Mantené tu palabra

“Pero papá… VOS DIJISTE…”

“Sí, yo sé, pero ¡no sabía que la casa se quemaría ayer!”

“¡No me importa! VOS DIJISTE que me arreglarías la bicicleta ¡¡¡HOY!!!”

“Pero Susi, tu bicicleta ¡¡¡se DERRITIÓ con el fuego!!!”

“Pero vos DIJIIIIISTEEEE….”

¿Es Susi irracional? Tal vez. Pero el grado de desilusión de Susi y el inevitable berrinche consecuente sucedió mucho antes del incendio.

La expectativa para su desilusión es criada, no nacida. Y una vez que surge en la personalidad del niño, es como gasolina que se almacenó pobremente en un garaje atestado…le lleva poco tiempo encenderse. Y así como un incendio puede ser prevenido a través de pasos simples y prácticos, también puede suceder con escenas volátiles de frustración y culpa.

¿Cómo? Siguiendo una regla básica de oro: Mantené tu palabra.

Esto puede ser un consejo bastante obvio pero imposible, dado al curso cambiante de la realidad entre una promesa y su cumplimiento. Pero con siete niños he hecho miles de promesas. Y aún así, he encontrado posible mantener la regla de “cuida tu palabra” la mayoría del tiempo. He aquí algunas maneras que me han ayudado.

1) Mira el futuro

A pesar de que las desilusiones inevitablemente ocurran, es posible para los niños aceptarlas sin culpas ni enojo, manteniendo una mirada optimista y bien orientada que los ayudará mucho en alcanzar las metas de sus vidas, tanto en el futuro distante como en el cercano. Pero primero, nuestros hijos deben aprender a confiar en los padres y a creer que cuidar nuestras palabras es una preocupación vital para nosotros. Al hacer esto, podemos crear en nuestros hijos una expectativa que lo que nosotros prometemos, lo cumplimos.

2) Hacé tu propio compromiso

Primero, tenemos que hacer un compromiso, para nosotros mismos más que para nuestros hijos, de cuidar con nuestra palabra. Esto es una decisión moralmente correcta y práctica. Cuidar nuestra palabra con nuestros hijos es simplemente la mejor política.

Ningún niño quiere enojarse con sus padres. Amor y confianza son las tendencias naturales del niño. Quieren creer en nosotros. Precisan confiar en nosotros para sentirse seguros y a salvo. Cada cosa, depende de nosotros. Desconfianza y desilusión son criadas internamente, no congénitas. Las engendramos con nuestros “pequeños” actos de comportamiento inapropiado.

Cuando no puedes cumplir con la promesa de llevar a tu hijo al zoológico, por ejemplo, tu desilusión de no poder cumplir con tu palabra debería ser tan grande como la desilusión del niño de no poder ir al zoológico.

3) Mantené tu Palabra

Una vez que te has comprometido en cumplir con tu palabra, intenta cumplirla siempre que puedas, especialmente cuando es fácil. Ya habrán varias veces en las que no podrás hacerlo, o en las que te será difícil.

Si decís que leerás un cuento, entonces hacelo. Si deciís que irás a caminar, también hacelo. Si decís que arreglarás la bicicleta (y la casa no se incendió), hazlo.

Hay que acordarse de nuestro compromiso y visualizar estos surcos del carácter. Forzar el futuro entero de nuestro hijo a que aparezca en nuestra mente. Imaginar que todo su futuro está sostenido en el balance de nuestra elección. Decirnos a nosotros mismos: “Ya sea si cumplo mi palabra o no, en este momento es otra gota de agua que talla la ranura del futuro crecimiento y desarrollo de mi hijo”.

Puede ser una exageración. Pero las exageraciones siempre ayudan cuando probamos nuevos comportamientos en nosotros, especialmente cuando estos comportamientos compiten con nuestros propios deseos.

Mantener nuestra palabra a nuestro hijo en ese momento debe ser más importante que el resto de las cosas.

4) Llamate vos mismo  la atención

“Papá, anoche le leíste una historia a Dovid, ¡dijiste que hoy me leerías a mí una!” “Por supuesto que lo haré querida, si Papá dijo que lo haría, entonces lo va a hacer”

“Mamá, ¿puedo tomar un vaso de leche?” “Estoy en el teléfono querida, pero te lo daré apenas corte”. Si la mamá de Sara ha creado confianza, Sara va a creer en su mamá. No va a esperar una hora, pero probablemente tolere unos quince o veinte minutos.

Cuando cumplimos con nuestra palabra, nuestros hijos se relajan. Saben que les estamos diciendo la verdad y que haremos lo mejor. Tienen fe en nosotros. Y la fe permite relajarse, tener paciencia y auto controlarse.

Cuando esto sucede, nuestros hijos paran de intentar controlarnos y manipularnos con su enojo y berrinches. Ellos creen en lo que decimos, no solo para darles lo que quieren, sino porque cumplir con nuestra palabra es importante para nosotros, sus padres.

5) Si no puedes hacerlo cuando dijiste, hacelo después

En caso de que algo te prevenga de cumplir con tu palabra, busca la primera oportunidad para poder cumplir con la frustrada promesa. Y si queremos ser conocidos como el hombre o la mujer que cumple con su palabra, lo mejor sería no arruinarlo la próxima vez.

Pregúntate: ¿Realmente tendré tiempo el próximo jueves? ¿Podré encontrar a alguna niñera? Si llevo de compras a Jaim el próximo miércoles, ¿Qué haré con los otros niños?

Es importante prever los obstáculos, y no comprometerse con los niños cuando hay dificultades potenciales que puedan alterar la habilidad de realizar las promesas. ¿Estaré demasiado cansado? ¿Podré conseguir los boletos? ¿Realmente podré salir temprano del trabajo? ¿Precisará mi esposa el auto?

Le llevará tiempo a nuestros hijos desarrollar la fe en nosotros que queremos establecer. En los primeros pasos de la construcción de la confianza, podemos encontrarnos con algunas frustraciones cuando nuestros planes interfieren con las pequeñas sorpresas de la vida, y no podemos hacer lo que les hemos dicho a los niños que haríamos. Así que, se precisa de paciencia, mezclada con nuestro compromiso de construir aquellos surcos para el futuro.

Beneficios y Conclusiones

Cambiar las expectativas de nuestros hijos y la respuesta a su desilusión y cultivar el carácter de la confianza en ellos, son dos de los beneficios de cumplir con nuestra palabra. Pero si esa es nuestra motivación principal, entonces no va a funcionar, ni para nosotros ni para ellos.

Los niños son muy sensibles a nuestra autenticidad. Saben inmediatamente cuando nuestro comportamiento es una máscara que vestimos para su beneficio. Si la confianza y el cumplimiento de la palabra es importante sólo como un mecanismo para desarrollar ésta característica en ellos, entonces sabrán y se sentirán manipulados. Pero si la característica la valoramos realmente, y es muy importante para nosotros, entonces ellos también percibirán esto, y querrán ser como nosotros.

Seremos el espejo en lo que ellos verán su ser digno de confianza.

El ingrediente más importante para el éxito es la entrega del corazón,  el verdadero deseo y compromiso de ser una persona que cuida su palabra.

Siempre les estamos diciendo a nuestros hijos (y a nosotros mismos) cómo ellos (y nosotros) “deberíamos” ser: Más virtuosos, más honestos, más confiables, pacientes, y sensibles con los otros.

Pero debemos ser nosotros los que enseñemos y practiquemos los valores porque es la mejor manera para nosotros de ser.

Habrá muchos beneficios a este enfoque de “cumplir con tu palabra”. Habrá resultados rápidos y prácticos, como ser, evitar rabietas. Y habrán resultados agradables a largo plazo cuando veamos a nuestros hijos crecer, siendo pacientes, honestos y gente confiable. Nosotros no inculcamos estas características en nuestro hijo: Sólo Di-s puede hacerlo. Pero nuestro ejemplo les permite sacar adelante estas muy recomendables características de ellos mismos.

Por Jay Litvin

Los pilares para la construcción de un hogar sano

Hay que hacer todo lo posible por asegurar la paz en casa. Hay tres elementos clave en la construcción de una vida de hogar pacífica: la relación entre los miembros de la familia, la atmósfera del hogar mismo, y el modo en que el hogar funciona.

El tono de las relaciones dentro de la familia lo dan los padres: cómo se aman y respetan, cómo realizan juntos las actividades diarias, cómo se comunican. 

Marido y mujer deben hacer de su relación su más alta prioridad. Deben pasar tiempo juntos, tener charlas significativas y disfrutar cada uno de la compañía del otro. Sí, deben compartir las responsabilidades hogareñas y financieras, pero también deben compartirse a, sí mismos, es decir, los temas personales y filosóficos que son importantes para ellos.

Todo el mundo reconoce la tragedia del derrumbe de la familia y sus efectos devastadores sobre hijos y padres por igual. Ahora estamos presenciando una vuelta a creencias más tradicionales. Se están haciendo mayores esfuerzos por lograr matrimonios duraderos; las parejas están decidiendo tener más hijos y pasar más tiempo con ellos.

Pero el deseo de pasar tiempo juntos no basta. Aun cuando los padres aman genuinamente a sus hijos, pueden tener problemas de comunicación. Los motivos pueden ser obvios: cuando las discusiones más importantes de una familia tratan del tamaño del televisor que comprarán, por ejemplo, la familia se desintegrará naturalmente. Esto es producto tanto de nuestra sociedad materialista como de nuestro egoísmo natural.

Cuando cada miembro de una familia se preocupa principalmente por sí mismo, la familia está destinada a sufrir. Cuando el padre se queda hasta tarde en la oficina, cuando la madre está absorta en su carrera o en su trabajo comunitario, cuando los hijos se preocupan sobre todo por fiestas o proyectos escolares, no pueden mantener relaciones profundas dentro de la familia. Pueden dormir bajo el mismo techo y comer en la misma mesa, pero estarán a mundos de distancia.

Cuando una familia comparte principios y valores, en cambio, crecen juntos. El hogar se vuelve un fundamento del sentimiento compartido de finalidad de la familia, a la vez que da la plataforma de lanzamiento para que cada miembro procure sus propios objetivos

En esos hogares, las familias se quedan hasta tarde en la noche hablando sinceramente de lo que los ocupa. Los niños juegan y leen libros. Los jóvenes debaten cuestiones importantes entre ellos y con sus padres. Los niños sienten la libertad de hablar de sus miedos y presiones. Toda la familia se reúne para pasar veladas de canciones, juegos y recuerdos. El hogar cobra vida, se vuelve una fuente de energía y esperanza, de urgencia y amor y de tradición. No es el silencio de un hogar lo que lo hace pacífico; es la vida que hay dentro.

Un empresario joven trabajaba mucho y tenía mucho éxito, pero parecía muy triste. Su padre lo notó y fue a hablar con él; el joven se sorprendió cuando, en lugar de preguntarle por su trabajo, su padre le preguntó cuánto tiempo estaba pasando con su familia.

“Con todas las exigencias de este trabajo, tengo muy poco tiempo para eso”, respondió.

“Eso era lo que mi padre solía decir”, dijo su padre. “Todos los días yo esperaba junto a la ventana que él volviera a casa, y todos los días me dormía antes de que llegara. Por el bien de tus hijos, y por el bien de los hijos de ellos, no importa cuánto trabajo tengas, trata de llegar a casa todas las noches a tiempo para darles un beso. No puedes imaginarte cuánto estarás haciendo por ellos… y por ti mismo. “

El segundo elemento de un hogar sano es su atmósfera. Una casa debe ser cálida e invitante tanto para la familia como para los visitantes. Piensen en lo desplazados que nos sentimos cuando estamos de viaje, separados de todas las cosas que conocemos y las personas que amamos. Nuestro hogar debe ser un sitio donde cada invitado se sienta en paz.

Un verdadero hogar es más que una simple casa; un verdadero hogar es una casa hermosa, un jardín. La dinámica de una familia sana es, por supuesto, el ingrediente clave de una casa hermosa, pero el ambiente físico también es importante: el espíritu y el aspecto de la casa. Esto no significa que debamos tener una casa grande y costosamente amueblada, sino que debe reflejar el espíritu de la familia. Un museo puede tener hermosos muebles, pero nadie querría vivir ahí.

Un hogar hermoso también debe estar libre de las influencias que pueden contaminar su plenitud y su gracia espiritual. Por ejemplo: hoy todos reconocemos los efectos dañinos que en la televisión sobre niños impresionables, y, en realidad, sobre jóvenes y adultos. No debemos permitir que la televisión gobierne el hogar. Aunque pueda ser muy difícil de aceptar por algunos, sería mejor no tener televisor, antes que tratar de ver sólo programas positivos.

La máxima belleza de un hogar, por supuesto, es su calidez emocional y espiritual. Hay muchos modos de embellecer una pisa espiritualmente, de invitar a Di-s a nuestro hogar. Pon una alcancía de caridad en cada cuarto. Habla con tu familia sobre Di-s y nuestras responsabilidades como personas de buen corazón. Invita gente a tu casa, y permite que sea usada como lugar de estudio y plegaria, o para reuniones de caridad o asambleas comunitarias.

Esas son las cosas que hacen la casa realmente hermosa; y cuestan mucho menos que los muebles caros o un aparato de televisión. Piensen en cómo reaccionarán los niños a esa atmósfera. Crecerán y recordarán su hogar como un sitio de calidez y bondad, donde la gente se reunía con gusto para hablar de cosas que les importaban. Con toda probabilidad, estos niños se volverán adultos que crearán la misma clase de hogar.

Por último, el modo en que es administrado un hogar es muy importante. Esto incluye todos los aspectos “triviales” del mantenimiento de la casa: horarios y tareas, limpieza y compras, etcétera. Un hogar sano debe ser dirigido suavemente, y no por impulsos de intereses independientes.

Todos deben compartir estas responsabilidades: no por deber sino por amor, porque un hogar sano es una búsqueda de unidad, y todos los miembros de la familia son socios iguales en su éxito.

Extraído de “Hacia una vida plena de sentido” por Simon Jacobson, basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch. Editorial Kehot.

Severidad amorosa: disciplinar con amor

Criar un hijo es como cuidar de un jardín. Tienes que arrancar las malezas para impedir que lo malo obstruya lo bueno. Pero debes cuidarte de no aplastar en el proceso el espíritu emergente del niño. La meta de la disciplina es que tu hijo logre el autodominio. No puedes ayudarle a hacer esto a no ser que tú misma ejerzas el control. Y no puedes ejercer el control si tienes una mentalidad de venganza caracterizada por la muy conocida creencia infantil: «Si alguien me hace daño tengo derecho a hacerle lo mismo». Nuestra Tora prohibe la venganza (Vaikrá 17:18), excepto, claro está, al lidiar con un enemigo del pueblo judío, ¡una categoría que desde luego no incluye a nuestros hijos! No obstante, puesto que nos pasamos muchos años de la infancia pensando así, lleva un esfuerzo muy consciente librarnos de este concepto, y recordar que aun si nos sentimos heridos por lo que hacen o dicen nuestros hijos, aquello no significa que debamos hacerles lo mismo.

EN PRIMER LUGAR, TEN LA ACTITUD APROPIADA

Librarte de la mentalidad vengativa no significa que no disciplines a tus hijos. ¡Debes hacerlo! No obstante, puedes disciplinar sin ser hostil. Un modo de hacerlo es tener presente el pensamiento: «¿Qué quiero enseñarle a este niño en este preciso momento?». «¿Qué midot quiero que aprenda?». O «¿Cuál es el mejor modo de ayudarle a cambiar sus patrones de hábito presentes?». Debes aun así contener a un niño que esté fuera de control y reprender a un niño lo suficientemente grande para entender. Pero ya no lo harás con furia y odio si tu única intención es enseñarle las habilidades y conciencia que le han estado faltando.

Otra actitud esencial que adoptar a fin de liberarte de todo deseo de hacerle daño a tu hijo es pensar: «Está haciendo lo mejor que puede con las herramientas que tiene en este momento». Repite esta frase por lo bajo una y otra vez, aun si no la crees. Dila para tus adentros mil veces al día hasta que se vuelva un hábito automático dar a tu hijo el beneficio de la duda. Si te sientes violenta, continúa diciendo las palabras una y otra vez para no ceder ante una conducta destructiva. Entonces, aun si tu reprimenda o castigo le causa dolor, el hecho de que actúes con un corazón amoroso maximizará la posibilidad de cambios positivos en el niño en lugar de infundirle un deseo de venganza contra ti.

Lo cierto es que los niños a menudo no tienen las herramientas para lidiar con los impulsos que los abruman cuando están cansados, hambrientos, celosos, ansiosos, tristes, airados, con miedo o aun aburridos. No son malos, pero tienen algunos hábitos malos. Lo creas o no en el momento, dite para tus adentros que si tu hijo hizo algo para causarte dolor, no fue su intención original. Incluso si así fuera esto no justifica hundirse a su nivel y hacerle lo mismo. Cuando dejes de tratar de hacerles daño a tus hijos por hacerte ellos lo mismo, te encontrarás con que te volverás la estricta, pero amorosa, disciplinaria que todo padre debe ser.

No subestimes el poder de las palabras en la educación de tus hijos. No creas que debes explotar con violencia para transmitir tu mensaje, pues el único mensaje que es probable que transmitas sea que explotar está bien.

Quieres que tu hijo sea ético y se controle, pero sensible a los sentimientos de los que lo rodean. Si quieres hijos receptivos y amorosos tienes que disciplinar de una manera responsable y amorosa. El momento para disciplinar no es cuando te sientes furiosa y agresivamente hostil. Es entonces cuando eres propensa a actuar impulsiva e irracionalmente.

No tengas para tus hijos estándares más estrictos de los que tienes para ti misma u otros adultos. Piensa cómo te sentirías si perdieras las llaves, derramaras algo en tu ropa o te olvidaras de ir al banco. ¿Te gustaría que te gritaran, que te dijeran lo tonta que eres, te abofetearan y te dijeran que mereces sufrir? ¿Cómo te sentirías si te invitaran a una comida y no te gustara lo que sirvieran, pero el anfitrión te dijera que tendrías que obligarte a terminar todo tu plato aun si te diera náuseas? ¿Cómo te sentirías si derramaras algo y la anfitriona te avergonzara delante de todos? ¿Cómo se sentiría tener que pedir la autorización de alguien por cada cosa pequeña, y luego tener que esperar en un suspenso agonizante mientras la persona se tomara su dulce tiempo, ignorando por completo la urgencia de tus necesidades?

Cuando cometes una falta, pierdes algo, te sientes mal, o cometes un error de juicio, quieres perdón y empatia. Si mereces una reprimenda, quieres que se haga con tacto y en privado. No quieres a alguien que te llame la atención de tus defectos noche y día. Odias que te reprendan y critiquen. Odias que te recuerden tus errores.

Pero el niño es aún más sensible que el adulto. No tiene la sabiduría ni el entendimiento del adulto. Cuando está angustiado tiene muchas menos elecciones de acción. Suele olvidarse de las reglas. Cuando se siente aburrido e infeliz no sabe qué hacer consigo mismo. Cuando pierde algo quiere que le ayudes a encontrarlo, no que lo regañes por haberlo perdido. Si tiene tendencia al despiste y la desorganización, necesita instrucciones útiles y práctica en cómo ser más organizado. Que lo envíen a la cama sin cenar o que le den una fuerte palmada no le ayuda a aprender ninguna habilidad ni a desarrollar una mayor conciencia de las necesidades de los demás.

La mayor prueba de lo bien que hayas integrado los ideales de la Tora no es cómo actúas cuando todo está bien sino cómo reaccionas bajo el estrés. Es entonces cuando es más importante actuar con otros como te gustaría que lo hicieran contigo. Piensa en cómo te gustaría que te trataran los demás, cuánto quieres que tengan una actitud de perdón y comprensión, hablen con respeto y desde luego no sean punitivos ni indiferentes cuando estés angustiada.

Hace falta una fuerza interior enorme para no verse arrastrada a la negatividad cuando el niño no se comporta, se halla de mal humor o no está a la altura de tus expectativas. Pero es precisamente ahí cuando haces los mayores progresos espirituales porque es entonces cuando tienes la oportunidad de practicar y manifestar el amor incondicional.

Extraído de Criar Hijos – Editorial Bnei Sholem

¡Puedes repetir eso?

Habla a los kohanim y diles… (Levítico 21:1)
¿Tautológico? Es decir, ¿es una repetición innecesaria? ¿Por qué la doble expresión “hablar y decir” Obviamente debe haber una implicación más profunda en esta doble expresión.

Rashi, el más grande de los comentaristas, explica que Di‐s está enseñando un punto sutil pero muy significativo: no es suficiente simplemente instruir a la gente sobre cómo actuar.
Más bien, uno debe asegurarse de que ellos también transmitirán estas mismas instrucciones a la próxima generación.

Habla y di: Les hablas de tal manera que ellos, a su vez, dirán a sus hijos.
Cuántos grandes sistemas filosóficos han desaparecido, cuántos movimientos renovadores se han extinguido porque no se prestó suficiente atención a iniciar a los jóvenes en la belleza y el propósito de la existencia de sus mayores.
La única manera de asegurar con seguridad la propagación de una forma de vida es formar a la próxima generación mientras son jóvenes, inoculando así contra las dudas que inevitablemente surgirán.

La nación judía nació en el Éxodo de Egipto. Así como un niño es arrojado repentinamente al mundo, desnudo y chillando, así también nosotros fuimos arrojados al desierto, sin estar preparados para la libertad, desnudos de Mitzvot y aun sufriendo con nuestra mentalidad de esclavos.

Así como un niño recién nacido no está física y mentalmente preparado para una vida independiente, y depende de otros para su protección y entrenamiento, también esta nueva nación necesitaba pasar por un proceso de maduración.
Durante las siguientes siete semanas pasamos por un proceso de educación para la vida, de formación para vivir y pensar como hombres libres.

Reproducimos este viaje todos los años durante el período de Sefirat HaOmer, un pasaje anual de siete semanas de duración para la rectificación espiritual.

Cada día es una nueva etapa en nuestro viaje emocional e intelectual hacia la libertad, contando ansiosamente los días hasta que alcancemos la Torá en el Sinaí.
Para asegurar la supervivencia, no es suficiente simplemente traer niños a este mundo.

Se necesita guiar y nutrir a los jóvenes hasta que sean autosuficientes, capaces de pensar de manera
independiente e imbuida de la capacidad de tomar sus propias decisiones.
La verdadera educación es cuando el instructor logra transmitir tal amor y devoción que aún más tarde, cuando se le deja a su suerte, el alumno elige por su propia voluntad seguir ese camino y enseñar esas lecciones a sus propios hijos.

El cromosoma ¿Por qué?

Los niños son insólitos. 

Todas las cosas que los adultos inteligentes y mundanos, dan por sentado, los niños preguntan.
Qué padre no ha recibido preguntas tales como:
“¿Por qué el cielo es azul?”
“¿Por qué mueren las personas?”
Y uno se detiene a pensar. Se enorgullece de la habilidad del niño, y profundiza en los recovecos de la mente para dragar alguna olvidada explicación. Pensando la mejor manera de decirlo, repasa la idea, recorta algunos detalles, elige las palabras más fáciles, y dice las cosas como esperaba (ingenuamente) que su hijo quedara satisfecho y el asunto felizmente resuelto.


“El cielo es azul debido a que el aire dispersa todo el resto de los colores, pero permite atravesar al azul”
“Las personas mueren porque sus cuerpos se agotan”.

Parece que el niño lo absorbe, reflexiona un poco, empuja su coche de juguete, palmea a su muñeca, juega un poco alrededor de la sala y nos permite regresar a nuestras cosas, pensando que el caso está cerrado, hasta que dentro de una o dos horas o días más tarde habrá que hacer frente a la próxima guardia de control de la realidad.

“Pero, ¿por qué el aire no dispersa la luz azul?”
“¿Por qué los cuerpos se agotan?”


En la sincera curiosidad infantil, se halla la necesidad de conocer la explicación de las cosas.
El juego no se limita a los niños. 

El hecho de que la mayoría de nosotros supera su inherente curiosidad sobre el mundo no es tanto porque sabemos las respuestas, sino más bien porque, a medida que la vida pasa, nos acostumbramos al funcionamiento maravilloso del mundo que nos rodea. 

Cuando ya hemos alcanzado nuestra edad madura, la única pregunta que la mayoría de nosotros se formula es: “¿Por qué a mí? Claro, salvo los científicos.


Quizás los científicos son más sensibles. Tal vez nunca crecieron. O tal vez sufren de una sobre‐actividad de su “cromosoma ¿por qué?” en su ADN. Y, la pregunta sigue siendo: ¿Por qué?

Responder a esto resulta ser más importante que lo que parece, porque la notable costumbre humana de buscar explicaciones nos
conduce a las dos unidades más poderosas de las fuerzas sociales en actividad hoy: la ciencia y la religión.
Y puesto que las dos parecen en conflicto, merece la pena el esfuerzo de investigar un poco cómo una pequeña pregunta puede generar dos respuestas radicalmente diferentes.

Como ocurre con muchas otras preguntas, podemos usar el “Principio de Abraham” para resolver esto.
El principio de Abraham establece que cuando dos o más entidades tienen una correlación de estructura o comportamiento, esto
es evidencia de la existencia de un tercero o fuerza causal, externa y más poderosa que ellos, lo que determina su forma o modo de
comportamiento.

Para el científico, la pregunta “por qué” es un viaje de causa y efecto y llegar allí es la mitad de la diversión.
La otra mitad es saber que, independientemente de lo que descubrimos, las preguntas siguen existiendo y al mismo tiempo
aparecen nuevos interrogantes.

Para el religioso sincero también la pregunta “por qué” es una exploración, pero que no termina con algún retroceso infinito, ni un sinfín de preguntas, sino más bien con una respuesta definitiva: que hay una Primera Causa que sembró en el mundo el “el cromosoma ¿por qué?” en nuestra psiquis, y nos dio la habilidad lógica de derivar de nuevo a la fuente, el singular

 Porque ante Quien no hay ¿por qué? ¿Y por qué Él haría una cosa así? Bueno, ¿por qué no?

Un precepto que cumplimos cada instante

En el comienzo de Tazria encontramos el versículo acerca de lo que el judío debe hacer cuando le nace un hijo varón.:

“y en el octavo día circuncidará la carne de su prepucio”.


A pesar de que ya habíamos sido ordenados sobre la circuncisión en tiempos de Abraham, cuando el Altísimo le ordenó circuncidarse, “tú y tu descendencia que te sigue, para todas sus generaciones”, la circuncisión que realizamos no se debe a aquel mandato a Abraham, sino al mandamiento dicho en nuestra Parshá.

La superioridad de este mandamiento por sobre la orden a Abraham radica en que aquella fue personal, transmitida por profecía a un individuo, mientras que el mandato en nuestra Parshá es parte de los 613 preceptos dados al Pueblo de Israel en el Monte Sinaí, y el pueblo todo fue testigo de ello. El precepto de la circuncisión es uno de los más importantes. Son muchos los motivos dados a este precepto: El momento principal del ingreso del alma sagrada al cuerpo tiene lugar con la circuncisión.

Previo a la misma, todavía no se completó la unión entre el alma Divina del iehudí y el cuerpo. Es sólo a través de la circuncisión que se genera entre ambos una unificación completa.

Una virtud adicional de la circuncisión es que se trata de un precepto grabado en la carne del cuerpo. 

Todo otro precepto está relacionado fundamentalmente con el alma (aunque se utilizan los órganos del cuerpo para cumplirla), y este precepto genera un cambio visible en la carne del cuerpo, y el ojo físico ve el vínculo entre el judío y Di‐s. Por eso, se practica la circuncisión a un bebé que no está en condiciones de entender lo que ocurre. 

Si sería un pacto del alma, la pregunta tendría lugar. Pero como se trata de un pacto que se sella en la carne del cuerpo, no hay diferencia entre un bebé y un adulto. 

Por lo tanto, en la primera oportunidad que es posible circuncidar al bebé (puesto que ya tiene ocho días) se sella el pacto eterno entre él y Hashem.

Maimónides escribe que uno de los motivos de este precepto es el refinamiento logrado a través del mismo. La circuncisión debilita uno de los deseos más fuertes del hombre y da la fuerza para superarlo y manejarlo correctamente. El Brit‐ Pacto, constituye la señal del Pacto entre Hashem y el Pueblo Judío, una señal eterna sellada sobre la carne que refleja el profundo vínculo entre el Altísimo y el Pueblo de Israel.

La singularidad de este precepto consiste en su condición de precepto constante. El Talmud relata que el rey David entró en cierta oportunidad a bañarse y cuando se vio sin ropas exclamó: “pobre de mí que estoy desnudo sin precepto alguno”.

Pero cuando se recordó de la circuncisión que estaba sellada sobre su carne, se tranquilizó. Aprendemos que este es un precepto permanente, que continúa hasta la eternidad.

Acerca del Brit Milá

Cuando un niño es circuncidado, entra en el pacto de Di-s con Abraham y sus descendientes, se une a una cadena que lo une al comienzo mismo de nuestra nación.

El bris o brit milá es un símbolo físico de la relación entre Di-s y el pueblo judío. 

Es un recordatorio constante de lo que implica la misión judía. El ritual, que se lleva a cabo el octavo día de vida, lo lleva a cabo un mohel experto y es una celebración alegre que marca la entrada de otro varón judío en el pacto de Abraham.

El mandamiento

Di-s ordenó al pueblo judío ( Levítico 12:2) : 

Al octavo día se circuncidará la carne del prepucio”. 

El acto de la circuncisión, que marca la finalización del cuerpo, es un acto humano. Esto nos enseña que nuestra perfección espiritual, emocional, moral y ética requiere esfuerzo humano. 

Hay muchas relaciones que una persona establece a lo largo de su vida. La mayoría de ellas, en algún momento, llegarán a un final natural o serán rotas por una de las partes. 

El brit , la circuncisión ritual, es un símbolo de nuestra relación con Di-s. Grabado en la carne de nuestro cuerpo físico, el pacto nunca terminará ni será olvidado. 

Esto se conoce como brit milá (o bris ).

El brit se realiza en cualquier momento entre el amanecer y el atardecer del octavo día desde el nacimiento del niño.

Si complicaciones de salud retrasan la circuncisión , ésta se realiza inmediatamente después de que se confirme la salud estable del niño.

El Sandak, es el hombre que sostiene al bebé en el momento del Brit. Esta terminología compuesta, significa que es el principal testigo y defensor del bebé en el cumplimiento de la Mitzvá del Brit Milá.

Tanto el Sandak como el Mohel ejercen una influencia espiritual muy especial sobre el niño en el momento del Berit, por lo cual luego de los compromisos cercanos o familiares, se acostumbra a honrar a quien más digno sea para cumplir esta importante función.

La madrina traerá al niño al recinto donde se realizará el Berit y se lo entregará al padrino; éste al padre del bebé, quien recitará la bendición a D”s para ingresar a su hijo al pacto de Abraham Avínu .-.Lehajniso Bibritó Shel Abraham Avínu- para luego cederlo al Sandak.

Por otra parte el Sandak se considera como el Cohen Gadól -Gran Sacerdote- que acercaba el incienso en el Gran Templo de Jerusalem en el sagrado día de Iom Kipur, sobre quién recaen grandes bendiciones.

Se preparan 2 sillas; en una se sienta el Sandak y en la otra Eliahu Hanabí -el profeta Elías. Este personaje a quien le damos lugar en el Berit pero no es visible, es el ángel del Brit, quien vivió en los tiempos de la salida de Egipto bajo el nombre de Pinjás, Hijo de Elazar, nieto de Aharón -hermano de Moisés-; y se caracterizó en su larga vida, hasta los tiempos del rey Hajháb y la reina Izébel, por ser un gran Profeta de D”s; pero más que eso por el dolor y sufrimiento que sentía cuando los Judíos se alejaban de la Torá y sus mandamientos, lo que lo llevaba a acusar a sus hermanos ante D”s, como varias veces lo expresó: “D”s, Los hijos de Israel abandonaron Tu pacto”; por eso D”s le prometió y le sentenció en defensa de los Judíos, que no se realizará ningún Brit hasta que Eliahu, el profeta, este presente. Además para que Eliahu Hanabí no tenga reparos por si los asistentes no son observantes de la Torá, D”s perdona los pecados de todos los presentes como en Iom Kipur, antes de la llegada del profeta Eliahu, requiriendo solamente un gesto mínimo de superación o acercamiento a la Torá o buenas cualidades por parte de los invitados

¿Quien debe realizarlo?

Como ya hemos mencionado el Brit Milá es la Mitzvá más importante y de mayor santidad de todo el judaísmo pues de ella depende la unión eterna de todo Judío con su Creador.

Por lo tanto, en lo que al Mohel se refiere, le corresponde, por ser quien realiza éste pacto Divino, ser además de experto en la materia, un judío que tuviere una estrecha relación con todo lo espiritual o sea un observante activo de todas las Mitzvot de la Torá y respeto a D”s, un individuo de inobjetable conducta social y un ser sumamente piadoso.

Por parte de los padres del niño o responsables del Brit Milá, es imprescindible esmerarse en lograr realizar el mismo, no solamente con el mejor especialista, sino por sobre todo con la persona más adecuada espiritualmente para estas circunstancias, no olvidando que el Brit Milá se realiza tan sólo una vez, implicando un gran sacrificio sentimental para los padres y físico para el circuncidado, dependiendo del mismo gran parte de la influencia espiritual para el futuro del niño.

Mohel es una terminología proveniente del hebreo bíblico Imól que significa circuncidar, es decir que el Mohel es quien realiza la circuncisión.

Esta escrito en la Torá, “Himól Imól “, y explican los sabios que la aparente reiteración significa, que únicamente un circuncidado puede circuncidar a otra persona; es decir que el Mohel no solamente debe ser una persona circuncidada físicamente, sino también su corazón debe estar adecuadamente descubierto y abierto a todo lo que signifique espiritualidad y así poder transmitirlo al nuevo circuncidado, al nuevo Iehudí.

Si el Berit fue realizado por un Mohel no observante o un gentil, es necesario tomar una pequeña gota de sangre, Dam Berit, por intermedio de un Mohel kasher una vez cicatrizado, pues de lo contrario no cumplió como corresponde con la Mitzvá.

A pesar de que a través de tantas generaciones el Berit fue realizado por Mohalím, no médicos de profesión, los casos de complicaciones en la realización del Brit fueron muy aislados, demostrando ampliamente el conocimiento de estos en la materia. Más aún en nuestros días, que los Mohalím se reciben en academias especiales donde deben rendir numerosos exámenes teóricos y prácticos antes de iniciarse en esta delicada profesión.

Tradicionalmente el hombre debe circundar con exclusividad, pues así se aprende de la Torá: el circuncidado -varón- que efectúe la circuncisión. En caso de que el padre del recién nacido sepa realizarlo, no debe ceder la Mitzvá a otra persona, pues ésta es su obligación.

Hay quienes recurren ante este evento tan trascendente a un médico, sin asegurarse que posea las condiciones necesarias que lo habiliten para ejercer como Mohel.

Analizémos si esta elección es correcta o no y que importancia tiene. En primer término debemos conocer que es un Berit Milá, como se cumple con él y quién es apto para llevarlo a cabo.

Brit significa pacto; es decir que no se trata de una intervención quirúrgica con fines médicos o higiénicos, sino de un pacto con D”s mismo.

Un pacto se lleva a cabo generalmente para lograr un compromiso inquebrantable, en el cual se está asumiendo la responsabilidad de cumplir con las condiciones del mismo ante cualquier circunstancia; y aunque llegue una situación en la cual no quiera seguir con dicha relación, el pacto lo obliga a continuar.

En el caso de un pacto entre el judío y D”s, el objetivo es darle al ser humano una fuerza especial para poder superar todas las dificultades que se interponen en su camino, impidiéndole el cumplimiento pleno de sus responsabilidades para con D”s.

Es obvio que no tendríamos la mínima idéa de cómo lograr un pacto con D”s; pues como podríamos nosotros con nuestra mente limitada comprender algo de una magnitud tan grande, como el hacer un pacto con D”s que es espiritual infinito y Todopoderoso; además a quién se le ocurriría que fuera posible semejante relación.

Fue necesario que D”s mismo nos lo dijera y transmitiera su deséo de que nuestra relación con El se selle por medio de un pacto y que la manera de lograrlo y manifestarlo sea por intermedio del Brit Mila. 

Como el niño a los 8 días de vida es incapaz de realizar éste pacto con D”s por sus propios medios, el padre se lo hace por él como apoderado. En caso de que el padre no este en condiciones de efectuar el Brit personalmente designa un Mohel para tal efecto.

Para realizar un Brit Milá adecuadamente es necesario conocer y respetar todas las leyes religiosas correspondientes a su ejecución en especial. Además es condición imprescindible ser fiel observador de las Mitzvot de la Tora; pues sería contradictorio y poco serio que una persona que en su vida privada no respeta plenamente la voluntad del Creador e iniciador de este pacto, sea capaz de representar e introducir a un niño en el mismo ante D”s; y por sobre todo que no es posible ni tiene sentido llevarlo a cabo por medio de un acto que viola la esencia del mismo en la forma de realizarlo, y mas aún en éste pacto con D”s no lograríamos su cometido si hacemos caso omiso a las indicaciones específicas que El mismo nos ordenó. 

Conversando con unos papás sobre el tema, se excusaron diciendo que si ellos no son observantes, que importancia tenía si el Mohel lo es o no.

Les respondí que aunque a ellos hoy no les interesara, cómo saben que a su hijo no le va a importar. Cuando el niño crezca pueden suceder dos cosas; que no le interese quien y como se le haya realizado el Brit o que sí le importe. En el primer caso no perdieron nada si el Brit fue efectuado por un Mohel casher; pero si a él le llegara a interesar, como le van a responder la pregunta o el reclamo de porque no me lo hicieron con quien y como corresponde. Es decir si son realmente liberales, deben optar por un Mohel verdadero para no privar a vuestro hijo de un Brit Mila auténtico, obligándolo a conformarse con una imitación.

Otro análisis para tomar en cuenta es el derecho de los padres para cortar y hacer sufrir a su propio hijo.

La justificación en este caso es que se está cumpliendo con un precepto Divino; el cual es válido siempre que el Brit se realice de acuerdo a las leyes del mismo; pues en el momento que se altera el proceso de éste, deja automáticamente de ser un acto pedído por D”s para convertirse en una iniciativa propia de los padres, volviendo el cuestionamiento del derecho de realizarlo sin ningún tipo de consentimientos.

¿POR QUÉ ESPERAR HASTA LA CIRCUNCISIÓN PARA COLOCAR NOMBRE AL NIÑO?

Sólo es apropiado darle su nombre judío después de que se haya convertido en miembro de pleno derecho de la nación judía. Quizás otra razón por la que posponemos ponerle nombre a un niño hasta la circuncisión es porque el primer “nombre judío” se dio junto con esta mitzvá. Como leemos en Génesis (17:5, 10): “Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que tu nombre será Abraham… 

Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y entre vosotros y entre vuestra descendencia después de vosotros, que será circuncidado todo varón entre vosotros. ..”La ceremonia de la circuncisión es un pasaje de la vida muy significativo y, como parte de nuestra expresión de gozo por el cumplimiento de este mandamiento, vestimos de fiesta al bebé.

Algunos tienen la costumbre de que el bebé use una kipá, una prenda que cubre la cabeza; por razones prácticas, esto generalmente sería en forma de sombrero o gorra, ya que una kipá tradicional no permanecería en la cabeza de un recién nacid.

Brit significa pacto y Milá, cortar o quitar.

Justamente Brit Milá es el pacto que consiste en cortar y/o quitar el prepucio que cubre el extremo del pene, órgano reproductor masculino. También se denomina Pacto de Abraham Avínu pues fue el primer hombre que lo realizó como tal y dentro de estas dos denominaciones se incluyen todas las leyes correspondientes a su realización.

No es simplemente una operación física sino que contiene un profundo y valioso sentido religioso, pues se está sellando el nombre de D”s en dicho órgano.

Es la señal del pacto que realizó D”s con el Patriarca Abraham y su descendencia de ser el Pueblo elegido espiritualmente para la eternidad, como mérito por haber sido el primer hombre que promulgó la creencia en el único D”s existente: el monoteísmo.

Fuente

Reseña Historica

Los primeros datos sobre la circuncisión se remontan a los tiempos de Abraham como lo cita la Torá, donde cuenta que en el año 2047 desde la creación del mundo, 401 años antes de entregar la Biblia al Pueblo Judío, D”s le ordenó al Patriarca realizarse el Brit a los 99 años de edad, de lo cual hasta nuestros días, año 5760, han transcurrido 3713 años. El Midrash explica que ese mismo día Abraham circuncidó a su hijo Ishmael de 13 años y a otros 318 hombres de su comunidad; también cita que los descendientes de los Patriarcas Abraham Itzjak y Iaacob continuaron cumpliendo con la Mitzvá, y que durante la esclavitud del Pueblo Judío en Egipto hubo algunos sectores que dejaron de realizarla.

Moisés circuncidó a los judíos que salieron de Egipto, pero durante el viaje de 40 años del Pueblo por el desierto se interrumpieron las circuncisiones por el peligro que esta situación implicaba, hasta que después de cruzar el Río Jordán para comenzar a conquistar la Tierra de Israel, Iehoshúa recibe el precepto de D”s de circuncidar a todos los nacidos en el desierto, es decir de 0 a 40 años de edad, en el lugar llamado Guilgál.

Posteriormente y a través de los tiempos, los Judíos cuidaron con recelo el cumplimiento de este precepto, aun en épocas de grandes imperios invasores que subyugaban a los pueblos anulando sus costumbres para asimilarlos. En el año -167 en los tiempos de Antíoco y en el -130 de Adriano a pesar del decreto de pena de muerte contra su realización, los Judíos continuaron cumpliendo ocultamente con esta Mitzvá aunque implicaba peligro para sus vidas. Entre los Judíos a través de toda la historia nunca hubo masivamente dudas en su realización y aun en las sectas como los Shomroním, Tzedokím y Karraím que omitían otros preceptos, efectuaban el Brit Milá; con excepción de individuos aislados que se negaron a respetar esta Mitzvá, como en los tiempos del Imperio Griego durante el período del segundo Templo de Jerusalém en pleno apogeo de la cultura helenística, que con la intención de eliminar diferencias físicas con los gentiles, no solamente dejaron de circuncidarse, sino los ya circuncidados se adherían el resto del prepucio nuevamente al glande mediante una especie de plástica con lo que quedaba anulado por completo el Brit Milá.

En el siglo XIX un grupo reformista en Alemania divulgó en el año 1843 un escrito en el cual figuraban 50 motivos contra la circuncisión y luego Samuel Holdhaim publicó un volumen completo sobre la prescindibilidad de la circuncisión por parte de la religión Judía, lo que tuvo cierta repercusión por un lapso determinado en Rusia y EE.UU. para luego quedar totalmente sin efecto.

Actualmente los judíos de todo el mundo, que se sienten identificados como tales, pertenecientes o no a las diversas comunidades, sin distinción de niveles religiosos o sociales, continúan practicando esta importante Mitzvá.

Nacimiento y el renacimiento

El nacimiento y el renacimiento son los temas de este Shabat.

Esto se debe tanto al contenido de la lectura de la Torá como a la época del año en el calendario judío.

La Parashá comienza con las leyes relativas a la mujer que concibe y tiene un hijo.

Se explican las ceremonias que rodean el gran evento y la idea del Brit Milá, el pacto de la circuncisión, que acerca al niño judío a su vínculo especial con Di‐s.

Los Sabios nos dicen que se considera que una niña nace circuncidada. Así, cada judío entra al mundo con un vínculo y una responsabilidad Divinos especiales.

La alegría del nacimiento se expresa por el hecho de que en los tiempos del Templo, la madre feliz traía una ofrenda al Templo como acción de gracias a Di‐s, como se describe en la Parashá.
Es apropiado que esta lectura de la Torá se lea en o cerca del mes de Nisán, un mes alegre inextricablemente vinculado con Pesaj y la redención de Egipto.
Este evento fue el nacimiento real del pueblo judío.

El Éxodo lo describe en estos términos el profeta Iejezkel.
Utiliza la alegoría del nacimiento para describir toda la experiencia del pueblo judío al salir de Egipto, vagando por el desierto mientras confiaba sólo en Di‐s, y luego su posterior desarrollo hasta convertirse en una nación madura que sirve a Di‐s a través de la Torá y sus mandamientos.

También encontramos enseñanzas de la Torá que comparan nuestra experiencia del exilio con un estado de embarazo.
El feto está completamente formado, pero aún no funciona como un ser humano normal.

 

Tiene ojos y oídos, pero no puede ver ni oír. De la misma manera nosotros, el pueblo judío, no somos capaces de funcionar adecuadamente con toda nuestra estatura y sensibilidad espiritual.
Mientras estemos en el exilio, es de esperar que cumplamos las Mitzvot, pero en realidad no somos conscientes de su importancia.
Por esta razón, muchas personas aún no cumplen todas las Mitzvot que deberían.

Amor paternal

Una conmovedora historia, contada en primera persona por su protagonista. Y la figura del Rebe como padre de todo judío.

Antes de la Guerra, mi papá estudiaba en la Ieshivá (seminario rabínico) en Hungría. A pesar de que no tuvo una formación Jasídica, se aseguró de que yo la tuviera. Cuando era un niño, me llevó a ver al Rebe de Lubavitch, al de Satmar y al de Bobov. Quería que experimentara todo el espectro del Judaísmo, lo moderno, lo Jasídico, y lo no jasídico. De esa forma, en donde me encontrara iba a estar cómodo.

En 1973, el año de mi Bar Mitzvá, mis padres me enviaron a un campamento de verano en Israel. Cuando regresé, me enteré que mi padre iba a tener una operación. Resultó ser que tenía cáncer de colon, y desde ese momento, su salud comenzó a empeorar.

Dos años más tarde, justo antes de Purim, la condición de mi papá agravó. Fue al hospital, los doctores lo examinaron, y luego me dijeron: “Mejor que vuelvas a casa, tu padre se quedará esta noche en el hospital”. Esa noche vieron que no había mucho para hacer, solamente intentar que el final sea lo menos doloroso posible.

Por supuesto que no queríamos darnos por vencidos, por lo que fuimos a varios Rabinos para bendiciones. También intentamos con medicinas alternativas. Mi padre estaba bajando mucho de peso. Nada estaba funcionando.

Luego, un primo nos dijo: “Deben ir a ver al Rebe de Lubavitch”.

Era invierno, la primera semana del mes de Kislev. Fuimos cinco personas, mi papá y mi mamá, mi abuela, mi hermana y yo. Mi padre estaba muy enfermo…estaba demacrado, su rostro había perdido su brillo.

Entramos a la oficina del Rebe. Me paré atrás, y mi papá habló unos minutos con el Rebe. Cuando terminó, comenzamos a irnos, pero de pronto, el Rebe me dijo: “Tu quédate”.

Ya estaba ansioso por todo lo que estaba ocurriendo. Tenía solo dieciséis años en ese momento, y me puse muy nervioso.

El Rebe me dijo: “Kum…Ven para acá”, haciendo gestos para que me acercara. Se acercó a su estante y sacó de allí dos volúmenes del Talmud, tratado de Berajot, y me dijo en Idish:

“De acuerdo a las leyes de la medicina, tu papá está extremadamente enfermo ahora, está cerca del final. Di-s va a ayudar, pero tu papá va a estar deprimido, y tú también estarás triste. Vas a necesitar de fuerzas. Quiero enseñarte algo que te va a ayudar a seguir”.

Abrió la página 10a, y comenzó a enseñarme la historia de Reyes II (20:1-6), en donde el Talmud está discutiendo. El Rey Jizkiahu está enfermo, y el profeta Isaiah lo visita. El profeta le dice al rey que sus días están contados y que debía prepararse para fallecer, pero Jizkiahu se niega a aceptarlo y le dice: “No, yo tengo fe en Di-s”. A pesar que el profeta dice que es demasiado tarde, Jizkiahu comienza a orar, porque “Incluso si la punta de la espada está apuntando tu cuello, nunca debes renunciar a la esperanza”.

Yo estaba parado frente al escritorio del Rebe, y él se encontraba sentado. Pero en el medio de la historia, el Rebe me hizo gestos para que vaya del otro lado del escritorio, para que veamos juntos. Tradujo el diálogo lentamente en Idish, palabra por palabra, marcando el lugar, así como un padre le enseña a su hijo.

“Lo que quiere mostrar el Talmud a través de esta historia, es que no debemos mezclarnos en el trabajo de Di-s. Tenemos que hacer lo que debemos hacer, y Di-s hace lo que Él hace”.

Lo recuerdo señalando las palabras con su dedo, luego me miraba y volvía a señalar. Me hacía repetirlo hasta que lo entendiera. Debido a que mi padre no era muy entendido con el Talmud, el Rebe quería asegurarse de que yo lo entendiera bien para después poder explicárselo: que incluso ante la puerta de la muerte, nunca debes renunciar a la esperanza, nunca debes deprimirte, y debes aceptar la voluntad de Di-s. Llevó un tiempo, como veinticinco minutos.

Lo que me queda en mi cabeza más que cualquier otra cosa, es el amor del Rebe cuando me miraba. Nunca antes había visto este tipo de amor. Aquí estaba yo, un extraño para él, un joven que venía con su padre que necesitaba una bendición. ÉEl dio su Brajá, pero luego dio mucho más. ÉEl vio que este niño precisaba amor paternal, y se lo proveyó.

Cuando salí de la oficina del Rebe, estaba transpirando. Cuando estábamos volviendo a casa, le conté a mi papá lo que había sucedido, y comenzó a llorar. Cuando llegamos, estudiamos esa Guemará por lo menos tres o cuatro veces.

Recuerdo mi padre preguntándome varias veces: “¿Entiendes por qué el Rebe te dijo que estudiaras esto conmigo? ¿Lo entiendes?”

Dos meses y medio luego de nuestra visita al Rebe, mi papá falleció. Era lunes de noche, 18 de Shvat, y lo último que me dijo fue que le había dado muchos Najes.

No tenía parientes. Mi mamá era única hija, la familia de mi padre había fallecido en la guerra, y yo tenía sólo dieciséis años.

No se cómo agradecerle al Rebe por esto, él me sentó y me dijo los hechos de la vida. Todos los demás me hubieran dicho: “No, va a estar bien, va a estar bien”. El Rebe me miró y me dijo cómo estar preparado para ello.

Tuve momentos en que las cosas se ponían difíciles. Dejé la Ieshivá por un tiempo, y me alejé. Pero luego recordé lo que el Rebe me había enseñado. A través de esos años, probablemente había estudiado esa parte del Talmud unas treinta veces, y me puso de nuevo en marcha.

El hecho de que soy un judío religioso y he formado una hermosa familia, es por esa noche que el Rebe pasó tanto tiempo explicándome que cuando tienes un problema, y sientes que estás tocando el fondo, recuerda que nunca debes darte por vencido, porque Di-s está allí. Abre tu corazón hacia Él, y te ayudará.

Los hijos son una bendición

Incluso el mejor de los niños en el mejor de los tiempos a veces necesita un poco de disciplina. Un reciente viaje por la carretera, en donde los tiempos de la comida se habían retrasado, transformó el humor de mi hijo de cuatro años. Olvidando el llanto el cual podíamos controlar, cuando insistió en correr demasiado cerca del borde del muelle, no tuve más remedio que levantarlo y llevarlo de nuevo al coche.

Digamos que no lo había tomado tan amablemente el repentino cambio de planes.

Parcialmente ensordecidos por sus gritos y luchando en agarrarle sus brazos y piernas, todo lo que pude ver en mi caminata por el muelle fueron las miradas de un pequeño grupo de pescadores que se encontraban en mi camino hacia la disciplina.

Se veían tan cómodos y sin preocupaciones. Bronceados por el sol, con la botella de cerveza fría al lado de sus cañas de pescar. No pude dejar de reflexionar sobre la discrepancia entre mi experiencia de vacaciones y la de ellos.

Mientras luchaba para pasar por allí, todos se dieron vuelta a la misma vez para verme.

Teniendo la paciencia casi agotada, y sintiéndome un poco avergonzado por su atención, pregunté: ¿alguno tiene hijos?, y todos respondieron felices “no”.

“¿Quieren uno?”, pregunté luego, señalando al paquete que llevaba en mis brazos.

Obviamente estaba bromeando, ya que no cambiaría a mis hijos por nada. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la respuesta unánime de rechazo que recibí de los pescaderos. Claramente no tenían idea de lo que se estaban perdiendo.

Algunas personas simplemente no aprecian la bendición que traen los hijos. Muchos esperan a que las cosas se pongan serias para poder empezar a armar una familia.

Pero, ¿quién dijo que cuando estés listo para la bendición de Di-s, Él los mandará tan libremente? He tenido varias conversaciones con personas que comparten su desilusión por no haber comenzado una familia antes. Ahora se arrepienten, pero ya es tarde.

Cualquier otro placer se hace insignificante cuando se compara con el privilegio de tener hijos.

Cuando nuestro ancestro Iaakov se dio cuenta que su vida estaba llegando al final, convocó a su hijo Iosef, y a sus nietos a que se acercaran.

Y él bendijo a Iosef y dijo: “El Di-s el cual mis padres, Abraham e Itzjak caminaron, el Di-s que me sostuvo todo el tiempo de mi vida, que sea el ángel que me liberó de todo mal, el que bendiga a estos jóvenes (Génesis 48:16-17)

Parece no tener sentido. Iaakov comenzó prometiendo bendecir a Iosef, pero de la continuación de la bendición parece que ignoró completamente a su hijo y se concentró en sus nietos. Seguro que Iosef tenía una razón para quejarse. ¿En dónde estaba su bendición prometida?

Pero ningún padre preguntaría eso. Cuando Iaakov bendijo a los hijos de Iosef, él también se sintió bendecido.

Los hijos son un regalo de Di-s, y cada uno es otro regalo de nuestro amado Padre en el Cielo. Nadie puede prometer que no se van a portar mal en público, o que la decisión de tener hijos no te va a interrumpir mientras te sientas a pescar. Pueden ser caros, pero valen la pena.

Puede que no sea la forma más sencilla o confortable de vivir, pero tener el privilegio de criar a los hijos de Di-s, es la mayor bendición que uno puede aspirar.

 Por Elisha Greenbaum