unión monógama desconfianza entre dos personas en la presencia de Di-s. Este vínculo se fortalece con la privacidad de sus relaciones íntimas. Señales públicas de afecto son restringidas. Esta norma moral muy alta nos ha ayudado a sobrevivir 3.500 años de diversos peligros, culturales, económicos y políticos. El hogar judío nunca fue una fortaleza, sino un Templo.

Aunque mis padres procedían de Europa del Este, trajeron a sus costumbres matrimoniales enfoques diferentes. Sin embargo, debido a que estaban concentrados en hacer feliz a su cónyuge, se las arreglaron para tolerar o evitar las idiosincrasias de otros. Para mis padres el amor era un tema muy personal, privado y Santo. Su cuidado y preocupación por el otro hicieron el amor verdadero en nuestra casa. Los desacuerdos no eran campos de batalla, sino momentos de llegar a un mejor entendimiento y apreciación hacia el otro. Aunque ni siquiera sus hijos los vieron tocarse físicamente entre sí, sus interacciones reflejaban una unión interna profunda.Cuando mi padre quería corregir mis modales en la mesa decía: “Mira que bien come tu madre”. Había una cálida sensación en su tono de voz que transmitía sus sentimientos. Cuando mi hermana le preguntaba a mi padre una pregunta sobre un tema que estaba estudiando, él le decía: “Ve y pregúntale a tu madre, ella entiende mejor que yo” El respeto y la consideración que mostraban el uno hacia el otro se extendió a sus hijos, amigos, vecinos, desconocidos y a los niños y adultos que enseñaban. El verdadero amor no es sólo su expresión externa visible, sino la unión más profunda de la simple reflexión. Por lo tanto, cuando estaba en la puerta, comprendí que una escena de amor judía no tiene por qué mostrar en público su componente privado, físico, cuando su esencia espiritual es tan potente.

Por Ester Serebryanski

Mi padre y el sacerdote

Hace casi 40 años, mi padre, Rabi Dovid Schojet fue invitado a disertar ante un grupo de participantes judíos y no-judíos en la ciudad de Búfalo. Inseguro de aceptar la invitación, consultó con el Lubavitcher Rebe, quien le instó a que asistiera. Y le indicó enfocar su conferencia  sobre el tema de caridad, debido a su aplicación universal.

Mi padre empezó con la siguiente historia.

Un individuo adinerado que nunca contribuía con caridad, vivió en la época del autor del Tosfot Iom Tov, Rabi Iom Tov Lipman Heller. Después de que este avaro se murió, la Jevra Kadisha ( responsables del entierro) sintió que era indigno de ser enterrado al lado de alguien respetable y lo puso en el área del cementerio del hekdesh, reservado para los proscritos de la sociedad.

Unos días después, un tumulto sacudió a Cracovia. El carnicero y el panadero, dos miembros prominentes de la comunidad que habían sido siempre sumamente caritativos, dejaron de distribuir sus fondos. Los pobres que habían confiado en ellos para su sustento estaban consternados. Los comentarios corrieron tan rápidamente que llegaron ante el Tosfos Iom Tov quien llamó a ambos y les preguntó porqué habían interrumpido sus actos tan abruptamente.

Ellos contestaron: “En el pasado el miserable nos proporcionaba los fondos para caridad. Él nos advirtió no revelar nuestra fuente, pues deseaba poseer el gran mérito de realizar la mitzvá en secreto. Ahora que está muerto, no podemos continuar.”

Impresionado por la conducta del “miserable” , el Tosfos Iom Tov pidió que se lo entierre al lado de este individuo, aunque fuera en una sección desacreditada del cementerio.

Cuando mi padre concluyó su conferencia, un participante del público- un sacerdote- se le acercó y pidió que le repitiera la historia. Se encontraron al día siguiente. A la hora designada, el sacerdote llegó al hotel de mi padre.

El sacerdote pidió a mi padre repetir la historia. Mi padre lo hizo, pero se pasmó cuando, después de concluir la historia, el sacerdote muy confundido, le pidió que la repitiera.

A esta altura, el hombre caminaba nerviosamente por el cuarto. Finalmente, se volvió a mi padre y dijo: “Rabino Schojet, el hombre caritativo de la historia era mi antepasado.”

Escépticamente, mi padre calmó al joven diciendo que no había conexión entre él y la historia. “Además” le dijo “usted es gentil, y este hombre era judío”

El sacerdote lo miró y susurró: “¡Rabino, tengo una historia para contarle!”

Había crecido en el estado de Tennessee. Su padre era Comandante del ejército americano durante la Segunda Guerra. En ultramar, en Europa, su padre se había enamorado de una muchacha judía. Se casaron y nadie supo su origen. Un tiempo después, la pareja tuvo un niño que criaron como católico. El niño creció y asistió a un Seminario entrenándose para convertirse en sacerdote.

La madre del sacerdote murió prematuramente. Antes de su muerte, ella descubrió su secreto a su hijo.

Después de recitar el Shema, le confesó: “Quiero que sepas que eres judío”. Y le informó de su antepasado enterrado al lado de un gran sabio llamado el Tosfos Iom Tov y le relató casi literalmente, la historia que mi padre había contado.

En ese momento, el sacerdote pensó que su madre deliraba. Siguió con su vida, se olvidó del episodio.

“Rabino” -lloró- ” Usted me ha recordado a mi madre, y que la historia es verdad. ¿Qué voy a hacer? Soy un sacerdote de una gran congregación”. 

Mi padre le explicó que según el Judaísmo, él era judío. Lo animó a que explorara su herencia, y lo puso en contacto con quien podría guiarlo.

Mi padre no supo nunca más de este hombre.

Hace varios años, en una visita a Israel, un judío religioso se le acercó en el Kotel, y lo saludó.

Mi padre no lo reconoció. El hombre exclamó: “¿No me reconoce, Rabino Schojet? ¡Yo soy el sacerdote que encontró en Búfalo!” Y continuó: “Un judío nunca se pierde de su pueblo”

PD. Descubrí recientemente que mi padre es un descendiente directo del Tosfos Iom Tov.

En otro tiempo, en un hotel en Búfalo, Nueva York, un descendiente del Tosfos Iom Tov se encontró con un descendiente del avaro-y milagrosamente cambió el curso del destino.

Por Chana Weisberg

Recibir por mérito propio

“Y será- eikev- como consecuencia de que escuchareis” (Devarim 7:12)

Existe entre amigos el fenómeno de sellar un pacto o de juramentarse el uno al otro. El objetivo del pacto o del juramento es brindar fortaleza eterna al amor existente entre ambos. Un hombre que sella un pacto con su compañero y le jura fidelidad, se compromete con ello a sostener el vínculo pase lo que pase.

En el comienzo de nuestra Parshá, la Torá abre con las palabras (1): “Y será como consecuencia de que escuchareis a estas leyes”, y promete por ello la retribución de “y cuidará Hashem tu Di-s para ti el pacto y la bondad que juró a tus antepasados”. Se plantea aquí la pregunta: ¡¿El pago es por haber cumplido con los deberes de la Torá y sus preceptos, el judío se hace acreedor de ello como consecuencia de su trabajo y no por el pacto y el juramento que tuvo lugar con nuestros Patriarcas; y si la retribución es en mérito al pacto y al juramento, esta paga Di-s la debe dar en todo caso y no condicionarla a la observancia de la Torá?! (la formularía de otra forma)

¿El judío es gratificado por haber cumplido con los deberes de la Torá y sus preceptos o por el pacto y el juramento que tuvo lugar con nuestros Patriarcas?, ¿Si la retribución es en mérito al pacto y el juramento, Di-s debería darla en todo caso y no condicionarla a la observancia de la Torá, o si?

NO UN REGALO GRATUITO

La explicación de ello es que es verdad que la recompensa es en mérito al pacto y al juramento, pero para recibir una recompensa tan elevada se requiere de una introducción previa de “eikev” que es “escuchareis”. El Altísimo no desea que el flujo de bendición que Él derrama sobre Sus criaturas sea en carácter de “pan de favor” (que también se califica como “pan de la vergüenza” (2) ). Para que el hombre se haga acreedor del verdadero y completo bienestar, el Altísimo fijó que también aquello que es dado como un regalo de Arriba, requiera de una acción humana previa, y entonces recepcionará infinitamente más de lo que le corresponde a su accionar.

¿Cómo se hace uno acreedor de este flujo superno? 

Dice la Torá: “y será ‘eikev’ que escuchareis”. El término “eikev” utilizado aquí para decir “como consecuencia”, es de uso inusual en el texto bíblico. Por eso se explica que hay aquí dos intenciones: a) se refiere (3) esto a los preceptos livianos “que el hombre trilla con su talón”- talón en hebreo se dice “akev”; b) este es el cumplimiento de los preceptos en el final del exilio (4), en la época de ‘ikveta de Meshijá’- los talones del Mashiaj, los últimos momentos del exilio.

LOS TALONES DEL MASHIAJ

El aspecto en común de estas dos interpretaciones es que se trata del cumplimiento de preceptos cuando el hombre no percibe tanto la luz de los mismos: no siente la virtud de los preceptos livianos, de la de la misma manera que en la época de los talones del Mashiaj no se siente la luz sagrada de la Torá y sus preceptos. En esta situación los preceptos se cumplen como consecuencia de aceptar el Yugo Divino y someterse a Él, pero no por entender y sentir interiormente el precepto.

Sin embargo, resulta que este tipo de cumplimiento de los preceptos posee una virtud muy grande. Cuando un judío cumple los preceptos por entendimiento y comprensión, y por ende los siente, en esto no se nota tanto el Servicio a Hashem, puesto que en esencia hace lo que él desea y siente que debe llevarse a cabo. Pero cuando el judío cumple la mitzvá por aceptación y sumisión al Yugo Celestial, y se siente a las claras que él es un servidor de Hashem y por ende ejecuta la Voluntad del Altísimo.

ACEPTACIÓN DEL YUGO

El cumplimiento de los preceptos por aceptación total del Yugo Divino y a partir de la anulación a Hashem- sin mezclar en ello la lógica y los sentimientos personales- llega a los niveles más elevados, hasta el Altísimo mismo, en Su Gloria y Esencia, y por ende causa la revelación del pacto y el juramento que Hashem juró a los Patriarcas.

Esta es la virtud del cumplimiento de la Torá y sus preceptos en nuestra época, cuando no vemos ni sentimos tanto la revelación Divina- puesto que es a través de la aceptación del Yugo Celestial específicamente alcanzamos los niveles espirituales más excelsos.

(Likutei Sijot tomo 9, pag. 71)NOTAS: 1.Devarim 7:12 2.Ver Tana debi Eliahu Rabá Parshá 20 Likutei Torá Vaikrá 7:4 3.Rashi al principio de nuestra Parshá 4.Or HaTorá principio de esta Parshá.

La mezuzá

Una mezuzá (מְזוּזָה) es un rollo de pergamino en el que el Shemá está escrito a mano por un escriba experto.

Una mezuzá colocada en el lado derecho del marco de la puerta de una casa judía nos recuerda a Di-s y a nuestra herencia. 

También invita al cuidado vigilante de Di-s sobre el hogar. Una mezuzá kosher en las puertas de una casa u oficina protege a los habitantes, ya sea que estén dentro o fuera.

“Escucha, Israel : Di-s es nuestro Di-s , Di-s es uno” ( Deuteronomio 6:4) .

 Las palabras del Shemá constituyen la declaración más básica del judaísmo: que Di-s es nuestro Di-s, una presencia real en nuestras vidas; y que Di-s es uno, la verdad singular, absoluta y omniabarcante de nuestra existencia.

El significado místico de la mezuzá

La mezuzá es una de las pocas mitzvot (mandamientos divinos) para las que la Torá establece su recompensa. En este caso, la recompensa es una larga vida para uno mismo y para los hijos: 

Y las grabarás en los postes (” mezuzot “) de tu casa y en tus puertas, para que tus días y los días de tus hijos se prolonguen sobre la tierra que el Señor juró dar a tus padres, mientras los cielos estén sobre la tierra ( Deuteronomio 11: 20-21).

Según los Tosafot y el Shulján Aruj , la función principal de la mezuzá es proteger la casa del mal. Debido a este atributo, la mezuzá ha sido llamada “el escudo de armas de la caballería de Di-s “.

Para comenzar a comprender el mecanismo de este efecto de la mezuzá, primero debemos ahondar en el concepto mismo del mal.

FUENTE

Una representante de Lubavitch, a quien conozco personalmente, dictaba clases usualmente de materias sobre judaísmo, y se contactó con varias mujeres judías del área. Una de ellas, concurría a sus clases de Torá y era una estudiante de la universidad local. Cuando la estudiante expresó su deseo de tener una Mezuzá, la pareja jasídica fue a su departamento, situado en un gran edificio, donde la mayoría de sus habitantes no eran judíos. Colocaron las Mezuzot Kasher en cada una de las puertas, y por supuesto, fijaron una en el marco exterior de la puerta de entrada que da al pasillo del edificio.

Un tiempo después, mi amiga tuvo la oportunidad de visitar nuevamente a la estudiante. Pero cuando se aproximó al departamento no vio la Mezuzá. Al entrar notó que la chica había cambiado el lugar de la misma. En lugar de en la parte exterior de la puerta, la reubicó del lado interno, cosa que sea visible sólo del lado de adentro. Como respuesta a la mujer, la estudiante le explicó que a veces tiene visitas en casa, y entre ellas hay un grupo de mujeres judías que la criticaron por poner la Mezuzá en un lugar público. 

Le dijeron que no era necesario, e incluso agradable exponer un símbolo judío en la cara de cada uno que pasa, y aparentemente la ridicularizaron.

¿Por qué tenía ella que llamar la atención así e irritar a sus vecinos no judíos? La pobre estudiante no sabía qué hacer. Ella sabía que la Mezuzá debe colocarse en la puerta, pero ¿qué diferencia habría sobre qué lado ponerla? Nada estará mal si la corremos unos centímetros… 

La mujer no le contestó directamente, pero le molestó que en estos tiempos un judío se sintiera intimidado, y no mostrara su judaísmo públicamente. Como no deseaba ser dura, decidió esperar el momento apropiado para discutir el tema más adelante con su joven amiga. Pero fue la Divina Providencia la que decidió por la estudiante.

Un tiempo después, la chica vino a una clase, y le comentó excitada que había vueltvo a colocar la Mezuzá en su lugar original y que ahora comprendía que no se había conducido apropiadamente al tratar de ocultar su judaísmo, y también entendía lo que es una Mezuzá para un judío.

La estudiante tenía que recibir un paquete por correo. Al no encontrarse en casa en ese momento, el cartero le dejó una nota, explicándole que había entregado la encomienda en otro departamento, conociendo que su propietario era una persona confiable. Subiendo las escaleras para recibir el paquete, se percató que se trataba de un anciano que alguna vez cruzó en el pasillo. El hombre abrió la puerta y la reconoció, invitándola a pasar para entregarle el envío. Ella agradeció la molestia y cuando estaba a punto de salir, el hombre le dice: “¡Shalom!” “¿Oh, ¿es usted judío?” dijo la joven, “jamás lo hubiera sospechado…” Inmediatamente el hombre cambió su conducta. 

Sus ojos se nublaron con amargura y angustia. Empezó a refunfuñar para sí. “Sí, un judío, una plaga en mi vida…yo soy judío, un judío desafortunado…” De a poco se volvió coherente y narró la historia de su vida: Como muchos otros, él había perdido a toda su familia en los terribles días de Hitler. Su esposa e hijos habían perdido la vida en las cámaras de gas. Era el único sobreviviente. Desde entonces su vida fue un desierto, una sucesión de días y años de soledad y dolor. Desde la guerra siempre evitó todo lo judío, hasta el punto de no revelar su verdadera identidad a otros. La chica estaba junto a la puerta sin saber qué decir. Nada le parecía apropiado. 

De repente, con una suave voz, el anciano preguntó: “¿Y por qué, hija mía, has quitado la Mezuzá de tu puerta?” Como hablando para sí, dijo el hombre: “Cuando la Mezuzá aún estaba en tu puerta, solía escabullirme hacia abajo, cuando el pasillo estaba vacío. Me paraba junto a la puerta, besaba la Mezuzá y lloraba. Mi corazón encontraba consuelo y un poco de mi dolor se iba…” 

Y eso, explicaba la estudiante, fue el motivo por el cual “retorné la Mezuzá a su correcto lugar”

(Por Y Lipmanowitz, del The Yidishe Heim)

No hay mitzvot más o menos importantes

“Y será si- eikev- escucharán” (Devarim 7:12)

En la Torá cada cosa es absolutamente exacta. También la elección de un término o una expresión específica no es casual. En el principio de nuestra parshá, la Torá elige utilizar el término “eikev” -“Y será si- eikev- escucharán”(1). Nuestros Sabios(2) Z”L de inmediato se detienen sobre esto y aprenden de ello que la Torá alude a los preceptos que poseen la connotación del “eikev” –el talón- es decir, “los preceptos livianos que las personas no toman en cuenta y los arrojan bajos sus talones”, en el lenguaje de Rashi(3): “las mitzvot livianas que la persona pisa con su talón”. Es decir, la Torá nos advierte aquí sobre la necesidad de ser meticuloso también en el cuidado de los preceptos livianos.

¿DE QUÉ TEMÍA DAVID?

A continuación de estas palabras, el Midrash relata, que el Rey David no temía por los preceptos graves; éstos sin lugar a dudas observó celosamente, y era cuidadoso en su cumplimiento. Él tenía miedo de los preceptos livianos, aquellos preceptos que “la persona pisa con sus talones”, con la posibilidad de no haberse cuidado de respetarlos como corresponde. Sobre esto dijo en los Salmos (4): “el pecado de mis talones me acosa”, es decir, tenía miedo por los preceptos livianos comparados al ‘talón’.

Cuando reflexionamos un poco en el tema surge la pregunta: ¿Por qué temió el Rey David de los preceptos livianos? ¿Acaso puede ocurrírsele a alguien pensar que David no fue cuidadoso hasta en lo más mínimo, en la observancia de alguno de los mandamientos de Hashem?

¿No fue acaso el propio Rey David quién dijo (5): “También Tu siervo se ha cuidado con ellos, al observarlos, a los (preceptos) talones, con gran intensidad”?. Vemos de aquí que David fue inmensamente cuidadoso también con los preceptos livianos. Siendo así ¿de qué es que temía?

A NO CATEGORIZAR

Debemos decir, de que no se trata aquí de dejar de cumplir estos preceptos o despreciar su cumplimiento (“que la persona pisa con su talón”). El Midrash se refiere al mismo hecho de asignar categorías a los preceptos, calificando a parte de ellos como ‘livianos’ frente a otros que son ‘severos’. La Torá nos advierte que no se haga esto.

Un judío puede cumplir toda la Torá y sus preceptos, con todos sus detalles y pormenores, sólo que siente la diferencia entre una mitzvá y otra. Ciertas mitzvot son más importantes a sus ojos mientras que otras (aunque también las observa) les parecen secundarias, de menor importancia. Ese enfoque y actitud es incorrecto (6), e incluso peligroso.

Es imposible y está prohibido juzgar los preceptos Divinos sólo con los ojos de la razón. La razón que siempre va detrás de la lógica y el entendimiento puede armar una categorización de los preceptos y ver algunos preceptos como más importantes que otros. Pero ¿de dónde surge que la lógica es la que define el valor de una mitzvá? Los preceptos los cumplimos porque fueron ordenados por el Altísimo, ¿y quién es entonces el capacitado para penetrar en el secreto del pensamiento Divino y en la profundidad de Sus intenciones?.

NO HAY DIFERENCIAS

Todo precepto es parte de la Voluntad de Di-s, de la Voluntad infinita del Altísimo, Bendito Sea. En los ojos de Hashem todos los preceptos son exactamente iguales, puesto que son parte de la Voluntad esencial de Di-s que no es divisible. Por ende, los preceptos deben ser también en nuestra visión todos absolutamente iguales y todos deben ser cumplidos en el máximo nivel de alegría, entrega y exactitud.

Sobre esto la Torá nos advierte en esta Parshá. Y nos promete múltiples bendiciones si seremos meticulosos con cuidar con entrega total y de la manera más íntegra también esos preceptos que pueden parecernos como ‘talones’. La recompensa por ello será (7): “Y guardará Hashem tu Di-s para ti el pacto y la bondad que juró a tus antepasados…”

(Likutei Sijot Tomo 19 Pág. 89)

NOTAS: 1.Devarim 7:12 2.Midrash Tanjumá nuestra parshá. Ver Likutei Torá Devarim 20:4 3.Al comienzo de nuestra Parshá. Ver Torá Ohr Bereshit 23:3 4. Tehilim 49:6. Ver explicación de Rashi sobre el versículo. Zohar Parte I 198,b y otros 5.Taanit 30,b 6.Taanit al final 7.Devarim ahí.

El Shema Israel de mamá

La Parshá de esta semana contiene una de las proclamas más significativa dentro de la liturgia judía, el Shemá Israel. A continuación una historia que lo ilustra en su plenitud.

Durante el Holocausto en Europa, muchos niños Judíos fueron dejados en conventos católicos. Los padres, ante la desesperación elegían a veces este camino. Depositaban entonces bebés y niños en los orfanatos de la Iglesia. Allí estos recibían alimento y techo. Miles se salvaron así de las cámaras de gas. Concluyó la guerra. Muchas asociaciones y centros de refugiados se ocuparon de volver a reunir a familias y registrar datos. Lentamente comenzaron a llegar noticias sobre los niños que fueron depositados en las Iglesias.

Fue enviada una comisión integrada por Rabinos desde USA y Gran Bretaña para tratar de devolver a estos niños al seno de su Pueblo. Los Rabinos se dirigieron al primer convento y pidieron hablar con la máxima autoridad allí. “Por supuesto que no nos oponemos que los niños vuelvan a sus familiares o por lo menos a su gente” -dijeron. Pero… ¿cómo sabrán distinguir cuál es Judío? Nosotros no acostumbramos a señalar el origen o religión de los chicos”.

“Pues la lista de nombres nos ayudará”, contestaron. “¡La revisaremos y aquellos que suenen como Judíos nos demostrará su origen!”.

“No, no, no; no acostumbramos a hacer así las cosas!!”, dijo el Padre ofendido. “Tenemos que ser detallistas al máximo, sin posibilidad de error. No liberaremos niños por el mero sonido de un nombre”. Los Rabinos intentaron convencerlo con buenos argumentos, pero éste, seguía en la suya. “Sólo permitiré que se retiren niños con la total seguridad de que sean Judíos”. ¿Qué hacer? La mayoría de los pequeños fueron separados de sus familias cuando eran muy pequeños aun y no podían recordar por sí solos sus orígenes. ¿Documentos? Imposible de encontrarlos después de semejante destrucción. Hicieron un nuevo intento para convencer al sacerdote pero éste perdió la paciencia. “Lo siento mucho. Ya les di demasiado de mi tiempo. Decidan ya qué hacer. Les otorgo sólo tres minutos”. Parecía que todos los esfuerzos iban en saco roto. El corazón de los Rabinos se partía de dolor. De acuerdo a la información que tenían, decenas de niños Judíos se hallaban en este convento, y sólo contaban con tres minutos… Los labios murmuraron una plegaria al Amo del Mundo, para que los ilumine con una idea que les permita distinguir entre cientos de niños, quienes eran Iehudim, y sólo en tres minutos. Sus rezos fueron escuchados. A la mente de uno de los Rabanim llegó una idea increíble. “¿Podemos utilizar los tres minutos cuando querramos?” “Sí”, fue la respuesta. “Entonces, vendremos cuando los niños se acuesten a dormir” “A las siete en punto”, fue la respuesta del Padre, que no ocultaba su desdén por la testarudez y perseverancia de los Rabinos y esperaba ansiosamente la llegada de la hora señalada para saber realmente qué es lo que tramaban. ¿Para qué irse y volver?. Cuando el reloj dejó oír las siete campanadas, todos los pupilos se encontraban, después de un pesado día, acostados en sus camas, ordenadas una al lado de la otra en el gran salón.

Los Rabinos caminaron hacia el centro de la habitación. Uno de ellos se paró sobre un pequeño banquito y esperó. Un silencio total reinó allí. Y así, con voz calma, el Rabino pronunció seis palabras que penetraron en la sala de punta a punta: “SHEMA ISRAEL HASHEM ELOKEINU HASHEM EJAD” (Oye Israel, Hashem es nuestro Di-s, Hashem es Uno).

En el instante se escucharon murmullos de todos los extremos del salón. Vocecitas y llantos: “Mamá”, “Mámele”, “Mame”. Cada niño, en su lengua, buscaba a su madre. La que, unos años antes, en el momento de acunarlo y taparlo cada noche antes de dormir, y darle el beso de las “buenas noches”, le susurraba al oído estas palabras, que son la base de la fe. Palabras que todo niño Judío sabe: “Shemá Israel Hashem Elokeinu Hashem Ejad. El sacerdote bajó la vista. Los Rabinos lo lograron. Pudieron rescatar a los niños perdidos. Los pocos segundos que cada madre dedicó noche a noche al acostar a sus niños, fueron los que mantuvieron a sus hijos unidos a Su pueblo: Israel.

El hombre y el templo

El Templo Sagrado simbolizaba a la pena, correspondiente a la mente humana. (En las sinagogas de todo el mundo de hoy, el arca – símbolo del arca del Templo Sagrado – contiene los rollos de la Torá.) La habitación exterior representaba la cara de una persona. En la parte superior izquierda de la habitación exterior estaba la Menorá, y en la parte superior derecha estaba la mesa de oro con doce jalot.

La Menorá y la mesa en la que se colocaban las jalot corresponden a los dos ojos supervivencia: ver y evitar trampas, buscar comida para vivir – simbolizada por las jalot. Las jalot no se preparaban todos los días, sino que se horneaban en la víspera del Shabat. En el centro de la sala estaba el altar de oro sobre el que se ofrecía el incienso.

Esto se corresponde con la nariz en el centro de la cara. El incienso estaba compuesto de hierbas y especias que tenían un significado místico. Representaba la difusión de la paz y el agrado entre las personas. La ofrenda del incienso era una expiación por los chismes y calumnias. Aprendemos de esto que uno debe esforzarse por hacer del mundo una morada mejor y más agradable para la Presencia de Di-s y Sus creaciones.

La abertura del santuario, que representaba la boca, estaba situada en el fondo de la habitación exterior. Aquí los sacerdotes estaban de pie cuando pronunciaban la bendición sacerdotal todas las mañanas: “Que el Señor os bendiga y os guarde, que el Señor haga resplandecer su rostro sobre vosotros y tenga misericordia de vosotros…” La persona tiene el poder de crear con sus palabras. Puede negociar la paz o declarar la guerra. La lección de la puerta del Santuario es usar nuestras palabras para crear y otorgar bendiciones a nuestros semejantes.

Fuera del Santuario, en el centro del patio, estaba el altar sobre el cual los sacrificios eran ofrendados y consumidos. Esto representa el estómago y los órganos internos del hombre.

Algunos sacrificios eran ofrecidos como una expiación por un pecado cometido. Otros como una feliz ofrenda de acción de gracias. Como regla general, cuanto más grave es el pecado, menos se come. Cuanto más feliz era la ocasión, más se comía y compartía. La lección para el hombre es que cuanto más dedique a la realización de las mitzvot, más tendrá que disfrutar y compartir.

¿Por qué nos cubrimos nuestros ojos al decir el Shemá?

La respuesta básica: Mientras recitamos esta importante plegaria, no debemos distraernos con nada. Cerrando los ojos, podemos concentrarnos más. (Código de la Ley Judía, 61:5)

El Talmud (Brajot 13b) trae como origen de esta práctica al gran Rabí Iehudá el Príncipe. Él solía interrumpir sus estudios de la Torá para decir Shemá, y sus estudiantes observaban que él se cubría sus ojos en el momento en que decía el versículo.

La respuesta más profunda es: El significado del Shemá va más allá de la creencia que sólo hay un Di-s. “Hashem Ejad” declara que *no existe nada fuera de él.*

Nuestro mundo, y todo lo que hay en él, es creado por la palabra de Di-s en cada momento. Durante un rato cada mañana, cerramos nuestros ojos y vivimos esta realidad. Nuestro desayuno, nuestro trabajo…todo es esencialmente Divinidad.

Luego abrimos nuestros ojos y vemos un lugar muy distinto enfrente nuestro.

Y esta realidad permanece con nosotros hasta la noche, cuando llega el turno para nuestra carga, el Shemá de la noche…

Por Israel Cotlar

¿Cómo se descubrió el Kotel?

“El Sagrado Templo será destruido, pero el Muro Occidental nunca será destruido” dijo una Voz Celestial. “Será la señal de que la Presencia Divina reside allí”
Los romanos no toleraban ver cómo los hebreos se aferraban al Muro e instigaron a todos los gentiles de Jerusalém a arrojar la basura diariamente en el Muro. Lentamente el Kotel quedó cubierto por los desperdicios.
Pasaron muchos años. Un judío rico visitó Jerusalém. Caminó por las calles, buscando el Kotel, sin poder hallarlo. Preguntó a los transeúntes y todos se encogían de hombros; nunca habían visto el Muro.

El hombre no se dio por vencido. Continuó con su búsqueda. Cierta vez notó la presencia de una mujer muy anciana que acarreaba un pesado paquete de basura.
Le preguntó: “¿Qué es lo que traes?”.
La mujer respondió: “Traigo mi basura para arrojarla sobre la colina”
El hombre volvió a insistir: “¿No tienes un lugar más cercano a tu hogar para llevarla?”
“Es una antigua costumbre la de arrojar la basura aquí. En otra época aquí se erigía un magnífico muro de piedra. Los judíos lo consideraban santo. Los romanos ordenaron cubrirlo con desperdicios”. Arrojó su bolsa y se retiró.

El iehudí dijo: “No me moveré de aquí hasta dejar a la vista el Kotel Hammaraví”
Salió a las calles de Jerusalém y susurró entre los que pasaban: “Dicen que hay un tesoro escondido debajo de la colina de basura” Él mismo tomó una pala y comenzó a cavar. A los pocos minutos una multitud lo rodeaba, imitándolo. La ciudad entera hablaba del tesoro enterrado. Todos llegaban con palas. Ya se veían las piedras del Muro. Cuando cayó el sol la gente se retiró. El judío escondió algunas monedas de oro en la colina. A la mañana temprano uno de los excavadores halló una moneda y luego otro. Estaban seguros de que el tesoro estaba bien abajo. Cada día agregaba más monedas hasta gastar toda su fortuna en su misión. Luego de 40 días de trabajo, todo el Muro quedó a la vista.

En el mismo lugar de donde Di‐s tomó la tierra para crear a Adam con Sus manos, donde Abraham trajo a Itzjak para sacrificarlo, donde estuvieron el Primer y Segundo Templo, allí mismo será reconstruido el Tercer Beit Hamikdash, con la pronta llegada del Mashiaj.