Hace algunos meses me topé con uno de esos “tests de auto-conocimiento”, era uno para evaluar el nivel de stress…
Si usted está atravesando un divorcio y/o por casarse, dése 30 puntos. ¿Cambiando de trabajo? 30 puntos; mudarse a una nueva casa, 30 puntos; un nacimiento, 20 puntos; y así sucesivamente, hasta las “tensiones pequeñas” de 5 y 3 puntos. Luego se supone que hay que sumar los puntos y consultar una escala del 0 al 100 que le contabiliza el nivel de tensión que está experimentando en ese momento.
La razón de que esto me haya llamado la atención era que, en ese preciso momento, yo había cambiado de trabajo, me había mudado, y nuestra hija acababa de nacer –todo dentro de un período de seis semanas. (Me alegra informarle, que este escritor estresado y su paciente esposa están todavía unidos en dichoso matrimonio). Lo que también me resultó curioso fue la ecuación de divorcio, por un lado, y cambios de empleo y casa por el otro.
El paralelismo está allí. En su casa y en la comunidad usted invierte una parte de sí mismo; en su trabajo deja una parte de su identidad; su relación con su empleador, compañeros, vecinos y círculo social; las metas a las que se compromete, la dependencia mutua de uno con el otro. Pero hay también agravios y descontentos.
Quizás se encuentre en situaciones emocional o éticamente estresantes. Quizás se sienta privado de la oportunidad de expandir su verdadero potencial. O simplemente existe quizá la promesa -o deseo- de un mejor trabajo o entorno en otra parte. Así que usted se pregunta: ¿estas consideraciones justifican abandonar los compromisos actuales y separarme de la relación ya existente?
De acuerdo a las enseñanzas jasídicas, estas consideraciones van más profundo aún. Los maestros jasídicos enseñan que a cada alma se le da su propia “porción del mundo”. El hecho de que usted viva en un lugar específico y trabaje según una vocación particular no es por casualidad o chiripa.
El abanico de razones que lo llevaron allí -empezando por sus talentos innatos e inclinaciones, hasta las llamadas “coincidencias” que le dan ese sabor al día a día- están dirigidas por la Providencia Divina, que lo ponen en contacto con esas “chispas de Divinidad” suyas, particulares, las cuales usted es el encargado de “captar”. De usted depende “revelar” estas chispas de potencial espiritual, las cuales necesitará para su pleno desarrollo espiritual. Así como el Cielo asigna un cuerpo a cada alma y un compañero/a a cada hombre y mujer, de la misma manera a cada uno se le asigna una porción de la creación para desarrollar y elevar.
Pero ésa no es toda la historia. Nuestro Creador nos ha concedido el más preciado y peligroso de los regalos: el libre albedrío. Nosotros tenemos el poder de mejorar aquello con lo que fuimos agraciados, y el poder para destruirlo. Podemos hacer tal revoltijo de cosas que nos despertamos una mañana con la creencia de que nuestra relación actual es insalvable y que lo único que nos queda es empezar algo nuevo en alguna otra parte.
¿Cuándo es el momento de divorciarse? El Talmud cita tres opiniones:
La Escuela de Shamai decreta: Un hombre no debe divorciar a su esposa a menos que él descubra en ella algo inmoral.
La Escuela de Hilel sostiene: [Él puede divorciarla] aun cuando ella hubiera quemado su comida.
Rabi Akiva dice: Aun cuando él haya encontrado alguien más linda que ella.
(Las tres opiniones derivan del mismo verso en la Torá –Deuteronomio 24:1–en la sección que trata las leyes de divorcio, dependiendo de cómo se interpreta una frase importante de ese verso).
La halajá (última decisión legal) sigue la opinión de los Sabios de Hilel. Pero una conducta piadosa (característica del jasidismo) la cual se atiene a un standard “más allá de la ley”, acepta el criterio más estricto propuesto por los discípulos de Shamai.
En otros términos, un “divorcio” está justificado si hay daño real al bienestar y privación de sus necesidades. Si usted siente que se encuentra “casado” a una vida donde cada noche es una cena quemada, una privación de su nutrición material o espiritual, un maltrato constante, la Torá entiende y perdona su decisión para desunir esa relación y buscar un “matrimonio” mejor.
Eso es al “pie de la halajá”. Pero un acercamiento más altruista considera que a menos que su situación actual en la vida sea de una violación a sus valores éticos, morales y religiosos (que en ese caso los Sabios de Shamai permiten, incluso, de hecho obligan una disolución del matrimonio) el lugar para estar es el lugar donde usted está actualmente. Su Creador lo ha puesto allí; Él también le ha dado los recursos y fortalezas para hacer que funcione.
Salirse no es la idea, sino aceptar el desafío mayor de descubrir esos recursos y revelar “las chispas de Divinidad” que le fueron confiadas a su cuidado.
Yanki Tauber