¿Cuál es el consuelo que necesitamos en este momento?
¿Cómo es posible sentir realmente – en la práctica – el significado de la enseñanza de nuestros sabios, que la persona debe bendecir por lo malo, así como bendice por lo bueno?
El Rebe de Lubavitch analiza el episodio de Rabí Akiva y sus amigos en el espíritu de esta enseñanza.
Los amigos de Rabí Akiva, al ver salir un lobo del Santuario del Templo en ruinas, lloraron mientras Rabí Akiva reía. Entonces mantuvieron el siguiente diálogo :
Preguntaron: – ¿Cuál es el motivo de tu risa?
Les respondió: – ¿Cuál es el motivo de vuestro llanto?
Respondieron: – Los zorros deambulan por el lugar sobre el que está escrito “el ajeno que se acercare morirá” y no hemos de llorar?
Les dijo: – Por eso me río. Y les explicó que él ve en este episodio, que se cumple la profecía de Oria respecto de la destrucción, por lo tanto está seguro que se cumplirá también la profecía de Zejaría, respecto de la redención. Entonces respondieron: -¡Akiva, nos has consolado! ¡Akiva, nos has consolado!
Cantidad y calidad
La repetición de la expresión: Akiva, nos has consolado, corresponde al anuncio de consuelo por el exilio y la destrucción, ya que también aparece con una doble expresión: ¡consuélate, consuélate mi pueblo! (del libro de Isaías que corresponde a la lectura de la Haftará que se lee este Shabat, posterior al 9 de Av y que lleva su nombre: Shabat Najamu).
El Midrash explica respecto de este versículo: “fueron doblemente golpeados y son doblemente consolados”, ahora debemos comprender cuál es el sentido de un doble consuelo y en qué sentido será doble.
Hay un doble consuelo en el sentido de cantidad. Por ejemplo: una persona que perdió su casa en un incendio, se sentirá consolada cuando le den otra casa donde vivir, mas si el nuevo hogar es más grande y confortable que el anterior, su consuelo será doble, doble en cantidad.
Mientras que una simple retribución deja aún en la persona el sufrimiento y la amargura, representando únicamente una compensación material, si esta es doble, no solamente quita la tristeza, sino que le da la pauta y la certeza de que aquello que le pareció malo y le produjo dolor, era algo esencialmente bueno.
Ejemplo de esto es el relato que encontramos en el Talmud acerca de Najum – “Ish gam zu” quien llevaba un presente al Emperador, en el camino se detuvo a pernoctar y los dueños del hospedaje, le cambiaron el contenido de la caja por tierra. Al llegar, el Emperador quiso matarlo, pero como era su característica, Najum (como lo indica su apodo, “ish gam zu”- “el hombre que pensaba siempre positivamente de las cosas”), confió en que también esto era bueno. Finalmente sucedió el milagro y aquel polvo se convirtió en armas, con las cuales el César venció a sus enemigos y retribuyó positivamente a Najum. Así se aclaró que el cambio de los presentes que se produjera en la posada, no fue desde un principio algo malo, sino un bien maravilloso, que no estaba revelado. Este es un doble consuelo – un consuelo que descubre, que nunca hubo nada malo, sino algo bueno refinado.
Superior a nuestro entendimiento
Esta clase de consuelo no es posible entenderlo en el período de exilio. El motivo de esto es que si estuviésemos capacitados para ver lo bueno del destierro, no sufriríamos por él y no le pediríamos a Di-s por nuestra redención. Por eso Di-s creó una situación en la que el exilio se ve como un mal absoluto para que nuestra relación hacia el mismo, sea como hacia algo absolutamente negativo.
Cuando llegue la Redención, tendremos un doble consuelo, en el que podremos ver y sentir con un enfoque superior al de nuestro propio entendimiento, el bien que estaba oculto en el exilio.
De pronto se abrirán nuestros ojos y veremos que aun aquellos sucesos más oscuros de la diáspora, no fueron más que un recipiente oculto, para el bien que se revelará en el momento de la redención. Entonces agradeceremos y tendremos el “doble consuelo” , aquel que convierte el mal en bien.