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Una identidad transformada

PEQUEÑOS PROFETAS

La vida se había complicado para los hijos de Israel en Egipto. Cada día traía consigo un nuevo decreto del Rey Paró, haciéndoles la vida miserable a los Hebreos. Pero había por lo menos una familia que le daba esperanzas a los demás. Era la familia de Amram, el hijo de Kehot y bisnieto de Iaakov. Él y su esposa Iojeved, tenían dos hijos pequeños, Miriam y Aharón.

Un día, Miriam comenzó a aplaudir y dar vueltas por toda su casa diciendo: “Voy a tener un hermanito que salvará a nuestro pueblo de las manos de los Egipcios”.

Las palabras de Miriam pronto se hicieron realidad.

El séptimo día de Adar, Amram y Iojeved tuvieron un hijo varón, el cual inmediatamente llenó de luz el hogar. Las nubes se despejaron y el sol brilló más que nunca. Amram se acercó a su pequeña hija y la besó diciéndole: “Mi querida hija, ahora veo que tenías razón. Tu pequeño hermano no es un bebé común. Él va a ser nuestra salvación”.

Por tres meses, los alegres padres escondieron al bebé de los oficiales de Paró, quienes iban de casa en casa buscando bebés judíos para tirarlos al río. Al final de los tres meses, los oficiales comenzaron a buscar en la casa de Amram, y él, junto con Iojeved, sabían que no podían esconderlo por mucho tiempo más. Entonces Iojeved dijo: “No puedo proteger más a mi bebé, sólo Di-s puede hacerlo. Voy a dejarlo en Sus manos”.

Diciendo esto, Iojeved hizo un pequeño cesto de hierba y lo cubrió con brea por fuera para que resista el agua. “Haz que mi bebé no sufra el olor a brea”, dijo, es por eso que no le puso brea por dentro. Luego puso al bebé en el cesto, lo llevó a Río Nilo y lo escondió entre los juncos.

EL FATÍDICO DÍA

Con lágrimas en los ojos, volvió a casa. La pequeña Miriam permaneció cerca del río para ver qué le podría pasar a su hermano.

En ese preciso momento, los Ángeles se reunieron ante Di-s suplicándole por el pequeño bebé. “Oh Di-s”, dijeron, “Tú has prometido que llegaría el día cuando los hijos de Israel serían liberados de Egipto, y dada tu sagrada Torá eso sería el sexto día de Siván. Hoy es ese día, ¿dejarás que este niño tenga hambre y esté expuesto en las aguas del Nilo?”

Inmediatamente, Di-s ordenó al sol que brillara fuertemente, provocando que todas las mujeres y niños Egipcios vayan al río Nilo a refrescarse.

La princesa Batia, hija del Rey Paró, llamó a sus sirvientas, quienes también fueron a bañarse al río.

De pronto, la princesa notó un pequeño cesto en los juncos del río. Envió a una de sus sirvientas para que lo recogiera, pero la malvada dijo: “¿Para qué molestarse, princesa, con un pequeño cesto que seguramente hay un bebé Judío escondido? ¿Acaso nuestro rey no ordenó que todos los bebés sean arrojados al río sin lástima?

La princesa había perdido el uso de sus brazos por una enfermedad, y pensó: “Si sólo pudiera usar mis mandos, podría agarrar el cesto yo misma”. En ese preciso momento, aquél pensamiento provocó que algo extraordinario ocurriese. De pronto pudo sentir que sus manos estaban fuertes nuevamente. La princesa se acercó hasta los juncos y tomó el pequeño cesto con sus propias manos.

Cuando lo abrió, encontró un pequeño bebé con una cara iluminada, que brillaba como el sol. La princesa tuvo lástima de él y dijo: “Seguramente es uno de los infortunados bebés judíos. No seré tan malvada como mi padre, yo lo salvaré”.

EN LOS BRAZOS DE SU MAMÁ

La princesa le ordenó a una de sus sirvientas egipcias que lo alimentara, pero en el momento en el que la señora lo agarró, comenzó a llorar y se rehusó a ser alimentado. La princesa le ordenó a otra sirvienta que lo hiciera, pero nuevamente no pudo.

En ese mismo momento, Miriam se encontraba a muy poca distancia de allí, mirando atentamente todo lo que estaba pasando con su hermano, sin decir una palabra. Cuando escuchó a su pequeño hermano llorar, se acercó y le dijo a la princesa: “¿Llamo a alguien para que alimente al niño?”

“Por favor, hazlo”, dijo la princesa, “y te recompensaré”.

Miriam volvió a su casa, y le dijo a la mamá todo lo que había pasado en el río. “¡Rápido madre” dijo, “la princesa está esperando, el bebé tiene hambre!”.

Iojeved corrió hasta el río, y a penas sostuvo al bebé en brazos, este paró de llorar y comenzó a sonreír. La princesa también comenzó a sonreír, y le dijo a Iojeved: “Te pagaré dos shekels cada día si le das de comer a este bebé por mi”.

“Estaré sumamente contenta de hacerlo”, dijo Iojeved.

“Bien, te confío al bebé por dos años” dijo la princesa, “pero recuerda que al final de los dos años, deberás traerlo al palacio, sano y salvo”

“Será el niño de mis ojos”, dijo Iojeved, y si lo llevó a su casa.

LOS SIETE NOMBRES

Iojeved cumplió con su promesa, y al final de los dos años, le llevó el bebé a la princesa. Batia estaba contenta de verlo. Nunca antes había visto a un niño tan lindo.

“¿Cómo lo llamas?”, le preguntó Batia.

“Le dimos seis nombres” dijo la mamá. “Jered, Javer, Yekutiel, Avigdor, Avi-Sojo y Avi-Zonoaj”

“Le daré un séptimo nombre” dijo Batia. “Lo llamaré Moshé, porque lo saqué del agua”.

Di-s dijo: “Debido a que Batia fue tan amable y misericordiosa, el niño será llamado por el nombre dado por ella”.

Desde ese día, Moshe se quedó en el palacio, y la princesa lo amaba tratándolo como si fuera su propio hijo. Cada uno que venía al palacio y veía a Moshe, admiraba su inusual belleza y buenos modales. Incluso el malvado Paró lo amaba y jugaba con él.

Por: Nissan Minde

La historia de Moisés en la Biblia

Profeta y legislador

Moisés (מֹשֶׁה o Moshe en hebreo) fue el líder hacedor de milagros elegido por Di-s para sacar a los israelitas de Egipto hace más de 3.300 años. 

El profeta más grande que jamás haya vivido, Moisés transcribió la Torá (también conocida como los Cinco Libros de Moisés ), el texto fundacional del judaísmo.

La vida de Moisés

Moisés nació en Egipto el 7 de Adar del año 2368 desde la creación (1393 a. C.) en una época en la que los israelitas eran esclavos del faraón y estaban sujetos a muchos decretos severos. Fue el tercero de los tres hijos de Jocabed y Amram . Su hermano, Aarón , era tres años mayor que él, y su hermana, Miriam , era seis años mayor.

Su padre, un destacado líder de la tribu de Leví , es mencionado en el Talmud como “el más grande de la generación”.

Temiendo el nacimiento de un líder que sacara a los esclavos israelitas de Egipto, el Faraón decretó que todos los niños israelitas fueran ahogados. La madre y la hermana de Moisés eran parteras y valientemente desobedecieron el cruel edicto.

Jocabed dio a luz un hijo (tres meses antes de tiempo) y lo escondió en su casa hasta que cumplió tres meses y ya no pudo ocultarlo más. Entonces Jocabed puso a su hijo en una canasta impermeable y lo dejó flotando en el Nilo.

Mientras su hermana observaba, el niño fue rescatado del río por la hija del Faraón, Bithiah , quien luego lo crió en el palacio.

Cuando creció, Moisés salió del palacio y observó el sufrimiento de sus hermanos. Un día, vio a un egipcio golpeando cruelmente a un esclavo hebreo. Invocando el nombre de Di-s , mató al egipcio y escondió su cuerpo en la arena. Al día siguiente, volvió a salir y vio a dos hebreos peleándose. Cuando vio que uno de ellos estaba a punto de golpear al otro, intervino y criticó al posible atacante. El hombre se burló de él y le preguntó: “¿Me matarás como mataste al egipcio?”.

Al comprender que no podía quedarse, Moisés huyó de Egipto y se dirigió a Madián , donde se casó con Séfora , hija de Jetro , y fue padre de dos hijos: Gersom y Eliezer .

Cuando tenía 80 años, Moisés estaba pastoreando las ovejas de su suegro cuando Di-s se reveló en una zarza ardiente en el Monte Horeb (Sinaí) y le ordenó liberar a los hijos de Israel .

Moisés dudó, sintiendo que no era digno y que ni el Faraón ni el pueblo lo escucharían, en parte porque tenía un impedimento en el habla.

A su regreso a Egipto, Moisés y su hermano Aarón confrontaron al Faraón y le dijeron que Di-s había dicho que era hora de que Su nación fuera sacada de Egipto para que pudieran servirle. El Faraón se negó a considerar su petición.

Luego, Moisés y Aarón fueron fundamentales para traer las Diez Plagas sobre los egipcios, comenzando con el agua convertida en sangre y terminando con la muerte de todos los primogénitos egipcios.

Después de que el faraón accedió a dejar libres a sus esclavos, Moisés los sacó y los milagros continuaron. Después de una semana, el faraón cambió de opinión y decidió perseguir a los hebreos. Al llegar al Mar Rojo, Moisés guió a su pueblo a través del agua en tierra firme, dejando que los perseguidores egipcios murieran en el mar agitado.

Durante los siguientes 40 años, Moisés cuidó de los hijos de Israel “como una nodriza lleva a un bebé”, satisfaciendo todas sus necesidades y representándolos ante Di-s, especialmente cuando cometían errores y se ganaban Su desagrado, lo que sucedía con demasiada frecuencia.

El mandato de Moisés como líder estuvo marcado por episodios de rebelión y quejas. Apenas diez días después de salir de Egipto, se quejaron de que el agua era amarga. Di-s hizo que Moshe endulzara el agua milagrosamente. Después, el 15 de Iyar , se quejaron de no tener comida, y Di-s les dio el maná . Y luego, en Refidim, se quejaron de no tener agua, y Di-s le dijo a Moshe que golpeara una roca para que brotara un chorro de agua.

Moisés: Dador de la Torá

De todos sus logros, el más famoso fue haber traído la Torá a los hijos de Israel, el modelo de Di-s para una vida moral. De hecho, los cinco libros de la Torá se conocen como los Cinco Libros de Moisés.

Así fue como sucedió: seis semanas después de que Moisés sacó al pueblo de Egipto, llegaron al Monte Sinaí. Seis días después de su llegada, la presencia de Di-s cubrió la montaña y Él le dijo al pueblo los Diez Mandamientos, la esencia de la Torá. Según la tradición, el pueblo escuchó los dos primeros mandamientos de Di-s, pero luego no pudieron soportar el discurso de Di-s, por lo que Moisés les repitió los Diez Mandamientos.

Luego Moisés ascendió al Monte Sinaí y permaneció allí durante 40 días mientras el pueblo esperaba abajo. Durante este período, no comió ni bebió. Di-s le enseñó cada detalle de la Torá, que luego Moisés registró en (parte del) texto que llegó a conocerse como la Torá.

Di-s también le dio a Moisés dos tablas de zafiro, sobre las cuales estaban grabados los Diez Mandamientos.

Cuando transcurrieron los cuarenta días, el pueblo no vio a Moisés bajar y entró en pánico, temiendo que nunca bajara de la montaña. Volviendo a las costumbres idólatras de los egipcios, fabricaron un becerro de oro y lo adoraron.

Di-s le ordenó a Moisés que descendiera al pueblo. Cuando Moisés se acercó al campamento, vio el alboroto y el libertinaje que rodeaban la adoración a los ídolos y arrojó las tablas, rompiéndolas en pedazos.

Moisés pasó a liderar a su tribu, Leví , en la matanza de aquellos que habían participado en la creación del ídolo.

Moisés ascendió a la montaña durante otros 40 días hasta que consiguió la promesa de Di-s de que no destruiría a la nación, sino que les daría una segunda oportunidad, algo que sucedería una y otra vez durante el mandato de Moisés como líder.

Después de una tercera estadía de 40 días en la cima de la montaña, Moisés descendió con el perdón completo de Di-s y un segundo juego de tablas, lo que indicaba que Di-s había perdonado completamente a la nación.

En la Torá, Di-s le dio a Moisés un conjunto completo de instrucciones para la vida, que van desde lo que los judíos pueden comer ( kosher ) hasta las leyes del matrimonio (no incesto ni adulterio), desde cómo adorar (no imágenes grabadas) hasta cómo deben ser las casas de los judíos (instalar una mezuzá en el poste de la puerta).

Moisés transmitió estas instrucciones ( mitzvot ) a la nación y también las registró brevemente en la Torá.

Sin embargo, muchas de las instrucciones no fueron escritas y se las conoce como halajá leMoshe miSinai (“leyes [dadas] a Moisés desde el Sinaí”).

Los espías
A punto de entrar en Tierra Santa, el pueblo envió a doce espías para que exploraran la Tierra Santa. Cada espía representaba a una tribu. Con excepción de Josué y Caleb (que representaban a Efraín y Judá respectivamente), los espías regresaron con informes aterradores de gigantes, frutas mutantes y ciudades impenetrables.

El pueblo lloró toda la noche, reacio a la perspectiva de entrar en la Tierra Santa. Di-s le dijo a Moisés que estaba dispuesto a destruir la nación, pero Moisés le rogó clemencia y Di-s cedió. Pero el daño ya estaba hecho. El pueblo vagaría por el desierto durante 40 años. Con excepción de Caleb y Josué , todos los hombres en edad de luchar morirían en el desierto. Sólo entonces el pueblo de Israel estaría listo para entrar en la Tierra Prometida.

Después de la muerte de Miriam , el pozo que se había provisto en su mérito desapareció , y el pueblo tuvo sed de agua. Di-s les dijo a Moisés y Aarón que hablaran a una roca, y ésta les daría agua. Moisés y Aarón golpearon la roca en su lugar, siguiendo las instrucciones que habían recibido antes en Refidim, cuando Di-s les había dicho que golpearan una roca con su bastón para producir agua. Pero al golpear la roca en lugar de hablarle, perdieron la oportunidad de demostrar que incluso una roca obedece las palabras de Di-s sin necesidad de ser golpeada, que era la razón por la que Di-s les había dicho específicamente que hablaran a la roca. Di-s les dijo que serían castigados por no seguir Su palabra: ambos morirían en el desierto en lugar de que se les permitiera guiar al pueblo a la Tierra de Israel.

Moisés rogó y suplicó, pero no sirvió de nada. Conduciría al pueblo por la frontera de Israel, los conduciría en la conquista de las tierras al este del río Jordán e incluso vería la Tierra Santa desde lejos. Pero permanecería enterrado afuera, junto a la generación del pueblo que había sacado de Egipto.

Fallecimiento de Moisés
Cuando Moisés se acercaba a su cumpleaños número 120, todavía tenía energía, una vista excelente y una piel suave, pero sus días estaban contados. Cuarenta días antes de su muerte, dejó su última voluntad y testamento al pueblo. En él, les recordó elementos clave de su historia y reiteró muchas de las mitzvot . Especialmente prominente en su discurso fue la advertencia de nunca servir a los ídolos.

Moisés también escribió este discurso, formando el libro de Deuteronomio , el último de los cinco libros de Moisés.

Luego, en su cumpleaños número 120, Moisés ascendió al Monte Nebo, donde Di-s le concedió ver la Tierra de Israel, a la que tanto anhelaba entrar. Moisés murió entonces “por el beso de Di-s” y nadie supo dónde fue enterrado.

El pueblo estuvo de luto por Moisés durante cuarenta días, pero no todo estaba perdido. Incluso antes de su muerte, Moisés había designado a Josué, su fiel protegido, para que los guiara a la Tierra de Israel.

Nombre de Moisés
El nombre Moisés es la traducción griega del nombre hebreo Moshe (que significa “sacado”). Este nombre le fue dado por su madre adoptiva, Bithiah, cuando sacó al niño del río Nilo.

Moisés tenía muchos otros nombres. El Midrash nos cuenta que tenía nada menos que diez nombres, siendo los más famosos Avigdor, Toviah y Yekutiel.

A Moisés se lo suele llamar Moshe Rabbeinu (Moisés, nuestro maestro). 

Fue un guerrero valiente, un líder inspirador y el profeta más grande que haya existido jamás. Sin embargo, lo recordamos principalmente como el maestro de la ley, cuya fiel transmisión de la palabra de Di-s sigue resonando en los corazones y hogares judíos hasta el día de hoy.

Entendiendo a Moisés
Humilde Moisés

La Torá describe a Moisés como el hombre más humilde que jamás haya vivido. 

¿Cómo puede ser eso cierto? ¿Acaso no sabía que Di-s lo había elegido de entre toda la humanidad para sacar a Su pueblo de la esclavitud? 

¿Y que Di-s le habló “cara a cara” de una manera que nunca antes había sucedido y que nunca volvería a suceder?

La clave, dicen los maestros jasídicos, es que Moisés nunca se atribuyó estos logros a sí mismo. Reconoció que fue Di-s quien lo había elegido y dotado de cualidades únicas. Si Di-s hubiera elegido a otra persona, razonó, esa persona seguramente lo habría hecho aún mejor.

Moisés tartamudeaba

El Midrash nos cuenta que cuando Moisés era un niño pequeño en el palacio del faraón, una vez agarró la corona del faraón y se la colocó en la cabeza. El faraón temía que el niño quisiera la monarquía. Para ponerlo a prueba, los consejeros reales sugirieron que el faraón colocara oro brillante y un carbón igualmente brillante delante del niño. Si Moisés alcanzaba el carbón, quedaría claro que simplemente se sentía atraído por los objetos brillantes.

Ante una multitud de objetos brillantes, Moisés estaba a punto de alcanzar el oro, pero un ángel desvió su mano hacia el carbón. Moisés tomó un trozo de carbón y se lo puso en la boca. Se quemó la boca y, a partir de entonces, empezó a hablar con dificultad.

El rabino Shneur Zalman de Liadi explica que el tartamudeo de Moisés era un reflejo de su estado espiritual. Su alma provenía del mundo de Tohu (“caos”), que está por encima y más allá de nuestra realidad. Esto provocó su incapacidad para relacionarse (o comunicarse) con quienes lo rodeaban.

Moisés el pastor

Los místicos se refieren a Moisés como el raya mehemna. Generalmente traducido como “pastor fiel”, estas palabras también pueden traducirse como “pastor de la fe”.

Moisés hizo más que asegurarse de que su rebaño tuviera comida y bebida. Él sostuvo activamente su fe en Di-s. En el nivel más básico, lo hizo enseñándoles acerca de Di-s y Su voluntad. En un plano más profundo, sostuvo la fe del pueblo conectándolos con la esencia de sus almas, permitiéndoles acceder a una reserva de fe que siempre habían tenido, pero que nunca habían activado.

En cada generación, los líderes del pueblo judío, desde Mordejai hasta Maimónides , han cumplido este papel, liderando, guiando e inspirando al pueblo para que se acerque a Di-s, a su fe, a sí mismos.

Ángeles reales

Dicen que “no puedes bailar en dos casamientos a la misma vez”. Pero según las enseñanzas del Maguid de Mezritch sí puedes.

La lectura de la Torá de Vaishlaj comienza: “Y Iaakov envió ángeles delante de él a Esav su hermano” (Génesis 32:4). Iaakov lucha para reconciliarse con su salvaje hermano Esav, quién está determinado en castigar a Iaakov.

Comentando las palabras “Y Iaakov envió ángeles”, Rashi dice: “Ángeles reales”. El Maguid de Mezritch dice: “Sólo el aspecto ‘real’ de los ángeles le envió a Esav, pero el componente espiritual se mantenía siempre con Iaakov”.

Espera un minuto, algo no está bien aquí. Parecería que el objetivo de Iaakov en el envío de los ángeles, era que ellos ejercieran sus inmensos poderes espirituales para neutralizar la hostilidad de su hermano Esav. ¿Por qué el Maguid propone que en el envío de los ángeles, Iaakov retenga estos poderes espirituales, enviando una versión más común de los ángeles en su lugar?

Pero las palabras del Maguid pueden ser entendidas de otra forma más mágica.

Los ángeles traen todo de sí mismos para el encuentro con Esav. Están totalmente equipados, en la realidad, así como también espiritualmente, para hacer frente a este formidable desafío. Sin embargo, mientras que luchan para realizar su misión, nunca dejan de darse cuenta de que estar con Esav no es su destino final. Ellos se apuran en terminar y reunirse con Iaakov. Así, mientras los ángeles están con Esav en la realidad, siguen estando espiritualmente conectados con quien los envió.

Y es este vínculo inquebrantable que provoca el éxito de los ángeles. Sólo permaneciendo firmemente conectados con su fuente, el virtuoso Iaakov, los ángeles pueden estar seguros de tener éxito en su esfuerzo de refinar a Esav.

Así también es la historia de nuestras vidas.

Nosotros también estamos en una misión. Nuestras almas se han enviado desde lo alto, para investirse en un cuerpo. Al mismo tiempo, se nos ha imbuido con las herramientas necesarias para dominar, refinar y elevar nuestro entorno.

Es imprescindible que para enfrentar esta prueba, tengamos el arte de bailar simultáneamente en dos casamientos. Mientras enviamos a nuestro ángel mensajero, a nuestra alma, para vencer, debemos mantener firme nuestro propio “Iaakov”, la fuente de nuestra alma Divina, que nunca puede ser manchada.

Por: Dovi Scheiner

Vaishlaj “Y Mandó”

Después de su regreso a Israel – que representa la perfección espiritual adquirida luego de haber pasado 20 años trabajando para Laván en Harán (mundo de idolatría) – Iaacov manda mensajeros a su hermano Esav para hacer las paces. Sin embargo, éste lo enfrenta con 400 guerreros, señalando así su intención de seguir peleando.

Para encontrarse con Esav, Iaacov se protege con tres cosas: la plegaria (tefilá), mandándole regalos a Esav y preparándose estratégicamente para la confrontación (divide a su gente en dos bandos, de tal modo que si Esav liquida a uno, queda el otro). Esto nos muestra cómo deben prepararse los judíos cuando son enfrentados por otras naciones. 

Al encontrarse con Esav, Iaacov se inclina ante él, pero realmente lo hace frente a la Shejiná, la Providencia Divina, que lo salva milagrosamente cuando Esav pretende matarlo. 

Iaacov pelea con el ángel protector de Esav y gana, pero es lesionado en el muslo; por ello la Torá prohíbe comer el Guid Hanashé, tendón del muslo cercano al nervio ciático.

La mitzvá de Guid Hanashé es la tercera de la Torá y la primera de carácter prohibitivo. Hay dos partes que no pueden ser comidas en un animal Kasher: el nervio ciático (ley de la Torá) y el nervio perineo (prohibición rabínica).

En nuestros hábitos diarios de comida somos forzados a recordar la herida infringida a Iaacov por Esav en su punto débil (yozai yerjó), representando por la descendencia de Iaacov, que es el pueblo judío. Por lo tanto, debemos reforzar cada generación mediante la educación en Torá, para no ser heridos por otros pueblos.

Luego de la pelea con el ángel, el nombre de Iaacov es cambiado por el de Israel, que significa “has peleado con cuerpos celestiales (el ángel de Esav) y con cuerpos terrenales (Lávan y Esav) y has vencido”; por tanto, mereces la bendición por una conducta noble en un enfrentamiento directo. En esto se diferencia del nombre Iaacov (el que obtuvo la bendición de su padre a través de la astucia).

Cambiar el nombre puede anular un decreto celestial desfavorable. De haber un decreto para que Esaú dominara a Iaacov, Di-s reafirmaría a Iaacov, “puesto que ya no será Iaacov y su nombre será Israel”.

Los nombres de Iaacov e Israel – que todos hemos heredado – se refieren al cuerpo y el alma, respectivamente. Es necesario rectificar espiritualmente el cuerpo para que el poder del alma pueda morar en él. Solo entonces merecerá llamarse Israel.

La Torá no está escrita en orden cronológico. La venta de Iosef en realidad precedió a la muerte de Itzjak por 12 años. Cuando nació Iaacov, Itzjak tenía 60 años.

Itzjak falleció en el año 120 de Iaacov. Iosef tenía 17 años cuando fue vendido, y Iaacov tenía 108 años. 

Rivka murió sin haber visto a su hijo Iaacov y fue enterrada en la Cueva de Majpelá, a diferencia de Rajel, que fue enterrada en Bet Lejem o Belén, el lugar donde los judíos pasaron cuando fueron exiliados a Babilonia, Rajel pidió a Di-s por ellos. Rajel murió al dar a luz. 

Al morir Itzjak a la edad de 180 años, Esav decidió quedarse con los bienes de su padre, y Iaacov, con la tierra de Canaán y la Cueva de Majpelá, lugar donde fue enterrado su padre. 

“Los Sabios dicen que la experiencia de los padres es una guía para sus hijos. Lo sucedido a nuestros Patriarcas refleja eventos que se repiten en la historia de nuestro pueblo, tanto en lo individual como en la nación en su conjunto”.

El viaje del alma

Esta semana, en Vaieizé, comienza con el viaje de Iaakov a Jarán; Y Iaakov salió de Beersheva y se dirigió hacia Jarán. ¿Es necesario que sepamos de dónde venía?
Rashi nos da una explicación basada en el Midrash.
Esto enseña que la partida de una persona justa de cualquier lugar causa un impacto.

Durante el tiempo que la persona justa está en una ciudad, constituye su gloria, él es su esplendor, él es su corona.
Cuando se va, se va su gloria, se va su esplendor, se va su corona”.

Esta explicación es sorprendente, ya que cuando Iaakov dejó Beersheva, sus padres, Itzjak y Rivka, ambos tzadikim, todavía vivían allí.
¿Cómo podría Rashi afirmar que con la partida de Iaakov, de Beersheva también se fueron la gloria y el esplendor?
La respuesta se revela al observar más de cerca la explicación de Rashi, que no es una cita exacta del Midrash.
El Midrash afirma que una persona justa constituye el esplendor y la corona de una ciudad.
Rashi, sin embargo, presenta sus comentarios con la palabra gloria.

Según él, la influencia de la persona justa en su entorno tiene tres elementos: 1) corona, en el sentido de honor y respeto; 2) esplendor, la luz espiritual que emana de la persona justa y sus obras; y 3) gloria, un nivel aún más alto de iluminación que emana del tzadik que provoca asombro.Incluso después de que Iaakov dejó Beersheva, todavía había dos personas justas viviendo allí, sus padres.


Pero para entonces Itzjak era muy viejo y ciego, y estaba confinado en su casa. Rivka también mayor, se ocupaba de cuidar a su esposo.

No hay duda de que su presencia continua en la ciudad trajo honor y protegió a sus habitantes.
Para entonces, Itzjak y Rivka ya no podían iluminar sus alrededores con el tipo de luz que promueve asombro.
Este nivel de luz, gloria, emanaba de su hijo, Iaakov.
Así, cuando salió de Beersheva, su gloria también se fue.

Además de su significado literal, el viaje de Iaakov desde Beersheva a Jarán alude al descenso del alma del mundo espiritual al mundo físico, que también causa un impacto. De hecho, el alma demuestra un gran sacrificio perso nal al ser investida en un cuerpo físico.
En el mérito de este sacrificio personal, cada judío merece ser restaurado a su verdadero estado de regocijo en la luz de Di‐s, con la redención completa con Mashíaj.

Adaptado de Likutei Torá, vol. 32

La escalera de Jacob

¿Qué simboliza la escalera de Jacob? Una metáfora atemporal

Por Katia Bolotin

La innovación es un sello distintivo del espíritu humano. Los innovadores, los pioneros de nuevas ideas, desafían el status quo y se proponen mejorarlo. Cada generación se distingue por la introducción de innovaciones nuevas y mejoradas.

¿Cuántos de nosotros seguimos usando máquinas de escribir o grabadoras de casetes? Lo que en su día fueron innovaciones asombrosas pasan de moda y acaban por quedar obsoletos. Esas son las consecuencias de la innovación.

Sin embargo, incluso en el mundo tecnológico actual, algunas cosas poseen un poder de permanencia intemporal. Tomemos, por ejemplo, la escalera, el tema del sueño de Jacob en la parashá Vaieitzei . La palabra hebrea para “escalera” es sulam. Una permutación de las letras hebreas de sulam revela una profunda comprensión que explica el significado perdurable de la escalera. Al reorganizar las letras de sulam (samejlamed, mem ), revelamos otra palabra, semel , que significa “símbolo”.

¿Cuál es el simbolismo de la escalera? Este simplista dispositivo para subir o bajar no ha sufrido ninguna alteración conceptual desde su creación.

Metafóricamente, la Torá amplía la sencilla función de la escalera para incluir imágenes que unen el cielo y la tierra. A través de imágenes visuales, podemos captar el concepto de transición.

El puente contra la escalera

La vida nos presenta diversas transiciones que desafían el status quo de nuestros niveles de comodidad. Podemos encontrarnos en una encrucijada, reconociendo la necesidad de un cambio pero sin saber qué camino tomar. Podemos sentirnos desprevenidos y no equipados para navegar el viaje desconocido que tenemos por delante. ¿Cuál es la mejor manera de atravesar el espacio liminal entre dónde estamos y dónde nos gustaría estar? ¿Cuáles son los mejores medios para ayudarnos a alcanzar nuestras metas y destino deseados? ¿Cómo combatimos los sentimientos de incertidumbre y vulnerabilidad que pueden enfrentarnos en el camino, eclipsando la luz guía de la fe?

Cuando se transita por un terreno desconocido o una transición, hay dos opciones: cruzarlo, salvando la distancia que separa el punto A del punto B, o trascenderlo. A menudo, la imagen de un puente se utiliza para representar el paso de una etapa de la vida a la siguiente. Sin embargo, aunque cambiamos de lugar, no necesariamente estamos cambiando ni estamos cambiando nosotros mismos. Mientras permanezcamos en la misma altitud, no podemos trascender nuestro estado actual de ser o nuestra perspectiva.

En cambio, al ascender o descender por una escalera, peldaño a peldaño, cambiamos nuestra altitud de forma gradual. Nos movemos hacia arriba o hacia abajo, nunca permanecemos estáticos. Nuestro punto de observación se amplía a medida que ascendemos o se estrecha a medida que descendemos.

 

La innovación es un sello distintivo del espíritu humano. Los innovadores, los pioneros de nuevas ideas, desafían el status quo y se proponen mejorarlo. Cada generación se distingue por la introducción de innovaciones nuevas y mejoradas.

¿Cuántos de nosotros seguimos usando máquinas de escribir o grabadoras de casetes? Lo que en su día fueron innovaciones asombrosas pasan de moda y acaban por quedar obsoletos. Esas son las consecuencias de la innovación.

Sin embargo, incluso en el mundo tecnológico actual, algunas cosas poseen un poder de permanencia intemporal. Tomemos, por ejemplo, la escalera, el tema del sueño de Jacob en la parashá Vayeitzei . La palabra hebrea para “escalera” es sulam. Una permutación de las letras hebreas de sulam revela una profunda comprensión que explica el significado perdurable de la escalera. Al reorganizar las letras de sulam (samech , lamed , mem ), revelamos otra palabra, semel , que significa “símbolo”.

¿Cuál es el simbolismo de la escalera? Este simplista dispositivo para subir o bajar no ha sufrido ninguna alteración conceptual desde su creación.

Metafóricamente, la Torá amplía la sencilla función de la escalera para incluir imágenes que unen el cielo y la tierra. A través de imágenes visuales, podemos captar el concepto de transición.

La escalera que simboliza el ascenso y la caída de las naciones

La sencilla escalera de Jacob prefigura la trayectoria del desarrollo humano. El Midrash describe cómo se nos predice el ascenso y la caída continuos de varias naciones que ocuparán el centro del escenario mundial por un tiempo y luego se hundirán en el olvido. Los opresores de Israel están entre ellos, ya que se nos advierte de su prominencia. Rashi destaca que los ángeles ascendentes representan aquellas fuerzas espirituales que acompañan a Jacob y al pueblo judío mientras están en nuestra tierra natal, Eretz Israel . Deben regresar al cielo cuando Jacob deja la Tierra Santa, pero son reemplazados por otras fuerzas angelicales más adecuadas para salvaguardar a la nación judía cuando habita fuera de la tierra. La explicación de Rashi predice nuestro mérito final de establecernos en la tierra de Israel.

La escalera de la oración: la transición entre el cielo y la tierra

La escalera de Jacob también amplía nuestras perspectivas sobre el poder de la oración como vehículo para navegar la transición entre el Cielo y la Tierra. La oración significativa crea una huella espiritual; dicha oración deja su huella en el tejido tanto del tiempo físico como de la eternidad espiritual. Nuestras oraciones se activan solo en la medida en que seamos conscientes y sinceros. En el sueño de Jacob, se las representa como formas angelicales que se elevan. Nuestros sabios nos dicen que nuestras oraciones crean ángeles acompañantes o energías de diferentes fuerzas. La sinceridad y la pura intención de cada corazón lo impulsan a ascender los peldaños de la fisicalidad. Una oración puede atravesar lo finito mientras anhela y se esfuerza por alcanzar los reinos infinitos.

La escalera de Jacob tiene el potencial de convertirse en un GPS espiritual

que, de hecho, calibra la dirección de nuestros pensamientos y acciones. Puede servir para trazar nuestro camino y mantenernos en el rumbo correcto para llegar a nuestro destino final. Es la aplicación más antigua y, a la vez, la más nueva que existe. Subir la escalera de Jacob puede representar toda una vida de viaje espiritual. Desde un nivel macro hasta uno micro, esta antigua visión sigue siendo un símbolo perdurable de relevancia atemporal y es un portal del pasado al presente y del presente al futuro.

fuente

Iaacov lucha con el ángel

Jacob permaneció muchos años en casa de su tío Labán, donde se casó con sus cuatro esposas: RaquelLeaBilha y Zilpa. Pero ahora llegó el momento de regresar a casa, a la Tierra de Israel .

Han pasado años desde que recibió las bendiciones que se esperaba que le correspondieran a su hermano mayor, Esaú.

Pero Jacob sigue preocupado: ¿Esaú todavía me odia? ¿Se vengará de mí por haberle “robado” las bendiciones?

Jacob envía mensajeros a Esaú, quienes le informan que, en efecto, Esaú desea hacerle daño. Por lo tanto, Jacob se prepara mediante una triple estrategia: rezar a Di-s , organizarse para la guerra y enviar un regalo para apaciguar a su hermano.

Sin embargo, antes de encontrarse con Esaú, ocurre un incidente misterioso: Jacob se enfrenta a un enigmático “hombre” que lucha con él e intenta impedirle seguir adelante.

¿Quién era este hombre? ¿Y quién ganó la batalla?

Veamos algunos midrashim que arrojan luz sobre la historia.

El relato bíblico

Jacob se levantó aquella noche, tomó sus dos mujeres, sus dos siervas y sus once hijos, y cruzó el vado de Jaboc. Los tomó y los hizo pasar el arroyo, y llevó consigo todo lo que tenía.

Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta que amaneció. Y al ver que no podía con Jacob, le tocó la cadera, y la cadera de Jacob se dislocó mientras luchaba con él.

[El hombre] dijo: «¡Déjame ir, porque ya amanece!» [Jacob] dijo: «No te dejaré ir a menos que me bendigas».

“¿Cómo te llamas?”

“Jacob.”

[El hombre] dijo: “Ya no se dirá tu nombre Jacob, sino Israel, porque has ejercido dominio [sar] con lo divino y con los hombres, y has prevalecido”.

Jacob le pidió y le dijo: «Por favor, dime tu nombre». El hombre le respondió: «¿Por qué me preguntas por mi nombre?» Y lo bendijo allí.

Las pequeñas jarras

¿Por qué estaba solo Jacob?

El Talmud cita una enseñanza del rabino Elazar: Jacob había traído todas sus pertenencias a través del río, pero luego se dio cuenta de que faltaban algunas jarras pequeñas (de ningún gran valor). Sin embargo, no quería dejarlas atrás, así que regresó a buscarlas. Allí se encontró con el hombre.

¿Por qué Jacob no ignoró simplemente estos elementos aparentemente sin importancia?

El rabino Elazar ofrece esta explicación: “Los justos consideran que sus propias posesiones son más valiosas que ellos mismos. ¿Por qué? Porque no extienden sus manos para robar”. En otras palabras, ganan cada centavo honestamente, y por eso es importante para ellos.

En un tono más místico, los maestros jasídicos explican que cada objeto individual de nuestro mundo contiene una chispa divina que espera su elevación. Un tzadik (persona justa) reconoce esta chispa incluso en el objeto más insignificante, y por eso está dispuesto a arriesgar su vida para proteger esa chispa y llevarla a su plenitud máxima.

El rabino Shlomo Luria, el Maharshal, sugiere que estas jarras contenían el aceite que Jacob había designado para ungir el monumento que había erigido muchos años antes durante su huida a Harán Este era aceite sagrado, por lo que Jacob no quería dejarlo atrás.

Curiosamente, estas jarras pueden estar relacionadas con el milagro de Janucá. Según Tzeidah la-Derech: “ Di-s le dijo a Jacob: Arriesgaste tu vida por una pequeña jarra de aceite por Mi causa. A cambio, yo recompensaré a tus descendientes, los hasmoneos, cuando se produzca un milagro para ellos con una pequeña jarra de aceite”.

La confrontación

“ Un hombre luchó con él: nuestros sabios explicaron que éste era el ángel ministrador de Esaú.” 

Un lugar común de la literatura talmúdica y midráshica es que cada nación tiene su propio “ministro” angelical que representa sus intereses ante Di-s. Es, entonces, el ángel de Esaú quien intenta frustrar la misión de Jacob.

Así comienza el choque de titanes.

“Un hombre luchó con él hasta que amaneció”. La lucha duró horas y horas. Lucharon entre sí,  levantando polvo hasta el trono divino.

El ángel se dio cuenta de que no podía vencer a Jacob, así que “tocó su muslo” y se lo dislocó.

Al amanecer, el ángel de Esaú debe unirse a sus colegas para cantarle a su Creador. El ángel intenta desenredarse de Jacob, pero no lo logra. Se ve obligado a rogarle a Jacob que lo deje ir,  a lo que Jacob accede, pero con una sola condición: el ángel debe bendecirlo y admitir que las bendiciones que Jacob recibió de Isaac son en verdad suyas y no de Esaú.

El ángel accede, bendice a Jacob e incluso le otorga un nuevo nombre, Israel. Entre sus significados está el de que Jacob ha recibido las bendiciones de manera noble y no por medio de un fraude.

En conmemoración de este episodio, al pueblo judío se le prohíbe comer el gid ha-nasheh de un animal, que corresponde anatómicamente al nervio lesionado de Jacob.

La lucha épica

Los comentarios  señalan que la lucha descrita en esta parashá es el acto inicial de una batalla que continúa hasta el día de hoy entre el pueblo judío (representado por Jacob) y las naciones enemigas que buscan su destrucción (Di-s no lo permita). De hecho, a lo largo de la historia muchos regímenes han intentado, pero no han logrado erradicar al pueblo judío física o espiritualmente; pueden tener éxito en “dislocar la articulación de la cadera”, dañando partes del pueblo judío, pero el “cuerpo” en su totalidad permanece intacto.

Esta lucha llegará finalmente a su fin con el “amanecer”, la era de la Redención final, cuando la victoria de Jacob será completa y definitiva. “Jacob”, como sigue describiendo la Torá , “llegó sano y salvo a Siquem ”, y lo mismo ocurrirá con sus descendientes: a pesar de toda la humillación, el dolor y la tortura, el pueblo judío sigue viviendo eternamente y llegará “sano y salvo” a su destino final y al del mundo.

A nivel personal

El Zohar describe la batalla de Jacob con el ángel como símbolo de la lucha del hombre con su lado más oscuro.

Al acercarse la mañana, el ángel supo que debía actuar con rapidez, pues pronto la noche, el tiempo en que él tiene poder, se acabaría y él se vería impotente. Por eso, golpeó el muslo de Jacob, el lugar donde se asienta la inclinación al mal, y allí pudo herirlo.

El Zóhar nos enseña que en cada lucha somos poderosos y podemos superar nuestros malos impulsos si así lo deseamos. Sólo hay un lugar donde la lujuria es tan fuerte que incluso los grandes hombres son impotentes: el gid ha-nasheh . Su nombre significa “olvidar”,  porque una vez que se despierta, todo pensamiento racional y todos los escrúpulos religiosos quedan muy atrás.

La única manera de ganar esa guerra es mantenerse alejado, ya que una vez que uno cae en la tentación, no se sabe a dónde puede llevarnos. Por esta razón, el gid no se come en absoluto, sino que se evita por completo.

FUENTE

Por qué las buenas personas hacen cosas buenas

El trasfondo

En la Torá, abundan las historias de rivalidad entre hermanos, que abarcan un espectro bien amplio, desde el odio latente hasta el asesinato. Y entonces, en Vaietzé, tenemos un descanso refrescante cuando leemos acerca del amor fraternal entre Rajel y Lea.

Aprendemos del acto de auto-sacrificio de Rajel en favor de su hermana mayor, Lea, cuando cambiaron sus identidades bajo la jupá (y la cama matrimonial) para salvar a Lea de la humillación de tener que casarse con el hermano mayor de Iaacov, el inmoral y depravado Esav.

Menos conocida es la historia en la que Lea, embarazada de su séptimo hijo, rezó para dar a luz a una niña y no darle a Iaacov otro hijo varón. Lea sabía que iban a haber doce tribus. Cuando se dio cuenta de que estaba embarazada, Iaacov ya tenía diez hijos (seis de Lea y dos de cada una de las criadas, Bilá y Zilpá). Preocupada por el hecho de que, si daba a luz a otro varón, sería el número 11 y Rajel, en el mejor de los casos, sólo tendría un hijo para completar los 12 que Iaacov estaba destinado a tener.

Para ahorrarle a Rajel la humillación de ser considerada “inferior a las criadas”, ya que cada una había tenido dos hijos, Lea rezó para no dar a luz otro varón. 

¿Cómo reunieron estas dos hermanas la fuerza para sobreponerse a sus deseos más profundos?

Al engañar a Iaacov, Rajel no podía asegurarse de que alguna vez lograría casarse con el amor de su vida. En el mejor de los casos, iba a tener que compartirlo. Y, para evitarle un desequilibrio y devastación emocional a Rajel, Lea renunció a la posibilidad de ser la madre de otra de las tribus y de tratar de ganarse algún favor adicional de Iaacov.

Al refrenarse de una manera tan fuerte la una por la otra, las hermanas nos enseñaron una lección de altruismo. 

La amabilidad de los extraños: altruismo puro

Todos los días, al parecer, las noticias nos traen historias de horror, actos de violencia y maldad que los hombres despliegan unos contra otros. A veces, sin embargo, en medio de estas historias aparecen héroes, y no solamente personas tratando de salvar a sus seres queridos, sino transeúntes que se juegan la vida por completos extraños ¿Por qué?

Para quien cree en “la supervivencia del más fuerte”, el altruismo debe ser una vergüenza. Por esta razón, la ciencia trata de explicarlo como un vestigio de una táctica de supervivencia de cuando vivíamos en pequeños grupos y tribus de personas muy cercanas. O, como dicen los especialistas, el altruismo está realmente basado en el ego y el interés propio; por lo tanto, realizamos actos de bondad con la esperanza de la reciprocidad, para ganar la admiración de los demás o para ganarnos algunos puntos en el cielo. 

Cuando nos movemos más allá de este mundo transaccional en el que vivimos, cuando no hay ningún beneficio personal ni social de nuestras acciones, estamos actuando por un sentimiento de empatía que reconoce nuestro sentido de conexión más profundo. Así como nuestro cuerpo siente dolor cuando cualquier parte está sufriendo, la persona empática no solamente tolera y respeta a los demás, sino que se siente alineada con ellos al punto de identificarse con sus sufrimientos y necesidades. 

Cuanto más inclusivos del “otro” seamos, más amplio será nuestro sentido de empatía, lo que tiene un impacto en nuestro comportamiento.

El altruismo puro está “enfocado en el otro”, surge del sentimiento interno de familiaridad y deseo de aliviar el dolor. La empatía es la razón por la cual miles de “extraños” aparecen en los funerales de las víctimas del terrorismo en Israel. O cuando leemos informes sobre cosas desagradables o impactantes, la empatía es lo que nos hace sentir que perdemos otro pedacito de nuestro corazón colectivo. 

El primer agradecimiento

En el Talmud, los rabinos notaron que desde el día en que Di-s creó el mundo, nadie se había molestado en agradecerle hasta que apareció Lea que, cuando dio a luz a su cuarto hijo, lo llamó Iehudá, de la palabra hodaá que significa “agradecer”. 

Como los nombres expresan la esencia espiritual de la persona, los judíos (iehudim) deberían darse cuenta de que la gratitud es parte del componente esencial de su existencia. Además, la propia existencia y constitución de las doce tribus surgieron del altruismo de dos hermanas, cada una motivada por la empatía y el deseo de aliviar el dolor de la otra. 

En Vaietzé, también leemos la historia de la escalera de Iaacov, que llegaba de la tierra al cielo. Construyamos nuestras propias escaleras: que de un lado esté “la gratitud” y del otro “la empatía”, que los escalones del medio sean peldaños de compasión, conexión y bondad. Que apoyemos nuestras escaleras sobre la pared adecuada, subamos por la escalera del éxito espiritual y bajemos el cielo aquí a la tierra. 

 

Por Hanna Perlberger extraído de Chabad.org. Traducido por Rivka Baron

¿Quiénes son las Matriarcas?

Por Shlomo Nudelman

Las matriarcas judías, también conocidas como “ imahot ” (hebreo: אִמָּהוֹת), son las cuatro mujeres fundadoras del pueblo judío:

Sara
Rivka (Rebeca)
Rajel (Raquel)
Lea

Sus vidas y acciones están registradas en la Biblia, específicamente en el Libro del Génesis, donde jugaron un papel crucial en la formación de la nación de Israel, junto con sus maridos, los tres patriarcas, Abraham , Isaac y Jacob. Sara , que estaba casada con Abraham, fue la primera de las cuatro madres del pueblo judío. Rebeca era la esposa del hijo de Sara, Isaac. Y Lea y Raquel estaban casadas con el hijo de Rebeca, Jacob .

¿Qué hicieron las Matriarcas?
Cada una de las matriarcas judías tuvo un profundo impacto en la formación y la base espiritual del pueblo judío.

Sara, a través de su fe y del nacimiento milagroso de Isaac, aseguró la continuidad del pacto de Abraham con Di-s. Después de que nació su hijo, supervisó celosamente su crianza, incluso tomando la difícil decisión (aprobada por Di-s ) de despedir a su hijastro, Ismael.

Rebeca, cuya bondad innata la convirtió en la pareja perfecta para Isaac, consiguió la bendición de primogenitura de su esposo para su hijo, Jacob.

Raquel, tras sufrir infertilidad, murió al dar a luz a su segundo hijo. Por ello, Raquel es personificada como la quintaesencia de la maternidad, que se sacrificaría por sus hijos a lo largo de los siglos.

Lea, a pesar de las pruebas personales y de no ser amada por Jacob tanto como su hermana Raquel, engendró seis de las 12 tribus de Israel, dando forma significativa a la nación.

¿Cuál es la fuente de las cuatro Matriarcas?
Según el Talmud , hay tres Patriarcas y cuatro Matriarcas. El número de Patriarcas tiene sentido, porque son tres hombres que son los antepasados de todos los segmentos del Pueblo Judío, a diferencia de los hijos de Jacob, los progenitores de 12 tribus únicas.

Pero las matriarcas son diferentes. Tanto Raquel como Lea dieron a luz a sólo algunas de las 12 tribus, siendo Lea la madre de seis y Raquel la madre de dos. Hay cuatro tribus adicionales que descienden de las concubinas de Jacob, Bilha y Zilpa.

Entonces, ¿por qué hay cuatro matriarcas? ¿No deberían ser dos (Sara y Rebeca) o seis (Sara, Rebeca, Raquel, Lea, Bilha y Zilpa)?

El Talmud responde que la designación de Patriarca o Matriarca no se basa (estrictamente) en la ascendencia sino en la prominencia. Fueron estas cuatro grandes mujeres las que formaron la base espiritual sobre la que se construyó nuestra nación.

Arca dulce arca

Un aspecto notable, pero a menudo pasado por alto, de la historia del Diluvio son las condiciones de vida dentro del Arca y los “extraños compañeros de cama” que creó.
Durante todo un año, este recipiente relativamente pequeño albergó al menos dos ejemplares de cada ser vivo. Esto significa que los animales que en sus hábitats nativos son depredadores vivían cerca de sus presas naturales, pero ninguna criatura resultó dañada. 

La cooperación y armonía entre todos los habitantes del Arca fue clave para su supervivencia.

Nuestros Sabios explican que el Arca estaba impregnada de un espíritu mesiánico que producía una atmósfera milagrosamente armoniosa. “El lobo habitará con el cordero… y el león, como el ganado, comerá paja” (Isaías 11:6‐7). El “nuevo orden mundial” mesiánico descrito en los libros de los profetas se realizó temporalmente en los confines de la pequeña Arca.


¿Qué lección podemos extraer del aura mesiánica que invadió el Arca durante los días oscuros del Diluvio?
Si bien las lluvias torrenciales del Diluvio terminaron hace más de 4000 años, en un sentido espiritual y emocional, muchos de nosotros nos despertamos todos los días para enfrentar una “inundación” de preocupaciones, dificultades y responsabilidades. Estas “aguas embravecidas” metafóricas amenazan con ahogarnos: financieramente, emocionalmente y, quizás lo más importante, espiritualmente.

Muchos piensan que si se mantienen a flote el tiempo suficiente, los cielos se iluminarán y la tormenta pasará.

Una ilusión… En cambio, la Torá nos da la mejor solución: basta de “flotadores del hombre muerto”. ¡Entra al Arca!
Todos tenemos la capacidad de transformar nuestros hogares en Arcas en miniatura, microcosmos mesiánicos, capullos aislados donde escapar de la tormenta junto con nuestras familias.

La Era Mesiánica se caracteriza por ser una era en la que “todos los deleites físicos serán tan abundantes como el polvo de la tierra”, porque “el conocimiento de Di‐s será la búsqueda del mundo entero”. Al ajustar nuestra perspectiva y adoptar una “mentalidad mesiánica”, un estado mental que prioriza la Torá, las Mitzvot, la plegaria y la búsqueda de la espiritualidad, creamos una apariencia de este “mundo futuro” en nuestra vida actual. Cuando nuestras prioridades están en orden, todas las tormentas del mundo no pueden perturbarnos y prevalece la tranquilidad interior.
Esta transformación comienza con un cambio de prioridad mental; se expresa prácticamente mediante la adición constante de otra mitzvá, otra clase de Torá y otra sección más de las Tefilot recitadas con la concentración adecuada.
“Porque he aquí, tinieblas cubrirán la tierra, y una espesa nube los reinos, pero sobre ti brillará Di‐s” (Isaías 60:2)