Estaba de pie junto a la ventana del palacio, mirando hacia la ciudad iluminada. Los sonidos de la celebración y la diversión desde el barrio judío, se oían a lo lejos.
Tenían razón para celebrar; Para ellos acababa de comenzar una vida de libertad. Para ella acababa de terminar.
Por cada lágrima que limpió, otras dos aparecieron. Su corazón se partió al medio. Una mitad se regocijó con el des-tino de su gente, la otra mitad se lamentó por la suya.
Ella dejó de luchar contra sus lágrimas al recordar el principio del fin. La vida había sido perfecta. Estaba felizmente casada con Mordejai, uno de los mejores hombres de la tierra, y alimentó sueños inocentes de tener una familia. Sueños de los que fue despertada bruscamente. Era un día que nunca olvidaría. Habían venido por ella, los guardias del rey. De alguna manera se habían enterado. La gente habla.
Entonces se convirtió en reina, y triste. Su cara sonreía pero su corazón lloraba. Ella encantó a todos, pero no pudo ser encantada. Estaba lejos de casa, y solo ella sabía cuán lejos. Pero todo esto fue por una buena razón, había dicho Mordejai. Cuál era esa buena razón, ella no lo sabía, ni cuándo lo haría.
Su sacrificio fue enorme. El palacio se había convertido en su prisión. Sus habitantes valoraban todo lo que ella no hacía. Lo que les complacía le causaba in-comodidad. Además, mantener su fe era desafiante, mucho más que su práctica.
Su único rayo de sol brillaba por la noche, cuando en ocasiones lograba esca-par del lujoso complejo del rey a la mo-rada de Mordejai, para estar con él. El tiempo que pasaba con Mordejai era el aire fresco que le permitía regresar al agua y esperar hasta el día en que Haman tuvo algo que decir. Se decretó que los judíos estarían fuera de su camino.
De repente, la razón para que ella se convirtiera en reina, la que Mordejai no había revelado, se volvió rotundamente clara. Era como llevar gafas por primera vez.
“¿Y quién sabe si no es por el este momento que alcanzaste esta posición real?”.
Había orden en el caos. La luz al principio del túnel estaba encendida. Daría todo para que su gente sobre-viviera. Su vida ahora tenía un propósito diferente al suyo. Di-s había puesto sus esperanzas en ella, y ella lo enorgullecería.
“..Iré al rey, aunque sea impropio, y si pe-rezco, perezco”. Sí. Todo.
“Aunque es impropio” tiene un doble significado de acuerdo con los Sabios.
Además de ser ilegal y castigable con la muerte, ir a Ajashverosh, por su propia voluntad, disolvería su matrimo-nio con Mordejai para siempre.
Como si alguno de los dos fuera un mal menor. Ambos caminos llevaron a un callejón sin salida. Su sueño de sol brillante al final de su túnel se volvió nublado. Fue enton-ces cuando comenzó el final de su historia.
Su nombre era Ester. La reina Ester Esta historia explica por qué el Rollo de Purim se llama Ester, por su heroína, quien arriesgó y sacrificó todo por su pueblo. También explica por qué Ester solicitó que su pergamino se convirtiera en parte de las Escrituras.
No para conmemorarse, sino para inmortalizar su mensaje.