¿Qué es un profeta?
Un profeta es un individuo que recibe un mensaje de Di-s para ser transmitido a la gente.
Maimónides lo cuenta como uno de los 13 fundamentos de la fe judía que “Di-s se comunica con el humano a través de la profecía”.
¿Qué hay en estos mensajes?
El propósito de los mensajes que se comunican a los profetas individuales no es revelar el propósito de la existencia o de legislar las leyes de la vida, ya que esto está contenido en la Torá y en sus 613 preceptos, aquellos que Di-s nos comunicó en el Monte Sinaí.
Una vez que Di-s transmitió el mensaje con la revelación en el Sinaí, en cierto sentido, Él nos lo dejó a nosotros para que lo estudiemos y lo expliquemos.
El Talmud incluso trae un caso en el que los Sabios de la Torá debatían un punto en la ley de la Torá y se oyó una Voz Celestial apoyando el punto de vista de la minoría; los Sabios no quedaron impresionados, y silenciaron a la Voz, citando la declaración propia de la Torá sobre ella misma “no está en los Cielos” (Deuteronomio 30:12).
El propósito de la profecía es corregir la dirección de la sociedad Judía, o la dirección de toda la sociedad.
A veces viene un profeta para predecir el futuro, cuando Di-s considera necesario que debemos saber qué sucederá para poder incentivarnos en nuestra misión de la vida. Otras veces viene, para hacernos acordar que estamos “aflojando el ritmo” de lo que Él espera de nosotros, y nos advierte sobre las consecuencias terribles que esto traerá si no recapacitamos.
A veces, Di-s usa a un profeta para enviar mensajes privados a un individuo (particularmente a un individuo cuyas acciones tienen un gran efecto, como por ejemplo un rey). Un profeta también puede transmitir una instrucción específica que no está contenida en la Torá como un mandamiento Divino “de una vez”, en tales casos, uno debe seguir las instrucciones incluso si van en contra del mandamiento universal de la Torá.
Una profecía, sin embargo, nunca contenderá una nueva Mitzvá, ni anulará una Mitzvá; un profeta que clama tal comunicación de Di-s, es pues, un falso profeta.
Por ello, Isaías fue enviado para describir la Era Mesiánica que es la culminación y la recompensa de nuestros esfuerzos.
Jeremías predijo la destrucción del Templo Sagrado. Ioná fue enviado a Ninvé para advertir a sus habitantes que la ciudad se destruirá a menos que ellos se arrepientan de sus caminos perversos. Samuel transmitió el mensaje Divinos al Rey Shaul para que batalle contra Amalek, y Elishá fue enviado para llevar a cabo el famoso desafío de los dos novillos en el Monte Carmel (incluso que esto implicó violar temporalmente la prohibición de la Torá de ofrecer sacrificios fuera del Templo Sagrado). Pero ningún profeta dijo alguna vez nada acerca que esto fuera producto de su propia mente. Hablaron y actuaron únicamente por mandato Divino.
¿Cómo se convierte uno en profeta?
Primero, uno debe ser meritorio. Maimónides trae la siguiente lista: uno debe ser sabio, tener una mente lúcida y clara; ser de carácter impecable, y estar en absoluto control de las pasiones y deseos de uno; ser de constitución alegre y tranquila; huir de la materialidad y de las frivolidades de la vida y dedicarse completamente al conocimiento y servicio de Di-s.
Todo esto, sin embargo, no trae la profecía, sólo hace que uno sea meritorio de recibirla.
La recepción misma de la profecía viene de Arriba, por elección Divina. Mientras que la “escuela de profecía” en el antiguo Israel entrenaba a los aspirantes de profetas para poder recibir la profecía, a través de extensa meditación y forma de vida rigurosamente espiritual, el alumno de profecía no puede causar que una profecía venga a él a través de acciones específicas.
La profecía se manifiesta de manera súbita, sin señales de advertencia o preparación por parte del profeta. Lo que sucedió fue que Di-s eligió a una persona a quien hablarle y transmitirle mensajes, no al revés.
¿Cómo se verifica a los profetas?
Primero, la persona debe ser conocida como alguien que posee atributos superiores.
Luego, si una persona de tal calibre anuncia que recibió una profecía, se asume que está diciendo la verdad. Pero la última prueba es la veracidad de sus profecías; si lo que dijo que sucedería sucedió, sabemos que es un profeta; de lo contrario, no lo es.
(Esto, sin embargo, se aplica solamente a la predicción de un evento positivo, siendo que una vez que una promesa Divina sobre un bien es comunicada a través de un profeta, ésta nunca es retractada; sin embargo, si un profeta advierte, en nombre de Di-s que una calamidad está destinada a suceder, y no ocurre, esto no desaprueba su profecía, siendo que un mal decreto puede ser anulado a través de la plegaria y el arrepentimiento. Por supuesto, predecir el futuro sin poseer los caracteres de un profeta, no lo hace a uno profeta)
¿Cómo se siente experimentar la profecía?
Al igual que una señal de transmisión de un alto nivel de watts en un instrumento de bajo nivel de watts, la profecía generalmente sobrecarga el equipo mental del receptor.
La profecía frecuentemente causa desmayos, demencia temporaria, convulsiones o espasmos musculares involuntarios. Algunos profetas podían recibir la señal durmiendo, teniendo sueños súper enigmáticos, en forma de acertijos que debían decodificar al despertarse.
Los profetas no tenían conversaciones verbales o mentales con Di-s.
La única excepción fue Moshé, quien hablaba con Di-s “como un hombre habla con su amigo” (Éxodo 33:11).
¿Cuáles son las reglas primordiales de la profecía?
De los 613 mandamientos de la Torá, algunos pertenecen a las profecías.
Éstos incluyen:
1. Obedecer las instrucciones del profeta
2. No dudar ni probar las promesas de Di-s o advertencias transmitidas por el profeta.
Y para el profeta:
3. Transmitir personalmente las instrucciones de Di-s.
4. No suprimir una profecía recibida (como intentó hacerlo Ioná).
5. No profetizar en nombre de otros dioses (incluso si el contenido es cierto)
¿Quiénes eran los profetas?
Hubo miles de profetas en la historia Judía. La gran mayoría, sin embargo, transmitieron mensajes que eran específicos al tiempo y a las circunstancias en las que se encontraban. Sus profecías, por ende, no fueron grabadas para más adelante, e incluso sus nombres nos son desconocidos. Muchos de estos profetas eran ciudadanos comunes (estudiantes, campesinos, artesanos), quienes por virtud de su justicia y sensibilidad por lo espiritualidad, fueron seleccionados para recibir una profecía Divina. A menudo no sabía qué les ocurría, y sólo luego se daban cuenta que habían recibido una profecía. Algunos, como Ioná, sí sabía de qué se trataba, y aún así intentó escaparse de ella.
El Talmud cuenta 55 profetas “históricos” cuyas profecías están grabadas en la Torá porque contienen un mensaje relevante para todas las generaciones. La mayoría eran figuras públicas que profetizaron frecuentemente y que se convirtieron en líderes de su gente. Esto incluye 15 profetas cuyas palabras fueron registradas en libros individuales que llevan sus nombres: Isaías, Jeremías, Ezequiel, y doce libros más cortos, incluyendo Amos, Hoshea, Najúm, y otros. Los otros 40, que pudieron no haber tenido profecías todo el tiempo, están mencionados en otros varios lugares en el Tanaj-Biblia- como Natán (en los Libros de Samuel), y Ido (Crónicas).
La profecía parece haber sido una experiencia para el público masculino mayoritariamente, 48 de los 55 profetas “históricos” fueron hombres, aunque no podemos saber si esto refleja la proporción de profetas y profetizas. Las siete profetizas más importantes fueron: Sara (Esposa de Abraham), Miriam (hermana de Moshé), Débora (la única mujer entre los Jueces), Jana (madre de Samuel), Abigail, Juldá y Ester (de la historia de Purim).
¿Existe la profecía hoy en día?
La era de la profecía oficialmente acabó hace unos 23 siglos. La última generación de profetas fue aquella que comenzó a profetizar antes que el Primer Templo Sagrado fuera destruido en el año 424 AEC, a pesar que un número de esa generación sobrevivió el exilio Babilónico que duró 70 años y vivió para ve la construcción del Segundo Templo. El más famoso, Ezequiel profetizó en Babilonia, y tres profetas Jagai, Zejaria y Malaji fueron miembros de la “Gran Asamblea”, que dirigió a la gente durante los primeros años luego de su regreso desde Babilonia. Mordejai y Ester también fueron miembros de la generación que sufrió la destrucción del Primer Templo y presenció la construcción del segundo. Con el fallecimiento de esa generación, “la profecía partió de Israel”.
Sin embargo, el principio que “Di-s se comunica con la humanidad a través de la profecía” permanece un fundamento de la fe judía. Una forma menos de profecía, conocida como Ruaj Hakodesh (Inspiración Divina), permanece la provincia de los Tzadikim, los hombres y mujeres justos de todas las generaciones. De acuerdo a la tradición, uno de los profetas más grandes, Eliahu, nunca murió, y anunciará la llegada del Mashiaj. El Mashiaj mismo es un profeta, y en la era mesiánica, la profecía se convertirá en un fenómeno universal, en las palabras del profeta Joel, “Y sucederá que volcaré Mi espíritu sobre toda carne, y tus hijos e hijas profetizarán; tus mayores soñarán, tus hombres jóvenes verán visiones”. Y en una carta para los judíos de Yemen, Maimónides cuenta una tradición antigua que “poco después de la era mesiánica, la profecía volverá al pueblo judío”.
Por Mendy Hecht