Una identidad transformada

PEQUEÑOS PROFETAS

La vida se había complicado para los hijos de Israel en Egipto. Cada día traía consigo un nuevo decreto del Rey Paró, haciéndoles la vida miserable a los Hebreos. Pero había por lo menos una familia que le daba esperanzas a los demás. Era la familia de Amram, el hijo de Kehot y bisnieto de Iaakov. Él y su esposa Iojeved, tenían dos hijos pequeños, Miriam y Aharón.

Un día, Miriam comenzó a aplaudir y dar vueltas por toda su casa diciendo: “Voy a tener un hermanito que salvará a nuestro pueblo de las manos de los Egipcios”.

Las palabras de Miriam pronto se hicieron realidad.

El séptimo día de Adar, Amram y Iojeved tuvieron un hijo varón, el cual inmediatamente llenó de luz el hogar. Las nubes se despejaron y el sol brilló más que nunca. Amram se acercó a su pequeña hija y la besó diciéndole: “Mi querida hija, ahora veo que tenías razón. Tu pequeño hermano no es un bebé común. Él va a ser nuestra salvación”.

Por tres meses, los alegres padres escondieron al bebé de los oficiales de Paró, quienes iban de casa en casa buscando bebés judíos para tirarlos al río. Al final de los tres meses, los oficiales comenzaron a buscar en la casa de Amram, y él, junto con Iojeved, sabían que no podían esconderlo por mucho tiempo más. Entonces Iojeved dijo: “No puedo proteger más a mi bebé, sólo Di-s puede hacerlo. Voy a dejarlo en Sus manos”.

Diciendo esto, Iojeved hizo un pequeño cesto de hierba y lo cubrió con brea por fuera para que resista el agua. “Haz que mi bebé no sufra el olor a brea”, dijo, es por eso que no le puso brea por dentro. Luego puso al bebé en el cesto, lo llevó a Río Nilo y lo escondió entre los juncos.

EL FATÍDICO DÍA

Con lágrimas en los ojos, volvió a casa. La pequeña Miriam permaneció cerca del río para ver qué le podría pasar a su hermano.

En ese preciso momento, los Ángeles se reunieron ante Di-s suplicándole por el pequeño bebé. “Oh Di-s”, dijeron, “Tú has prometido que llegaría el día cuando los hijos de Israel serían liberados de Egipto, y dada tu sagrada Torá eso sería el sexto día de Siván. Hoy es ese día, ¿dejarás que este niño tenga hambre y esté expuesto en las aguas del Nilo?”

Inmediatamente, Di-s ordenó al sol que brillara fuertemente, provocando que todas las mujeres y niños Egipcios vayan al río Nilo a refrescarse.

La princesa Batia, hija del Rey Paró, llamó a sus sirvientas, quienes también fueron a bañarse al río.

De pronto, la princesa notó un pequeño cesto en los juncos del río. Envió a una de sus sirvientas para que lo recogiera, pero la malvada dijo: “¿Para qué molestarse, princesa, con un pequeño cesto que seguramente hay un bebé Judío escondido? ¿Acaso nuestro rey no ordenó que todos los bebés sean arrojados al río sin lástima?

La princesa había perdido el uso de sus brazos por una enfermedad, y pensó: “Si sólo pudiera usar mis mandos, podría agarrar el cesto yo misma”. En ese preciso momento, aquél pensamiento provocó que algo extraordinario ocurriese. De pronto pudo sentir que sus manos estaban fuertes nuevamente. La princesa se acercó hasta los juncos y tomó el pequeño cesto con sus propias manos.

Cuando lo abrió, encontró un pequeño bebé con una cara iluminada, que brillaba como el sol. La princesa tuvo lástima de él y dijo: “Seguramente es uno de los infortunados bebés judíos. No seré tan malvada como mi padre, yo lo salvaré”.

EN LOS BRAZOS DE SU MAMÁ

La princesa le ordenó a una de sus sirvientas egipcias que lo alimentara, pero en el momento en el que la señora lo agarró, comenzó a llorar y se rehusó a ser alimentado. La princesa le ordenó a otra sirvienta que lo hiciera, pero nuevamente no pudo.

En ese mismo momento, Miriam se encontraba a muy poca distancia de allí, mirando atentamente todo lo que estaba pasando con su hermano, sin decir una palabra. Cuando escuchó a su pequeño hermano llorar, se acercó y le dijo a la princesa: “¿Llamo a alguien para que alimente al niño?”

“Por favor, hazlo”, dijo la princesa, “y te recompensaré”.

Miriam volvió a su casa, y le dijo a la mamá todo lo que había pasado en el río. “¡Rápido madre” dijo, “la princesa está esperando, el bebé tiene hambre!”.

Iojeved corrió hasta el río, y a penas sostuvo al bebé en brazos, este paró de llorar y comenzó a sonreír. La princesa también comenzó a sonreír, y le dijo a Iojeved: “Te pagaré dos shekels cada día si le das de comer a este bebé por mi”.

“Estaré sumamente contenta de hacerlo”, dijo Iojeved.

“Bien, te confío al bebé por dos años” dijo la princesa, “pero recuerda que al final de los dos años, deberás traerlo al palacio, sano y salvo”

“Será el niño de mis ojos”, dijo Iojeved, y si lo llevó a su casa.

LOS SIETE NOMBRES

Iojeved cumplió con su promesa, y al final de los dos años, le llevó el bebé a la princesa. Batia estaba contenta de verlo. Nunca antes había visto a un niño tan lindo.

“¿Cómo lo llamas?”, le preguntó Batia.

“Le dimos seis nombres” dijo la mamá. “Jered, Javer, Yekutiel, Avigdor, Avi-Sojo y Avi-Zonoaj”

“Le daré un séptimo nombre” dijo Batia. “Lo llamaré Moshé, porque lo saqué del agua”.

Di-s dijo: “Debido a que Batia fue tan amable y misericordiosa, el niño será llamado por el nombre dado por ella”.

Desde ese día, Moshe se quedó en el palacio, y la princesa lo amaba tratándolo como si fuera su propio hijo. Cada uno que venía al palacio y veía a Moshe, admiraba su inusual belleza y buenos modales. Incluso el malvado Paró lo amaba y jugaba con él.

Por: Nissan Minde

La historia de Moisés en la Biblia

Profeta y legislador

Moisés (מֹשֶׁה o Moshe en hebreo) fue el líder hacedor de milagros elegido por Di-s para sacar a los israelitas de Egipto hace más de 3.300 años. 

El profeta más grande que jamás haya vivido, Moisés transcribió la Torá (también conocida como los Cinco Libros de Moisés ), el texto fundacional del judaísmo.

La vida de Moisés

Moisés nació en Egipto el 7 de Adar del año 2368 desde la creación (1393 a. C.) en una época en la que los israelitas eran esclavos del faraón y estaban sujetos a muchos decretos severos. Fue el tercero de los tres hijos de Jocabed y Amram . Su hermano, Aarón , era tres años mayor que él, y su hermana, Miriam , era seis años mayor.

Su padre, un destacado líder de la tribu de Leví , es mencionado en el Talmud como “el más grande de la generación”.

Temiendo el nacimiento de un líder que sacara a los esclavos israelitas de Egipto, el Faraón decretó que todos los niños israelitas fueran ahogados. La madre y la hermana de Moisés eran parteras y valientemente desobedecieron el cruel edicto.

Jocabed dio a luz un hijo (tres meses antes de tiempo) y lo escondió en su casa hasta que cumplió tres meses y ya no pudo ocultarlo más. Entonces Jocabed puso a su hijo en una canasta impermeable y lo dejó flotando en el Nilo.

Mientras su hermana observaba, el niño fue rescatado del río por la hija del Faraón, Bithiah , quien luego lo crió en el palacio.

Cuando creció, Moisés salió del palacio y observó el sufrimiento de sus hermanos. Un día, vio a un egipcio golpeando cruelmente a un esclavo hebreo. Invocando el nombre de Di-s , mató al egipcio y escondió su cuerpo en la arena. Al día siguiente, volvió a salir y vio a dos hebreos peleándose. Cuando vio que uno de ellos estaba a punto de golpear al otro, intervino y criticó al posible atacante. El hombre se burló de él y le preguntó: “¿Me matarás como mataste al egipcio?”.

Al comprender que no podía quedarse, Moisés huyó de Egipto y se dirigió a Madián , donde se casó con Séfora , hija de Jetro , y fue padre de dos hijos: Gersom y Eliezer .

Cuando tenía 80 años, Moisés estaba pastoreando las ovejas de su suegro cuando Di-s se reveló en una zarza ardiente en el Monte Horeb (Sinaí) y le ordenó liberar a los hijos de Israel .

Moisés dudó, sintiendo que no era digno y que ni el Faraón ni el pueblo lo escucharían, en parte porque tenía un impedimento en el habla.

A su regreso a Egipto, Moisés y su hermano Aarón confrontaron al Faraón y le dijeron que Di-s había dicho que era hora de que Su nación fuera sacada de Egipto para que pudieran servirle. El Faraón se negó a considerar su petición.

Luego, Moisés y Aarón fueron fundamentales para traer las Diez Plagas sobre los egipcios, comenzando con el agua convertida en sangre y terminando con la muerte de todos los primogénitos egipcios.

Después de que el faraón accedió a dejar libres a sus esclavos, Moisés los sacó y los milagros continuaron. Después de una semana, el faraón cambió de opinión y decidió perseguir a los hebreos. Al llegar al Mar Rojo, Moisés guió a su pueblo a través del agua en tierra firme, dejando que los perseguidores egipcios murieran en el mar agitado.

Durante los siguientes 40 años, Moisés cuidó de los hijos de Israel “como una nodriza lleva a un bebé”, satisfaciendo todas sus necesidades y representándolos ante Di-s, especialmente cuando cometían errores y se ganaban Su desagrado, lo que sucedía con demasiada frecuencia.

El mandato de Moisés como líder estuvo marcado por episodios de rebelión y quejas. Apenas diez días después de salir de Egipto, se quejaron de que el agua era amarga. Di-s hizo que Moshe endulzara el agua milagrosamente. Después, el 15 de Iyar , se quejaron de no tener comida, y Di-s les dio el maná . Y luego, en Refidim, se quejaron de no tener agua, y Di-s le dijo a Moshe que golpeara una roca para que brotara un chorro de agua.

Moisés: Dador de la Torá

De todos sus logros, el más famoso fue haber traído la Torá a los hijos de Israel, el modelo de Di-s para una vida moral. De hecho, los cinco libros de la Torá se conocen como los Cinco Libros de Moisés.

Así fue como sucedió: seis semanas después de que Moisés sacó al pueblo de Egipto, llegaron al Monte Sinaí. Seis días después de su llegada, la presencia de Di-s cubrió la montaña y Él le dijo al pueblo los Diez Mandamientos, la esencia de la Torá. Según la tradición, el pueblo escuchó los dos primeros mandamientos de Di-s, pero luego no pudieron soportar el discurso de Di-s, por lo que Moisés les repitió los Diez Mandamientos.

Luego Moisés ascendió al Monte Sinaí y permaneció allí durante 40 días mientras el pueblo esperaba abajo. Durante este período, no comió ni bebió. Di-s le enseñó cada detalle de la Torá, que luego Moisés registró en (parte del) texto que llegó a conocerse como la Torá.

Di-s también le dio a Moisés dos tablas de zafiro, sobre las cuales estaban grabados los Diez Mandamientos.

Cuando transcurrieron los cuarenta días, el pueblo no vio a Moisés bajar y entró en pánico, temiendo que nunca bajara de la montaña. Volviendo a las costumbres idólatras de los egipcios, fabricaron un becerro de oro y lo adoraron.

Di-s le ordenó a Moisés que descendiera al pueblo. Cuando Moisés se acercó al campamento, vio el alboroto y el libertinaje que rodeaban la adoración a los ídolos y arrojó las tablas, rompiéndolas en pedazos.

Moisés pasó a liderar a su tribu, Leví , en la matanza de aquellos que habían participado en la creación del ídolo.

Moisés ascendió a la montaña durante otros 40 días hasta que consiguió la promesa de Di-s de que no destruiría a la nación, sino que les daría una segunda oportunidad, algo que sucedería una y otra vez durante el mandato de Moisés como líder.

Después de una tercera estadía de 40 días en la cima de la montaña, Moisés descendió con el perdón completo de Di-s y un segundo juego de tablas, lo que indicaba que Di-s había perdonado completamente a la nación.

En la Torá, Di-s le dio a Moisés un conjunto completo de instrucciones para la vida, que van desde lo que los judíos pueden comer ( kosher ) hasta las leyes del matrimonio (no incesto ni adulterio), desde cómo adorar (no imágenes grabadas) hasta cómo deben ser las casas de los judíos (instalar una mezuzá en el poste de la puerta).

Moisés transmitió estas instrucciones ( mitzvot ) a la nación y también las registró brevemente en la Torá.

Sin embargo, muchas de las instrucciones no fueron escritas y se las conoce como halajá leMoshe miSinai (“leyes [dadas] a Moisés desde el Sinaí”).

Los espías
A punto de entrar en Tierra Santa, el pueblo envió a doce espías para que exploraran la Tierra Santa. Cada espía representaba a una tribu. Con excepción de Josué y Caleb (que representaban a Efraín y Judá respectivamente), los espías regresaron con informes aterradores de gigantes, frutas mutantes y ciudades impenetrables.

El pueblo lloró toda la noche, reacio a la perspectiva de entrar en la Tierra Santa. Di-s le dijo a Moisés que estaba dispuesto a destruir la nación, pero Moisés le rogó clemencia y Di-s cedió. Pero el daño ya estaba hecho. El pueblo vagaría por el desierto durante 40 años. Con excepción de Caleb y Josué , todos los hombres en edad de luchar morirían en el desierto. Sólo entonces el pueblo de Israel estaría listo para entrar en la Tierra Prometida.

Después de la muerte de Miriam , el pozo que se había provisto en su mérito desapareció , y el pueblo tuvo sed de agua. Di-s les dijo a Moisés y Aarón que hablaran a una roca, y ésta les daría agua. Moisés y Aarón golpearon la roca en su lugar, siguiendo las instrucciones que habían recibido antes en Refidim, cuando Di-s les había dicho que golpearan una roca con su bastón para producir agua. Pero al golpear la roca en lugar de hablarle, perdieron la oportunidad de demostrar que incluso una roca obedece las palabras de Di-s sin necesidad de ser golpeada, que era la razón por la que Di-s les había dicho específicamente que hablaran a la roca. Di-s les dijo que serían castigados por no seguir Su palabra: ambos morirían en el desierto en lugar de que se les permitiera guiar al pueblo a la Tierra de Israel.

Moisés rogó y suplicó, pero no sirvió de nada. Conduciría al pueblo por la frontera de Israel, los conduciría en la conquista de las tierras al este del río Jordán e incluso vería la Tierra Santa desde lejos. Pero permanecería enterrado afuera, junto a la generación del pueblo que había sacado de Egipto.

Fallecimiento de Moisés
Cuando Moisés se acercaba a su cumpleaños número 120, todavía tenía energía, una vista excelente y una piel suave, pero sus días estaban contados. Cuarenta días antes de su muerte, dejó su última voluntad y testamento al pueblo. En él, les recordó elementos clave de su historia y reiteró muchas de las mitzvot . Especialmente prominente en su discurso fue la advertencia de nunca servir a los ídolos.

Moisés también escribió este discurso, formando el libro de Deuteronomio , el último de los cinco libros de Moisés.

Luego, en su cumpleaños número 120, Moisés ascendió al Monte Nebo, donde Di-s le concedió ver la Tierra de Israel, a la que tanto anhelaba entrar. Moisés murió entonces “por el beso de Di-s” y nadie supo dónde fue enterrado.

El pueblo estuvo de luto por Moisés durante cuarenta días, pero no todo estaba perdido. Incluso antes de su muerte, Moisés había designado a Josué, su fiel protegido, para que los guiara a la Tierra de Israel.

Nombre de Moisés
El nombre Moisés es la traducción griega del nombre hebreo Moshe (que significa “sacado”). Este nombre le fue dado por su madre adoptiva, Bithiah, cuando sacó al niño del río Nilo.

Moisés tenía muchos otros nombres. El Midrash nos cuenta que tenía nada menos que diez nombres, siendo los más famosos Avigdor, Toviah y Yekutiel.

A Moisés se lo suele llamar Moshe Rabbeinu (Moisés, nuestro maestro). 

Fue un guerrero valiente, un líder inspirador y el profeta más grande que haya existido jamás. Sin embargo, lo recordamos principalmente como el maestro de la ley, cuya fiel transmisión de la palabra de Di-s sigue resonando en los corazones y hogares judíos hasta el día de hoy.

Entendiendo a Moisés
Humilde Moisés

La Torá describe a Moisés como el hombre más humilde que jamás haya vivido. 

¿Cómo puede ser eso cierto? ¿Acaso no sabía que Di-s lo había elegido de entre toda la humanidad para sacar a Su pueblo de la esclavitud? 

¿Y que Di-s le habló “cara a cara” de una manera que nunca antes había sucedido y que nunca volvería a suceder?

La clave, dicen los maestros jasídicos, es que Moisés nunca se atribuyó estos logros a sí mismo. Reconoció que fue Di-s quien lo había elegido y dotado de cualidades únicas. Si Di-s hubiera elegido a otra persona, razonó, esa persona seguramente lo habría hecho aún mejor.

Moisés tartamudeaba

El Midrash nos cuenta que cuando Moisés era un niño pequeño en el palacio del faraón, una vez agarró la corona del faraón y se la colocó en la cabeza. El faraón temía que el niño quisiera la monarquía. Para ponerlo a prueba, los consejeros reales sugirieron que el faraón colocara oro brillante y un carbón igualmente brillante delante del niño. Si Moisés alcanzaba el carbón, quedaría claro que simplemente se sentía atraído por los objetos brillantes.

Ante una multitud de objetos brillantes, Moisés estaba a punto de alcanzar el oro, pero un ángel desvió su mano hacia el carbón. Moisés tomó un trozo de carbón y se lo puso en la boca. Se quemó la boca y, a partir de entonces, empezó a hablar con dificultad.

El rabino Shneur Zalman de Liadi explica que el tartamudeo de Moisés era un reflejo de su estado espiritual. Su alma provenía del mundo de Tohu (“caos”), que está por encima y más allá de nuestra realidad. Esto provocó su incapacidad para relacionarse (o comunicarse) con quienes lo rodeaban.

Moisés el pastor

Los místicos se refieren a Moisés como el raya mehemna. Generalmente traducido como “pastor fiel”, estas palabras también pueden traducirse como “pastor de la fe”.

Moisés hizo más que asegurarse de que su rebaño tuviera comida y bebida. Él sostuvo activamente su fe en Di-s. En el nivel más básico, lo hizo enseñándoles acerca de Di-s y Su voluntad. En un plano más profundo, sostuvo la fe del pueblo conectándolos con la esencia de sus almas, permitiéndoles acceder a una reserva de fe que siempre habían tenido, pero que nunca habían activado.

En cada generación, los líderes del pueblo judío, desde Mordejai hasta Maimónides , han cumplido este papel, liderando, guiando e inspirando al pueblo para que se acerque a Di-s, a su fe, a sí mismos.